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La crítica en Rusia

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La peculiaridad fundamental de Rusia en el aspecto que examinamos consiste en que el comienzo mismo del movimiento obrero espontáneo, por una parte, y del viraje de la opinión pública avanzada al marxismo, por otra, se distinguió por la unión de elementos a todas luces heterogéneos bajo una bandera común para combatir a un enemigo común (la concepción sociopolítica anticuada del mundo). Nos referimos a la luna de miel del "marxismo legal". En general fue un fenómeno de extraordinaria originalidad que nadie hubiera podido siquiera creer posible en la década del ochenta o primeros años de la siguiente del siglo pasado. En un país autocrático, donde la prensa estaba sojuzgada por completo, en una época de terrible reacción política, cuando eran perseguidos los mínimos brotes de descontento político y protesta, se abrió de pronto camino en las publicaciones visadas por la censura la teoría del marxismo revolucionario expuesta en un lenguaje esópico, pero comprensible para todos los "interesados". El gobierno se había acostumbrado a considerar peligrosa únicamente la teoría del grupo (revolucionarios) Libertad del Pueblo, sin ver, como suelo ocurrir, su evolución interna y regocijándose de toda crítica que fuera contra ella. Pasó mucho tiempo (mucho según contamos los rusos) hasta que el gobierno se despertó y hasta que el aparatoso ejército de censores y gendarmes pudo descubrir al nuevo enemigo y caer sobre él. Mientras tanto, iba apareciendo un libro marxista tras otro; empezaban a publicarse revistas y periódicos marxistas; todo el mundo se hacía marxista; se halagaba y lisonjeaba a los marxistas; los editores estaban entusiasmados de la extraordinaria venta que tenían los libros marxistas. Se comprende perfectamente que entre los marxistas principiantes envueltos por esa humareda de éxito hubiera algún que otro "escritor envanecido"... (32)

Hoy puede hablarse de ese periodo con calma, como de algo ya pasado. Para nadie es un secreto que la efímera prosperidad alanzada por el marxismo en la superficie de nuestras publicaciones fue debida a la alianza de elementos extremistas con otros muy moderados. En el fondo, estos últimos eran demócratas burgueses, y esa deducción (confirmada con evidencia por el desarrollo "crítico" posterior de dichos hombres) no podían menos de hacerla ya ciertas personas en los tiempos de mantenimiento de la "alianza"*****.

Pero si eso es así, ¿no recae la mayor responsabilidad por la "confusión" ulterior precisamente en los socialdemócratas revolucionarios, que pactaron esa alianza con los futuros "críticos"? Esta pregunta, seguida de una respuesta afirmativa, se oye a veces en boca de gente que enfoca el problema de una manera demasiado simple. Pero esa gente no tiene la menor razón. Puede temer alianzas temporales, aunque sea con personas poco seguras, sólo quien desconfía de sí mismo, y sin esas alianzas no podría existir ningún partido político. Ahora bien, la unión con los marxistas legales fue una especie de primera alianza verdaderamente política concertada por la socialdemocracia rusa. Gracias a esta alianza se ha logrado el triunfo, de asombrosa rapidez, sobre el populismo, así como la grandiosa difusión de las ideas del marxismo (si bien en forma vulgarizada). Además, la alianza no fue pactada sin "condición" alguna, ni mucho menos. Pruebas al canto: la recopilación marxista Datos sobre el desarrollo económico de Rusia (33), quemada por la censura de 1895. Si el acuerdo literario con los marxistas legales puede ser comparado con una alianza política, este libro puede compararse con un pacto político.

La ruptura no se debió, desde luego, al hecho de que los "aliados" resultaran ser demócratas burgueses. Por el contrario, los adeptos de semejantes tendencias son aliados naturales y deseables de la socialdemocracia, siempre que se trate de las tareas democráticas de esta última, planteadas en primer plano por la situación actual de Rusia. Mas, para esta alianza, es condición indispensable que los socialistas tengan plena posibilidad de revelar a la clase obrera la oposición antagónica existente entre sus intereses y los de la burguesía. Ahora bien, el bernsteinianismo y la tendencia "crítica", hacia la cual evolucionó totalmente la mayoría de los marxistas legales, descartaban esa posibilidad y corrompían la conciencia socialista, envileciendo el marxismo, predicando la teoría de la atenuación de las contradicciones sociales, declarando absurda la idea de la revolución social y de la dictadura del proletariado, reduciendo el movimiento obrero y la lucha de clases a un tradeunionismo estrecho y a la lucha "realista" por reformas pequeñas y graduales. Era exactamente lo mismo que si la democracia burguesa negara al socialismo el derecho a la independencia, y, por tanto, su derecho a la existencia; en la práctica, eso significaba tratar de convertir el incipiente movimiento obrero en un apéndice de los liberales.

