Читать книгу Las sombras de la Transición - AA.VV - Страница 7

Оглавление

I. ADIÓS ADELANTADO A FRANCO

A mediados de 1974, hay preocupación en el exterior ante la avanzada edad del jefe del Estado español y su resistencia a facilitar la apertura política del régimen. El 20 de diciembre de 1973, la organización terrorista vasca ETA había asesinado, en pleno centro de Madrid, al almirante Luis Carrero Blanco. Era el hombre de máxima confianza del Caudillo, en quien había delegado en junio el cargo de presidente del Gobierno, por primera vez desde el final de la Guerra Civil. Tenía 69 años. Franco acababa de cumplir 81.

El 12 de febrero de 1974, el nuevo presidente del Gobierno, Carlos Arias Navarro, presentó un programa muy tímido de apertura política, basado en la autorización de asociaciones políticas dentro del Movimiento Nacional, que pronto entró en vía muerta. El 2 de marzo fueron ejecutadas dos penas capitales en las cárceles de Barcelona y Tarragona. La primera contra el joven anarquista Salvador Puig Antich, del Movimiento Ibérico de Liberación, condenado por la muerte del subinspector de policía Francisco Anguas Barragán, y la segunda contra el súbdito polaco Heinz Chez, condenado por la muerte del guardia civil Antonio Torralbo en un delito común. El 25 de abril, la súbita revolución militar desatada en Portugal, escorada hacia la izquierda, producía un fuerte impacto en España.

Tres días más tarde, el veterano ex ministro falangista José Antonio Girón de Velasco publicó en el diario oficial Arriba un artículo contra el Gobierno y, en particular, el ministro de Información y Turismo, Pío Cabanillas. Sin haber informado al ministro secretario general del Movimiento, José Utrera Molina, de quien dependía, el diario se distribuyó ese día antes de hacer el depósito previo preceptivo de diez ejemplares ante el Ministerio de Información y Turismo.

Girón criticaba duramente a la prensa y denunciaba la facilidad con que llegan a los quioscos

periódicos extranjeros donde se ridiculiza la figura insigne y respetable de Francisco Franco o donde se ofende al Régimen del 18 de julio de 1936 o donde se trata de establecer homologaciones o sistemas comparativos entre situaciones políticas que nos son resueltamente ajenas.

Con la publicación de ese articulo conocido como «el gironazo» y la creación de la Confederación Nacional de Excombatientes de la Guerra Civil, el 17 de noviembre, bajo la presidencia del propio Girón, toma carta de naturaleza pública el llamado «búnker», un sector de la administración franquista opuesto a cualquier evolución del régimen.

En julio, la flebitis que afecta a Franco y obliga a su hospitalización, dispara todas las alarmas. El día 19, el príncipe Juan Carlos de Borbón se hace cargo temporalmente de las funciones de Jefe del Estado. Había sido nombrado sucesor por las Cortes cinco años antes, el 22 de julio de 1969. En un contexto de inestabilidad política en el sur de Europa y el Mediterráneo, el desenlace de la crisis española adquiere gran importancia. A la revolución portuguesa, se suman la caída reciente de la monarquía en Grecia y elementos de tensión en Turquía, Yugoslavia y Checoslovaquia. En este momento la prensa internacional gira su mirada sobre España y llegan los primeros enviados.

Se descarta pronto la comparación con Portugal, desde donde algunos enviados internacionales se ocupan también de España. La prensa británica quisiera ver la retirada de Franco en lo que sólo es una delegación temporal del poder en manos del titulado Príncipe de España –no Príncipe de Asturias, como correspondería a la legitimidad dinástica. Se publican artículos biográficos sobre ambos jerarcas, especialmente en el conservador The Daily Telegraph, a cargo de Harold Sieve,1 enviado meses atrás a Madrid como corresponsal. El veterano Paolo Bugialli2 prepara a los lectores de Corriere della Sera para el inminente deceso y una «restauración monárquica» que el Frankfurter Allgemeine Zeitung3 describe como «el mayor experimento monárquico del final del siglo XX». Su corresponsal Walter Haubrich4 ironiza sobre la legitimación divina atribuida al poder de Franco y el carácter casi subversivo que han tenido siempre las noticias sobre su salud.

Desde Londres, el régimen de Franco es condenado por los dos extremos del arco ideológico. The Guardian,5 liberal de izquierdas, habla de España como el último de «los dos degenerados morales del club europeo». Tras la caída de la dictadura portuguesa, es la última que queda en la Europa no comunista, subraya The Daily Telegraph.6 Hay un interés general por el establecimiento de un régimen democrático. El conservador liberal The Times7 ve la necesidad de tender una mano abierta por parte de la Comunidad Económica Europea, ya que sería inconcebible que todo siguiera igual tras la muerte de Franco. Las diferencias con lo sucedido en Portugal son claras, gracias a la mayor prosperidad española, anota Ian Davidson8 en Financial Times.

Marcel Niedergang,9 experto en temas españoles de Le Monde, ve pocas esperanzas de apertura en Arias Navarro, aunque trata de hallarlas en las primeras palabras de Juan Carlos, que quiere ser el rey de todos los españoles y rechazar el odio del pasado. Friedrich Kassebeer,10 en Süddeutsche Zeitung, se refiere cautelosamente a las posibles «inclinaciones políticas liberales» del príncipe.

El fantasma de la Guerra Civil reaparece en todos los periódicos, ante el temor de una continuación de la dictadura. The Times confía en que el ejército sea una influencia positiva en la sombra, moderada por el recuerdo de los horrores de la guerra. Lo evoca también The New York Times.11 A pesar de la baja intensidad de la mirada estadounidense sobre España, vaticina un final de dictadura traumático si coincide con una crisis económica y los disturbios sociales que puede conllevar. La prensa norteamericana no entra en valoraciones sobre la dictadura franquista, sino que destaca las buenas relaciones entre gobiernos. El secretario de Estado Henry Kissinger ha visitado Madrid, el 9 de julio, para la firma de una declaración de principios en materia de defensa, como paso previo a la renovación del acuerdo sobre las bases militares firmado en 1953. Niedergang12 especula sobre una futura entrada de España en la OTAN, por esa estrecha colaboración.

La principal preocupación es el vacío de poder, como señala Harold Sieve,13 pensando en las oportunidades de desestabilización que ofrecen la crisis económica y el malestar laboral y político. El retraso, incluso, de la leve liberalización prometida por Arias hace que aumente la incertidumbre sobre la escena española. James MacManus,14 enviado de The Guardian, presenta al jefe de Gobierno como un político vacilante ante el viento que sopla. Se ve en peligro la posibilidad de una transición suave. The Times se fija en el crecimiento de la oposición, con un partido comunista fuerte, grupos separatistas en Cataluña, Galicia y las provincias vascas y una extrema derecha al acecho. No se da por seguro que las disposiciones legales permitan gestionar bien la sucesión de Franco. Davidson destaca las tensiones entre los trabajadores y la derecha, los separatistas del País Vasco y el Gobierno, la Iglesia católica y el Estado y el contraste entre una Iglesia abierta y un ejército conservador.

Este es el nudo político que ahoga al país y que deberá desatar el príncipe, cuya fuerza «es muy relativa», señala Paolo Bugialli.15 Tiene al frente una extrema derecha que pretende volver al pasado y mantener «la bandera de 1936». Preocupa la capacidad de un príncipe «construido para convertirse en el sucesor del Caudillo», desconocido aún por los españoles. Le vieron presidir en solitario los funerales de Carrero Blanco, caminando solo tras el ataúd, mientras el cortejo fúnebre recorría buena parte del Paseo de la Castellana de Madrid. Franco no asistió, «oficialmente por un resfriado, en realidad porque se temía otro atentado con bomba». El príncipe aparece como una figura un poco inadecuada, que necesita al ejército por el poco apoyo que tiene en el régimen y por el rechazo de la oposición. Procura no decir nada comprometido, evitar un paso en falso, escribe el también veterano Harry Debelius16 en The Times.

Es un príncipe sin poder real, que se ha resistido a substituir a Franco para no ser asociado en demasía al pasado, añade Sieve. Un príncipe con poder nominal, ante el que el pueblo español parece indiferente, dice Mac-Manus, un príncipe que viste ropas prestadas y debe esconder sus planes hasta la muerte o la retirada de Franco. Davidson se pregunta si la prudencia y habilidad para hacer amigos, sus únicos talentos conocidos, le bastarán para conducir una transición suave. En su momento, Juan Carlos deberá decidir a quién escucha, en un vacío donde operan sindicatos y partidos prohibidos sin que se pueda saber qué fuerza tienen, escribe Bugialli.

