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Capítulo 2

TRES CIUDADES

En los últimos años de su vida, Jules Verne mantuvo una extensa correspondencia con Mario Turielo, un joven periodista italiano interesado en su obra. En una de las cartas escritas en 1902 le decía:

La historia de mi vida no es muy interesante, y la narración de mis viajes no lo sería mucho más. Un escritor no interesa, ni en su país ni en el mundo entero, más que como escritor.

Ya he dicho que el propósito de este libro es hacer una aproximación a la obra de Verne destacando sobre todo la idea que en ella se da de la ciencia. En cierta manera se acordaría, pues, con su opinión acerca de qué importa conocer de un escritor. Sin embargo, sí que considero importante dar ahora unos datos biográficos mínimos, así como unas pinceladas sobre la situación en Francia durante el siglo XIX, porque ayudará a situar la obra en su contexto histórico. El lector interesado en conocer con más detalle su vida podrá consultar alguna de las biografías que se citan en la bibliografía.

La vida de Jules Verne transcurrió prácticamente en tres ciudades francesas: Nantes, donde nació en 1828 y residió hasta 1848; París, donde fue a estudiar Derecho y vivió hasta 1869; y por último, Amiens donde residió desde 1871 hasta su muerte, en 1905. Entre 1869 y 1871 vivió en Crotoy, un pueblo de pescadores próximo a Amiens, en el que desde 1865 ya pasaba algunas vacaciones. Parece natural dividir este capítulo en tres partes, siguiendo las estancias en cada una de estas ciudades.

NANTES

La ciudad de Nantes está situada a orillas del río Loira, a unos cuarenta kilómetros del océano. Durante los siglos XVII y XVIII fue un puerto importante, puerta de entrada de azúcar y especies en Francia. Como en otros puertos europeos de la época, la actividad principal era lo que se ha llamado «comercio triangular», en referencia a los tres viajes que formaban un circuito cerrado. Los barcos transportaban primero pacotilla desde Europa a África, sobre todo a la denominada costa de los esclavos, en el golfo de Guinea. Desde África transportaban esclavos a las costas del Caribe, al Brasil o al sur de las colonias británicas en el continente americano. El circuito se cerraba con el transporte a Europa de algodón, azúcar y otros productos tropicales. Este comercio permitió el enriquecimiento de armadores y comerciantes de muchos países europeos. Durante el primer tercio del siglo XIX, todavía se hacía desde Nantes lo que se decía «negocio del ébano», eufemismo por tráfico de esclavos, en ocasiones disfrazado en forma de un contrato que los esclavos firmaban al subir a bordo y que se perdía por el camino. Pero en 1848, a partir de la abolición de la esclavitud en Francia y en sus colonias, el puerto de Nantes perdió su importancia comercial.

El joven abogado Pierre Verne llegó a Nantes en 1826 desde Provins, pequeña ciudad cerca de París, para adquirir un bufete de procurador que había quedado libre. Su familia tenía una cierta tradición de juristas: su padre era magistrado en Provins y su abuelo había sido notario en París. La instalación resultó sin duda satisfactoria, porque en 1827 se casó con Sophie Allotte de la Fuÿe, de una familia de armadores y negociantes enriquecidos con el comercio colonial durante el siglo XVIII. Pierre y Sophie eran muy religiosos, y habían recibido una rígida educación, basada en la disciplina y la obediencia, que sin duda transmitieron a su descendencia. El primer hijo, Jules-Gabriel, nació el 8 de febrero de 1828. El matrimonio tuvo cuatro hijos más: Paul (1829), Anne (1837), Mathilde (1839) y Marie (1842). Los dos hermanos estuvieron muy unidos toda la vida, y se consideraban mutuamente amigos íntimos.


Las ilustraciones juegan un papel importante en las novelas de Verne, quien daba instrucciones precisas a los dibujantes. El profesor Aronnax, personaje que hace de narrador de Veinte mil leguas de viaje submarino, está representado con la fisonomía del propio Verne. A menudo, los héroes vernianos son dibujados en idéntica actitud: brazos cruzados, mirada al infinito, actitud desafiante ante el mar.

