Читать книгу Teatro Colegial Colonial de jesuitas de México a Chile - Julio Alonso Asenjo - Страница 9

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Estudio preliminar1

Autor

Compuso este Colloquio a lo pastoril (CP) Juan Cigorondo (también escrito Cigorrondo, Ciguerondo, Cigerondo y de otros modos), jesuita de la Nueva España, nacido en Cádiz, en 15602. Además de su oficio de predicador, confesor, profesor y funciones de gobierno en la Compañía como rector, consejero o socio de provinciales, etc., fue poeta y dramaturgo. Murió en la Ciudad de México en 16113.

Cigorondo había llegado a México de niño con unos ocho años, acompañando a su padre en su paso a las Indias, que lo hizo por encargo real para asegurar los intereses de la Corona, averiguando asuntos relacionados con la conspiración o movimiento de rebeldía encabezado en 1566 por el hijo del Marqués del Valle, Martín Cortés (Arróniz 1979, 175s)4.

Cuando los jesuitas, llegados a México en 1572, abren en 1574 su primer colegio, el de S. Pedro y S. Pablo, Juan Cigorondo tenía unos 14 años. Por tanto, habría cursado estudios de Gramática (ya en Cádiz). Pudo continuarlos y aun quizá algo de Humanidades en alguno de los centros de enseñanza que funcionaban en la Ciudad de México, como, en especial, su Universidad, fundada en 15535. Los mismos seminaristas de los jesuitas del Colegio de San Pedro y San Pablo, que funcionaba desde enero de 1574, asistían a clases de la universidad, hasta la apertura del colegio con todos los permisos para enseñar Gramática el 18 de octubre de ese año (Osorio 1979, 21). Del tenor de la nota sobre su ingreso en la Compañía el 27 —otros 25— de octubre 1576 (Zambrano V, 180), puede aventurarse que Cigorondo fuera uno de los cinco novicios que habían estudiado Humanidades y Lógica «apud nostros», es decir, en una institución de la Compañía: el Colegio de San Pedro y San Pablo6. Cigorondo «studuit humanioribus litteris felici progressu»7. Y, conocida su producción posterior, es posible que él mismo fuera también quien «antes de ser recibido [en la Compañía], fue uno de los poetas laureados en nuestro templo y premiado por el Ayuntamiento»8. Comoquiera que fuese, cumplidos los dos años de noviciado en 1578, estudiaba Física, que se daba en el segundo curso de Filosofía o Artes, en 15809. Los estudios de Teología duraban cuatro años y Cigorondo en el curso 1582-1583 es «scholasticus theologus 2i anni» (Zambrano, IV, 596). Terminó sus estudios en el curso 1584-1585.

Nueva etapa en la vida de Juan Cigorondo, cuando «ahora [1585] enseña Gramática» en Puebla (MM, II, 754; Arróniz 1979, 176s) o «Gramática y Retórica» (Zambrano V, p. 180, por Ayuso). Es el año en que compone y representa la Tragedia intitulada Oçio, primera obra dramática suya que podemos datar con seguridad: 29 de setiembre de 1586 (Alonso Asenjo 2006). Para el curso 1586- 87 vuelve a la Ciudad de México y enseña Gramática y Retórica en el colegio de San Ildefonso (Frost, 23; Zambrano, de donde Arróniz, 1979, 177; Alonso Asenjo, 2006, lvi). Pudo ser Rector de ese centro ya en 1590 (Palomera, 37), y en 1592 (Ayuso, en Zambrano, V, 181, aunque Zambrano no halla fuentes para ello); seguro que fue profesor de Retórica varios años y rector quizá en los últimos (Alonso Asenjo 2006, lvi). Desde fines de 1594 hasta fines de 1597 (Palomera, 37) o en 1595 (Arróniz, 178, siguiendo a Ayuso y Zambrano, V, 181), pasó como rector a Guadalajara por un trienio, y también fue profesor de Gramática y Retórica. Allí enseñaba Retórica en el curso 1596-1597 (Osorio Romero 1979, 287). De esta etapa nos quedan ocho Encomios al Nasçimiento de la Virgen en la colocaçión de la ymagen (F 858), de los cuales solo se ha publicado uno (Maldonado Macías, 1993).

Por una carta del P. General sabemos que el nuevo Provincial, P. Francisco Váez o Báez, eligió al P. Cigorondo como socio10. Y así, está de nuevo en la Ciudad de México desde fines de 1597 (según Palomera, 37) o en 1598, otra vez Rector del Colegio Seminario de San Ildefonso (Zambrano, V, 181; Arróniz, 1979, 178). Este es el año de la composición de nuestro Coloquio a lo pastoril en las circunstancias que expone el título11.

Realmente, fuera de los tres casos señalados (Tragedia intitulada Oçio, 1586; Encomios, 1596, y Colloquio a lo pastoril..., 1598, no sabemos exactamente cuando ni donde compuso el resto de sus obras dramáticas (no nos ocupamos aquí de su extensa obra poética)12. Pero anteriores o contemporáneas a la Tragedia intitulada Oçio (1586) pudieran ser las Églogas del códice BN ms. 18155: Egloga seu Pastorum lusus quorum subiectum Maria Magdalena est (fol. 1-11; F 864, inédita); Ecloga del Nascimiento (fol. 12r-35v; F 865, inédita) y el Juego entre quatro niños (fol. 57r-69v; F 868; impresa)13. Parece haber razones para pensar en esa cronología al menos en el Juego entre quatro niños: en su texto se insiste en la llegada del Padre Antonio de Mendoza con la flota en 158414. Ulteriores estudios podrán situar la composición de la Comedia a la gloriosa Magdalena, también denominada Trofeo o Trofeos del Divino Amor en Magdalena o Colloquio de el Amor Divino en la Magdalena15 y los dos Coloquios del Santísimo Sacramento16. Descartada una por su carácter lírico17, son once las obras dramáticas conocidas de Cigorondo18. De este modo, si repasamos el conjunto de sus obras dramáticas cuyo texto conocemos, veremos que constituyen más de la mitad de todas las escolares conocidas de los jesuitas de México, que son dieciocho19.

El Colloquio a lo pastoril a la electión del Padre prouinçial Francisco Baes y a la del Padre Visitador del Pirú, Estevan Páez

La biografía misma del P. Cigorondo explica perfectamente las circunstancias del Colloquio a lo pastoril hecho a la electión del Padre prouinçial Francisco Baes... El gaditano había tenido estrechas relaciones con los PP. Páez y Váez20 (Báez o Baes). Había sido socio del primero, Páez (enero 1594-1598), y lo será de su sucesor en el cargo, P. Francisco Váez. Este era salmantino21. Propuesto Provincial en carta del 6 de octubre de 1597, con patente enviada el 10 de octubre de 1597 (MM, VI, doc. 102, pp. 314, 316; Zambrano, V, 181), fue Provincial hasta 160222. La representación del Coloquio se haría, por tanto, con ocasión de su toma de posesión como Provincial en 159823. Este hecho va ligado necesariamente, como consta en carta del P. General, al relevo del Provincial saliente, P. Esteban Páez. Por tanto, supone para él la despedida, ya que parte para su función de Visitador del Perú. El P. General comunica a 2 de marzo de 1599, que sabe que está camino del Perú. Nosotros, que llegó al Callao el 31 de julio de 1599.

Pero a efectos de comprensión del valor del Coloquio como construcción dramático-literaria debemos precisar más la fecha y las circunstancias de este relevo. Sucede este cuando el campo está en flor («vere novo, dum floret ager» –v. 349), dato que estaríamos tentados de tomar como tópico bucólico (v. 901ss) y al que la cita de Andrea Navagero añade carácter simbólico. Y sin embargo parece que respondía también a un hecho real.

En este acto y como prueba de solidaridad y generosidad de la Provincia Mexicana, ya responsable de las actividades en Filipinas, se funden realidad y fábula; mejor aun, se disfraza la realidad como fábula, como es propio de la égloga, desde las Bucólicas de Virgilio, que se imita en la literatura pastoril del Renacimiento24.

La representación presenta la llegada de pastores peruanos a México, con el fin de arrancar de los pastores mexicanos la cesión del mayoral Alexis (Páez) para el gobierno de pastores y rebaños en los «peruensia arva», ahora que los tenuxtlitanos ya disfrutan del amado Dafnis (Váez), como nuevo mayoral25. Esta es la manera de ver puesta en escena la decisión del Padre General C. Acquaviva de enviar a Esteban Páez:

Será necesario que demos successor al padre Estevan Páez en el govierno de esa provincia (…) por la necesidad que yo tengo de su persona para otro empleo (carta, 6 de octubre de 1597: MM, doc. 167, p. 346).

Se necesita un hombre inteligente y experimentado que examine la situación de la amplísima provincia del Perú, con problemas de funcionamiento, y proponga soluciones, como fue la de cerrar la casa de Asunción en la Paraquaria y dejar la atención de esa circunscripción a Brasil, para su mejor funcionamiento. Fue una de las propuestas de Páez, aunque no se le aceptó. Por lo mismo, constituir la Provincia del Nuevo Reino de Granada, con Quito o sin Quito, y, además, crear la Provincia de Chile. Estas medidas no se encauzarán definitivamente ni siquiera cuando el P. Páez resulte elegido Provincial del Perú, que lo fue de 1604-1609. Así, pues, son los pastores peruanos quienes necesitan y solicitan un mayoral competente que los gobierne. Pero hay más.

Por las fechas del relevo de Provinciales, siendo aún el P. Páez provincial de México, respondiendo a los ruegos de don Bartolomé Lobo Guerrero, nombrado arzobispo de Bogotá el 12 de agosto de 1596 (según Cheney), amigo y protector de la Compañía de Jesús («tiene este prelado grande amor a nuestra Compañía» –Alegre, II, IV, p. 492), y «muy estimado por sus muchas letras y prudencia y gran exemplo de vida» (ib. 529), anteriormente inquisidor apostólico de la Nueva España, se decidió mandar dos Padres jesuitas al Nuevo Reino de Granada (hoy Colombia y Venezuela), en el Virreinato del Perú y parte de esa Provincia de la Compañía: «peruensia arva». Los jesuitas destinados, los de mayor agrado del arzobispo Lobo, que lo acompañaron en su desplazamiento, fueron los PP. Alonso de Medrano y Francisco de Figueroa26. Zarparon de Veracruz para el Nuevo Reino el 30 de abril de 1598 (Alegre, 529 y otras fuentes), adonde, después de muchas y alguna significativa peripecia, vía La Habana, llegaron a Cartagena el 5 de octubre (Medina 2004).

Es verosímil que, con ocasión de esta partida, en honor del amigo inquisidor Lobo Guerrero y emulando la representación en 1589 del Diálogo In adventu Inquisitorum del P. Llanos, así como en paralelo también con el nuevo obsequio de unas empresas del P. Llanos el 24 de agosto de 1597 hechas a su consagración (Osorio Romero 1979, 89-92), Cigorondo, rector de San Ildefonso, lugar de aquellas representaciones y actos, quisiera honrar al arzobispo de Santa Fe de Bogotá y a sus conmilitones, fundiendo los dos hechos en una trama y en la representación de este Colloquio a lo pastoril, y dando mayor fuerza al menos al motivo de la necesidad de mano de obra misionera en el territorio peruano. Es hipótesis que habremos de razonar.

En primer lugar, la comitiva del arzobispo Lobo Guerrero y su familia y séquito con los PP. jesuitas que zarparon de Veracruz en 30 de abril de 1598, habrían salido de México al menos 15 días antes27. Pongamos que, de haber habido festejo de despedida en la Compañía, parece lógico que se hubiera organizado hacia principios de abril.

