Читать книгу Vida de Don Duarte de Meneses, tercero Conde de Viana, y sucessos notables de Portugal en su tiempo - Agostinho Manuel de Vasconcelos - Страница 7
VIDA DE
DON DVARTE
DE MENEZES
ОглавлениеTERCERO CONDE
de Viana.
LIBRO PRIMERO.
NO pudo la ignorancia introduzir demanera el Imperio, q̃ tiene vſurpado en las coſas humanas, q̃ deſluſtraſse en todo, el conocimiẽto, q̃ ſe deue a la virtud; i la diſminuyeſse la eſtimacion, que ſolo alcança en los tiempos, que florece; ſiendo tal ſu fuerça, que en los màs calamitoſos ſe conocen los buenos, aunque ſe premien los malos. Eſte daño comun a los Reynos, afligiò menos al de Portugal, por la entereza, i prudencia de algunos de ſus Principes; que ſuelẽ ſer los autores principales deſte deffecto. Fue uno, i de los mejores el Rey Don Iuan el primero, hijo ilegitimo del Rey Don Pedro, de tan excelentes partes, que juſtamente le hizieron ſu Rey los pueblos, con aclamaciõ general, meneſteroſos entonces, màs que nunca, de un buen Principe, por las calamidades, que havian ſufrido en el precedẽte reynado, de ſu hermano D. Fernando; donde los vicios alcançaron los premios, que ſe devian a las virtudes. Començò, pues, D. Iuan a reynar primero en los animos, q̃ en los pueblos; que fue medio màs ſeguro de hazerſe Rey. i luego eſtimando los Heroes Portugueſes, q̃ aquel ſiglo produxo de admirable esfuerço, i conſtancia; i en tanto numero, que pudiera, con juſta razon, igualarſe a qualquiera de los paſsados; i con mucha, cauſar nota en lo preſente, ſi como en tiempos dichoſos, durara el menoſprecio de los vicios, i la emulacion virtuoſa, con que los buenos aſpiravan a ſer mejores, i los malos, por lo menos, a parecer buenos. Eſcrevir la vida de los que verdaderamente lo fueron, ni es accion nueva, ni condenada: porque los antiguos, con quien las virtudes tenian màs fuerça, uſavan dexar ſu poſteridad enrequicida con eſtos exemplos, i memorias de varones ſingulares; para que los venideros ſe diſpuſieſſen a coſas glorioſas. Pero depravòſe, entre otras buenas coſtumbres, eſta tan neceſſaria, principalmente entre los Portugueſes, mâs por falta de eſcriptores, que de hechos; porque ſiendo innumerables los que en todas edades engrãdecieron eſta nacion, como de embidia no conocen ſus naturales ventajas unos a otros, aſsi ſe desluzen de las excelencias de la fama con la murmuracion. Deſta ſuerte falta la noticia libre de dudas, i ponen en contingencia la verdad de ſer creyda (que es alma, i eſſencia de la hiſtoria). Y quiçà penſando, que el eſcrivir las buenas partes, i aciertos de sus mayores, es con animo de offenderlos, por no tener las que celebramos dellos, quedan con el animo no bien affecto, i expueſto el Hiſtoriador a lo que ſuele obrar en unos el poder ſuperior, i en otros el atrevimiento, i paſſion.
(2) Y aunque el rezelo deſto me ha tenido algo dudoſo, confieſſo que conſiderando el valor de Don Duarte de Menezes tercero Conde de Viana, me determinè a deſeſtimar contradiciones por dar a mi patria la vida deſte clariſsimo varon, para eſpejo deſta edad; i veneracion de aquella tan agradable, en que los Principes fiados en ſu valor, no embidiavan glorias agenas: premiãdo ſingularmẽte las virtudes de los vaſſallos, llenandolos, quando vivos de bienes de fortuna, i quando muertos de los de la fama; con igual gloria por lo que con eſto ſe califica el valor de ſus obras, en la que redunda al Principe por el agradecimiento, que mueſtra con los que ya no le pueden ſeruir: accion verdaderamente real, pues dà animo a los vivos para emprender grandes coſas, i honra a los muertos, en lo perpetuo de ſu fama.
(3) Fue admirable en eſto el Rey D. Alfonſo el quinto: porque viendo por ſus ojos las acciones valeroſas deſte cavallero, las vezes, q̃ passó a Berberia, deſpues de honrar ſus deſcendientes con mercedes, i nuevos titulos: añadio a ſu memoria eſte de maior alabança, i duracion; i mandò a Gomez Eanes de Zuzara cavallero de la Orden de Chriſto, i guarda maior del Archivo deſte Reyno, que hizieſle relacion de ſu vida, y hechos por una carta particular ſuya llena de mil favores, q̃ trahe al principio de ſu obra, aſsàs digna de veneracion para la buena memoria deſte Principe; q̃ obligaua con los mãdatos igualmente, que con los premios. La hiſtoria aũq̃ eſcrita con el eſtilo toſco de aquella edad, i falta en partes, tiene mucho de puntual, i verdadera: pues para eſcrivirla con màs acertamiento, i mejor averiguar las coſas, paſsò a Africa. Bien es verdad, que olvidò algunas, a que eſtá ſujeto quien haze vidas particulares, i refiere otras poco advertidas: mas tambien eſte yerro fue culpa de aquellos tiempos, en que la ſenzillez, i buen animo ſe conformava con las palabras, i las obras.
(4) Yo ſinò he hecho eſto, por no ſer ya neceſſario, he procurado, con todo el cuidado poſsible, apurar la verdad; i ofreſco eſcrivirla ſin odio, ni affeccion; affectos de que me hallo libre: aunque no conſiga màs premio que la verdad, que por lo que tiene de virtud lo es de ſi meſma.
(5) Don Duarte de Menezes nacio en Lisboa Ciudad Metropoli de Portugal, reynando en ella el Rey Don Iuan el primero, en el año de mil quatrocientos i quatorze. Fue hijo natural de D. Pedro de Menezes Conde de Viana, i Villa Real: decendiente por varonia de D. Pedro Bernardo, el que llamaron de S. Fagundo (que es lo meſmo que Sahagun en Caſtilla) por ſer ſeñor de aquella tierra, y de otras muchas en aquel Reyno, en los tiẽpos del Rey D. Alfonſo el ſeptimo, intitulado Emperador de las Eſpañas.
(6) Don Pedro Bernardo, como a origen de los Menezes, es el primero, que trahe el Cõde Don Pedro en ſu libro de linages, i con el todos los Autores, que cuerdamente eſcriven deſte appellido: calificando por apocripha la opinion, que comunmente anda introduzida en el vulgo, de q̃ procedẽ de una hija de Ordoño Rey de Leon, i de Tello, ſeñor, ò natural de un cortijo, q̃ llamauan Menezes; añadiendo a eſto otras fabulas, como ſucede de ordinario en todas las mentiras, q̃ del apoyo de unas nacẽ otras: dando la adulaciõ motivo para ſemejãtes cuẽtos. Porq̃ cõ el deſſeo de iluſtrar los linages de los màs poderoſos, buſcã para antiguarlos, coſas ſin propoſito, muchas vezes ignorando, q̃ entonces los buelven ſoſpechoſos, quãdo intẽtan novedades; q̃ por la maior parte ſirve ſolo de desluzir lo cierto, y quedar en opiniõ lo verdadero.
(7) La ſucceſsion de D. Pedro llegò a D. Alõſo Tello de Menezes, conſervada ſiempre en ricos hombres, i los maiores ſeñores de Caſtilla. Eſte pues, ſiendo un gran cavallero, mereciò ſer odiado por ſus virtudes del Rey D. Pedro el cruel, el qual con la violencia, con q̃ hizo otras muertes, matô tambien a Martin Alfonſo Tello de Menezes, hijo de D. Alfonſo. Y temiẽdoſe no paſſaſſe a mâs la crueldad del Rey: porq̃ tras haverle caido en ſoſpecha, era cierto aborrecerle, i mui vereſimil acabarlo, ſi pudiera; ſe retirò con ſu caſa, i familia a Portugal, donde el Rey D. Alfonſo el quarto llevado de la mucha calidad, i grãdes partes de D. Alonſo Tello, le diò el oficio de maiordomo maior de ſu caſa (q̃ ſiempre fue de los primeros en la de los Principes). Y luego ſu hijo D. Iuan Alfonſo Tello, ſiẽdo deſpues Cõde de Barcelos, lo fue ſu nieto tãbiẽ de Viana, D. Iuã Tello, padre de D. Pedro de Menezes q̃ lo fue de D. Duarte, de quiẽ voy eſcreviẽdo.
