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ENSAYO I EL EPISTEME MODERNO Y SU FRACASO

No hay duda que las dos primeras décadas del siglo XXI muestran todos los signos de una profunda crisis civilizatoria. Devastación ecológica, trastornos climáticos, desequilibrios ambientales, deterioro socio-cultural, violencia generalizada, conflictos bélicos y políticos, migraciones forzadas por violencia política, económica y ambiental, epidemias, hambre, etc., son entre muchas otras las características de la actualidad humana. El escenario del mundo presente evidencia, con absoluta nitidez, el quebranto y decadencia de la civilización moderna-occidental-capitalista.

Antes de exponer los signos de la crisis civilizatoria que muestran el fracaso de su horizonte de sentido, es importante establecer los conceptos básicos que van a permitir el estudio y análisis de la situación actual. Del tema propuesto se deprende que es el concepto de civilización el que tienen que entrar en debate, antes de lo cual es necesario intentar definirlo.

A nivel del pensamiento universal abstracto, el concepto civilización hace referencia a un proceso, un continuo movimiento hacia adelante y en expansión que expresa la trasformación del comportamiento humano social e individual. Estos cambios en la vida social aluden:

…tanto el grado alcanzado por la técnica, como al tipo de modales reinantes, al desarrollo del conocimiento científico, a las ideas religiosas y a las costumbres. El concepto puede referirse a la forma de las viviendas o a la forma de la convivencia entre hombre y mujer, al tipo de las penas judiciales o a los modos de preparar los alimentos. Para ser exactos, no hay nada que no pueda hacerse de una forma «civilizada» y de una forma «incivilizada», con lo que siempre resulta algo difícil tratar de resumir en unas cuantas palabras todo aquello que el término «civilización» comprende. (Elías, 1988, p.57)

Las trasformaciones del comportamiento humano en sociedad se comprenden a partir de dos tipos de relaciones y estructuras dialécticamente articuladas. Las que se dan a nivel de la vida del individuo se explican con el concepto de psicogénesis, y las otras hacen referencia a la vida social y se exponen con el concepto de sociogénesis. En este sentido, las trasformaciones del comportamiento humano de las cuales da cuenta el concepto de civilización son, en rigor, las transformaciones de las estructuras de la personalidad y de las estructuras de la sociedad.

Las estructuras de la personalidad se forman a partir de las relaciones que los individuos establecen entre ellos, las mismas que son posibles a partir de una determinada configuración afectiva. De lo que se trata es de un tipo de formación espiritual y emotiva que se materializa en una determinada forma de comportamiento individual. La posibilidad que dos individuos entren en relación está dada por el establecimiento de un límite claro entre los dos que forma el yo en relación al otro yo. Este límite expresa y se forma en el control de las pulsiones (energía psíquica profunda), que se muestra en las funciones corporales y manifestaciones emotivas que son las que se reprimen con el establecimiento de los límites.

Los límites son codificaciones (simbolizaciones) que instituyen lo común entre dos o más individuos y en esa medida estructuran las relaciones sociales. El límite se presenta socialmente como normas/mandatos que prescriben el comportamiento o conducta social adecuada, que posibilita la convivencia humana. La pauta de comportamiento da forma de sentimientos a las emociones, para que éstas se presenten de manera no directa y violenta. Así, se matizan las manifestaciones psíquicas de los individuos y se refina la expresión de sus ideas (Elías, 1988), a través de prescripciones de diversos tipos y cualidades como el pudor, la vergüenza, el miedo, el silencio, etc., que restringen la expresión de las pulsiones en su búsqueda de placer o realización inmediata.

