Читать книгу El valle de Anáhuac en el siglo XV: La conquista del imperio tepaneca y el surgimiento de la Triple Alianza - Gabriel K. Kruell - Страница 8

Introducción

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Todos conocemos la historia de cómo hace 500 años el imperio mexica, que dominaba lo que entonces se conocía como Cemanáhuac (y ahora como Mesoamérica), fue conquistado por un grupo de invasores europeos. A principios de 1519, unos 300 españoles enviados por el gobernador de Cuba, Diego Velázquez, y guiados por el capitán Hernán Cortés, llegaron a las costas del golfo mexicano. En poco tiempo los expedicionarios, ayudados por los intérpretes Jerónimo de Aguilar y sobre todo por doña Marina o Maliche, lograron organizar una alianza con varios pueblos indígenas, principalmente tlaxcaltecas, para someter a los aguerridos mexicas. Al final, la coalición española-indígena al mando de Cortés conquistó el corazón del imperio, las ciudades gemelas de Tenochtitlan y Tlatelolco, que cayeron bajo el acoso de un prolongado sitio militar el 13 de agosto de 1521.

Si los acontecimientos de la conquista del imperio mexica (en náhuatl Mexicáyotl) son muy conocidos, podemos decir que mucho menos difundidas son las historias acerca de la conquista del imperio tepaneca o Tepanecáyotl. Tales hechos tuvieron lugar alrededor del año 1-pedernal del calendario mexica —formado por ciclos recurrentes de 52 años—, correspondiente al año 1428 de nuestra era; es decir, hace casi 600 años, un siglo antes de la conquista de México.

El Tepanecapan (territorio de los tepanecas) comprendía la región montañosa y lacustre situada en la parte noroccidental de la cuenca de México y estaba habitado por una mezcla de etnias nahuas y otomíes. En los siglos XIV y XV, su gobierno llegó a controlar el resto del valle de Anáhuac. El imperio tepaneca, predecesor del mexica y al cual las ciudades mexicas de Tenochtitlan y Tlatelolco estaban sujetas antes de independizarse, tenía como capital la ciudad de Azcapotzalco y floreció durante el largo reinado de Huehue Tezozómoc, que según algunas fuentes se entronizó en el año 5-caña (1367) y falleció en el año 12-conejo (1426).

A la muerte de Huehue Tezozómoc, usurpó el trono un hijo suyo, el señor de Coyohuacan, Máx­tlatl, descrito en las fuentes como un déspota cruel que ordenó matar al gobernante de Tenochtitlan, Chimalpopoca, e intentó asesinar al famoso señor de Tetzcoco, Nezahualcóyotl. La tiranía de Máx­tlatl motivó una coalición estratégica entre Tenochtitlan, Tetzcoco (actual Texcoco) y Tlacopan (actual Tacuba), la famosa Triple Alianza (en náhuatl Excan Tlatoloyan), que derrotó al imperio tepaneca y estableció durante casi un siglo (entre 1428 y 1521) un nuevo orden político dominado por los mexicas, el mismo que encontraron los españoles cuando llegaron a las tierras del Cemanáhuac en 1519 (Battcock, 2011b).

Una de las razones por las cuales la conquista del Tepanecáyotl por parte de los mexicas en 1428 no es tan conocida como aquella del imperio mexica por parte de los españoles en 1521, es que a partir de la Independencia de México la historiografía oficial interpretó la conquista de México como un acontecimiento trascendental, un parteaguas entre la época prehispánica y el periodo colonial, que marcaría para siempre la historia de México y sería decisivo en la definición de la identidad de la nueva nación mexicana.

Otra causa de esta diferencia tan pronunciada entre la conquista de Azcapotzalco y la de México es que las fuentes del siglo XVI sobre la conquista de México escritas por los españoles, como las cartas de relación de Cortés y las crónicas de Francisco López de Gómara y Bernal Díaz del Castillo, tuvieron una difusión rápida y copiosa entre el público europeo y americano, mientras que las fuentes del siglo XVI sobre la conquista mexica de Azcapotzalco, representadas en códices pictográficos prehispánicos y escritas en lengua náhuatl y castellana por varios historiadores indígenas coloniales, empezaron a descubrirse, comentarse, traducirse y publicarse sólo a partir del siglo XIX.

No obstante los esfuerzos de ilustres historiadores que dedicaron sus vidas a difundir la historia prehispánica de los pueblos indígenas, como Manuel Orozco y Berra y Alfredo Chavero, en el siglo XIX, y Robert Barlow y Miguel León-Portilla, en el siglo XX, la conquista de México sigue aparecien­do en los libros de historia nacionales como el aconte­cimiento central que define la identidad de nuestro país. Prueba de ello es que este año de 2021 se celebrarán grandes ceremonias públicas para conmemorar los 500 años de la caída de México Tenochtitlan. El presente ensayo no tiene como objetivo restar importancia a este hito fundamental de la historia de México, sino dar a conocer y sumar a las celebraciones patrias un tercer acontecimiento prehispá­nico que los historiadores especialistas de los pueblos indígenas consideran de enorme relevancia y digno de ser rescatado de las garras del olvido: la conquista mexica del imperio tepaneca en 1428, hace casi 600 años.

