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3 RESPIRA HONDO

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• Las condiciones ideales para empezar

• Cómo relajarse

• Cómo lograr una buena concentración

UNA CUESTIÓN DE ESTRATEGIA

Para conseguir nuestros objetivos en la vida, y no solo en el trabajo, existen dos condiciones fundamentales que a menudo se subestiman, cuando en verdad resultan imprescindibles: la capacidad de relajarse y la capacidad de concentrarse. Ambas influyen en todas las esferas de la cotidianidad, y saberlas utilizar, en particular para controlar el estrés, puede modificar el nivel de nuestros resultados. Muchos creen que dichas habilidades son innatas en el ser humano. En realidad, entrar en un estado mental y emocional más productivo es algo posible y está al alcance de todo el mundo. Basta aplicar algunas estrategias simples que, de entrada, quizá parezcan superfluas. Sin embargo, cuando te acostumbres a utilizarlas, comprobarás en persona su eficacia.

PRIMERO RELÁJATE

En el lenguaje común se abusa tanto del término «estrés» que muchos ignoran su significado real y su acepción positiva. Hoy el estrés se define como la respuesta del organismo tras sufrir los efectos prolongados de varios tipos de agentes estresantes, como estímulos físicos (fatiga), mentales (esfuerzo laboral), sociales o ambientales (obligaciones o exigencias del contexto en que vivimos). Según las respuestas del organismo y la mente, el estrés puede ser:

Eustrés: representa el aspecto positivo del estrés, esto es, la estimulación fisiológica, la respuesta constructiva del organismo que nos impulsa a utilizar mejor nuestros recursos.

Distrés: representa el aspecto negativo del estrés, una respuesta del organismo que mina las fuerzas, crea ansiedad, miedo o pánico y suele volvernos improductivos.

Los efectos más comunes y no patológicos del estrés son la taquicardia, la respiración jadeante, las manos sudadas, el paladar seco, la salivación bloqueada y un estado de hiperexcitación e hiperactividad. ¿Quién no se ha sentido así antes de un reto importante, una entrevista de trabajo, una prueba o un examen?

Cuando no logramos controlar de manera eficaz nuestro nivel de estrés, nos encontramos en un estado mental negativo, con lo cual nuestra producción positiva resulta inferior a nuestras potencialidades.

A veces bastan unas pocas precauciones para mejorar los resultados y, sobre todo, la calidad de vida. Las técnicas de relajación son una estrategia maravillosa, que permite descender la actividad cerebral a un nivel más adecuado para almacenar nuevas informaciones, mantener la calma en los momentos de fuerte estrés y descargar el exceso de tensiones físicas y musculares. Cuando el cerebro está en plena actividad, la llamada «fase de vigilia activa» o «fase beta», somos plenamente conscientes de nuestras acciones, de cómo reaccionamos e interaccionamos con el mundo que nos rodea. En cambio, la «fase alfa» se define como fase de vigilia relajada y caracteriza los momentos de máxima concentración o la condición mental que sigue a la relajación psicofísica. Estamos relajados pero conscientes, el cerebro es capaz de producir espontáneamente pensamientos asociativos e intuitivos, gracias a lo cual nos hallamos en el estado ideal para memorizar y aprender.

Las técnicas de relajación pueden parecer sencillas, pero en realidad son muy potentes y su eficacia se nota de forma inmediata. En cuanto empieces a dominarlas, serás capaz de mantener el control en las situaciones de estrés o de miedo escénico que hasta ahora te han impedido dar el máximo. Además, por fin podrás aprovechar plenamente el tiempo que quieras dedicar a una actividad determinada.

Relájate en quince minutos

Adopta una postura cómoda, sentado, con los pies apoyados en el suelo, la espalda pegada al respaldo, sin cruzar las piernas ni los brazos y con las manos sobre los muslos. Haz respiraciones profundas y cierra los ojos. De este modo entrarás más fácilmente en un estado de relajación total.

La primera fase consiste en alcanzar la relajación física. Concéntrate en tu cuerpo y, poco a poco, detente en cada parte (cabeza, rostro, cuello, hombros, luego ve bajando hacia el pecho y las piernas hasta los pies). Libérate de todas las tensiones. Sentirás que las contracturas acumuladas a lo largo del día se van y te dejan en un estado de bienestar total. Si te brindas la oportunidad de implicarte por completo, será una experiencia muy agradable.

A continuación, empieza la fase de relajación mental. Visualiza la secuencia de los siete colores del arcoíris en orden, uno por uno. Comienza por el rojo, luego naranja, amarillo, verde, azul, añil y violeta. Cada color lleva asociada una longitud de onda distinta, que ayuda al cerebro a pasar de las ondas beta a las ondas alfa.

Durante la tercera fase de relajación, imagina que estás en un lugar muy agradable y tranquilo, por ejemplo, un prado en la montaña, o la playa de una isla al amanecer. Piensa en un entorno que te transmita calma y serenidad. Cuando te sientas completamente relajado, une los dedos pulgar, índice y corazón. Este movimiento crea un vínculo mental entre el estado emocional y la posición de las manos. Si repites el ejercicio varias veces a lo largo de tres o cuatro semanas, tu cerebro aprenderá a asociar el gesto al estado de relajación mental. Una vez que hayas adquirido este hábito, ya no necesitarás realizar el ejercicio completo. Para relajarte, solo tendrás que cerrar los ojos, realizar dos o tres respiraciones profundas, visualizar los colores y unir los dedos pulgar, índice y corazón.

LUEGO CONCÉNTRATE

La relajación no es suficiente. A la hora de enfrentarnos adecuadamente a una prueba, la concentración desempeña un papel esencial. La capacidad de focalizar con la mente las actividades que estamos desarrollando, por ejemplo, leer, resulta determinante para obtener un buen resultado.

Todos alcanzamos la concentración necesaria con mayor o menor facilidad, pero tampoco es una capacidad innata, sino que depende de múltiples factores y podemos mejorarla notablemente si le dedicamos un poco de atención. Aquí tienes algunas ideas para potenciar tu capacidad natural:

1. Condiciones físicas: hay factores, como el cansancio, que influyen en la concentración. Dormir lo suficiente, hacer pausas adecuadas y estratégicas (véase el cap. 14) y cuidar la alimentación son medidas sencillas que garantizan energía inmediata para tu organismo, mayor capacidad de reacción y una mente más fresca y receptiva. Todos lo sabemos por experiencia: estar descansados y sanos es la condición básica para poder concentrarnos.

2. Foco: saber dónde focalizas tu atención durante una actividad es un factor que influye en la concentración. El primer paso útil es hacerte preguntas que te conduzcan hacia los objetivos marcados. Por ejemplo: ¿Qué deseo obtener? ¿Cuáles son mis objetivos principales? Orientar la mente a través de preguntas específicas es lo mejor si quieres recibir respuestas precisas.

3. Finalidad: pregúntate por qué motivos positivos es fundamental realizar determinada acción en un momento determinado. Si focalizas la atención en el porqué estás realizando una actividad específica, estableces una implicación emocional inmediata y, cuanto mayor sea la dicha implicación, más elevado será tu nivel de concentración.

Potencia tu mente en 21 días

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