Lo dicho se traduce en usos o costumbres cotidianos que se extienden a todos los miembros de la sociedad a manera de pautas generales de comportamiento, que muestra el nivel de avance de las relaciones humanas. Se concluye, entonces, que el desarrollo de una determinada civilización y la existencia de la misma tienen que ver con el límite (codificación) que la cultura impone a las pulsiones de la naturaleza humana. En este mismo sentido, el límite es lo que separa y pone en relación al hombre y su naturaleza o a la naturaleza y su autocociencia. La posibilidad de la demarcación y de su efectividad como configuradora de las relaciones humanas y de lo humano con la naturaleza se da, entre otros recursos y capacidades del ser humano, por consecuencia de la técnica.

A nivel del pensamiento histórico concreto, para el mismo autor, el concepto civilización expresaría la “autoconciencia de occidente”, con el cual busca diferenciarse y aventajar a sociedades anteriores y no occidentales. El concepto civilización establece así las peculiaridades de occidente – “el grado alcanzado por su técnica, sus modales, el desarrollo de sus conocimientos científicos, su concepción del mundo y muchas otras cosas” (Elías, 1988, p.57) – en las cuales afirma su identidad. El grado alcanzado se muestra en el nivel de las realizaciones en lo económico, lo político, lo social, la ciencia, la técnica, y la cultura.

LA MODERNIDAD EN SU DECADENCIA TECNOCIENTÍFICA.

Al observar la curva civilizatoria del proyecto nor-atlántico, en la perspectiva teórica de Norbert Elías, es pertinente afirmar que se asiste al momento de su declinación y caída en un nuevo periodo de barbarie. Para explicitar lo dicho es necesario determinar cuáles han sido las transformaciones en las estructuras de la personalidad (psicogénesis) y en las estructuras de la sociedad (sociogénesis) que explican el actual regreso de la barbarie (Elías, 1988). La comprensión de los procesos de larga duración se facilita cuando:

En un primer momento podemos distinguir dos direcciones principales en los cambios de la estructura social: cambios estructurales en la dirección de una diferenciación e integración creciente y cambios estructurales en la dirección de una diferenciación e integración decrecientes. (Elías, 1988, p.10)

La fase de declinación de una curva civilizatoria exige distinguir los cambios estructurales en la dirección decreciente que incluye los procesos de la dirección creciente. Para propósitos de este debate se establece un corte histórico en los años sesenta del siglo pasado, a partir de los cuales se puede observar: Por una parte un proceso de flexibilización progresiva de los controles emotivo humanos, que mostrarían cambios en las estructuras de la personalidad en dirección de una diferenciación y una integración decrecientes. Por otra parte, se observa cambios estructurales en el conjunto de la sociedad, que tienen la misma dirección decreciente que la primera. Este hecho es visible en el deterioro gradual de las principales instituciones modernas sobre todo el Estado. Es importante señalar que estas transformaciones en dirección decreciente son producto de las transformaciones en dirección creciente. En otras palabras, la integración y diferenciación de las instituciones modernas devino es su desintegración e indiferenciación.

En varios debates teóricos sobre el significado social de la revolución cultural del mayo francés del 68, autores de distintos orígenes teóricos sostienen que la misma produjo transformaciones en las estructuras sociales y de la personalidad en dirección decreciente, que al contrario de suponer una salida del capitalismo implicaron su recomposición mejorada.

…a partir de 1970 apareció gradualmente una nueva forma de capitalismo, que abandonó la estructura jerárquica del proceso de producción al estilo de Ford y desarrolló una organización en red, basada en la iniciativa de los empleados y la autonomía en el lugar de trabajo. (Zizek, 2008, p.4)

De la liberación sexual de los sesenta ha sobrevivido el hedonismo tolerante cómodamente incorporado a nuestra ideología hegemónica: hoy, no sólo se permite, sino que se ordena disfrutar del sexo, y las personas que no lo logran se sienten culpables. El impulso de buscar formas radicales de disfrute (mediante experimentos sexuales y drogas u otros métodos para provocar un trance) surgió en un momento político concreto: cuando “el espíritu del 68” estaba agotando su potencial político. (Zizek, 2008, p.4)

La primera cita observa una transformación de las estructuras sociales de integración y diferenciación decrecientes, que se explican en gran medida por la incorporación de la tecnología de la información cibernética al proceso productivo. La segunda, muestra las transformaciones de consolidación y diferenciación decrecientes de la estructura de la personalidad, en relación a la flexibilización de los controles emotivos, básicamente referidos a la vida sexual.