Es bien conocido el hecho de que mientras más atrás en el tiempo nos remontamos, los acontecimientos se hacen más borrosos, imprecisos y difíciles de recordar. Esto vale tanto para los individuos como para las sociedades que transmiten su memoria colectiva de generación en generación. Los mexicas no son la excepción a esta norma. Fray Diego Durán nos cuenta en su Historia de las Indias de Nueva España que el gobernante Moteuczoma Ilhuicamina, quien regía los destinos imperiales de Te­nochtitlan a mediados del siglo XV, debió que recurrir a su historiador real Cuauhcóatl para saber algo acerca del origen de los aztecas, los ancestros de los mexicas que vivieron mucho tiempo atrás en la brumosa isla de Aztlan. Por fortuna, para un acontecimiento más reciente como la guerra de Azcapotzalco, Moteuczoma Ilhuicamina no tenía que apelar a un historiador para que le refrescara la memoria. Él mismo había vivido en carne propia dicho suceso que trastocó el orden político del valle de México. Además, había desempeñado un papel destacado en la difícil conquista de la independencia de los mexicas y en la construcción de su hegemonía sobre el Anáhuac (valle de México) y el Cemanáhuac (Mesoamérica).

Medio siglo después, bajo el último huei tlatoani de Tenochtitlan, Moteuczoma Xocoyotzin (1502-1520), los mexicas tenochcas recordaban todavía con orgullo las gestas heroicas de Moteuczoma Ilhuicamina y de su hermano Tlacaélel, las celebraban en canciones y representaciones públicas, y las plasmaban en esculturas monumentales y códices pictográficos. Esta memoria histórica no fue borrada con la llegada de los españoles. Después de la conquista, los descendientes de los gobernantes tenochcas y de la nobleza indígena del centro de México adoptaron la escritura alfabética latina y escribieron en náhuatl y en español extensas historias y crónicas para perpetuar las hazañas de los mexicas junto a sus aliados, los acolhuas de Tetzcoco y los tepanecas de Tlacopan.

En este breve ensayo se describen no solamente los antecedentes, el desarrollo y las consecuencias de un acontecimiento central como lo fue la guerra de Azcapotzalco, que conmocionó al valle de Anáhuac a principios del siglo XV, sino las diferentes versiones acerca de este evento legadas por tres importantes historiadores indígenas que vivieron entre los siglos XVI y XVII: Hernando de Alvarado Tezozómoc (nacido alrededor de 1540 y muerto después de 1610), Domingo Francisco de San Antón Muñón Chimalpáin Cuauhtlehuanitzin (nacido en 1579 y muerto después de 1630) y Fernando de Alva Ixtlil­xóchitl (nacido en torno a 1570 y muerto en 1648).

El primero de estos autores, Tezozómoc, descendía de la más alta nobleza tenochca, era nieto de Moteuczoma Xocoyotzin y bisnieto de Axayácatl. Sus dos obras históricas, la Crónica mexicáyotl en náhuatl y la Crónica mexicana en español, representan la versión oficial y más conocida de la conquista de Azcapotzalco proporcionada por el grupo dirigente de los mexicas tenochcas. Cabe mencionar que esta versión mexica corresponde tanto a la obra de Tezozómoc, como a la del fraile dominico Diego Durán, que recibió el título de Historia de las Indias de Nueva España e islas de Tierra Firme. Como lo señaló ya en el siglo XIX Manuel Orozco y Berra, ambas obras, la Crónica mexicana y la Historia de las Indias, son muy similares y y es probable que desciendan de una misma fuente original hoy perdida, que Roberto Barlow bautizó con el nombre cautivante de Crónica X (Batt­cock, 2016; Castañeda de la Paz y Oudijk, 2019).

El segundo historiador, Chimalpáin, era miembro de la nobleza indígena de Tenanco (hoy Tenango del Aire en el Estado de México), uno de los muchos pueblos que conformaban la extensa confederación de Chalco, situada al sureste del valle de México, en la ladera occidental de los volcanes Popocatépetl e Iztaccíhuatl. Aunque originario de Amaquemecan, Chimalpáin vivió la mayor parte de su vida en la capilla de San Antonio Abad, al sur de la ciudad de México, y conoció a personalidades importantes de la capital como los frailes franciscanos Motolinía, Sahagún y Molina. Por su cercanía con la vida cultural e intelectual de la capital, la versión histórica de Chimalpáin resulta muy interesante, porque combina el punto de vista historiográfico de los pueblos chalcas con las versiones oficiales de los mexicas (Battcock, Martínez Baracs, Rueda, 2019).

El tercer autor, Ixtlilxóchitl, formaba parte de la nobleza indígena del Acolhuacan, la región nororiental de la cuenca de México dominada por la ciudad de Tetzcoco, que en los tiempos de Nezahualcóyotl se alió con los mexicas para derrotar a los tepanecas. Las numerosas relaciones históricas de Ixtlilxóchitl nos relatan en castellano la historia del valle de Anáhuac desde el punto de vista de los acolhuas de Tetzcoco, que eran el segundo grupo indígena más importante de la Triple Alianza, después de los mexicas de Tenochtitlan y por delante de los tepanecas de Tlacopan. Mucho de lo contado por Ixtlilxóchitl se halla representado de manera pictográfica en el famoso Códice Xólotl, conservado en la Biblioteca Nacional de Francia y que con toda probabilidad Ixtlilxóchitl tuvo en sus manos y en el cual se inspiró profusamente para sus obras.

El valle de Anáhuac en el siglo XV: La conquista del imperio tepaneca y el surgimiento de la Triple Alianza

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