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En tu visión de la religión, ¿qué papel cumple la renuncia?

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La idea de la renuncia es uno de los pilares de todas las falsas religiones. Tenemos que comprender en profundidad este fenómeno.

Todas la religiones predican que hay una división entre este mundo y el mundo que hay más allá de la muerte, entre el cuerpo y el alma. El cuerpo pertenece a este mundo y el alma pertenece al otro mundo, por lo tanto, si quieres alcanzar el mundo que está más allá de la muerte, que es eterno y donde la felicidad es interminable, no vale la pena que llames felicidad a lo que hay aquí, porque es momentáneo y está tejido de sueños. La felicidad llega, pero justo cuando la quieres agarrar, desaparece. Es ilusoria, es como un espejismo en el desierto.

Cuando estás lejos, ves un lago lleno de agua. Nace en tu interior una gran esperanza porque estás sediento. El lago te parece absolutamente real porque los árboles se reflejan en él, y esto es una prueba de que es real y de que realmente hay agua. Si hay una montaña cerca, se refleja en el lago, el sol se refleja en el lago. ¿Qué más pruebas necesitas? Si no hubiese agua, no habría un reflejo. Te apresuras lleno de esperanzas, pero te das cuenta de que, a medida que te acercas, el lago se va alejando y la distancia que te separa de él siempre es la misma.

Solo ha sido una ilusión provocada por los rayos del sol al reflejarse en la arena caliente del desierto. Los rayos se mueven en forma de onda al rebotar, y, cuando lo ves a cierta distancia, te da la impresión de que es agua moviéndose. Cuando los rayos adoptan la forma de ondas tienen la cualidad de reflejar las cosas, se convierten casi en un espejo. Esto es una de las mitades del espejismo.

La otra mitad es tu propia sed. Si no tuvieses sed, quizá podrías descubrir o darte cuenta de que solo es un espejismo. Ya has visto otros espejismos y sabes que parecen reales…, el problema es que ahora tienes sed. El fenómeno físico de los rayos del sol que rebotan son una mitad de la realidad del espejismo. La segunda mitad es más importante que la primera, y la aportas tú con tu sed. Quieres creer que es verdad. Si alguien intentara convencerte de que no lo es, te enfadarías con él porque tienes sed y tú ves agua, pero está intentando demostrarte que lo que estás viendo es una ilusión. Es imposible convencer a una persona sedienta de que lo que ve no es verdad.

No todo lo que ves es real. Que tú lo veas no significa que sea real. Las religiones llevan miles de años diciéndole a la gente que la felicidad de este mundo es como un espejismo en el desierto. Por eso nunca la puedes atrapar. No la puedes agarrar con las manos porque viene y se va. La puedes sentir como una brisa, pero cuando te das cuenta de que está ahí, ya se ha ido. Quizá sea más irreal que un espejismo. Al menos el espejismo tiene cierta realidad, porque los rayos del sol le confieren una mitad de realidad y tu sed la otra mitad. Pero tú eres el único que contribuyes con el cien por cien en la supuesta felicidad de este mundo, y el resto no contribuye con nada.

Y además ya lo sabes. Hoy has conocido a una mujer tan bella que te atreverías a decir que Cleopatra no es comparable a ella. Te parece la mujer más bella del mundo. Y no solo ahora…, no concibes que haya existido nunca una mujer más bella, ni que pueda existir en el futuro. Es tu propia proyección porque, para los demás, esa mujer no significa nada y mañana tampoco significará nada para ti. Después te sorprenderás y te quedarás atónito…, ¿qué ha sucedido? ¿Qué le ha pasado a esa mujer? A ella no le ha pasado nada, sigue siendo la misma persona, al que le ha pasado algo es a ti.

Ayer estabas sediento y estabas proyectando tu lujuria. Ahora estás satisfecho y no proyectas ningún deseo biológico. Ella solo es una mujer corriente, sin embargo, la felicidad que sentías era tu propia proyección, y tú mismo has creado toda esta historia. Esa mujer se ha limitado a desempeñar el papel participando pasivamente, porque te ha permitido reflejarte en ella. Quizá ella también estuviese proyectando sus pensamientos en ti, de modo que todo ha sido una proyección mutua. Antes o después desaparecerá, ya que la proyección no continúa si desaparece la causa original.

La primera causa es tu biología, porque a la biología no le interesa el amor, ni la poesía, ni el romance ni nada de eso, ¡la biología solo es una transacción! A la biología no le interesan los preámbulos ni los juegos posteriores, todo eso es una pérdida de tiempo para ella, lo único que le interesa es la reproducción. Una vez que ha terminado su trabajo, se retira y desaparece la proyección. Entonces tú sigues ahí y la mujer también, pero nada vuelve a ser lo mismo.

¿Qué ha pasado con la felicidad? Estabas en la cumbre del Everest y ahora has caído a las profundidades del Pacífico. La mujer te ha engañado y ella cree que tú la has engañado, los dos os echáis la culpa mutuamente. Nadie ha engañado a nadie, pero ambos habéis sido engañados por la biología. Sin embargo, la biología no es algo externo a ti, forma parte intrínseca de tu cuerpo. Tú eres una proyección de otras dos biologías, la de tu padre y la de tu madre, que, a su vez, son la proyección de otras dos biologías. Y esa continuidad va fluyendo como un río.