El corte histórico propuesto en los años 60s del siglo pasado se lo hace coincidir, para efectos de esta investigación, con la llamada revolución tecnológica de la cibernética, por la incidencia de ésta en los cambios de la estructura social y la estructura del comportamiento. El núcleo de la transformación que trajo la revolución aludida “…remite a las tecnologías del procesamiento de la información y de la comunicación. La tecnología de la información es a esa revolución lo que las nuevas fuentes de energía fueron a las sucesivas revoluciones industriales, del motor de vapor a los combustibles fósiles e incluso a la energía nuclear, ya que la generación y distribución de energía fue el elemento clave subyacente en la sociedad industrial” (Castells, 2006, p.57). La aplicación del conocimiento e información a aparatos de generación de conocimiento y procesamiento de la información y comunicación genera la retroalimentación acumulativa entre innovación y uso, que acelera radicalmente el desarrollo y expansión científico-tecnológica y productiva. Así la aplicación de la información como herramienta es al mismo tiempo su desarrollo como proceso. La mente humana se convirtió en fuerza productiva directa, prolongada y amplificada en los ordenadores, este hecho transforma las relaciones sociales desde el campo de la economía y la producción hasta el campo simbólico cultural de manera radical (Castells, 2006).

La cibernética es el resultado de la articulación de la física, la electrónica y la computación, se encuentra vinculada a la teoría general de sistemas y estudia principalmente lo relativo al mando, al control, a las regulaciones y al gobierno de los sistemas. La tecnología cibernética busca una organización eficiente de la producción y de la administración social, en base a modelos físico y matemáticos que intentan evitar la incertidumbre y el azar. El objetivo principal de la cibernética es desarrollar un lenguaje técnico que posibilite superar los problemas de control y comunicación y, de esta manera, aprovechar los recursos técnicos (máquinas) cuanto a los, considerados, recursos humanos. En definitiva, la tecnología de la digitalización es subsidiaria del pensamiento administrador de la sociedad de la información y, por lo mismo, el sueño de la sociedad administrada, que Foucault explicó nítidamente con la tesis del panóptico.

Las transformaciones de las estructuras sociales y de la personalidad producidas por la revolución de la cibernética o la información tienen una dirección decreciente que paradójicamente coincide con la idea foucaultiana de la sociedad no de la prohibición, sino de la administración. La sociedad globalizada es la sociedad de la tecnología y los sistemas de información, que supone la trasformación de la estructura social en sintonía con la internacionalización de las relaciones económicas y sociales capitalista en su era digital. Es importante señalar que a diferencia de las tecnologías anteriores a la de la cibernética, ésta

se ha extendido por el globo con velocidad relampagueante en menos de dos décadas, de mediados de la década de 1970 a mediados de la década de 1990 exhibiendo una lógica que propongo como característica de esta revolución tecnológica: la aplicación inmediata para su propio desarrollo de las tecnologías que genera, enlazando el mundo mediante la tecnología de la información. (Castells, 2006, p.60)

Lo dicho explica porque la globalización coincide y más aún es posible por la tecnología digital.

La caracterización del nuevo capitalismo como informático, parte del papel central de la revolución informática en la transformación de los medios de producción, a partir de la difusión de la tecnología digital y la generalización del uso social del principal medio central de producción, la computadora. El desarrollo de la nueva tecnología y los nuevos medios de producción conducen a la constitución de un nuevo sector productivo que denominamos electrónico-informático (SE-I), compuesto por bienes tangibles e intangibles y servicios estructurado en torno a la computadora. El SE-I así conformado, pasa a ser el núcleo central del conjunto de la producción social, y un factor permanente de revolucionamiento de la misma a partir de la incorporación del microprocesador y la digitación a esferas cada vez más numerosas de la producción y la vida social. (Dabat, 2006, p.34)

Esta revolución tecnológica provoca profundas modificaciones sociales que conllevan, por ejemplo, la diferenciación e integración decreciente del estado nacional, del mercado nacional, de la industria nacional, de la identidad nacional; la desterritorialización del proceso productivo; y el dominio global del capital cognitivo en alianza con el financiero que destruye paulatinamente las economías nacionales e incluso regionales.