(8) Sobre la primogenitura deſta familia ay grandes controverſias entre los que la hazen de todo, governandoſe conforme la volũtad, ô el aborrecimiẽto, que tienen a las coſas. Yo por cumplir con mi obligacion referirè ambas opiniones, ſin decidirlas; porque no ſiendo lo eſſencial de mi hiſtoria eſta aueriguacion, devo no parecer apaſsionado. Las hiſtorias Caſtellanas, i entre ellas Salazar de Mendoça, que eſcrivio diligentemente deſta familia, quieren, que Martin Alfonſo de Menezes ſea el hijo ſegundo de D. Alfonſſo Tello, i el Conde de Barcelos el mayor. La corriente de los Portugueſes affirma lo contrario. Probabilidades ay para todo. En coſa tan envejecida quien podra declarar lo cierto? aſsi como indeciſo, lo dexo a los más genealogicos de profeſsion, i eſtudios; a los qua les confieſſo ſe deven muchas alabãças, por la diligencia, i curioſidad; ſi bien corren grã riesgo, como la experiencia enſeña, pues ſi dizen la verdad, como deven, ſe hazen odioſos, ſujetos a los peligros de los que la profeſsã: ſi la callan faltan a ſu obligaciõ. A eſtos dos cavalleros, cuya decendencia ſi incluyò en quaſi toda la nobleza de Portugal, añadẽ los Caſtellanos tercero hermano, hijo tambien de D. Alfonſo Tello, que con menos poſteridad, dexò ſucceſſores en Talavera de la Reyna, que oy ſe conſerva en caſas de cavalleros conocidos.
(9) Por otra parte procedia tambien D. Pedro de Menezes de los Reyes de Caſtilla, porque el Conde de Barcelos caſó? con Doña Guiomar de Villalobos biſnieta del Rey D. Sancho. De manera que en calidad no le faltava al Cõde D. Pedro para Principe, màs que no haver ſido vaſſallo, porque debaxo deſte nombre fue de los màs illuſtres de Heſpaña.
(10) Mientras biudo tratô amores con una donzella de ſu primera muger D. Margarita de Miranda, por nõbre Iſabel Domingues; la qual en eſte grado de gente, era de ſangre noble, i limpieza conocida: i pruevaſe, por ſer la caſa del Conde de las primeras deſte Reyno, i le ſervian los nobles del (cõforme dizen Ruy de Pina, i Gomez Eanes.) Eſta fue la madre de D. Duarte, i el ſentimiento, i deſconfiança, que tenia de no ſer legitimo, le obligò a proceder de ſuerte, que vino a ſer ſin duda más honrado.
(11) A los nueve meſes de ſu edad, paſsò el Rey D. Iuan a la conquiſta de Ceuta, aſsiſtiẽdole el Conde D. Pedro, con cinco nauios a ſu coſta, bien artillados de gente, i baſtimiẽtos. Moſtrò deſpues en la toma igual valor a ſus mayores; con que fue gran parte para ganarſe aquella plaça. Al principio dudò el Rey ſuſtentalla; mas conociendo ſu importãcia, i los bienes, i comodidades, que de tenerla reſultavan a Eſpaña, determinó dexarle preſidio baſtante a ſu defenſa; i a cargo de perſona de calidad, i esfuerço. Hallauaſe preſente el Condeſtable Don Nuño Aluarez Pereira, en quien concurrian eſtas, i otras muchas, i auentejadas partes. Offrecioſela el Rey por pueſto no deſigual a ſu fama. Deſculpòſe por ſu mucha edad, i por el animo que trahia de retirarſe del deſaſſoſsiego de la Corte a la quietud de un monaſterio, que deſpues exẽplarmẽte executò. Otros tãbien ſe eſcuſaron de aquella tenencia, por ſus conveniencias, que reconocian differentes al deſſeo, q̃ dificultavan, del Rey: pero el Cõde D. Pedro allanando todos con ſu animo, ſe ofreciô al cargo de mayor honra, que codicia. Y porq̃ ſus años (que no llegavan a treynta) no abonavan la peticion, neceſsitando aquel oficio de muchas canas, i experiencia: tomô por ſu valedor al Maeſtro de Chriſto D. Lope Dias de Soſa, ſu primo ſegundo, perſona mui conſiderable en aquellos tiempos. Eſtimava el Rey ſus brios, i otras calidades, en q̃ fundava grandes eſperanças: i aſsi, deſdeñando otros ofrecimientos, que con eſte exemplo, ſe propuſieron de algunos cavalleros de mucha virtud, i meritos; antepuſo los del Cõde. Y llamandolo en preſencia de todos, le diò en tenẽcia el caſtillo de Ceuta, de propriedad para el, i ſus decendientes. Fue eſte acto, para el Cõde de grãde hõra: porq̃, contra el eſtilo ordinario con q̃ los Reyes hazian ſemejãtes mercedes, le entregò las llaues deſta fortaleza, ſin tomarle omenaje della; aunq̃ lo empeñò cõ palabras, i favores de publico agradecimiẽto, como Principe cuerdo; ſiẽdo eſte el modo más ſeguro de grãgear los ſubditos; i diſponerlos a q̃ pierdã las vidas por el ſervicio real con guſto, i brio: por las ventajas, i gallardia, con que ſirvẽ los màs finos al Principe agradecido, i honrador; moneda, i premio de poca coſta a quiẽ le dà; i de gran eſtima en quien la recibe.
(12) Partiô el Rey con eſto para Portugal, dexando de guarnicion en Ceuta dos mil i ſeiſcientos hombres, en que entravan muchos cavalleros; que en este Reyno llaman Fidalgos. Y al cabo de cinco años hallandoſe el Conde biudo, con dos hijas legitimas, i D. Duarte muy niño: por aliviar los gaſtos de ſu caſa quizo llevarlos a Ceuta. Y el Rey, por que los trabajos de guerra tan continua, tuvieſsen aquel refugio, i compañia de la muger (ò por otras cauſas) lo caſó ſegũda vez cõ hija del Mariſcal deſte Reyno. Però fueron los lutos primero, que las bodas, muriendo ella en el paſſage, deſde el Algarve a Ceuta, do llegaron los híjos; ſiendo D. Duarte a penas de ſeis años. Començò luego a eſtimarle como tal, notando en su agudeza, i compoſtura, una niñez exercitada en todas las buenas coſtumbres, que en un cavallero, como proprias, luzen màs. El Philoſopho penſó, q̃ de la educacion primera, pendian los aciertos de la edad ſiguiente. Por eſſo los antiguos tuvieron tanto cuidado en la diſciplina de los moços; porque en encaminar bien los principios, conſiſte las màs vezes el ſucceſſo del fin. Devia el Conde eſta vigilancia a Iuan Alvarez Pereira (deudo ſuyo, i fundador illuſtriſsimo de la caſa de los Condes de la Feria) por haverſele dexado, quando paſsô a Ceuta, i fue criado eſte tiempo con particular ſolicitud ſuya. Continuòla el Conde al fin, como buen padre, ſeñalandole maeſtros en todos los exercicios de cavallero, en que ſaliò excelente; i con tambien inſtituida juventud, que no ſe le conociò ja màs vicio alguno, que la manchaſſe. Deſta templança le naciò al Conde deſſeo de hazelle clerigo, trayendole, con eſte intento, en habito eccleſiaſtico. Peró el valor es fuego, que no ſe diſsimula; en aquellos pocos años dava mueſtras de grandes brios. No tenia diez cumplidos, quando, a diſguſto del padre, ſaliò a campaña a eſcaramuçar con los Moros: con la qual demonſtracion ſe acabò de perſuadir el Cõdé a mudarle de eſtado; ajuſtandoſe a ſu natural, como padre prudente, i que deſſea el bien, i aumento de los hijos: porque en aquella edad dictaua la naturaleza con maior pureza la inclinacion, que con ſingular affecto le llevava a la milicia. Iuzgava a deſacierto deſvialle deſte camino, por no dar en el yerro en que caen muchos padres, los quales torciendo a ſu guſto la vida, i eſtado de los hijos, los ocaſionan a que vivan ſiempre deſcontẽtos, i aun poco medrados; por la dificultad, con que el arte emienda los affectos de la naturaleza.