Las religiones se han aprovechado de esta verdad fundamental. Por un lado, es verdad que el romance y la poesía son una cosa, pero lo que llamamos aventura sentimental solo es una consecuencia de nuestra biología. No es muy complicado, para que haya poesía y romance solo tenemos que inyectar ciertas hormonas. ¡Y con otra inyección caerás al fondo del Pacífico! Actualmente, sabemos que un hombre se puede transformar en una mujer, y que una mujer se puede transformar en un hombre, solo hay que modificar ciertas hormonas, modificar la química ligeramente.

Las religiones se han aprovechado de este hecho. Aunque sea verdad, no te lo han explicado y se han aprovechado de ello, diciendo: «Es una felicidad momentánea. No vayas detrás de ella porque pierdes el tiempo. El verdadero mundo está más allá de la muerte». ¿Por qué más allá de la muerte? Porque con la muerte desaparecen la biología, la fisiología y la química. La muerte se lleva todo lo que es material. Solo queda lo espiritual, y lo espiritual conoce lo eterno. Lo material, lo físico, solo conoce lo momentáneo.

Aparentemente, es bastante lógico, y la primera parte es verdad. La segunda parte es falsa. Aunque es cierto que los momentos de felicidad de la vida son muy fugaces, eso no significa que más allá de la muerte haya otra vida donde estos momentos sean eternos. No tenemos ninguna prueba de ello. Los momentos que tenemos aquí es algo que al menos todo el mundo puede experimentar, y, aunque sean muy pequeños y efímeros, existen. No se puede negarlo. Puedes decir que están hechos de lo mismo que están hechos los sueños, pero, aun así, existen. Incluso los sueños tienen su propia entidad. Están ahí, te afectan, y cuando algo te afecta, se convierte en realidad.

Tienes hambre, por ejemplo, y no has podido comer nada en todo el día, estás cansado y te duermes. El cuerpo está hambriento y quiere comer. La mente fabrica un maravilloso sueño donde te han invitado a un gran festín. La mente está a tu servicio, porque si no soñaras con comida no podrías dormir tranquilo. Tienes hambre y estás buscando la forma de engañarte para creer que no la tienes. Eso te permite dormir tranquilo. El sueño ha provocado algo real.

¿Cómo puede provocarte algo real si es irreal? Es imposible, lo que ocurre es que el sueño tiene su propia entidad. Obviamente, no es la de una piedra, pero la entidad de una rosa tampoco es la de una piedra. El sueño difiere más aún y, pese a todo, te afecta, influye en tu vida, influye en tu forma de vivir, y provoca cambios reales.

Por lo tanto, debes tener en cuenta que en esta vida hay placeres momentáneos, experiencias fugaces de felicidad, explosiones repentinas de alegría, que no se pueden atrapar. No puedes guardarlas en una caja fuerte. No son permanentes. Las religiones se aprovechan de ti por tu imposibilidad de hacer que sean permanentes. Es una estrategia muy astuta. Te gustaría que lo fueran porque tu mayor deseo es ser feliz para siempre, y no conocer el sufrimiento, ni la tristeza, ni la angustia. Vivir en el paraíso…, eso es lo que deseas.

Las religiones se aprovechan de esto, diciendo: «Ese lugar existe, pero tendrás que pagar para conseguirlo». Es una lógica matemática, económica. Las religiones te enseñan que tienes que sacrificar esta vida para alcanzar el mundo permanente del paraíso que está más allá de la muerte. Y no es tan caro, solo tienes que sacrificar lo momentáneo, alguna experiencia fugaz que solo sucede de vez en cuando.

Si reúnes todos los instantes de felicidad que has tenido en el transcurso de setenta años en tu vida, es probable que no puedas asegurar que hayas tenido siete instantes de éxtasis en tu vida.

¿En setenta años de vida ni siquiera siete instantes? Entonces, ¿qué has estado haciendo aquí, torturarte y torturar a los demás? Es verdad, no puedes encontrar ni siete instantes de felicidad, porque su naturaleza es tal que, cuando ocurren, te embargan totalmente, te poseen —sí, la palabra correcta es esta—, te poseen por completo. Luego, cuando se acaban, te desposeen en el mismo grado que te habían poseído, y solo te queda el recuerdo. ¿Cuánto tiempo se puede vivir del recuerdo de algo tan engañoso?

A los pocos días empiezas a dudar si realmente ha ocurrido: «¿Me lo habré imaginado?». Si lo comparas con el resto de tu vida, ese instante es una contradicción, porque pasan los años y, de repente, tienes un instante…, pero ni siquiera está en tus manos. No puedes decidir ni dónde ni cuándo va a suceder. Muchos años de tedio y, de repente tienes un instante de felicidad del que solo te queda un recuerdo… Y ese vago recuerdo se esfuma lentamente.

Si se lo preguntas a una persona de setenta años, no podrá decirte que haya tenido ni siete instantes. A medida que te vas haciendo mayor, tienes menos posibilidades de que te ocurra, porque cada vez estás más desilusionado y decepcionado. Solo ves muerte y desolación en el futuro, y el pasado ha sido un engaño.

Las religiones han descubierto el mejor negocio que existe: venderte el paraíso a cambio de casi nada. Lo único que te piden es «renunciar a esta vida momentánea a cambio de una vida eterna de éxtasis».

Las religiones han encontrado el hueco perfecto para engañarte, y les ha ido muy bien en todo el mundo. Han descubierto el mejor negocio que existe desde hace miles de años: venderte el paraíso a cambio de casi nada. Lo único que te piden es «renunciar a esta vida momentánea a cambio de una vida eterna de éxtasis». Por eso, la renuncia se ha convertido en la creencia principal, y cuanto más renuncies, más mérito tendrás y más seguridad de estar cerca de esa vida eterna de éxtasis. Así que la gente ha intentado renunciar a todo.

