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1. Tú, yo y nuestros secretos...
ОглавлениеHola, soy Marian Frías, y tengo el honor de presentarme en estas primeras líneas de este libro, y en estos primeros minutos de muchos que nos quedan por compartir. Además, no sé a ti, pero a mí me hace sentir mucho más cómoda, y más si vamos a desnudarnos y hablar de nuestros secretos, sentirme en confianza, aunque seas una persona desconocida. Soy psicóloga, sexóloga y coach, pero lo que más soy es una apasionada de las personas y de entender los cientos de caminos, patrones y posibilidades del ser humano. Somos infinitos. Me gusta el té, bailar, besar apasionadamente, leer, estar en contacto con la naturaleza, nadar, preparar ensaladas de todo tipo y compartir momentos con la gente que quiero, entre otras muchísimas cosas.
Bueno, pues ahora me toca a mí. Soy Alberto Rodrigo y me siento privilegiado de compartir esta experiencia con Marian y con todos vosotros. Soy nudista del alma compulsivo, coach especializado en el colectivo gay, pero sobre todo un hombre enamorado de ti, y de las personas que se cruzan a mi alrededor cada día, a las que considero un auténtico regalo, una fuente de inspiración, una oportunidad para amar, aprender y compartir. Así que mi pasión son las personas, eres tú. Me considero, creativo, espiritual, soñador e intuitivo. Creo en el movimiento, en los cambios y en el privilegio de poder reinventarse a uno mismo. Me encanta Ibiza, el mar, las calas escondidas, ver amanecer y las puestas de sol. Me gusta mucho viajar, escribir, los conciertos y las noches de verano, ¡ah! y disfrutar de una buena cena con mi chico o en buena compañía.
Vamos a hablar desde lo que somos, desde nuestras creencias y vivencias personales y profesionales. Si lo que vas leyendo te sirve para sentirte mejor, para conocerte y respetarte más, incorpóralo en tu corazón. Si no, no pasa nada, pasa a la página siguiente. Es interesante darse cuenta de que muchas de las cosas que creemos solo nos acercan al sufrimiento. Las creencias son eso, ni más ni menos que algo que nos creemos, no son verdad ni mentira necesariamente. Es interesante cuestionaros simplemente si eso que creo me potencia o me limita. Si me potencia, me da fuerza y tranquilidad, adelante; si no, igual puedes darle otro matiz o forma. Ver las cosas desde diferentes perspectivas nos ayuda a ampliar posibilidades y recursos.
A lo largo de este primer capítulo, vamos a compartir secretos de hombres que tienen relaciones con hombres, con sus dudas y sus descubrimientos reales, tan reales como nosotros. En muchas de estas “dudas o conflictos” sentirás que te están retratando; en otras, quizás encuentres algunos elementos en común; y otras, igual parecerán que no tienen nada que ver contigo, pero es posible que te recuerden a alguien que conoces, o a algún momento de tu experiencia. ¡Es lo maravilloso de las vidas!, llenas de diferencias y semejanzas. La clave de la lectura de estas páginas que vamos a compartir es partir de una actitud abierta y receptiva, donde nos permitamos conectar y conocer las cosas que nos inquietan, para aquietarnos y aprender nuevas posibilidades, así como descubrir todas aquellas cosas que nos gustan y nos hacen sentir bien, para poder aplicarlas infinitas veces en nuestro día a día.
Era el primer día de clase del máster. Recuerdo una dinámica que nos propusieron que consistía en lo siguiente: divididos en grupos de seis, nos sentamos en el suelo, y en el centro había un saco con 6 limones. Cada uno elegía un limón y debíamos conocerlo íntima y profundamente: inspeccionar cada detalle, mirándolo, palpándolo, oliéndolo, memorizando cada particularidad de nuestro limón. Después, los limones eran introducidos en el saco y cada uno tenía que encontrar el suyo. Se nos regaló el limón (menos mal, ya le había cogido hasta cariño) con el objetivo de recordarnos que si los limones pueden resultar tan personales y distintos, también lo somos nosotros, los seres humanos. Este es un poco el objetivo de la lectura de este libro, que a lo largo de las páginas vayas observándote y viendo tus particularidades desde el amor a la diferencia y al conocimiento y aceptación de todo lo que eres. Eres único, especial e irrepetible.