Sin duda, la actividad portuaria de Nantes influenció a Jules Verne, que siempre fue un apasionado por el mar. Una sobrina suya, Marguerite Allotte, de la Fuÿe, publicó en 1928 una biografía utilizando diversos testimonios y escritos familiares. Debido a que la familia Verne no quería publicar sus archivos, esta biografía fue durante mucho tiempo de gran valor para los estudiosos vernianos, porque sólo en ella se podían encontrar fragmentos de cartas y otros escritos. Pero desde que los documentos de la familia fueron adquiridos por el Ayuntamiento de Nantes, se ha podido comprobar que Allotte censuraba y modificaba libremente, para dar una imagen de su tío más presentable desde su punto de vista. La sobrina llegó incluso a escribir una carta falsa, imitando la escritura del joven Verne, para no dejar dudas sobre su ortodoxia católica. Y también inventó algunas historias, reinterpretando la memoria familiar sobre la infancia y juventud de Jules. Algunos biógrafos han aceptado de forma poco crítica muchas de las afirmaciones de la sobrina, incluso las más noveladas. Por ejemplo, cuenta Allotte que, cuando Jules tenía once años, se enroló secretamente como grumete en un barco, con el precioso nombre de Coralie, que partía hacia India. El intento fue abortado en el último momento por el padre, que castigó severamente al frustrado grumete con una tunda de azotes ante toda la familia reunida, una semana de aislamiento a pan y agua, y la promesa de que «no viajaré más que en sueños». Pero según los estudios vernianos más recientes, esta historia tan adornada no es más que una leyenda que se puede desmentir fácilmente. De hecho, Verne nunca ha hablado ni ha hecho alusión a este incidente. Sus Recuerdos de infancia fueron escritos en 1890 para ser publicados, en principio, en los Estados Unidos, aunque finalmente aparecieron en Francia en los años 1990. Allí sólo habla de un día en que, yendo de paseo por el puerto con su familia, subió a escondidas a un barco «cuyo vigilante hacía guardia en una taberna de los alrededores», para curiosear y soñar que zarpaba. Parece pues que, con el paso del tiempo, los recuerdos familiares convirtieron este incidente en una fuga, consciente o inconscientemente, en un intento de mostrar cómo el presente ya estaba contenido en el pasado. Con semejantes buenas intenciones, cuando ya era un escritor famoso, algunos de sus condiscípulos recordaban, con gran cantidad de detalles, que en la escuela ya se pasaba el tiempo dibujando máquinas extrañas, cosa de la que Verne tampoco ha hecho nunca la menor mención.

Lo que sí es cierto es que los dos hermanos Jules y Paul eran unos apasionados del mar y querían convertirse en marinos. En su época los hijos podían a lo sumo proponer, pero eran los padres quienes decidían, o más exactamente, decidía la autoridad del padre. Los planes familiares habían establecido que el primogénito Jules sería abogado, para hacerse así cargo del bufete paterno. La vida en el mar fue el privilegio de Paul, que llegó a ser capitán de la marina mercante. Las hermanas, como era normal para ciertas clases sociales de la época, se casaron con los partidos decididos por los padres, cuyo factor decisivo era la posición económica del futuro marido.

La educación de Jules Verne empezó en la escuela privada de la señora Sambin, dedicada a enseñar las primeras letras a los hijos de la burguesía local. El marido de la señora Sambin era un capitán de la marina mercante que desapareció en alta mar poco tiempo después de casarse. Algunos biógrafos imaginan a la señora Sambin contando a sus pupilos su trágica espera, más de treinta años sin noticias ni del barco ni de los tripulantes. No podemos saber si era así, pero lo que sí sabemos es que en 1890 Verne escribió la novela Mrs. Branican, que trata de una mujer que recorre todos los mares en busca de su marido, capitán de altura, de quien no tiene noticias en muchos años. Todas las opiniones sensatas le dicen que se le ha de dar por muerto, pero Mrs. Branican está convencida de que su marido está aún vivo, y vivo lo encuentra al final de la novela. Es inevitable relacionar a Mrs. Branican con Mme. Sambin y ver en la novela un intento de dar un final feliz a la dura realidad que padeció su maestra.

A los nueve años, Jules Verne entró en el pensionado Saint-Stanislas, dependiente del obispado, y a los doce años entró en el seminario menor Saint-Donatien, también como pensionista. En aquella época, la educación estaba mayoritariamente en manos de la Iglesia, y los seminarios menores actuaban también como centros de educación secundaria, acogiendo por tanto a estudiantes que no tenían la intención de continuar unos estudios religiosos. Como veremos más adelante, el conflicto entre enseñanza religiosa y enseñanza laica fue un factor importante en la sociedad francesa de la segunda mitad del siglo XIX, y condicionó mucho los Viajes extraordinarios. A los quince años, dejó el seminario para entrar en el Collège Royal, que sería el equivalente actual de un instituto de secundaria. El hecho de que el piadoso Pierre Verne decidiera que sus hijos abandonaran una institución religiosa por una laica no ha dejado de ser señalado por los biógrafos. Parece que la razón más probable de este cambio fuera la mejor preparación que daba el Collège Royal de Nantes, en comparación con el seminario menor, para preparar el examen de bachiller. Seguramente en sus años de estudio trabajó intensamente el latín, y en particular a Virgilio, de cuya Eneida cita a menudo versos. En esos años hizo también estudios de música y piano, estudios que fueron lo suficientemente avanzados como para que unos años después, ya en París, considerara seriamente la posibilidad de dedicarse a la música.