Mahavira iba a ser coronado rey. Su padre era muy anciano y siempre le repetía: «Me quiero retirar. Estoy cansado y tú ya estás listo, eres joven, tienes una buena educación y estoy muy satisfecho contigo. ¿Dónde voy a encontrar a un hijo mejor que tú? Prepárate para relevarme». Pero Mahavira tenía otros planes. Los sacerdotes y los monjes que le educaron le habían lavado el cerebro diciéndole que, si renunciaba a su reino, «el reino de Dios sería suyo». Por supuesto, a cuantas más cosas renuncies, mayor será la recompensa. Esta es la razón por la que los veinticuatro grandes maestros de los jainistas eran reyes.

Yo le pregunté a los monjes jainistas si esto ocurría por algún motivo o si había algún secreto. «¿Por qué solo los reyes? ¿Acaso no ha habido nadie más en todo el país que pudiera llegar a ser un gran maestro: algún guerrero, algún brahmín, algún erudito o alguna otra persona? —Pero no supieron contestarme—. No quiero una respuesta —les dije—, porque ya la sé, solo os lo pregunto para que penséis en ello.»

La respuesta es muy sencilla y es que la recompensa es más grande si renuncian a su reino. Un pobre puede renunciar a todo lo que tiene, pero ¿qué tiene? No puede convertirse en un tirthankara, en un maestro supremo. Aunque vaya al paraíso, vivirá en un suburbio. No le dejarán entrar porque le preguntarán: «¿A qué has renunciado? ¿Tienes algo a lo que puedas renunciar?». Por eso los reyes siempre están más cerca del palacio de Dios, y a continuación están los más ricos, las personas que tienen mucho dinero, después están los de clase media, luego los de la clase humilde y, por último, los que no pueden renunciar a nada porque no tienen nada. En realidad, ellos son los que deberían estar junto a Dios, porque no tienen nada. Sin embargo, se quedarán en los límites externos del paraíso y no pueden demostrar que tienen saldo en su cuenta en el otro mundo.

Todos los avatares hinduistas fueron reyes: Rama, Krishna…, hasta el Buda era rey. Es curioso que este tipo de personas solo surjan entre los reyes, aunque luego, cuando te das cuenta de cómo funciona el sistema y de las artimañas del sacerdote, lo entiendes, porque resulta que ellos han renunciado a más cosas y naturalmente les prometen más cosas. Nadie sabe si han recibido algo al morir, pero esta idea se ha quedado muy arraigada por el simple hecho de que contiene un grano de verdad, y es que todo es momentáneo en esta vida.

No creo que esté mal que sea momentáneo. De hecho, contribuye a que todo sea mucho más emocionante y extático. Si fuera permanente estaría muerto. La rosa se abre por la mañana, es nueva, y en los pétalos todavía hay gotas frescas de rocío, está llena de fragancia. No te imaginas que por la noche esos pétalos se vayan a caer al suelo y desaparezca la rosa. Te gustaría que fuera eterna, pero tendría que ser de plástico para que tal cosa ocurriera, no podría ser una flor de verdad.

Una flor de verdad tiene que ser momentánea. Si es de verdad, solo puede ser momentánea, porque para que fuera permanente tendría que ser de plástico.

El plástico es un descubrimiento reciente. En los tiempos del Buda, Mahavira, Mahoma o Jesús, no se conocía, por eso digo que el paraíso debe ser de plástico. El paraíso, en el caso de que exista, solo puede ser de plástico, porque la característica del plástico es que no muere, es inmortal. Actualmente, los científicos están muy preocupados, sobre todo los ecologistas, porque, debido a su bajo coste, todas las cosas de plástico se desechan. El vidrio no era tan económico y por eso se guardaban las botellas y se devolvían para recuperar el dinero del depósito. El plástico es tan barato que todo lo que se fabrica en plástico es desechable, se usa una vez y después se tira sin que sepamos a dónde va. Se va acumulando en los océanos, en los lechos de los ríos y en los lagos debajo de la tierra, pero la naturaleza no puede desintegrarlo porque no está preparada para ello, no está diseñada para disolver el plástico.

Si Dios ha creado el mundo, evidentemente no es omnisciente. Al menos debería haber sabido que iba a aparecer el plástico algún día. En la naturaleza no ha previsto nada que sirva para desintegrarlo, no hay ninguna sustancia química que lo haga. Por eso se va acumulando. Dentro de poco habrá tanto plástico que acabará destruyendo la fertilidad del suelo y contaminando las aguas. Nada podrá destruirlo y el plástico lo destruirá todo.

En el paraíso hinduista, las apsaras… ¿Cómo se podría traducir la palabra apsara? Son señoritas de compañía de los grandes sabios que viven en el paraíso. Evidentemente, necesitan señoritas de compañía. Estas señoritas o apsaras son las más bellas, como no podía ser de otra manera, y siempre se mantienen jóvenes. Esto me ha llevado a pensar que deben estar hechas de plástico. Están estancadas en los dieciséis años y tienen la misma edad desde hace millones de años. Para la mentalidad hindú, una mujer llega a la madurez a los dieciséis años, por eso siempre tienen la misma edad.

Las apsaras no traspiran. En la época de Mahavira, el Buda, Jesús o Mahoma, no había desodorantes, y lo único que se les ocurrió pensar es que las señoritas que estaban al servicio de los sabios no debían sudar. Tu cuerpo tiene que ser de plástico para que no traspires, de lo contrario, es inevitable. Y esas mujeres tampoco envejecen, nunca mueren.