Un príncipe cuya designación como sucesor pasó por encima de su padre, explica Henry Giniger17 a los lectores de The New York Times. La delicada relación de Juan Carlos con Juan de Borbón –considerado como un auténtico antifranquista– no ayuda a mejorar la imagen que de él tienen muchos españoles. En el mismo diario, Israel Shenker18 lo ve como «una figura simple y melancólica, con poco carácter y sin ingenio». Cuando preside su primer Consejo de Ministros, el 9 de agosto, en The New York Times19 se deja entrever que el príncipe puede estar dispuesto a cambiar el rumbo de España y llevarla hacia la democracia, aun destacando que carece de los instrumentos necesarios para ello. En la escasa atención que presta a la crisis española, The Washington Post20 muestra confianza hacia Juan Carlos y habla del clamor de los españoles para que Franco ceda el poder con la certeza que el príncipe llevará a la libertad.

Giniger21 se pregunta si Franco está capacitado para gobernar aun en el caso de su recuperación. Sin despejar esa duda, la recuperación del poder por el Caudillo, el día 2 de septiembre, se ve como un retraso y un obstáculo que puede hacer crujir la transición. El proceso político podría ser más calmado y con menor presión con el príncipe en el poder y Franco retirado, coinciden The Daily Telegraph y The Guardian. Al evidenciarse la recuperación clínica, Le Monde22 había recogido una afirmación del dirigente comunista Santiago Carrillo: Franco ya está muerto, aunque esté físicamente vivo. Durante más de un año, los corresponsales deberán ocuparse aún de su resistencia a la muerte y al abandono del poder.

Después de esta primera enfermedad de Franco, hay una atención sostenida de la prensa internacional por la actualidad española. El 30 de julio se había presentado en París la Junta Democrática de España, auspiciada por el Partido Comunista de España, Partido del Trabajo de España –cambio de nombre del Partido Comunista de España (Internacional), creado en 1967–, Partido Socialista Popular promovida por Enrique Tierno Galván, Alianza Socialista de Andalucía promovida por Alejandro Rojas Marcos, Comisiones Obreras, Partido Carlista presidido por el aspirante al trono Carlos Hugo de Borbón-Parma e independientes como Rafael Calvo Serer, editor del suspendido diario Madrid, y el abogado Antonio García Trevijano. El 1 de setiembre, se constituye en Barcelona la Unión Militar Democrática. El día 11, Arias reafirma su propósito de apertura política, el mismo día que el Partido Socialista Obrero Español inicia un congreso en Suresnes, cerca de París, donde elige secretario general al joven abogado sevillano Felipe González.

El día 13 se produce un atentado de ETA contra la cafetería Rolando de Madrid, junto a la Puerta del Sol y a la Dirección General de Seguridad, con el resultado de casi un centenar de víctimas, 13 de ellas mortales: Antonio Alonso Palacín, mecánico, y su esposa María Jesús Arcos Tirado, telefonista; Francisca Baeza Alarcón, maestra; Baldomero Barral Fernández, panadero, y su esposa María Josefina Pérez Martínez; Antonio Lobo Aguado, ferroviario; Luis Martínez Marín, agente comercial; Concepción Pérez Paíno, administrativa; María Ángeles Rey Martínez, estudiante; Gerardo García Pérez; Francisco Gómez Vaquero, cocinero de la cafetería; Manuel Llanos Gancedo, camarero de la cafetería; y Félix Ayuso Pinel, inspector de policía.

Es la primera vez que se produce un atentado terrorista indiscriminado tras el que ETA se escindirá en ETA militar y ETA político-militar, aunque no lo asume en seguida y acusa a la extrema derecha y las tramas negras internacionales. La petición al Gobierno francés de mayor rigor en el control fron-terizo de los revolucionarios vascos, es vista por el veterano corresponsal de Le Monde, José Antonio Novais,23 como una expresión más del aislamiento de España. La revista Fuerza Nueva ataca a Arias y responsabiliza al Gobierno de los muertos.

El 28 de octubre, se produce una crisis de Gobierno, con el cese de Pío Cabanillas y la dimisión solidaria del ministro de Hacienda Antonio Barrera de Irimo. Se suman a ellos otros cargos de segundo y tercer nivel como Francisco Fernández Ordoñez, Marcelino Oreja, Ricardo de la Cierva, Juan José Rosón, Juan Luis Cebrián, Miguel Boyer y Carlos Solchaga. Pese a todo, Arias es atacado por los ultras en la conmemoración del asesinato de Carrero. Cuatro meses después, el 20 de febrero de 1975, el presidente del Gobierno aprovecha la dimisión del ministro de Trabajo, Linicio de la Fuente, para cambiar a otros cinco ministros, entre los cuales Utrera, substituido como titular de la Secretaría General del Movimiento, por Fernando Herrero Tejedor.

En una rueda de prensa en TVE, el 26 de febrero, el presidente del Gobierno evoca la presencia vigilante de Franco con la «lucecita del Pardo» siempre encendida en su despacho. Se muestra firme en la represión de protestas, huelgas y conflictos crecientes, sobre todo en el País Vasco, donde se declara el estado de excepción por tres meses, a partir del 25 de abril. El 11 de junio se constituye la Plataforma de Convergencia Democrática, auspiciada por el PSOE, UGT, Partido Nacionalista Vasco, Izquierda Democrática, promovida por Joaquín Ruiz Jiménez, Unió Democràtica del País Valencià, demócrata-cristiana, Partido Gallego Social Demócrata, Unión Social Demócrata, Movimiento Comunista de España y Partido Carlista, que ha abandonado la Junta Democrática.

Tres días más tarde, Juan de Borbón defiende la monarquía constitucional en un discurso, tras el que se prohíbe su entrada en España. El día 24, Arias hace un discurso defensivo en las Cortes. En las semanas siguientes son detenidos nueve oficiales del ejército de Tierra y uno del Aire por su pertenencia a la clandestina Unión Militar Democrática. El 22 de agosto, se dicta un decreto ley antiterrorista, que endurece más la legislación y motiva el primer comunicado conjunto de los organismos de oposición.

EL GENERAL FRANCO CIERRA EL CAMINO

Se anuncia para los últimos días de agosto y primeros de setiembre de 1975 la celebración de cuatro juicios militares sumarísimos contra miembros de FRAP (Frente Revolucionario Antifascista y Patriótico) y ETA (Euskadi Ta Askatasuna, traducible del euskera por Euskadi y Libertad) –rama Político-Militar–, acusados del asesinato de varios policías y guardias civiles. La atención de la prensa internacional se refuerza con el desplazamiento de nuevos enviados que se suman a los corresponsales ya instalados en Madrid.

Tras el consejo de guerra del 28 de agosto en Burgos, son condenados a la pena capital José Antonio Garmendia Artola y Angel Otaegui Etxeberría de ETA, acusados de la muerte del guardia civil Gregorio Posadas Zurrón, en Azpeitia. Tras el consejo de guerra del 19 de septiembre en Barcelona, es condenado a la pena capital Juan Paredes Manot, Txiqui, también de ETA, acusado de la muerte del policía armada Ovidio Díaz López en Barcelona. Tras el consejo de guerra de 11 y 12 de septiembre en Madrid son condenados a la pena capital Manuel Blanco Chivite, Vladimiro Fernández Tovar y José Humberto Baena Alonso del FRAP, acusados de la muerte del policía armada Lucio Rodríguez en Madrid. Tras otro consejo de guerra celebrado el 18 de septiembre en Madrid son condenados a la pena capital Concepción Tristán López, María Jesús Dasca Pénelas, Manuel Cañaveras de Gracia, Ramón García Sanz y José Luis Sánchez Bravo Sollas, todos del FRAP, acusados de la muerte del teniente de la Guardia Civil Antonio Pose Rodríguez en Carabanchel.

Las primeras condenas a muerte de dos jóvenes «separatistas vascos» desata la alarma. Sebastiano Grasso,24 en Corriere della Sera, teme que puedan convertirse «en un boomerang», cuando ya se llevan «25 muertes entre la policía y diversas organizaciones clandestinas en los últimos 19 meses, una pequeña guerra civil». Pensando en Portugal, habla incluso del riesgo de un enfrentamiento entre viejos y jóvenes oficiales del ejército. Ante la condena posterior de los tres miembros del FRAP el diario milanés25 destaca la inutilidad de un gesto que «no alarga la vida del régimen». Paolo Bugialli26 ve los procesos como una mera «apariencia de justicia», en realidad un acto de guerra que incluye la ejecución de dos mujeres embarazadas.