La realidad es que es complicado cubrir nuestras necesidades reales como personas “únicas, especiales e irrepetibles” cuando en la mayoría de los casos no somos conscientes de ellas, ni expresamos lo que sentimos y lo que realmente queremos. Nos relacionamos desde las suposiciones, desde lo que creo que los demás tienen que saber de mí y de lo que quieren y esperan, lo que se supone que “tiene que ser” y que es lo “normal”. De manera prácticamente constante, hacemos suposiciones, juzgamos y, lo que es peor, empezamos a actuar, a sentir y a pensar como si esas suposiciones fueran reales. De tal manera que si supongo que alguien no me va a entender, o que me va a juzgar si le cuento tal o cual cosa, empiezo a actuar realmente como si no me fuera a entender, y muy previsiblemente es lo que sucede.
No podemos percibir todos los estímulos y los billones de bits de información que existen a nuestro alrededor, de tal forma que nuestro sistema perceptivo hace una selección por medio de dónde enfocamos la atención. Si pongo la atención en que no eres capaz de comprenderme y entenderme, cientos de estímulos aparecerán que certifiquen esa suposición que confundo con la realidad. Es decir, vemos lo que queremos ver, y oímos lo que queremos oír. De nosotros depende cómo hacerlo.
Inevitablemente estamos influenciados por las expectativas de los demás, pero estas expectativas serán menos pesadas si empezamos a darnos permiso para saber que lo que los demás esperan de nosotros no tiene mucho que ver con lo que necesariamente es mejor para nosotros y ni siquiera para ellos. La manera que los demás tienen de percibirnos no depende de nosotros sino de su sistema perceptivo y su sistema de creencias, generado por su aprendizaje y sus vivencias. No es nuestra película, es la película del otro, que cree que las cosas son mejor de una manera u otra.
En el fondo, cada uno proyecta sobre los demás cosas propias. La vida es como un espejo, y las relaciones con los demás nos permiten ver cosas nuestras que no podríamos ser conscientes de otra manera. Es una buena elección, aunque al principio pueda resultar complicado, aprender a no tomarnos las cosas que nos dicen los demás personalmente, a no creernos lo que los demás nos dicen de nosotros mismos, y ser conscientes de que las opiniones de los demás no tienen que ver necesariamente con uno mismo, sino con sus propios sentimientos, creencias y opiniones. Este es un paso que nos llena de libertad, en el que se suelta mucha carga. Las expectativas de los demás pesan.
El foco de trabajo personal y de nuestra felicidad no debe estar en conseguir esa aprobación y aceptación de los demás a toda costa, sino en el camino de la autorrealización. Va por otra dirección. ¿Qué es lo que yo espero de mí? ¿Qué es lo que tú esperas de ti mismo? ¿Cuáles son tus expectativas reales respecto a ti mismo? Y desde ahí, empezar a actuar y elegir en coherencia. Una vez leí que si quieres alcanzar algo, debes primero esperarlo de ti mismo y creerlo.
Recuerdo una historia: un gatito y un gato grande. El gatito no paraba de dar vueltas sobre sí mismo para agarrarse la cola. El gato grande le miraba y sonreía. El gatito pequeño seguía sin cesar dando vueltas sobre sí mismo para agarrase la cola. El gato grande le miraba y carcajeaba. El gatito se gira enfadado y le dice:
- ¡Eh, tú!, ¿de qué te ríes? Yo he descubierto que la cola es mi felicidad y creo yo que buscar la felicidad de uno no es motivo de risa.
El gato grande le responde:
-Amigo, yo hace muuuchoo tiempo que descubrí que la cola es mi felicidad, pero cuando no la sigo viene detrás.
El reconocimiento de los demás es algo que viene detrás, detrás de la autenticidad. Cuando nos aceptamos y nos permitimos ser lo que somos, el reconocimiento de mí mismo por mí mismo viene detrás. Es maravilloso ser conscientes de que cuanto más nos permitamos ser lo que somos, más fácil seremos lo mejor que podemos ser.
Tenemos mucho miedo de vivir el rechazo y el juicio por parte de los demás, de tal manera que nos protegemos por medio de máscaras y secretos. A veces, nos perdemos por esos mares y dejamos de tomar conciencia de lo que realmente somos. En el mundo de lo sexual, los miedos se reflejan exponencialmente. Estamos llenos de expectativas, de lo que los demás esperan de cada uno, con lo cual, para no ser rechazados, empezamos a comportarnos “según se espera que lo hagamos”, buscando actuar conforme a “esa normalidad” que no sabemos muy bien dónde está. Pero algo siempre acaba fallando en esa fórmula, y el precio suele ser sentirse mal o menos bien de lo que se podría.
