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Prólogo

Desde la primera frase de su libro, Víctor Guerrero Apráez caracteriza lúcidamente la obra de Walter Benjamin y, a la vez, los efectos próximos de su pensamiento y escritura: lo llama una estrella errante, que “descoyunta sin cesar sus reparticiones disciplinares y sus cómodas certezas”. Más adelante, afirma que “Benjamin siempre fue un vertiginoso meteorito que podía girar cierto tiempo a su alrededor, pero que cobraba su propia fuerza centrífuga a fin de recorrer todos los sistemas sin quedar fijado en ninguno de ellos como tal”. Las metáforas que utiliza no son solo figuras del lenguaje, sino calidades exactas del pensamiento benjaminiano.

He leído los textos de su libro Walter Benjamin: fragmento, umbralidad, fantasma, en el que convoca a la reflexión benjaminiana, reconociendo el potencial de un pensamiento que desborda su época y mostrando la pertinencia para abordar el análisis de problemas contemporáneos cruciales.

No dudo en considerar este libro sobre el pensamiento de Walter Benjamin de Víctor Guerrero Apráez como uno de los más importantes que se han escrito en el país sobre el pensador alemán y, posiblemente, el más destacado por el conocimiento que tiene de un autor poliédrico y casi inabarcable, por su ubicación en el panorama intelectual de los distintos y complejos momentos en que vivió, por los rigurosos contrastes que logra hacer con otros pensadores destacados como Carl Schmitt —sobre el que tiene un libro memorable—, Gilles Deleuze o Henry James, y por el trabajo meticuloso y sugerente que hace de algunos de los problemas que Benjamin plantea una y otra vez en sus obras, a través de una multiplicidad de géneros y formas expresivas.

Siempre me ha impresionado la capacidad que tiene Víctor Guerrero para captar la sensibilidad de la época o lo que Hölderlin denominaba el espíritu del tiempo. El pensamiento de los autores que estudia surge en medio de dibujos muy completos del paisaje político, intelectual y estético en los que su obra cobra aún mayor sentido. En este libro lo hace muy temprano, tal como lo llevó a cabo muy cuidadosamente en Batallas teopolíticas, libro que tuve el agrado de presentar en su lanzamiento en Bogotá (2018).

En Walter Benjamin: fragmento, umbralidad, fantasma reconstruye desde el inicio la biografía personal de Benjamin, tremendamente iridiscente, pero a la vez cercada por los exilios, las marginalidades y las incomprensiones. Es una biografía que sigue tanto su historia individual como la de sus ideas y sus relaciones intelectuales y de la sensibilidad. En Batallas teopolíticas. Carl Schmitt y sus adversarios, Víctor Guerrero Apráez hizo una extraordinaria reconstrucción del significado cultural de la República de Weimar y ahora, al elaborar su análisis de los textos de Deleuze y Schmitt, describe la resistencia de los intelectuales en las publicaciones de la editorial Minuit y su significado, después de los desastres del nazismo. En el segundo capítulo ubicará la aparición del Romanticismo alemán (1795) que, según Hans Blumenberg, “emerge como el lugar donde la gran metáfora del libro de la naturaleza obtiene una de sus expresiones más acabadas en el nuevo libro de la Historia”.

Pero será en el capítulo 4, titulado “Un asteroide errabundo en el cosmos intelectual del siglo XX”, cuando lleve a cabo un minucioso panorama del entorno intelectual en el que vivió Benjamin, resaltando los diferentes círculos de la creación y el pensamiento que delinean su tiempo y su itinerario formativo. Con precisión y elegancia conceptual presenta a quienes en su opinión influyeron en la formación filosófica del alemán, construyendo un detallado registro analítico de los autores que lo rodearon, uno tras otro, con sus cercanías y sobre todo con sus distancias críticas. Una historia de las ideas emerge en esta composición de las circunstancias vitales y espirituales de sus contemporáneos que permite reconocer aún más el perfil intelectual de Benjamin.

Al paisaje de una época lo acompaña la ubicación más particular, como la que hace en el capítulo 5, en el que se refiere al tiempo personal y el lugar de la lectura benjaminiana de la novela Otra vuelta de tuerca, de Henry James, un año antes de su muerte. Del tiempo porque Benjamin para entonces estaba “sumergido en el vórtice de un trabajo intelectual difícilmente comparable por su intensidad y las dificultades más básicas para su propia supervivencia material”, y del lugar porque en el monasterio de Pontigny pudo “escapar a los acosos cotidianos de las necesidades de supervivencia material, a la estrechez de su habitación subarrendada y al ruido aturdidor del ascensor”. Lo atestigua la fotografía de su amiga Gisela Freund. La idea de lo fantasmal recorre desde hace tiempo su pensamiento.

Otra habilidad de Guerrero Apráez, que solamente es posible por el conocimiento de los autores y su propia capacidad exegética, es contrastar, comparar y distanciar corpus de pensamiento diferentes, como lo hace entre los de Benjamin y Deleuze, o los de Benjamin y Schmitt, captando no solo las resonancias de sus obras, sino también sus disonancias, lo que convierte a la metáfora sonora en un ejemplo de la musicalidad del pensamiento. Con el primero, para explorar el carácter cultual de la religión cristiana y la interioridad de la culpa, y con el segundo, la de confirmar la diferencia radical de sus respectivas aproximaciones al temprano Romanticismo alemán.

Al provocar estos encuentros, Guerrero Apráez nos ofrece elementos muy valiosos para comprender, por ejemplo, el significado de las relaciones entre culpa y víctimas, cuya reflexión aún es muy provisional en el pensamiento político y filosófico colombiano, en especial sobre el conflicto vivido durante los cincuenta años anteriores.