La vida de todos ellos depende de la voluntad de Franco, que ni tan sólo responde a una petición de clemencia y una llamada telefónica del papa Pablo VI.27 A pesar de las presiones internacionales, sólo conmuta la pena a seis de los once condenados, de forma que cinco personas serán ejecutadas el día 27 de septiembre, tres miembros del FRAP en Madrid y dos de ETA, uno en Barcelona y otro en Burgos. Corriere della Sera28 habla de la «vivencia medieval» de los ocho días que se ha esperado la clemencia frente a la «extrema locura de un tirano». De una «venganza personal», de una demostración de fuerza sin parangón en el mundo, una incomprensible exhibición de arbitrariedad. Pablo VI condena tanto el terrorismo como la represión franquista en su alocución dominical a los fieles en la plaza de San Pedro.29

Franco es «el tirano más aislado de nuestro tiempo», escribe en un editorial el principal diario de Italia,30 un dirigente que puede matar y matará todavía más porque «tiene la necesidad de mantener el terror», y reprocha el apoyo solitario de los Estados Unidos al «más largo régimen fascista de Europa». Buglialli31 recuerda que desde los lejanos días la Guerra Civil Francisco Franco no había eliminado a cinco «adversarios políticos» en un solo día. Los pelotones de fusilamiento estaban formados por policías nacionales y guardias civiles voluntarios, el brazo armado del sistema político, no por militares. Los países de la CEE, entre otros diecisiete, retiran a los embajadores en Madrid, en una verdadera crisis entre España y el mundo occidental. Franco retira el suyo ante la Santa Sede en protesta por las palabras de condena de Pablo VI desde el balcón del Vaticano. «Si el régimen no cambia, el postfranquismo llevará al enfrentamiento», escribe Michele Tito.32

El aislamiento del régimen de Franco se percibe en toda la prensa internacional, incluso en Estados Unidos, cuyo Gobierno no toma represalia diplomática alguna. Jean Martin Chauffier,33 en el diario conservador francés Le Figaro, critica la ley antiterrorista española, que no da posibilidad para la defensa. El escritor Jean d’Ormesson34 reclama que se implante la democracia en España, país europeo y vecino. Novais35 habla de la «represión loca» de Franco, que intenta mantenerse en el poder contra viento y marea, que se niega a envejecer en una España donde no habla la voz de la justicia sino la voz de la venganza. El terrorismo, añade, es fruto de la desesperanza de una generación que no ha conocido la guerra pero sí sus consecuencias.

Le Monde36 no duda en describir al franquismo como un régimen decadente al que sólo le mueve la voluntad fría de venganza y la cólera siniestra. Novais37 presenta con dureza el entorno franquista y la postura diplomática mantenida por ciertos gobiernos. Le Monde38 critica la postura adoptada por el presidente Valery Giscard d’Estaing, al que hace cómplice de Franco por no haber condenado su política, con su defensa de una política liberal interna que también lo es hacia el exterior.

La prensa francesa teme que España se aleje de Europa y se acerque más a Estados Unidos. A punto de firmar la renovación de las bases militares, Le Monde subraya la discreción de Washington ante la cuarentena aplicada por los gobiernos europeos. El filósofo Raymond Aron39 espera en Le Figaro que España se acerque a Europa y evolucione hacia el liberalismo.

Los dos grandes periódicos norteamericanos condenan rotundamente las ejecuciones de «una dictadura que ha perdido el control de la situación», pero sólo Henry Giniger40 critica a su Gobierno por seguir apoyando a España en interés de salvaguardar las bases militares en la península. El columnista William Safire41 lamenta el silencio de Kissinger, «que mira hacia otro lado» para salvaguardar los acuerdos militares con España. The New York Times42 denuncia esa obstinación como una forma de «apuntalar un régimen cada vez más represivo y una inaceptable reliquia del fascismo de la Segunda Guerra Mundial».

The Washington Post43 pone el acento en las protestas en Europa, que dejan al régimen de Franco en una situación de «profundo aislamiento». Desde París, Bernard Kaplan44 trata de entender la causa de que la reacción europea sea tan dura con Franco cuando no lo es con otros dictadores del mundo: el peso de la Guerra Civil española todavía es muy importante en la conciencia de una Europa que no se ha perdonado del todo haberse adaptado a la larga dictadura de Franco. Lo extraño no sería la posición de la administración Ford. Lo fuera de común es la actitud de los países europeos, marcada por sus traumas del pasado. Una visión que contrasta con la mirada irónica que el dibujante Herblock45 plasma en el mismo periódico: un Franco muy envejecido pregunta a un retrato de Hitler «¿Qué problema tiene la gente en estos días que se excitan por una cuantas ejecuciones?».

El retorno al clima de guerra civil está muy presente en la prensa británica, que no pasa por alto la evocación realizada por el propio Franco. A inicios de mes, en un encuentro con excombatientes, dijo que España encaraba peligros más graves que en 1936.46 Además de condenar las ejecuciones, los diarios británicos se fijan en las condiciones irregulares de los juicios militares previos. The Times47 tiene serias dudas de que los acusados hayan tenido «un juicio justo y plenamente correcto». The Daily Telegraph48 critica que se utilice el terrorismo para justificar la negación de las libertades y que no se cuestionen los juicios. Para The Guardian,49 se trata de un «acto de venganza salvaje» tras un juicio manifiestamente injusto, con el abogado de la defensa expulsado del tribunal y denuncias de confesiones obtenidas bajo tortura. Los juicios y procedimientos llevados a cabo en España no serían aceptables en otros países occidentales, insiste Financial Times,50 que denuncia que no haya habido detenciones por ningún ataque de la extrema derecha. La política de tolerancia del Gobierno con la violencia de la ultraderecha provoca la alarma de los moderados.

Franco debe pagar un precio por apartarse de los valores de la Europa occidental, estima The Times, de modo que los Estados Unidos no deberían renovar de momento el acuerdo sobre las bases militares. Las puertas de la CEE deben estar abiertas sólo a una España democrática, afirma también The Guardian.51 Ambos coinciden con Financial Times en sus reservas al boicot al turismo español propuesto por los sindicatos británicos y su líder Jack Jones, que fue miembro de las Brigadas Internacionales durante la Guerra Civil. En cambio, a lo largo de tres editoriales sucesivos, The Daily Telegraph52 denuncia un gran montaje de la izquierda europea y de los comunistas, elogia la actitud de Estados Unidos y tacha de «gesto fútil» la retirada de embajadores y suspensión de las negociaciones por la CEE. Estima que sólo refuerzan el apoyo interior a Franco.

La crueldad del régimen español también es destacada por la prensa alemana por la falta de garantías jurídicas y el carácter represivo de un régimen que se vale de una «policía política incontrolada». Walter Haubrich53 habla de las medidas contra la prensa, como las dos suspensiones acumuladas por el semanario Triunfo desde el mes de abril, del ambiente coactivo e intimidatorio en que transcurrieron los consejos de guerra y de la represión policial violenta contra las protestas. Como The Daily Telegraph, el analista Robert Held54 advierte en Frankfurter Allgemeine Zeitung que la protesta contra los juicios debe evitar la justificación de los actos terroristas y compara ETA con el grupo alemán de extrema izquierda Baader-Meinhof. A su vez, Kassebeer55 advierte del peligro de mostrar comprensión por el régimen de Franco, ya que serán las únicas opiniones que deje reproducir la dictadura, con plena conciencia del impacto que tiene la prensa extranjera.

En conjunto, se considera que el crecimiento del terrorismo en España es una consecuencia de la falta de libertad y de la represión. Lo ven así The Times y The Guardian, porque los regímenes que suprimen toda manifestación de desacuerdo político llevan a la violencia, que suscita la simpatía hacia el terrorismo que lucha contra ellos. El terrorismo nacionalista –como el palestino o el vasco– puede ser objeto de «discusión de posibles soluciones políticas», recuerda The Times. Sin justificar la violencia, rechaza The Guardian56 la comparación de España con Irlanda del Norte, donde hay libertad de expresión. La diferencia entre el Reino Unido y España es la diferencia entre enviar un terrorista sospechoso a la cárcel o matarlo después de un juicio fraudulento.

