Читать книгу Aceptadas - Patricia Adrianzén de Vergara - Страница 6

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INTRODUCCIÓN

Visité la cárcel de mujeres de mi ciudad en varias ocasiones previas a dos experiencias que marcaron mi vida. Recuerdo que tenía veintitrés años y se nos abrieron las puertas para ingresar al sector de la cuna una vez al mes y colaborar haciendo un show infantil, celebrando los cumpleaños de los hijos de las reclusas. En ese entonces aún no era madre, pero se me partía el corazón solo de imaginar que esos pequeños serían separados de sus mamás ni bien cumplieran la edad escolar. Si la condena o lo que era peor, el tiempo de espera de la condena, superaba cuatro o cinco años, los niños serían entregados a algún familiar. Aunque el ambiente tampoco era adecuado para el desarrollo de un niño ¡estamos hablando de una cárcel! Los bebés necesitaban el pecho, el calor, la ternura de sus madres. Y la alegría que les llevábamos una vez al mes.

Hasta que supe que ella estaba allí. Aún no la conocía personalmente, pero era mi anhelo. Solo sabía su nombre y su procedencia. Una joven como yo, con los mismos sueños y las mismas ansias de libertad recluida en una cárcel por sus vínculos familiares con narcotraficantes. Habían encontrado droga en la casa donde vivía y aunque era inocente esperaba encarcelada la justicia en el país de las injusticias. Mis visitas se tornaron entonces más frecuentes y nuestro cariño creció junto a todos aquellos sentimientos que crecen y despiden un precioso aroma como la ternura, el aprecio, la admiración. Pero cada visita significaba dejar un poco de mí misma en ella. Cuando el pito que anunciaba el final de la visita sonaba y el personal del reclusorio nos instaba a salir sabía que había llegado el momento. ¡La reja, la reja se cerraría detrás de ella! Esa reja cruel sonaría fuerte al cerrarse, nos separaría y solo permitiría que mis manos toquen las suyas. Y me encontraría una vez más con su mirada, esa mirada diáfana y de angustia al mismo tiempo, esa mirada que me gritaba “no me dejes aquí”. Bebía entonces una gran parte de la dosis de su dolor, soltaba su mano sintiendo que la abandonaba en una isla desierta y caminaba hacia la segunda reja que me llevaba hacia la libertad y la dejaba a ella aprisionada.

Te preguntarás ¿por qué inicio el libro con el relato de esta experiencia? ¿Acaso es un libro solo para reclusas? Amada, cuando hablamos de cautividad y libertad, no solo lo hacemos en el plano físico sino también en el plano espiritual y emocional.

Mujer del siglo XXI, ¿es posible que caigas presa en alguna cárcel o circunstancia que te impida desarrollarte y boicotee tu felicidad? ¡Es posible! Y Dios lo sabe, por eso cuando envió a su Hijo Jesucristo con una misión a este mundo, planificó darnos a través de Él una libertad verdadera e integral. Cristo murió tanto para sanar nuestro espíritu, al igual que para sanar nuestra estructura psíquica, tuvo como fin la restauración total, integral y plena de nuestras vidas: así lo había profetizado Isaías. Y Jesús mismo tomó las palabras del profeta como su carta de presentación a sus conciudadanos cuando entró un día de reposo a la sinagoga de Nazaret y se le dio a leer el rollo. [1] Lee con tus ojos las palabras de esta profecía:

“El Espíritu de Jehová el Señor está sobre mí, porque me ungió Jehová; me ha enviado a predicar buenas nuevas a los abatidos, a vendar a los quebrantados de corazón, a publicar libertad a los cautivos, y a los presos apertura de la cárcel; a proclamar el año de la buena voluntad de Jehová , y el día de venganza del Dios nuestro; a consolar a todos los enlutados; a ordenar que a los afligidos de Sion se les dé gloria en lugar de ceniza, óleo de gozo en lugar de luto, manto de alegría en lugar del espíritu angustiado; y serán llamados árboles de justicia, plantío de Jehová, para gloria suya. Reedificarán las ruinas antiguas, y levantarán los asolamientos primeros, y restaurarán las ciudades arruinadas, los escombros de muchas generaciones”. [2] (Isaías 61:1-4)

En este pasaje Dios da un mensaje de liberación a los israelitas que habían estado cautivos en Babilonia, pero estas palabras liberadoras se aplican también a nosotras, desde el momento en que Jesús las asumió como parte de su misión en esta tierra lo cual quiere decir que su ministerio abarca la sanidad del alma. Él es el único que puede darnos libertad y sanidad en sus brazos eternos.

Nos referimos entonces a una cautividad interna, que tal vez nadie ve, pero Dios y tú conocen. Y que hay alguien interesado en que experimentemos la verdadera libertad. Una libertad emocional enfatizada en estas palabras: “Me ha enviado a sanar a los quebrantados de corazón”. Jesús vino a vendar a los quebrantados de corazón, Cristo vino a predicar buenas nuevas a los abatidos. Cuando dice “a vendar a los quebrantados de corazón” el texto hebreo utiliza la palabra “shavar” para “quebrantados” que significa “reventar, romper en pedazos, destruir, aplastar; rasgar, desgarrar en pequeños trozos”, como hace un animal salvaje. ¿Alguna vez alguien desgarró tu corazón de esta manera y tal vez te dejó presa del temor, el resentimiento o la amargura? Jesús puede sanar esas heridas, él no nos regaña cuando estamos heridas, él nos abre los brazos. ¡Y nos venda! Y esa, es otra hermosa palabra: “chavash” y significa “atar a, envolver, encerrar”. Permite que él vende tu corazón con su ternura.

Jesús vino a darnos libertad, porque él conoce nuestra cautividad…”a publicar libertad a los cautivos, y a los presos apertura de la cárcel; a consolar a todos los enlutados; a ordenar que a los afligidos se les dé gloria en lugar de ceniza, óleo de gozo en lugar de luto, manto de alegría en lugar del espíritu angustiado…”.

¿Estás angustiada? ¿Te cerca una reja invisible? La libertad que Jesús nos ofrece puede con cualquier tipo de cautividad aun las generadas por nuestras heridas del pasado. Porque “El sana a los quebrantados de corazón y venda sus heridas”. [3]

Este libro contiene las historias de cuatro mujeres que en algún momento tuvieron afectada su libertad interior. Agar fue una esclava, literalmente presa de la voluntad de sus amos. Rahab fue una prostituta, presa en un estilo de vida que la denigraba como persona y como mujer. Betsabé fue apresada por su belleza. El rey literalmente la mandó traer a su recámara por su guardia personal. Y Tamar se vio presa de un futuro aciago y sin esperanzas por el desprecio y la mala conducta de sus dos esposos y luego la decisión injusta de su suegro.

No sé en cual lado de la reja te encuentras ahora. Si estás en el de la libertad espero que sepas valorar todo lo que significa ser libre. Y te lo digo por experiencia, no siempre lo valoramos. Si estás del otro lado. Déjame decirte que hay esperanza.

Jamás olvidaré el día que ella salió de la cárcel. Esperábamos afuera. Para ese entonces llevaba un hijo en mi vientre y sentía que mis emociones iban a sucumbir cada vez que se abría esa puerta y se cerraba y ella no aparecía. Hasta que salió, por fin “libre” a encontrarse con los brazos de quienes la amábamos, y nosotros sintiendo intensamente por primera vez el significado de la libertad.

* * *

Notas

[1] Santa Biblia. Lucas 4:18-19

[2] Santa Biblia. Isaías 61:1-4 [3] Santa Biblia. Salmo 147:3

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