Читать книгу Desigualdad y deterioro de las condiciones laborales - Esteban Pérez Caldentey, Sandra Serrano, Agostina Costantino - Страница 4

Introducción. Desigualdad y deterioro laboral. ¿Es posible romper el círculo?

Оглавление

Alicia Puyana Mutis,* Mariano Rojas**

Recibir el reconocimiento y el aprecio de los otros es una necesidad humana fundamental y una manifestación de respeto y valía social. Los espacios donde los seres humanos logran satisfacer esta necesidad son diversos; este libro estudia dos de los más importantes: el laboral y el social. En el mundo laboral se obtiene reconocimiento y el sustento económico; se tejen lazos de amistad y se fragua la realización personal a partir de la contribución productiva, mientras que en el terreno social, al obtenerse un trato igualitario en la comunidad, se cultivan y maduran las relaciones que fortalecen el respeto y el valor de todo ser humano. Los espacios laboral y social no están desvinculados, se entrelazan en cadenas que conforman círculos, ya virtuosos, ya viciosos. Este libro muestra que en el caso latinoamericano abundan más, lamentablemente, estos últimos círculos. El deterioro de las condiciones laborales refuerza la ya de por sí alta desigualdad social, y esta relación mengua el respeto y el aprecio que los seres humanos necesitan para vivir y que buscan obtener a partir de vinculación con la sociedad y su participación laboral. Las condiciones estructurales gestan un círculo vicioso en el cual la desigualdad lleva al deterioro de las condiciones laborales por varios canales como la baja recaudación tributaria, la abismal asimetría de poder y la negociación política. Las limitaciones de la intervención estatal y la deficiente inversión en regulación, en educación y en salud, así como el deterioro en salarios y en otras condiciones laborales aumenta la desigualdad en la región.

Por supuesto que en América Latina se han realizado múltiples esfuerzos para romper el círculo. La búsqueda del desarrollo es una constante en la región, y esta pasa por discursos que prometen una sociedad más equitativa y un desarrollo que, casi literalmente, se encuentra a la vuelta de la esquina. Aunque la presente obra no plantea una estrategia para romper el círculo vicioso de la desigualdad y el deterioro laboral, sí señala los diversos factores que contribuyen a que este no se quiebre, tales como la estructura de la propiedad de los factores, la importancia de los procesos políticos y las existentes asimetrías de poder, las transformaciones en los mercados laborales y en la distribución funcional del ingreso, así como la nueva dimensión de desigualdad laboral que acompaña a la incorporación masiva de las mujeres al trabajo, y las inconsistencias en los esfuerzos y estrategias de desarrollo recientes.

A tres y media décadas del estallido de la crisis de la deuda, 25 años del inicio de las reformas estructurales y la liberalización de la economía y, en el caso mexicano, de la instrumentación del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (tlcan), en Latinoamérica se observa una brecha entre la realidad y las expectativas creadas con el modelo económico que se impulsó. El déficit se relaciona, entre otros aspectos, con la estructura y la dinámica del crecimiento económico y con la distribución de los beneficios y los costos de las crisis económicas y de los programas para paliar la pobreza iniciados treinta años atrás, en respuesta a los efectos negativos de las reformas estructurales y la liberalización de los mercados. A pesar de las expectativas que generaron las transformaciones políticas e institucionales realizadas desde los años ochenta del siglo xx, la expansión económica en vez de acelerarse, ha sido mediocre e inestable, y los nuevos empleos, cada vez con menor calidad y retri­bución. En la más reciente década, el relativo crecimiento e implementación masiva de políticas distributivas lograron reducir la desigualdad en América Latina, sin embargo continúa siendo la región más inequitativa del mundo, con rezagos importantes tanto en la cobertura como en la atención social de la población y, en la mayoría de los países, la reducción de la inequidad solo implicó recuperar lo perdido desde 1980. Las sociedades latinoamericanas están escindidas por grandes diferencias entre las clases sociales y se mantiene una severa discriminación hacia grupos diferenciados por etnia y por muchos otros factores identitarios. El rezago se evidencia también en la generación de tecnología y en la consolidación de las instituciones democráticas.

