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PREÁMBULO

La serie de artículos publicados por el diario Levante-EMV, bajo la denominación «Ocios y Negocios», nació hace mucho tiempo. Más de veinte años, contemplan la edición de esta segunda fase iniciada a finales de 2006 y que suman, por tanto, tres años de reflexiones en torno a una temática apasionante, como es la del deporte.

Reflexionar en torno al mismo no se hace con frecuencia. Los estudiosos o investigadores de esta materia prefieren otros campos, menos problemáticos y más procelosos que el debate sobre la filosofía de su práctica, el análisis de su entorno y su planificación, las consecuencias de la misma o, la crítica sobre la política y los gestores públicos y privados, principalmente si están cerca del lugar en el que «el escribidor» vive o desarrolla su trabajo.

Eso sí, se habla y se escribe de los resultados, de los fichajes, de las peleas o «broncas » de los deportistas o los dirigentes, de sus salidas nocturnas, algo menos de la economía del deporte, de los niveles de práctica de los españoles o de la preparación de los deportistas y de otros estudios de investigación, que difícilmente alcanzan al «gran público» lector.

De modo, que no se habla, en demasía del impacto de esta actividad del ser humano en la sociedad, que a lo largo del siglo XX ha dejado de tener una forma de práctica caracterizada por un cierto individualismo, para convertirse en colectiva, en un «hecho social» (Cagigal, 1979, 1981; Parlebas, 1988) que traspasa su propio campo para convertirse en una de las más atractivas para la sociedad, en un elemento de identificación del «hombre y la mujer moderna».

Solo hay dos periodos históricos en el que la «actividad física» alcance los niveles actuales: la Grecia clásica como práctica, y la Roma del Imperio como espectáculo. El resto de los periodos o no ha existido o lo ha hecho de forma tan secundaria que no ha dejado casi restos, salvo los inicios de la humanidad en el que todas las acciones tenían unas connotaciones de «práctica física» por razones obvias (Neuendorff, 1986).

Muchos son los autores que han tratado este tema del deporte en la sociedad y la lista sería interminable, pero permítaseme recordar a José Mª Cagigal, que con las limitaciones obvias del final del franquismo fue capaz de publicar diversas obras que han hecho «pensar» a bastantes profesionales de la actividad física y el deporte sobre este «quehacer humano», como le gustaba decir a Cagigal (1975: 19). Desde su muerte en un desgraciado accidente de aviación nos hemos quedado huérfanos de un «pensador» de su categoría. Su altura intelectual traspasó ampliamente las fronteras de nuestro país, y ahora él es objeto de estudio en diferentes países.

Por ello, debo agradecer al diario Levante-EMV, y sobretodo, a su jefe de redacción de deportes, José Vicente Aleixandre, la oportunidad que me dieron de publicar un artículo semanal y, por tanto de analizar y reflexionar sobre la materia. Porqué al fin y a la postre, de eso se trata: de analizar diversos aspectos del deporte, desde el más cercano el que se hace en Valencia a aquel que tiene unas connotaciones más globales, pues tres años a un artículo semanal dan para mucho, puesto que el deporte es una de las actividades más igualitarias y generalistas de esta «aldea global».

Escribir una columna en un diario, sinceramente, no es fácil y, a veces, me ha costado unas cuantas horas, aunque parezca lo contrario. Son artículos cortos, de poco más de una página en los que la labor de síntesis es obligada y de una dificultad tremenda, acostumbrado como estaba, en los últimos tiempos a extenderme para escribir un libro o un capítulo de algún libro colectivo o, peor aún, a escribir cientos de informes para alguno de los Comités Organizadores o de organismos internacionales de campeonatos en los que he estado involucrado. Transformar esos artículos en la base de este libro, casi me ha dejado exhausto, porque a cada paso introducía más material o corregía lo escrito, de manera que algunos pasajes distan mucho ya de aquellos artículos preliminares. Más aún, cuando se ha incluido capítulos nuevos, como el primero, o tablas que es imposible meter en una pequeña columna y menos desarrollarlas y explicarlas.

Sin embargo, a fuer de ser sincero, debo decir que he disfrutado, ahora al escribir el libro y antes con los artículos. Y, confesar, también, que me he sentido leído. Han sido unas cuantas las llamadas recibidas. Las de los amigos y «colegas», que perdonándome los errores, me felicitaban. Otras han sido de tonos variados. Algunos han llamado para agradecerme sacar a la luz determinado temas, otros para avisarme del peligro que acecha a los caminantes de la pluma cuando la crítica y la reflexión es agria.

