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El Señor decía lo mismo a quienes no creían en él: “He venido en nombre de mi Padre y no me recibís; cuando otro venga en su propio nombre, a él lo recibiréis” (Juan 5:43), refiriéndose al Anticristo cuando dice “otro” [“alium” dicens Antichristum], puesto que es otro respecto a Dios [est alienus a Deo]. Y justamente éste es el juez inicuo del cual el Señor ha dicho que “no temía a Dios ni respetaba al hombre” (Lucas 18:2) y hacia el cual huye la viuda que ha olvidado a Dios, es decir la Jerusalén terrena, para vengarse de su enemigo. Y de hecho es lo que hará durante el tiempo de su reino: transferirá a Jerusalén su reino, se sentará en el templo de Dios y engañará a quienes lo adoran, como si él mismo fuese Cristo [quasi ipse sit Christus].

Ireneo de Lyon, Adversus haereses V, 25, 4.

Por tanto, lo que Dios unió [synezeuxen], no lo separe [chōrizetō] el hombre.

Mateo 19:6.

Psychomachia I

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