A los padres de Verne les gustaba el teatro y la música, aficiones que transmitieron a sus hijos. Además, el padre tenía la costumbre de hacer versos con ocasión de bodas, fiestas y reuniones familiares, una costumbre y afición compartida por otros miembros de la familia. El joven Jules también hizo sus rimas desde que era jovencito: al principio eran versos dedicados a su madre y a su familia, pero después hizo también poemas de enamorado sin esperanza, como tantos adolescentes. Verne era ya un lector infatigable, y sus lecturas predilectas eran las novelas de Walter Scott y de Fenimore Cooper, y los robinsones, tanto el original de Daniel Defoe como sus emulaciones, sobre todo la de Johann Wyss. Pero su autor preferido fue Victor Hugo, de quien podía recitar de memoria páginas enteras. Tomándolo como modelo, escribió algunas piezas teatrales, entre ellas las tragedias en verso Alexandre VI y La conspiration des poudres, que leyó a su familia y que aún están inéditas. Más tarde, se convirtió en lector perpetuo de Charles Dickens, cuyas obras leyó más de diez veces a lo largo de su vida. Después de pasar el bachillerato, empezó los estudios de Derecho, tal como quería su padre, y tuvo que ir periódicamente a París para examinarse.

Cuando nació Jules Verne, reinaba Carlos X, el segundo rey de la monarquía borbónica restaurada después del imperio napoleónico. Fue destronado durante la revolución de julio de 1830, que coronó a Luis Felipe de Orleáns como rey de una monarquía constitucional, de alguna manera semejante a la de la reina Victoria de Inglaterra o a la del rey Leopoldo de Bélgica. Durante esta monarquía burguesa, la sociedad francesa inició su industrialización, así como sus conquistas coloniales en África del norte, África central, Extremo Oriente y las islas del Pacífico. En esos mismos años aparecen las doctrinas socialistas de pensadores como Fourier, Blanqui o Proudhon. El rey Luis Felipe fue destronado por la revolución de febrero de 1848, que instauró la segunda república, con la característica exótica de tener como presidente a un príncipe: Luis Napoleón, sobrino de Napoleón Bonaparte. En principio, Luis Napoleón fue elegido presidente por diez años, pero veremos luego que tenía una idea muy particular sobre su papel como gobernante.

PARÍS

A finales de junio de 1848, Verne se instaló en París para acabar sus estudios de Derecho. Cuando llegó, todavía quedaban trazas de los incidentes del pasado febrero, como contaba a sus padres por carta. Por mediación de un tío suyo, casado con una hermana del escritor Chateaubriand, empezó inmediatamente a frecuentar eso que se llaman salones literarios, donde experimentó «el placer nuevo, maravilloso, de estar en contacto inmediato con la literatura, de presentir el giro que tomará». También escribía a sus padres que en estos salones era considerado un joven muy agradable: «¿Cómo no van a encontrarme agradable, si yo siempre soy de la opinión de la persona que me habla?». Sin dejar los estudios de Derecho, continuó siendo un lector insaciable, y se dedicó a leer a sus contemporáneos, como Hugo, Dumas, Musset o de Vigny, a románticos alemanes como Hölderin, Schiller, Goethe, o a clásicos como Molière y Shakespeare. Su admiración por Hugo le llevó a asistir a los debates en el parlamento, donde a la sazón Hugo era diputado, sólo para poder verle de cerca y escucharle. Jules Verne se puso a escribir en serio con el interés puesto en todos los géneros teatrales: comedia, drama, vodevil, opereta, y empezó a verse a sí mismo como un futuro escritor.

El año siguiente de su llegada a París, Verne conoció a los dos Dumas, padre e hijo. Se hizo muy amigo de éste último, que sólo tenía cuatro años más que él, y le dio a leer la comedia Les pailles rompues, que acababa de escribir. El amigo no solamente le dio sus consejos, sino que le ayudó a mejorarla. Más tarde, Jules Verne atribuirá a Dumas hijo las mejores escenas y situaciones de esta comedia. El amigo también consiguió que Dumas padre accediera a que la comedia fuera representada en su Théâtre Historique. En junio de 1850, Verne conoció la gloria de ver estrenar su comedia a medianoche, junto con otras piezas varias, en el homenaje a una actriz. La comedia fue representada unas doce veces más, como una especie de entremés antes de empezar las obras de autores más conocidos, y también fue representada una única vez en Nantes.