La dirección decreciente de la curva civilizatoria moderna se radicaliza con la incorporación de la computadora en el proceso productivo. Esta nueva máquina, a diferencia de la industrial, se caracteriza por ser portadora de: “un mecanismo flexible (reprogramable) de sustitución de ciertas funciones lógicas, de memoria y de comunicación del cerebro humano” (Dabat, 2006, p.35). El mecanismo software (conjunto de programas, instrucciones y reglas informáticas) produce un nuevo tipo de bien inmaterial, la llamada propiedad intelectual que va a ser fundamental en los procesos de innovación y planificación productiva. El ciclo total de la producción y organización del capital - producción circulación y consumo - se transforman con la nueva directriz tecnológica, la misma que forja un nuevo tipo de propiedad, de empresa, de competencia, de relaciones laborales, de organización del trabajo, etc., que generen plusvalía extraordinaria de innovación o rentas tecnológicas en el también nuevo espacio económico globalizado (Dabat, 2006).

La era de la globalización, bajo la dirección del capitalismo, representa el momento más importante de diferenciación e integración decreciente de la civilización moderna occidental. Es evidente que se asiste a un momento de inflexión en los procesos de consolidación y diferenciación progresivas de largo plazo, que conlleva profundas transformaciones que afectan la estructura social y psíquica en una dirección decreciente. Hay una tendencia, en el periodo actual de la curva civilizatoria, a disminuir la integración del mundo, por la mutación espacio temporal y la flexibilización de las estructuraciones sociales, debido a la incorporación de la tecnología digital en el aparato productivo y en la vida cotidiana, así como y por el dominio del capital financiero.

La globalización involucra una nueva configuración espacial del mundo, que se organiza a partir de las redes de computación o internet, de un tejido transnacional de cadenas productivas, de un sistema financiero globalizado, de la mundialización cultural y sobre todo un nuevo tipo de competitividad sistémica que incluye la competencia entre empresas, corporaciones, naciones, regiones y bloques (Dabat, 2006). Una de las transformaciones más importantes es la que se opera en el trabajo, cuando su dimensión cognitiva deviene su fuerza central, mutación que hace de la producción de conocimiento (investigación científica), de la educación, la innovación, la capacitación continua y el saber tecnológico el aspecto fundamental del proceso productivo. Esto hecho explica la importancia que adquiere en la sociedad globalizada el conocimiento especializado de la tecnociencia, para lo cual se ha puesto en marcha reformas radicales en el sistema de educación mundial, en la perspectiva de fortalecer la productividad.

Se opera, de esta forma, una mutación importante en la evolución histórica que tuvo su origen en la revolución industrial (capitalismo industrial), lo cual no quiere decir que las lógicas nucleares de la producción industrial desaparezcan, todo lo contrario se han ampliado y acelerado. Con la revolución cibernética, el trabajo adquiere una complejidad articulada a la especialización del conocimiento de los nuevos medios de producción informáticos. En otras palabras, la producción cibernética requiere de trabajadores especializados en el conocimiento de la informática que estén permanentemente revolucionándose. Esta transformación en el proceso productivo, que comporta un profundo cambio en la composición orgánica de capital, debido a la incorporación de la nueva tecnología digital, provoca una considerable reducción de la demanda de mano de obra en general y la no especializada en particular. Al mismo tiempo que se produce una conexión mundial por la información global, se produce una inmensa brecha digital entre continentes, regiones, naciones, pueblos e individuos.

