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PRESENTACIÓN

De mi primera visita al Museo de las Ciencias de Valencia recuerdo la exposición Detrás del enchufe. En ella se explicaba una serie de fenómenos físicos básicos relacionados con la electricidad. Sin duda, el título de la exposición es atrayente y permite múltiples interpretaciones. Se podría organizar, por ejemplo, una conferencia con el mismo nombre que explicara la generación de electricidad. Un asunto importante, sin duda, el de comprender cómo se obtiene ese portador de energía que permite el funcionamiento de televisores, neveras, equipos de música, etc. Y podría aprovecharse, por qué no, para que la gente supiera que el título de la exposición no tiene sentido para unos 2.000 millones de personas que no tienen acceso a las formas modernas de energía.

El gran reto de la humanidad para el siglo XXI es avanzar hacia un mundo sostenible. En la novena reunión de la Comisión para el Desarrollo Sostenible, celebrada en el año 2001, se trató del papel central que la energía juega en este tema. Esa importancia tiene su origen en que muchos de los objetivos del desarrollo sostenible sólo pueden lograrse si se asegura el acceso de toda esa gente a la electricidad. Y, también, se debe a que la forma actual de producir, distribuir y utilizar la energía no es viable a largo plazo.

Las razones de la inviabilidad del sistema energético actual tienen que ver con que éste depende de los combustibles fósiles. Estas fuentes de energía no son renovables y, por tanto, se están agotando. Además, su uso produce la emisión de dióxido de carbono a la atmósfera, un gas de efecto invernadero. El aumento de las emisiones de estos gases va a provocar un cambio climático, cuyos primeros efectos ya se están sintiendo en la actualidad. Y, finalmente, también se emiten contaminantes que afectan a la salud de las personas.

Es necesario un cambio en el sistema energético. A corto y medio plazo las opciones están bastante claras. Se debe aumentar la eficiencia en el uso de la energía, es decir, utilizar menos energía para obtener el mismo servicio, y se deben utilizar cada vez más las fuentes renovables y limpias de energía. Pero, a largo plazo, es necesario dejar de emplear los combustibles fósiles. Y, probablemente, la única propuesta que se ha hecho de un nuevo sistema energético sostenible que pueda ser viable está basada en la economía del hidrógeno. En la economía actual, los portadores de energía son la electricidad y los combustibles fósiles. En una economía del hidrógeno sostenible, se sustituyen los segundos por hidrógeno, obtenido a partir de fuentes de energía renovables y limpias.

Los problemas que plantea el desarrollo de una economía del hidrógeno de este tipo son múltiples. Así, es necesario desarrollar sistemas baratos de obtención, distribución, almacenamiento y uso eficiente del hidrógeno. Esto no quiere decir que no existan este tipo de tecnologías en la actualidad: el problema es que su coste es muy elevado. Tenemos tecnologías de obtención de electricidad a partir de fuentes de energía renovables. Existen tecnologías que permiten obtener hidrógeno a partir de agua y electricidad. Tenemos formas de almacenar y distribuir el hidrógeno. Y las pilas de combustible convierten de forma muy eficiente el hidrógeno, de nuevo, en electricidad, que puede ser empleada para hacer funcionar un aparato, una máquina o un motor.

La transición desde una economía de los combustibles fósiles a una economía del hidrógeno plantea, además, otro tipo de incertidumbres. Debe planificarse de forma cuidadosa con el fin de hacer que los costes sociales, ambientales y económicos asociados a la misma sean mínimos, y debe asegurar que esas nuevas tecnologías sean accesibles para toda la población mundial. A muy largo plazo, en cualquier caso, las ventajas derivadas de la reducción de la contaminación y de las emisiones de gases de efecto invernadero, de la descentralización del sistema de producción de energía y del aprovechamiento de fuentes de energía locales compensarán todos esos costes.

Todas estas cuestiones, que analizaremos en este libro no son sólo abordadas en conferencias científicas y en distintas organizaciones políticas supranacionales. Aparecen continuamente en los medios de comunicación. Como muestra, aquí tenemos algunos ejemplos. El 14 de agosto de 2004, al abrir el periódico, me encontré con el siguiente titular. «Ozono en el aire: los corredores sufrirán hoy en sus pulmones la contaminación atmosférica». En el cuerpo de la noticia leí que los ciclistas que, ese día, participarán en una prueba en los Juegos Olímpicos de Atenas sufrirían problemas pulmonares debidos a la contaminación. Unos días más tarde, otra noticia llamó mi atención. «La contaminación mata poco a poco: un estudio demuestra que los contaminantes habituales causan miles de muertes al año en Europa». El Sistema de Información Europeo de Contaminación del Aire y la Salud (red APHEIS) presentó un informe sobre los efectos de la contaminación sobre la salud de los habitantes de 26 ciudades. En Madrid, una reducción del 50 % en los niveles de partículas sólidas en suspensión evitaría 260 muertes al año y más de 500 hospitalizaciones. Declaraciones del subdirector general de Salud Ambiental del Ministerio: «El ciudadano debería estar más concienciado. Pide hospitales, pero a lo mejor debería pedir medios alternativos de transporte».

