Читать книгу Mi nombre es Viktor y soy un Vampiro - Adolfo López Campaña - Страница 7

Capítulo 1.

Оглавление

Mi nombre es Víktor. Y soy un vampiro.

Por muy inverosímil que parezca es verdad, los vampiros existimos de una manera muy aislada, oculta de la publicidad y la notoriedad. Nuestra existencia transcurre de manera muy diferente a como nos retratan en las películas románticas y de terror.

Primero que nada, sí nos vemos en el espejo, yo me peino todos los días y mojo mi rostro mirándome en él, de esa manera puedo ver cómo mi reflejo sigue igual desde 1865, el año en el que fui convertido.

En las películas nos retratan como adictos a la moda, adinerados, gente de la alta sociedad. En mi mundo tales cosas no existen; pago renta, vivo con un gato de color negro en un departamento de 2 recamaras, una sala, comedor y un solo baño. Mis muebles están un tanto deteriorados, tengo un refrigerador pequeño que está vacío, sólo guarda un par de refrescos de lata. Tampoco es verdad que todo el tiempo tomamos sangre y la mantenemos fría o en su defecto congelada, a mí me gusta más el vino tinto y no porque tenga algo que ver con la sangre, en lo absoluto, sino que aprendí a tomarlo hace mucho tiempo y lo disfrutaba sentado en la banqueta, acompañado con rebanadas de quesos gourmets sobre trozos de pan con ajo. ¡Sí! ¡Dije ajo!

A veces no me gusta desplazarme a pie, por eso tengo un auto Ford gris del 95. La permanencia no es nuestro estilo, o por lo menos no es el mío, tengo que mudarme constantemente porque en una ocasión permanecí mucho tiempo en un lugar y cuando la gente vio que mi aspecto físico no cambiaba, comenzó a creer que practicaba brujería. Incluso intentaron exorcizarme con un sacerdote local, desde aquel entonces trato de moverme de residencia máximo cada 5 años. No puedo echar raíces, no puedo formar relaciones largas, nada que perdure. Por cierto, el gato se llama Ruperstinsky y no le gusta que lo acaricie es muy huraño. Es la mascota número 567 que tengo, he tenido pájaros, perros, iguanas y hasta una víbora. La mayor parte del tiempo son ellos mi única compañía y me da la impresión de que todos se han sentido intimidados por mi presencia. Pero con el tiempo ellos también se mueren, eso es más fácil de sobrellevar que la muerte de alguien. Las mascotas las compras. Otro pájaro del mismo color, otro perro del mismo color, lo llamas del mismo nombre y ya. Parece que siguieran siendo los mismos, como si nunca se hubieran ido. Es más llevadero perder una mascota que a una persona; con el tiempo y vaya que los vampiros tenemos mucho, aprendes que una persona se vuelve irremplazable.