La situación es grave. Es como si España hubiera resbalado 30 años atrás o más. Ahora que parecía que podía haber una transición pacífica y podría volver a ocupar «un lugar honorable» en Europa, señala The Daily Telegraph,57 crece el miedo a la polarización y a la violencia. El rotativo conservador y de mayor venta en Reino Unido ve nuevos desafíos en el discurso de Franco ante la concentración masiva en la plaza de Oriente de Madrid del día 1 de octubre, en la muerte de cuatro policías más, en los nuevos juicios sumarísimos que se esperan y en las nuevas ejecuciones que se pudieran producir. «Cada día que pasa, España se acerca más a la renovación de la guerra civil».

Lo temen también en sus artículos Edward Mortimer y Bernard Levin,58 así como el propio The Times59 en un editorial titulado «El general Franco cierra el camino»:

El escenario se pone gradualmente a punto para un régimen nuevo y violento de derechas, una violenta revolución de izquierda, o incluso para otra guerra civil entre los dos bandos.

También advierten de un final violento del régimen el corresponsal Roger Mathews y el propio Financial Times.60

La culpa de la violencia es de Franco, decía John Organ61 en The Times a finales de agosto, pidiendo su retirada. Levin habla del «gobierno brutal, corrupto e infinitamente miserable del general Franco». The Daily Telegraph ve una precipitación de los hechos causada por una «salvaje campaña antiterrorista», tras más de 18 meses centrados en un único punto: qué ha de pasar después de la muerte de Franco. «La crisis es general, fundamental y afecta todo el futuro del país».

La vejez ha convertido al general Franco, «un octogenario severo», en «un bárbaro», dice The Guardian.62 En otro editorial de título resonante –«Por quién doblan las campanas», evocador de la novela de Ernest Hemingway sobre la Guerra Civil–, retrata al dictador como un hombre que «ha ignorado a todos, decidido a hacer venganza», en un acto desesperado de un «hombre asustado» que deja como legado «muchas semillas de odio». Una determinación implacable de no admitir cambios significativos en el régimen surgido de la Guerra Civil, sin importar las consecuencias, como dice Financial Times.

Franco, por tanto, ha de cesar, aunque se reconoce improbable que lo haga. Su mejor servicio sería «traspasar el poder lo más rápido posible», según The Times. Remacha The Guardian:

Lo que Franco hizo a su pueblo en estos últimos años ha sido muy brutal, muy sistemático y más desastroso para España que casi ninguna otra cosa que haya hecho en su largo y oscura carrera.

Fue un gran error su decisión de volver a tomar los poderes, según The Daily Telegraph. Su permanencia «deja de tener utilidad», concluye Financial Times.

El régimen ha respondido con altanería a la reacción internacional. Se celebra un consejo de ministros extraordinario el 29 de septiembre, hay un discurso de Arias en TVE al día siguiente, donde evoca la Guerra Civil, y una concentración popular de apoyo a Franco ante el Palacio de Oriente el 1 de octubre. El príncipe aparece a su lado, muy serio. Se trata de una celebración especial del Día del Caudillo, la que será su última aparición televisada. Ya no lo son el desfile de la Guardia de Franco, cuatro días después, en su 83 aniversario, ni la presidencia de la fiesta de la Hispanidad, su última aparición en un acto público, el día 12.

Mientras tanto, el terrorismo reaparece. El mismo día 1 de octubre, cuatro miembros de la Policía Armada –Joaquín Alonso Bajo, Agustín Ginés Navarro, Antonio Fernández Ferreiro y Miguel Castilla Martín– son abatidos junto a entidades bancarias de Madrid. Es una represalia por las penas de muerte ejecutadas una semana antes, llevada a cabo por una organización de extrema izquierda que se hace llamar Grupos de Resistencia Antifascista Primero de Octubre (GRAPO). El día 5, ETA mata en Oñate a tres guardias civiles –Esteban Maldonado Llorente, Jesús Pascual Martín y Juan José Moreno Chamorro–, el 12 en Vitoria al taxista Germán Aguirre Irausegui y el 18 en Zarauz al guardia civil Manuel López Triviño.

La salud de Franco se agrava a mitad de mes. Tras dos infartos sucesivos, preside brevemente su último consejo de ministros el día 17 y sufre una nueva crisis cardíaca el 24. Dos días más tarde, el Gobierno pone en marcha la Operación Lucero ante el previsible fallecimiento, el 29 sufre una hemorragia gastrointestinal y el 30 un nuevo infarto y una peritonitis, tras lo que el príncipe acepta hacerse cargo de nuevo de la Jefatura de Estado en funciones. La Junta Democrática y la Plataforma de Convergencia Democrática emiten sendos comunicados.

Entretanto, el 16 de octubre el Tribunal Internacional de Justicia de La Haya confirma la posición de España en el conflicto del Sahara Occidental, favorable a la celebración de un referéndum de autodeterminación bajo los auspicios de las Naciones Unidas. La que hubiera podido ser una noticia positiva, es seguida por la llamada del rey Hassan II de Marruecos a la ocupación popular y pacífica de la colonia española. Se trata de la llamada Marcha Verde, por el color de las banderas que ondean las 350.000 personas que avanzan a pie por el desierto, con apoyo del ejército, a partir del día 6 de noviembre.

EL PRÍNCIPE QUE NO DICE NADA

25 de octubre. El agravamiento de Franco hace pensar en un desenlace rápido y lleno de interrogantes políticos. «Planea sobre España la pesadilla del inminente postfranquismo», avisa Bugialli.63 Franco está a punto de morir en el Palacio de El Pardo, rodeado de una corte como un rey absolutista del siglo XVIII, y con él, muere el reino que encarna, escribe Michele Tito.64 «Detrás de la ficción de Juan Carlos, el país espera otra cosa» y la situación es completamente insegura, en un país dividido en dos partes enfrentadas que no podrá sobrevivir por sí mismo. Europa no puede abandonar de nuevo a España, dice en referencia al «viejo remordimiento de la Guerra Civil», cuando los países democráticos europeos miraron hacia otro lado. Aparecen los primeros artículos de balance, pero la agonía va a durar casi un mes. También en Corriere della Sera, Claudio Zuchelli65 habla de un sucesor «triste, mal conocido por los españoles», un hombre que guarda silencio y por cuyas capacidades nadie pone la mano en el fuego.

España está encerrada con «un único tema», escribe Marcel Niedergand,66 mientras Le Figaro67 avisa que España va a dar un salto a lo desconocido, ante un «duelo Franco-Juan Carlos», en el que Franco se niega a ceder. El veterano Jacques Guillemé-Brûlon,68 que en el pasado ha entrevistado a ambos, admite que la decisión sobre el futuro de España no recae tanto en el Borbón como en los pasillos del Pardo. Los diarios franceses recogen la desconfianza de quienes dudan que Juan Carlos quiera y pueda convertir España en un país democrático. Santiago Carrillo afirma en Le Monde69 que estas dudas son compartidas incluso por Juan de Borbón, su padre y jefe de la dinastía. A pesar de todo, Niedergang70 se muestra optimista y el presidente Giscard apoya la necesidad de que España vaya hacia la democracia. Alain la Guarda y Max Milner71 piden a los europeos que contribuyan al nacimiento de la joven república española.

El príncipe es un producto de Franco, subraya Kassebeer,72 pero de talante liberal y con buenos contactos con políticos extranjeros e intenciones de llevar España hacia la democracia. El dilema al que se enfrenta Juan Carlos es comenzar su reinado como

rey del 18 de Julio, símbolo de la rebelión de los nacionalistas de 1936, o como una figura de integración de todos los españoles, como rey de los vencedores y de los vencidos.

Desde Frankfort, Robert Held,73 que simpatiza con las posiciones democráticas expresadas por Juan de Borbón, cuestiona la idoneidad de Juan Carlos como «rey de todos los españoles». Pese a sus limitaciones, Haubrich74 cree que buena parte de la oposición democrática está dispuesta a darle algún tiempo.