En 1850 Verne conoció a Jacques Arago,1 explorador, geógrafo, viajero y, sobre todo, aventurero; dio la vuelta al mundo entre 1817 y 1820 como dibujante en una expedición científica para hacer observaciones y recoger muestras de minerales, plantas y animales. Cuando se conocieron, Arago estaba publicando un resumen de sus viajes con el título Recuerdos de un ciego. Hacía unos diez años que se había quedado ciego, pero la ceguera no le impidió viajar a California con un grupo de aventureros atraídos por el oro descubierto. Verne descubrió con Jacques Arago un nuevo género: la narración geográfica, al que se dedicaban varias revistas del momento, como La Revue Illustrée, Le Magasin Pittoresque y Le Musée des Familles. Los primeros escritos de Verne fueron publicados justamente en Le Musée des Familles, y en esta revista continuó colaborando esporádicamente cuando ya era un escritor famoso. En 1851 publicó dos narraciones, Los primeros barcos de la marina mexicana y Un viaje en globo. Por eso, cuando su padre le pidió que regresara a Nantes para trabajar en su bufete, Verne le respondió sin ambages que no quería ser abogado, sino dedicarse a la literatura. Durante un tiempo dio clases particulares, trabajó en el despacho de un abogado amigo de la familia, mientras intentaba convencer a su padre que ser escritor no era una mala idea, y que a la larga podría vivir de sus escritos.

Gracias a su amigo Dumas, fue contratado como secretario del Théâtre Lyrique, con un bajo salario y la promesa de estrenarle una comedia. En 1852 publicó en Le Musée des Familles dos narraciones más: Martín Paz y Castillos en California. Recordemos que ese mismo año, apareció La dama de las camelias, la obra más conocida de Dumas hijo. Verne también se dedicó a la comedia lírica y a la opereta, en un momento en que Offenbach era el autor de más éxito. Con música de su amigo Aristide Hignard, en 1853 estrenó la comedia lírica Le Collin-Maillard y en 1855 la opereta Les compagnons de Marjolaine, que llegó a tener veinticuatro representaciones. Verne publicaba narraciones, como Maestro Zacarías, Una invernada en los hielos, y escribía comedias y cuentos que fueron editados póstumamente. Da la impresión de que estaba buscando su lugar en la literatura con esta dispersión frenética de actividades, entre operetas, comedias, cuentos y artículos. En realidad, Verne pensaba que su futuro se encontraba en el teatro. Veremos en seguida que su carrera de novelista empezó en 1862, cuando conoció al editor Hetzel. Hasta ese encuentro, ya había escrito unas treinta piezas teatrales, la mayoría de las cuales están aún inéditas.

En 1856, asistió a la boda de un amigo en Amiens. Allí conoció a Honorine Morel, una viuda de 26 años con dos hijas de corta edad, y parece que aquello fue un coup de foudre, un «amor a primera vista». Verne decidió cambiar de modo de vida y asegurarse unos ingresos fijos y suficientes para poder casarse con Honorine. El cambio fue radical: aconsejado por su futuro cuñado se dedicó a agente de bolsa, después de convencer a su padre de que le prestara el dinero necesario, cincuenta mil francos, para participar en una sociedad de agentes de la bolsa de París. Jules y Honorine se casaron en 1857, y tuvieron un único hijo, Michel, nacido en 1861. Verne trabajaba en la bolsa, pero no por ello dejaba de escribir. Continuaba con su ritmo, escribía canciones, a las que Hignard ponía música, estrenaba las operetas Monsieur de Chimpanzé, con música de Hignard, L’auberge des Ardennes, con música de Carré, y estrenó también la comedia Onze jours de siège.

Y entre bolsa, teatro, cuentos y canciones estuvo Verne estos años, produciendo obras que seguían la moda de los bulevares del segundo imperio, es decir, obras convencionales, tanto por su argumento como por su humor. Pero, a partir de 1860, dejó de frecuentar salones y tertulias, acudiendo poco a la bolsa, y se aisló en casa para escribir su primera novela, sobre un tema diferente de los que había hecho hasta ese momento. En 1862, animado por su amigo Dumas, llevó el manuscrito al editor Pierre Hetzel. Éste lo aceptó inmediatamente, haciendo algunas sugerencias que Verne aceptó en seguida, y lo publicó con el título de Cinco semanas en globo. Le pagó 500 francos por la edición de dos mil ejemplares. Jean-Paul Dekiss traduce estos 500 francos en 1.540 euros del 2000, lo que no parece demasiado. Para tener una mejor idea del valor de estos francos, tal vez nos ayude saber que en 1862 un maestro de escuela con cinco años de antigüedad ganaba 700 francos anuales.2

El éxito de Cinco semanas en globo superó las expectativas de Hetzel, quien propuso a Verne un contrato, según el cual éste se comprometía a escribir tres volúmenes anuales del mismo estilo, es decir, del género que sus contemporáneos clasificaron como «novela científica y geográfica». Los primeros libros fueron: Viajes y aventuras del capitán Hatteras (1863), Viaje al centro de la Tierra (1864), De la Tierra a la Luna (1864), Los hijos del capitán Grant (1865), Veinte mil leguas de viaje submarino (1866-1869) y Alrededor de la Luna (1868). Hetzel también hizo participar a Verne en la revista Le magasin d’Éducation et de Récréation, que estaba a punto de lanzar al mercado, y más tarde le encargó la redacción de una Geografía de Francia y de sus colonias. Con esta nueva situación, decidió dejar la bolsa y vivir de su escritura.