(13) Eſto fue lo, que ſin duda, ayudò a Don Duarte a apartarſe de los vicios; demás de ſer naturalmente bien inclinado: porque ſe ocupó deſde muchacho en las armas; tẽplãdo el hervor de la mocedad, con la diſciplina del padre, a quien tuvo por maeſtro en eſta ocupacion. Siendo ſu exemplo, eſcuela de maior eſtima, que la celebre del Thebano Epaminondas, de cuya doctrina ſe jactava tanto Philippo Rey de Macedonia ſu diſcipulo, q̃ la anteponia a ſus maiores fortunas. Y juſtamente ſe deve comparar el Conde D. Pedro con los vale̊roſos capitanes antiguos; por lo que eſta guerra de Ceuta tuvo de larga, i peligroſa. Y aſsi ſucedieron en el cõtinuas ocaſiones, para moſtrar ſu prudencia, i valor, recibiendo los enemigos del nõbre Chriſtiano, muchos daños, i la Chriſtianidad grãdes provechos. Porq̃ puſo termino a la inſolencia, i crueldad de aquellos barbaros Mahometanos, cuya inundaciõ (como exãbres, q̃ libremente diſcurren por los cãpos) tyranizò tantos Reynos, i monarchias. Refrenò la amenaza perpetua, con que vivia el de Heſpaña. El qual con ſervidũbre de mâs de 700 años aun padecia, en aquella ſazon, el tyrano dominio, con q̃ ellos poſſeyan el Reyno de Granada, ſiẽdo de lo mejor, i màs rico della. Eran ſus puertos, i coſta, los confines de Ceuta: i eſta ciudad eſcala de los ſocorros de Africa, cõ q̃ los Caſtellanos trabajavã en vano de recuperar aquel Reyno: porq̃ lo impoſsibilitava el paſſage, q̃ haziã perpetuamẽte, inumerables exercitos de Berberia, en ayuda del Granadino. Por dõde es ſin duda, q̃ de la toma, i defẽſa deſta ciudad, ſe originò grã parte de ſu ruina. De q̃ ſacò una verdad, como infalible, q̃ todo eſto deve Eſpaña a la memoria del Cõde D. Pedro, i a ſus decẽdientes: pues la librò de las afliciones, en que eſtava padeciendo jugo tan inſolente. Y para màs prueva dello, i por parecerme neceſſario a la inteligencia de nueſtra hiſtoria, harè relacion del ſitio, antiguedad, i fortaleza de Ceuta; i de la provincia del Habat; que es donde ſe incluye, de q̃ han eſcrito no pocos Autores: mas no ſerà eſto, por parecerme con ellos en ingenio, i diligencia, ſino porque haviendoſe acabado de conquiſtar eſta ciudad, devo con igual puntualidad, i noticia, referir las coſas, que ellos encarecieron con ſu eloquencia.
(14) Es la provincia del Habat, parte de lo que antiguamente ſe llamò Mauritania Tingitania, i deſpues Berberia, una de las mâs nobles de Africa; i adonde ſe conservã (aunque en pedaços) las memorias de muchas ciudades edificadas por los Romanos, i Godos; que tantos tiempos la ſujetaron. Perdiò ultimamente ſu eſtimacion, con la ereccion del Imperio de Fez, i aumento de aquella ciudad: a fuer de los edificios grandes, de cuyas ruinas nacen las màs vezes, veneracion, i eſtima a nuevos palacios. Dividiòſe eſte Reyno en ſiete provincias, i fue la quarta la del Habat; nombre impueſto por los Sarracenos, q̃ hizieron eſta particiõ, i los ultimos, q̃ la invadierõ, i dominaron. Dieronle principio, al Poniẽte, deſde las lagunas de la provincia de Aſgar; i de alli corriendo al Levante, comprehẽde las ſierras, que caen ſobre el eſtrecho de Gibraltar, terminandoſe con ellas en la Gomera. Rodeala el Oceano Herculeo por la parte del cierço: al medio dia, las aguas del Erguila, dilatandoſe haſta Oriẽte ſiete leguas de Poniente a Levãte, i màs de treynta i cinco de Tramontana al medio dia. Tierra llana, fertil, i regada de muchos rios caudaloſos; q̃ baxan de algunas ſierras, que la ciñen. Son las màs notables ocho; donde los Portugueſes, con increyble virtud, acometieron hechos glorioſos, como veremos en muchos caſos eſparſidos por eſta historia. Conviene repetirlas por eſta cauſa: i con màs cuidado, por deſcubrir las fuerças, i engenio del enemigo; i para dar conocimiento de la tierra. Algunos preſumen, que eſtas ſierras ſon los ſiete mõtes, que Plinio llamò hermanos, por la ſemejãça, i Ptolomeo, Hepta, Adelphi: i el octavo Abila, de que diremos luego: porque quedan a las eſpaldas de Ceuta, a quien dieron nombre. En los que le ſeñalan, varían Iuan Leõ, i Luis del Marmol; convienẽ, en que corren deſde antes de Ceuta, por toda la marina, haſta llegar quaſi a Melilla, q̃ ay treynta leguas; con que acaba la Mauritania Tingitania. Suelen ver mucha parte dellas deſde la ciudad de Malaga, que queda en el paraje del Peñõ. La primera eſtà jũto a la ciudad de Ezaguẽ, i ſe eſtiende diez leguas de largo al Leuante, i quatro en ancho. Sigueſe la de Benizequer, màs rica, i mejor poblada. Tiene ocho de Poniente a Levante; confina con la de Beniharos. Y eſta, quiere Marmol, que incluya todos los ſiete hermanos: comiença de Alcaçar el Quibir, i diſcurre ſiete leguas, por el miſmo curſo. Vezina a ella apparece la Benîtelit ocho leguas de Tanjar, la tierra a dentro al medio dia. Peró la que campea ſuperior a todas, ſiendo la màs aſpera, i de quaſi impoſsibles entradas; es la de Benihazen. En igual continuacion a la paſſada; i más diſtante un poco, la de Amegara, en eſpacio de tres leguas de largo, i una de ancho; quedandole a dos i media, házia el medio dia Alcaçar el Ceguer: i a un lado, en medio de Ceuta, i Tanjar, la ſierra de Huat Idris, Vaterer, i Quadrès; que todos eſtos nõbres le dan ſus naturales. Es iluſtre entre los Moros, por la fortaleza, i valor de ſus moradores, i no menos, por ſer patria, i naturaleza de aquel famoſo Helul, cuyas hazañas, i proezas (como a Orlando los Franceſes) celebrã los Africanos en muchas obras de proza, i verſo. Muriô en la gran batalla de las navas de Toloſa, ſiẽdo capitan general del Rey de Marruecos, en el año, q̃ apuntó Marmol acertadamẽte, de mil duzientos i doze, mejor q̃ Iuan Leõ, q̃ se engañò en el q̃ ſeñala. Es la ultima ſierra la de Beni Huet Fileh: la qual comiença en el mediterraneo; i para en Tetuan ſiete leguas de Ceuta. Sin eſtas ocho, legua i media della, quaſi en frente eſtá la Ximera, que los naturales llaman Alcudi, i los antiguos Abila. Philoſtrato, Euſtachio, i Paulo Oroſio, la dixerõ Abinna, i Abenna; ſi bien el nombre Latino en Punico quiere dezir, monte alto (como enſeñò Avieno) i parece màs ajuſtado, q̃ el Griego, que le nombrò, Aliba; attendiendo, quiçà, a unas ſeñales, que ſe ven en eſte ſitio, aunq̃ no muy deſcubiertas, de una fuente deſte nombre. Es una de las dos colunas de Hercules, de cuya grandeza, i ſecretos, ſe originaron muchas fabulas, que los Autores Griegos, i Latinos, celebraron; con menos noticia, i conocimiento de ſus coſas, que admiracion; ſerviendole de portento aquel celebre monte, tan fabuloſo, como mal conocido de los Romanos, i ſujeto tarde a ſu imperio.