Estamos llenos de secretos, todos tenemos cosas que no contamos, que ni siquiera recordamos o que hemos querido olvidar, por culpa o vergüenza, por no aceptarnos demasiado a nosotros mismos o por miedo a no ser aceptados por los demás. Suponemos que los demás van a pensar mal de mí, y eso condiciona cómo me siento y, en consecuencia, lo que permito mostrar de mí y lo que no. En ocasiones, es como si tuviéramos “una personalidad real”, donde está lo que sentimos y lo que somos en esencia, y “una personalidad socializada” que se crea sobre la base de suposiciones de lo que es normal o no y de lo que se espera de uno.
Secreto: dícese de algo que...
... solamente es conocido por un número limitado de personas.
... pertenece a un dominio reservado, es impenetrable y solo resulta perceptible o asequible para algunas personas.
... no se comunica o no se da a conocer.
... se realiza sin desvelarse y sin hacerse público.
Cuando estamos a solas, incluso con desconocidos, a veces nos permitimos hablar de algunos de nuestros secretos sexuales. Pero hablar sin engañar y sin engañarnos, se torna tarea complicada. Nos pasa una cosa, y contamos que nos pasa otra, por no ofender o por no ser ofendidos. Existe una gran diferencia entre el discurso íntimo y el discurso público.
El discurso íntimo es aquel que está construido desde lo que realmente se piensa y se siente, donde habitan nuestros miedos y nuestros deseos, nuestros pensamientos no confesados. El discurso público es un discurso normalizado, construido desde lo que se supone que tenemos que decir, sentir y pensar. Contamos desde lo que nos permitimos contar. Este es un medidor interesante para saber hasta qué punto me estoy aceptando y me siento aceptado.
Tenemos una tendencia a creer que las cosas, las situaciones y las personas serían mejor de una manera distinta a la que están siendo. Tomamos como referencia expectativas internas que se construyen a partir de expectativas externas, que nos hemos tragado sin darnos cuenta y que hemos utilizado para formar en nuestra cabeza el concepto de lo que es "normal". Es decir, que sería mejor que fuera más alto, que me gustaran tales o cuales personas, que tardara en eyacular más o menos tiempo, que esa parte de mi cuerpo fuera de otra forma, más grande, o más pequeña. Pero, ¿qué pasaría si me permitiera sentir y pensar que lo que soy es lo mejor que podría ser en este momento? ¿Qué pasaría si viera la perfección en lo que sucede, para que pueda suceder lo que me gustaría que sucediera? ¿Cómo sacar de la situación presente el mejor escenario para llegar como en un trampolín a la situación deseada? Tapar, ignorar y disfrazar lo que me pasa y siento no es el camino para la satisfacción.
Es clave aceptarnos, querernos y valorarnos, para poder sentirnos aceptados, queridos y valorados. Es un proceso largo, pero muy satisfactorio. Aceptarnos parte de conocernos y valorar lo que somos, tal cual somos. La auto-observación es una buena herramienta, es vernos desde fuera como por un agujerito y “pillarnos” en lo que pensamos. Lo que pensamos o suponemos de nosotros y los demás influye en nuestro comportamiento. Si, por ejemplo, me observo y me doy cuenta de que estoy pensando que “no valgo para eso”, “que no puedo tal cosa”, esos pensamientos van a influir en mi comportamiento, y muy probablemente deje de hacer algo que para mí es importante o lo haga con tanta inseguridad que el resultado no sea el deseado. Si pienso que “valgo”, “que puedo”, “que voy a hacer las cosas poquito a poco”, mi realidad se torna muy diferente.
Enfocarnos en el arte de conocernos y ser tolerantes con nosotros mismos es una vía interesante. Ser tolerante con uno mismo es:
–Ser capaz de tomar plena conciencia de nuestro cuerpo, de nuestras emociones y de nuestras necesidades.
–Cuidarnos, diferenciar lo que me beneficia y me perjudica.
–Cultivar el diálogo, ser capaces de expresar lo que realmente sentimos sin agredir, ni agredirnos, sin juzgar y sin juzgarnos, comprendiéndonos y comprendiendo a veces la incomprensión de los demás.