Durante su época en París hizo tres largos viajes. Los dos primeros fueron un regalo del hermano de su amigo Hignard, que trabajaba en una compañía de navegación. En 1859, Verne e Hignard viajaron a Inglaterra y Escocia, donde descubrieron las condiciones de vida miserables en las ciudades industriales inglesas, así como los románticos paisajes escoceses. En cierta manera, Verne redescubrió lo que ya sabía a través de Dickens y de Scott. En 1861, los dos amigos se embarcaron hacia el mar del Norte, debiendo interrumpir la estancia en Noruega a causa del inminente nacimiento del hijo de Verne. El tercero de los largos viajes lo hizo con su hermano Paul. En 1867 cruzaron el Atlántico en el paquebote más grande de la época, efectuaron una corta estancia en los Estados Unidos y visitaron las cataratas del Niágara. Durante estos viajes, tomó notas detalladas que le permitieron escribir algunos libros años después.

En los años 1860 inició una buena amistad con Félix Tournachon, más conocido como Nadar. Era un fotógrafo famoso y un apasionado de la aerostática, así que no es de extrañar que fuera el pionero de la fotografía aérea. Nadar era un intrépido personaje que tenía como divisa: «Todo lo que es posible será». Probablemente, Verne y Nadar se conocieron cuando el primero ya había escrito las Cinco semanas en globo, pero en cualquier caso, Nadar siempre negó haber influido en Verne, ni en ésta ni en ninguna otra de sus novelas. Curiosamente, a pesar del mutuo interés por los globos, ambos pensaban que el futuro de la navegación aérea no estaba en los globos, que no se pueden controlar, sino en los aparatos más pesados que el aire, y en 1863 fundaron una sociedad, con el poco poético pero descriptivo nombre de Sociedad para Impulsar la Locomoción Aérea por medio de Aparatos más Pesados que el Aire. En 1865 Verne ingresó en la Sociedad de Geografía de París, de la que Nadar ya era socio.

Aparte de una gran amistad, Nadar le proporcionó la posibilidad de conocer a sus amigos científicos, ingenieros y geógrafos. En conjunto, Verne frecuentaba ambientes muy diversos durante sus años en París. Músicos como Delibes, financieros como Wallut, director de La Monnaie, políticos como Raoul-Duval, o industriales como Joëssel, director de las fundiciones de Indret. Tenía amistades entre republicanos, laicos, socialistas y anarquistas, pero también visitaba al conde de París, al duque de Montpensier y a otros miembros de la familia de los Orleáns. Seguramente, en la Sociedad de Geografía conoció a Elisée Reclus, con quien mantuvo buenas relaciones toda su vida. Reclus era un conocido geógrafo, autor de libros sobre geografía descriptiva universal y sobre la Tierra. Era de ideología anarquista, amigo de Kropotkin, que también era miembro de la Sociedad de Geografía. Reclus tuvo que exiliarse cuando se estableció el imperio, y su destacado protagonismo durante la comuna de París le supuso un segundo exilio. Verne leyó todos sus libros, y le menciona en varias novelas, siempre en términos elogiosos.

En 1869 decidió dejar París para ir a vivir a Crotoy, un pueblecito de pescadores en la desembocadura del río Somme, en donde ya desde 1865 pasaba muchos períodos de vacaciones. Además, se encontraba a unos 50 kilómetros de Amiens, la ciudad donde residía la familia de Honorine. En Crotoy se compró una barca de pesca, con los ingresos obtenidos con su Geografía de Francia y de sus colonias. La barca se transformó en el Saint-Michel, para la navegación de placer y también para trabajar a bordo. Para navegar, contrató a dos marinos retirados y empezó a hacer salidas, a lo largo de la costa, visitando Normandía, Bretaña e Inglaterra. En el Saint-Michel escribió varias de sus obras más importantes, entre las cuales, y significativamente, Veinte mil leguas de viaje submarino. Pero también empezó a bordo su Historia de los grandes viajes y de los grandes viajeros, auténtica enciclopedia que va desde Heródoto hasta Livingstone, a la que dedicó diez años de trabajo.