Pero esa es la grandeza del periodismo y espero poder seguir haciendo esta pequeña labor de reflexión en el futuro, amenizando las mañanas de los domingos de esos incondicionales que uno tiene y sin querer tampoco amargárselas a esos que por ocupar un cargo público se creen en posesión de la verdad o, lo que es peor, que el hábito hace al monje y que el cargo les da sabiduría. Las páginas que siguen a continuación se han estructurado en cuatro capítulos en función de su temática, lo que puede resultar más interesante para el lector al poder ir directamente a los temas de su interés. No obstante, hay un hilo conductor general, una misma unidad de criterio que une el análisis del entorno de la práctica deportiva, donde se tratan temas genéricos o específicos del deporte, con las reflexiones sobre la política deportiva valenciana o la pasión y problemática del fútbol moderno.

Por ello, he tratado de no perder el vehículo historicista del momento en el que se produce un hecho concreto, un peaje que uno paga a su dedicación universitaria y a esa historia del deporte que ha impartido en el antiguo INEF y hoy Facultad de Ciencias de la Actividad Física y el Deporte desde 1987, con algunos periodos de receso. El viaje sobre esos hechos suele ser muy ilustrativo con el paso del tiempo, cuando comienzan a convertirse en historia, aunque sea, historia reciente. De este modo, podemos «contextualizarlos», de manera que el lector pueda trasladar su imaginación al pasado, contribuyendo a rememorar sus propias vivencias y reflexionar sobre la cuestión que se plantea.

El análisis de algunas cuestiones se hace, en ocasiones desde una gran proximidad a los hechos al haber ocupado diversos cargos directivos dentro del mundo del deporte, desde el profesional al representativo. Como gestor he organizado eventos como el 7º Campeonato del Mundo de atletismo celebrado en Sevilla en 1999, el 3º en pista cubierta de 1991 en la misma ciudad o el Europeo en pista cubierta Valencia en 1998, o los XV Juegos Mediterráneos celebrados en Almería en 2005, entre otros. Ello me ha permitido penetrar algo más en los «entresijos» de la organización deportiva.

Pero, también los cargos representativos me han dado una visión de las dificultades de la práctica deportiva asociada y federada, desde aquellos primeros tiempos en que fui Presidente de la Federación de Atletismo de la Comunidad Valenciana. Su primer presidente autonómico en 1986, cuando se creó hasta 1993. Al igual que los veinte años, desde 1989, en que he sido Vicepresidente 1º de la Federación Española de Atletismo, me ha permitido observar de cerca el deporte español y el internacional, asistiendo a multitud de campeonatos de mundo y a tres Juegos Olímpicos, como delegado del equipo español de atletismo. Justo cuando se publica este libro he dejado de ser vicepresidente. Quizás ya tocaba, pues veinte años son muchos y es lógico pensar en una renovación o en un cambio de aires, sin menoscabo de mi amor por el atletismo, mi «pequeña gran pasión».

Con todo, la memoria se va por los vericuetos de más de cuarenta años en torno al deporte, toda una vida, que diría un «clásico», desde que en 1964 empecé a practicar atletismo. Fui, primero atleta, después entrenador, dirigente y organizador, lo que me ha permitido gozar de este deporte universal, duro como pocos, y extraordinariamente diverso y de otros. Sus enseñanzas son impagables. Primero, con las teorías del entrenamiento, después con la gestión del mismo y de todo ello hablo de alguna manera en el capítulo primero en el que se mezclan las vivencias personales con el transcurrir y el cambio de una profesión: la del antiguo profesor de Educación Física por el de licenciado en Ciencias de la Actividad Física y el Deporte.

Por otra parte, a los capítulos más generalistas sobre «el entorno de la práctica deportiva» y «la política deportiva», se une un capítulo sobre el fútbol, un tema que genera tal volumen de noticias que es difícil sustraerse a las mismas y a su dinámica. Su presencia en la sociedad ocupa un lugar tan preponderante que he analizado sus vicisitudes en bastantes ocasiones. Ello me ha permitido abrir el abanico de conocimientos, entrar en ese mundo tan abigarrado y estudiar su funcionamiento.

Lo mismo ha ocurrido con otro tipo de actividades o deportes, cuya escritura me ha permitido conocerlos mejor, pero aún cuando su temática sea más concreta, se han agrupado bajo el epígrafe del «entorno de la práctica» o «la política deportiva», puesto que su enfoque tendía más hacia esos contenidos que a los de esos propios deportes.