La primera acción del príncipe como jefe del Estado interino y jefe máximo de los Ejércitos, es viajar al Sahara, el 2 de noviembre. Ese mismo día, Franco sufre una hemorragia incontenible y es operado de urgencia, en un quirófano provisional instalado en el mismo Palacio de El Pardo. Nierdergang75 aprecia la firmeza de Juan Carlos en su visita a las tropas coloniales como una apelación al nacionalismo español para contar con el apoyo militar y popular. En Le Figaro, Thierry Desjardins76 cree que ha dramatizado la situación, pero reconoce que ha dejado clara su capacidad de decisión. Tres días más tarde, Hassan ordena parar la Marcha Verde, a la espera de las negociaciones acordadas con el Gobierno español. Es el mayor éxito diplomático de España en los últimos 25 años y uno de los primeros triunfos de Juan Carlos, según Niedergang.77

La enfermedad de Franco parece irreversible y The New York Times78 insiste en que ha de abandonar el poder para favorecer una transición en la que habría que hallar un equilibrio entre franquismo e izquierda para evitar una radicalización o «portugalización», señala Giniger.79 El recuerdo doloroso de la Guerra Civil «mantiene las armas templadas».80 Miguel Acoca81 da por hecha la sucesión del príncipe, gracias al apoyo de la mayoría de españoles y de los líderes de Europa occidental y América. Eso sí, tendrá que lidiar con temas difíciles como la legalización de un partido comunista que puede provocarle huelgas y disturbios, se asegura en The Washington Post,82 donde Acoca83 constata la indiferencia de la mayoría de los españoles por la vida de Franco.

Juan Carlos merece el reconocimiento de «Hombre de la noticia» en The New York Times.84 Aunque mejor conocedor de los deportes que de la política, se le reconoce una formación adecuada para ser rey. La duda es si «España le dejará que guíe el proceso». En las informaciones, el principal diario estadounidense85 presenta a socialistas y comunistas españoles junto a los movimientos «tranquilos» de la oposición y su búsqueda de apoyos en los gobiernos europeos, pero compara a la extrema derecha con el Ku-klux-klan. En un editorial duro sobre sus perspectivas de futuro, The New York Times86 alerta contra el peligro de un «reinado corto e infeliz» como el que tuvo su cuñado, Constantino II de Grecia, en 1964. Se extiende la certeza de que una parte importante de españoles preferirían al rey legítimo Juan de Borbón y se cuestiona a Juan Carlos por su relación con Franco «en estos tiempos de mano dura en los que el régimen se desvanecía».

Sin embargo, los pronósticos que se hacen desde la administración Ford y el Pentágono son de un cambio tranquilo y un futuro Gobierno moderado liderado por el rey.87 Con mayor cobertura de la crisis española, The New York Times88 se acerca a la realidad plurinacional y plurilingüe de España, frente a la asimilación con la violencia de las reivindicaciones pacíficas catalanas o vascas que establece el diario de la capital federal. A finales de octubre, Malcolm W. Browne89 habla extensamente desde Barcelona de los catalanes, una orgullosa minoría, que «aparecen más unidos que nunca en su historia díscola y devastada por la guerras, pidiendo un rápido cambio político».

La resistencia de Franco a dejar el poder es criticada también por la prensa británica. The Times90 cree que su retirada haría las cosas más fáciles y que su actitud está en «el límite de causar exasperación y ansiedad en el terreno político». The Guardian le culpa de indiferencia por el futuro de su pueblo y que deja el legado de «una nación dividida y perpleja». Financial Times proclama su fracaso en la provisión de una transición ordenada. Al mismo tiempo, crece la preocupación por la capacidad y el margen de maniobra del príncipe. Si quiere ser, como ha dicho, «un rey de nuestro tiempo», debe llevar a un sistema democrático, con una transición suave y un cambio espectacular, escribe The Times. Un rey no puede sobrevivir como continuador de Franco.

El traspaso de poderes ha sido el primer hecho importante en mucho tiempo, según The Daily Telegraph,91 pero no significa que todo esté claro en adelante y todavía hay margen para la agitación antimonárquica. «Juan Carlos no es la solución», afirma The Guardian, que lo encuentra simpático, pero débil y no ve que sea «el viento del cambio». La oposición lo rechaza, la gente de la calle no cree que tenga ideas propias, explica Walter Schwarz,92 corresponsal en París desplazado a Madrid. Aunque fuentes diplomáticas están convencidas de que quiere una España liberal y democrática, no le dan más que una mitad de posibilidades de éxito, escribe otro enviado, Peter Niesewand.93

Es «El príncipe que no dice nada», según el título del editorial con que The Guardian94 saluda el traspaso del poder. En el corto plazo es una noticia positiva, porque hay Gobierno pese a la ausencia del Jefe del Estado, pero el príncipe ha sido una sombra de Franco y sus manifestaciones han sido «prudentes hasta la nulidad».

Juan Carlos es el «hombre de la semana» en Financial Times,95 que en un editorial96 ve con reservas su acceso al poder, confinado a ser un frágil gozne hacia la era posterior a Franco. Para el diario económico, la monarquía restaurada es un anacronismo en un mundo crecientemente republicano, por lo que la legitimidad como institución va a depender de la capacidad personal de hacer las reformas. Sin embargo, es la principal esperanza para una transición ordenada a un Gobierno más liberal, si el terrorismo y las políticas represivas no le han recortado la libertad de maniobra. Con el recuerdo vivo de su presencia junto a Franco en la concentración de masas después de los fusilamientos, aún así cree que la oposición puede otorgarle el beneficio de la duda, si no tarda en hacer reformas.

La posición geoestratégica de una España democrática estable es importante para The Times97 y The Daily Telegraph,98 un activo inmenso para la Comunidad Europea, que es tanto su principal mercado como la dirección natural en la que debe mirar. El segundo de dichos diarios destaca el enorme interés de la relación con la OTAN, aumentada por la amenaza de Rusia y las incertidumbres sobre Portugal. Para The Times, nadie está seguro de la capacidad de las fuerzas políticas ni de los desacuerdos posibles entre los hombres en el poder después de Franco. El ritmo de los cambios parece ser entendido de manera diferente por The Daily Telegraph cuando habla del deseo abrumador de salvaguarda del legado de prosperidad y estabilidad de Franco. La inquietud de The Guardian99 es no saber qué pasará en España, «salvo que no estará en paz consigo misma». En alusión al príncipe, advierte que «los Borbones descubrieron que lo más peligroso de la opresión es que esconde las necesidades del pueblo, las legítimas y las otras».

Con algo más de optimismo, Financial Times100 habla de grupos bien preparados para la negociación política y del ejército como árbitro posible. Para The Times, las presiones más fuertes a favor de la democracia vienen de los hombres de negocios y los economistas, pensado en la CEE, y se puede tener confianza en sectores demócratas del poder, la Iglesia, el ejército, la economía y las clases medias. La legalización de los comunistas es la cuestión clave, es mejor que sea un partido legal que una fuerza clandestina. El Gobierno debería aceptarlo y «aprovechar su deseo de respetabilidad e independencia de Moscú».

EL HOMBRE QUE FINALMENTE MURIÓ

Mientras el Caudillo agoniza, Alberto Viali101 se ocupa en Corriere della Sera de los movimientos de una oposición política que empieza a ser reconocida tímidamente en algunos países europeos. El día 20 de noviembre de 1975, cuando finalmente muere, el semiólogo Umberto Eco102 habla del código de un sistema político que se desvanece, símbolo anacrónico de una sociedad medieval que contiene el aliento porque no tiene detrás ningún grupo social con legitimización para sobrevivirle. Como cada cultura genera sus propios códigos, España se abre ahora al panorama incierto de crear los suyos desde la nada.

Al día siguiente, las páginas de los diarios se llenan de referencias a la Guerra Civil, que consideran todavía inconclusa, un conflicto cuya atmósfera «el último Franco ha resucitado en España con una represión feroz contra los vencidos», señala Albero Cavallari103 en La Stampa. Ha sido una dictadura «loca, del tipo nazi». En Corriere della Sera, Alberto Ronchey104 va un poco más allá y se centra en las enormes dificultades a las que conduce una muerte que abre un periodo de tantas incertidumbres: «Está abierta la sucesión de Franco, pero todavía no del franquismo». El nuevo rey puede intentar conseguir una «democracia controlada» en un país que, tras crecer durante quince años, tendrá abiertas las puertas de Europa siempre que ofrezca libertad de acción a todos los partidos políticos, incluido el PCE. Concluye con los versos de Machado: «Españolito que vienes al mundo, te guarde Dios».