Lo de los crucifijos también es un mito. Hace años me hice un tatuaje de una cruz celta en la espalda y no me pasó nada. Me tatué también una cruz en el antebrazo derecho y un letrero en latín que dice vampiro en el izquierdo. Bueno, el de los tatuajes asegura que era latín y también que significa vampiro, para algunas chicas los tatuajes son sexys; hablando de eso, tampoco sucede que somos los guapos de la historia, como en esas películas donde todas las chicas de la clase de matemáticas se mueren por el galán vampírico que tiene un auto deportivo último modelo, creo que los estereotipos de belleza de la televisión realmente afectan a la percepción humana. Imagínense si a un vampiro se le ocurre convertir a una persona fea, lo feo no se le va a quitar con volverse vampiro, por los siglos de los siglos seguirá siendo fea. No todos los vampiros tenemos piel blanca y ojos verdes, o por lo menos no el que yo conozco. Convertirme en vampiro tampoco me hizo lucir más pálido. Mi tez sigue siendo morena mi cabello quebradizo, largo hasta los hombros y oscuro, en ocasiones me dejo la barba. El que me convirtió tampoco era muy bien parecido. Era un viejo que vagabundeaba en los callejones, usaba un saco desgarrado y un sombrero de copa bastante maltratado. Parece que en algún tiempo fue de la clase alta, pero también le llegó “el hastío”. A pesar de su edad tenía una excelente vista y unos ojos negros como la misma noche, daba miedo. Sólo para aclarar un punto, “aquel viejo sí que era desagradable”, pero alcanzó a enseñarme algo: Cuando alguien es convertido en vampiro, parece que el tiempo se congela en esa edad, a partir de ese día la apariencia del convertido no cambia. Aquí es donde ustedes pueden preguntarse ¿Por qué en las películas aparecen vampiros viejos y jóvenes? Aquí la respuesta: Cuando alguien nace vampiro, su cuerpo si sufre un proceso de desarrollo, es distinto cuando alguien es convertido. El vampiro de nacimiento se desarrolla como lo hace cualquier especie, por eso es que hay vampiros jóvenes y vampiros viejos. Son como tribus. El más viejo es el que tiene el rango más alto. El que me convirtió era un vampiro de nacimiento, por eso seguía envejeciendo. Pero tengo casi un siglo sin verlo y sin tener noticias de él, lo más probable es que haya muerto. Cuando un vampiro se “hastía” se vuelve extremista y puede llegar a hacer cosas que lo ponen al límite, exponiéndose cada vez más. Pero bueno, vampiros que se vuelven viejos o vampiros que nunca más envejecen, les diré algo, la verdad, lo último que una mujer humana quiere es estar con uno de nosotros. Ustedes ven películas donde el vampiro es atractivo porque lo encarna el actor que está de moda, pero se han puesto a pensar ¿qué pasaría si ese vampiro no tuviera una cara bonita? Mi experiencia me ha enseñado que las mujeres tienen pánico de estar cerca de alguien como yo. Puedo llegar a parecerles atractivo mientras no sepan lo que soy, pero una vez que saben la verdad, les aterra la sola idea de que alguien pueda atravesar la piel de su cuello y su yugular con un par de colmillos filosos, ninguna mujer quiere arriesgarse a formar parte del menú mientras duerme. Así que no crean mucho eso de que la sensual y atractiva chica de la historia sufre mientras no decide si darle su corazón al vampiro o al hombre lobo. Realmente en esa ecuación no sabría cuál de los dos resultaría menos desagradable o potencialmente menos dañino para ella. En verdad visualícenlo, ¿qué puede tener de romántico acostarse con alguien que tiene el cuerpo frío? ¿O con un hombre lobo? En ese caso estaríamos hablando en algún momento de zoofilia, ¿o no? La televisión realmente puede alterar la percepción de las cosas.

En fin. Eso no ha impedido que en mi historia aparezcan personajes femeninos que hayan marcado mi larga, aburrida, desolada y en ocasiones frenética existencia. Sólo a dos mujeres les he confesado la verdad acerca de mi condición. Clarisa, la primera fue hace mucho, la conocí de 27 años con su cabello rojo y su piel blanca, después ella cumplió 37 y yo seguía siendo de la misma edad, como nunca mostró miedo sino más bien curiosidad, un día decidí decirle la verdad. Ella eligió quedarse, pero yo comencé a ver como su piel poco a poco perdía su luz, le ofrecí transformarla. Ella me contestó que me amaba, pero no lo suficiente para perder su alma por mí, entonces quien sufrió la decepción en ese momento fui yo. Creo que duele más esperar algo y ver que nunca llegue. Pasó el tiempo y cuando las arrugas comenzaron a atacar a sus ojos y su sonrisa, yo no quise quedarme para ver como cubrirían su cara y un día simplemente desaparecí, imagino que ella sabía el motivo, yo nunca me hubiera atrevido a explicárselo. Después de eso no me quedaron ganas de volver a confesarme con nadie más; una mujer era mía por una semana y al día siguiente sólo le quedaban dos opciones: La abandonaba o terminaba muerta en mi cama en un charco de sangre. Muchos años y muchas mujeres después llegó Estela, la segunda mujer que conocería mi oscuro secreto. Ya era otra época, pero lo recuerdo como si hubiera sido ayer. Con ella ocurrió algo especial porque le tenía una peculiar atracción a la oscuridad en todos sentidos, la música, la ropa, el color. Y yo podía ser una persona demasiado obscura. Así que hubo una mutua e instantánea atracción y cuando teníamos 6 meses saliendo decidí volver a decir la verdad. Lo hice porque sentí que realmente habíamos hecho una conexión, pero cuando me escuchó se rio a carcajadas. Me dijo que si buscaba un pretexto para terminar nuestra relación que fuera más original. Cuando le mostré mis colmillos casi se vuelve loca, ahí fue donde entendí que muchas veces las personas pueden ver y adorar a la oscuridad desde lejos, pero cuando la oscuridad se les acerca se llenan de miedo. Me convertí en la cosa más aterradora para ella, me acusó, ventiló mi secreto con toda su familia, desde luego no le creyeron. Me difamó con sus amigos. Los pocos que me agradaban me dieron la espalda, llamó a la policía; claro que levantar una demanda contra un vampiro no procedía, porque los vampiros “no existen”. En cierto sentido, que la gente crea que no existimos a veces me da ciertas ventajas. Y después de todo aquello, con la bomba que vierte sangre por mis venas destrozada junto con mis sentimientos, me marché tomando mis maletas de nuevo. Muchas veces pensé en reclamarle o preguntarle a Dios porque me pasaba esto, pero no veo caso comunicarme con alguien en quién no creo. Además, cualquier indicio de reclamo a Dios sería como afirmar su existencia. La única maldita repuesta que tengo viene de mi mente y es:

"Soy así porque a un desgraciado le gusté y me convirtió".

Punto.

Imagino que hacerme este tipo de preguntas debe ser un rasgo de lo poco que queda de mi humanidad. En fin. A Estela nunca más volví a verla. Y regresé a lo mismo de antes. La última mujer con la que tuve relaciones sexuales está muerta. Su cuerpo violado y sin una gota de sangre, amaneció una mañana debajo de un puente. Con ella no me preocupe por crear una conexión, ni mucho menos explicarle cual era mi condición, sólo quería desahogar mis deseos sexuales y beberme su sangre en un coctel. Así que fui a un bar de mala muerte a orillas de la ciudad, utilicé mis encantos vampíricos y la convencí de que dejáramos juntos ese lugar. Fácil. Entendí que no había necesidad de complicarme las cosas. Después de mi festín recorrí las calles caminando, sereno, disfrutando del paisaje. Aceptando lo que soy. No molestaba a nadie, ni nadie me molestaba. Claro que por sus mentes no cruzaba la idea de que yo acababa de beber toda la sangre del cuerpo de una mujer. Todo era paz y tranquilidad. Pero debo confesarles que no todo el tiempo hago eso. Lo del puente y la mujer fue para desahogar el estrés acumulado. Por lo general soy muy tranquilo y no ando buscando ese tipo de emociones fuertes. Por lo general, tengo otro tipo de contratos.

Para mí es muy difícil convivir con la gente. Somos una raza poco sociable. No nos gustan las fiestas ni las situaciones que nos puedan poner en evidencia. Una fiesta como las que muestran en las películas, llenas de alcohol, drogas, hermosas y deliciosas mujeres en vestidos sexys, con sus piernas y sus hombros al descubierto, provocándonos completamente, sería un festín irresistible para nosotros, así que lo evitamos en lo mayor posible.

Si, lo sé, por lo general hablo en singular, pero a veces se me salen los “nosotros” porque en el fondo todavía espero encontrar otro como yo aparte de “mi padre”. Así nos referimos al que nos convierte al mundo de las tinieblas y de la oscuridad. Con excepción de él, nunca me he topado cara a cara con otro de mi raza. A veces pienso que ya no existen, que quizá yo fui el último, pero aún tengo la esperanza. Y ruego porque sea mujer. No veo con quien más pueda compartir una eternidad.

Hablando de eso, tampoco es cómodo vivir tanto tiempo. “Por una eternidad”. Los seres humanos buscan incansablemente la inmortalidad. No saben lo que dicen ni lo que desean. Quizá encontrar la inmortalidad como raza puede ser divertido, pero de manera individual es horrible, ver cómo tu familia empieza a envejecer cuando tú permaneces joven, cómo tus amigos van muriendo por causas naturales y tu permaneces igual. Por eso muchas veces llegaron a llamarme demonio. Otros pensaban que había hecho un pacto con Lucifer o algo por el estilo. Poco a poco te vas quedando solo y eso sí que es aterrador. Tener todo el tiempo del mundo para ti solo. Literalmente para ti solo… Y sin amor.