Para ver si pudieron coincidir estos festejos (lo que no es necesario, si atendemos al título del Coloquio) con los que celebraron la toma de posesión del nuevo Provincial, Váez, y la despedida del P. Visitador del Perú, Páez, conviene establecer, hasta donde sea posible, la fecha de ese evento. Pues juzga Apolo que a los varones que a México llegaron para dar nuevo lustre al nuevo suelo (vv. 667-678):

alzarles han los tiempos

mármoles de loor, estatuas de oro,

que no las gasten tiempos,

y las hermanas nueve de mi coro

cantarán en el suelo

los nombres que antes escribió en su cielo.

Y tú, Váez, que de ellos fuiste

y entre ellos tienes su afición por tuya,

cuanto siempre tuviste

tu afición hecha al corte de la suya

y, como todos te aman,

así al gobierno pastoral te llaman.

(vv. 685-697, actualizados)

Y al P. Visitador, Páez, le dirán:

Y tú, que te traspones

al antártico mar (¡oh, cómo veo

lo que de industria pones

en ceñir tu corona a tu trofeo!)

va, pues, y, a mano y rienda,

consuela, alienta, alarga, acorta, enmienda,

que corona que admira

en sí acostumbra el cielo a trasladarla

y una acordada lira

el mismo cielo es próvido en tocarla,

dando, para sus sones,

la selva Orfeos, la ribera Anfiones

(vv. 925-936, modernizados).

He ahí la metáfora de la representación «a lo pastoril» de nuestro Coloquio. ¿Cuándo tuvo lugar el relevo del Provincial? No resulta fácil precisarlo, pues, o faltan los documentos esperados, o la consignación del hecho en los que se supone habrían de hacerlo28. Así, pues, intentaremos establecerlo a partir de sucesivas aproximaciones29.

El día 6 de octubre de 1597, el Padre General de la Compañía de Jesús, Claudio Acquaviva, desde Roma, designa Provincial al Francisco Váez, comunicándole que ha tomado la decisión de que ocupe el lugar del Provincial, P. Páez:

Será necessario que demos successor al padre Estevan Páez en el govierno de esa provincia, ansí por lo que en ella ha trabajado, como por la necesidad que yo tengo de su persona para otro empleo. Y después de haverlo encomendado al Señor y considerádolo y consultado con estos padres, nos ha parecido que V. R. [Vuestra Reverencia] tome el oficio del dicho padre; pues siendo aý tan amado, con el zelo que Dios le ha dado de ayudar esa gente, y con la mucha noticia que tiene de la tierra, espero que Dios nuestro Señor sea muy bien servido y los nuestros muy ayudados y consolados. (M.M, VI, 781, doc. 101, p. 312)

El 10 octubre de 1597 sucede el envío de patente desde Roma al P. Páez, Provincial saliente, para el P. Váez, nuevo Provincial30:

Envío a V. R., también, patente para que el Padre Francisco Váez quede por provincial de esa Provincia, pues V. R. juzga que es el que más conviene. (M M, VI, doc. 102, p. 314-316)

El 7 de noviembre de 1597 se firma en Ciudad de México el Catálogo del año 1597 (MM, VI, doc. 108). En p. 342, aparece todavía como Provincial el P. Esteban Páez: «Stephanus Paez, provincialis». El mismo Catálogo señala al P. Váez como maestro de novicios y prefecto de cosas espirituales (MM, VI, doc. 108)31. En p. 345 se lee: «Seminarium Sancti Ildephonsi Mexicanum: P. Ioannes de Cigorondo».

El 7 de diciembre de 1597, el P. Esteban Páez, desde Veracruz y en calidad de Provincial, escribe al P. General sobre la situación en Japón y Filipinas, pidiéndole operarios (MM, VI, doc. 106, 321-323).

En febrero de 1598, desde México, el P. Gregorio López, escribe al P. General para rogarle que mantenga a Páez como provincial. Lo sabemos por la respuesta del P. General al mismo, desde Roma, el 2 de marzo de 1599:

«Avísame V. R. en la de hebrero del 9832 quán bueno fuera prorrogar el gobierno al padre Estevan Páez33; y dice muy bien; pero supuesto que le hemos menester para el Perú, espero que el padre Francisco Váez34 suplirá su ausencia con tanta satisfactión y ayuda desa provincia, que no heche [sic] menos otro alguno» (Zubillaga, MM, VI, De Acquaviva al P. Gregorio López, doc. 181, p. 542)

Este documento precisa bastante las fechas del relevo del Provincial: en el mes de febrero de 1598 todavía no se ha producido. Por otra parte, esta oposición del P. López a la conocida intención del P. General queda personificada en el Colloquio en la oposición de los pastores mexicanos a ceder al P. Páez o Alexis.

Hay, además, otra carta del P. General al P. Váez, desde Roma, de 10 de junio de 1598, por la que sabemos que él supone que el P. Váez ya es provincial de México, cediendo ante la orden [envío de patente] que le había dado el día 10 de octubre de 1597:

Dos de V. R. he recebido: la una escrita en México [Nota del ed.: Carta perdida. Cf. doc. 54m]; la otra en la Puebla [Nota del ed.: Carta perdida. Cf. doc. 58e], de donde le havrá ya sacado el orden que el otubre pasado le embié. Bien creo yo que V. R. holgara más estar en aquel rincón de la Puebla ayudando los novicios; pero, pues Dios le quiere para más, ofrézcase a cuyo es... (Doc. 101, § 1).

Desgraciadamente, las cartas que tanto el Provincial saliente como el entrante enviaron al P. General a Roma para comunicarle la nueva situación de cada uno (respectivamente como Visitador del Perú y como Provincial), se perdieron35. Aun así, han dejado rastro útil, pues a ellas (entre otras) se refiere el P. General Acquaviva en su respuesta a los interlocutores, P. Páez, Visitador, y Váez, nuevo Provincial, desde Roma, a 2 de marzo de 1599. La respuesta al P. Váez lleva la inscripción en fol. 195v (MM, VI, 200, 561-68)36: Al P. Francisco Váez, provincial de la Compañía de Jesús en la Nueva España. (En el margen inferior: Al P. Provincial de México):

Pax Christi etc. (…) He recibido seis [cartas] del P. Estevan Páez: las dos de 2537 y 26 de febrero38; dos de 13 de abril39 y otras dos de 1040 y 16 de junio41.

De V. R. he recibido otras tres, escritas en marzo42, mayo43 y junio44, todas del 98; a las cuales responderé en la presente, començando con decirle que esperaba la buena45 nueva que ambos me dan por las suyas de estar V. R. con el cargo de esa provincia, y el P. Esteuan Páez, de camino para la del Perú...

(MM, VI, doc. 200, fol. 168-169v, 561-568, en p. 562).

De todo lo cual, podemos deducir lo siguiente: según carta del P. Gregorio López, en febrero de 1598 todavía no se ha producido el relevo del provincial en México. El 10 de junio de 1598 el P. General supone que ya es un hecho, pero no le consta hasta que le llega la noticia por parte de los actores implicados, Páez y Váez, que le comunican la «buena nueva» en alguna de las cartas perdidas de Páez de 25 y 26 de febrero o en las del 13 de abril de 1598; o en las perdidas de Váez de marzo y de mayo, todas de 1598. A efectos del cálculo de la fecha del relevo, parece excesivamente optimista y hasta desesperada la idea del P. Gregorio López de que su carta de febrero de 1598 había de llegar al General para parar su decisión de relevar al P. Páez antes de dos meses, con el consiguiente periodo para recibir la respuesta, que en este caso llegó algo más de un año después. Por otra parte, hemos de suponer que los actores del drama (es decir, Colloquio) se apresurarían a comunicar la noticia de los cambios de estado al P. General, siempre que hubiera correo. Las misivas de 1598, con las nuevas de los acontecimientos cuyas fechas conocemos, partieron de México para Roma, ya en marzo (la de Váez) o por el 13 de abril (fecha de las cartas 3.ª y 4.ª de Páez)46. Y nos fijamos en estas, porque cabe la posibilidad de que los eventos sucedieran antes de que el arzobispo Lobo Guerrero y, a estos efectos, los PP. Medrano y Figueroa salieran rumbo al Nuevo Reino de Granada, lo que debió suceder a fines de marzo o primeros de abril. Estos padres, cedidos al arzobispo para su dedicación en la Provincia del Perú, podrían haber asistido (mera posibilidad) al relevo del Provincial y a la presentación oficial del Visitador del Perú, cuando, tópicamente, «floret ager»47.

En todo caso, ambos, Páez y Váez, asisten a la representación del Colloquio en su honor. Pero no están solos, sino arropados por la plana mayor de la Compañía de Jesús en México. Presente estaría el P. Pedro Sánchez, columna de la Provincia Mexicana de la Compañía (vv. 913-924), entonces superior, predicador y confesor en la casa profesa48. Sentida ausencia fue la del P. Antonio de Mendoza, ya fallecido (vv. 770-772)49. Por la encomiástica mención que de él se hace en los vv. 743-766, deducimos que asistió a la representación el P. Pedro de Morales, pues desde 1594 estaba en el Colegio Máximo de San Pedro y San Pablo en la Ciudad de México (Mariscal 2000, p. XLVI). Extraña que no se nombre al P. Bernardino de Llanos50.

Corrigiendo anteriores lecturas (Alonso Asenjo 2006, lix), ninguno de los Padres mencionados, P. Sánchez, P. Morales ni los Provinciales (saliente o entrante) hablan en la representación. Pero, como ocurría en el teatro cortesano, en el que público y escena no siempre se distinguían, Váez y Páez participan en la acción de la obra (en su culminación), pues en su honor se representa, al recibir como simbólico agasajo, el P. Visitador una corona otorgada por Apolo al pastor Alfesibeo, peruano (vv. 1005-1010); una cítara, el P. Provincial, del pastor Sileno, mexicano (vv. 1011-1016).

No nos consta el lugar de representación del Colloquio. Realizado el relevo en la Casa Profesa, el mismo día u otro, la representación pudo ser en el Colegio de San Ildefonso, Seminario de la Compañía, del que Cigorondo era entonces Rector, un centro en el que se habían representado los famosos diálogos en forma de églogas del P. Bernardino de Llanos, renovador y teórico de la enseñanza en Nueva España, poeta neolatino y profesor de Retórica a lo largo de 40 años. El primero de estos diálogos, Pro Patris Antonii de Mendoza adventu [PP], se representó en 1585, para celebrar la visita al Colegio del Provincial. El segundo, Dialogus in adventu inquisitorum [DInq], en 1589. Pero Osorio Romero, quien recoge meticulosamente datos de representaciones y espectáculos en ese colegio de San Ildefonso, solo nos ofrece, para el 25 de noviembre de 1597, la representación de «un drama en versos españoles y latinos en honor de Santa Catarina mártir». Del curso 1598-1599, conocemos la «oración latina muy grave y elegante ante la Audiencia Real y la nobleza de la ciudad» (Osorio 1979, 92, que lo recoge de la Carta anual de 1598, del 23 set. 1599: MM, VI, 1976, Doc. 219). En esta carta, sin embargo, p. 604, nº. 22, además de hablarse de ese comienzo de los estudios con oración latina, se recuerdan los certámenes para las honras del rey difunto Felipe II, así como ejercicios literarios y conclusiones de Teología, como ya se señaló. Pero para nada se menciona la posible representación allí del Colloquio a lo pastoril de Cigorondo. No sabemos si este silencio deja abierta la posibilidad de que el acto se diera en otro lugar, como el Colegio Máximo de San Pedro y San Pablo, lo que tampoco se consigna.

Cigorondo no había sido alumno de Llanos; ya estaba en su último curso de Teología cuando Llanos llegó a México a fines de 158451: eran, pues, coetáneos (Llanos nació en 1559). Cigorondo pudo leer e incluso ver representados los mencionados diálogos de Llanos: cuando se representó el primero, en junio de 1585, él terminaba sus estudios de Teología; cuando el segundo, 1589, era profesor de Gramática o Retórica en el mismo centro en que se representó.