En el paraíso nada muere, nada envejece, nada cambia. Debe ser un sitio tremendamente aburrido. ¿Te imaginas qué aburrido sería que todos los días fueran iguales? Los periódicos no serían necesarios. Me contaron que una vez se publicó un periódico —solo salió una edición, solo duró un día— ¡y fracasó porque nunca volvió a ocurrir nada! En la primera edición ya se contó todo lo que había que contar, y por eso fue la última.

Este deseo de permanencia es patológico en cierto sentido, pero está ahí y por eso prosperan las marcas religiosas —sí, yo las llamo marcas—, los cristianos, hinduistas e islamistas, desde hace siglos. Y siguen prosperando…, porque te venden productos invisibles y su negocio no tiene fin. Te quitan cosas visibles a cambio de cosas invisibles en las que tienes que creer.

Esto me recuerda una historia. Había un rey que estaba muy nervioso después de haber conquistado todo el mundo porque no sabía qué hacer. Él creía que se quedaría tranquilo después de conquistar el mundo entero, no pensaba que le fuera a ocurrir esto, pero, en cambio, nunca había estado tan nervioso. Cuando estaba luchando e invadiendo países sin cesar —porque siempre tenía que ir a algún sitio, destruir a algún enemigo o conquistar algún país—, estaba tan ocupado que no tenía tiempo de estar nervioso. Pero ahora que había conquistado todo el mundo estaba absolutamente nervioso, y no sabía qué hacer.

Un estafador se enteró de su situación. Llegó a su palacio y pidió audiencia con el rey. «Tengo un remedio que le liberará de su nerviosismo», dijo.

Le dejaron pasar inmediatamente porque todos los médicos habían fracasado. El rey no podía dormir ni podía estar sentado, siempre estaba dando vueltas de un sitio a otro y tenía una preocupación constante. Se preguntaba: «¿Qué puedo hacer ahora. ¿No hay otro mundo? ¡Descúbrelo y lo conquistaré!».

Cuando llegó este hombre a la corte y se presentó ante el rey, dijo:

—No te preocupes. Como eres la primera persona que ha conseguido conquistar todo el mundo, eres digno de llevar la ropa de Dios en persona. Yo te la conseguiré.

Era una gran idea. El rey se sintió inmediatamente atraído por esta idea, y dijo:

—¡Ponte manos a la obra! La ropa de Dios…. ¿Alguna vez ha estado esa ropa en la Tierra?

—Nunca —respondió el estafador—, porque nunca ha habido nadie digno de ella. Tú eres el primero y por eso voy a traerla del paraíso por primera vez.

El rey dijo:

—Hay que hacer todos los preparativos. ¿Cuánto me costará?

—Aunque su precio es incalculable —respondió el hombre—, vamos a necesitar millones de rupias, pero eso no es nada.

—No te preocupes por el dinero —contestó el rey— pero no me intentes engañar.

—No te puedo engañar —dijo el hombre— porque voy a estar en tu palacio. Si quieres, dile a tu ejército que lo rodee. Yo voy a estar trabajando ahí dentro, pero mi cuarto tiene que estar cerrado hasta que yo dé la señal. Si quieres asegurarte de que no me vaya a escapar, cierra la puerta con llave. Tendrás que darle todo el dinero que te pida a la persona que yo te diga. El trabajo no me llevará más de tres semanas.

Y en esas tres semanas consiguió millones de rupias. Todos los días le mandaba a una persona por la mañana, a otra por la tarde y a otra por la noche…

—¡Tráemelo inmediatamente! ¡Es urgente!

El rey sabía que era un trabajo muy especial…, y que esa persona no podía engañarle. ¿A dónde se iba a ir? Estaba encerrado con llave y era imposible escapar de ahí. Al cabo de tres semanas, el hombre llamó a la puerta desde el interior y le abrieron. Salió con una enorme y espléndida caja. Se había llevado esa caja a la habitación con el pretexto de que la necesitaba para guardar en ella toda la ropa que le iba a traer. Para que no hubiera engaño, el rey la abrió y comprobó que no había nada dentro. Después de comprobar que estaba vacía y que no le había engañado, le dejaron meterla en la habitación.

Cuando salió de la habitación, el hombre dijo:

—Ahora vamos a abrir la caja delante de toda la corte y de todos los sabios, eruditos, generales, la reina, el rey, el príncipe y la princesa. Todo el mundo debe estar presente en esta ocasión tan solemne. —Debía de ser un hombre muy valiente…, los estafadores siempre lo son.

Después de reunir a toda la corte, llamó al rey:

—Acércate, ven aquí. Yo abriré la caja. Dame tu turbante. Voy a meterlo dentro de la caja porque esas son las instrucciones que he recibido: primero debo meter tu turbante y luego sacaré de la caja el turbante que Dios me ha entregado y te lo entregaré para que te lo pongas. Una cosa más —explicó ante la corte, y añadió—: esta ropa es divina y solo la pueden ver quienes realmente sean hijos de sus padres. Los hijos bastardos no la verán, y yo no puedo hacer nada, porque esa es la condición.

—No te preocupes —declararon los que estaban allí—, todos somos hijos de nuestros padres.

Metió en la caja el turbante del rey y luego sacó una mano vacía y le dijo al rey:

—¡Mira qué maravilla de turbante! —No tenía nada en la mano, pero toda la corte se puso a aplaudir y cada persona aplaudía más fuerte que la de al lado, gritando que nunca habían visto algo tan bonito.

El rey pensó: «Si le digo que no tiene nada en la mano, yo seré el único hijo bastardo y todos estos bastardos serán los verdaderos hijos de sus padres. Es mejor que me quede callado».