Este panorama turbio de la situación latinoamericana no niega la existencia de avances considerables en educación, con ganancias en cobertura y en años de escolaridad. Otro tanto se puede afirmar en cuanto a los servicios de salud; se han logrado progresos en la reducción de la mortalidad infantil y en la extensión de los años promedio de vida. Las campañas de vacunación, la ampliación de la dotación de agua potable y alcantarillado, y la reducción de la desnutrición han disminuido de manera importante la morbilidad y han aumentado el control de las enfermedades prevenibles. Cabe también registrar mejoras en el respeto a los derechos humanos. No obstante, en todos estos aspectos hay aún amplios trechos por recorrer que quizás sean más difíciles de lograr.

Las reformas que se impulsaron en América Latina con diferentes ritmos e intensidades —en algunos países en los años setenta y en otros, entre mediados de la década de los años ochenta e inicios de los noventa— constituyeron principalmente un proceso político que trastornó las relaciones entre el Estado y la sociedad, entre el capital y el trabajo, y entre los diferentes sectores de uno y otro, trastocando el tejido social. Bajo el argumento de que las distorsiones políticas del mercado menguan la productividad de los factores y la eficiencia económica se eliminaron las intervenciones estatales en la economía, buscando alinear los precios del trabajo, el capital y la moneda a los del mercado internacional. De igual forma se abrió la economía a la competencia internacional y se estableció una austera política fiscal y monetaria orientada a controlar la inflación. Para este fin se promovió —con gran éxito— la autonomía del banco central en algunos países de la región, aun cuando el cumplimiento del mandato único de mantener la estabilidad implicara sacrificar el crecimiento de la economía y del empleo.

Los cimientos de las reformas económicas fueron la privatización de los servicios públicos, la liberalización y la apertura de la economía a la competencia mundial, la eliminación de distorsiones de mercado y el ajuste fiscal. En el proceso de privatización se eliminaron algunos monopolios públicos, mientras que de forma paralela se crearon algunos privados, tanto en los sectores industriales como en los de servicios, electricidad, agua, transporte y petróleo. También se abrieron las puertas a la participación del sector privado en los servicios de salud, seguridad social y educación, e inclusive en el sistema de justicia con la creación de cárceles administradas por empresas privadas, asumiendo que la impartición de justicia termina en la sentencia y que las prisiones son únicamente lugares de reclusión y no de rehabilitación y reincorporación a la sociedad. Los resultados de todos estos procesos no han sido del todo positivos en términos de equidad.

La liberalización de los regímenes de comercio internacional para alinear los precios internos y externos, y la asignación de factores productivos de acuerdo con las ventajas comparativas, tuvo efectos perjudiciales para el trabajo, toda vez que se desgravaron más severa y aceleradamente los sectores productivos intensivos en mano de obra y se mantuvieron relativamente protegidos los más demandantes de tecnología e inversiones extranjeras. La orientación de la producción hacia el mercado externo contribuyó a que las élites se despreocuparan por el mercado interno, buscando la mayor competitividad internacional a través de salarios bajos y marginando el interés por salarios que estimularían el mercado interno. Estos efectos son mucho más graves si se considera que las economías latinoamericanas están lejos del pleno empleo.

Por otra parte, esta estrategia reforzó la especialización de la región en materias primas, con dudosos impactos de bienestar debido a la inestabilidad de los precios de estos bienes, la intensidad de capital en su explotación y la alta concentración de su propiedad. La liberalización de las cuentas comercial y de capitales aceleró la movilidad del capital —el factor productivo más variable— e incrementó su escasez relativa y su precio. De esta manera, el tipo de crecimiento propiciado por las reformas ha sido poco intensivo en trabajo y ha deteriorado los salarios reales. Podría decirse que, en algunos casos, como el mexicano y el de otras economías con mayor inserción en las cadenas globales de valor, el modelo exportador devino en uno intensivo en importaciones, como lo sugiere fehacientemente el último Reporte Comercio y Desarrollo (unctad, 2018).