El primer Dialogus de Llanos52 y este Coloquio de Cigorondo comparten elementos y estructuras. Ante todo, comparten expresiones características de la bucólica. Los elementos formales, por lo demás universales en este tipo de teatro, son comunes en ambas obras: bucólica virgiliana, hexámetros, uso de epítetos. Coinciden también en el recurso y cita de los mismos versos de los Lusus de Navagero o Naugerius, como se podrá ver en la anotación del texto (PP, vv. 36. 152-156 / CP, vv. 269. 348-354). Significativa igualmente es la casi coincidencia en número y nombres de los pastores protagonistas (Thirsis, Palemon, Alphesiboeus, Mopsus, Tityrus, Menalcas, Lycidas, Damon; Cigorondo sustituye a Thirsis con Corydon y añade Meliboeus, y resultan nueve). Y en el uso de estribillos con función de énfasis y realce del discurso. Con uno de ellos, «donec adesse velis... ergo ades...», que ciñe los lamentos pastoriles o «questus» por la ausencia de Dafnis, abre Llanos su PP (vv. 1-49);53 con otro («huc ades, o ovium pastorum et gloria, Alexi...»), también construido sobre el elemento «ades» (‘ven’ –PP, v. 30 s),54 ciñe Cigorondo una amplia sección, con cierre, de su Colloquio (vv. 62-82 y 113s), y sobre el concepto de la ausencia, destacada por Llanos, expresa Cigorondo la afanosa y angustiosa búsqueda del «exoptatus, quaesitus...» Alexis (vv. 43. 47. 50) de los pastores peruanos en toda la égloga 1.ª, y aun en la 3.ª (de las cinco que estructuran la obra). Además de eso, Cigorondo montará su Colloquio sobre otros conceptos fundamentales que presenta Llanos: el de la llegada vivificante de Dafnis (v. 105ss) y el de los pastores gemelos (vv. 59s. 331): «ductores ovium geminos» (v. 366), pues, realmente gemelos y pares en mérito y virtudes, en cargos y hasta en el nombre son Páez y Báez / Váez en el Colloquio. A todo lo cual se añade la circunstancia del homenaje a un Provincial en la Égloga (PP) de Llanos; a dos, en el Colloquio de Cigorondo. Demasiados elementos compartidos como para que se deban a mera coincidencia por el uso del mismo género, en ese cultivo, desde 1574, de la égloga en México, que a unos parecía excesivo,55 y característica, para otros, del teatro escolar de los jesuitas en Nueva España.56 Cigorondo asistió de seguro al estreno del Diálogo (DInq) de Llanos en 158957, y aun pudo leerlo posteriormente: la cercanía del Colloquio a ese Dialogus es muy notable. De él aprovecha Cigorondo los vv. 51s. 55: CP, vv. 61. 65. 79. En lugar de la lucha de los pastores (v. 135ss) y de sus juegos (v. 169ss) en la representación de Llanos, en Cigorondo, como guiño, encontramos el relato de lo que suelen ser tales entretenimientos (CP, vv. 345-354). Es lógico que Cigorondo innove, como hace, poniendo a sus pastores a tejer guirnaldas y coronas y a cazar pájaros, como regalos para Alexis («Pulchrum tibi munus, Alexi» –v. 208). Pero es aún más llamativa aquí la coincidencia en las circunstancias de celebración. En ese Diálogo de Llanos, se festeja a tres inquisidores, dos de ellos relacionados con el Perú: sirve de despedida y homenaje, por su promoción, a uno de ellos, Alonso Hernández (o Fernández) de Bonilla, fiscal mayor del Tribunal de la Inquisición de México, que partía como Visitador al Perú. Y en Lima murió58. Justamente como el P. Páez, que, también Visitador del Perú, pasará a Provincial de Perú (1604-1609) y morirá en Lima como Rector del Colegio de San Pablo (1613). El lugar de aquel inquisidor de Llanos lo ocupará Bartolomé Lobo Guerrero, Rector de la Universidad de Sevilla en 1580, que, después de ser arzobispo de Bogotá, lo fue de Lima hasta su muerte en 162259. Estas circunstancias de los Diálogos de Llanos (honra a Provincial, función de Visitador, sucesión en cargo dejado vacante), junto a las que él tenía ante sus ojos, como el envío de conmilitones de la Nueva España al Virreinato del Perú, que ya señalamos, sirven a Cigorondo para elaborar el esquema de su Colloquio a la elección del P. Provincial, Francisco Váez, promoción debida al nombramiento de Páez para el honroso cargo de Visitador del Perú. Así, tendremos dos modélicos mayorales, Alexis y Dafnis, nombres enaltecedores por su prestigiada ascendencia literaria desde Teócrito, en especial el de Dafnis.

Ya solo por eso Cigorondo va más allá de Llanos y quizá hasta podría decirse que quiere competir con él, compañero de ilusiones y fatigas docentes, pero que recibía y hasta ahora ha recibido mayor reconocimiento por las tareas profesionales-literarias y especialmente en su cultivo de la égloga60. Competirán como lo hacen los pastores de las églogas, sus pastores; demostrarán su competencia en un círculo de expertos y degustadores de la bucólica.

El fondo de Llanos y Cigorondo es inevitablemente virgiliano: de las Bucólicas, pero no menos de la obra completa del mantuano. Y, junto a él, como en Llanos, en Cigorondo está también Ovidio. Pero Cigorondo quiere mostrarse más exquisito en fuentes, modelos, géneros. Imita el esquema de las diez églogas de Virgilio y de los diez idilios de Teócrito, demediándolos. Y, además, la galanura pastoril no acabó en Virgilio: están los modernos, como el humanista Navagero, o Naugerius, con sus elegantes Lusus pastorales, que (con Llanos) aprovechará Cigorondo: ocho versos, y quizá también el personaje de Iolas. Y destaca, sobre todo y por todo, el recurso exclusivo de Cigorondo a Petrarca, cabeza de la modernidad, el Petrarca exquisito del Bucolicum Carmen y de las Epístolas. Son no menos de 35 los versos (frente a unos 21 de Virgilio) que le adeuda Cigorondo, convirtiéndolo en su estrella. Estos modernos y su estilo dan tono, novedad y elegancia a las églogas de Cigorondo.

Tanto Llanos como Cigorondo, se formaron en un clima de auténtica culto a la égloga que, a partir del movimiento humanista y desde hacía más de un siglo embebecía a los círculos del poder (corte, nobleza, Iglesia y sus instituciones, especialmente las educativas) en los tres géneros (lírico, dramático y narrativo), tanto en latín como en lenguas modernas. La corriente pastoril crece de Petrarca a Antonio Geraldini, que compone otro Carmen Bucolicum en España (aunque lo imprima en Roma, 1485), con Encina, que dedica la traducción de las Bucólicas virgilianas a los RR. CC. y al malogrado Príncipe, y Sannazaro que inspira a Garcilaso. La obra de este no solo merece imitaciones sino comentarios como Virgilio desde la medianía de ese siglo (el Brocense, Herrera), como se ofrecen exquisitos los libros de pastores, con su sucesión de Dianas y Galateas, con Balbuena y Cervantes, de modo que hasta Don Quijote quiere convertirse en el pastor Quijotiz junto a Pancino (Quijote 2, 67), pocos años después del Colloquio a lo pastoril. Y el teatro pastoril viene de lejos, desde Gómez Manrique y representaciones en catedrales, como la de Toledo, a la Corte, con la Égloga de Francisco de Madrid (c. 1495), la Interlocutoria (1502-1504), o la Égloga de unos pastores que descubre por las riberas de Henares Martín de Herrera (1510-1511), como Encina los sometía a transhumancia del Tormes al Tíber. Y tales pastores, desde Virgilio, siguen decorando cortes y encubriendo bajo su disfraz realidades superiores, como en la de Valencia, del Duque de Calabria, los pastores alegóricos de la Egloga in Nativite Christi de J. B. de Anyés (1527), o apenas disimulando pasiones de cortesanos no menos en obras dramáticas, como Los amores de Albanio e Ismenia de Lope de Vega, que en narrativa pastoril u obras de pastores61.

Pero ya en los comienzos del siglo XVI representaban estudiantes a pastores junto al Turia con Partenio Tovar, que los trajo de Sena (Italia), y por el alto Ebro enseñaba a sus alumnos Fernando de Prado, Bachiller de la Pradilla (F 2418), con églogas en honor de su obispo calagurritano (1499, F 2416) u honrando a Felipe el Hermoso a su paso por Vitoria (1502, F 2417), que pertenecía a su diócesis. Y más adelante, tras las églogas de Mal Lara en Salamanca y en Sevilla, empieza la demostración de los jesuitas en Córdoba y Sevilla, P. P. de Acevedo y otros desde 155562. No habrá que buscar en otra parte, sino ver en esta práctica hispánica que respondía a un movimiento global, la explicación de la floración de la égloga en Nueva España, que Arróniz y otros quieren rasgo propio de los jesuitas de México (Arróniz 1979, 179). Pero lo propio de ese cultivo de la égloga entre los jesuitas novohispanos es la proporción de las obras dramáticas de este género conservadas, fruto, más que de la suerte, de las copias de Llanos y Cigorondo, de su logro artístico y del aprecio del género en todos los Estudios.

Practica Cigorondo en su teatro varios géneros dramáticos, como lo hacían sus coetáneos, de los que no nos quedan muestras, pero sí noticias, con temas bíblicos, hagiográficos, eglógicos o senequistas en forma de tragedias (por ejemplo la intitulada Oçio), comedias líricas con sus trofeos, églogas del Navidad como la Égloga pastoril al Nacimiento del Niño Jesús (F 859)63 y la Écloga del Nascimiento (F 865), que echan mano del esquema del teatro religioso tradicional hasta en la lengua usada. Del mismo modo, atavía autos sacramentales como ceremonias de grado, incluido el vejamen, en el Coloquio del Santísimo en metáfora de grado de doctor (F 864); estructura una comedia hagiográfica en disputa teológica en el ámbito pastoril de los Pastorum lusus cuius subiectum Maria Magdalena est, o presenta situaciones educativas como Églogas del engaño o Comedia del hombre (F 860) con pastorcillos y en un Juego de cuatro niños. Y en todo ofrece, más que otra cosa, coloquios, que otorgan libertad para la mezcla de géneros, flexibilizando esquemas demasiado rígidos; acudiendo a coloquios como conjunto de églogas, en las que si no busca fomentar la devoción, pretende el elogio o panegírico de personas distinguidas, tan propia de la égloga, tejiendo la guirnalda de su apoteosis, como en el Colloquio a lo pastoril a la electión...., que estamos presentando.