Quizá suene cursi y como cliché de película de vampiros de adolescentes, pero el amor es esencial en toda clase de vida, humana o no. Y no hablo de sexo. El sexo se satisface. El amor no, por más que alguien pueda vivir en la oscuridad, es necesario sentir una caricia. Sentir que alguien duerme a tu lado, que no despertarás solo al siguiente día. Y que cuando sientes que ya no puedes seguir adelante alguien dirá que “todo estará bien”. No importa si eres policía, abogado, doctor, o muerto viviente, el amor es algo necesario e indispensable, es como el aire, es como la luz del sol. Bueno, eso del sol lo dirían los humanos comunes y corrientes. Para nosotros la luz del sol no es tan indispensable. El sol, eso es otro dato curioso que tienen que conocer.

Los vampiros podemos salir de día y de noche. El sol no nos desintegra, ni nos hace arder en llamas como en las películas. Podemos caminar en el sol, pero por un tiempo limitado. Lo que ocurre es que cuando alguien es vampiro, la sangre adquiere una condición muy peculiar, donde el contacto constante con el sol comienza a causarnos irritaciones y erupciones en la piel que en pocas horas nos pueden causar cáncer y provocar heridas y llagas que para nosotros se vuelven incurables. Si de por sí, para una mujer no es muy romántico estar con un vampiro, imagínense si ese vampiro tuviera heridas por donde sangrara constantemente, pues menos. Por eso preferimos ser más precavidos y salimos cuando se pone el sol. ¿Quieren que un vampiro agonice lenta y tortuosamente? Expónganlo a la luz del sol. Suelen llamarnos inmortales porque vivimos cientos de años, pero les confieso que el sol es una de las pocas cosas que pueden matar a un vampiro, otras pueden ser sacarle el corazón o cortarle la cabeza. Con el sol tardaría mucho tiempo en morir, pero eso sí, le causarían un gran dolor. Sería como si a ustedes les quitaran un pedazo de piel y sobre la carne viva les vertieran brasas de carbón encendidas. ¿Verdad que sería horrible?

Las películas hacen parecer que ser vampiro puede ser de lo más genial, pero la verdad no tienen idea. Yo, con el tiempo que tengo, es hora que todavía no termino de acostumbrarme a serlo. La vida del vampiro, sus costumbres y rutinas. Buscar a alguien, seducirla. Comenzar a besarla, quizá por qué no, también excitarla. Comenzar a quitarle la ropa. Y por si acaso, sólo por si acaso hay algún otro vampiro leyendo esto, aquí les va un buen tip, aprovéchenlo: Es más fácil atacarlas cuando ya se están quitando la ropa; semidesnudas no se atreven a correr igual que si trajeran ropa. Para ellas es más difícil salir corriendo sujetándose el brasier, la blusa o subiéndose la falda, aunque lo intentan, pero no. Debo confesar que esa suele ser la parte divertida de alimentarme. Retomando. Cuando ella piense que llegó el momento de hacer el amor, es cuando hay que hacer lo que menos se espera: Clavarle los colmillos en el cuello. Pero si te gusta la muchacha, puedes clavarle los colmillos después del sexo. En fin, cuando muestras los colmillos es impresionante como les cambia el semblante. Uno siente cómo ellas empiezan a entrar en pánico de no saber qué es lo que les está ocurriendo. Después empiezan a tirar golpes a diestra y siniestra. Entonces tú tienes que comenzar a hacer fuerza para que no se te suelte.

Después empiezan a tirar de ti, de tu ropa, de tu pelo, de donde puedan con tal de librarse. Y tú tienes que apretar más fuerte para que la presa no se escape. Y tienes que chupar rápido, antes de que el torrente sanguíneo se llene de adrenalina, porque eso echa a perder la sangre y a veces cuando la tomas así te provoca indigestión. Así como la carne de las vacas se echa a perder cuando las matan de una forma tan violenta que ellas alcanzan a experimentar el miedo y eso provoca que la carne que te venden en la carnicería se ponga dura; lo mismo pasa con la sangre de las mujeres, si tardas mucho en chupársela, la sangre adquiere un sabor desagradable a causa de la adrenalina. Si no la matas antes que eso, simplemente la dejaras desangrar. A veces pienso que el vampirismo raya en el canibalismo, pues tenemos que alimentarnos de los de nuestra propia especie. Bueno, creo que tienen razón, técnicamente ustedes y yo ya no somos de la misma especie, pero a fin de cuentas somos muy parecidos y no dejo de sentir extraño al alimentarme de alguien que fisiológicamente se parece a mi mamá, a mi hermana o a mi novia. Y sí, cada vez se volvía más fácil para mí alimentarme de alguien, pero nunca deja de tener algo desagradable.