En realidad, a los demás les pasaba exactamente lo mismo. Todos se habían dado cuenta de que no tenía nada en la mano, pero si los demás decían que lo veían, ¿para qué llevarles la contraria? Empezaron a pensar: «A lo mejor soy un hijo bastardo, así que es mejor que me calle. No me voy a arriesgar a que toda esta gente me acuse». Y todos ensalzaban la belleza del turbante con mayor entusiasmo.

El rey se puso el turbante inexistente en la cabeza. No era solamente el turbante, ya que, poco a poco, empezó a desaparecer el resto de su ropa. Finalmente, solo le quedaba la ropa interior. El rey pensó por un momento: «¿Y ahora qué voy a hacer?». Pero ya era tarde para dar marcha atrás. «He visto el turbante, el abrigo y la camisa, entonces ¿por qué no voy a ver la ropa interior? Es mejor que la vea. Ahora no puedo dar marcha atrás. Este tipo…»

El hombre sujetaba la ropa invisible con la mano y se la estaba enseñando a todo el mundo:

—¡Fijaos cuántos diamantes tiene!

Toda la corte le aplaudía, diciendo:

—Es la primera vez que ocurre algo parecido en toda la historia de la humanidad.

Y la ropa interior del rey también fue a parar dentro la caja. ¡Ese estafador era muy audaz! Después añadió:

—Cuando iba a volver, Dios me advirtió: «Es la primera vez que mi ropa viaja a la Tierra, así que, para que la gente pueda admirarla, el rey deberá desfilar por toda la ciudad vestido con ella. De lo contrario, esa pobre gente no tendrá ocasión de verla». La carroza está lista, suba, por favor.

Con cada paso que daba, más difícil era dar marcha atrás. El rey empezó a pensar: «Tendría que haberlo dejado todo en el momento del turbante, habría sido mejor, pero ahora ya es demasiado tarde. ¿Y si digo que estoy desnudo? Pero toda la corte está aplaudiendo…».

—Sí, señor —decían—, eso es lo correcto. Si lo dice Dios, hay que hacerlo. Y es la mejor forma de darle la bienvenida a la ropa.

La calle estaba atestada de gente porque se había extendido el rumor de que había llegado la ropa de Dios. El rey accedió y se puso de pie desnudo en la carroza mientras el estafador, que estaba delante de él, iba anunciando:

—Solo los que son hijos de su propio padre podrán ver esta ropa.

Y todos la veían, excepto un niño que había ido con su padre y estaba sentado en sus hombros. El niño dijo:

Da —que significa papi—, me parece que el rey está desnudo.

El padre le contestó:

—¡Cállate, idiota! Cuando seas mayor, podrás ver la ropa. Tienes que tener una cierta edad para verla, los niños como tú no la ven. Si quieres seguir aquí, quédate callado. No sé por qué se me ha ocurrido traerte.

Pero el niño no se podía callar y repetía:

—Pero yo lo veo bien, y está desnudo. —El padre tuvo que alejarse de la multitud rápidamente para que no le oyeran y pensaran que ese niño no era su hijo, sino el de otra persona.

Aprovecharse de la gente ofreciéndoles productos invisibles y obligándoles a hacer algo que no quieren es muy fácil…, y en eso consiste la renuncia. Es la estafa que llevan a cabo los sacerdotes en nombre de Dios.

Aprovecharse de la gente ofreciéndoles productos invisibles y obligándoles a hacer algo que no quieren es muy fácil…, y en eso consiste la renuncia. Es la estafa que llevan a cabo los sacerdotes en nombre de Dios, de la verdad, de la moksha y del nirvana. Pueden llamarlo como quieran, pero los sacerdotes siguen siendo los mayores estafadores de la historia. Los demás, a su lado, solo son pequeños delincuentes. ¿Qué pueden quitarte? Sin embargo, los verdaderos estafadores son los sacerdotes, los profetas, los mesías, los avatares, los tirthankaras. Te venden algo que nadie ha visto ni verá jamás. No hay ni un solo testigo. Nunca ha regresado nadie de la muerte diciendo: «Sí, allí hay una belleza eterna, una felicidad eterna, un silencio eterno, una paz eterna». Su negocio funciona porque nadie les puede contradecir. Si lo haces, es porque estás equivocado, ya que todo el mundo les cree.

Para aprovecharse de la gente, han introducido una verdad en su estrategia: que en la vida todo es momentáneo. Eso no está mal, tiene que ser así. Si fuera al contrario, la vida sería insoportable. Las cosas cambian y es mejor que sea así, o estarían muertas. Lo que las mantiene vivas es el cambio.

Tú cambias constantemente. ¿Recuerdas cuándo dejaste la infancia y pasaste a la juventud, o cuándo dejaste de ser un joven y pasaste a ser un anciano? No puedes trazar una línea entre cuando fuiste niño, adolescente, joven, adulto y luego anciano. ¿Puedes trazar una línea? No, siempre estás cambiando, es un proceso constante. Has ido cambiando desde que fuiste concebido. Los nueve meses que estuviste en el vientre de tu madre cambiaste muchísimo, y no volverás a cambiar tanto en noventa años de vida. Si te mostraran algunas fotos de los nueve meses que has estado en el vientre de tu madre, no te reconocerías. ¿O crees que te reconocerías? Has cambiado absolutamente y estás cambiando en todo momento, y tú no eres el único que cambia, también cambia todo lo que te rodea. Las estrellas se mueven y cambian. Todos los días muere alguna estrella y desaparece —es posible que llevara aquí millones de años—, y nace otra estrella. Eso sucede todos los días.