(15) Entre eſtas ſierras ay gran numero de poblaciones, caſerias, i aduares. Tienen ſu ſeñorio los Gomeres, nacion antigua, i noble: i tãto que generalmente ſe reputa por la mejor de Africa; porque decienden de los Arabes, i conſervan eſta nobleza, ſin mezcla de otras naciones, aſsi en los dialectos de la lengua, como en las coſtumbres; imitando a ſus maiores con tanta ambicion, i conſtancia, q̃ deſprecian el vivir en las ciudades, por que en los campos ſe aparientan ſolamente unos con otros. Deſte principio naciò llamarenſe vulgarmente Alarabes con dos letras añadidas, a ſu origen primitiva. De ſus vicios, valor, i reputacion, cuentan mucho Luis del Marmol, i Iuan Leon: donde ſe puede entender las cauſas porque vinieron a eſtas ſierras. Su modo de vivir es apacentando ſus ganados; que es la hazienda, de que ſe ſuſtentan, recogiendoſe de noche en ſus aduares (ſon unas tiendas de madera, como diremos adelante.) Eran tan eſtimados por ſu esfuerço, que los Reyes de Granada los eſcogian para ſu guardia: i de contino trahian quinientos en ella, i aun deſte tiempo dexaron en aquella Ciudad, vna calle de ſu nombre, que eſtâ, ſubiendoſe de la plaça nueva, a la Alhambra. Ganavan tambien ſueldo en todas las guerras, que havia contra los Chriſtianos, de quienes eran grandes enemigos. Solo en la religion degeneraron de ſus aſcendientes; porq̃ ſiguieron la Mahometana, que como pèſte del Cielo penetrô, con maior exceſſo, lo mâs oculto deſta tercera parte del mundo. Goviernanſe por Xeques, ò Philarcos (aſsi los llama Tacito) que ſon como Principes; nombre, i autoridad dirivada de los primeros, que poſſeyeron aquellas ſierras. Ay gran cantidad en ellas de gente ruſtica; aunq̃ otra mui valiente, i politica, i es tanta la muchedũbre, que conforme a la cuenta de Marmol, ſe pueden juntar màs de ciento i ſetenta mil hombres de pelea, doblando, por lo menos, eſte numero, los viejos, i impedidos con mugeres, i muchachos. Y dexando a parte los montes: por toda eſta provincia del Habat, eſtan derramadas onze ciudades, i villas de conſideracion, ſiendo la principal, como cabeça, i corte, Ceuta. De ſu antiguedad dudaron algunos eſcriptores, haziendola fundacion de los Romanos; però los Africanos lo contradizen, queriendo, que ſe deva a un hijo de Noè, duzientos i treynta años deſpues del diluvio univerſal. Su primer nombre fue Esliſa: perdido eſte por algun accidente del tiempo, que baſta aborrarlo todo, tomò el de Ceuta de los ſiete montes, que hemos referido. Fue ſiempre de grande eſtima, trato, i nobleza: por la ſalud, llaneza del ſitio, i comodidad de ſu puerto, para el paſſage de Eſpaña, de quien queda en traveſia de cinco leguas, por lo más largo. Iaze a la boca del eſtrecho de Gibraltar, en el parage de Algezira. Los Romanos la enoblecieron, i preſidiaron, por eſta cauſa. Iuan Leon, por el Marmol, quieren erradamente, que ellos la llamaſsen, Ciuitas, i la conſtituyen con el mismo engaño, por cabeça de la Mauritania Tingitania. Siendo pueſta en la diviſion, que hizieron los Romanos de aquellas provincias, en la Ceſarienſe; aſsi lo trahen Sexto Rufo en ſu Epitome Paulo Oroſio, San Iſidro, i otros muchos, contando la Tingitania (conforme la particion, que comẽçaron los Emperadores, Auguſto, i Othon; i concluyeron los hijos del gran Coſtantino) por provincia de Heſpaña Transfretana; ſeñalandole los ſiete montes, hermanos, por linderos, i confines. En la proſperidad, en q̃ la tenian los Romanos, ſe la ganaron los Godos, con igual reputacion, governandola debaxo de titulo de Conde; ſiendo eſta dignidad, no eſpecial en la manera, q̃ oy ſe uſa, ſino general a todos los q̃ governavan alguna provincia. Deſta manera lo fue el Conde, i traydor D. Iulian, que la entregô a los Arabes victorioſos, en cuyo dominio durò, aunque con diverſas fortunas, i ſeñores, haſta que nueſtro Rey Don Iuan la reduxo a ſu Real corona, como hè eſcrito. Señoreavala entõces Zaide Rey de Fez, del linage de los Benemerines, teniendo en ella un Alcayde de valor, llamado Calabençala; Gomez Eanes le haze ſeñor della, i otras ciudades de aquella coſta, no ſe con que fundamento.
(16) Echado eſte Moro de Ceuta, la defendió valeroſamente, el Conde, de dos peligroſos cercos del Rey de Fez: i de inumerables correrias, con que los enemigos la moleſtavã, havia quatorze años, con feliciſsimos ſucceſſos, no paſſando dia alguno ſin rebato; ſiendo el tiempo de maior peligro: porque era a los principios, en que los Moros ſentian eſta perdida, con las veras, q̃ duele màs una afrẽte reciente, que olvidada. Viendo, pues, los brios, i partes del hijo, aficionado ſummamẽte a ellos, i reconociendo en el, quanto trabajaua por imitarlo, quizo tomarlo por compañero deſta gloria: deſſeando en eſtremo, q̃ participaſse de la fama, para diſponerlo aſsi, a que heredaſse ſus virtudes, i nombre, ya q̃ le faltava la caſa. Por eſto lo encargò en aquella edad, de algunas entradas menos conſiderables. Y moſtrando alli la fortuna, los favores, que le havia de hazer en otras emprezas, no rehuzò fiarle las maiores.
(17) La primera, que Gomez Eanes cuenta, i que ſe deve quaſi todo el buen ſucceſſo a ſu valor, fue una, por Henero de mil quatrocientos veynte i ſiete, en viſpera de los Reyes i paſsò deſta ſuerte. Tenia el Conde en Ceuta, entre otros cavalleros, a Martin Alfonſo de Miranda ſu cuñado, hermano de ſu primera muger. Y cõ el valor heredado de ſus abuelos, era reputado por uno de los mejores ſoldados, i màs valiẽtes de aquella plaça. Eſte, pues, deſſeando avantejarſe a los cõpañeros en peligros, ya que no podia en la fama; ſaliò eſte dia por orden del Conde a dar campo largo de leña, i heno (aſsi dizen los fronteros de Berberia al foragear) llevando para eſcolta, quarenta cavallos. Los atajadores engañados con una niebla eſpeſſa, aſſeguraron el campo, ſin tener viſta del enemigo; el qual ſabiendo deſta ſalida, con quatro mil cavallos ſe fue a correr la ciudad. Tomole de improviſo eſte rebato, i Martin Alfõſo, aunque tuvo contradiciones, los embiſtiò tã deſordenadamente, que la temeridad por poco le coſtara la vida, ſi D. Duarte, que eſtava de guardia, con otros cavalleros, no llegara a ſocorrerle. Sacòle del peligro, desbaratãdo al enemigo: ſeñalandoſe entre todos de manera, que parece, que la naturaleza ſe anticipava a darle brios; i el cielo le animava a deſpreciar los miedos comunes a aquella edad; que no llenava treze años, en preſagio de las hazañas futuras. De donde colijo, que es de tanta fuerça la virtud heroica, que viene a imprimir en el animo humano vn cierto ſemblante de divinidad, que produze acciones, que ſiendo naturales, ſon ſemejantes a milagroſas; pues no ay duda, que valor tan adelantado, como el que moſtrò D. Duarte en eſta ocaſion, ſe puede contar entre los prodigios, que tan celebre hizo la antiguedad, con los Heroes, i ſemidioſes, que introduxo en la veneracion, i memoria de los virtuoſos: los quales fueron los primeros ſiempre, que començaron a imortalizar la virtud, con la fama; deſpues que la vieron menoſpreciada; porque convidados deſte premio, la ſiguieſsẽ los ambicioſos, igualmente, que los buenos. Era entre ellos el primer acto de honra, la cavalleria; accion generoſa, i que inventó el valor, para fortalecerſe; mas abatida deſpues del vzo demaſiado; porque entró el reſpeto a repartirla. Y con eſto degenerò de ſus principios, fundando en la neceſsidad, lo que era merecimiento. Examinavãſe mejor en aquellos tiẽpos, i por lo menos, durava en los cavalleros, el deſſeo de parecerlo, i de conſervar la nobleza, con las obras, con q̃ la adquirieron ſus maiores; i aſsi por acclamaciõ publica de los fronteros, armò, entonces, el Cõde, cavallero a D. Duarte, en campaña, à viſta del enemigo; que cõ muchas algazaras ſolenizava eſte acto, glorioſo para el mancebo; no le cauſando toda eſta gloria, vanidad, ò ſoberbia, como de ordinario ſuccede a los moços: antes oyendo ſus alabanças, con modeſtia, le ſervieron de eſpuela, para merecer otras: procurando no baxar de la primera opinion, que es la fortuna mayor de todas.
(18) Pocos dias deſpues deſte ſucceſſo, caſó el Conde, a D. Beatriz ſu hija maior, con D. Fernando de Noroña, hijo del Conde de Gigon, i Norueña, nieto por ambos padres de los Reyes D. Fernãdo de Portugal, i D. Hẽrique de Caſtilla: i ennoblecieron mucho eſte caſamiento, las virtudes del novio, que no erã deſiguales a ſu calidad. Andan comentarios de ſus hechos, vulgarmente repetidos en lugares màs ſuyos, que eſte; i por eſſo no los referimos. Perô en nueſtra Africa conquiſtada por los Portugueſes (ſiendo Dios ſeruido) tẽdran el lugar, que merecen.