En este libro se analiza el contexto de inequidad y cambio de las relaciones capital-trabajo sobre las cuales versó el proyecto de investigación Desigualdad, crecimiento, pobreza y desigualdad. ¿Es posible romper el círculo?, y que congregó a académicos de diversas disciplinas de las ciencias sociales, portadores de enfoques teóricos y metodológicos variados; lo cual amplió y enriqueció la comprensión de esta compleja relación en las experiencias latinoamericanas. El grupo discutió acuciosamente elementos de la teoría clásica de la producción y la distribución, junto con aportes de la escuela estructuralista latinoamericana con el fin de explorar, a nivel macro y sectorial, la relación entre distribución funcional del ingreso y productividad laboral, tema poco estudiado, no obstante los nexos claros entre la productividad y la distribución sectorial del ingreso, que devienen de los engranajes multisectoriales de la economía nacional y de las economías externas. Es lamentable la falta de información adecuada para estudiar las estructuras de diferentes economías vinculadas por el intercambio comercial y las inversiones extranjeras. Este es un tema pendiente, necesario de acometer, toda vez que por el impacto de la liberalización de los mercados y la globalización de la producción se desplazaron unidades productivas, se crearon interdependencias de diferente simetría y se alteró la estructura de las cadenas productivas nacionales debilitando los encadenamientos entre el sector externo y la estructura productiva interna con considerable merma de la creación de valor agregado nacional.

Razones diversas motivaron tanto la temática, como las líneas conductoras del proyecto y el método comparativo e interdisciplinario emprendido por un grupo de profesores de la Flacso, de otras instituciones académicas mexicanas y de otros países. Este es el segundo aporte del trabajo colegiado de investigación sobre la desigualdad en América Latina. El primero apareció en el libro editado por Martín Puchet y Alicia Puyana titulado América Latina en la larga historia de la desigualdad (Puchet y Puyana, 2018). Compila los aportes de historiadores económicos, economistas y sociólogos, que aportan una interpretación histórica de la desigualdad contemporánea latinoamericana e ilustran cómo y por qué razones las brechas socioeconómicas que escinden la región oscilan en torno a valores medianos y sostenidos de la concentración del ingreso, sin que se registren cambios duraderos y significativos, en algunos países en más de cien años. En un enfoque de extenso horizonte temporal, el libro ausculta la disminución de la desigualdad como una fase del ciclo distributivo para responder la insoslayable pregunta del porqué su persistencia mirando sus múltiples orígenes y discutiendo directamente las relaciones causales entre algunos de los determinantes y la correspondiente medición de la desigualdad distributiva para sugerir que existen condicionantes, incluso determinantes, que al evolucionar pari passu con la desigualdad, tienden a reproducir los factores que la nutren. Emergen diversos planos analíticos para evidenciar que el tipo de crecimiento y de política social adoptados condicionan los cambios en la desigualdad en las diferentes etapas que atraviesa toda economía. No obstante, los vínculos entre la inequidad, las heterogéneas estructuras de la producción y la composición social por género, etnia, religión, inclusive edad, preferencias sexuales e idioma definen si puede haber o no una persistente disminución de aquella. En este contexto, la heterogeneidad estructural se asocia de manera simbiótica con la informalidad y ubica entre las raíces más profundas, la especialización internacional en materias primas y la estructura de la propiedad de la tierra, en la que América Latina brilla como la región más desigual del mundo. Si el crecimiento se basa en los recursos naturales, desigualmente distribuidos, la integración más profunda o intensa en la economía internacional elevará las disparidades. Sin pretender ni fatalismo histórico ni geográfico, el libro avanza en el entendimiento de las persistentes diferencias económicas latinoamericanas y de las poleas que las han transmitido a lo largo de casi toda la vida republicana de las naciones de América Latina. Ha persistido un dualismo que permea todas las actividades económicas y que, al afectar el mercado laboral, golpea la vida entera de la sociedad. Son temas abiertos, algunos de los cuales se retoman en este segundo libro y que introducimos en estas páginas.

Este texto avanza en la investigación y explora las expresiones de la desigualdad en áreas específicas, como las relacionadas con la especialización internacional de América Latina en materias primas o en sectores y en países particulares, como el automotriz, o los efectos de las nuevas tecnologías de la informática sobre el mercado laboral en distintas regiones de México. También ahonda en las percepciones sobre bienestar a partir de las experiencias laborales por género y por estructura de clases. Consideramos que tanto este como el libro antes mencionado, publicado también por la Flacso, aportan un análisis complejo y completo de la estratificación social y económica regional, un tema siempre presente y en el cual no obstante, innegables avances, es todavía muy amplio el trecho por recorrer, como se describe adelante.