Los años de su estancia en París coincidieron con una gran agitación política. Verne llegó en 1848 coincidiendo con el derrocamiento de la monarquía y la proclamación de la segunda república, presidida por el príncipe Luis Napoleón. Éste dio un golpe de estado a finales de 1851 y se proclamó emperador, con el nombre de Napoleón III. El régimen autoritario, dirigido personalmente por Napoleón, suspendió las libertades de expresión y de asociación y mandó al exilio a más de treinta mil republicanos, entre los cuales estaban el político Adolphe Thiers y el escritor Victor Hugo. También fueron exiliados el editor Pierre Hetzel, así como Nadar y Reclus, que posteriormente fueron amigos de Verne. El exilio duró hasta 1859, cuando se promulgó un decreto de amnistía. Durante el imperio, que se mantuvo hasta 1870, se desarrolló la industrialización de Francia, se completó la red de canales, carreteras y ferrocarriles, y el Estado se convirtió en el Estado providencia para el gran capitalismo. Al mismo tiempo, continuó la expansión colonial en África central, Siria, Cochinchina y Camboya, y se completó el dominio francés sobre Argelia, sometiendo la región de Cabilia en 1857. Los ingenieros franceses exportaban su saber hacer, como atestigua la construcción de ferrocarriles en Europa, promovida por la banca francesa, y más espectacularmente, la construcción por Ferdinand de Lesseps del canal de Suez en 1869. La actividad diplomática de Napoleón III intentaba romper el dominio de las potencias europeas que apoyaron la Santa Alianza, y no siempre tuvo éxito. En particular, las relaciones con la Alemania de Bismarck acabaron en la guerra de 1870, que significó el final del segundo imperio. Perdida la guerra, Francia tuvo que ceder a los alemanes las regiones de Alsacia y de Lorena, cesión que mantuvo un punto de fricción entre los dos países hasta la segunda guerra mundial. Durante la guerra de 1870, Jules Verne fue movilizado como miembro de la Guardia Nacional, y con su barco patrullaba por la costa. Tras la derrota, se instauró en Francia la tercera república, que duró hasta 1940, y de la que Adolphe Thiers fue su primer presidente. Las ideas políticas de Verne, que hasta ese momento no eran demasiado explícitas, quedan claras en una carta a su padre:

Tengo la esperanza de que en París tarden aún en disolver las unidades móviles de la Guardia Nacional, para que puedan así fusilar como a perros a los socialistas.

Eso fue precisamente lo que sucedió con la represión de la comuna de París (1871). A pesar de algunas apariencias, las ideas políticas de Verne siempre estuvieron en la derecha conservadora.

AMIENS

Después de la guerra franco-prusiana y de la posterior guerra civil, la situación económica no recuperó la normalidad inmediatamente. Verne tuvo que volver a trabajar como agente bursátil durante unos meses, mientras se aclaraba la situación financiera de su editor, que le debía bastante dinero y no podía volver a poner rápidamente en marcha su editorial. A finales de 1871, decidió instalarse definitivamente en Amiens, ciudad de unos 60.000 habitantes, con industrias textiles que daban trabajo a unos 30.000 obreros.

Por deseo de mi mujer, me instalo en Amiens, ciudad sensata, limpia, sin sorpresas. La sociedad es cordial y culta. Estamos próximos a París, lo bastante cerca para que lleguen sus reflejos, pero sin el ruido insoportable y la agitación estéril.

El tren llevaba a París en poco más de hora y media, con más de quince trenes diarios, y así podía resolver sus asuntos en París y estar de regreso en el mismo día. No le gustaba el ambiente de París: «No se puede trabajar aquí. Este lugar me pone nervioso. Es demasiado febril, tiene demasiado ruido». Y Verne necesitaba justamente tranquilidad para escribir la mayor parte de su obra, a un ritmo de tres volúmenes por año, posteriormente reducidos a dos volúmenes, aparte de los artículos y adaptaciones teatrales de algunas de sus novelas. Era ya un autor conocido, y la Academia Francesa le otorgó su premio en 1872 por el conjunto de los Viajes extraordinarios, es decir, por la escasa decena de novelas publicadas hasta entonces.

Además de tranquilidad, el plan de trabajo de Verne requería también una disciplina estricta, que mantuvo prácticamente hasta su muerte. Todos los días se levantaba a las cinco de la mañana, y escribía hasta las once. Después de comer se dedicaba a leer, consultar notas o corregir pruebas de imprenta en casa; iba a leer a la biblioteca municipal o, más frecuentemente, a la sala de lectura de la Société Industrielle de Amiens, de la que era socio. Había conseguido que la Société Industrielle se suscribiera a todas las revistas científicas e industriales publicadas en Francia, y Verne las hojeaba regularmente, tomando notas de los artículos que consideraba interesantes para sus novelas. Daba un paseo corto, cenaba y aún leía un rato en la cama antes de dormir.

