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EL CONOCIMIENTO DE DIOS

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B. B. Warfield describe al Calvinismo como ‘aquella visión de la majestad de Dios que se extiende a toda la vida y a toda la experiencia’.

En particular, por lo que se refiere a la doctrina de la salvación, su confesión se resume en estas significativas palabras: Dios salva a pecadores. Donde quiera que somos confrontados con estas grandes declaraciones doctrinales de las Sagradas Escrituras, Dios no nos deja simplemente con una declaración doctrinal. El propósito de poner la verdad de Dios en la mente de su pueblo es para que la entiendan y puedan conocer su efecto en la propia experiencia personal. Por lo tanto, los grandes temas doctrinales de Efesios capítulos 1, 2 y 3 son seguidos por la aplicación de estas doctrinas a la vida práctica y a la experiencia en los capítulos 4, 5 y 6.

El objetivo de Dios en darnos su verdad no fue simplemente la instrucción de nuestras mentes, sino más bien la transformación de nuestras vidas. Pero una persona no puede venir directamente a la experiencia de la vida, sino que debe venir mediante la instrucción de la mente. Entonces la verdad de Dios es dirigida al entendimiento, y el Espíritu de Dios opera en el entendimiento como el Espíritu de sabiduría y conocimiento. El no simplemente ilumina la mente para que los cajones de archivo del estudio mental rebosen de información; Dios instruye la mente con el propósito de transformar la vida.

Entonces ¿Cuáles son las implicaciones personales de la verdad y el pensamiento calvinista en la vida del individuo y en el ministerio ejercido por él? Por ‘implicaciones personales’ quiero decir, las implicaciones de su propia relación con Dios sin referencia al ministerio. Ahora, estas cosas no se pueden separar en un sentido absoluto, porque como bien se ha dicho, “La vida de un ministro es la vida de su ministerio.” Una persona no puede separar lo que es, de lo que hace; no puede separar el efecto de la verdad sobre su propia relación personal con Dios, del tal efecto a través de su ministerio. Para aclarar bien estos principios, los estoy separando, pero en ninguna manera quiero dar la impresión que tales están en dos estrictas categorías.

Entonces pregunto, ¿Cuáles son las implicaciones del pensamiento calvinista, esta visión de la majestad de Dios y de la verdad salvadora de la Escritura en su relación con nosotros como individuos? Respondiendo a esta pregunta, volvamos a aquel principio general que B. B. Warfield llama “El principio formativo del calvinismo”.

Cito las palabras de Warfield: “Déjeme repetirlo, el calvinista es aquella persona que ha visto verdaderamente a Dios y que tiene una profunda aprensión de la Majestad divina, una intensa comprensión (acompañante inevitable de esta aprensión) que proviene de la relación sostenida con Dios por la criatura como tal, y particularmente por la criatura como pecadora. El calvinista es una persona que ha visto a Dios y que habiendo visto su gloria, por un lado está lleno de su propia indignidad ante la presencia de Dios como criatura y mucho más como pecador; y por otro lado, está lleno de un asombro admirable de que este Dios reciba a los pecadores. El que cree en Dios sin reserva, y determina que Dios será Dios en todo su pensamiento, emociones y voluntad (en la total extensión de sus actividades diarias, intelectual, moral y espiritual) a través de toda su relación individual, social y religiosa, es (por fuerza de la más estricta lógica que dirige el mejor de los principios en la vida y en el pensamiento y por la misma necesidad del caso) un calvinista”.

Note que cuando B. B. Warfield define al Calvinismo y al calvinista, usa palabras de carácter fuertemente experimental. Las palabras “aprensión” y “comprensión” tratan primeramente con el entendimiento, aunque van más allá de esto. Pero cuando consideramos las palabras tales como “visto a Dios”, “lleno con un sentido de su propia indignidad”, “asombro admirable”, “pensamiento, emociones y voluntad”, nos damos cuenta de que estas son palabras que hablan de la experiencia de la persona. Warfield en realidad está diciendo que ninguna persona es calvinista, ni es verdaderamente bíblica en su concepto de Dios, ni verdaderamente religiosa, ni verdaderamente evangélica, hasta que estos conceptos se hayan tejido en las tela de su experiencia. En otras palabras, Warfield diría que es erróneo hablar de un ‘calvinista académico’, tan equivocado como hablar de “un cadáver viviente”. La muerte ocurre cuando el alma se separa del cuerpo, y Warfield nos enseña que cuando el alma de la razón calvinista muere o se ausenta, entonces lo único que queda es un cadáver, una peste en la nariz de Dios y frecuentemente una peste para la iglesia cuando se halla en un ministro.

Las implicaciones prácticas del calvinismo

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