La vida es un flujo, un movimiento, una continuidad, y eso no está mal. Disfruta del momento que llega y se va. Sácale todo el partido porque es efímero, no pierdas el tiempo pensando. No empieces a pensar que se te va. No te preocupes de lo que ocurra mañana, no te preocupes de que vayas a tener lo que tienes ahora, y tampoco pienses en el ayer. Sácale todo el partido mientras dure, aprovéchalo bien. Entonces, ¿a quién le importa que se quede o que se vaya? Si se queda, lo aprovechamos, y si se va, lo aprovecharemos en otro momento.

¿Por qué quieres que este instante sea permanente? ¿Cómo sabes que no va a haber otro momento mejor? En el momento anterior ni siquiera habías pensado en este, y nadie sabe si habrá algo mejor cuando este se vaya. De hecho, ya está llegando, porque si has estado totalmente inmerso en este instante, habrás aprendido algo tremendamente importante que podrás usar en el siguiente instante.

Tu madurez aumenta en cada momento. Cada vez estás más centrado, más presente, más atento, más alerta, y eres más capaz de vivir. ¿A quién le preocupa la muerte? Ya disfrutaremos de ella al morir. La muerte también es un momento de la vida. La muerte no es el final de la vida, solo es un momento de transformación, porque nada muere. No puedes destruir nada, solo cambia su forma, su apariencia.

La ciencia es capaz destruir Hiroshima, Nagasaki o el mundo entero actualmente…, pero en realidad no es así. No se puede destruir ni una piedra. No se destruye por completo, no se puede aniquilar, siempre estará ahí. Aunque la rompas en mil pedazos, los pedazos seguirán estando ahí. Aunque la calientes como si estuviera encima del sol, se fundirá, pero seguirá estando ahí. Puedes cambiar su forma, pero no conseguirás que desaparezca de la existencia.

Nada muere y nada nace.

Nacer solo significa que antes tenías una forma distinta y por eso no reconoces la de ahora. Ni siquiera reconoces tu propia foto en el vientre de tu madre. Si te enseñara una foto de tu vida pasada, ¿la reconocerías? Y sin necesidad de irse al vientre de tu madre, basta con que te enseñe una foto de cuando tenías tres meses, o seis, o nueve. Toda cambia constantemente.

La muerte es una gran transformación.

Me has preguntado qué papel tiene la renuncia en mi religión. Antes de contestarte, quiero que tengas en cuenta una cosa: la idea de renunciar está tan arraigada al conjunto de la humanidad que hasta quienes niegan la existencia de la vida después de la muerte siguen usando el mismo razonamiento. Se ha vuelto universal.

En la India, por ejemplo, había una escuela de ateos denominados charvakas. Merece la pena entender el término charvaka. Sus enemigos —y cualquier religión es enemiga de los charvakas— quemaron todos sus libros y no nos ha llegado ni un solo libro suyo. Solo tenemos noticias de ellos a través de las críticas que hemos encontrado en las escrituras hinduistas, jainistas y budistas. De modo que nos podemos imaginar lo que decían, aunque no lo sepamos a ciencia cierta. Y estamos diciendo que los que destruyeron las escrituras de los charvakas eran religiosos. Es posible que asesinaran a muchos de ellos, porque hoy no queda ningún charvaka en la India. Las escrituras desprenden tanta hostilidad hacia los charvakas que esto nos lleva a pensar que su movimiento debía tener mucha fuerza. De lo contrario, ¿qué sentido tenía criticarlos si no había nadie que siguiera su filosofía?

Las tres religiones nunca han dejado de criticar y hablar mal de los charvakas. Debía de ser una filosofía muy popular. De hecho, sigue siendo muy popular en todo mundo, aunque la gente no lo quiera reconocer porque son muy hipócritas. Si te fijas en lo que defiende esta filosofía, te darás cuenta de que el 99,9% de cada cien personas son charvakas. Da lo mismo que sean cristianos, hinduistas o musulmanes, eso solo es una fachada.

Las escrituras de sus enemigos describen el significado de la palabra charvaka: comer, beber y disfrutar. Charvaka es una persona que cree en comer, comer y comer a través de los sentidos. No estoy diciendo que esto lo haya declarado un charvaka, aunque es posible. Las escrituras de sus enemigos aseguran que los charvakas decían: «No te preocupes, bebe, come y sé feliz, aunque tengas que pedir dinero prestado. Si tienes que pedirlo, hazlo, porque cuando te mueras, tú no estarás ahí para devolverlo y tampoco vendrá nadie a preguntarte: “¿Dónde está mi dinero?”. Todo se acaba con la muerte, así que no te preocupes por que los sacerdotes digan que vas a sufrir por tu karma. Disfruta de todas las formas que puedas. No dejes de hacerlo. Este es el único mundo que existe».

Este es el significado que dieron sus enemigos al charvakismo, pero hay un documento de un enemigo de los charvakas —que debió de ser una persona muy liberal— que dice que, aunque ellos, los enemigos de los charvakas, han dado este significado a esta filosofía, para los charvakas esta es una filosofía dulce —este significado se deduce del nombre en sí—, y un charvaka es alguien que dice palabras melosas. Y sin duda es así, pero siguen atrapados en la misma forma de razonar.

Las personas religiosas dicen: «Renuncia a este mundo para disfrutar del otro mundo». Y los charvakas dicen: «Si quieres disfrutar de este mundo, renuncia al otro». Están usando el mismo razonamiento. Aunque lo vean desde ángulos distintos, unos y otros dicen que hay que renunciar a algo. Los charvakas dicen que hay que renunciar al otro mundo: renuncia a Dios, al nirvana y al paraíso, porque no existen. Lo único que hay es esto, así que disfrútalo.