–Crear tu vida de acuerdo con quien eres en lo hondo de ti, escuchándote y conociéndote, respetando tus deseos y realizando tus sueños.
Cuando nos damos permiso para verbalizar, escribir o compartir nuestros secretos, en un espacio de seguridad se genera un efecto liberador. ¿Qué es lo normal? Yo, como sexóloga, y desde mi experiencia después de haber visto a cientos de personas, hablado con muchas vidas, puedo asegurarte que en torno al sexo, lo normal es que no hay norma. Así que solo tú puedes responder a la pregunta de qué quieres que sea “normal, sano y potenciador” en tu vida erótica. Darnos a nosotros mismos las respuestas se complica cuando nos hacemos las mismas preguntas. Al final, lo que la gente necesita saber es si eso que siente, hace o le pasa es normal o no. Y cómo mejorarlo. Para respondernos a esas cosas, buscamos modelos de referencia, y como los modelos suelen ser los mismos, las respuestas que nos dan, a veces, nos dejan igual de vacíos o de cargados.
¿Es normal masturbarse todos los días? ¿Es normal ver pornografía? ¿Es normal fantasear con otra persona cuando estás en pareja? ¿Es normal que, a pesar de ser gay, fantasee con parejas heterosexuales? ¿Es normal ser heterosexual y que me excite pensar en un hombre? ¿Es normal que me gusten hombres y mujeres? ¿Es normal que eyacule poca cantidad? ¿Es normal que me excite que me acaricien los pezones? ¿Es normal que me excite cuando estoy en lugares públicos? ...
Este tipo de preguntas que empiezan por “¿Es normal...?” son las que recibo todos los días en mi correo. Mi respuesta suele ser la misma: si te permites pensar que es normal y “eso que planteas” te hace sentir bien y aporta bienestar a tu vida, es normal. Si no te hace bien, si te genera malestar, no es que sea “no normal”, es que no te hace bien. Buscar alternativas o gestionar la situación de otra manera que te haga sentir mejor es una posibilidad más que interesante.
Desde mi experiencia, lo que nos paraliza a la hora de compartir y expresar lo que realmente sentimos, es que solemos relacionarnos con los demás y con nosotros mismos de formas que no nos ayudan a abrirnos a una comunicación honesta, donde expreso lo que necesito y lo que quiero, donde me muestro tal y como soy, sin miedo a caer en la etiqueta de “lo no- normal”. Hay tres formas erróneas con las que podemos y solemos comunicarnos y mostrarnos ante “los secretos” de los demás: la actitud “acusadora”, la actitud “evitadora” de conflictos y la actitud “razonable o superficial”. Cada una de estas tres posturas es incompleta, no nos permite conectar con la otra persona. El acusador omite lo que él siente hacia la otra persona, se centra solo en lo que le cuentan en relación con lo que cree, sin ver a la otra persona y sus sentimientos. Solo ve el mensaje y extrae conclusiones de lo que es “normal” y lo que no. El evitador de conflictos omite lo que él siente con respecto a sí mismo. Solo escucha pero le cuesta compartir sus propios secretos, busca no alterar, que todo se “normalice”, que todo siga igual en cierta forma. El razonable deja fuera lo que él siente respecto a la discusión, aparentemente es más “correcto” pero no se implica, dice las cosas desde fuera, deja fuera toda la parte emocional y la individualidad de las situaciones y de las personas.
Por ejemplo, si contamos a alguien algo importante para nosotros y sentimos que nos están acusando, inmediatamente solemos cerrarnos y sentirnos juzgados. Es importante ser capaz de entender que el que enjuicia o acusa lo hace desde su sistema de creencias y valores, desde su película, no desde la nuestra. Poder expresarnos a pesar de eso, sin personalizar, es entender la incapacidad del otro para comprendernos, y poder potenciar nuestra manera de expresarnos a pesar de que el otro no esté de acuerdo, o no entienda nuestra posición. El objetivo no es convencer o estar en lo cierto, es expresarnos de manera libre.
Ante el evitador de conflictos nos vamos a encontrar con una tendencia a dejar las cosas como están. Es importante saber que el “cambio como peligro” es solo una suposición y que el cambio (que a veces se precede de conflictos o choques) es una oportunidad para estar mejor. Esta actitud nos puede recordar que las cosas se pueden hacer poco a poco, no necesariamente de una vez. Menor conflicto, pero con los resultados esperados.