La contribución de Alicia Puyana titulada “El retorno al extractivismo en América Latina. Su impacto en la desigualdad y el trabajo” analiza los impactos del neoextractivismo en América Latina y centra la atención en Argentina, Brasil, Colombia y México. La economista estudia el periodo de 1980 a 2015, en el que las economías de la región se han ajustado a la liberalización y las reformas estructurales y enfrentaron la crisis financiera de 2008. Discute conceptos teóricos que van desde el análisis de la especialización en materias primas (staple theory) a las más contemporáneas de la maldición de los recursos naturales (mrn) y la enfermedad holandesa (eh), y contrasta los postulados teóricos con la evidencia empírica para constatar evidencia de la mrn y de la eh. La autora observa que el extractivismo contemporáneo no constituye una ruptura sino el efecto lógico y buscado de la realineación de los factores productivos según las ventajas comparativas del modelo de economía liberal instaurado con las reformas.

Con la aplicación del modelo de enfermedad holandesa, se evidencia la vinculación de las bonanzas de precios de materias primas con el declive de la producción y las exportaciones de los bienes comercializables que no están en bonanza. Estas transformaciones estructurales repercuten en América Latina en un lento crecimiento de la productividad total, por trabajador y por hora.

La elevada intensidad de capital en el proceso productivo de la minería y de la agricultura de plantación y el bajo peso del trabajo por unidad de producto explican, al menos en parte, el descenso del trabajo en la distribución funcional del ingreso, aun en el periodo de bonanza de precios del que disfrutó la región, esto va en línea con otro de los síntomas de la eh: el debilitamiento relativo de la generación de empleo y los salarios. Esta situación llevó a países como Argentina, Bolivia, Brasil, Chile y Venezuela a distribuir parte de esas ganancias en programas antipobreza, activos de empleo y campañas contra el hambre, con efectos positivos sobre la pobreza, más que sobre la desigualdad.

Otro aspecto importante del neoextractivismo es que, a diferencia del decimonónico, la adjudicación de grandes extensiones de tierras baldías para el desarrollo de megaproyectos mineros y agrícolas ha forzado el desplazamiento masivo de pequeños productores agrícolas y de colonos, y ha marginado del reparto de tierra a la población campesina, a los afrodescendientes y a los pueblos indígenas, agravando en varios países, como Colombia, Perú y Ecuador, la concentración de la riqueza y el ingreso.

Alicia Puyana concluye que el modelo exportador primario ha sido insuficiente para acelerar el crecimiento y garantizar tasas de absorción laboral adecuadas al aumento de la población económicamente activa, así como para lograr un acrecentamiento de la productividad laboral total que permita incrementos constantes en los ingresos. En América Latina, se pasó de un modelo de sustitución de importaciones manufactureras a uno de sustitución de valor agregado y empleo nacionales por importados, y de allí la caída del trabajo en el ingreso.

Graciela Bensusán y Alex Covarrubias contribuyen con su capítulo titulado “La industria automotriz de Brasil y México: lecciones de dos trayectorias paralelas”. Durante las dos últimas décadas las industrias automotrices de México y Brasil recorrieron sendas semejantes. Los autores centran su investigación en el estudio tanto de la dinámica de producción como de la política laboral, temas de relevancia para entender las diferentes modalidades de distribución del excedente entre el trabajo y el capital. El objetivo es ubicar, en una perspectiva histórica, las instituciones y mecanismos de legitimación de las políticas sectoriales. Desde esta perspectiva resultan altamente relevantes las diferencias que se registran en los respectivos sistemas de relaciones laborales y que se traducen en un papel protagónico para el sindicalismo en la estrategia de la industria automotriz de Brasil, al menos en las últimas dos décadas; mientras que en la industria mexicana el sindicalismo asume un papel por completo subordinado a los intereses patronales, y dedicado a garantizar bajos salarios en función de la estrategia de mercado de la empresa. La industria automotriz mexicana devino en una plataforma de exportación, gracias, en primer lugar, a su ventaja comparativa absoluta: la corta distancia y menores costos de transporte a los Estados Unidos y, en segundo lugar, por la política de salarios bajos. La tijera de bajos salarios y corta distancia al mercado principal convirtió a México en uno de los más dinámicos exportadores de autos del mundo. Brasil, por su parte, se ubica entre los mayores mercados nacionales de la industria global, con salarios y propuestas de innovación al alza. Los autores plantean las siguientes preguntas: ¿cómo explicar estas evoluciones paralelas pero, a la vez, contrastantes?, ¿qué razones permiten a la industria automotriz mexicana, no obstante su gran auge de los últimos años, pagar uno de los salarios más bajos del mundo?, ¿qué lecciones se derivan de las diferencias en los sistemas de relaciones laborales brasilero y mexicano?