Poco optimista también, pero abierto a la esperanza, Carlo Casalegno105 despide en La Stampa al «último fascismo europeo», que se ha mantenido «durante cuarenta años de poder absoluto, construido sobre un millón de muertos, sin cambios». En España, sin embargo, ha mejorado la economía y han irrumpido una burguesía y una Iglesia católica renovadas, una nueva cultura y nuevas organizaciones políticas y sindicales que «emergen de las catacumbas de la clandestinidad en una precaria tolerancia». Aunque la historia invite al pesimismo, por los «poquísimos años de libertad en dos repúblicas efímeras» frente a «siglos de poderes despóticos y crueles guerras civiles», hay motivos de esperanza y confianza, porque todas las fuerzas políticas aún clandestinas coinciden en rechazar la permanencia del franquismo y piden el «retorno de España a Europa». A condición de que se eviten «los errores y las exasperaciones» para no caer en los riesgos que ahora corre Portugal, «a punto de perder una libertad recuperada después de una larga dictadura».

También en La Stampa, Alberto Cavallari, desde París, prefiere ver la botella medio llena,106 aunque subraya una variedad de reacciones internacionales: el silencio del premier laborista británico Harold Wilson, el «cheque en blanco» de Giscard d’Estaing que promete asistir a la coronación de un «rey prefabricado», los «vibrantes» elogios fúnebres a Franco del presidente norteamericano Richard Nixon o bien la «ambigüedad» del Vaticano.

«La agonía más larga», como la define Marcel Niedergang,107 ha desembocado en una situación incierta, en la que el espíritu festivo convive con el silencio, dice Le Monde.108 Los ultras tratan de mantener el régimen intacto mientras Juan Carlos se enfrenta al dilema de liberar o no a los centenares de presos políticos. Los corresponsales de Le Monde se apuntan a la prudencia del presidente Giscard, sin evitar el retrato de la sombría dictadura. Desde París, André Fontaine109 hace un breve repaso a la vida y personalidad de «el hombre de la cruzada», con especial atención a las consecuencias de la Guerra Civil y a la cuestión de los exiliados, muy viva en Francia. Le Figaro110 también transmite incertidumbre. De acuerdo con Jacques Guillemé-Brûlon,111 Europa duda de que el fin de la dictadura suponga el comienzo inmediato de la libertad. El escritor de origen español Michel del Castillo112 vaticina que en seis meses será difícil encontrar un franquista en España, como lo fue encontrar un nazi en la Alemania del canciller Konrad Adenauer.

Desde Frankfurt, Robert Held destaca113 que Franco fue mucho menos cruel que otros dictadores y que toleró pequeños espacios de libertad, en alusión a la Europa del Este. Pero, en el mismo periódico, el corresponsal Walter Haubrich,114 que se había mostrado mucho más contrario al Caudillo, dice también que fue enemigo por igual del liberalismo y del comunismo y que no dudó en utilizar los medios más duros para asegurar su poder. La época que termina en España termina también para sus vecinos, escribe Günther Gillessen,115 editor político de Frankfurter Allgemeine Zeitung. La adaptación a los nuevos tiempos significa que las democracias occidentales han de estar a punto para «la competición con Moscú que ahora empieza». Su llamada a ayudar a España y reclamarla como un país de Europa se dirige no sólo a los gobiernos, sino también a los partidos políticos y especialmente a los partidos socialistas.

Al final de su régimen el «aislado dictador» español había vuelto hacia sus «orígenes fascistas», con una genuina incapacidad para preparar el advenimiento de una democracia, afirma Kassebeer.116 Pudo controlar durante casi cuatro décadas el conflicto entre dictadura y democracia, pero ese conflicto va a estallar de nuevo y «esta es la culpa histórica de Franco».

El balance de la prensa británica sobre la figura y obra de Franco es positivo en algunos aspectos: la singularidad de su carrera militar, la capacidad de liderazgo de la insurrección del 18 de julio de 1936 contra la República, el mantenimiento de una posición independiente durante la Segunda Guerra Mundial, la resistencia al aislamiento diplomático posterior, el largo período de paz y de estabilidad política sin precedentes y la prosperidad económica alcanzada en los últimos 36 años. The Times117 le reconoce una vida privada ejemplar y cree que, sin tener las cualidades de muchos políticos, no ha sido un dirigente vanidoso ni inhumano, salvo por razones de estado. The Daily Telegraph118 subraya su carácter sencillo, de campesino gallego astuto, calculador y reservado, con ojo rápido y corazón frío. The Guardian,119 en cambio, lo ve como el típico oficial español, con fuertes prejuicios políticos y religiosos. En comparación con otros dictadores es aquel de quien menos se puede decir que haya sido un gran hombre.

Ni Franco ni su régimen no han sido propiamente fascistas, aunque hubo muchos fascistas en su seno, coinciden The Times y The Daily Telegraph. Con una forma de Gobierno basada en principios militares más que políticos, ha practicado un autoritarismo que refleja muchas de las características menos atractivas de los dictadores del Eje. Ambos valoran la firmeza de Franco ante Hitler durante la Segunda Guerra Mundial. The Guardian cree que se equivocó hasta el punto de necesitar una dependencia humillante de los poderes extranjeros y que siguió este camino con más fatalismo que inteligencia. Esta sería la medida su sentido político. Quizás España necesitó a Franco, dice The Daily Telegraph, y después de las brutales obscenidades de la Guerra Civil tuvo la suerte de un boom económico sin precedentes que le mantuvo en el poder. Pero el resultado es un frágil castillo de naipes, que deja el país con beneficios indudables, pero convertido en un desierto espiritual.

Franco también ha de ser juzgado por haber dejado a España «singularmente mal preparada tras su marcha», es la despedida de Roger Mathews120 a un hombre que nunca fue «una victima de la duda». «Una cosa es segura. Franco nunca se atrevió a destapar y a mirar por sí mismo las ganas del pueblo español. Lo dejó para su sucesor». Es improbable que este régimen se mantenga como una forma española de democracia, sin el uso de «una represión y una violencia intolerables», advierte The Times.

Las perspectivas de futuro son analizadas con mayor extensión en los editoriales publicados el mismo día. The Guardian121 hace una crítica contundente de «el hombre que finalmente murió». Reprocha al «último de los dictadores fascistas que llevaron el mundo a la guerra y la miseria» que haya muerto estando aún «reñido con dos pueblos españoles como los vascos y los catalanes». La mejor oportunidad para el príncipe es conectar con los deseos de transformación, ya que cualquier paso hacia la democracia será alentada por el resto de la Europa occidental, «en una escala nunca vista hasta ahora en España».

Como un aviso de las dificultades, The Times122 pide a los enemigos más encarnizados de Franco que «se pregunten, con aprensión, si el mundo será mucho mejor sin él, tal como habían deseado». Pero no elude juzgar la responsabilidad del general Franco sobre el sufrimiento general durante la Guerra Civil y su voluntad de mantener un régimen esencialmente autoritario. «Mucho tiempo después que sus enemigos republicanos hubieran renunciado a toda revancha violenta», incluso cuando ya había crecido una generación nueva a la que los hechos de la Guerra Civil «parecían fundamentalmente irrelevantes». Para muchos de sus miembros, este régimen es un anacronismo y se han sentido ofendidos por la brutalidad y la torpeza de la reacción ante recientes desafíos a su autoridad. Franco no ha escuchado y ha continuado pensando que sus enemigos lo eran también de España y «eso no es verdad». Este diario publica un segundo editorial criticando los esfuerzos extraordinarios para prolongar su vida.123

El régimen de Franco es un anacronismo –«en el mejor caso, un hiato, en el peor una tiranía»–, sentencia The Daily Telegraph,124 por lo que la mayoría de los españoles apoyará al príncipe, por «el ansia de conservar y construir sobre la prosperidad crecida bajo el Gobierno firme y estable de Franco». A la espera de sus primeras palabras y decisiones como rey, Financial Times125 advierte que la continuación de la represión policial complicaría las cosas y podría «estropear la buena voluntad internacional». Si el príncipe no consiguiera una descompresión de la situación, «la explosión resultante podría llevárselo abajo a él, la monarquía y muchas cosas más».

Desde Estados Unidos, el ex presidente Richard Nixon tributa su testimonio a la «firmeza y lealtad» de Franco,126 mientras The Washington Post127 marca distancias entre su dictadura y «las locuras homicidas» de Hitler y Stalin y le reconoce también el mérito haber apartado a España de la Segunda Guerra Mundial. Y aunque cree que «no existe una gran demanda para volver a una democracia parlamentaria», confía que el país sabrá qué rumbo ha de tomar, en un futuro pilotado por Juan Carlos.

