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Capítulo III
Empieza la Gran Guerra 3.1 – El ultimátum

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Los sentimientos en Austria-Hungría tras el asesinato fueron muy diversos. No hubo muchos que lamentaran la muerte de Francisco Fernando; de hecho, los ciudadanos de Viena siguieron con su vida cotidiana sin inmutarse. Incluso el emperador Francisco José, aunque algo perturbado por la muerte de sus herederos, no se vio afectado, pues se supo que no se llevaban muy bien. Llegó hasta el punto de no interferir en la decisión que había que tomar: dejó eso a su ministro de exteriores, Leopold Berchtold, y a su Jefe de Estado Mayor, Franz Conrad von Hötzendorf. Ellos y los demás ministros vieron el asesinato como la ocasión apropiada para eliminar de una vez por todas toda pretensión e interferencia que Serbia pudiera ejercer sobre Bosnia, apropiándose así de la región. Para toda la élite y los oficiales austriacos la guerra era una magnífica oportunidad, algo a lo que no había que renunciar.

Así que la opinión que prevalecía en la cumbre del gobierno de Austria era la de una guerra inmediata contra Serbia. El mariscal de campo Conrad von Hötzendorf era el más importante defensor de la guerra, con un deseo de acabar de una vez con Serbia como posible oponente. Es conocido que dijo; «Si tienes una víbora venenosa en el tobillo, le aplastas la cabeza, no esperas a que te pique». Así que la decisión se tomó poco después y se redactó un ultimátum. Un ultimátum cuyas reclamaciones eran bastante absurdas. Se presentó al gobierno serbio el 23 de julio por el embajador austriaco en Belgrado, el barón Giesl Von Gieslingen.

El gobierno serbio se encontró en una situación sin salida, enfrentándose a un ultimátum imposible de aceptar a propósito. Al no disponer del apoyo necesario de las grandes potencias aliadas, los oficiales serbios, junto a rey, hicieron todo lo posible para llegar a un compromiso, con la esperanza de no enfrentarse de nuevo a Austria-Hungría. Los miembros del gobierno se reunieron al día siguiente y después de una larga reunión, redactaron una respuesta. La mayoría de las fuentes dicen que en su respuesta aceptaban todas las condiciones, salvo una, el que era el punto 6, que reclamaba que la policía austriaca pudiera actuar libremente en Serbia. Otros investigadores argumentan que, aunque los serbios sí aceptaron algunas condiciones, su compromiso era de tal tipo que básicamente eran rechazos educados y formales. De todos modos, la naturaleza del ultimátum estuvo clara desde el principio. Lo ofensivo y degradante que era para Serbia el ultimátum se muestra muy bien en esta carta, con fecha 24 de julio y enviada al zar de Rusia Nicolás II por el regente serbio Alejandro:

«… Las reclamaciones en el ultimátum austrohúngaro humillan muy innecesariamente a Serbia y no se ajustan a su dignidad como estado independiente… Estamos dispuestos a aceptar las reclamaciones austrohúngaras que estén de acuerdo con nuestro estatus de estado independiente y las que Su Majestad nos aconseje adoptar. Todas las personas que se ha demostrado que participaron en el asesinato serán castigadas estrictamente por nosotros. Ciertas reclamaciones no pueden ser atendidas sin cambiar nuestra constitución y eso requiere tiempo. El plazo es demasiado corto para nosotros… la sublime compasión que Su Alteza Imperial ha mostrado a menudo hacia nosotros nos inspira una gran esperanza de que su generoso corazón eslavo oirá una vez más nuestras oraciones».

Después de recibir la respuesta de Serbia y ver que no era satisfactoria, Austria rompió inmediatamente todas sus relaciones diplomáticas con Serbia. A esto le siguió una declaración inmediata de guerra, aunque de una manera extraña: El gobierno austrohúngaro la declaraba mediante un simple telegrama enviado al gobierno serbio y firmado por su ministro de exteriores, Berchtold. Enviado el 28 de julio de 1914, el telegrama era breve y directo, diciendo lo siguiente:

«El gobierno real de Serbia no ha contestado satisfactoriamente el aviso que le envió el embajador de Austria-Hungría en Belgrado el 23 de julio de 1914, lo que hace que el gobierno imperial y real se vea obligado a actuar por sí mismo en defensa de sus derechos y la protección de sus intereses y a recurrir a la fuerza de las armas. Por tanto, Austria-Hungría se considera a partir de ahora en un estado de guerra contra Serbia. El ministro de asuntos exteriores de Austria-Hungría, conde Berchtold».

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