(19) Haſta Septiembre del año ſiguiente de mil quatrocientos i veynte ocho: no hallo màs que correrias ordinarias, en que D. Duarte ſiempre fue el primero. Peró en eſte mes, viſpera de la natividad de nueſtra ſeñora, ſe le offreciò igual gloria, que la paſſada. Tenian los Moros en la ſierra Ximera, un Xeque, por caudillo llamado Cidetalpa, de grãde reputacion, i esfuerço. Eſte trahia penſamiento de ſuceder en la fama a otro mui valiente, por nombre Dabu: el qual havia ſuſtẽtado aquella guerra, deſde la toma de Ceuta, ſiendo frontero, uniuerſalmente reſpetado por toda aquella provincia, i por otros Xeques, i ſeñores della, como defenſor, i amparo de ſus vidas, i haziẽdas. Quedaron con ſu muerte temeroſos de ſu ruina: però Cidetalpa herido màs deſte miedo, con la emulaciõ, ô embidia de ſus hechos, comẽçò ablazonar contra los ſuyos, que a penas lo eſcuchavan, quando determinò de hazer vna entrada luzida, con intento, que ſegun le ſucedieſſe, diſpornia el empeñar ſu credito, en otra guerra, ô dexarla; viendo, que por ſu parte andava tan deſmayada, que como gente attonita, i vagabunda, viviã màs como conquiſtados, que como enemigos. Iuntò un grueſſo exercito de gente eſcogida, i diſpueſta para qualquier peligro. El Conde entretanto diò licẽcia a muchos fronteros, para que ſe vinieſsẽ para el Reyno a ſus pretenſiones, pareciendole juſto procurar el galardon de ſus trabajos; i que no havia ſatisfacion, que no merecieſſe un ſoldado, quando en ſu mano eſtà la paz de la Republica: la qual no ſe alcança, ſi no por la guerra; ni la guerra ſe conſerva, ſino con ſoldados; ni los ſoldados ſe grangean, ſino con premios. Cidetalpa no ignorava el eſtado de Ceuta; i que ſu preſidio no paſſava de ochenta cavallos, i duzientos inffantes. Tẽtò entrarla de noche; i en lo màs ſerrado della, con todo el ſilencio, que pudo, i buena ordenança ſe fue arrimando al muro, con quatrocientos cavallos. La vigilancia del Cõde era la guarnicion más importante, q̃ defendia a Ceuta. El dia antes tenia mandado Alvaro Gil, criado ſuyo, de quien fiava eſte ſecreto (perſona a propoſito) la tierra a dentro del enemigo, a reconocerle, por ſaber la cauſa, porque no corria, havia tantos meſes. Sintió la gente de guerra, que trahia Cidetalpa, con los de la ſierra, i luego las armas; i retiròſe a Ceuta, ya con dificultad. Dieron jũtamente ſeñal las atalayas, de haver Moros en el campo, i ellos deſcubriendoſe con vozes, i gaitas, a ſu modo (que es, el que tienen de pelear) eſcaramuçando a una, i a otra parte de la ciudad, deſafiaron a los Chriſtianos. El Conde, entõces, reparando en la muchedumbre, i que era de noche, procurò templar el impeto de ſus ſoldados; porque incitados de lo que oyan, querian ſalir, màs a caſtigar los Moros, como dezian, que a vencerlos. En eſto, Iuan Perera, Auguſtin de Acuña, cavallero brioſo, i mancebo, con otros tres, pidierõ al Conde licencia, para ſalir a mezclarſe con el contrario, i reconocer la fuerça, que trahia: deſſeavalo el Conde, però la obſcuridad de la noche, le dificultava eſte deſſeo: vino al fin a conſentirlo; mas con precepto de no embiſtir, por no empeñarſe, haſta q̃ llegaſſe la mañana. Son los Portugueſes demaſiadamente eſcrupuloſos en la hõra, i aũq̃ es falta, q̃ ſe origina de ſu nativa deſcõfiança: con todo muchas vezes tiene ſus aſomos de virtud; i fuera cordura, ſi la governara la tẽplãça; mas todas las demaſias son dañoſas, principalmente en los exercitos, donde ſe corre rieſgo, ſiẽpre, los extremos. El q̃ tuvierõ eſtos quatro cavalleros, ſe diſculpa en el menoſprecio, con q̃ tratavan los Moros, venciẽdo millares cada dia; i por eſſo Iuan Perera mal ſofrido, i deſconfiado, propuſo a ſus cõpañeros, q̃ ya que ſalian, hizieſſen una gallardia; que parò en acometer una ala de cavallos, que ſe moſtravan màs inſolentes. El Cõde receloſo deſta temeridad, mandó a Don Duarte, i a D. Fernãdo, de Noroña (q̃ en aquella ſazõ, ſe hallò en Ceuta) no les acudieſſen; porq̃ ſe ofendiò de ſu inobediẽcia, î desordẽ: i queria con eſte exẽplo advertir a los demàs. Cõ todo, deſpues q̃ viô muerto el uno dellos, que ſe llamava Ruy Mendes, con aquel enojo, dixo al hijo, i al yerno, que ſalieſsen a ſocorrerlos con cavalleria, i algunos infantes. No pudo el enemigo reſiſtirles, porque D. Duarte, peleãdo cuerpo a cuerpo cõ Cidetalpa, le matò por ſu mano: haziẽdo tales proezas, q̃ bastarã a vẽcer fuerças mayores. D. Fernando, con eſta gloria fue ſiguiẽdo al enemigo ya desbaratado; el qual por ſalvarſe, deſordenadamẽte, ſe metiò en la ſierra. Era inpenetrable por aquella parte, para los nueſtros, porq̃ no la ſabian; i dificultoſas las entradas: i aſsi les fue facil a muchos, ſalvar las vidas, entre aquellas maleſas. Peligró deſpues la de D. Fernando en eſte alcance; porq̃ dexandoſe llevar de ſu animo, ſe entró en el mõte, adõde ſe hallò cercado de una tropa de Moros: inveſtierõle por todas partes, matãdole primero el cavallo; mas el, con la deſeſperacion de vengar la vida, mâs q̃ con la eſperança de ſalvarla; peleò a pie conſtantemente, haſta q̃ D. Duarte ſu cuñado, rompiendo por todos cõ ſingular esfuerço, le hizo lugar; para que tomaſſe otro cavallo; i deſpues, aunq̃ trabajoſamẽte ſe dierõ entre los dos, tan buena maña, que cõ muerte de algunos bolvierõ a poner en huyda, a los q̃ quedavan. Recogiòſe D. Duarte, con doblado triũpho; porq̃ el librar ſu cuñado de aquel aprieto, le añadio grãde gloria al vencimiento: i el padre recebiendolo en los braços, le dió con ellos la corona, con que los antiguos premiavan ſemejantes hechos, dignos de imitacion, i alabanças, por la fuerça, con que excita el valor, la honra, q̃ ſe consigue, immediata a las hazañas; premio de maior eſtimacion, que los que en otras ocaſiones repartẽ grandes Principes, por mueſtra de ſu liberalidad, muchas vezes intempeſtiva. Murieron de los enemigos, más de dos mil; i de los nueſtros, ſolo el cavallero referido, a quiẽ Gomez Eanes no dà apellido. Eſta tan gran deſigualdad de muchedũbre de Moros, a los pocos Chriſtianos, q̃ se hallarõ, hizo reputar eſta victoria por milagroſa; i más con lo q̃ los Moros teſtificarõ, q̃ al enveſtir los Portugueſes, apellidando Santiago, vieron, q̃ los ayudava otra gente mui màs blãca, que ellos de otro trage, i ſemblante. Refiero eſta tradiciõ, porq̃ la hallo eſcrita en los autores de aquel tiẽpo, como indubitable; para q̃ ſe note quales eran los Portugueſes entõces, q̃ alcançavan eſtos favores del cielo; por el valor, i zelo, con q̃ defendiã ſu cauſa, ſin mirar otros provechos particulares ſuyos, cuya codicia ha reduzido a terminos miſerables, las conquiſtas, que nueſtros aſcendientes començaron, ſolo con la mira del ſervicio de Dios (q̃ es el autor de las victorias) i el bien publico de ſu patria, i ſu Rey, contentandoſe con la buena fama; quiçà oy no tan eſtimada, como ſeria razon: i es la cauſa, de donde ſe originan las perdidas, i caſtigos, que encadenados unos en otros, amenazan cierta ruyna: deviendoſe temer, ſi con los exemplos paſſados, no bolvemos a renovar las virtudes, que dieron a Portugal reputacion, i imperio. Pareciome admirable la confiança de un caſo, que en eſta ocaſion ſucedió a un cavallero, deudo del Conde, por nombre Alonſo de Acuña. Iva en pos un Moro, q̃ le huya, i al darle un golpe, haziendole amagos del con la eſpada, le reſvalò de la mano, i le cahiô en el ſuelo; peró gritando al Moro, que la levantaſse, i ſe la dieſſe; fue tanto el miedo, que llevava, q̃ bolviô humilde, a obedecerle: Alonſo de Acuña, entonces, compadecido de ſu flaqueza le dexó eſcapar livremente, de q̃ fue muy alabado: i con razon, porque el ſaber perdonar los enemigos, tiene tanto de valor, como el ſaber vencerlos.