31 de julio de 2004: «El crudo supera los 40 dólares por primera vez en 14 años: el precio del petróleo en Nueva York fija un nuevo récord». El miedo a una crisis de abastecimiento sería, según la noticia, la causa del elevado precio del petróleo. Los problemas de Yukos, la petrolera rusa, la situación en Irak, los atentados terroristas en Arabia Saudí y las crisis políticas de Nigeria y Venezuela han asustado a los mercados. Un mes más tarde: «El petróleo roza los 50 dólares en Nueva York al cierre de otra semana de máximos: los mercados de crudo no dan tregua ante el recrudecimiento de la tensión en Irak». Declaraciones de un representante de la Fundación de Industrias del Petróleo, una entidad estadounidense: «Mucha demanda, poca oferta e inestabilidad. Es una fórmula sencilla».

1 de agosto de 2004: «El humo tenía un precio». Luis Balairón, investigador del Instituto de Meteorología: «Lo preocupante no es que suban las temperaturas, sino la proporción de CO2 en la atmósfera. Hemos pasado de una proporción de 280 partes por millón, muy estable durante los últimos mil años, a las 370 ppm actuales, y con unas proyecciones para los próximos años muy preocupantes». Francisco Ayala-Carcedo, investigador del Instituto Geológico y Minero: «acostumbrado a la medida de los tiempos geológicos, yo era de los que no veía el cambio climático. Sin embargo, ahora se puede demostrar que, por ejemplo, en los últimos 30 años, la temperatura media ha aumentado en España 1,53 ºC. Los días de nieve en Nava-cerrada han pasado de 130, en el año 1970, a 80 en 2000, un 40 % menos y, en ese mismo puerto, se han multiplicado por siete los días con máximas de más de 25 º».

16 de junio de 2004. Entrevista a Klaus Hasslemann, experto en cambio climático: «No podemos no hacer nada, pero si estudiamos el problema con calma y desarrollamos las tecnologías necesarias, se puede frenar el cambio climático sin que afecte en absoluto a nuestro estilo de vida. Pasar de energías fósiles a energías renovables no costaría más de un 3 o un 4 % del producto interior bruto en cualquier país. Y eso equivale más o menos al crecimiento de un año. Es decir, hablamos de un retraso en el crecimiento económico de un año, una minucia comparada con los problemas a que nos enfrentamos». Unos días antes, «Utopías para el problema energético: la Conferencia Mundial sobre las Energías Renovables advierte en Bonn de que no hay otro camino para resolver los retos del futuro. España, 2050: las urbanizaciones de los extrarradios surtirán su demanda de energía con paneles solares instalados en los techos de las casas. En las zonas rurales, el abastecimiento correrá por cuenta de pequeñas centrales de biomasa, basadas en la incineración de purines y otros residuos orgánicos. La demanda de la industria y de los centros urbanos, al menos en parte, será satisfecha por grandes parques eólicos instalados más allá de la línea costera. Habrá también centrales que aprovechen el oleaje, las mareas o el calor de la tierra. Los combustibles fósiles seguirán utilizándose, pero bastante menos y con tecnologías más eficientes. Buena parte de los coches transitará con motores de hidrógeno. La última central nuclear se habrá cerrado hace unos años: aunque no emitiera dióxido de carbono, resultó ser una tecnología insostenible por sus riesgos medioambientales. ¿Una utopía? De ninguna manera, coincidieron esta semana cerca de 3.000 políticos y activistas reunidos en Bonn en una conferencia mundial sobre las energías renovables».

Este libro trata sobre el futuro energético. En el primer capítulo se plantea toda la problemática asociada al uso de los combustibles fósiles, desde la contaminación hasta la insostenibilidad de su utilización. En el segundo se abordan las tecnologías que existen en la actualidad para producir, almacenar, distribuir y utilizar de forma eficiente el hidrógeno, así como las posibles implicaciones ambientales que podría tener la utilización de este compuesto a gran escala. En el tercer capítulo se plantea cómo ese sistema debe estar basado en las fuentes de energía renovables, y cómo podría llevarse a cabo la transición desde la economía de los combustibles fósiles a una economía del hidrógeno. Acabaré con una recapitulación y algunas consideraciones generales.

El reto energético

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