Como otras obras de Cigorondo, la estructura del Colloquio a lo pastoril es compleja. La Comedia a la gloriosa Magdalena está organizada en tres «Trofeos», cada uno de ellos con tres «Elogios». La Comedia del hombre, también llamada Égloga o Églogas del Engaño, está articulada (en lo que se nos conserva, pues está incompleta), en cuatro «Bucólicas», cada una de las cuales contiene tres «Églogas». Pero, si atendemos a su argumento, podemos deducir que la obra constaba de cinco «Bucólicas», cada una de ellas de tres «Églogas». El Coloquio al Santíssimo en metáfora de doctor resulta una serie de laudationes por un cuádruple doctorado, Jesús-el Santísimo, más vejamen. Nuestro Coloquio se enmarca en esa línea de complejidad y, comparado con las composiciones de Llanos que conocemos (más sencillas y tradicionales, menos dramáticas), este Colloquio es un espectáculo complejo y rico en cualquiera de sus niveles. Se trata de un Coloquio, que, por tanto, también podría llamarse diálogo. Pero, siendo coloquio a lo pastoril, también Égloga(s), pues contiene, según articula el autor el texto, no menos de cinco. Pero también va más allá, hacia la comedia, pues en el espectáculo se potencia el enredo y el drama, y recibe elementos de las representaciones regulares (comedia y tragedia), abriéndose con un argumento y cerrándose, aunque no se acote, con un epílogo y resultando sus églogas a modo de actos: cinco actos o tres, según veamos. Tras el Argumento, como en la tragedia, hay coros con diversas funciones (hasta siete explicitan las acotaciones, dos más se anuncian en el texto recitado). La acción, a pesar de su articulación externa en cinco églogas y el oráculo o sentencia de Apolo, puede verse (también) articulada en dos partes muy marcadas (por vehículo lingüístico, duración, personajes…). Forman la primera las cinco églogas latinas: 494 versos del total de 1058: el 48,5% de la obra. La segunda parte va en variedad de metros castellanos: sextetos-liras, romance, letras o letrillas con sus estribillos. Esta parte o vertiente se articula en un coro a modo de obertura para la entrada (que exige otro a su salida) de Apolo con séquito de diosas: Flora y Pomona. Apolo, con su oráculo (vv. 13, 636, 736, 944), sentencia el pleito («litem», v. 572; «discordia» -v. 590; «contienda», v. 634), planteado en la primera parte, para lograr la «concordia» (v. 732) de los pastores de México y del Perú.

Pero no hay que exagerar el corte por uso de distinta lengua entre las supuestas primera y segunda parte. No debe olvidarse que el Colloquio se abre con un soneto en castellano con función de Argumento, y las églogas o escenas latinas llevan antepuesto o pospuesto en los cuatro primeros casos un sumario o meditación lírica sobre la acción en verso castellano en forma de coros cantados. Tampoco, que, dada la presencia de Argumento (como, al final, Epílogo o despedida), el autor demuestra que tiene en la mente una estructura dramática en tres, cuatro o cinco unidades de acción (actos), que todas ellas, por modernidad o clasicismo, podía utilizar Cigorondo (la Tragedia intitulada Oçio, de 1586, tiene tres actos – Alonso Asenjo 2006, lxxxvi y ss). Esta exigente organización de la acción, frente a las laxas estructuras de la égloga, responde también a la preceptiva dramática, con planteamiento, nudo y desenlace, o, siguiendo a Escalígero, protasis, epitasis, catastasis y catastrophe (más el anteacto).

Aclaremos la cuestión: destaca un prolongado debate y gran tensión dramática en la égloga 5.ª, que, en dos casos (tres o cinco actos), constituiría el nudo; en el otro (con cuatro) correspondería a la catastasis, o clímax, a la que seguiría la cuarta unidad de acción, llamada desenlace (caso de tres actos), o catastrophe (si cuatro). Si a la sentencia de Apolo, muy extensa, se le concede rango de acto, la concordia de los pastores constituiría otro, por lo que, de rebote, las cuatro primeras églogas formarían también dos; uno solo, si pensamos en tres unidades: planteamiento, nudo y desenlace.

Optando por los tres actos, en el primero tenemos el planteamiento de la acción (cuatro primeras églogas o escenas), que sucede de camino o en el campo: en la 1.ª, comentan los pastores peruanos, entrando en Puebla, «madidae Tlaxcalidos arva» (‘los húmedos campos tlaxcaltecas’: v. 36), los trabajos y pesares sufridos en su ya largo peregrinaje para conseguir al mayoral Alexis (v. 33ss); 2.ª: afán de los pastores mexicanos por tener regalos dignos de su afecto y agradecimiento hacia Alexis: «parantur Alexi» (v. 137); 3.ª: los pastores poblanos, ya en territorio de México («Habes Tenuxtlitania rura» –v. 249), animan a los del Perú: lograrán sus deseos, pues harán ver a los mexicanos que, teniendo al ínclito Dafnis, al que ya conocen, inteligente y virtuoso, de atento oído y buen juicio, cuidadoso, experto, lo tienen todo (vv. 422-430), nada tienen que temer («quid deinde timendum est?» –vv. 443. 447) y pueden ceder a Alexis: «nec pro tali Daphnide detur Alexis?» (vv. 473. 478. 491. 516); en la 4.ª escena ya tienen los mexicanos el regalo completo, con los pájaros. Pero alguien se llevó las coronas entretejidas. Afortunadamente, dejó unas cítaras en su lugar.

En el segundo acto, o nudo, los nueve pastores están reunidos en la Ciudad de México. Falla la estrategia de los mancomunados del sur frente a los mexicanos, que por nada del mundo cederán a Alexis, ni siquiera por Dafnis, quien —les dicen los peruanos— es como la primavera. Pero este no hace menos necesario para los mexicanos a Alexis, por quien sienten indecible afecto:

...e nostris pateremur cedere silvis

illum, cuius amor pastorum e pectore cedet,

fixa movebuntur propriis dum sedibus astra

mellis apes studium linquent, nidosque columbae,

coniugium turtur, praedam lupus, arbuta caprae?

(vv. 433-437; idem v. 461ss)

Trad.: ...¿Podremos soportar que salga de nuestros bosques aquél cuyo amor solo saldría del pecho de los pastores, si las estrellas fijas pudieran moverse de su punto, si las abejas pudieran dejar su trabajo con la miel y el nido las palomas, las tórtolas separarse, dejar el lobo su presa, las cabras los madroños?

Nada lo suple (vv. 492-500). Su ausencia acarreará graves inconvenientes (vv. 467s; 540ss. 550ss. 560ss). Por eso, amor, piedad y mérito reclaman resistir a las exigencias de los peruanos: «Tendere in adversum, vestrisque obsistere votis / suadet amor, pietasque iubet, meritumque reposcit» (vv. 479ss). Alexis es también dispensador imprescindible de bienes y escudo y garantía frente a males. Para todos está claro que el pleito necesita un juez o árbitro, que entre pastores no puede ser sino Apolo: «Omnibus una salus atque omnibus unus Apollo est»64.

En el acto tercero, acude solícito y solemne el invocado Apolo y dicta sentencia, que acatarán, satisfechas, todas las partes.

Los actos son breves, aunque prolongaba el espectáculo la intervención de los coros, una quinta parte al menos de los versos (204 versos) y mayor el tiempo invertido en su ejecución musical: alrededor del 20% del tiempo.

Curioso resulta el sin duda buscado artificio del número 3 o sus múltiplos: 9 son los pastores, los coros también fueron 9, pues las diosas Flora y Pomona, que, según la acotación explícita «Canta el choro lo que las diosas an dicho», habían oído cantar su primera intervención (vv. 703-726), ellas mismas invitan a repetir a coro sus otras dos intervenciones (vv. 795ss con 80ss, y 879ss con 889ss), como por tres veces tres parejas mixtas de pastores del Perú y de México subrayan como en un estribillo, las tres primeras secciones del oráculo de Apolo (vv. 727ss; 809ss; 891ss, como los corean cada vez Flora y Pomona y, finalmente, un coro (vv. 949-968). Y después de este último coro (desde el v. 969), dos veces intervienen en el mismo orden cada uno de los pastores del Perú y de México (salvo la intromisión extra chorum de Palemón en vv. 1001-1004, rubricando la sentencia de Apolo), enmarcados por la intervención de obertura y la de cierre de los poblanos. Menalcas, uno de ellos, propone el Epílogo.

Parecería que la acción de la égloga 4.ª carece de Coro. Pero, si no lo tiene introductorio, lo tiene meditativo de reflexiones sobre la acción vista. Y esto porque, pese a su brevedad textual (24 versos de breve réplica o compartidos) y movida acción de valor entrañable y risueño, a la manera de juego para los muchachos actores y entretenimiento para el público. Refuerza este carácter el espesor verbal de las églogas 3.ª (139 versos) y 5.ª (176 versos), pues entre ambas queda encerrada esta. (Son 82 y 83 los versos de las escenas 1.ª y 2.ª respectivamente.) La Égloga 4.ª tiene, además, una función muy importante, no solo como contrapunto del elogio de Dafnis en la Égloga 3.ª, que ahora encuentra Alexis, para quien, desde la Égloga 2.ª, tenían preparada la corona y guirnalda, a la que se había de añadir el hermoso regalo de un pájaro, sino porque se produce el todavía involuntario y, por tanto, anticipatorio intercambio entre pastores mexicanos y peruanos a través del símbolo de la corona (triunfo del esfuerzo y la perseverancia) y de la cítara, que es acuerdo o concordia (vv. 1023-1028).

Tal es la elaborada estructura, que muestra la maestría dramatúrgica de su autor, con elementos y materiales de gran variedad, contraste y colorido. Gemidos y entusiasmos, ansiedades y esperanzas en el marco de una naturaleza exuberante y tropical, entre poesía, relación de poemas y músicas de coros, con referencia a la riqueza de los territorios (v. 819ss) y esperanzas de futuro (vv. 837-842).

Lograda resulta, pese a los estereotipos que pueblan las Arcadias, la caracterización de los pastores. Menos se destacan los pastores en sus rasgos individuales, aunque a modo de portavoces se presentan respectivamente Alfesibeo, Palemón y Sileno. A Alfesibeo quiere Palemón imponer la corona o guirnalda (v. 359). Destacan los dos últimos, diputados para ofrecer los símbolos a los honrados, corona y cítara (v. 1010 s). Palemón, además, pronuncia un elocuente monólogo de la Égloga 3.ª (vv. 250-287), clama al cielo para que intervenga en la interminable contienda («O coeli sidera...», v. 574ss) y tiene una determinante y aceptada intervención en vv. 1001-1004.

Los tres grupos, de peruanos (Lícidas, Coridón y Alfesibeo), poblanos (Palemón, Menalcas y Melibeo) y mexicanos (Sileno, Mopso, Títiro), tienen destacada personalidad, pues notable es la variedad, riqueza y contraste de acción, actitudes y sentimientos. Ahí está el cansancio y desesperanza de los peruanos, su «anxia cura»:

Quod si fata viam nobis utcumque negarint

sive diu optatum spes tarda negarit Alexin,

stat, Meliboee, mori (vv. 242-244).

Trad.: Si los hados nos negasen una salida o si la esperanza perezosa nos negase al deseado Alexis, solo nos queda, Melibeo, la muerte.

Mirados como grupo, los mexicanos son duros e irreductibles negociadores: «Auxilii spei nulla mei» (‘No esperéis mi ayuda’: Mopso, v. 418): ceder a Alexis es imposible; así que es perder el tiempo seguir con la exigencia (Mopso, v. 523). Palemón, poblano, es la voz de la sabiduría y la prudencia; Melibeo es el artista sensible a la poesía, a la música... Coronas y también liras o cítaras, aportadas por mexicanos y peruanos desde la égloga 2.ª, intercambiadas como por olvido (ca. vv. 187, 208 y v. 345ss) y símbolo de un acto propiciatorio de la fortuna para el triunfo de la causa de los mancomunados: «victricia signa / serta ferant; o sic di nostra incepta secundent» (‘Ojalá que estas guirnaldas / símbolo sean de triunfos. Ojalá los dioses favorezcan lo iniciado’: v. 364ss, 381ss), muestran al fin su simbolismo en su entrega trocada a los dos mayorales homenajeados (v. 1005ss). Viveza y acción trepidante muestran los pastorcicos mexicanos; sosiego y calmo razonar, los poblanos. Fuerte contraste igualmente se da entre pastores y divinidades, entre pastores y los mayorales Alexis y Dafnis, que asisten pasivamente a la asamblea en que se les rinde homenaje. Es deliciosa la escena de los pastores mexicanos, enseñándose los pájaros cazados: el ruiseñor y un vistoso papagayo, que se ponen a amaestrar para que pueda repetir el nombre de Alexis:

Silenus: Miraris achantida pictam.