Nunca me he alimentado de un hombre. Y no es que prefiera a las mujeres por ser presas más fáciles, la verdad no lo son. Yo no sé cómo se creen eso de que son el sexo débil. Creo que el hecho de no alimentarme de hombres más bien tiene que ver con mis propios tabúes. No se rían, pero de repente me parece algo medio homosexual. Crecí con una educación heterosexual y eso de acercar mis labios al cuello de otro hombre no deja de parecerme por mucho desagradable. ¿Además con que pretexto me le acercaría al cuello sin parecer gay? En cambio, a una mujer es más fácil acercármele a su cuello con el pretexto de besarlo y después continuar con lo que le sigue. Además, en el fondo creo y siento que la acción de alimentarme sólo con mujeres tiene algo de fijación sexual.

Eso también. El sexo siempre está asociado al mundo de los vampiros. Como si nosotros fuéramos menos prejuiciosos o quizá, mejor dicho, fuéramos más exhibicionistas. Somos igual que los seres humanos, a veces también sentimos vergüenza de enseñar nuestro cuerpo y nos gusta hacerlo a media luz. Pero no es que seamos más o menos que ustedes. Yo creo que las personas tienen muchos complejos y por eso no se dan permiso de hacer muchas cosas. Como vampiro aprendes a quitarte todo tipo de complejos, si no, simplemente te mueres de hambre. Bueno, realmente un vampiro no podría llegar a morirse de hambre. Cuando un vampiro no ha comido en mucho tiempo llega el momento en donde su conciencia se brinca al puro instinto de caza y ya no hay ningún proceso mental lógico, solo instinto de supervivencia. Es cuando el vampiro se vuelve más imparable y peligroso y es en ese punto donde ya no distingue entre familiares, amigos o desconocidos, para él todos se convierten en una posible fuente de alimento. Algo así como una hamburguesa humana.

¿Cómo sé todo esto? Recalco que en ocasiones me sale hablar en plural a pesar de que en mi vida solo he conocido otro vampiro aparte de mí. Pero, a fin de cuentas, de lo que hablo son mis experiencias personales. Y como soy vampiro deduzco que los demás, en caso de que existieran, deben de comportarse como yo. ¿Cómo sé que el hambre orilla a un vampiro a sus instintos de caza? Cuando tomes la sangre de la mujer de la que has estado enamorado toda tu vida en medio de la calle bajo una tormenta, entenderás a qué me refiero.

Cuando alguien es convertido en vampiro entra en el mundo de las tinieblas y de la oscuridad. Y cuando la oscuridad te abraza, dalo por hecho que nunca te suelta. Ser convertido es como si te quitaran un velo de los ojos. Comienzas a ver el mundo de las sombras y por ende a las sombras. Literalmente es como si las sombras caminaran a tu lado, como si ellas también te observaran. Hay una frase célebre que dice: “Cuando tu miras dentro del vacío, el vacío también mira dentro de ti”. Con la oscuridad es exactamente lo mismo. Bueno, la verdad es que sólo quería un pretexto para usar esa frase, desde que la leí hace mucho me gusto y había buscado una oportunidad para decirla y esta fue. Continúo.

Dentro de la oscuridad no solo hay fantasmas como lo suelen creer. La misma oscuridad tiene sus propios habitantes, sus propios moradores, sus propios guardianes. Si ustedes pudieran verlos, esos fantasmas comunes que todos conocemos son lo último por lo que deberían preocuparse. Hay seres que ciertamente no sé cómo se llaman, pero es como si no tuvieran piel y tuvieran cosas que les salen de la cara como pequeños cuernos de la quijada y de los pómulos. Créanme, convertirse en vampiro no es lo único aterrador de ese mundo. ¿Han escuchado hablar acerca del famoso tercer ojo? Cuando te convierten es como si te lo abrieran y de repente pudieras ver todo aquello que un humano común y corriente ni siquiera se imagina que pueda existir.