Tópico importante del estudio de Bensusán y Covarrubias es el papel jugado por el movimiento sindical en la conformación de la industria en las dos naciones y su vinculación con el régimen político. Mientras en Brasil se fortalecen los ámbitos nacional y sectorial, en México se transita hacia negociaciones de planta, y se debilita y cuestiona la contratación colectiva. A partir de estos contrastes, se propone que el modelo laboral de la industria automotriz brasileña es más incluyente y favorable a los trabajadores que el mexicano, no obstante, las perspectivas para los trabajadores son hoy igualmente inciertas en los dos países. Los autores concluyen que no será factible mantener la expansión de la industria automotriz ni su liderazgo nacional si esta no se articula a estrategias nacionales de mediano y largo plazo. Los éxitos del pasado reciente podrían evaporarse si sus estrategias de innovación económica no armonizan con las de innovación sociolaboral.

J. Mario Herrera Ramos, Carlos Alberto Francisco Cruz y Ricardo Jaspeado Montiel, aportaron su estudio “Estructura salarial y desigualdad. Trayectoria en México de 1987 a 2015”, presentado en el capítulo III de este libro. Los autores examinan los cambios en la estructura salarial en los principales mercados laborales urbanos de México, durante veinte años en los cuales la economía mexicana se ajustó a los cambios introducidos con las reformas estructurales y la liberalización del comercio exterior, así como a los choques de las crisis de 1982, 1994 y 2008. El trabajo y los ingresos laborales sufrieron directamente el impacto de estos fenómenos los cuales van en dirección opuesta a lo esperado por políticas para mejorar uno y otros, como las inversiones en educación o salud o aquellos dirigidos a las pequeñas y medianas industrias.

El foco de atención del trabajo de Mario Herrera y sus coautores es explicar el deterioro del salario promedio real, que en los tres lustros del siglo xxi descendió al nivel registrado a inicios de la década de 1990, trayectoria que al parecer contradecía la disminución de la desigualdad en el ingreso. Esta aparente paradoja ha desatado intenso debate, en el cual destacan, por una parte, las dificultades para obtener estimaciones adecuadas del ingreso, debido a los problemas de las fuentes de información en las que se basan como la Encuesta Nacional de Ingresos y Gastos de los Hogares y, por la otra, la relación entre el ritmo de crecimiento de la economía mexicana, y la concentración del ingreso y de la riqueza. En opinión de los autores, la elevada concentración de ingresos, pero sobre todo de la riqueza de México, afectan tanto el ritmo de crecimiento de la economía como la distribución del ingreso generado. Así, sostienen los autores, el extraordinario dinamismo económico para México, de 2.6% anual registrado entre 2002 y 2014, fue acompañado por la duplicación de la riqueza acaparada por 10% de las empresas que controlan 93% de los activos físicos. De ahí que el Gini de estos activos sea de 0.93, muy superior al de los ingresos, lo que arroja una concentración de los activos físicos cercano a 0.79. De ahí parte y se explica que la participación del trabajo en la distribución funcional haya caído drásticamente y arrastre el deterioro de las remuneraciones laborales. Estos son los factores que los autores consideran que afectan el funcionamiento del mercado laboral y el deterioro del salario promedio, objeto de su investigación. El detrimento relativo de los salarios de los trabajadores más calificados, es decir, con más elevado grado de escolaridad, explica buena parte de la reducción de la desigualdad en el ingreso. Dicho en otro lenguaje, el avance en equidad registrado en México en los últimos lustros, resulta de la reducción del bono educativo. Por tanto, la investigación sugiere que, sobre todo, han sido los trabajadores con mayor grado de educación quienes han sufrido los más profundos efectos relativos de la reducción en los salarios, causados por el ritmo y tipo de crecimiento económico, la concentración de la riqueza y las crisis económicas.