Tityrus: Psitace, quando meum cantabis Alexin? Alexin! (v. 379s).

Trad.: Silenus: ¿No te parece encantador mi papagayo?

Tityrus: Lorito, ¿cuándo llamarás cantando a mi querido Alexis?

Canta: ¡Alexis!.

Tenso, dramático y vibrante es el debate o pelea por Alexis; solemne y pomposa, la aparición y discursos de Apolo. Ritual, la entrega de regalos a los mayorales.

Y todo está en función de la exaltación de los pastores: de todos los pastores presentes entre el público o ya ausentes; de los que representan a los auténticos pastores del Perú, Puebla y México, que, si posible, nos resulta difícil individualizar, por más que los que más destacados quedan son los mayorales, Páez y Váez. Dafnis por Váez, nuevo Provincial de la de Nueva España de la Compañía de Jesús; y Alexis, por Páez, Provincial saliente, nombrado Visitador del Perú. Ya su mismo disfraz pastoril de Dafnis y Alexis proclama su exaltación, su apoteosis, de tal manera que este Colloquio a lo pastoril tal podría denominarse y, desde luego, como tal recibirse. Naturalmente, porque «apoteosis» no es ‘deificación’, sino «ensalzamiento de una persona con grandes honores o alabanzas» (DRAE). En este Colloquio tenemos el de dos personas, bajo disfraz bucólico.

¿Y qué mejor apoteosis que un logrado espectáculo en honor de los protagonistas? ¿Qué mejor loor que el alarde de la mejor poesía a su mayor honra? Pero los procedimientos panegíricos se multiplican para ofrecer una apoteosis a varones estimados y estimados ejemplares, porque, teniendo en cuenta para quién mayoritariamente se representa, escolares, «el idioma más persuasivo es el ejemplo» (dicho). Ejemplo que se realza, por acumulación de varios procedimientos.

1. Elogio de otros como peana. Aunque resulte un procedimiento poco visible, por indirecto, se sublima la valía de alguien cuando se dice que supera la de otros. Peana de los honrados parece ser la mención del P. Morales, procurador que fue en Roma, donde procuró un cúmulo de reliquias, razón de aquella memorable semana de festejos, marco de la Tragedia del Triunfo de los Santos (1578), en cuya composición tuvo él considerable responsabilidad. Su nueva procura de más reliquias se enfoca como servicio a Alexis / Páez: «Procurote el que en Roma / las causas procuró...» (v. 743). La mención de Antonio de Mendoza es más compleja: sirve de peana a Dafnis / Váez, nuevo Provincial, en cuanto antecesor en el cargo; con él volvió a México, habiendo sido también procurador en Roma: pastores geminos. El Provincial Antonio de Mendoza, ya muerto (Roma, 1596), recibe el tributo del recuerdo y admiración de Cigorondo (vv. 770-774). Base más sólida para el elogio es la imagen del relevo, que representa el fundador del Colegio de San Pedro y San Pablo en la Ciudad de México, P. Pedro Sánchez, primer Provincial de México, a quien se apostrofa en dos estrofas, como nuevo Pedro, sobre cuya piedra, como la Iglesia cristiana sobre Pedro (Mat. 16, 18), pueden coronar el edificio Páez y Váez (vv. 913-924)65.

2. El relato biográfico, que no hagiografía, deviene panegírico de los protagonistas, Alexis y Dafnis, dictados dechados para la «loçana juventud» (vv. 837- 842). Lo que se hace mediante la exposición de su trayectoria vital y actividades, con mucho tropo y a todo trapo, transparente para el público espectador, pero con zonas opacas para nosotros.

De Esteban Páez, Alexis, cuenta Sileno sus dos viajes a Nueva España (vv. 195-197) y cuenta Apolo (vv. 637-654) sus estudios y docencia en Alcalá y en Roma-Nápoles; su paso a las Indias como socio de Visitador, entonces P. Avellaneda, con estancia de 1590-1592, y su definitiva vuelta como Provincial (vv. 737-742). Ahora se le propone iniciar nueva corona de méritos por el mar del sur, en el Perú (vv. 761-866; 813-842), donde, efectivamente, después de su visita, largos desplazamientos y propuestas con resultados positivos, fue Provincial y rector hasta su muerte.

De Francisco Váez, Dafnis, se hacen lenguas, en la égloga 3.ª, los poblanos uno tras otro: su actividad lo hizo famoso (v. 288s; quizá como profesor, v. 292: no está clara la alegoría de su actividad); aunque ahora cultiva una pequeña parcela (maestro de novicios –v. 260-265), de la que lo sacan para entregarle el gobierno (v. 302ss). Relata Apolo su nacimiento en Salamanca, su paso por Valladolid (España); su viaje desde el Betis a la nueva Menfis con «asiento / en aguas situado / del nuevo ymperio por Cortés hallado» (vv. 670-672). Fue, después, del Tíber al Betis a juntarse a aquel tropel de gente decidida (vv. 655-694) con Antonio de Mendoza y Bernardino de Llanos (v. 767) y: «como todos te aman», ahora «al govierno pastoral te llaman» (vv. 695 s y 773-778).

3. Y, de lo externo, al carácter y cualidades de los elogiados. Es Alexis infatigable y valeroso, aseguran los tres pastores mexicanos (vv. 164-174). De ahí la seguridad que proporciona, como, según el pastor Mopso, su mismo nombre pregona66: Páez, de paz: «pacem fronte refert, dulce fert nomine pacem» (‘paz en su frente anuncia, en su mismo nombre porta la paz’: vv. 174-177). Y premio merece su virtud: «puniceis humilis quantum saliunca rosetis, / ille rosas vario vincit virtutis odore» (‘Cuanto la humilde saliunca a los purpúreos rosales, / aquel vence a las rosas por el olor de su virtud’: v. 178s).

De Dafnis dice Menalcas:

Quantus honos, quantumque decus, quamque ynclita virtus

quanta viri pietas, et rerum industria quanta,

et labor et studium, carum pastoribus illum

et fecere gregi, et fama super aethera notum (vv. 474-477).

Trad. : ‘Tan gran honor y tanta honra, tan ínclita virtud, tan grande piedad en varón y tanta capacidad de gestión, empeño y estudio, lo hicieron caro a los pastores y al rebaño, y conocido por su fama más allá del cielo’.

Todos reconocen su virtud (espec. vv. 319-322), y loa Apolo «el trato suave con mescla de entereça» (v. 697ss) y ese desvivirse por los demás, implícito quizá en el consejo que le brinda:

Mira, pues, lo que puedes,

que no es govierno de un rebaño solo,

y quien tras tantos corre

el bien les cargue, lo demás ahorre (vv. 775-778),

que podría responder a algo tan poco práctico como querer contentar a todos, que le achacaba la autoridad romana (MM, VI, p. 562).

4. Súmese a ello, más allá de los honrosos nombres de la tradición literaria pastoril (Alexis, Dafnis), el concentrado olor de los epítetos que merecen, herencia del género pastoril. Alexis, el anhelado: «exoptatus Alexis» (vv. 38, 44), «quaesitum Alexin» (v. 47), «optatum ducem... votisque petitum» (v. 51), «Magistrum» (v. 69); amado de las ovejas (v. 72); «ovium [pecudum], pastorum et gloria» (vv. 66, 71, 81,113); «ruris, Alexi, [amor, honos,] decus; spes unica ruris» (vv. 60. 62, 113s). Es un rompedor de corazones:

Nil animum mulcent, nec clementissimus aer

allicit, at solus mihi, pectora solus Alexis

allicit, hic mira reficit dulcedine mentem. (vv. 498-500)

Trad.: Nada calma el ánimo ni atrae al moderadísimo aire, como arrastra mi pecho solamente el señero Alexis; él restaura con admirable dulzura mi mente.

Y del parangonable Dafnis se dice:

Nil movet, at solus Daphnis mihi, pectora Daphnis

leniit, et curas quoties sua lumina praesens

obtulit et vox viva meas pervasit in aures

invasitque animum (vv. 509-512).

(Trad.: ‘Solo alivia mi pecho el señero Alexis cada vez que ofrece a mi vista sus ojos y su voz viva penetra en mis oídos e invade mi alma’.)

que lo tiene seducido (vv. 510-515). Dafnis es «noster amor» (v. 260), «dis genitus» (‘ese amado de los dioses’: v. 276), «pastorum iubar et laus optima...» (v. 424 ss), a quien, según Melibeo, un reconocido trovador pindáricamente había cantado (vv. 299-310).

5. Pastores gemelos. Querido, requerido y hasta más disputado (égloga 5.ª) es Alexis, por quien resuena machaconamente el «huc ades!» (‘ven’) de los pastores peruanos. Se quiere agradecer su dedicación con flores y pájaros (égl. 2.ª y 4.ª). Todos cifran en él sus expectativas, pastores peruanos y mexicanos, pastores y dioses. El mismo Apolo las deposita en él (vv. 813-842), y le confía el futuro del dilatado Perú:

Y tú que te traspones al

antártico mar (¡Ô, cómo veo

lo que de yndustria pones

en ceñir tu corona a tu tropheo!),

va, pues, y, a mano y rienda,

consuela, alienta, alarga, acorta, enmienda

(vv. 925-930).

No menos se espera de Dafnis-Váez en México:

Y tú del mexicano

fértil suelo el aveto, el cipro, el nardo

cultiva de tu manos... (vv. 843-854).

Apolo de estos mayorales dice que son:

Ambos de mi cabeça

y de mi mano música, ornamento,

corona de entereça,

grata afabilidad para instrumento. (vv. 779-782)

Y, al despedirse, recomienda cooperación con ambos a los «cuydosos pastores» (vv. 937-942). Alexis y Dafnis son los «pastores geminos, qui ut coeli lumina fulgent» (PP. v. 331), como los que Llanos celebró en su visita al colegio de S. Ildefonso, el Provincial Mendoza acompañado de Váez, procurador (Osorio 1979, 54). La transposición resultaba fácil: Páez será Alexis, y Váez, nuevo Provincial, Dafnis, que sucede a aquel Dafnis memorable. Como Lícidas o Mopso son portavoces de Llanos, aquellos mismos nueve pastores serán quienes, junto a Apolo, Flora y Pomona, canten encomiásticamente a Alexis y al nuevo Dafnis.

Inseparables, imprescindibles y gemelos sienten los pastores mexicanos a Alexis y a Dafnis. Imprescindibles, como muestra el apego a ambos de los mexicanos, que se resisten a perder a Alexis (égloga 5.ª: «vestrisque obsistere votis», v. 479). Gemelos los reconoce el poblano Palemón, por lo que, si se tiene uno, bien se puede ceder al otro (vv. 473, 478, 491, 516) y por qué temer si uno de ellos se va, pues queda el otro: «adest alter, quid deinde timendum est?» (vv. 443, 447). Son gemelos, en cuya presencia todo florece67, o en cuya ausencia todo fenece. Lo primero sucederá en el Perú con la presencia de Alexis (vv. 483-485, Lícidas, peruano), o en México, según los pastores poblanos y peruanos, con Dafnis (vv. 486-490, 501-522): es como si estallara la primavera (vv. 531-539), efectos que se describen tras la fórmula anafórica: Ut cum vere novo gaudet:

Ut cum vere novo gaudet pulcherrimus annus

flos viget, herba viret nitidos fons excitat haustus

induitur frondes, et pomis affluit arbos

laetus arat, laetusque cupit, serere arva colonus,

omnia sic vobis fausto dabit omine Daphnis. (vv. 545-549)

Trad.: ‘Como cuando, en primavera, ríe hermosísimo el tiempo, brota la flor, verdea la hierba, la fuente borbota límpidos sorbos, se visten las frondas y el árbol rebosa de frutas, contento ara y contento desea sembrar los campos el labrador, así Dafnis os dará todo con presagio favorable.