Cuando te conviertes en vampiro, sientes que por los agujeros donde te clavaron los colmillos, algo caliente comienza a entrar en tu sangre y a correr poco a poco dentro de tus venas. Esa es “la infección”. Poco a poco te va invadiendo. En las películas, los zombis y los vampiros se convierten casi instantáneamente. Créanme, no es así. No hay una cantidad de días establecidos. Cada organismo tarda diferente tiempo de acuerdo a los glóbulos blancos que posea su sangre. Mientras más resistan sus glóbulos blancos, la pelea contra la infección es más larga, y el organismo tarda más tiempo en convertirse. Y esto no es como el veneno de los alacranes; para el vampirismo no hay antídoto en la farmacia. Y hace más de un siglo, menos. Entre vómitos y jaquecas, yo tardé 9 días en convertirme. Mis padres creían que me había pegado “la peste”. Yo no sabía si mis alucinaciones eran reales o no, pero prefería quedarme callado porque la iglesia colgaba a todo aquel que se le descubriera relación alguna con la brujería. Una simple acusación sin comprobar bastaba para que te colgaran. Y decir que yo veía sombras, demonios y criaturas sin piel podría haber sido una acusación perfecta para aquellos tiempos. Recuerdo que un día mi madre estaba poniéndome compresas de agua frían en la frente, cundo detrás de ella apareció una figura oscura. Mi madre no la veía, pero yo no podía ocultar el pánico en mis ojos y en mi respiración. Comencé a respirar de forma muy agitada y mi madre pensó que estaba entrando en shock, así que salió corriendo por el doctor y me dejó ahí, a merced de eso... La figura comenzó a acercarse a mí. Por la falta de luz no podía distinguir su cara. Pero tenía cabello largo y húmedo. Daba la impresión de que usaba una capa larga y oscura hecha como de diferentes retazos. Se acercó a mi rostro y sus cabellos cayeron en mi cara. Para sostenerse, apoyó sus manos a un lado de mi cabeza. Su piel era oscura y sus uñas negras y largas. Parecía que estaba recubierto de una especie de lodo. Cuando estuvo a un centímetro de mi rostro, pude percibir su aliento, olía putrefacto. Yo estaba que me moría del miedo, completamente paralizado. Se acercó hasta mi nariz y mi boca y comenzó a respirar mi aliento. Así de cerca y no pude distinguir sus ojos, si es que tenía. Sólo podía sentir como jalaba todo el aire que había en mis pulmones. No supe cuánto tiempo permaneció así. De pronto se incorporó. Se quedó ahí observándome varios minutos, después se dio la media vuelta, comenzó a caminar y se desvaneció en la sombra que había antes de llegar a la puerta abierta de mi habitación. En ese momento sentí cómo el aire regreso a mi cuerpo y me desmayé. Esa ha sido sólo una de las ocasiones en las que he visto a los moradores de la oscuridad. Una vez que tú te asomas a la oscuridad, la oscuridad no deja de observarte, y lo hace muy de cerca. Actualmente a veces veo sombras moverse en mi casa, en la calle, en los restaurantes, a cualquier lugar que voy. La oscuridad no distingue entre iglesias y tabernas. Cuando abrí los ojos el doctor estaba con mi madre y ella comenzaba a llorar. El doctor acababa de decirle que no sabía qué era lo que me estaba pasando y que no existía una cura para ello. Qué razón tenía. Cuatro días después, como por arte de magia, mi condición había cambiado. Era la persona más sana del mundo. Y tenía hambre. Mucha hambre y la comida normal no me saciaba. En mi casa éramos varios hermanos y siempre había muy poco dinero. La comida la racionábamos. Mi madre hacia un guisado servía la misma porción para todos y ya no había segundo plato. Eso no me quitaba el hambre. Y como acababa de salir de “mi enfermedad” un par de veces mi madre me dio su ración, pero tampoco fue suficiente. El hambre no se saciaba. Aparte de las visiones, yo no había experimentado todavía nada del nuevo mundo al que pertenecía. Mucho menos iba a entender lo que estaba a punto de ocurrirme.

Hacía tres días que mi enfermedad había pasado. De nuevo, la cena no había sido suficiente para mí y no sabía a ciencia cierta si esa era la causa de mi ansiedad, entonces Kaleska, una amiga de aquel tiempo llegó a mi casa. Enterada estaba de mi condición y como no quería contagiarse procuró visitarme hasta que se enteró que yo estuve mejor. Ella tocó a la puerta preguntando por mí y fue el pretexto perfecto para salir de mi casa. Aún recuerdo a mi madre diciéndome que llevara un saco porque el día había estado frio y parecía que iba a llover. Esa sería la última vez que yo escucharía su voz.