En la entrevista hecha en 1895, Verne explicaba a la periodista Marie Belloc su método de trabajo:

Empiezo siempre haciendo un plan de mi próxima novela. No empiezo nunca un libro sin saber cómo serán el principio, el medio y el final. También he tenido siempre la buena fortuna de tener no uno, sino media docena de esquemas en la cabeza. Si me parece que se hace demasiado pesado, soy partidario de abandonar el trabajo y continuar más tarde. Una vez completado el plan primitivo, hago el esquema de los capítulos y escribo la redacción real a lápiz, ocupando sólo una mitad de la página, dejando la otra mitad para añadidos y correcciones. Me lo vuelvo a leer todo, y reescribo en tinta todo aquello que considero que ya está hecho. Creo que mi trabajo verdadero empieza con la primera corrección de las galeradas, porque yo no miro solamente la elegancia de la frase, sino que a veces rehago capítulos enteros [...] Afortunadamente, mi editor me deja completa libertad para las correcciones, y a menudo he llegado hasta ocho o nueve galeradas. Envidio, sin intentar imitarlos, a aquellos autores que pueden escribir desde el primer capítulo hasta la palabra Fin, sin necesidad de añadir o suprimir una sola palabra.

Lo que no dice en esta entrevista es que la mitad de las páginas reservada a añadidos y correcciones, eran a menudo escritas por Hetzel. Durante muchos años, el editor hizo revisiones, correcciones, sugerencias, etc., a todos los libros de Verne, quien las aceptaba con muy pocas excepciones.

Este ritmo de escritura lo mantenía también cuando estaba a bordo del Saint Michel, y sólo lo modificaba cuando iba al teatro, a reuniones sociales, o cuando viajaba. De cuando en cuando, se permitía alguna modificación de su régimen de vida. Por ejemplo, en 1873, efectuó una ascensión en globo, elevándose hasta los 1.200 metros sobre Amiens. Diez años después de haber publicado Cinco semanas en globo, escribió para el diario local Le Journal d’Amiens la crónica de su particular viaje, que sólo duró 24 minutos:

En globo, no es perceptible ningún movimiento, ni horizontal ni vertical. El horizonte parece mantenerse siempre a la misma altura. Gana en radio, eso es todo, mientras que la Tierra, bajo la barquilla, se agujerea como un embudo. Al mismo tiempo, silencio absoluto, calma completa de la atmósfera, sólo perturbada por los gemidos del mimbre que nos lleva.

En la década de los setenta volvió a dedicarse al teatro, para adaptar algunos de sus Viajes extraordinarios, como La vuelta al mundo en 80 días, o Miguel Strogoff, adaptaciones que escribió en colaboración con Adolphe de Dennery. Parece increíble que tuvieran tanto éxito dos piezas teatrales que eran pura acción, un constante viaje. Los protagonistas de estas dos novelas viajan compulsivamente sin parar. En el primer caso, por todo el mundo para no perder una apuesta; en el segundo, recorriendo Rusia y parte de Siberia para llevar un mensaje. Sin duda habría que buscar las razones del éxito en la recreación de paisajes y situaciones exóticas que contenían esas adaptaciones. En la representación de La vuelta al mundo en 80 días que se hizo en el Théâtre du Châtelet, aparecían en escena once elefantes, una locomotora y centenares de figurantes, y es de suponer que tenían bastante de espectáculo de circo. Estas adaptaciones teatrales hicieron realmente su fortuna económica. En un mes de representaciones, con teatros llenos de bote en bote, Verne obtenía prácticamente la misma cantidad que le pagaba Hetzel por un volumen. El editor Hetzel no fue muy generoso con uno de los autores que más dinero le hizo ganar, pero afortunadamente para Verne, los contratos no habían previsto nada sobre las adaptaciones teatrales. Los ingresos del teatro le permitieron cambiar dos veces de barco. En 1876 compró el Saint Michel III, un barco mixto de vela y vapor, de 30 metros de eslora y con una tripulación formada por diez hombres. Con él hizo largos cruceros por el mar de Irlanda, el mar del Norte, el Báltico, el Mediterráneo, además de los viajes por las costas normandas y bretonas, hasta que lo vendió diez años más tarde.

En cumplimiento de sus contratos editoriales, escribía dos o tres volúmenes anuales, que correspondían a una o dos novelas. Algunos periodistas no creían que una sola persona pudiera escribir tantos libros y decían que, en realidad, bajo el nombre de Jules Verne, había una agencia de escritores. Otros le acusaban de tener «negros» que trabajaban para él. No era el caso, pero este ritmo de escritura tuvo a la larga consecuencias sobre la calidad de las novelas. En mi opinión, las mejores fueron escritas antes de 1881, y entre las escritas en los últimos veinte años de su vida, creo que abundan las novelas bastante convencionales, algunas de ellas prescindibles, excepto para los devotos o estudiosos de Verne.