Y, de modo semejante, en vv. 555-559; 565-569.

Pero en México la ausencia de Alexis acarreará desgracias sin cuento, según Títiro:

Fronde reor silvas carituras, arbore fontes

ac me praesidio, et carae dulcedine vitae

si et mihi, si et silvis, si et montibus absit Alexis. (vv. 467-469)

Trad. : ‘¡Creo que los bosques perderán su fronda; las fuentes, árboles; y yo me veré privado de la fuerza y la dulzura de la estimada vida, si a mí, si a los bosques, si a los montes falta Alexis!’.

Sin Alexis, sucederá como cuando recrudece el invierno (fórmula anafórica: Ut cum saevit hiems):

Ut cum saevit hiems atris comitata procellis

flos cadit, herba aret, nitidos fons abnegat haustus

exuitur frondes, et pomis deficit arbos,

moestus arat, moestusque timet, serere arva colonus,

omnia sic nobis si carus desit Alexis. (vv. 540-544)

Trad.: ‘Como cuando recrudece el invierno, acompañado de negras tormentas, cae la flor, se seca la hierba y la fuente niega límpidos sorbos de desnudan las frondas y el árbol pierde sus frutas, y el labrador ara entristecido y triste teme sembrar los campos, así resultará todo para nosotros, si falta el caro Alexis.

Y, de modo semejante, en vv. 550-554. 560-564. La estrategia de peruanos y mexicanos resulta la base de los mayores elogios de ambos. Los peruanos tienen que exaltar al máximo a Dafnis para que les cedan a Alexis. Los mexicanos tienen que hacer imprescindible a Alexis para retenerlo. Los campos peruanos perecen sin mayoral. Temen los mexicanos que les suceda lo mismo si prescinden de quien hasta ahora los guiaba. Y no les vale que les digan que, en premio a su generosidad, les venga del cielo la bendición. El requerido milagro del acuerdo, del desempate, solo podrá obrarlo un dios, es decir, Apolo (v. 570ss), que aparecerá literalmente como deus ex machina, según describe la acotación tras el v. 588 y de inmediato anuncia el coro: «...Apolo acordará vuestra discordia».

6. Loores son que realza el ornato retórico. Ante los jóvenes estudiantes que representan y escuchan (a ellos, con ruptura de la ilusión escénica podría dirigirse Mopsus en v. 578: «vos iuvenum quam sit discordia concors dicite»), Cigorondo debe ofrecer dechados de virtud como el de estos varones ejemplares. También debe enseñar a proponerlos como tales de manera atractiva y, como maestro, envueltos en el manto de la Retórica. Es posible advertir en este Colloquio los tres géneros que Aristóteles proponía en su Retórica (I, 1358a-b): el deliberativo del consejo, el judicial del triunfo en asunto disputado y el apodíctico, que incluye panegírico o sátira. Muestras del género deliberativo se dan en la exposición de los comportamientos modélicos de los mayorales loados y mencionados y en los discursos de Apolo. Pero también, dado el prestigio de lo alegórico, en los coros 3.º (vv. 210-241, tempus fugit) y 4.º (vv. 395-412: la inconsciencia infantil); también en otros: en el 1.º, prólogo que busca disponer al público para el espectáculo; o en el 2.º, que revela al público el sentido de la acción (vv. 115-126). Ejemplo de género judicial es el pleito propuesto en la égloga 5.ª y, después, la sentencia oracular de Apolo como corona.

No obstante, en este Colloquio celebrativo y encomiástico, el género predominante naturalmente es el panegírico o apoteosis, que pone de relieve las cualidades personales, mediante una acción y una elocución en un discurso pleno de ornato: tropos y metáfora como el símbolo de los pastores o de los niños pastores. De este modo, se propone un ejemplo de virtud letrada, con el género pastoril, de tan encarecido reconocimiento como la égloga clásica, vivificada por los humanistas (Petrarca, Navagero...) y trasplantada a las letras renacentistas, igualmente apreciada bajo forma de églogas (recitables o representables) o libros de pastores, por reconocidos escritores tanto de España como de Ultramar, Cervantes o Balbuena. Por lo demás, ya desde Virgilio sirvió la égloga para el panegírico o apoteosis y resultaba una joya de gran precio con su juego de alegorías y símbolos, como bien sabía Juan del Encina. Dentro de este género cabe la yuxtaposición y mezcla de la mejor poesía latina y castellana, el uso de discursos, monólogos, relatos o el diálogo ágil, más que por los versos compartidos, que son pocos, por la ausencia de monólogos extensos: incluso el largo oráculo de Apolo se interrumpe dos veces con intervención de sus acólitas, el coro y la breve intervención de tres pares de pastores. Las réplicas son normalmente breves, en latín: las de uno y dos versos son tantas como el conjunto de las más extensas y, entre estas, la mayoría son de 3 a 5 versos. En verso castellano, salvo Apolo, que se extiende, tras una introducción de 16 sextetos-lira en tres momentos más, cada uno de ellos de 9 sextetos-lira y de las diosas por tres veces en sendas coplas con estribillo de 12 versos cada una. Los pastores, normalmente no recitan más de un sexteto-lira o estrofa alirada en cada intervención y en algún caso lo comparten (vv. 993-1004). Para el Argumento basta un soneto. El debate da viveza y emoción a la expresión. Es notable el colorido de la naturaleza en flor y vistosa la presencia de un pájaro. Y, además, está la música de los coros, que organiza las unidades, al mismo tiempo que instruye, persuade o sosiega.

No hay en el Coloquio bailes ni danzas, que formaban parte del teatro jesuítico como herencia del teatro religioso medieval y en el teatro novohispano recibieron el impulso de la afición que los indígenas tenían a danzas y música, expresadas en formas de espectáculo anteriores a la conquista en areitos o mitotes, que tuvieron excelente acogida en manifestaciones teatrales de los jesuitas. Es un teatro con predominio casi absoluto de la palabra, pues la escenografía es muy sencilla, como característica de las églogas: en un momento se hace uso de la cortina que, al descorrerse, muestra a Apolo en su trono. Nada que no pudiera ofrecer el Salón de Actos del Colegio de San Ildefonso, que ya se había utilizado en espectáculos semejantes, como los del P. Llanos.

No ha necesitado el autor de la comicidad, ni de los juegos de niños, que Cigorondo suele prodigar en sus obras. Al soplillo juegan los niños en el V Encomio publicado por H. Maldonado; al trompo, al toro de las coces, a pares y nones en las Églogas del Engaño; manifestaciones lúdicas donde los niños imitan los juegos de mayores (cortesanos) como los torneos (Comedia de la gloriosa Magdalena, Elogio 3.º, desde el fol. 70v), correr una sortija, tela o torneo (Egloga seu Pastorum lusus, desde fol. 9r, col. b), o erudita «questión» en la misma pieza sobre el poder del amor o de la fe de la Magdalena (fol. 6r, col. b). Los juegos aparecen en el título de dos de sus obras: en la Egloga seu Pastorum lusus (‘juego de pastores’) y en el Juego entre quatro niños. Una situación de este tipo es la imposición de las coronas en la égloga 3.ª, v. 359ss. En nuestro Coloquio la competencia es de tipo dialéctico.

Un teatro de la palabra, pero esencialmente poética, como se ha destacado, aunque sin alardes espectaculares. La grandeza poética se muestra en los 494 hexámetros característicos de la Bucólica virgiliana, eso sí, mejorada si cabe con las mejores aportaciones del humanismo, de Petrarca a Navagero. Fuera del soneto inicial, que concreta el argumento, destaca el uso del sexteto-lira o estrofa alirada (aBaBcC), utilizada con frecuencia por fray Luis de León en las traducciones de Horacio. Cigorondo se encuentra entre sus continuadores en lírica y teatro (Navarro Tomás, 1974, 207. 256). Es la forma favorita en este Colloquio, que utilizan los Coros 1.º, 2.º, 5.º; también Apolo en su extenso oráculo (258 versos), y aparece en boca de los pastores en el acuerdo final (90 versos). De este modo, en este coloquio, sus 396 versos representan el 70% del total de todos los versos en castellano, que son 564. Una a modo de prolongación de esta estrofa son las dos estancias seguidas de 9 versos que forman el coro 4.º: abCabCcdD (vv. 395-412). El coro 3.º está en ocho cuartetas de romance en á-o: Cigorondo aprovecha una composición poética propia, que se lee también en el Cartapacio curioso, aunque en este Coloquio está aligerada de nueve estrofas.

Las intervenciones de las diosas Flora y Pomona se hacen en forma de letrilla con estribillo de dos versos asonantes ó-o de 4 y 11 sílabas, seguido de dos cuartetas que en la primera aparición siguen el asonante del estribillo en los pares, de modo que el último verso se convierte en enlace con el estribillo que se repite. En las otras dos intervenciones de las diosas el asonante en las mudanzas se da únicamente en el verso de enlace. Se eligió la forma para que sirviera de base al canto por el coro posterior a su recitación68. En su intervención tras las diosas, tres pares de pastores recitan por tres veces un mismo estribillo que concuerda en metro y rima con los de las diosas. Finalmente, una letrilla distinta es la del coro 6.º / 9.º, vv. 949-968, formada por cinco coplas hexasílabas con asonante ó-e en los pares y un estribilllo en los versos tercero y cuarto con ligeras variantes en cada estrofa. En todo ello muestra Cigorondo su versatilidad y facilidad para todo tipo de versificación.

Muestra también Cigorondo a los escolares su maestría en la invención y disposición de la fábula, recogiendo lo mejor de sus modelos preferidos (de Virgilio a Llanos), en una estructura formalmente compleja, aunque, en el fondo, sencilla, las ansias finalmente satisfechas de unos pastores que buscaban el mejor mayoral posible. Sobre esta base, pone acción bien trabada, emoción y goce estético, para satisfacción de todos, en la acción y en la representación. En aquella, al final, todos se sienten victoriosos (desde v. 993): Mopso, mexicano: «Victoriosos quedamos». Lícidas, peruano: «Pues ¿qué será los que nos coronamos?». Coridón, peruano, remata, diciendo: «Con tal don, hecho un Creso / me voy». También ahora Títiro, mexicano y convencido: «Con tal don yo, hecho un Craso». Palemón, de los poblanos, olvidándose de Apolo, dirá:

Este feliz succeso

a nosotros se deve, pues, al paso

de nuestra diligençia

salió a gusto de todos la sentençia. (v. 1001s)

Todos satisfechos. También, de la representación, el autor, que humildemente y no sin gracia (que la sembró en su obra), solicita, en el último verso, la del aplauso: «si reciviendo el don nos dan las manos».

Sobre el texto

Ofrecemos el texto completo crítico y anotado, y parcialmente paleográfico, con traducción de sus partes latinas, siguiendo el único manuscrito conocido de la obra que guarda el Cartapacio curioso de algunas comedias del P. Cigorondo, de la Compañía del nombre de Jesús, BNE, Mss 17286, fol. 95r.-229r.

Se presenta el texto castellano modernizado en puntuación, acentuación y mayúsculas. Igualmente, se transcriben u y v de acuerdo con su valor vocálico o consonántico y se resuelven las abreviaturas. También, puesto que varias veces aparece n por ñ, y c por ç, en estos casos se ponen entre corchetes respectivamente [ñ] y [ç]. Acentuamos á del verbo haber por distinguirla de a preposición. En lo demás, se ofrecen las grafías originales, por tratarse de la primera edición. Variantes raras y autorrecciones del amanuense se señalan en nota.