A la ciudad había llegado un show de carpa ambulante y Kaleska estaba entusiasmada por ir a verlo y fue por mí para que la acompañara. Honestamente yo veía a Kaleska con otros ojos, pero sentía que ella no me veía a mí de la misma manera, por eso prefería guardar silencio. Kaleska deseaba ser actriz, así que ir a ver ese tipo de espectáculo la había puesto alegre, iba contenta, dando grandes pasos para llegar más rápido. Yo iba con las manos metidas en las bolsas del saco por el aire frio que soplaba. Y con un hambre que se incrementaba más y más. Quizá Kaleska no se dio cuenta de mi ansiedad a causa de su propia ansiedad por llegar a la carpa. Yo avanzaba a su lado y no podía dejar de observarle el cuello. De repente, yo no sabía ni el nombre de la calle por donde iba caminando. No sentía el frio. No sentía nada más que unas ganas de saltar sobre ella y comenzar a morder su cuello o cualquier parte de su cuerpo. Pero para morderla necesitaba usar mis dientes. Y de pronto sentí un dolor tremendo en la mandíbula. Me llevé la mano a la boca, Kaleska se dio cuenta y trató de atenderme. Intenté apartarla, pero la lancé contra el suelo y comencé a escupir sangre. Sentía que mis mandíbulas me iban a explotar. Un par de nuevos colmillos estaban empujando hacia afuera a mis antiguos dientes y vaya que eso era doloroso. Y el dolor no cesó hasta que pude observar cuatro de mis dientes tirados en el suelo ensalivados con sangre. Fue como si por instinto hubiera sabido que mis nuevos colmillos estaban listos para usarse; y enterrarlos en el cuello de alguien era la única solución para calmar mi ansiedad y aliviar el dolor que mis dientes nuevos le causaban a mi mandíbula.

Desafortunadamente la única persona que estaba frente a mí era Kaleska. Y en eso, como cliché de una película de terror, un relámpago iluminó las nubes oscuras que había en el cielo. Yo desaté mi ira sobre ella y la tormenta su furia sobre nosotros. Mis colmillos se hundían dentro de su cuello y las gotas de lluvia comenzaban a caer con coraje sobre el suelo. Sus ojos me veían llenos de terror como preguntándose porqué le hacía eso, mientras sus brazos intentaban separarme de ella, pero yo la apretaba más y más contra mí, hasta que poco a poco dejó de luchar. Era mi primera vez. Totalmente adrenalínica e instintiva. No sabía cómo ser un buen vampiro ni cómo clavarle lo dientes a alguien. Nadie me había dado una clase introductoria. Pero eso no me importaba. Lo único que me importaba era calmar mis ansias. Y no me importó que fuera Kaleska, mi mejor amiga y la mujer de la que estuve enamorado por mucho tiempo y nunca se lo dije. Ahora menos se lo diría. No porque fuera vampiro, sino porque ya estaba muerta. Aun cuando su sangre comenzó a saber amarga por su miedo yo seguí alimentándome de ella. Hasta que sus pulmones dejaron de respirar y en su cuerpo no había una gota de sangre. Dejé su cuello, pero enterré mis colmillos en sus brazos, en sus muñecas, en sus piernas, en sus pechos en busca de más sangre. Pero ya no había nada. Solo su cuerpo vacío, la tormenta y yo. ¿Ahora entienden que me refiero? En la calle, bajo una tormenta, yo le chupé cinco litros de sangre a la persona de la que estaba enamorado en secreto. Sé a lo que me refiero.

Cuando mis ansias se calmaron, todo volvió a la normalidad. Comencé a identificar las calles. Comencé a recobrar todos mis sentidos. Y de repente reconocí el cuerpo de Kaleska con su ropa manchada de sangre tirado junto a mí. Algo como un leve recuerdo de lo que hice pasó por mi mente y no lo quería creer. Tenía mordidas por todo el cuerpo y la sangre en su ropa estaba toda escurrida por la lluvia. Ese es mi primer recuerdo después de convertirme en vampiro y también el más horrible. Abandoné su cuerpo en medio de la nada y comencé a correr como loco.

Ya no volví a mi casa.

Ya no volví a ver a mi madre.

Ya no volví a ser el de antes...