Si la revolución industrial significó la sustitución por la máquina de las funciones del cuerpo humano, la revolución cibernética significa la sustitución por la computadora de las funciones delimitadas del cerebro humano. Sin embrago de esto, es importante anotar que de la población mundial, la mano de obra que está incorporada a esta nueva lógica de trabajo, especializado científica y técnicamente, es aún reducida. El trabajo formal digital, aunque globalizado, no alcanza a toda la población mundial, al contrario separa a la mayor parte de ella. Así como la inscripción de la máquina al proceso productivo segregó a millones de campesinos de la producción industrial, no solo porque mucha mano de obra fue reemplazada por la máquina, sino porque no tenían el conocimiento para operarla; con la revolución cibernética millones de trabajadores industriales son expulsado del proceso productivo, también porque la nueva tecnología reemplaza mano de obra y porque genera “…un nuevo tipo de analfabetismo tecnológico asociado a la brecha digital que afecta a una amplia mayoría de la población mundial” (Dabat, 2006, p.38).

El aumento de mano de obra de desecho o peso muerto del capital a nivel mundial va a generar la desarticulación económica, social y cultural de millones de personas que quedan por fuera de la institucionalidad moderna. Población expulsada que, mientras más se aleja de la institucionalidad moderna, genera agudos procesos de integración y diferenciación decrecientes, al tiempo que los expresa.

De lo dicho en los párrafos anteriores se puede colegir una línea de continuidad entre la era industrial y la llamada era posindustrial. La incorporación de la informática al proceso productivo aumentó y aceleró la industrialización planetaria en toda la historia del capitalismo. Esta línea de continuidad en la lógica productiva, sin embargo, comporta la diferenciación e integración en dirección decreciente del proceso civilizatorio. Así, la velocidad en el desarrollo de la ciencia y de la técnica, al contrario de lo que los humanistas pensaron, parece llevar a la humanidad del tercer milenio a su desintegración. Como dice Elías hay una “…coincidencia entre el aumento de velocidad del progreso especialmente en la esfera científica y técnica, y la disminución de confianza en el progreso en general” (Elías, 1988, p.24).

El capitalismo digital o de la información explica el ascenso y radicalización de la desigualdad y exclusión social a nivel planetario, signo claro de un proceso de diferenciación e integración decreciente. La lógica de la competitividad que se profundiza con la incorporación de la informática en los procesos productivos y en la sociedad en general, lleva consigo la disolución de las interacciones humanas y por lo mismo fuertes procesos de atomización social. La competencia como valor primero y absoluto del capitalismo tardío genera, a la vez que es resultado, el debilitamiento de las codificaciones sociales que limitan la expansión pulsional y agresiva del ser humano y que se expresan como pudor, la vergüenza, respeto, etc. La fragilidad aludida muestra un descenso en la configuración de la sensibilidad pacificada de las personas, es decir en la contención que unos esperan de los otros, necesaria para la integración social creciente. La vida social se ha vuelto más homogénea, se difuminan las fronteras de la diferenciación social en la mayoría de sus campos por efecto de la expansión de la lógica mercantil homogeneizante, en casi toda la vida social. El proceso de individuación se desdibuja en individualismo, los agentes sociales son convertidos en unidades abstractas, manifestaciones corporales y psíquica de la forma mercancía. En razón de esta transformación se hace difícil el reconocimiento intersubjetivo que funda socialización, comunidad y civilización.

El proceso de integración y diferenciación decreciente que muestra la curva civilizatoria del mundo moderno occidental, a partir del nuevo paradigma socio-técnico, es identificable en los siguientes campos sociales:

Decadencia Económica

Para empezar esta parte de la reflexión, es necesario recordar la tesis de Marx en la cual plantea que el capitalismo vive de revolucionar constantemente sus condiciones de existencia. Esta idea explica la razón de que en la curva civilizatoria, articulada por la economía capitalista, se hayan producido al menos dos enormes revoluciones tecnológicas (la industrial y la informática) y que hoy la humanidad se encuentre a las puertas de la cuarta revolución tecnológica (la de la neurociencia).