En 1888 decidió entrar en la política municipal. En las elecciones de ese año concurrían dos listas, la conservadora y la republicana, y Verne se presentó en la segunda lista, presidida por el alcalde saliente. Según la sobrina Marguerite Allotte, esta decisión supuso un disgusto para toda la familia, porque estaba integrado en una formación «ultra roja». El alcalde era un radical-socialista, que no tenía mucho de rojo, pero era defensor de la república laica y partidario de la separación entre Iglesia y Estado. La constitución de 1875 estableció un régimen republicano, democrático y laico, aunque la separación entre Estado e Iglesia no fue efectiva hasta la ley de 1905. Naturalmente, estas cuestiones eran contrarias a las ideas conservadoras de la familia, pero a fin de cuentas eran más o menos las que siempre había defendido su editor Hetzel. La enseñanza laica, gratuita y obligatoria se instauró en 1882, con lo que se cumplió uno de los ideales de Hetzel, ideal por el que tanto hizo Verne con su obra.

Como es de suponer, el hecho de que un escritor conocido decidiera súbitamente participar en la política municipal fue discutido e interpretado de muchas maneras. Verne se creyó en la obligación de enviar una aclaración a la prensa local:

Yo soy del partido conservador y he sido admitido en la lista del señor alcalde de Amiens a pesar de que soy conservador, con la finalidad de realizar una tarea puramente administrativa.

En efecto, Verne fue siempre de ideas conservadoras, como ya he indicado a propósito de la comuna de París. Otro ejemplo de ello es su actitud ante el denominado caso Dreyfus, que a finales del siglo XIX dividió a la sociedad francesa. Basado en pruebas falsas, el capitán Dreyfus fue acusado de espionaje en favor de Alemania, y fue condenado al presidio de Guyana. Cuando se hizo evidente la falsedad de las acusaciones, Zola escribió su famoso artículo «J’accuse», pidiendo la revisión del proceso, a la que se adhirieron los sectores liberales, republicanos y de izquierdas. Se oponían los sectores derechistas y reaccionarios, porque entendían que la revisión representaría un ataque al honor militar. Estos últimos sectores formaron en 1889 la Ligue de la Patrie Française, de la que Verne fue uno de los primeros miembros del comité patrocinador.

Verne decidió participar en una lista municipal republicana, porque, en su opinión, la política se situaba en otras esferas, tal como le explicaba a un amigo por carta:

Mi única intención es ser útil, y llevar a cabo algunas reformas urbanas. ¿Por qué mezclar siempre la política y el cristianismo con las cuestiones administrativas?

Fue reelegido tres veces más y estuvo ocupado durante dieciséis años de asuntos municipales relacionados con educación, arte, museos, teatro y fiestas. Promovió la construcción de una instalación permanente para el circo de la ciudad.

Jules Verne murió el 24 de marzo de 1905 en Amiens, y allí fue enterrado y se le erigió un monumento. La redacción de Le Magasin d’Education et de Recréation, la revista en la que apareció la mayoría de sus novelas, recibió pésames de más de 350 periódicos de todo el mundo. La revista le dedicó la editorial del 15 de abril:

Se dice que Diógenes pasó su vida buscando a un hombre sin encontrarlo. P. J. Hetzel tuvo más suerte y encontró precisamente al hombre que buscaba. Probablemente, una fuerza misteriosa los atraía uno al otro. En todo caso, se encontraron y se unieron, en una alianza indisoluble. El editor, que fue un moralista de primer orden, y un escritor impecable.

Los archivos de la casa Hetzel contienen dos volúmenes con los centenares de artículos de prensa aparecidos durante las semanas posteriores, con comentarios como: «Uno de los hombres más ilustres de nuestro tiempo», «narrador maravilloso que ha encantado e instruido a varias generaciones», «novelista profeta», «divulgador de novedades maravillosas, que ha enseñado geografía a las masas», «el precursor», «si no ha sido uno de nuestros más grandes escritores [...] ha sido sin duda uno de los más célebres y más populares», «ha puesto al servicio de las novelas de aventuras, no los recuerdos, sino la curiosidad indefinida del espíritu». En conjunto, opiniones bastante más matizadas de lo que solía y suele ser habitual.

1 Uno de sus hermanos era el conocido físico François Arago (1876-1853), que hizo contribuciones importantes en óptica, electromagnetismo y astronomía, y que también formó parte del grupo que en 1808 vino a España para medir el arco de meridiano de la Tierra, tal como recuerda Verne en algunas novelas.

2 A. Plessis: «De la fête impériale au mur des fédérés. 1852-1871», Éditions du Seuil, París, 1979, p. 134.

Sueños de ciencia

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