El texto latino, sin embargo, se ofrece según los usos y estándares de la hodierna filología latina. Por lo cual, resolvemos las abreviaturas (q: = que; �= us, ...ť– ...tur; è por ex o est; sd por sed y escribimos u y v, según el valor vocálico o consonántico del latín posclásico. Además, ę se transcribe ae, ij por ii; ç por c; æ en fælix y en sus formas derivadas y en las que se dan en el perfecto de facio se transcriben con e; penas por poenas, etc., y se corrigen ocasionales erratas como Dapnin por Daphnin. Las erratas o transcripciones incorrectas debidas a la lengua o fonética del amanuense se recogen en nota a pie de página. La traducción es propia, pero se sometió a la revisión de D. Manuel Sánchez Molina, Catedrático de Filología Latina de la Universidad de Granada, director de uno de los proyectos de investigación que amparan este ensayo, colega y, sin embargo, amigo.

Tratamos de aclarar el texto con notas de crítica textual y explicaciones de tipo histórico-filológico que den razón de usos y costumbres del medio en que se desarrolla la acción, tratando igualmente de enmarcarlo en el medio cultural clásico y neolatino. Asimismo, enriquecemos con textos semejantes del mismo autor y con la remisión o cita de pasajes iluminadores del mismo texto, antiguos y modernos, y de los textos en los que se inspira el autor o que hace suyos.

Abreviaturas

M - es la referencia al manuscrito correspondiente al Coloquio a lo pastoril a la electión..., en el Cartapacio curioso de algunas comedias del P. Juan de Cigorondo, de la Compañía de Jesús.

CP - Cigorondo, Coloquio a lo pastoril a la electión...

DInq - Llanos, Dialogus in adventu Inquisitorum, 1989.

MM - Zubillaga, Monumenta Mexicana, en MHSI, tomo VI, 1976.

PP - Llanos, [Dialogus] Pro Patris Antonii de Mendoza adventu [factus].

1.– Esta presentación del Coloquio a lo pastoril del P. Cigorondo recoge, con actualizaciones, adaptaciones, y ampliaciones, la ponencia al Coloquio Internacional en la Pontificia Universidad de Lima. Se publicó en El teatro en la Hispanoamérica colonial. I. Arellano y J. A. Rodríguez Garrido (eds.). Fránc- fort-Madrid, Universidad de Navarra-Vervuert-Iberoamericana, 2008, como: «Apoteosis de varones ejemplares en México y Perú: el Coloquio a lo pastoril del P. Cigorondo», 9-34.

2.– Según el Catálogo trienal de 1585, tiene 25 años y lleva entonces 10 en la Compañía. Por lo tanto habría ingresado en ella como novicio en 1576, como afirman otras fuentes. En 1609, cuando parte como superior de la Residencia de Zacatecas: «Tiene entonces 49 años» (Arróniz 1979, 178, n. 21): son datos coherentes con otros igualmente fiables que presentan los estudiosos (Zambrano, V, 179). Por ello, parecen fruto de error los que ofrece la transcripción del Catálogo de 1600 que se reproducen en Zubillaga, MM, VI, p. 22: «P. Ioannes Cigorondo. Gaditanus, Annorum 44. Firmae [se refiere a «vires», ‘fuerzas’]. Anno [de ingreso en la Compañía] 1570, Philos. 3, Theol. 4. Rectoris. Socii Provincialis, concionatoris, confessarii, lectoris Rhetoricae. Professus 4 votorum».

3.– A. y A. De Backer, Bibliothèque des Écrivains de la Compagnie de Jésus, Lovaina, Collège Philosophique et Théologique, 1869-1876, s. v. «Cigorondo, Jean de».

4.– Se desconoce la relación que pudo tener este Juan de Cigorondo, padre del jesuita, con un homónimo de ambos, que figura como arquitecto de la catedral de Puebla desde 1575, junto a Francisco Becerra. Amplio tratamiento de estas cuestiones bio-bibliográficas relativas al P. Juan Cigorondo en Alonso Asenjo, 2006.

5.– En 1531 ya se enseñaba Gramática, es decir Latinidad, en el Convento de Santo Domingo de la Ciudad de México. Aparte de los centros para naturales o indigenas, funcionaba el Estudio episcopal en el que podían estudiar españoles y naturales, y bachilleres titulados enseñaban Gramática, al menos en casas, pero sabemos muy poco de ellos.

6.– «Anno vero 1576 Societati Mexici nomen dederunt fratres Joannes Cigerondo, Augustinus Cano… [hasta 7]; ex his sex in eodem Societatis tyrocinio [noviciado] versabantur; quinque antea liberalium artium logicaeque studio apud nostros vacabant…» (Carta anual del 1 de enero de 1577, en Zambrano, IV, 596).

7.– Parece oportuno señalar que los colegios de la Compañía de Jesús, aunque desde muy pronto tuvieron fama de excelentes centros educativos, no siempre la situación les permitía dar lo mejor de sí. Tal parece ser el caso de los colegios de México hasta la llegada del Provincial P. Antonio de Mendoza (septiembre de 1584), junto con profesores de la talla de Bernardino de Llanos y otros. La reorganización de la docencia, ampliación y dotación de los centros supuso para la enseñanza de la juventud mexicana un impulso decisivo de mejora y consolidación, que produjo frutos opimos (Osorio 1979, 50ss. 127ss). En este momento de renovación de la educación es cuando Cigorondo inicia su función de educador.

8.– Carta anual de 1576, en Zambrano, II, 542s.

9.– Studuit humanioribus litteris felici progressu, nunc physicae. Ordinatus: dioecesis gaditanae. Officium: scholasticus philosophiae. Sanitas bona. Ingenii et judicii mediocre. Talentum: bonae spei (Catálogo de 1580, MM, I, 215).

10.– El General, a 10 junio [en Zambrano, v, 181, 18 abril] de 1598, aconseja a Váez elegir consejeros y, de dos sugeridos, uno es el P. Cigorondo (MM, VI, doc. 142, p. 488). Más adelante, el P. General felicita al Provincial, Váez, por su elección: «Tenga el compañero que dice tan suficiente y tan a su gusto» (MM, VI, doc. 7, p. 11, n. 12). En reacción a una carta recibida (y perdida) del P. Provincial, Francisco Váez, el general Cl. Acquaviva escribe (doc. 2, del 12 de diciembre de 1599) al P. Ciguerondo (sic) para felicitarlo porque el P. Váez lo haya elegido «tan buen compañero» (p. 3). Al mismo tiempo, le pide que «tenga muy grande charidad y diligencia en ayudar al padre Francisco Váez» (p. 4).

11.– Cigorondo estará de Rector del Colegio del Espíritu Santo de Puebla de 1602 a 1606 y en este último año aparece como «operario de la casa profesa de México» (…). En 1609 se traslada como superior a Zacatecas (P. General Aquaviva, en carta desde Roma del 30 de junio de 1609 al P. Visitador Cabredo, en Arch. Prov. Mex. Isl. Coll. [1935]. Cartas manuscritas de los Generales, p. 408s).

12.– De ella se viene ocupando Jaime J. Martínez Martín, «Aproximación a la obra poética de un jesuita novohispano: Juan de Cigorondo», en Herencia cultural de España en América: poetas y cronistas andaluces en el Nuevo Mundo, Siglo XVI: actas del I Encuentro de Literatura Hispanoamericana Colonial, coord. por Trinidad Barrera López, 2007, págs. 141-158.

13.– Por M. Frenk Alatorre, «El Juego de quatro niños ¿de Juan de Cigorondo?: Literatura Mexicana, 1 (1994), 529-554 y Alonso Asenjo, 2006, p. lii.

14.– Cf. «este año», que se lee en el texto: «Los huéspedes basta ver / que an oy de España venido» (fol. 61v).

15.– Estudiada en tesis y publicada digitalmente por Alejandro Arteaga Martínez, Comedia a la gloriosa Magdalena: edición digital de su tesis de licenciatura (UNAM, 1998): Comedia a la gloriosa Magdalena de Juan Cigorondo (1560-¿1609?): <http://us.share.geocities.com/aarteagaa/Cigorondo/CGMagdala.htm>.

16.– Ed. digital de Alonso Asenjo, en TeatrEsco, 2002. Del segundo Coloquio está en prensa una edición impresa por el mismo autor en «‘¡Vaya de baile y de fiesta!’ Teatro breve colonial iberoamericano».

17.– Es la Égloga del Santíssimo Sacramento entre Daminthas y Silvano, segador (F 863), conservada en la biblioteca de la RAH, sign. 9-2573 (392), fol. 56v-57r, volumen que también custodia desgajada la primera sección de la Egloga seu pastorum lusus, quorum subiectum Maria Magdalena est del ms. 18155 de la BNE.

18.– Vid. Alonso Asenjo 2006, donde en p. liii, lín. 3 la fecha de 1594, según consta ya en p. lix. § 2.º, con las precisiones que añadiremos infra.

19.– Las siete son: Morales-Sánchez Baquero-Lanuchi Tragedia del Triunfo de los santos (1578, F 872); dos églogas del P. Llanos ([Dialogus] Pro Patris Antonii de Mendoza adventu [factus] in collegio Divi Ildephonsi, 1585, F 870 y Dialogus in adventu inquisitorum factus in collegio Divi Ildephonsi, 1589, F 781); las dos comedias de la Vida de San Ignacio, 1628, F 2301, 950; la Comedia de San Francisco de Borja del P. Bocanegra, 1640, F 874 y, posiblemente del mismo Bocanegra, El esposo por enigma, 1646; F 2183. En la duda, prescindimos en el cómputo de las Bonanzas de las danzas de Antonio Ramos de Castilla Velasco y Altamirano, 1752 (San Miguel el Grande / de Allende, 1752; F 2227).

20.– De acuerdo con la colección de MM, preferimos la forma Váez.

21.– Sic, contra la errata de 2006, p. lix, y siguiendo el texto mismo del Coloquio, vv. 655-657.

22.– No coinciden los estudiosos en cuanto al inicio del provincialato del P. Francisco Váez. El Inventario del ARSI pone como fecha del nombramiento del P. Esteban Páez como Visitador la fecha del 4 de agosto de 1599, que corresponde con las de O’Neill-Domínguez para su provincialato en México: 1595-1599; e inmediatamente después, escuetamente, ofrecen la de «1599» para el Provincial entrante, P. Francisco Váez. En otros documentos se lee para el inicio del provincialato de este la fecha de 1597, que parece depender de varios factores: la decisión tomada en Roma por el Padre General, es decir, su designación, el envío de la patente, la recepción de esta propuesta en México, que no queda reflejada el Catálogo de 1597 y la de su efectiva toma de posesión, que no consta.

23.– En Alonso, 2006, p. liii, por confusión, se pone la fecha de 1594. Aún no hemos podido dar con la concreta de la representación en este año de 1598, a la elección del P. Váez como Provincial. Tampoco nos consta cuándo partió para el Perú el P. Páez, del que el 02 de marzo de 1599 ya saben en Roma que está «de camino para la [Provincia] del Perú» (M. M, VI, p. 562). Nos consta que llegó a Lima el 31 de julio de ese año. Comoquiera que un viaje de la Ciudad de México a Acapulco duraba unos 20 días y, de Acapulco a El Callao, en el Perú, en circunstancias normales, no menos de seis meses, el P. Páez pudo salir de México a fines de otoño de 1598.

24.– Égloga de Torino, Églogas de Garcilaso, la Diana de Montemayor y otros libros de pastores que siguen sus pasos, Los amores de Albano e Ismenia de Lope de Vega y otras comedias pastoriles y hasta el mismo Quijote.

25.– En opinión del P. General, Cl. Acquaviva, ambos, Páez y Váez, son personas muy capaces. Así se expresa en carta al P. Martín Fernández: «Buena ayuda han tenido hasta ahora en el P. Estevan Páez y buena la ternán en el P. Francisco Váez, que es tan prático en todo lo que para promover la provincia se requiere» (Roma, a 2 marzo 1599, MM, VI, doc. 177, § 2, p. 538).