Cada revolución tecnológica provoca:

a) Aceleración cualitativa del incremento de la composición orgánica de capital, esto es el desplazamiento del trabajo vivo por el muerto. En las empresas totalmente automatizadas el desplazamiento es virtualmente total. b) Transferencia de la fuerza de trabajo viva todavía involucrada en el proceso productivo, del tratamiento directo de las materias primas a funciones de preparación o supervisión. c) Un cambio radical en la proporción entre las dos funciones de la mercancía fuerza de trabajo (creación y preservación de valor) en las empresas automatizadas, es decir la preservación de valor adquiere importancia fundamental. d) Un cambio radical en la proporción entre la creación de plusvalía dentro de la misma empresa, y la apropiación de plusvalía producidas en otras empresas o ramas totalmente automatizadas. e) Un cambio en la proporción entre los costos de construcción, y los gastos y desembolsos de capital en la compra de nuevas máquinas en la estructura del capital fijo y por tanto en las inversiones industriales. f) Un acortamiento del período de producción. g) Una compulsión para acelerar la innovación tecnológica, y un brusco aumento en los costos de la investigación y el desarrollo. h) Un período de vida más corto del capital fijo, en especial de las máquinas. i) Una alta composición orgánica del capital conduce a un aumento en la parte del capital constante en el valor medio de las mercancías. (Sierra, 2008, p.33)

El resultado combinado de estas transformaciones, según Ernest Mandel (1979), intensifica las contradicciones del modelo capitalista de producción:

… la contradicción entre la creciente socialización del trabajo y la apropiación privada; la contradicción entre la producción de valores de uso (que aumenta hasta lo inconmensurable) y la realización de valores de cambio (que sigue atada al poder de compra de la población); la contradicción entre el proceso de trabajo y el proceso de valorización; la contradicción entre la acumulación de capital y su valorización, etcétera. (p.194)

La incorporación de la tecnología de la información (software) al proceso productivo supone: “…a) la transferencia de piezas entre procesos productivos sucesivos, basados en aparatos automáticos, b) el control automático de los flujos productivos y de la calidad, c) la computarización de los procesos productivos y d) la combinación de los sistemas anteriores” (Sierra, 2008, p.32). En definitiva, por efecto de la automatización de las tareas, la experimentación de los usos y la reconfiguración de las aplicaciones se provocan una fuerte mutación en la relación trabajo-capital y en la cadena de valorización. Estas modificaciones aumentan la productividad y en consecuencia elevan la tasa de ganancia, es decir aceleran la reproducción y acumulación del capital.

Es importante aclarar que la nueva tecnología que rompe con la lógica fordista /taylorista de trabajo y da paso a la internacionalización del proceso productivo que, acompañado y promovido por la financiarización de la economía, otorga flexibilidad para que el capital se reproduzca con diferentes modelos productivos, incluidos los aparentemente superados como la esclavitud. La ampliación de las formas de extracción de plus valor repartidas por el planeta maximiza la acumulación de capital, tras la ruptura de los acuerdos keynesianos con el trabajo.

Así, la reorganización de la economía mundial, que por efecto de la revolución cibernética permite la utilización de cualquier modelo productivo, supone lo que Harvey denomina la acumulación flexible que genera el aparecimiento de una nueva forma de trabajo que: “…se estructura sobre una mínima base de trabajadores calificados y con óptimas condiciones de contratación y una masa de trabajadores tercerizados y precarizados sin ningún tipo de seguridad laboral: subcontratados, temporarios, etc” (Wydler, 2005, p.2). Este tipo de trabajo, que tramita y administra la política económica neoliberal, profundiza la crisis de la clase trabajadora a nivel mundial, condenándola a la inestabilidad, disgregación, tercerización, atomización y precarización laboral, o peor aún al desempleo que ya tienen carácter estructural.