(20) Quedaron los Moros tan quebrantados deſte ſuceſſo, que en los dos años ſiguiẽtes, de veynte i nueve, i treynta, no oſaron a ſalir de las ſierras. Però D. Duarte aborreciẽdo el ocio, que afemina a los hombres màs esforçados, i ſuele ſer un daño oculto, q̃ poco a poco và debilitando la virtud, haſta derribarla, no ceſſava de moleſtarlos. Y a los diez i nueve de Março, deſte año ultimo, entrô con ſetenta cavallos, i ſeſenta de apie, en lo màs aſpero de la ſierra de Mexeqiſe, i arrazò dos poblaciones grandes, que eran Alfayates, i Colleate, talando muchas cazerias, i aduares, donde hallò grueſſo deſpojo; porque los tomò tan repentinamente, q̃ a penas les diò lugar, màs, q̃ para tener miedo. Eſtâ eſta ſierra, ſegun la ſitua Gomez Eanes, ſiete leguas de Ceuta. Entiẽdo yo, q̃ es la de Benihuet Filoth, q̃ algunos llaman Benigued Elfethot, por eſtar frõtera a Ceuta, i a Tanjar, pueſta en el rio de las entradas; i por eſſo le dan eſte nombre, junto a la ciudad de Tetuan. Es pequeña, aunque de muchas fuerças; porque la habitavan los hombres más valientes, i belicoſos, que tenia Berberia en ſus fronteras. Fuerõ un tiẽpo vaſſallos del ſeñor de Tetuã, i tan moleſtados de los Chriſtianos de Ceuta; que ſe puede dezir, que ſe ſuſtentavan de ſus ſementeras, i coſechas. Y por eſta conſideracion, los Reyes de Fez los tomaron a ſu devocion, librãdolos de tributos, i favoreciẽdolos ſummamente, por la neceſsidad, que tenia dellos; que es quando los ſubditos ſon màs libres. Eſta fue la vez primera, que los nueſtros ſubieron a aquella ſierra, i conocieron ſus moradores. Con eſte principio nada ſe ocultava, i defendia al valor de D. Duarte, de quien començavan a experimentar los golpes, de que haſta entonces no tenian otra noticia, màs que la fama, que en eſte caſo ſolamente, hazia las coſas menores. Grangeô en eſta jornada tanto, que diò confiança al Cõde, para executar el deſſeo, q̃ trahia de paſſar a Portugal, a componer negocios forçoſos, de la ſuceſsion de ſu caſa. Determinoſe tratar dello, perſuadido, no haria falta ſu preſencia, dõde aſsiſtia ſu hijo; porq̃ ya todas las coſas de aquel govierno, ſe hazian por ſu conſejo, i autoridad; aunque la gloria de los buenos ſuceſſos, ſolo ſe attribuya al Conde.
(21) Pidió licencia al Rey: llegòle en Abril deſte año de treynta. Y aunque reſuelto dexar a D. Duarte encargado de aquella plaça, ſabiendo ſer mui capaz, i baſtante para ello, con todo, como prudente, tomò antes los votos, i el parecer de los cavalleros, i ſoldados, que le aſsiſtian; para que aprovada una vez eſta reſolucion, deſpues no la murmuraſſen, diziendo, que ſe governava por aficiõ de padre; que ſiempre haze maiores las acciones de los hijos. Aprovaronla todos conformemente, no teniendo D. Duarte diez i ſeys años; edad mui poca, para tan grande elecciõ. Y por màs que ſus merecimiẽtos la calificavan, ſiempre fuera culpable al Conde, ſi faltaran de junto a ſu perſona, algunos, que ayudarã a ſu juentud. Eſta dificultad emendò el Conde, con la perſona de Ruy Gomez de Sylva, ſu yerno, Alcaide de las fortalezas de campo maior, i ouguela; el qual ſiendo ſu frõtero, deſde la toma de Ceuta; en la opinion, i valor, tenia de los primeros lugares della; añadiendo a eſto grande experiencia, i conocimiento de los ardides, i cautelas de los Moros, con que ſe ſingularizava entre todos. Encomendòle entonces más particularmente, la aſsiſtencia, i conſejo del cuñado: i a el, llamandolo a ſu apoſento, i travandole de la mano, con mucho amor, dixo.
Aunque procedes de manera, que de ninguna coſa neceſsitas menos, que de mis advertencias, con todo ſoy padre cuidadoſo, i como tal, he de amoneſtar una, i muchas vezes; ya que tu aumento, i mi aficion, me llevan a Portugal: Dexote en mi lugar, porque quiero, que participe tu nombre de la gloria, que mereces. Haſta aqui ſe me davan a mi las gracias de las victorias: començaràs aora a lograr dellas, i a poner en olvido, las que debaxo de mi nombre alcançaſte, con que de nuevo me darâs embidia, i triũpho. Trabaja, pues, como eſpero, por acreditar mi auſencia; que pues fio de tus pocos años mi reputaciõ, deßeo, q̃ todos lo juzguẽ por acierto, i q̃ ſolos nueſtros enemigos lloren eſta elecciõ. Sean Dios, i la hõra, tu guia, i luego el conſejo; ſin el qual, te mãdo, no camines en nada. Luze en la milicia, cõ maiores vẽtajas de los moços, el voto, i experiẽcia de los viejos: tẽplaran tus brios, i governarã tus deſſeos. Conoſco, q̃ los tienes, de ſer honrado, mas no ay coſa, que no ſe facilite a la mocedad, i ſe dificulte a la prudencia. Eſcucha a todos, i aprende de todos; que no ay frontero en eſta plaça, que no te pueda ſer maeſtro. Haſta los yerros ſe diſculpan con la imitacion; quando ſe ſigue la opinion de los buenos. Todos los ſoldados, que te quedan, te criaron: i aßi tienes de oyr a cada uno, como a padre; obligandolos primero con el agrado, a que te digan libremente ſu parecer; porque en el amor no ay adulacion, ni verdad en los reſpetos. Bien veo, que entre tantos, no ha de faltar alguno, que ſe quexe de tu precedencia, i que condene mi reſoluciõ, por más que la tengan aprovado. Perô tu templança ha de moderar eſte ſentimiẽto. Y con eſto te encomiendo, que el trato de los cavalleros ſea igual, i facil: de manera, que te juzguen por compañero, i no por capitan. Conſiſte en eſta conformidad, nueſtra dicha, ſiempre ſuſtento eſta frontera, la igualdad de los animos; porque con la diuiſion, nada ſe conſerva. De tus aciertos no procures otro teſtigo mejor, que eßos; barbaros, que ves a nueſtros ojos, velando ſiempre ſobre nueſtras acciones; ellos baſtan para publicarlas. Y aſsi con los tuyos, no ſolo has de repartir los bienes, ſino la fama, attribuyendo tus hechos a ſu valor, para obligarlos deßa ſuerte, a que hablen de ti, como entereſſados, i no como embidioſos. Acabo con advertirte, que tus coſas ſon las que me llevan al Rey mi ſeñor, a pedirle la ſuceſsion deſta plaça para ti: pienſo obligarle con ſu neceſsidad; porque eſta es la que fuerça a los Principes, a nueſtras conveniencias. Seran tus obras la maior valia: i quando no baſten, entonces me valdre de mis ſervicios; de que deſſeo logres el premio, ya que mi caſa paße a otro dueño; i que no ſeas tu, hijo mio, en quien ſuſtẽte mi nombre, i calidad. Mas Dios, que lo permite, tambien ſerâ ſeruido, aventajarte en los premios, como haze en los merecimientos.
A eſto D. Duarte prometiendo de ſi modeſtamente, offreciô cuidado, i obediencia: i el padre dandole otras inſtrucciones màs ſecretas ſe paſsò a Portugal.
(22) Fue recebido en Lisboa, con grande applauſo. Ruy de Pina, dize, que el Regimiento, i Conſejos, le ſalieron a encontrar en la playa, i de alli le llevaron, a manera de triumpho, a la Igleſia maior, donde en un Panegyrico, ſe refirieron ſus hechos, i hazañas, al pueblo. Eſte modo de agradecimiento publico, pareciò novedad en eſte Reyno, por la cortedad, con que ſe uſa en el, de engrandecer las coſas de ſus naturales. Però bien merecen ſus alabanças tan grandioſas demonſtraciones: por lo mucho, que con ſu exemplo, deſpiertã, i obligã los animos. Hallò el Conde al Rey en Santaren. Paſsô a beſarle la mano, i a dos leguas, le eſperò el Iffante D. Duarte, primogenito (aun entonces, no ſe llamavan Principes) i a dos pieças, el Rey en palacio. Hõrólo deſpues, con extraordinarios favores: dandole ſu meſa, lado, i amiſtad publicamente.