26.– No permanecerían siempre en la misma consideración. Cf. carta de Váez al P. General, reproducida en Alegre, Historia, toma II, libro V, Méx. 17 febr. 1601: «...que siendo Provincial el Padre Estevan Páez, los padres Alonso de Medrano y Francisco de Figueroa, dos subiectos muy importantes, fueron al Nuevo Reino, con el señor arzobispo dél y padecieron en el camino grandes trabajos. Y en este tiempo tuvimos noticia y algunos rastros de que no estavan tan en gracia del obispo» [al contrario que del Presidente] (...) y es de parecer que vuelvan a la Nueva España».

27.– El recorrido de México a Veracruz por el llamado Camino real llevaba entonces no menos de 15 días.

28.– Por ejemplo, en la Carta anual correspondiente al año 1598, enviada desde México el 23 de setiembre de 1599, tanto en su versión latina como en la castellana, firmadas por Francisco Vázquez (MM, VI, 1976, doc. 219, pp. 594ss). En esta carta, sin embargo, p. 604, nº. 22, además de hablarse del comienzo de los estudios con una oración latina muy grave y elegante que hizo un padre de los nuestros y de los Certámenes para las honras del rey difunto, Felipe II, se mencionan ejercicios literarios y conclusiones de Teología y se concede gran relieve (nos. 24-32) a la misión de dos PP. al Nuevo Reino de Granada, a ruegos del arzobispo Lobo Guerrero, etc.

29.– La situación se complica si los editores de MM, VI, que pueden partir del principio de que Váez accede al Provincialato a partir del envío de la patente en Roma, le atribuyen las cartas del P. General que van destinadas, sin nombre, al «Provincial de México». También cuando, por los mismos días, se envían (o asignan) cartas de Roma a uno u otro de los provinciales por los mismos días. Esto constatamos al menos en cuatro documentos del P. Acquaviva en Roma: Doc. 111. p. 450, a Esteban Páez, Provincial, 14 abril 1598. Doc. 113. p. 453, a Esteban Páez, Provincial, 15 abril 1598. Doc. 115. p. 456, a Francisco Váez, Provincial, 18 abril 1598. Doc. 116, p. 458, a Esteban Páez, Provincial, 20 abril 1598. La carta del 30 de junio de 1598, dirigida «Al provincial de la Compañía de Jesús en la provincia de México» no es seguro que se enviara al P. Páez, como reza el encabezamiento añadido por los editores: «El padre Claudio Acquaviva al padre Esteban Páez Prov.», en MM, vi, doc. 169, pp. 524-526). Sin duda no es ajena a esta confusión la semejanza de sus nombres: Paez, Baez, Baes, Vaez.

30.– Por eso los estudiosos dan esta fecha como inicio del provincialato de Váez. Así Zubillaga, en MM, VI, doc. 181, p. 542; Palomera, 37, que supone que Cigorondo, con esta ocasión, deja el cargo de Rector de Guadalajara, para asumir de nuevo el rectorado de San Ildefonso, pues el P. Provincial, que lo ha elegido como socio, lo requiere junto a sí.

31.– En 1596 el padre Váez estaba en el colegio mexicano, es decir, el de San Pedro y San Pablo (nota del editor).

32.– El editor, Zubillaga, en nota 1: Carta perdida, Doc. 108ac.

33.– El editor, Zubillaga, en nota 2: El padre Esteban Páez, provincial, 1594-1597.

34.– El editor, Zubillaga, en nota 3: El padre Francisco Váez, provincial, 1597-1602.

35.– El P. Medina, en comunicación personal en Roma el 22 de junio de 2012, me explicó que la pérdida se debió a la decisión de destruirlas del nuevo P. General, Mucio Vitelleschi.

36.– Nota del Archivo Histórico de la Provincia de México: «Esta se recibió a los primeros de set. de 1599».

37.– [n. 1. Carta perdida. doc. 108x: El padre Esteban Páez, prov. Al padre Claudio Acquaviva, gen 25 de febrero 1598. doc. 200 n.2]

38.– [n. 2: doc. 108y: El padre Esteban Páez, prov. Al padre Claudio Acquaviva, gen 26 de febrero 1598. doc. 200 n.2]

39.– [n. 3. Cartas perdidas doc. 110 d: Dos cartas del padre Esteban Páez, prov. Al padre Claudio Acquaviva, gen 13 de abril 1598, Doc. 200 n.2]

40.– [n. 4. Doc. 165a: El padre Esteban Páez, prov. Al padre Claudio Acquaviva, gen 2 de junio, Doc. 200 n. 4]

41.– [n. 5: Doc 165b: El padre Esteban Páez, prov. Al padre Claudio Acquaviva, gen 2 de junio, Doc. 200 n. 5]

42.– [n. 6, Doc. 110c: El padre Francisco Váez, prov. Al padre Claudio Acquaviva, gen marzo 1598, Doc. 200, n. 6: perdida, 110, n. 6]

43.– [n.7, Doc. 118o: El padre Francisco Váez, prov. Al padre Claudio Acquaviva, gen mayo 1598, Doc. 200, n. 6: perdida, 110 n. 7;]

44.– [n. 8, Doc. 169c: El padre Francisco Váez, prov. Al padre Claudio Acquaviva, gen junio 1598, Doc. 200, n.8: perdida, 110 n. 6],

45.– MM, VI, 562 omite «buena» y después «Esteuan», que restituimos a partir del cotejo del manuscrito original digitalizado.

46.– Parece que las fechadas en febrero no podían portar la buena noticia, si tenemos en cuenta la carta del P. Martín Fernández.

47.– El texto del Colloquio no los menciona, por más que su decisión de trasladarse al Nuevo Reino de Granada y Quito con el arzobispo Lobo también pueda contemplarse, como ya se dijo, como justificación de las llamadas a la solidaridad de los necesitados pastores peruanos.

48.– Cf. P. Florencia, Historia, a partir del c. 3, p. 74 y especialmente en el Libro 7.º, cc. I-VII, p. 362-384; O’Neill – Domínguez, p. 3492; y más adelante en la sección de «procedimientos panegíricos» § 1, y en la anotación a los versos referidos.

49.– P. Antonio de Mendoza murió en Roma el 24 de mayo de 1596. Dice el P. Provincial al P. Morales, que acaba de hablar: «Y tú que visitaste/ una vez ya de Roma el fausto antiguo/ [cuando fue a recoger las reliquias] y a México tornaste/ numeroso de gente/ con el vivo/ que llora hoy muerto/ y el cielo goza de su vida cierto» (fol. 116r). Una acotación al margen izquierdo de estos versos dice [se trata del] «Pe. Antonio de Mendoça».

50.– Bernardino de Llanos (Ocaña, 1559- México, 1639), estudió en el colegio de su pueblo, Filosofía en Alcalá, Teología en Salamanca. Llegó a México 1585 con el P. Mendoza y otros 22 compañeros, entre ellos Francisco Váez. Dedicó toda su vida a la enseñanza de la Gramática y Retórica en diversos colegios de la Compañía, coincidiendo a veces en el mismo con Cigorondo y fue el segundo organizador de los estudios de latinidad en México, después de Lanuchi. Teórico de la pedagogía, compuso numerosas obras dramáticas de algunas de las cuales nos han llegado noticias (F 855, 895, 1005, 20081) y el texto de dos diálogos a modo de églogas, que se irán comentando a lo largo de este trabajo como precedente del Colloquio a lo pastoril de Cigorondo.

51.– Había zarpado de España en septiembre de 1584.

52.– Tuvo lugar antes del primer destino de Cigorondo, aún hermano, como profesor de Gramática en Puebla en el curso 1585-86.

53.– Reaparece la idea en B. de Llanos, Dial. in adventu Inquisitorum, v. 51ss, en Quiñones, 1982.

54.– B. de Llanos, Dialogus in adventu Inquisitorum: «Ergo ades, ergo veni...» (v. 80ss, en Quiñones, 1982).

55.– «...singulis hebdomadis, singulosque etiam mensibus tam dialogis soluta oratione componendis, quam etiam in eglogis condensis [‘elegantes’] diligentissimam navant operam» (Annua de 1574, en Monumenta Mexicana, I, p. 257s. Reacciona Roma: demasiado teatro (Osorio 1979, p. 26s).

56.– Osorio 1981, 131s. Nosotros precisaríamos: de parte del conservado.

57.– «At cum sacrarum quaesitores causarum... scholas invisere benevolentiae causa voluerunt, recitatus est dialogus venustus et gravis» [‘se representó un diálogo precioso y grave’] (Annua de 1590 : MM, III, 504s, en Osorio, 1979, p. 64).

58.– Quiñones, 1982, p. LIIIS; 1992, p. 28 y 134-135. Confirmado por Alberto Tauro, Ensayos de cultura bibliotecaria, p. 28: <http://cervantesvirtual.com>. El tercer inquisidor era Santos García, es decir, Francisco Santos García de Ontiveros, quien, mejorado lo que afirma Quiñones (1982, p. LIV; 1992, pp. 28 y 135), solo fue elegido obispo de Guadalajara (Jalisco), el 22 de mayo de 1592.

59.– Sus restos mortales, como señala una inscripción, descansan en la cripta de la catedral de Lima; su retrato figura en la galería de retratos de los arzobispos de Lima en el museo de la misma y su estatua, en posición de orante, obra de Martín Alonso de Mesa (1622), que antes embellecía su monumento funerario, se conserva en la capilla de las Ánimas del Purgatorio, penúltima de la nave de la derecha de la misma catedral.

60.– Además de las dos representadas, conocemos de Llanos otra composición bucólica: Egloga de felicissimo Beati Patris Azebedi et Sociorum Martyrio (Quiñones, 1982, pp. 27s).

61.– Viñas Piquer, 2007, 119. Cf. Alonso Asenjo, «‘Optimates laetificare’. La Egloga in Nativitate Christi...», 1996, 323ss (accesible digitalmente). Ricardo Senabre Sempere, «La novela pastoril», en María Cruz Buitrago Gómez y Ricardo Senabre Sempere, coord., La ficción novelesca en los siglos de oro y la Literatura Europea, Ministerio de Educación, 2005, 73-89.

62.– Así P. P. Acevedo, Diálogo del Nacimiento e In honorem diuae Catherinae. Egloga; H. de Ávila, Coloquio de Moisés. Además, Ad Gallum; In adventu Andreae Pacieci, Episcopi Segoviensis.

63.– De este modo, por abreviar, remitimos a J. Alonso Asenjo, Catálogo del Antiguo Teatro Escolar Hispánico (CATEH) – Base de datos de TeatrEsco (2002-2011). En línea: <http://parnaseo.uv.es/Ars/teatresco/BaseDatos/Bases_teatro_Escolar.htm>.

64.– Así Luis Peña, desconocido poeta de Nueva España cuyas obras se recogen en el códice Ms. 1631 de la BN de México, fol. 19, junto a las de Llanos y otros. Vid. Osorio, 1979, 60s.

65.– Véase la anotación a estos versos.

66.– Llanos, en 1589, también había jugado en los epigramas expuestos para la fiesta con que se recibió a los inquisidores con los nombres de estos: si Bonilla, porque bueno; Santos, como alejado de vicio; García por lleno de gracia (Epigrammata in adventu eorumdem inquisitorum, en Quiñones, 1975, 19-26).

67.– Como a la llegada de Dafnis (B. de Llanos, DInq, v. 80ss, en Quiñones, 1982).

68.– No computamos esta repetición en el número total de versos transcritos. De haberlo hecho, el número total de los del Coloquio sería de 1106 versos cantados o recitados.

Teatro Colegial Colonial de jesuitas de México a Chile

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