La flexibilización laboral para que el capitalista pueda comprar y usar la mercancía fuerza de trabajo, así como para que ésta pueda trasladarse a cualquier parte del planeta donde hay demanda, induce la ruptura de los lazos sociales culturales, territoriales y organizativos. En otras palabras, esta nueva relación capital-trabajo provoca una tendencia decreciente de la integración social en el ámbito de la producción. La libertad mercantil ampliada que requiere la flexibilidad laboral, de esta nueva forma de trabajo, exige del trabajador su individualización/atomización absoluta. Tiene así que romper todo tipo de vínculo social: afectivo, territorial, cultural, nacional, identitario, etc., ser absolutamente libre para movilizarse y venderse donde el capitalismo globalizado lo requiera. Marx ya planteó esto cuando dijo que el proletariado era el sujeto revolucionario, porque nada tiene que perder, porque ha sido despojado de todo, es absoluta negatividad.

De la misma manera que la revolución industrial supuso una destrucción violenta de la economía campesina, la revolución de la cibernética supone la destrucción de las economías locales y nacionales, pues estas se fragmentan para incorporarse de manera despedazada al nuevo orden económico mundial y otras quedan simplemente fuera de la globalización, como muchas naciones en el África. La creación de industrias automatizadas degrada la industria manufacturera hasta sacarla del mercado.

La destrucción de las economías locales y nacionales y de ciertas manufacturas causa mayor desempleo y, en esa medida, las masivas migraciones de parados a los centros económicos en busca de trabajo. Los procesos migratorios ampliados y violentos, por su parte, expresan y generan una profunda crisis social y humana que conlleva violencia, criminalidad, trata de personas, etc. Al final, la población migrante que en su mayoría aparece como población de refugio termina por ser el homo sacer del que habla Agamben (1998).

Un gran número de trabajadores en todo el globo, capacitados para la producción industrial, no logran incorporarse de forma activa al nuevo proceso productivo digitalizado por falta de conocimiento informacional, quedan de esta forma fuera del mismo, no en calidad de ejército industrial de reserva, sino de desecho laboral e incluso de desecho biológico. Esto explica el crecimiento multiplicado de la población marginal disgregada por todo el planeta.

Así también, la globalización económica posible por la nueva tecnología productiva se caracteriza por la radicalización de la centralización internacional de capital, no en los Estado nacionales, sino en las Corporaciones. “La centralización implica poder de dirección central o centralización sobre el control de los medios de producción; en otras palabras, la propiedad privada centralizada” (Mandel, 1979, p.316). De lo que se desprende que la dirección central sobre el control de los medios de producción no es de carácter nacional sino corporativo, es decir de las corporaciones multinacionales, sobre todo de las financieras que son las que valorizan el conocimiento. Este poder económico global tiene el control monopólico de la tecnología, los mercados financieros, los recursos naturales, los medios de comunicación y las armas de destrucción masiva. Es dentro de esta nueva estructura económica que el capital se valoriza, acumula, concentra y centraliza aún más.

El reordenamiento económico global comporta una nueva división internacional del trabajo que tiende a liquidar la industria y el mercado nacional, sobre todo de los países de la periferia. Este proceso provoca una nueva y más intensiva transferencia de riqueza, organizada en la interdependencia global, que pone en ejecución un sistema de expropiación a partir de la intensificación del intercambio desigual, basado en la inmensa brecha tecnológica.

Es necesario recalcar que la brecha tecnológica muestra una de las formas de exclusión básica en la época actual, pues el desigual acceso al uso de los nuevos modelos de producción se debe a que éstos permanecen encerrados en su reducido marco privado, lo que impide que las innovaciones tecnológicas lleguen a constituirse en una potencia productiva que satisfagan las exigencias de la sociedad en su conjunto. (Sierra, 2008, p.36)

La nueva división mundial del trabajo crea problemas como desempleo estructural, fuga de capitales, agudización de la brecha económica, fragmentación del mundo del trabajo, corrupción y servilismo sistémico de los gobiernos a la voracidad de los negocios, daño ambiental, sobreproducción de miseria, etc. Se destruyen, disocian y fraccionan las economías más pequeñas y en su desarrollo incluso las grandes, como se puede observar hoy con el caso de la Comunidad Europea y EEUU.