Ante el razonable, muy probablemente no nos sintamos entendidos, está lleno de frases hechas y de lo supuestamente “objetivo”. Nos puede ayudar a ver otras perspectivas y posiciones, pero sin dejar de lado nuestra esencia. Sacar lo diferente que hay en nosotros y darle valor.
En clase, un profesor les pide a los alumnos que dibujen una casita. Una niña dibuja una casa verde con puntos rojos y chimenea naranja. El profesor, burlándose, le dice: ¿Pero a ti qué te pasa? ¿Dónde has visto una casa verde con lunares rojos? La niña palidece y deja de dibujar. Un año después, nueva clase de dibujo, otro profesor. Les pide a los alumnos que dibujen una casa. Al acabar la clase, la niña le da una hoja en blanco. El profesor la coge y exclama: ¡Pero qué casa más bonita debajo de la nieve!
Es interesante coger la opinión de los demás con pinzas, recoger lo que nos aporta y dar las gracias y pasar de largo ante lo que no nos hace bien.
La educación recibida en torno al sexo, a pesar de toda la información que existe, es muy escasa. Tenemos mucho desconocimiento en cuanto a nuestra respuesta sexual, y estamos llenos de creencias de lo que se puede y no se puede ser, hacer o sentir. De tal manera que ese código tan severo y tan lleno de prohibiciones, pecados, en la mayoría de las ocasiones nos deja fuera de la línea de lo “correcto”, lo que se suele relacionar con consecuencias emocionales como la vergüenza, la culpa y el miedo, todas ellas “emociones puente” que nos acercan normalmente a la insatisfacción.
La verdadera insatisfacción no tiene que ver con centímetros, orgasmos o acrobacias eróticas, sino con sentirnos suficientes y valiosos con lo que somos, sentimos y hacemos. Desde ese punto, ya todo lo que hagamos por mejorar será maravilloso, pero sin perder de vista el respeto por nosotros mismos.
Somos diferentes, pero en ocasiones nos pasan cosas muy parecidas: todos tenemos miedos y somos seres vulnerables, con nuestras dificultades para aceptarnos, para mostrar nuestros “puntos flacos”. En ocasiones, no nos sentimos suficientes, y no sabemos pedir lo que necesitamos. Lo que realmente nos debilita no es ser vulnerables, sino la vergüenza, la comparación y la desconexión de nosotros mismos y los demás. Brené Brown, en su libro Frágiles, define la vulnerabilidad como incertidumbre, riesgo y exposición emocional. Es una desnudez emocional, es algo así como estar desnudo cuando todo el mundo está vestido.
Ante situaciones de gran vulnerabilidad, nos puede servir cambiar la perspectiva, buscar apoyo es buena idea: no tenemos por qué hacer las cosas que nos cuestan solos, se puede pedir ayuda. Brené Brown, en el mismo libro, dice que la vergüenza se va cuando hablamos de ella. Cuando nos permitimos sacar lo que sentimos, hay algo que se descarga, que se alivia. “La vergüenza no soporta verse envuelta en palabras”.
La vergüenza aparece cuando caemos en la trampa de la comparación con lo que se espera que seamos, es lo que nos lleva a sentirnos en un estado de cierta sensación de no ser suficientes y de estar haciendo algo mal.
Así que vamos a hablar de ello, a sacar secretos y pesos, para que la vergüenza se vaya y podamos ser. ¿Qué es lo que se espera de un “hombre en el sexo”? Y siendo hombre, y en concreto a ti, ¿cómo te afectan esas expectativas en tus relaciones con otras personas? ¿Esas expectativas te potencian o te limitan o incapacitan, incluso en ocasiones te “impotencian”?
En torno a los hombres se dan por entendido ciertas expectativas o presunciones que lógicamente no se cumplen en todos los casos y que suelen generar malestar si no se llega a ellas. Existe una presunción de heterosexualidad: a los hombres les gustan las mujeres. Si a un hombre le gusta un hombre, tiene que tener claro su rol: activo, pasivo o versátil. Además, los hombres solo piensan en el sexo y siempre están preparados para la acción. Las erecciones de los hombres son constantes y mantenidas en el tiempo. Al hombre solo le gusta penetrar. A todos los hombres les gusta penetrar. Los hombres no necesitan afecto, van a lo que van. Los hombres son infieles por naturaleza. Y un largo etcétera.