En tales condiciones, como es natural, la ruptura se hizo imprescindible. Pero la particularidad "original" de Rusia se manifestó en que esa ruptura sólo significaba que los socialdemócratas se apartaban de las publicaciones "legales", más accesibles para todos y muy difundidas. Los "ex marxistas" se hicieron fuetes, en ellas, colocándose "bajo el signo de la crítica" y obteniendo casi el monopolio de "demoler" el marxismo". Los gritos: "¡Contra la ortodoxia!" y "¡Viva la libertad de crítica!" (repetidos ahora por R. Dielo) se pusieron en el acto muy en boga. Ni siquiera los censores ni los gendarmes pudieron resistir a esa moda, como lo prueba la aparición de tres ediciones rusas del libro del famoso (famoso a Eróstrato) Bernstein (34) o la recomendación por Zubátov (35) de los libros de Bernstein, del señor Prokopóvich y otros (Iskra, número 10). Los socialdemócrtas tienen planteada ahora una tarea difícil de por sí y, además, complicada en grado increíble por obstáculos puramente externos: la tarea de combatir la nueva corriente. Y esta corriente no se ha limitado al terreno de las publicaciones. El viraje hacia la "crítica" ha ido acompañado de un movimiento opuesto: la inclinación hacia el "economismo" por parte de los socialdemócratas dedicados a la labor práctica.

Podría servir de tema para un artículo especial esta interesante cuestión: cómo han surgido y han aumentado el nexo y la interdependencia entre la crítica legal y el "economismo" ilegal. A nosotros nos basta con señalar aquí la existencia incuestionable de este nexo. El famoso Credo ha adquirido tan merecida celebridad precisamente por haber formulado con toda franqueza ese nexo y haber revelado, sin proponérselo, la tendencia política fundamental del "economismo": que los obreros se encarguen de la lucha económica (más exacto sería decir: de la lucha tradeunionista, pues esta última comprende también la política específicamente obrera), y que la intelectualidad marxista se fusione con los liberales para la "lucha" política. La labor tradeunionista "entre el pueblo" resultó ser la realización de la primera mitad de dicha tara, y la crítica legal, la realización de la segunda mitad. Esta declaración fue un arma tan excelente en contra del "economismo" que, si no hubiese aparecido el Credo, valdría la pena hacerlo inventado.

El Credo no fue inventado, pero sí publicado sin el consentimiento y hasta en contra, quizás, de la voluntad de sus autores. Al menos, el autor de estas líneas, que participó en sacar a la luz del día el nuevo "programa"******, tuvo que escuchar lamentos y reproches porque el resumen de las opiniones de los oradores se difundió en copias, recibió el mote de Credo y ¡apareció incluso en la prensa junto con la protesta! Referimos este episodio porque revela un rasgo muy curioso de nuestro "economismo": el miedo a la publicidad. Un rasgo precisamente del "economismo" en general -y no sólo de los autores del Credo - que se ha manifestado en Rabóchaya Mysl (38), el adepto más franco y más honrado del "economismo", en R. Dielo (al indignarse contra la publicación de documentos "economistas" en el Vademécum (39); en el comité de Kíev, que hace cosa de dos años no quiso autorizar la publicación de su Professión de foi (40) junto con la refutación* escrita contra ella, y en muchos, muchísimos partidarios del "economismo".

Este miedo que tienen a la crítica los adeptos de la libertad de crítica no puede explicarse sólo por astucia (si bien algunas veces las cosas no ocurren, indudablemente, sin astucia; ¡no es prudente dejar al descubierto ante el embate del enemigo los brotes, débiles aún, de la nueva tendencia!). No, la mayoría de los "economistas" desaprueba con absoluta sinceridad (y, por la propia esencia del "economismo", tiene que desaprobar) toda clase de controversias teóricas, disensiones fraccionales, grandes problemas políticos, proyectos de organizar a revolucionarios, etc. "¡Sería mejor dejar todo eso a la gente del extranjero!", me dijo en cierta ocasión un "economista", bastante consecuente, expresando con ello la siguiente idea, muy difundida (y también puramente tradeunionista): lo que a nosotros nos incumbe es el movimiento obrero, las organizaciones obreras que tenemos aquí, en nuestra localidad, y el resto no son más que invenciones de los doctrinarios, "sobrestimación de la ideología", como decían los autores de la carta publicada en el número 13 de Iskra, haciendo coro al número 10 de R. Dielo.

Ahora cabe preguntar: en vista de estas peculiaridades de la "crítica" rusa y del bernsteinianismo ruso ¿en qué debía consistir la tarea de los que de hecho, y no sólo de palabra, querían ser adversarios del oportunismo? Primero, era necesario preocuparse de reanudar la labor teórica, apenas iniciada en la época del marxismo legal y que había vuelto a recaer sobre los militantes clandestinos; sin esta labor era imposible un incremento eficaz del movimiento. Segundo, era preciso emprender una lucha activa contra la "crítica" legal, que correspondía a fondo los espíritus. Tercero, había que combatir con energía la dispersión y las vacilaciones en el movimiento práctico, denunciando y refutando toda tentativa de subestimar, consciente o inconscientemente, nuestro programa y nuestra táctica.

