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Los valores

Tus valores te enseñarán a hacer lo que debes

y no lo que quieres.

Anónimo

Mientras me animaba a plasmar estas reflexiones para ustedes, me vi en medio de la pandemia por la COVID-19, algo que la historia no había experimentado desde 1918. Ha sido toda una montaña rusa de la que no quisiera recordar detalles, pero sí quedarme con lo observado a nivel social. He visto gente que creía conocer bien, comportarse de maneras muy divorciadas de lo que en mi vida han representado, y así mismo he visto cosas pasar que pensé no eran posibles. En fin, mucho de lo que unos dicen y proyectan, hoy día se hace muy difícil disfrazar, pues sus valores personales reales al final dirigen sus acciones.

Existe un núcleo de valores principales que rigen a las familias y son el ancla a la cual se aferran sus miembros cuando se sienten perdidos, cuando no saben qué hacer, quiénes son, hacia dónde se dirigen. Se hace evidente que nos hemos desconectado de estos para dar paso a las oportunidades frescas que mucho prometen, pero nada construyen. Esto lo he visto en primera fila a lo largo de estas 5 décadas que agradezco haber vivido, pues al ver crecer hermanos, primos, hijos, sobrinos —desde el vientre hasta convertirse en profesionales— muchas son las señales de la importancia de compartir, inculcar y contar historias de ese núcleo que ha formado la familia a la que han llegado.

En su Carta Encíclica Fratelli Tutti, el papa Francisco reflexiona acerca de la sociedad actual y dichos valores, y llamó mucho mi atención el siguiente párrafo:

«Por eso mismo se alienta también una pérdida del sentido de la historia que disgrega todavía más. Se advierte la penetración cultural de una especie de “deconstruccionismo”, donde la libertad humana pretende construirlo todo desde cero. Deja en pie únicamente la necesidad de consumir sin límites y la acentuación de muchas formas de individualismo sin contenidos. En esta línea se situaba un consejo que di a los jóvenes: si una persona les hace una propuesta y les dice que ignoren la historia, que no recojan la experiencia de los mayores, que desprecien todo lo pasado y que solo miren el futuro que ella les ofrece, ¿no es una forma fácil de atraparlos con su propuesta para que solamente hagan lo que ella les dice? Esa persona los necesita vacíos, desarraigados, desconfiados de todo, para que solo confíen en sus promesas y se sometan a sus planes».

Fuera de cualquier perspectiva política o económica, y más aplicando esto a nuestras vidas personales, creo de mucha importancia que volvamos al origen, a nuestra historia familiar, a conocer el camino recorrido por nuestros padres, abuelos y demás ancestros, y rescatar ese marco de acciones que los ayudaron a salir adelante. Devolverle el valor a esa sabiduría hecha a mano y sudor por ellos, puede ser un faro que nos ayude a llevar nuestro barco a puerto seguro tras la tormenta.

Claro, la evolución de la vida y sus avances nos dan el poder de construir nuevas historias más justas, menos opresivas, más favorables; pero en esta ocasión me refiero a preservar las bondades de una moral clara, un sentido de familia que empodere a sus miembros y busque su mejoría continua y su integración. Así podremos mantenernos firmes cuando nuestras elecciones sean retadas y cuestionadas hasta por nosotros mismos, cuando nos encontremos en situaciones con la tentación de dejar de lado los valores, pues sabremos que lo que nos roba la paz no es buena elección para nosotros. Así también, podremos ser inspiración para aquellos que han crecido en familias desprovistas de ese marco de valores centrales y deseen construirlo para las generaciones venideras.

Estamos viviendo en una sociedad que nos acerca virtualmente, pero nos separa en corazón. Perder el sentido de la historia nos hará repetir errores; quizás de maneras más modernas, pero errores al fin. Que nuestros antepasados se hayan equivocado, no quiere decir que las generaciones actuales estén en lo correcto, pues los patrones de comportamiento que no se sanan se traspasan a los que vienen creciendo; y este círculo se rompe solo con tomar conciencia.

Rescatemos la curiosidad por saber quiénes somos, de dónde venimos, cuántas veces y de qué manera se cayeron y se levantaron los hombres y mujeres de nuestros linajes. ¿Cuántos sacrificios hubo que hacer? ¿Por qué fue así? ¿Cuál fue la moraleja de la historia y cómo me serviría para lo que estoy viviendo? ¿De dónde sacaron la fortaleza para sobreponerse a las circunstancias?

Esto puede verse mucho en el caso de los matrimonios. Personalmente, he experimentado varias crisis matrimoniales a lo largo de 28 años de relación. A veces, o cada cierto tiempo, la dinámica de pareja se tranca por la rutina, los imprevistos económicos, el transcurrir de las etapas y los retos que cada una trae consigo; uno de mis valores más preciados es la familia, que he heredado de cuanto ha significado la unión familiar a las generaciones que vinieron antes de mí. Las historias que he crecido escuchando están matizadas por el valor de lo construido en familia, el respeto al compromiso generado al casarte, a la institución del matrimonio bajo la cual me uní a mi esposo por decisión propia.

Y ya siendo padres, el reto que nos ocupa es dar continuidad al traspaso de ese marco moral que queremos que prevalezca para el bien de nuestra familia y sociedad. Ofrecer ese ámbito de acciones con límites definidos hará que los hijos, al ser enfrentados a las tentaciones de lo mal hecho, de los vicios peligrosos, de las malas acciones, tengan claro que, aunque sean incitados, no les den un lugar en sus vidas. Si están claros acerca de dónde vienen, de qué es aceptable o no para su familia, lo que irrumpe con esto por sí mismo se irá saliendo de sus vidas.

Cuando vengan las crisis existenciales, matrimoniales, económicas, de salud —porque van a llegar—, serán esos valores bien arraigados los que impedirán que nos perdamos fácilmente, porque sabremos a dónde pertenecemos. Con cada vez más poder en nuestras manos para cambiar nuestra vida, sociedad, planeta; hacerlo perdiendo de vista lo que realmente vale, cualquier acción será en vano.

Nota a mis hijas:

Sé que no ha sido fácil adoptar como propios los valores de nosotros, sus padres, ¡pero confío en que poco a poco irá tomando sentido en sus vidas el porqué de cada uno!

Mami

C'est la vie

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