¿Qué pasa cuando no es así? La respuesta automática es creer “que algo falla”. No solemos cuestionarnos estas creencias y el precio a pagar es el sufrimiento o la inseguridad. Me parece más sencillo, no sé qué piensas, cuestionarnos estas creencias, que en realidad se cumplen en pocos casos, y empezar a matizar, a contar lo que realmente pasa y dejar de tener que adaptarnos a un ideal a veces inalcanzable.
Es como empezar a aprender a jugar a un nuevo juego de cartas. Al principio nos es de gran ayuda jugar una partida de prueba donde damos la vuelta a las cartas. El objetivo del juego está claro: aprender a conocernos, a aceptarnos, y aprender a expresar nuestra erótica de forma en que nos sintamos libres y satisfechos. Las reglas son sencillas: aprender a expresar lo que somos y no lo que “supuestamente debemos ser”, o “lo que se espera de nosotros”. Por medio del juego, he de convertirme en el ser del que yo estaría orgulloso. Para ello, es clave la aceptación de lo que me pasa, de lo que no funciona y de lo que me gustaría mejorar aunque funcione.
¿Jugamos? ¿Damos la vuelta a las cartas? Reparte tú
SECRETOS...
Hemos realizado unas encuestas y entrevistas con el objetivo de recopilar cuantos más secretos mejor, porque aquí, o jugamos todos o rompemos la baraja. La finalidad no es el morbo necesariamente, más bien lo que nos gustaría es que estos secretos te aporten información, te sean útiles. Te puedas o no identificar con ellos, esperamos que te despierten consciencia de lo que realmente te hace feliz, de cuáles son tus valores, tus creencias, tus incógnitas, tus frustraciones, tus dudas. Finalmente, que te ayuden a descubrir cómo quieres vivir tu vida, tus relaciones con los demás, con tu pareja y contigo mismo. Agradecemos a todas aquellas personas que se han prestado a este striptease. Para mantener su anonimato, hemos cambiado sus nombres por otros. ¡Empezamos!
¿Puedo contarte un secreto? Llevo casi diez años en pareja estable, y reconozco que a pesar de querer a mi chico con locura, no me siento satisfecho a nivel sexual. Empezamos con “mal pie” a ese nivel, ya que no encajábamos según los roles sexuales establecidos para una pareja gay de chicos, lo que ha supuesto un problema para ambos. No le hemos querido dar mucha importancia porque estamos muy enamorados, nos queremos mucho y tenemos muy buena química, convivencia y un proyecto de vida en el que coincidimos cien por cien. Es como si todo funcionara menos el sexo. Conocemos a otras parejas que, según ellos, “follan de diez” y sin embargo no se soportan en su vida cotidiana...
Empezamos a usar juguetes sexuales, probar a hacer tríos, y al final hemos terminado teniendo encuentros sexuales ocasionales de manera individual (tomando todas las precauciones y protección necesarias), que normalmente nos contamos, pero no siempre... Ahora apenas hablamos del tema porque no nos queremos hacer daño y tenemos claro que queremos estar juntos, pero a mí me da miedo el riesgo que esto implica, y que alguno de los dos se pudiera involucrar sentimentalmente con un tercero y al final se rompiera la relación. Tenemos claro que es sexo y nada más, aunque a veces pensamos que es como jugar con fuego. Hay muy poca ayuda al respecto para los gays, pocos referentes y demasiadas creencias, que terminan encorsetándonos y dejándonos insatisfechos o haciéndonos sentir culpables.