Con este escenario, los autores exploran las razones de la reducción tanto del salario real por hora como de la desigualdad salarial, considerando los elementos que distinguen los principales mercados laborales, los metropolitanos y los del interior del país, que se caracterizan por ritmos y grados variados de crecimiento de la productividad laboral.

Para este acometido, y para calibrar los efectos de la educación sobre la distribución del salario, los autores aplican el método de regresión cuantílica no condicionada con base en una función de influencia recentrada propuesta por Firpo, Fortin y Lemieux (2009) y elaboran sus bases de datos a partir de la Encuesta Nacional de Empleo Urbano (eneu) para los años 1998-2004, la Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo (enoe) para los años 2005-2015 y la Encuesta Nacional de Ingresos y Gastos de los Hogares (enigh) para el periodo 1990-2014. El principal resultado que obtuvieron es la existencia, además del premio a la educación, de otros factores relacionados con la reducción de los salarios, entre ellos destaca la disminución de la brecha salarial por género y el efecto negativo de la informalidad sobre los salarios locales, ponderados por el grado educativo. Los autores contrastan, para los años 1987, 2003, 2005 y 2015, los hallazgos a escala nacional con los encontrados en las ciudades consideradas. Una amplia bibliografía enriquece este tema.

En ese lapso, se identifican cuatro etapas de diferente trayectoria de la desigualdad salarial en las cuales se alternan mejorías y caídas, que unas veces benefician a los trabajadores más educados (1987-1994), otras veces a los de menor educación (1995-2000) y, desde 2008, se presenta un deterioro general de los ingresos laborales. Estos vaivenes se resumen en el ya comentado descenso de las remuneraciones a la par de principios de la década de 1990. El estudio muestra, especialmente en este siglo, una tendencia a la baja del salario promedio real de los trabajadores con menores niveles de educación, y el de estos en relación con el salario real de los trabajadores informales.

Los autores matizan los resultados según las características de los diversos mercados laborales locales, en los cuales la estructura productiva marca las mayores diferencias, así como la educación, la informalidad y el género. Como en todos los entornos, el mercado laboral mexicano no es homogéneo, como tampoco lo es, por ejemplo, la relación entre educación e ingreso. En esta compleja segmentación de los mercados laborales, los autores sugieren la reducción de las brechas de género por ocupación, especialmente en los segmentos altos de la distribución y la formalidad. Por otra parte, plantean interrogantes importantes sobre la informalidad y los ingresos, lo que al parecer detiene el crecimiento salarial.

En resumen, los hallazgos de Mario Herrera y coautores sugieren la necesidad de ahondar en el estudio detallado de los mercados laborales específicos, por ciudades, localidades y regiones, así como la elaboración de las correspondientes políticas de empleo e ingreso.

Karen Watkins y Mariano Rojas contribuyen con el capítulo titulado “Ocupaciones y bienestar: ¿Hay desigualdad de género?”. Los autores desarrollan un enfoque esencialmente diferente a los estudios tradicionales de brechas laborales; su argumento es que las investigaciones sobre brechas de género se enfocan en el estudio de los insumos para el bienestar, tales como: ingreso, tiempo libre, poder de decisión, salud, y empleo; sin embargo, estos estudios hacen caso omiso de la experiencia de bienestar. En consecuencia, la investigación se realiza desde el enfoque de bienestar subjetivo, el cual —argumentan los autores— permite una mejor apreciación del objetivo final: la satisfacción de vida. También proponen la necesidad de estudiar las brechas de género en satisfacción de vida por categoría ocupacional, pues los requerimientos y condiciones laborales varían sustancialmente de acuerdo con esta categoría.