(23) Mientras eſto paſſava en Portugal, Don Duarte en Ceuta, adminiſtrava ſu cargo con templança, i prudencia; procurando conocer las coſas, i ſer conocido de todos; que es de grandiſsima importancia a los principios. Però los Moros como vieron auſente al Cõde, convertieron ſu temor en eſperança; haviẽdo reconocido la ciudad, por un Alfaqueque, por nombre Cidemus, q̃ con ocaſion de reſcatar eſclavos (ſon los mercaderes, que tratan en eſto) entrava con familiaridad en Ceuta. Notô el eſtado, en que eſtavan los Portugueſes; con los ſemblantes triſtes, por la auſencia del Conde: i juzgò eſta triſteza, a que procedia de miedo de ſu falta, i no de aficiõ, que le tenian; pues era capitan, q̃ a los moços havia criado i a los viejos honrado, i engrãdecido a todos. Eſte engaño de Cidemus, hizo juntar los Xeques de aquella ſierra, i deſpues que hablaron en ſecreto, començaron a diſcurrir entre ſi de los males, i daños, que ſufrian; i a repreſentar las injurias, i exagerarlas, diziendo; que la ocaſion los eſtava llamando, para que reſtauraſſen ſus vidas, honras, i caſas; que ſu gran Propheta ſe enojaria de que dilataſſen en acabar con tan vil gente como eran los Portugueſes; la qual ſin razon, ni juſticia, de puros codicioſos, aſpiravã a introduzirſe en imperios agenos: q̃ ſegun andavan ſeñores, i arbitros de ſu tierra parecia, que no deſcanſarian, haſta ponerla toda debaxo de ſu yugo; que era afrentoſa coſa, imaginarlo; i mucho màs la aflicion, en q̃ andavan, ſin lograr los frutos de ſus coſechas; que de ſus ganados, i ſementeras, quien ſino los Chriſtianos cogian el provecho? q̃ Dios ſe movia, ſin duda, a eſta vengança, pues tenia auſente el capitan, que los amedrentava, ô por mejor dezir, huydo, por no ver la deſtruycion de los ſuyos; q̃ dexava en ſu lugar un moço, q̃ a penas tenia edad para ceñir eſpada, quãto mâs para defender fortalezas; q̃ con eſto juzgava por gloria poca, el vencer aquella gente medroſa, i ſin cabeça: q̃ otra coſa no era ſu triſteza, ſino adivinar ſu ruina; que era tiempo ya, que bolvieſſen a cobrar reputacion, i vengaſſen ſus injurias. Provocados con eſtas, i ſemejantes razones, tomaron las armas, debaxo del govierno de Marzoco Xeque, principal, valiente, i determinado, jurando primero morir, ò vencer. Convocò luego gran multitud de gente, de que formò un numeroſo exercito, repartido en dos tropas. Y el dia ſeñalado, apartando la una, para correr la ciudad, ſe emboſcò con la otra en los molinos de los cañaverales; ſitio a propoſito para el engaño, por ſer boſque mui ſerrado, i poco deſviado de Ceuta; a penas media legua. Don Duarte ſabia mui enteramẽte, por ſus atalayas, lo que paſſava. Y aſsi jũtando a conſejo a los Fidalgos, i fronteros de maior cuenta; deſpues de darſela de todo, les hablo deſta manera.
Grande immodeſtia fuera la mia, ſi os juntara (ſeñores) con el intento, que acoſtumbran, en eſtas ocaſiones, los demás capitanes; para repreſentar peligros, i exortar a la virtud. Pues una, i otra coſa, ſe eſcuſa, con ſaber las razones, que os obligan a ello, i me iſentan de ſemejantes raſonamientos: maiormẽte, quando reconoſco, lo que el Conde mi ſeñor me encareciô el obedeceros. Oy comienço a militar debaxo de vueſtra bãdera, con maior guſto, pues veo, que ſois tales, que me acredita igualmente, el ſer vuestro ſoldado, que vueſtro capitan. Conſentidme eſte nombre, ya que es vueſtro el govierno; pues de honrarme con el, os ſigue maior gloria. Eſta ha de ſer vueſtra, como tambien la culpa, en todo lo que nos fuere ſucediendo. Porq̃ no ignora el mundo, que mis pocos años obedecen a vueſtra experiencia; i que a ella principalmente dexo encargado el Conde mi padre ſu reputacion. Bolved por ella, pues deveis a eſta confiança, morir por ſu defenſa. Vueſtras canas, i conſejo, me forman otro del que ſoy; i eſto es lo que me haze no correr en vueſtra preſencia: porque conoſco, que no paßo de executor de vueſtras ordenes. Las q̃ me dieredes puntualmente vereis obſervadas; i eſpero gloriarme tanto de vueſtra obediencia, como de la victoria. Compañeros ſois todos, en las que mi padre tiene alcançado en eſta plaça: aſsi que ſu auſencia, no puede cauſarme deſconfiãça, ni a nueſtro enemigo ſoberbia: pues en vueſtro valor tenemos el Conde presẽte.
Añadió a eſto otras palabras, i cumplimiẽtos. Habló a cada uno de por ſi, cõ particular eſtimacion; votòſe deſpues diverſamẽte: por que las atalayas no conformaron en el aviſo de las eſpias; i hizieron ſeñal, ſolamente, de una tropa, que vieron. D. Duarte ſaliò, con todo, aunque recatado: puſo ſu gente en un tieſſo, de manera q̃ eſperò a ver lo q̃ hazia el enemigo, q̃ deſcubierto, cargò cõ grãde impetu a los almocadenes del cãpo (ſon atajadores.) D. Duarte, entõces, recibiò al enemigo, haziendole roſtro por algun eſpacio, i luego tentò ſacarlo a un llano; porq̃ la aſpereza de la tierra, impedia ſu cavalleria, a que no ſe meneaſſe tan ſueltamẽte, como la contraria. Cõ eſto D. Duarte fingiò retirarſe; i los Moros cevados en eſte miedo, ſe hallaron fuera de la ſierra. Alli bolviò ſobre ellos D. Duarte con tanta gallardia, i pujança, que a penas tuvieron animo para huyr deſcompueſtamente. Marſoco, que andava ſuſtentando la eſcaramuça en lo màs peligroſo, haziendo todo lo que devia a un valiẽte capitan, poniẽdoſe delante de los medroſos, cõ vozes, i lagrimas procurô detenerlos. Nunca tuvo ley, ni razõ el miedo, apoderado una vez del animo, mal ſe reſiſte. Nada aprovechò a Marſoco: porq̃ los ſuyos, aũq̃ cobrarõ brios con ſus palabras, bolvieron tan floxamente a la eſcaramuça, q̃ los Chriſtianos los tornaron a desbaratar cõ facilidad. Marſoco deſeſperado de la reſiſtencia, ſe llevô tambien de la dulçura del vivir, con menos animo del que moſtrò al principio. Eſcapò en la ſierra, i con el poco màs de ciento de los ſuyos; porq̃ los demàs quedaron, ô muertos, ò captivos. Reconocia deſpues eſte Moro a los Portugueſes por invencibles, en quienes ſin duda, havia valor màs q̃ humano: alabança digna de referirſe, por ſer hallada en boca del enemigo, que la haze menos ſoſpechoſa.
(24) Fue de grande importancia eſta victoria a Don Duarte: porque tomò motivo de ella, para ſolicitar otras con más brio, i reputacion, obrando en el quaſi, como en ſu padre: porque los Moros juzgãdo ambos por una miſma coſa temian al mãcebo igualmẽte, que al viejo. Recogido a la Ciudad, determinò de valerſe de aquella felicidad, que ſiempre allana impoſsibles, i dar ſobre algunos aduares de la ſierra de Mexequiſe, por ver ſi podia enflaquecerlos, de ſuerte que llegaſſe a conſumir la inteligencia, que trahian de contino en nueſtro daño. Eſtos aduares ſon unas poblaciones de ciento, ó dozientas tiendas pueſtas en rueda, que hazen un ambito redondo, donde los Alarabes meten ſus ganados de noche. Son de color de burel negro, hecho de lana de pelos de cabras, i de telas de palma, todo rebuelto, i texido, que haze un paño grueſſo, i mui tiezo, para reſiſtir la furia del Sol, i del agua; eſtan aſſentadas unas con otras tan juntas, que forman un muro al rededor, i no ſe puede entrar en el, ſino por dos puertas, i eſtas las ſierran de noche con eſpinos, porque los leones no entren a hazer daño. En Arabigo quierẽ dezir, circulo redondo: uzavãlos antiguamẽte de la miſma manera, que aora los barbaros Africanos. Ay autor, que afirma, q̃ deſta forma eran los tabernaculos, i tiendas de los Iſmaelitas Cedarenos, negros aburelados, conformandoſe al uzo de Arabia, del miſmo color, i modo, mui conforme al nombre de Cedar, que es obſcuridad, i tenieblas. Con la invaſion de los Arabes, ſe introduxeron en Africa; por donde a los q̃ los poblaron, llamaron deſpues Alarabes. Viuẽ en los cãpos, i ſierras, ſiguiẽdo los paſtos mejores para ſus ganados, que es lo de que viven, i ſe ſuſtentan. Era Benaiame, el aduar principal, i cabeça de los demàs. Diò ſobre el Don Duarte, con poca gente, perô con ſecreto, i lo quemó antes que fueſſe ſentido: con tãta preſteza executava ſus deſignios, q̃ ſe puede contar por maravilloſa entre ſus excelencias, por ſer parte de grãdes fortunas entre los ſoldados. A la buelta, arrazò de camino, Abodmi, i Beluaſen, aduares de menos cuẽta en la miſma ſierra, i degollô en ellos ciẽto i treinta Moros, ſin los que traxo cautivos, q̃ fuerõ en maior copia. Entre ellos muriò un hijo de Dabu, de quien ya hezimos mencion, moço de haſta quinze años, que, por los brios, q̃ ya moſtrava, era la eſperança, en q̃ toda aquella ſierra fundava ſu libertad. Otro moço cautivaron de riqueza ineſtimable, llamado Lagamuci, de manera que fue eſte ſuceſſo mui conſiderable por el deſpojo, i la opinion, que alcançò D. Duarte.