Alex (Cádiz)
Hace unos años trabajé de modelo para una revista de moda llamada Tendencias. Ahí tuve la oportunidad de conocer a otro modelo que por entonces ya era algo conocido, pero que en la actualidad es muy famoso y de referencia internacional. Nos gustamos, conectamos y tuvimos sexo sin más. Me sorprendió mucho su ego, era como si lo único que le importara fuera su propio disfrute. Curiosamente, no paraba de decirme lo que tenía y no tenía que hacer en la cama, me sentía su juguete. Eso me agobió un poco, aunque reconozco que me gustó, porque el tío estaba muy bueno y de todas formas soy alguien a quien le gusta dar placer a otros, eso sí, hasta un punto, porque para mí también es importante la reciprocidad. Una de las cosas que me sorprendió de él fue su nivel de auto-exigencia. De hecho, creo que ha llegado tan alto por una necesidad de demostrar que podría ser el mejor en su trabajo y hasta por una necesidad de justificar su homosexualidad y su profesión ante su padre especialmente. Lo deduzco por alguna conversación que tuvimos. La cosa quedó ahí... El encuentro ocurrió hace siete años ya. El año pasado me lo volví a encontrar, me saludó, me pidió tabaco y hasta se quedó con mi paquete (el de tabaco). No pasó más, pero pensé: “¿Con toda la pasta que debe tener, y se queda con mi tabaco?”. Me ha hecho pensar mucho en la sexualidad, los sentimientos y el ego... ¡Que me quiten lo bailao!
Nicolás (Barcelona)
Conocí a un chico con el que empecé a salir, aunque no le pusimos nombre de pareja estable. Era una relación donde nos estábamos conociendo. Cada uno hacía su vida y, si teníamos sexo aparte con alguien, nos lo contábamos para no enterarnos por terceras personas, aunque no había ese compromiso de ser una pareja “formal”. Pero en mi caso, la razón por la que recurría a tener sexo con otros chicos era porque, cuando estaba con éste chico que estaba conociendo, él siempre tenía un gatillazo, nunca llegaba al final... Una vez lo podía entender, dos y hasta tres, pero lo raro es que ocurría siempre y yo me obsesionaba con la idea de que igual era por mí, que no le gustara o algo y todo ello me ponía paranoico. Aparte de no tener relaciones satisfactorias con él, me di cuenta de que yo no estaba realmente en el mejor momento personal en el sentido de quererme a mí mismo, aceptarme y saber qué rumbo quería tomar en mi vida. Además de esto, empezó a tratarme mal a nivel emocional, se convirtió en una relación tóxica, porque no me aportaba nada positivo, ni emocionalmente ni sexualmente. Pero como yo no estaba bien, seguía con él. Me frustraba mucho tener que buscar el sexo fuera de la relación, cuando se supone que el sexo es una de las mejores cosas de estar en pareja, ¿no? Al final me contó que esto le pasaba con todos, que era un problema suyo, y que yo realmente le gustaba, pero al no tratar este asunto del gatillazo, la relación no funcionó. A mí me sorprendió que yo llegara a aguantar tanto... Además, todo derivó en muchos celos por su parte, sospechando de cada amigo que teníamos, pensando en si yo me había acostado o no con ellos, y hasta preguntándolo o sugiriéndolo delante de ellos, creando situaciones muy incómodas y hasta ridículas. Finalmente corté. Ahora me llevo bien con él, pero no hay nada más.
Andreu (Tarragona)
Hace años contacte por redes sociales con una pareja de chicos y quedé con ellos para mantener relaciones sexuales. Conforme pasaba el tiempo, seguíamos teniendo sexo, pero además empezamos a hablar de nuestras cosas personales, crear confianza, y el sexo fue pasando a un segundo plano, y en temporadas ni siquiera teníamos sexo. Ya llevamos más de cuatro años como amigos y a día de hoy es una de las relaciones más sanas, más buenas y que más me han aportado en la vida. De hecho, son de los chicos a los que les puedo contar todo porque tengo confianza plena en ellos. Además, yo antes no tenía amigos chicos, sólo amigas, y ahí encontré una baza de apoyo masculino que jamás había tenido, donde poder compartir cosas que ellos podían entender. He tenido la suerte de que me apoyan en cada uno de los pasos que he dado desde que les he conocido. Lo que más me ha sorprendido es que una relación que al principio era puramente sexual se haya convertido en una relación de amistad en la que el sexo ha pasado a un segundo plano. Y esto es algo que yo pensaba que no podría ocurrir.
Chris (Madrid)
MÁS SECRETOS
Ahora te presentamos algunas respuestas de las que hemos obtenido en una breve encuesta con la intención de conocer por un lado las preguntas pocas veces formuladas que los heteros tienen sobre los gays y, por el otro, lo que el hombre gay no acostumbra a compartir en sociedad.
1.¿Qué es lo que a los heteros les gustaría saber acerca del hombre gay, bi o trans y que no se atreven a preguntar?
–A veces me pregunto por qué algunas personas homosexuales son heterofóbicas.