Es sabido que R. Dielo no hizo ni lo primero, ni lo segundo, ni lo tercero; y más adelante tendremos que aclarar detalladamente esta conocida verdad en sus más diversos aspectos. Por ahora, sólo queremos mostrar la flagrante contradicción en que se halla la reivindicación de "libertad de crítica" con las peculiaridades de nuestra crítica patria y del "economismo" ruso. En efecto, echen un vistazo al texto de la resolución con que la Unión de Socialdemócratas Rusos en el Extranjero ha confirmado el punto de vista de R. Dielo:

"En beneficio del ulterior desarrollo ideológico de la socialdemocracia consideramos absolutamente necesaria la libertad de criticar la teoría socialdemócrata, en las publicaciones del partido, es el grado en que dicha crítica no esté en pugna con el carácter clasista y revolucionario de esta teoría" (Dos congresos, pág. 10).

Y se exponen los motivos: la resolución "coincide en su primera parte con la resolución del Congreso de Lübeck del partido acerca de Bernstein"... ¡En su simplicidad, los "aliados" ni siquiera notan qué testimonium paupertais (certificado de pobreza) se firman a sí mismos con esta manera de copiar! ... "Pero..., en su segunda parte, restringe más la libertad de crítica que el Congreso de Lübeck".

¿De modo que la resolución de la Unión está dirigida contra los bernsteinianos rusos? ¡Porque, de otro modo sería un absurdo completo referirse a Lübeck! Pero no es cierto que "restrinja la libertad de crítica de un modo estricto". En su resolución de Hannover, los alemanes rechazaron punto por punto precisamente las enmiendas que presentó Bernstein, y en la de Lübeck hicieron una advertencia personal a Bernstein, mencionando su nombre en el texto. En cambio, nuestros imitados "libres" no hacen la menor alusión a una sola de las manifestaciones de la "crítica" y del "economismo" especialmente rusos; si se guarda silencio de esa forma, la mera alusión al carácter clasista y revolucionario de la teoría deja mucha más libertad para falsas interpretaciones, sobre todo si la Unión se niega a calificar de oportunismo "el llamado economismo" (Dos congresos, pág. 8,punto 1). Pero esto lo decimos de pasada. Lo principal consiste en que la posición de los oportunistas frente a los socialdemócratas revolucionarios es diametralmente opuesta en Alemania y en Rusia. En Alemania, los socialdemócratas revolucionarios, como es sabido, están a favor de mantener lo que existe: el viejo programa y la vieja táctica, que todo el mundo conoce y que han sido explicado en todos sus detalles a través de la experiencia de muchos decenios. Los "críticos", en cambio, quieren introducir modificaciones; y como estos "críticos" representan una ínfima minoría, y sus aspiraciones revisionistas son muy tímidas, es fácil comprender los motivos por los cuales la mayoría se limita a rechazar lisa y llanamente las "innovaciones". En Rusia, en cambio, son los críticos y los "economistas" quienes desean mantener lo que existe: los "críticos" quieren que se siga considerándolos marxistas y que se les asegure la "libertad de crítica" que disfrutaban en todos los sentidos (pues, en el fondo, jamás han reconocido ningún vículo de partido*; además, entre nosotros no había un órgano de partido reconocido por todos que pudiera "restringir" la libertad de crítica, aunque sólo fuera por medio de un consejo); los "economistas" quieren que los revolucionarios reconozcan "la plenitud de derechos del movimiento en el presente" (R. D., número 10, pág. 25), es decir la "legitimidad" de la existencia de lo que existe; que los "ideólogos", no traten de "desviar" el movimiento del camino "determinado por la acción recíproca entre los elementos materiales y el medio material" (Carta en el número 12 de Iskra); que se considere deseable sostener la lucha "que es posible para los obreros en las circunstancias presentes", y se considere posible la lucha "que mantienen realmente en el momento actual" (Suplemento especial de "R. Mysl" (41), pág. 14). En cambio, a nosotros, los socialdemócratas revolucionarios, nos disgusta ese culto a la espontaneidad es decir, a lo que existe "en el momento actual"; reclamamos que se modifique la táctica que ha prevalecido durante los últimos años, declaramos que "antes de unificarse y para unificarse es necesario empezar por deslindar los campos de un modo resuelto y definido" (del anuncio sobre la publicación de Iskra)*********. En pocas palabras, los alemanes se conforman con lo que existe, rechazando las modificaciones; nosotros reclamamos que se modifique lo existente, rechazando el culto a ello y la resignación con ello.

¡Precisamente esta "pequeña" diferencia es la que no han advertido nuestros "libres" copiadores de resoluciones alemanas!

¿Qué hacer?

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