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INTRODUCCIÓN

Se inicia esta colección de Máximas con una dedicatoria al Emperador Trajano, hecho que encuentra paralelo en otros muchos autores a lo largo de la historia, baste citar a título de ejemplo El Príncipe de Maquiavelo. En esta dedicatoria, fuera o no prevista por el propio Plutarco, se ruega al Emperador que acepte «como dones de amistad y primicias... de filosofía... la utilidad de estas notas», tras dejar constancia de la buena voluntad y la magnanimidad mostradas por Artajerjes, rey de los persas, y por el espartano Licurgo al valorar las ofrendas y regalos recibidos por parte de gente sencilla.

La disposición de las Máximas de reyes y generales es como sigue: ocupan el primer lugar las de dirigentes persas, escitas, siracusanos, macedonios y sirios, vienen a continuación las de griegos, atenienses primero y espartanos después.

El personaje que destaca en esta colección por el mayor número de anécdotas que de él se citan, treinta y cuatro, es Alejandro Magno. Conocemos la antipatía de Plutarco por los potentados helenísticos, así como su devoción por la libertad de Grecia a la que los macedonios pusieron fin. Sin embargo, era grande la admiración que sentía por el hijo de Filipo, él que era un griego, siempre consciente de serlo y orgulloso de ello, aun cuando sabía que la Grecia de sus días no tenía poder político ni militar.

Un importante estudio sobre el concepto que un griego cultivado, de la época imperial, tiene de la actividad política, y sobre la valoración que de ella hace, lo constituye la obra de G. J. D. Aalders, Plutarch’s political Thought, Amsterdam, 1982, cuya lectura aporta interesantes matizaciones a cuestiones que podrían, en apariencia, resultar contradictorias.

No es nuestra intención insistir sobre un tema tan debatido como es el de la autoría de esta obra; recordamos, eso sí, lo que el propio Plutarco refiere en Moralia 464F y 457D: que tenía por costumbre hacer colecciones de notas, y, como señala F. C. Babbitt en su edición (Londres, 1931, pág. 4), nada más natural que el autor de las Vidas hubiera recogido previamente su material con el fin de poder manejarlo más fácilmente, dada la dificultad en tiempos antiguos de consultar libros escritos y guardados en forma de rollo. Por otra parte, si Estobeo, que toma libremente numerosas citas de esta obra, prefiere, en unos casos, versiones aparecidas en las Vidas y, en otros, la versión de los Moralia, es obvio que el libro existía como un volumen independiente en tiempo de Estobeo o, probablemente, antes.

Cierto es que en otros escritos de Plutarco, cuya autoría no se discute, se repiten historias de esta colección con pequeñas variaciones, características, por lo demás, de este autor y que se explican, o por una mejor adaptación a su contexto, o simplemente porque de lo que se trata es de evitar parecidos exactos.

En el «Catálogo de Lamprias» las Máximas de reyes y generales figuran con el núm. 108.

Obras morales y de costumbres (Moralia) III

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