Porque la indagación presente en su libro no está nada alejada de nuestros problemas políticos, signados por claves cristianas (las “placas tectónicas construidas por el cristianismo durante mil años”, escribe) que no han sido suficientemente resaltadas y que, por el contrario, se han desdibujado por explicaciones generales o inocuas que las han convertido en paráfrasis de los pronunciamientos episcopales o de los púlpitos de la parroquia. Posiblemente, la fotografía y el cine son las artes que más han ayudado a la comprensión de las relaciones entre cristianismo, violencias y paz en Colombia; la primera deja un registro de los rituales escabrosos de los victimarios, de sus marcas sobre el cuerpo o de las superposiciones entre el Cristo yacente y el Cristo campesino, lo que ilustra la portada de Violentología, la obra fotográfica de Steven Ferry.

La religión del capitalismo presentada en el primer capítulo del libro propone una mirada que introduce la temática de la relevancia de las imágenes en el mundo contemporáneo, que hoy llega hasta el paroxismo de su lenguaje numérico, su condición fantasmal y sus efectos de disolución, vividos en los nuevos cultos en los que ofician youtubers, influencers, bots y algoritmos de los flujos digitales, las nuevas tecnologías, las redes sociales e internet. En Capitalismo de plataformas (2018), Nick Srnicek propone la hipótesis de que el capitalismo se volcó hacia los datos como un modo de mantener el crecimiento económico y la vitalidad de cara al inerte sector de la producción. “Las condiciones religiosas del capitalismo, su escenificación contemporánea como religión pueden seguirse en el culto de las imágenes (la gran condición propia del cristianismo tan diametralmente opuesto a los monoteísmos judaico y musulmán) y en las efigies e imágenes de los billetes de banco con su culto de los héroes, alusiones míticas y cifras esotéricas. Esta desmesura del culto arriba a un estado de endeudamiento sin fondo, que se expande sin fronteras —ni geográficas ni temporales—, ingurgitando a las generaciones venideras, anticipándose al nacimiento mismo de los miembros del culto, culminando en que, bajo estas condiciones, el elemento religioso termine por adquirir una condición puramente parasitaria en el interior de la dinámica capitalista”, escribe Guerrero Apráez. El autor conoce el terreno en que incursiona porque ha escrito sobre cine, como lo hicieron Benjamin y Deleuze.

A través de su escrito, Víctor Guerrero Apráez va entresacando conceptos generados por sus autores que “descoyuntan las certezas”, como anuncia en el primer párrafo de su libro. Dos de ellos han demostrado su incidencia en el des-quiciamiento de nuestras comprensiones: “La embriaguez y los viajes en Benjamin y el rizoma y las líneas de fuga” de Deleuze.

La carta de Benjamin a Schmitt de 1930, en que el primero valora la teología política del segundo, es un asunto al que Víctor Guerrero Apráez le ha dedicado importantes consideraciones y que vuelve a aparecer en este libro. En Batallas teopolíticas escribió que la teología política ha sacudido el campo entero de la disciplina de las ciencias humanas y sociales y “ha puesto en cuestión todo un complejo de ensamblajes filosóficos y culturales sobre cuyas certezas creíamos sostenerlos con algún grado de seguridad epistémica”. Estos sacudimientos también los ha producido la obra aquí analizada de Walter Benjamin.

El encuentro textual es interesante no solo como ejercicio de relación (el espejo y sus refracciones puede ser una buena figura para esa lectura), sino también como interpretación de los orígenes de la obra o los pasos iniciales del pensar. En ese sentido, es también una reflexión sobre la historia intelectual o aún mejor sobre las huellas textuales de un pensamiento que emerge y que con acierto llama escritos destinales, que en los casos de Benjamin y Deleuze tienen un trazo común disruptivo.

Un amplio número de rasgos comunes en la génesis e índole de su escritura los vinculan: precocidad, carácter fragmentario, estilo impresionista, densidad intuitiva, relativo olvido posterior, vetas analíticas que marcarían complejas problematizaciones posteriores, y quizá por encima de todos, la enigmática formulación primeriza de un pensamiento que habría de marcar una obra filosófica que con la fuerza de un tsunami deshizo todas las reparticiones disciplinares y las fronteras entre las ciencias sociales. (véase la página 23)

Que Walter Benjamin: fragmento, umbralidad, fantasma se publique en la Facultad de Ciencias Políticas y Relaciones Internacionales no es una casualidad. Todo lo contrario. El libro, al unir política y filosofía o estética y política, aborda algunas de las áreas más fructíferas para pensar problemas políticos centrales, por ejemplo, la guerra, las violencias, la paz o los neofascismos. El autor lo subraya cuando escribe que

en estos días donde vientos neofascistas recorren todas las latitudes geopolíticas bajo vulgares carismas celebrados por los medios masivos, la actualización del sensorio benjaminiano que los detectara precozmente en su primera irrupción histórica hace un siglo puede brindar a este texto un interés adicional. (véase la página 21)

Tiene toda la razón. El pensamiento sobre la política en los tiempos azarosos en que vivimos puede recibir de las fulgurantes reflexiones de Walter Benjamin (por ejemplo, las de umbral y fantasma), así como de las interpretaciones que nos ofrece Víctor Guerrero Apráez en este libro, sus conceptos, sugestiones y argumentos para entender mejor las realidades en que vivimos. A veces es necesario que los meteoritos nos ayuden a hacerlo.

GERMÁN REY

Walter Benjamin: fragmento, umbralidad, fantasma

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