La filosofía de Epicuro en Grecia decía lo mismo, y también se quedó atrapada en este razonamiento. Y lo mismo le sucedió a Karl Marx, porque no hay otro mundo. El primer impulso para poder disfrutar de este mundo es negar que haya otro. Primero hay que destruir el otro mundo, Dios no existe, ni el paraíso, ni el cielo, ni nada. No hay un alma que sobreviva; al morir el cuerpo, todo muere. Solo eres tu cuerpo, tu química, tu biología, tu fisiología, todo junto, tú eres el resultado de todas esas cosas. Es como un reloj que continúa moviéndose, pero eso no significa que detrás haya un alma moviendo las agujas. Si desmontas todas las piezas, no la encontrarás, solo verás que las piezas están agrupadas de una forma determinada. Si lo vuelves a montar, se moverá. Como decía Karl Marx: «La conciencia no existe independientemente, solo es un derivado». Por eso desaparece la conciencia al morir el cuerpo.

¿Por qué hay tanto interés en negar la existencia del otro mundo? Solo lo hacen por una razón: porque, si no niegas el otro mundo, no podrás disfrutar de este.

Sin embargo, yo tengo un punto de vista completamente distinto al de todos ellos, ya sean religiosos, antirreligiosos, teístas o ateos. Yo no pertenezco a ninguno de esos grupos. Para mí sigue existiendo la vida, pero no hace falta llamarlo «el otro mundo». Es el mismo mundo, es una continuidad. El Ganges, cuando nace en el Himalaya solo es un riachuelo. Luego va bajando y se le unen otras cascadas y riachuelos, y se va haciendo cada vez más grande. Al salir del Himalaya se ha convertido en un gran río. Es difícil pensar que es el mismo río. Se puede ir hasta el punto de su nacimiento. Los hinduistas, que adoran a la vaca como si fuera una madre, han esculpido una cabeza de vaca en el nacimiento mismo del Ganges. El Ganges, siendo todavía diminuto, muy pequeño, discurre por esa cara.

Al llegar a Benarés, el Ganges tiene un tamaño impresionante. Y cuando esta cerca de Calcuta, a punto de desembocar en el océano, el Ganges mismo es casi como un océano. Cuando llega ahí, es tan ancho que es difícil distinguir dónde está el océano y dónde está el río. Desemboca en el océano, pero sigue estando ahí. ¿A dónde puede ir? Es verdad, ha dejado de ser un río —es posible que parte del agua se evapore y se convierta en nubes, y otra parte se convierta en hielo y se desplace hacia el Ártico—, pero sigue estando ahí, no desaparece.

Yo no estoy diciendo que tengas que renunciar a algo, no estoy diciendo que tengas que renunciar a este mundo para tener ese mundo, o que tengas que renunciar a ese mundo para tener este. No tienes que renunciar a nada.

¡Solo tienes que vivir! Dondequiera que estés y seas lo que seas, tienes que vivir intensamente, con totalidad.

Si puedes disfrutar con totalidad este momento, este espacio, esta oportunidad que tienes a tu disposición, no hay duda de que entrarás en un plano de conciencia más elevado. Tendrás más entendimiento, más comprensión, serás más consciente. La vida seguirá. Solo depende de tu conciencia y de este momento presente que adquiera una forma más o menos elevada, que vaya hacia el sufrimiento o que vaya hacia el éxtasis. Por eso no te pido que renuncies a este mundo.

En cierto modo, yo soy una persona fuera de lo común porque estoy en contra de las religiones. En la India hay personas religiosas que han publicado libros y artículos en mi contra, y también personas comunistas.

En cierta ocasión, yo iba en un tren, y el presidente del Partido Comunista de la India, S.A. Dange, viajaba conmigo en el mismo compartimento. Su yerno acababa de publicar un libro en el que me atacaba, y me preguntó:

—¿Has visto el libro que a publicado mi yerno en tu contra?

—Estoy tan atareado viviendo —le respondí— que no me interesa si escriben en mi contra. Hay que ser bastante tonto para perder el tiempo en escribir un libro contra mí. ¡Es mejor que se dedique a vivir! Si le apetece escribir, que escriba algo sobre su propia vida. ¿Para qué quiero leer esa bazofia? Aunque sea tu yerno, no me interesa, léelo tú.

Estaba punto de darme el libro, pero le dije:

—Tíralo por la ventana, porque se han escrito tantos libros contra mí que no puedo perder el tiempo. —Y añadí—: Quizá no lo sepas, pero lo más curioso es que las personas religiosas escriben contra mí, y los que no lo son, los comunistas, también. Esto es algo que nunca había ocurrido antes.

Hay una explicación, y es que yo quiero darte un punto de vista completamente nuevo, que está en contra del razonamiento anterior. Las dos opciones juegan a lo mismo, y yo quiero destruir ese juego, quiero destruir ese razonamiento lógico.

Ambos creen que hay que renunciar a uno de los dos mundos, no importa cuál. Están de acuerdo en que hay que renunciar a uno de ellos. Las religiones dicen que tienes que cambiar esto por aquello, y los comunistas dicen que tienes que cambiar aquello por esto, es en lo único que no concuerdan. Pero el razonamiento es básicamente el mismo, y solo puedes tener uno de los mundos. ¿Y por que no podemos tener los dos?, me pregunto. Por mi parte, no creo que haya ningún problema, yo tengo los dos mundos. Mi experiencia me dice que cuanto más tengas de esto, más tendrás de aquello, porque tendrás más experiencia.

