Читать книгу Origenes del Cristianismo - Agustín Villarreal Budnik - Страница 12

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La Reforma

¿Siempre ha sido la Iglesia unida desde los tiempos de antaño desde Pedro el apóstol? La respuesta es no. Veamos un poco de historia tardía del siglo XVI. En el año 1517 un hombre, habiendo seguido los intentos de otros hombres,1 protestó por las tradiciones que inhibían a la Biblia dentro de la iglesia. Entre las más importantes reclamaciones estaba el que no era necesario pagar indulgencias para ser salvo e ir al cielo. No se tenían que hacer procesiones para ver reliquias de santos a fin de bajar los años en el Purgatorio, ni autocastigarse ni flagelarse para ser salvo del inminente infierno que se acercaba para los que no seguían este consejo. Ese hombre se llamó Martín Lutero, monje agustino alemán. Fue en la iglesia de Wittemberg, el 31 de octubre de 1517, donde clavó las 95 famosas tesis explicando por qué no estaba de acuerdo con la tradición de la Iglesia. Su postura planteada en la puerta del templo, donde usualmente se ponían anuncios de muy diversas cosas, pasó desapercibida para muchos, pero causó un revuelo importante en la Iglesia católica. Es importante aclarar que, con su protesta, no pretendía hacer una separación de la institución religiosa; él lo que quería era la reforma de la Iglesia católica, ya que era un arduo lector de las mismas escrituras.

Las 95 tesis de Martín Lutero se resumieron en cuatro palabras en latín: sola scriptura, sola fide, que quiere decir solamente la escritura, solamente la fe. Éstos son los dos pilares del protestantismo. La escritura ―la Biblia―, antes que ninguna otra cosa. Los ritos y las tradiciones quedarían en segundo plano, y se pidió revaluar estos mismos ritos a la luz de lo que dice la Biblia. El otro pilar es la fe, siendo ésta, de acuerdo a los protestantes, la única necesidad del hombre para ser salvo del infierno inminente. Por fe seréis salvos, proclamaba el apóstol Pablo. Así, Lutero tomó esas palabras de Pablo y quiso regresar a las raíces del cristianismo buscando revaluar y corregir el camino de la Iglesia. No había nada más importante que la Biblia, aun por encima de las encíclicas escritas por los Papas, que algunas veces contradecían la misma Biblia y sus instrucciones.

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