(25) Entre tanto, el Conde D. Pedro, hecho ya Conde de Villa Real, i Alferez maior deſte Reyno, tratò de pedir al Rey D. Iuan la ſuceſsiõ de Ceuta, i del titulo, para D. Duarte: però no tuvo efeto eſta pretenſion, porq̃ la contradixo, ſolicitandola para ſi ſecretamẽte D. Beatriz ſu hija maior, heredera legitima de ſu caſa, intercediẽdo en eſto la Inffante Doña Leonor, que era ſobrina de D. Fernando de Noroña ſu marido, nieto del Rey D. Iuan el primero de Caſtilla, yerno del Cõde de Gijon, padre de D. Fernando. Quedò al fin indeciſo el negocio, porq̃ tambien el Cõde D. Pedro, aunq̃ amava al hijo con exceſſo, i deſſeava ſus aumentos; era facil a mudar de voluntad, i quizo complazer la hija, i no deſagradar al yerno. Valiòſe el Rey deſtos embaraços, para ſuſpender el deſpacho, cevando a todos de eſperanças: conſiderando, que no ay Principe bien ſervido ſin ellas; i eſte principalmẽte, q̃ ſupo praticar eſta lecion, entendiendo ſu conveniencia mejor q̃ todos: ſiẽdo grande maeſtro de prometer aun antes del Rey; i es cierto, que diſponiendo de lo q̃ no era ſuyo, alcançó la corona; teniendo pretendientes, mas juridicos, aunque de menos poder, i maña, que fue la juſticia, que tuvo en ſu favor. Verdad ſea, que en eſta ocaſion, fueron baſtantes las honras, que hizo al Conde, publicas, para remuneracion de ſus ſervicios; porque el Rey conociendo la ambicion de ſus vaſsallos, i quanto ſe llevavan de exteriores preeminencias, no rehuzava eſte genero de premiar; juzgandolo por màs acertado, i màs conveniente para un Principe, q̃ el de apurar los patrimonios, i erarios, que sõ los nervios de la Republica. Eſte fue el camino, con que los Romanos entendian perpetuar la ſuya: i es grande ignorancia, ò mucha embidia, la de aquellos, que aconſejan a ſus Reyes lo contrario; porque un Principe miſerable de honras, i favores, adquiere aborrecimiento con los ſubditos, de manera que deſdeñan el ſervirle, facilmente; quando no ay honrado, que no anteponga la autoridad, al interes.
(26) Eſta fue la primera dignidad, que la perſona del Conde, alcançô en Portugal, por que haſta entonces, aunque lo llamen las hiſtorias Conde, lo era ſolamente de Ayllon, ò Aguilar, en Caſtilla: paſsòſſe a aquel Reyno, muerto ſu padre, q̃ fue el primero de Viana, el qual ſiguiendo la voz, i fortuna de la Reyna Doña Beatriz ſu ſobrina, hija del Rey D. Fernando, i de Doña Leonor Telles, ſu prima hermana; le matarõ en Penela, ſus vaſſallos proprios, indignados, de que ſe moſtraſſe contra el Maeſtro de Auis, a quien el pueblo acclamava por Rey. Mas deſpues entrando el de Caſtilla en portugal, a lo de la ſuceſsion deſte Reyno, de que moſtrava ſer heredero, por morir ſu ſuegro con ſola eſta hija; con la rota, que tuvo, no pudo continuar ſu derecho; i el Maeſtro de Auis, fundado en el de la guerra, màs que en otro alguno, començò a aſpirar al Reyno, con notable felicidad. Firmòla en todo el caſamiẽto, que hizo en Inglaterra, con Doña Felippa hija del Duque de Lencaſtre, caſando otra cõ el Rey de Caſtilla, que ſe acomodò tambien con los tiempos, conſiderando, que los titulos, con que reynava en Caſtilla, padecian las miſmas dudas, que los de Portugal, por haver ſido el Rey D. Henrique ſu padre baſtardo, del Rey D. Alfonſo el undecimo, i hazerſe Rey por odio de ſu hermano D. Pedro, que fuerõ las cauſas del de Portugal. Concluyeronſe entonces las pazes deſtas coronas, contentandoſe cada uno deſtos dos Principes, con lo que ya havian hecho ſuyo; ſabiẽdo, que facilmente pierde todo, quiẽ codicia todo; maiormente, quando la juſticia, de lo que ſe adquiere, ſe eſtablece con las armas, que la fortuna govierna a ſu arbitrio. Quieto, pues, el Rey D. Iuan, entendiò, que pueſto que la plebe havia ſido la cauſa principal de cõſeguir el Reyno; todavia para ſuſtentarſe tenia neceſsidad de la nobleza, i aſsi procuró conduzir a ſu amiſtad los nobles auſentes, que eran ſus maiores enemigos. Andavan los Reyes en aquel tiempo mui depẽdientes de los ſubditos, i trabajavan por obligarlos tanto, como por ſer obligados. Entrò en eſte numero el Conde Don Pedro con la Condeſſa Doña Mayor Puerto Carrero ſu madre, los quales duraron en Caſtilla valídos, i venerados, mientras reynò la Reyna Doña Beatriz ſu ſobrina: però con ſu muerte ſe acabò la valia, como ſucede de ordinario en las coſas, que ſe ſuſtentan de favores agenos. Vinieron a eſte Reyno, adonde el Rey le reſtituyò, ſin el titulo, i juriſdicion, todas las rentas, que havian poſſeydo ſus aſcendientes. Añadiò el Conde a las de ſu caſa muchas, con el primer caſamiẽto, que hizo, i aora con eſte ultimo, con la hija heredera de Miſer Paſaña, Almirante de Portugal, con que alcançò en dote eſte oficio.
(27) D. Duarte con eſtas nuevas, ni ſe ofendió, ni hablò palabra de quexa alguna, antes moſtrò en las gracias, que dió al padre por ſus cartas continuas, que de nada ſe acordava menos, que del complimiento de ſus promeſſas; porque no paſſavan ſus deſſeos a más que verle con vida, i grandeza. El viejo obligavaſe deſta conſtãcia, però no oſava renovar las coſas ya cõpueſtas; pareciendole, q̃ ſe guardarian para mejor tiẽpo, aunq̃ tãbiẽ ſe puede imaginar, q̃ no andava deſeſperado de tener hijos legitimos deſte quarto matrimonio, por eſta cauſa parava en lo primero.
(28) En medio deſtos ſuceſſos adoleſció gravemẽte el Rey D. Iuan en Alcochete, Riberas del Tajo, i de alli esforçandole la enfermedad, ſe paſſó a Lisboa, donde muriò, en quatorze de Agoſto, de mil quatrocientos i treinta i tres, en el de ſu edad, de ſeſenta i cinco. Lloraron ſu muerte los Portugueſes con grãdes encarecimientos, notando que perdiã Rey, a quien el ſceptro mejoró de virtudes: coſa bien nueva en los Principes, por ſer el eſtado donde algunos empeoran; mas el ſe hizo digno del imperio, que tuvo, mucho màs deſpues que reynò. Sucediòle D. Duarte ſu hijo maior, i primero deſte nombre. Y luego el miſmo dia fue levantado, i jurado por Rey, aſsiſtiendole el Conde en eſte acto, como Alferez maior, que fue la primera vez, en que exercitò eſte oficio. Eſto acabado, i compueſtas ſus coſas, ſe fue para Ceuta, llevãdo conſigo algunos cavalleros deudos ſuyos, como fueron Ruy Dias de Soſa, hijo de D. Lope Dias de Soſa, Maeſtro de Chriſto, i Gõçalo Rodrigues de Soſa ſu ſobrino; porque deſſeavan aſsiſtir en aquella plaça, como frõteros. Y en llegando el Conde, al punto D. Duarte ſu hijo, deſpues de bezarle la mano, le reſtituyò el govierno, ſin alterarſe en el ſemblante, ni en las palabras, antes humillandoſe a ſus braços, le moſtrô con igual animo, que no rehuſava nada por miedo, ni pretendia por ambicion.