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INTRODUCCIÓN

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“Sí, Dios amó tanto al mundo, que entregó a su Hijo único para que todo el que cree en él no muera, sino que tenga Vida eterna” (Jn 3,16).

A través de este trabajo intento captar, aunque sea un poco, la riqueza del “carisma”, la grandeza del “espíritu” que animaba a nuestro PADRE FUNDADOR.

Para ello, creo, debemos investigar cuál es el “núcleo principal” de ese espíritu e intentar desarrollar algunas reflexiones que sirvan de sustento y motivación a nuestro “SER” y “OBRAR” cristiano, mientras nos vamos preparando para celebrar el Jubileo del 2000 y encarar una “nueva evangelización”, en los albores del tercer milenio.

A mi modo de ver ese “núcleo principal” lo constituye:

“La experiencia de la misericordia del Padre”

la cual se desborda en esta historia de la humanidad, que la ignora a la par que la necesita.

Para orientar la reflexión me serviré de algunas “herramientas” fundamentales:

 a PALABRA DE DIOS

 la Palabra de Juan Pablo II y de otros autores (antiguos y modernos) y, por supuesto,

 la Palabra de Don Orione

con todo este bagaje, podré apuntalar mi “pobre palabra”.

Ahora bien, ¿qué pretendo alcanzar?:

Mi intención es “sacar a la luz” lo que Don Orione vivió en relación con el DIOS—AMOR.

Muchas de esas vivencias no las expresó directamente. Él nunca dejó por escrito un análisis y menos una interpretación de sus procesos interiores.

Sin embargo, como hijos que somos de este gran Padre tenemos fundados derechos a pensar que él, como la Virgen María, “guardaba todas las cosas meditándolas en su corazón” (cf. Lc 2,19) y que buscaría ver qué le estaba diciendo Dios a través de los acontecimientos y la repercusión de los mismos dentro de su corazón de Padre.

Para emprender un camino así, nos encontramos con textos sueltos –cartas, homilías, escritos espirituales, narraciones particularmente de los últimos años de su vida— de donde podemos extraer esa acción poderosa del Espíritu Santo en su corazón dó-cil.

Teniendo en cuenta esto, antes de entrar de lleno en la temática acerca de “la misericordia” me parece oportuno y muy necesario,para poder comprender algo del “alma” de nuestro Fundador, establecer una premisa que servirá como “horizonte o “telón de fondo” a todas las cosas que expresemos.

Es la siguiente:

Las palabras muchas veces no nos dicen nada porque no hemos hecho la experiencia. Una palabra escuchada penetra en nuestro corazón cuando hemos experimentado su contenido; entonces ahí nos damos cuenta que el lenguaje puede reflejar el “SER” de las cosas. En definitiva, sólo podemos “saber” aquello de lo cual hemos hecho la experiencia.

El texto de Don Orione que guiará el trabajo son unos apuntes espirituales que escribió en 1917 a la edad de 45 años; en él se manifiestan los vigorosos rasgos del amplio espíritu apostólico del Fundador.

Dice así:

“Que nunca olvide que el ministerio que se me ha confiado es MINISTERIO DE MISERICORDIA, y sepa tener yo para con mis hermanos pecadores un poco de esa caridad infatigable que tantas veces tuviste para con mi alma, Dios grande en misericordia”. (9)

Por tanto, parto de la convicción de que Don Orione hizo la experiencia de la misericordia en su propia vida y por ello la pudo derramar en abundancia a todos los hombres.

Estas páginas intentan descifrar “algo” de esa experiencia de nuestro Padre que nos servirá de modelo.

9. Ibídem.

Don Orione, un padre rico en misericordia

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