El antiguo embajador en España, John Davis Lodge128 califica a Franco de «amigo» de América en un artículo en The New York Times, pero el tono general de este diario es muy distinto. Flora Lewis129 considera que «después de décadas de represión, la democracia es todavía el deseo» de la gran mayoría de la población. El antiguo corresponsal en Madrid Richard Eder130 acusa al dictador fallecido de haber cometido «atroces represalias» y gobernar con el terror. En las crónicas de Henry Giniger131 también se leen duros reproches a un dictador que «en caso de duda, reprimía». «Odiado por muchos; amado por unos pocos», así empieza un duro editorial del diario neoyorkino132 que reprocha a Franco el legado de haber ampliado las fisuras en una sociedad ya muy polarizada. The New York Times, que no se cansa de tildar a Franco de «autoritario» y «represor», da cabida a una carta en la que 25 intelectuales estadounidenses piden al presidente Ford que vigile la evolución de la España post-Franco para evitar que permanezca el totalitarismo.

El vicepresidente Nelson Rockefeller es la figura internacional de más relieve que asiste el día 23 de noviembre al entierro de Franco en el Valle de los Caídos, junto a Felipe de Edimburgo, esposo de la reina de Inglaterra, el dictador chileno Augusto Pinochet e Imelda Marcos, esposa del presidente de Filipinas.

1 Harold Sieve, «Juan Carlos to rule as Franco steps down» y «Franco, the iron “puppet” who lasted 35 years», The Daily Telegraph, 20 de julio de 1974.

2 Paolo Bugialli, «Franco in gravi condicioni. Il potere al principe Juan Carlos», Corriere della Sera, 20 de julio de 1974.

3 «Stufe zum Thorn», Frankfurter Allgemeine Zeitung, 20 de julio de 1974.

4 Walter Haubrich, «Der berühmte Patient im Spiital, Generalisimo Franco», Frankfurter Allgemeine Zeitung, 12 de julio de 1974.

5 «The evolution in Iberia», The Guardian, 20 de julio de 1974.

6 «Franco hoisted back», The Daily Telegraph, 4 de septiembre de 1974.

7 «An Uncertain Future for Spain», The Times, 22 de julio de 1974.

8 Ian Davidson, «Franco: uneasy legacy for the Prince», Financial Times, 20 de julio de 1974.

9 Marcel Niedergang, «Le prince Juan Carlos a pris ses fonctions de chef d’État para intérim» y «Rejeter les haines de passé», Le Monde, 21 de julio de 1974.

10 Friedrich Kassebeer, «Spanisches Königsdrama», Süddeutsche Zeitung, 20 de julio de 1974.

11 «Spain’s Uneasy Glances at the “New” Portugal», The New York Times, 7 de julio de 1974.

12 Marcel Niedergang, «La visite-éclair de M. Kissinger pourrait préluder à une reconduction des accords militaires», Le Monde, 10 de julio de 1974.

13 Harold Sieve, «The vacuum after Franco», The Daily Telegraph, 20 de julio de 1974.

14 James MacManus, «The Prince and the power game», The Guardian, 20 de julio de 1974.

15 Paolo Bugialli, «Un borbone allevato in bateria» y «La via spagnola al post-fascis-mo», Corriere della Sera, 3 y 7 de agosto de 1974.

16 Harry Debelius, «The man who takes over from Gen Franco», The Times, 20 de julio de 1974.

17 Henry Giniger, «Ailing Franco Gives Powers to Prince», The New York Times, 20 de julio de 1974.

18 Israel Shenker, «Spain’s King-Designate in Power», The New York Times, 20 de julio de 1974.

19 «Spanish Cabinet Session Hints at Change to Come», The New York Times, 11 de agosto de 1974.

20 «The Reign in Spain is Plainly on the Wane», The Washington Post, 27 de julio de 1975.

21 Henry Giniger, «Is Franco Well Enough to Rule?», The New York Times, 4 de agosto de 1974.

22 «L’état de santé du général Franco s’améliore», Le Monde, 24 de julio de 1974.

23 José Antonio Novais, «Madrid demande à Paris plus de rigueur à l’égard des révolutionnaires basques», Le Monde, 23 de septiembre de 1974.

24 Sebastiano Grasso, «Si accentuanno la divisione in Spagna», Corriere della Sera, 16 de septiembre de 1974.

25 «Ofessa al mondo civile», Corriere della Sera, 13 de septiembre de 1975.

26 Paolo Bugialli, «La Spagna altre cinque condannati a morte. Garrota anche per due ragaze incinte», Corriere della Sera, 19 de septiembre de 1975.

27 Paolo Bugialli, «Condemne a morte: Franco prende tempo», Corriere della Sera, 20 de septiembre de 1975.

28 «Un cupo tramonto», Corriere della Sera, 27 de septiembre de 1975.

29 Fabricio de Santis, «Nemeno una telefonata del Papa a Franco ha sottratto i 5 spagnoli a la fucilazioni», Corriere della Sera, 28 de septiembre de 1975.

30 «Un regime assediato», Corriere della Sera, 28 de septiembre de 1975

31 Paolo Bugialli, «In crisi i rapporti fra Spagna e Europa», Corriere della Sera, 29 de septiembre de 1975.

32 Michele Tito, «Perché la Spagna viva», Corriere della Sera, 30 de septiembre de 1975.

33 Jean Martin Chauffier, «Sentence politique», Le Figaro, 19 de septiembre de 1975.

34 Jean d’Ormesson, «Les poids des fautes», Le Figaro, 29 de septiembre de 1975.

35 Jose Antonio Novais, «Folle répression», Le Monde, 20 de septiembre de 1975.

36 «Le Défi», Le Monde, 28 de septiembre de 1975.

37 José Antonio Novais, «Cinq jeunes condamnés ont été fusillés en Espagne», Le Monde, 28 de septiembre de 1975.

38 «La France, l’Espagne et l’Europe», Le Monde, 30 de Septiembre de 1975.

39 Raymond Aron, «Contrastes ibériques», Le Figaro, 8 de octubre de 1975.

40 Henry Giniger, «Spain’s Dictatorship Is Fast Losing Its Grip», The New York Times, 28 de septiembre de 1975.

41 Safire, William, «The Reign in Spain», The New York Times, 2 de octubre de 1975.

42 «Protests in Spain», The New York Times, 3 de octubre de 1975.

43 «Protests Directed at Spain», The Washington Post, 29 de septiembre de 1975.

44 Bernard Kaplan, «Spanish Civil War Haunts the Conscience of Europe», The Washington Post, 12 de octubre de 1975.

45 Viñeta de Herblock, The Washington Post, 16 de octubre de 1975.

46 Harry Debelius, «Spain faces graver than in 1936», The Times, 4 de septiembre de 1975.

47 «Spanish executions», The Times, 29 de septiembre de 1975.

48 «A fiesta for the left», The Daily Telegraph, 29 de septiembre de 1975).

49 «Eighty savage years on», The Guardian, 25 de septiembre de 1975; «For whom the bell tolls», The Guardian, 27 de septiembre de 1975.

50 «Violence in Spain», Financial Times, 30 de septiembre de 1975.

51 «Spain must be made to wait», The Guardian, 5 de octubre de 1975.

52 «A fiesta for the left», «Spanish replay», y «Spanish omelette», The Daily Telegraph, 29 de septiembre, 2 y 9 de octubre de 1975.

53 Walter Haubrich,«Panikstimmung in spanischen Redaktionen»y«Fünf Todeskandidaten berichten über Folterung und Morddrohung», Frankfurter Allgemeine Zeitung, 5 y 13 de septiembre de 1975.

54 Robert Held, «Francos Aufmarsch», Frankfurter Allgemeine Zeitung, 2 de octubre de 1975.

55 Friedrich Kasseebeer, «Verschärfung und Einlenken in Spanien», Süddeutsche Zeitung, 13 de octubre de 1975.

56 «Inside Spain’s pressure cooker», The Guardian, 24 de octubre de 1975.

57 «Spain on the brink» y «Spanish replay», The Daily Telegraph, 27 de septiembre y 2 de octubre de 1975.

58 Edward Mortimer, «Violence in Spain arouses fears of a another civil war», The Times, 2 de octubre de 1975; Bernard Lewin, «Leaving the stage, no doubt vilely», The Times, 7 de octubre de 1975.

59 «General Franco blocks the way», The Times, 6 de octubre de 1975.

60 Roger Mathews, «Political ebbs and flows in Spain’s tide of violence», Financial Times, 27 de septiembre de 1975; «Violence in Spain», Financial Times, 30 de septiembre de 1975.

61 John Organ, «Gen Franco must step down before it is too late», The Times, 27 de agosto de 1975.

62 «For whom the bell tolls», The Guardian, 27 de septiembre de 1975.