–Me gustaría saber cómo viven su sexualidad, qué prácticas sexuales les resultan más gratificantes, qué les excita. Y en el terreno sentimental, pienso que no existen diferencias de sentimientos entre heteros y homosexuales, pero a veces siento gran curiosidad sobre cómo vivimos esa parte del amor unos y otros. En cuanto a las personas transexuales, mis dudas son aún mayores y me gustaría entender cómo viven su sexualidad y sus relaciones sentimentales.
–¿Los gays nacen o se hacen? Cuando un gay es muy muy afeminado, ¿por qué atrae a un hombre al cual le gustan los hombres? La misma pregunta pero al revés la tendría para las mujeres lesbianas.
–Para mí todo este mundo es un misterio, una subcultura.
–Me gustaría saber exactamente cómo son las relaciones sexuales de las personas transexuales operadas completamente.
–En cuanto a los trans, ¿qué se siente cuando estás dentro de un cuerpo que no corresponde a lo que sientes que eres? Tiene que haber tanto sufrimiento...
–¿Cuándo y cómo se decide quién asume el papel de hombre en las relaciones sexuales, o es indiferente?
–¿Cómo se sienten ellos ante los heteros?
–¿Por qué muchos han de ajustarse a modelos concretos? ¿Por qué se ajustan a tantos estereotipos?
–¿Existen los bisexuales de verdad, o en realidad son gays que no terminan de aceptarse a sí mismos? ¿Hay diferentes grados de bisexualidad? Es decir, un cuarenta por ciento me gustan los chicos, y un sesenta, las chicas, por poner un ejemplo...
–En el tema de los que tienen el VIH. ¿Realmente son responsables con ello? No solo en sus relaciones, a veces creo que no lo dicen y tienen cuidado solo de manera unilateral, pero creo que deberían decirlo por seguridad y respeto. Sé que es un tema delicado... Sería interesante que pudieran hablarlo de manera natural y no se sintieran culpables, “sentenciados” o como si tuvieran que confesar algo. Más información y naturalidad sobre este tema nos ayudaría a todos para saber cómo actuar.
–¿Alguno se ha vuelto bi por aburrimiento con su pareja o por el morbo de experimentar algo diferente? Si es así, ¿somos todos potencialmente bisexuales?
–¿Es posible que por tratarse de relaciones entre dos hombres sean más promiscuos e infieles en sus relaciones de pareja?
2.¿Cuáles son las cosas que el hombre gay, bi y trans no se atreve a compartir con la familia, amigos y compañeros de trabajo?
–Mis gustos, preferencias.
–Decir que me gustaría formar una familia homoparental con la pareja que escoja.
–Decir que somos pareja abierta.
–A mi familia no me atrevo a contarle nada, y a mis amigos heteros y compañeros de trabajo, bastante poco, y solo con algunos.
–Los detalles de las relaciones íntimas, mi intimidad sexual y emocional en general. Con los compañeros de trabajo no suelo compartir aspectos de mi vida privada en general.
–En mi caso, mi madre nunca va a querer escuchar de mi boca que soy gay aunque sé que lo sabe perfectamente.
–Con mis amigos tengo absoluta libertad y tranquilidad para hablar con ellos de cualquier tema, incluso de asuntos sexuales. Y con el resto de personas que no son amigos cercanos, la verdad es que tampoco vaya dando mucha información, ni de mi vida por ser gay, ni de otros asuntos que nada tienen que ver con mi orientación sexual.
–A mi familia no me atrevo a contarles las cosas íntimas, ni mostrar momentos de ternura entre nosotros delante de ellos.
–Mis gustos sexuales, mis fetiches, lo que hago en la cama. ¿A quién le importa?
–Temas más relacionados con mi relación de pareja. A veces aparento que todo va bien, cuando no es así.
–La verdad es que tengo mucha complicidad con la gente que me rodea y, al igual que ellos y ellas me hablan de sus cosas, yo hago lo mismo, con total normalidad y de forma espontánea.
No sé si te lo habíamos dicho antes, pero tenemos un regalo para ti. Dentro de este libro hay una mini novela escondida a modo de relatos cortos detrás de cada capítulo, un secreto más... Todos los relatos están basados en hechos reales pero usando nombres distintos. Puedes leerlos en orden, aunque también de manera independiente y hasta desordenada. Te presentamos la historia de Jorge y sus vivencias...