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27 de enero


Puringa vendió su camisa

“Por eso les digo: Crean que ya han recibido todo lo que estén pidiendo en oración, y lo obtendrán” (Marcos 11:24, NVI).

Puringa era un misionero nativo que vivía y trabajaba en la misión en Nueva Guinea. Un día, Puringa le dijo al pastor que quería ir a las aldeas que están a orillas del río Ramu para predicar acerca de Jesús.

El pastor le dijo que la gente que vivía en ese sector del país era mala y peleadora. No obstante, Puringa estaba decidido. No fue fácil remar río arriba, soportando el arduo sol y los insectos. Pero Puringa nunca se hubiera imaginado la triste recepción de los habitantes de las aldeas.

–¡Vete de aquí! –gritaron–. Nosotros sabemos que eres de la Misión Adventista. Queremos seguir fumando y mascando nuez de areca. Queremos seguir comiendo cerdo y tener muchas esposas. ¡Fuera!

Con paciencia, Puringa les explicó que venía como un amigo, a contarles historias. Él no podía, ni quería obligar a nadie a creer en nada. Finalmente, los habitantes de las aldeas le permitieron quedarse, pero no como amigo, sino como un forastero. Esto significaba que Puringa tendría que comprar su comida, ellos no le darían nada.

Puringa no se desanimó. Oraba cada día, contaba historias, trataba de enseñar cantos. Trabajaba con amor, y mucha fe, pero sin resultados. Su dinero comenzó a escasear, y Puringa tuvo que vender primero su camisa, ¡y luego hasta sus pantalones! Todo para poder comer.

Finalmente, llegó la fecha en la que había prometido volver, y Puringa, reuniendo al pueblo, se despidió y les rogó que pensaran en sus enseñanzas. ¿Será que todo habría sido en vano? Al llegar a la Misión, Puringa no perdió la fe. Siguió orando y pensando en las personas que había conocido.

Meses después, se escuchó resonar por toda la Misión: “¡Puringa! ¡Ven!” Cuando Puringa fue corriendo, vio a los jefes de las aldeas donde él había estado. ¡Venían a pedir un maestro que les enseñara de Jesús!

La fe de Puringa lo hizo dar todo lo que tenía por Jesús. No lo olvides: aun cuando parezca no haber esperanza, sigue orando, sigue predicando, sigue entregando lo que tienes a su causa. Dios premiará tu fe, así como lo hizo con la fe de nuestro amigo Puringa. Cinthya

(Adaptación del relato “Puringa vendió su camisa”, de Walter Scragg, El Amigo de los Niños, año 2, cuarto trimestre de 1976, N° 4).

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