¿Aún siguen pensando que es genial ser un vampiro?

Nunca me atreví a decirle a Kaleska lo que sentía por ella. Era de esas amigas que te tratan tan bien, que te enamoras, pero te aterra decírselo porque piensas que su trato pueda llegar a cambiar. Yo me sentía completo cuando estaba con ella y quería creer que Kaleska se sentía igual al estar conmigo. Pero en ocasiones sentía que ella trataba bien a todo mundo y eso le quitaba lo especial al asunto, pero eso no modificaba mis emociones por ella. Un domingo, ninguno de los dos teníamos nada que hacer, así que nos fuimos a caminar por el muelle. Estuvimos horas ahí y para mí fue como si se hubiera congelado el tiempo. Como si nos hubieran encapsulado y nos hubieran llevado a otra dimensión. Afuera los minutos y las horas transcurrían, pero para nosotros no. De pronto me preguntó algo: ¿Crees en las vidas pasadas? Me extrañó la pregunta y me le quedé viendo muy fijamente.

- ¿Crees que fuera posible que tú y yo nos hayamos conocido antes en otra vida? -Preguntó con una sonrisa incriminatoria en sus labios. - ¿O que vayamos a morir, después volver a nacer en otra época y encontrarnos de nuevo?

Me observó.

- ¿O te da miedo pensar ese tipo de cosas? - Concluyó.

Aquella forma de pensar era muy peligrosa en aquel entonces. Pero a Kaleska le llamaba la atención todo lo sobrenatural, lo que se saliera de lo ordinario.

-No lo sé…- Le respondí. - No sé si he vivido antes, o si viviré después; lo único que me interesa es vivir la vida que tengo ahora, atreverme a vivir el día de hoy, atreverme a hacer eso que me da miedo hacer.

Kaleska se me quedo viendo fijamente a los ojos y yo le devolví la mirada.

- ¿A qué le temes? - Siguió cuestionándome.

-A muchas cosas…- Le dije. Pero lo que más temía era a perderla. Y eso no se lo dije, sólo lo pensé.

Comenzamos a acercarnos poco a poco. Mis ojos se desviaban hacia sus labios. Y yo sentía como los nervios me recorrían de los pies a la cabeza. Nos observamos en silencio durante un rato. Imaginé que la besaría en esos momentos. Pero quizá el rato fue muy largo para ella y simplemente dejo de mirarme y se volteó.

-A mí me parece muy romántico creer esas cosas, pero claro que no se las digo a nadie. - Dijo mirando hacia el mar.

-Sí, podría ser peligroso andar contando ese tipo de cosas. - Susurré mientras metía mis manos en los bolsillos de mi pantalón con un sentimiento de derrota. Esa fue la primera vez que estuve tan cerca de Kaleska como para besarla. La segunda fue cuando le mordí el cuello. Qué gran diferencia, ¿no?

La noche que Kaleska murió ya no regresé a mi casa. Imagino que hubiera sido fácil volver con mi familia. Ocultar el cuerpo. Hacer como que no pasó nada. Pero el primero que no podía ignorar lo sucedido era yo mismo. Creo que hasta el momento es la única muerte que no logro perdonarme o justificarme. Me aterró no tener idea de qué otras cosas me podían pasar mientras me transformaba en vampiro, ¿qué más sería capaz de hacer? y lo que fuera, no quería hacérselo a alguien de mi familia. Recuerdo que me quedé sentado en el piso de un callejón oscuro disfrazando mis lágrimas con la lluvia que caía en mi cara. El farol de la esquina me dejaba ver a la gente que pasaba a lo lejos, presurosa con paraguas. A los carros jalados por caballos. Y una que otra sombra sin pies, que flotando sobre el piso se detenía un momento, con curiosidad me observaba y después se iba. Una de esas sombras traía un bastón y un sombrero de copa, se quedó parada frente a mí y me habló.

-Hola Viktor…

Al escuchar su voz intenté buscarle la cara y la mirada, pero entre tanta oscuridad no las encontré. Aun así, la curiosidad me hizo preguntar.

- ¿Quién es usted? ¿Cómo sabe mi nombre? - Por un momento me preocupó que me hubiera visto matar a Kaleska.

-Déjame presentarme muchacho, yo soy tu padre.

Mi nombre es Viktor y soy un Vampiro

Подняться наверх