El trabajo empírico utiliza información para México a partir de una encuesta de bienestar autorreportado realizada por la oficina nacional de estadística. La investigación encuentra diferencias de bienestar por ocupación para las mujeres; en otras palabras, ciertas ocupaciones —como la de funcionarios, directores y jefes— están asociadas a una mayor satisfacción de vida de las mujeres que otros empleos —como la de actividades elementales y de apoyo—. Estas diferencias de bienestar no se deben únicamente a las diferencias salariales por ocupación, sino que los propios requerimientos de cada trabajo generan costos de bienestar asimétricos. La investigación también encontró que las mujeres que trabajan tienen —en promedio— menor satisfacción de vida que los hombres que trabajan, y que esta brecha se presenta también al tomar en consideración la satisfacción en otros ámbitos de la vida: familiar, económico, salud, tiempo libre y laboral. De igual forma, se observa que la categoría ocupacional tiene un impacto en la magnitud de la brecha de género de bienestar; por ejemplo, la satisfacción de vida de las mujeres y los hombres es prácticamente similar en algunas ocupaciones, entre las que destacan las de funcionarios, directores y jefes, profesionistas y técnicos, y trabajadores auxiliares en actividades administrativas. Sin embargo, esta brecha es grande para el resto de las categorías ocupacionales en estudio. Sobresale la enorme brecha de género en cuanto a sentirse satisfecho con el tiempo libre; aquí se refleja el alto costo que tiene para las mujeres el haberse incorporado al mercado laboral, sin que se den cambios de manera simultánea en sus funciones extralaborales.

Con la mayor incorporación de las mujeres al mercado laboral la investigación alerta acerca de la necesidad de ir más allá del salario en los estudios de bienestar; es indispensable poner atención a las condiciones y requerimientos de la ocupación, pues estos tienen un alto impacto en el bienestar. El capítulo también muestra la importancia de abordar desi­gualdades distintas a las del ingreso; en este caso analiza la desigualdad de género en cuanto a bienestar.

El libro cierra con el capítulo V “La importancia de la estructura social en el estudio de la desigualdad en América Latina” de Agostina Costantino y Francisco Cantamutto, que se aparta del tradicional enfoque de la desigualdad basado en la concentración del ingreso personal y lo traslada a la estructura de la propiedad de los medios de producción y del control de los procesos productivos. De acuerdo con los autores es el poder de comprar trabajo y sus productos lo que define la estructura de clases. Para escudriñar cómo se conforman estas en América Latina, Costantino y Cantamutto, presentan una elaborada discusión teórica sobre la estratificación social y plantean que la concentración del ingreso es una resultante del acaparamiento de los medios de producción y de cómo se valorizan el capital y el trabajo en el mercado. Los autores siguen una visión clásica de la economía y de la sociedad al sostener que es la posición en el sistema productivo la que marca la estructura de clases y la distribución funcional del ingreso; de esta forma se alejan de la visión neoclásica de la economía que da énfasis a conceptos como la soberanía del consumidor y el agente representativo.

En su contribución Costantino y Cantamutto discuten los desarrollos del individualismo metodológico y recuperan la perspectiva clasista para el análisis social, como una dimensión dinámica de los procesos sociales, de los cuales las estructuras económicas, políticas e ideológicas son estabilizaciones de relaciones, con fuerza de determinaciones sobre la capacidad de agencia. Por ello, en la lógica del capital, la contradicción con el trabajo, define la estructuración de la sociedad y sus partes. Los autores señalan cómo la presencia del capital extranjero resulta en mayor diversificación social y genera combinaciones de clases, fracciones y sectores particulares. El rico debate teórico se complementa de manera adecuada con el trabajo empírico de la medición de la desigualdad y la estructura de clases, en un esfuerzo pionero que compara varios países en dos puntos en el tiempo: inicios de los noventa y la actualidad. Con base en información de la cepal y del Banco Mundial, y de acuerdo con metodologías generalmente aceptadas, los autores proponen, como definiciones operativas de las posiciones en la estructura social, las siguientes clases: clases dominantes, posiciones intermedias, pequeños empresarios, tecnocracia, profesionales y técnicos, clase trabajadora, compuesta por trabajadores formales, informales y desocupados. Los resultados confirman la gran y ascendente concentración del poder económico y político de la clase dominante.

Con este estudio, la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales Sede México aporta nuevamente a la comprensión del desarrollo y la desigualdad, temas de gran importancia en estos tiempos dada la intensificación de la inequidad en el mundo y la relación de este fenómeno con los críticos cambios políticos que desestabilizan el orden socioeconómico actual.

Desigualdad y deterioro de las condiciones laborales

Подняться наверх