Del conjunto de libro destacaría, por un lado, aquello que tiene una clara orientación política en el sentido de los clásicos atenienses, no en el reduccionista de los partidos políticos, es decir en cuanto tiene de análisis de las relaciones entre los ciudadanos de la «polis». Unos ciudadanos cuya orientación debería ser hacia la justicia y el bien común, que traducido al contenido de un simple párrafo o apartado es el tratado de las actuaciones y los programas de nuestros gobernantes, en tanto en cuanto han sido elegidos para trabajar por el bienestar de sus conciudadanos. Otra cosa es que discrepemos, y profundamente, de si ese bienestar social se logra haciendo grandes premios de Formula 1 o potenciando la práctica del deporte en las escuelas. Y dado que han caído muchos siglos desde la Grecia clásica, y en la actualidad no podemos dejar de ser herederos de las teorías de Hobbes, Descartes o de esa «crítica de la razón» de Kant, de personajes como Rousseau o Pestalozzi en el ámbito de la filosofía o de la pedagogía física, y, finalmente del conjunto de la Ilustración. De modo que, de vez en cuando, nos sale la vena crítica. ¿Qué haríamos, qué seríamos sin ese «pensamiento crítico»?. Reivindiquémoslo pues, aún cuando le pese a algunos cargos públicos o aún cuando nos cause problemas personales.

Con todo, hemos llegado hasta aquí y seguiremos reflexionando para ver qué nos devuelve ese espejo del deporte, y, sobre todo, por la gente del entorno deportivo que necesita un apoyo, una voz que les defienda, la crítica sana a una política y unos programas deportivos que adolecen de la más mínima planificación, con unos presupuestos escasos y una gestión con tantas lagunas, como el mar de la Copa del América.

No quisiera terminar este preámbulo sin hablar de algunos temas concretos y específicamente de tres. Uno de connotaciones políticas: «La larga mano de Blanquer», sobre el sorprendente nombramiento de Niurka Montalvo, campeona del mundo de salto de longitud en Sevilla, pero sin ningún bagaje en dirección y gestión del deporte, como Secretaria Autonómica del Deporte a menos de dos meses de las elecciones de mayo de 2007. Fue pasar de «las pistas» directamente al máximo cargo ejecutivo del deporte valenciano y eso «chirriaba» mucho, máxime cuando llevaba apenas unos años viviendo en la Comunidad Valenciana. Su nombramiento, asumido por todos, fue cosa de Rafael Blanquer su entrenador, muy amigo del Presidente de la Generalitat. Montalvo logró superar posibles cambios de gobierno tras las elecciones ya que ganó el PP, de nuevo, y ella seguía todavía en ese cargo en mayo de 2011.

Otro de los temas significativos para mí es relativamente reciente y está justo en las antípodas del anterior. Es un homenaje a un amigo recién jubilado, Enrique Martí, mi consejero áulico en los tiempos de estudiantes en Madrid y sobre el que publiqué un artículo que incluyo ampliado en el libro y que me ha servido para traer a colación la situación de la Educación Física, esa antigua «maría» en la enseñanza no universitaria . El artículo trajo consigo un importante despliegue emocional. Y no lo digo por las lágrimas del protagonista, que es un sentimental, sino por la gente que decía haber leído el artículo y haberse sentido identificado con lo escrito y con Enrique Martí, ese gran profesor. «Un profesor de patio», fue, a su vez, una pequeña contribución al honor de todos esos profesores de Educación Física que cotidianamente imparten esta materia en los Institutos y en los colegios y promocionan la práctica física y deportiva entre los jóvenes, a pesar de las deficiencias que todos conocemos y de la poca atención que se les dedica desde los puestos de mando educativo. Son héroes anónimos, merced a los cuales nuestro panorama deportivo no está mucho peor y nuestros escolares bajan algo su obesidad, el gran problema de la salud de nuestra sociedad.

Por último, el tercero de los temas, escrito también en su momento como artículo, era en cierto modo una reivindicación: a nuestros orígenes, a nuestra historia deportiva más genuina y, unas personas que contra el viento y la marea de esa mal entendida modernidad, que arrambla con todo, siguen manteniendo el espíritu del pasado y la esperanza en el futuro, como los hermanos Tuzón. El artículo sobre «El Trinquete de Pelayo salió publicado el 15 de julio de 2007, a punto de que el personal se fuera de vacaciones y la llamada de socorro de los propietarios del Trinquete cayera en saco roto y el tema se olvidara con el «ferragosto». Pero no, junto a otras acciones, contribuyó a que el tema se resolviera y que el Trinquete tuviera las subvenciones oportunas para que entre los Tuzón y la Administración, sobre todo municipal, llevaran a cabo los arreglos necesarios para insonorizar lo que los aficionados llaman «la catedral de la pelota». Hubiera sido un contrasentido todo el «teórico apoyo» que las instituciones dan a la pelota como emblema de la cultura valenciana y dejaran caer la más antigua de sus instalaciones. Como equipo de gobierno y oposición municipal estuvieron totalmente de acuerdo, la cosa pudo solucionarse. Y como de bien nacidos es ser agradecidos, aparte de una llamada nada más publicarse el artículo, los buenos gestores del Trinquete Pelayo tuvieron a bien invitarme a la «reinauguración», cosa que agradecí porque en esta Valencia nuestra, «las autoridades» procuran invitarme lo menos posible. A algunas/os cargos públicos, les produce sarpullidos y algo más, verme en actos públicos, como cuando la Asociación Valenciana de gestores deportivos me otorgó el premio a la «trayectoria profesional», y se entregó el galardón en el curso de la cena oficial del congreso de la Asociación Española de Gestores.