Si existe el paraíso, puedes estar seguro de que vuestros monjes no van a disfrutar de él. ¿Cómo van a disfrutar? Se han pasado la vida denunciando y juzgando a las mujeres, y allí se van a encontrar con bellas señoritas de compañía. Se pondrán tan nerviosos que a muchos de ellos les dará un infarto. Aquí tienen que renunciar a todo y no pueden comer alimentos sabrosos, porque el sabor es tener apego a la comida, pero allí les darán los platos más suculentos y tendrán que vomitar. La experiencia de toda su vida está en contra de esto.

Los únicos que van a poder disfrutar plenamente del paraíso son mis seguidores. Los creyentes no pueden hacerlo porque se han destruido y se han mutilado y han destruido su capacidad de disfrutar, y los comunistas tampoco, porque no quieren abrir los ojos. Niegan la existencia después de la muerte. Continúan con los ojos tapados para seguir convencidos de que no hay nada, o de lo contrario se demostrará que toda su filosofía de vida ha sido un error. Es mejor tener los ojos tapados. Eso es lo que hace todo el mundo cuando algo, sea lo que sea, va en su contra: lo intentan evitar porque les molesta. Los comunistas se quedarán ciegos en el paraíso porque no podrán admitir la idea de que Karl Marx estaba equivocado y que El capital fue un error. Y los que estarán más incómodos en el paraíso son las personas religiosas, porque encontrarán problemas en todas partes. Seguramente en el paraíso habrá divisiones. Al parecer, el paraíso de los musulmanes es distinto del de los hindúes, los cristianos o los jainistas. Quizá esté distribuido por zonas, según los diferentes tipos de personas.

Mis seguidores podrán estar en todas las zonas. Encajarán en cualquier sitio, porque sus costumbres de vida no son fijas, no tienen un estilo de vida fijo. Yo les enseño a ser flexibles, libres, abiertos, dispuestos a tener nuevas experiencias, a explorar cosas nuevas. Por lo tanto, no se quedarán siempre en el mismo lugar. Se moverán por todas las zonas y disfrutarán de todas las cosas que les ofrezca el paraíso, y nadie se lo puede impedir.

Convierte esta vida en una experiencia, en una escuela, en un aprendizaje, en una disciplina, porque tras la muerte se abrirá algo que nos es desconocido y tenemos que estar preparados de todas las formas posibles. No te pierdas la ocasión de vivir.

Si puedes tener los dos mundos, ¿por qué limitarte? Convierte esta vida en una experiencia, en una escuela, en un aprendizaje, en una disciplina, porque tras la muerte se abrirá algo que nos es desconocido y tenemos que estar preparados de todas las formas posibles. No te pierdas la ocasión de vivir. ¿Quién sabe cómo será la vida después de la muerte?

No quiero darte ideas fijas porque, si lo hago, seré tu enemigo y te estaré convirtiendo en una persona fija, inflexible, rígida, muerta. Sé flexible para poder moverte en cualquier dimensión que se presente.

En mi religión no tiene cabida la renuncia.

En sánscrito la palabra que significa renuncia es sannyas, y la renuncia era tan importante que usaron la palabra sannyas para referirse a ella. Pero yo le he dado un nuevo significado. Las personas que denominaron sannyas a la renuncia entendían por ello «la forma correcta de renunciar a la vida». Para mí sannyas significa «la forma correcta de vivir la vida».

La palabra sannyas puede ser las dos cosas. Si puede ser la forma correcta de vivir, ¿por que hay que mutilar a la gente, coartarle la vida, destruir su naturalidad y su espontaneidad? ¿Por qué no ayudarles a que vivan todos los aspectos posibles de su vida, abrirles a todas las dimensiones posibles? Mi sannyasin es multidimensional. Tienes a tu disposición toda la vida. Ámala y vívela al máximo. Esa es la única manera de prepararte para la muerte.

Luego también podrás vivir la muerte al máximo, y esa es una de las experiencias más bellas. En la vida no hay nada que se pueda comparar con la experiencia de la muerte, excepto la meditación profunda.

Quienes conocen la meditación saben algo acerca de la muerte, ya que es la única forma en la que puedes saber algo de ella antes de morir.

Si te digo que en la vida no hay una experiencia más importante que la muerte, no es porque me haya muerto y haya vuelto a contártelo, es porque sé que meditando entras en el mismo espacio de la muerte, porque al meditar dejas de ser tu cuerpo, dejas de ser tu biología, dejas de ser tu química y tu psicología. Todas esas cosas se quedan muy atrás. Llegas a tu centro más profundo donde solo hay conciencia pura. Esta conciencia pura seguirá estando contigo cuando mueras, y es algo que no te pueden quitar. Todas las cosas que se pueden quitar, las quitamos con nuestras propias manos cuando meditamos. De modo que la meditación puede ser una experiencia de muerte en vida. Y esta experiencia es tan hermosa, tan indescriptiblemente bella, que solo se puede decir una cosa acerca de la muerte, y es que morir debe ser parecido a meditar, pero multiplicado por un millón de veces. La experiencia de la meditación multiplicada por millones es la experiencia de la muerte.

Cuando mueres, solo dejas atrás tu forma. Tú estás completamente intacto y, por primera vez, puedes salir de la prisión de tu cuerpo, de tu biología y tu psicología. Se derrumban todas las murallas y eres libre. Puedes abrir las alas a la existencia por primera vez.

Políticos y sacerdotes

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