63 Paolo Bugialli, «Franco è in agonia: pronti tres reggenti: un generali, un notabile e un archivescovo», Corriere della Sera, 26 de octubre de 1975.

64 Michele Tito, «La fine di un regno», Corriere della Sera, 26 de octubre de 1975.

65 Claudio Zucchelli, «Chi è il “principe triste” che sucederà a Franco», Corriere della Sera, 28 de octubre de 1975.

66 Marcel Niedergang, «Un seul et même enjeu», Le Monde, 23 de octubre de 1975.

67 «Duel Franco-Juan Carlos. Espagne: guerre de succession ouverte» y «Espagne: le saut dans l’inconnu», Le Figaro, 23 y 25 de octubre de 1975.

68 Jaques Guillemé-Brûlon, «Une partie difficile», Le Figaro, 25 de octubre de 1975.

69 «M. Santiago Carrillo ne croit pas que le prince Juan Carlos puisse instaurer la démocratie», Le Monde, 26 de octubre de 1975.

70 Marcel Niedergang, «Retour en Europe?» y «M. Giscard d’Estaign souhaite une nécessaire évolution démocratique de l’Espagne», Le Monde, 2 y 5 de noviembre de 1975.

71 Alain La Guarda y Max Milner, «Deux réflexions. L’Espagne exemplaire?», Le Monde, 2 de noviembre de 1975.

72 Friedrich Kassebeer, «Der Prinz wartet auf ein Echo» y «Spaniens Zukunft unter Juan Carlos», Süddeutsche Zeitung, 25 de octubre y 14 de noviembre de 1975.

73 Robert Held, «Juan Carlos», Frankfurter Allgemeine Zeitung, 1 de noviembre de 1975.

74 Walter Haubrich, «Ein Prinz guten Willens», Frankfurter Allgemeine Zeitung, 21 de noviembre de 1975.

75 Marcel Niedergang, «Le conflit du Sahara espagnol a précipité la venue au pouvoir de Juan Carlos», Le Monde, 1 de noviembre de 1975.

76 Thierry Desjardins, «Sahara occidental: l’accord serait conclu... mais on attend le signataire espagnol», Le Figaro, 2 de noviembre de 1975.

77 Marcel Niedergang, «La fin de la marche verte», Le Monde, 11 de noviembre de 1975.

78 «General Franco suffers relapse», The New York Times, 24 de octubre de 1975.

79 Henry Giniger, «Spaniards united in hope for change, earnestly want peaceful transition», The New York Times, 26 de octubre de 1975.

80 «A Contest for Power Will Begin Soon in Spain», The New York Times, 26 de octubre de 1975.

81 Miguel Acoca, «Madrid Reform Throttled» y «Reform Opposed in Spain», The Washington Post, 12 y 28 de octubre de 1975.

82 «Juan Carlos Set to Rule Spaniards», The Washington Post, 26 de octubre de 1975.

83 Miguel Acoca, «Power is Transferred to Prince Juan Carlos», The Washington Post, 31 de octubre de 1975.

84 «At the helm in Spain», The New York Times, 31 de octubre de 1975.

85 «Socialists and Reds Seek Common Ground in Spain» y «Franco Loyalists Resist Political Change», The New York Times, 28 y 30 de octubre de 1975.

86 «A Prince’s Prospects», The New York Times, 1 de noviembre de 1975.

87 «U.S. Sees Smooth Transition in Spain», The New York Times, 1 de noviembre de 1975.

88 «Language Ruling Irks Spanish Regions», The New York Times, 17 de noviembre de 1975.

89 Malcolm W. Browne, «Proud Catalan Minority Insists on Changes for Spain», The New York Times, 29 de octubre de 1975.

90 «Times for a King of our time», The Times, 1 de noviembre de 1975.

91 «A new chance for Spain», The Daily Telegraph, 1 de noviembre de 1975.

92 Walter Schwarz, «The core of the Spanish succession», «Football and a medical thriller» y «Death watch in Madrid», The Guardian, 28 de octubre, 10 y 12 de noviembre de 1975.

93 Peter Niesewand, «Waiting in the wings –and planning», The Guardian, 7 de noviembre de 1975.

94 «The prince who said nothing», The Guardian, 1 de noviembre de 1975.

95 Roger Mathews, «He needs nerve and wisdom», «Man of the week», Financial Times, 8 de noviembre de 1975.

96 «Franco and the sucession», Financial Times, 27 de octubre de 1975.

97 «Spain’s uncertain future», The Times, 25 de octubre de 1975.

98 «After Franco», The Daily Telegraph, 29 de octubre de 1975.

99 «Inside Spain’s pressure cooker», The Guardian, 24 de octubre de 1975.

100 «Franco and the sucession», Financial Times, 27 de octubre de 1975.

101 Alberto Viali, «L’opposizione prepara il ritorno», Corriere della Sera, 31 de octubre de 1975.

102 Umberto Eco, «Anche Franco e’un segno», Corriere della Sera, 20 de noviembre de 1975.

103 Alberto Cavallari, «La tirannia pietrifiacta», La Stampa, 21 de noviembre de 1975.

104 Alberto Ronchey, «Una transizione travagliata», Corriere della Sera, 21 de noviembre de 1975.

105 Carlo Casalegno, «Speranza di libertà», La Stampa, 21 de noviembre de 1975.

106 Alberto Cavallari, «L’Europa attende una Spagan libera», La Stampa, 21 de noviembre de 1975.

107 Marcel Niedergang, «La plus longue agonie», Le Monde, 18 de noviembre de 1975.

108 «Un mois de manoeuvres» y «Le protocole et l’espérance», Le Monde, 21 y 22 de noviembre de 1975

109 André Fontaine, «L’homme de la croisade», Le Monde, 21 de noviembre de 1975.

110 «Espagne: succession assurée mais avenir incertain», Le Figaro, 21 de noviembre de 1975; Jacques Guillemé-Brûlon, «La fin d’un défi», Le Figaro, 21 de noviembre de 1975.

111 Jacques Guillemé-Brûlon, «Ouverture mesurée», Le Figaro, 21 de noviembre de 1975.

112 Michel del Castillo, «L’intelligence après l’ordre du néant», Le Figaro, 21 de noviembre de 1975.

113 Robert Held, «Der selbstgerechte General», Frankfurter Allgemeine Zeitung, 21 de noviembre de 1975.

114 Walter Haubrich, «Ein willensstarker Zauderer», Frankfurter Allgemeine Zeitung, 21 de noviembre de 1975.

115 Günther Gillessen, «Ein Land Europas», Frankfurter Allgemeine Zeitung, 21 de noviembre de 1975.

116 Friedrich Kassebeer, «Ein Gefangener seines eigenen Regimes», Süddeutsche Zeitung, 21 de noviembre de 1975.

117 «Obituary: General Franco. A dictator who gave Spain a period of law and order», The Times, 21 de noviembre de 1975.

118 «A quick eye, a cold heart, caution and cunning were the ingredients of a dictator: Franco the universal outcast who refused to go away», The Daily Telegraph, 21 de noviembre de 1975.

119 «General Franco, the patriotic dictator», The Guardian, 21 de noviembre de 1975.

120 Roger Mathews, «Franco: never a victim of doubt», Financial Times, 21 de noviembre de 1975.

121 «Spain: the man who finally died», The Guardian, 21 de noviembre de 1975.

122 «General Franco», The Times, 21 de noviembre de 1975.

123 «Extraordinary efforts to prolong life», The Times, 21 de noviembre de 1975.

124 «New era in Spain», The Daily Telegraph, 21 de noviembre de 1975.

125 «The Spanish interregnum», Financial Times, 21 de noviembre de 1975.

126 «Nixon Hails Franco’s “Firmness, Fairness”», The Washington Post, 22 de noviembre de 1975.

127 «Spain after Franco», The Washington Post, 21 de noviembre de 1975.

128 John Davis Lodge, «Looking at Spain», The New York Times, 20 de noviembre de 1975.

129 Flora Lewis, «After Decades of Repression, Democracy Is Still the Wish», The New York Times, 16 de noviembre de 1975.

130 Richard Eder, «A Memoir: As Franco Dies, So at Last Do the Thirties», The New York Times, 22 de noviembre de 1975.

131 Henry Giniger, «Spanish, Long Restricted, Are Hoping for a New Era», The New York Times, 10 de noviembre de 1975.

132 «Spain without Franco», The New York Times, 21 de noviembre de 1975.

Las sombras de la Transición

Подняться наверх