Una de las anécdotas más bonitas sucedió precisamente con este artículo sobre el Trinquete de Pelayo, cuando un alumno mío vino a verme al despacho no para hablar de exámenes, de programas, o quejarse de algo, sino, precisamente para agradecerme que lo escribiera y que defendiera la pelota. Cuando yo le dije que la pelota, aquí, no necesitaba defensa, que era de los deportes más apoyados, me lo negó. De cara a la galería, todo parecía estar bien, pero él como practicante y gran aficionado conocía de primera mano las deficiencias y lo mal que lo pasaban las escuelas de pelota para sobrevivir.

Hay otras reivindicaciones en el libro, como la tristeza y rabia por la desaparición de la «maratonina», tras 25 años de historia, o la discriminación de equipos como el Playas de Castellón y otros, frente al «amiguismo de equipos como los de Aspar o Blanquer. Posiblemente los «amigos» de Madrid no tengan la culpa. Se lo disculparé.

Por último, entre la parte dedicada al análisis de los eventos ocupan un papel central la Formula 1 y la Copa del América, lo cual es lógico por el papel protagonista que han tenido en la sociedad valenciana y, en el primer caso, también, entre colectivos ciudadanos y los numerosos grupos opuestos al «circuito».

Con todo escribir es duro. Evidentemente no escribir del tiempo o de la luna sino de lo que pasa cotidianamente. Y de lo que pasa en el entorno de tu profesión o de tu trabajo. Genera cierta incomprensión, y te echas a la espalda un montón de «enemigos» (posiblemente no más de los que ya tenía antes de iniciar la serie de «Ocios y Negocios», aún cuando algunos estuvieran ocultos). A veces es bastante ingrato, delicado, y la sensación de soledad, es imposible evitarla, de manera que he estado a punto de dejar de escribir esa columna del Levante-El Mercantil Valenciano varias veces. Me han aguantado las llamadas, felicitaciones y apoyos de esos «amigos» y seguidores fieles que uno tiene o las de los muchos que se sienten discriminados y desprotegidos por la política deportiva que se hace por estos «pagos», o, incluso las de quienes no estando afectados directamente por esas «actuaciones administrativas», les parece negativa. El valor de esas personas que sin conocerte te envían un mail de reconocimiento es de lo más valioso para subir el ánimo y la autoestima y seguir adelante. También el empuje de algunas personas que están en la frontera política «bregando» todos los días, como Concha Caballero y Jeannette Segarra, a las cuales se les hace muy duro el control de ésta república monárquica campista o campsista en la que se ha convertido la Comunitat Valenciana, País Valencià para los amigos. Y, cómo no, el apoyo incondicional de los «amigos», sobre todo, de los miembros de la «Hermandad», esa asociación judeo-masónica a la que pertenezco. Somos 4 individuos tan peligrosos, que nos justamos a cenar una vez al mes para contuberniar.

A todas estas personas, mi pequeño homenaje, porque su aliento se siente y te reconforta. Pero hay una persona especial, cuyo nombre me guardo, que lo hace cotidianamente: me da el parte todos los domingos, esté donde esté, y me comenta el artículo. Incluso me da ideas para otros futuros. Así que, gracias dobles.

Como gracias dobles, y triples, para el periódico Levante-EMV que ampara mis «ladrillos» dominicales y que me han permitido redactar este libro, así como a Eliseu Climet y a Publicacions de la Universitat de València, que acogieron con entusiasmo la idea de escribirlo. Eliseu, además, un inconformista, lo que hizo la primera vez que se lo comenté es darme más faena. Y qué no decir de «eixe amic de tota la vida», el company Aleixandre, un buen muñidor de esta historia, que surgió allá por octubre o noviembre de 2006, en una conversación intrascendente frente a una «cerveseta». Vicent Aleixandre, el «gran Alex», jefe de redacción de deportes del periódico, es para mí uno de los mejores, por no decir el mejor, «escribidor» de deportes de España –así con todas las letras–, y como le he dicho muchas veces, es una pena que no se prodigue más. A él, le debo el rescate de mi vena periodística, y de esos «Ocios y Negocios», base del presente libro con alguna aportación más.

¡Gracias!

Pasión por el deporte

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