Por último, esta nueva tecnología productiva conduce a la economía capitalista a su callejón sin salida. Ya anotó Marx que “...la masa de plusvalía misma disminuye necesariamente como resultado de la eliminación del trabajo vivo del proceso de producción en el transcurso de la etapa final de mecanización-automatización” (Marx como se citó en Mandel, 1979, p.204). El capitalismo es incompatible con la producción industrial totalmente automatizada, pues no admite la creación de plusvalía o la valorización de capital, por efecto de que el desarrollo ampliado de las fuerzas productivas disminuye el número absoluto de obreros y esto genera graves estragos sociales. La contradicción expuesta se intenta evadir en la actualidad con: la unidad heterogénea entre empresas no automatizadas, semiautomatizadas y automatizadas, es decir con la flexibilidad de reproducción de capital anotada en las líneas anteriores; la hegemonía del capital financiero en lo que tienen que ver con los procesos de valorización del conocimiento, tema que se abordará más adelante;

…el uso de mano de obra barata en las ramas semiautomatizadas de la industria (como trabajo femenino e infantil) en las industrias textiles, alimenticia, etc.; los cambios constantes y la competencia mutua en la producción de los sistemas de máquinas automatizadas impiden el abaratamiento de estos sistemas y de este modo su introducción más rápida en otras ramas de la industria; la búsqueda de nuevos valores de uso que se producen en empresas semiautomatizadas y no automatizadas; las piezas de las máquinas automáticas no son construidas automáticamente sino en la línea de ensamblaje, de hecho, la industria que produce medios de producción electrónicos tiene un CO de capital notablemente baja. (Sierra, 2008, p.34)

Finalmente, las revoluciones tecnológicas en el marco de la economía capitalista conducen a un desarrollo colosal de las fuerzas productivas que terminan transformándose en destructivas, tanto de la naturaleza como del trabajo humano.

Decadencia Social

La globalización digital no significa que toda la población del planeta se encuentre integrada a la nueva tecnología, como sostienen Castells (2006) “…hay grandes áreas del mundo y considerables segmentos de la población desconectados del nuevo sistema tecnológico” (p.60). Las zonas que quedan desconectadas pueden encontrarse en África como en Norteamérica, Europa, Asia o América latina, no hay entre ellas una continuidad cultural y/o espacial. Existe de hecho una desintegración social en la globalización, que se explica por la desigual difusión tecnológica que excluye de la misma a ciertos sectores de población y a ciertas zonas del globo.

…la automatización y los progresos en biotecnología arrojan la mayoría de la fuerza de trabajo mundial en el desempleo (mercado informal), crece el ejército de reserva y aumenta, asustadoramente, la población estancada que, como diría K. Marx (1980), son seres humanos que vegetan en el infierno de la indigencia. El pauperismo constituye el asilo de los inválidos de la población activa y el peso muerto del ejército industrial de reserva. La superpoblación relativa forma parte de la condición de existencia de la producción capitalista y del desarrollo de la riqueza social. (Silva como se citó en Sierra, 2008, p.34)

La globalización al contrario de lo que parece no integra a la población del planeta, al contrario expulsa a la mayoría de ella. Es exclusiva, es “…la construcción y expansión de un mundo interior cuyos límites son invisibles, aunque prácticamente insalvables desde fuera y que está habitado por los mil quinientos millones de ganadores de la globalización; esperando en las puertas encontramos a un número de personas tres veces mayor” (Zizek, 2016, p.11). Este hecho muestra que la globalización de la nueva tecnología de la información provoca la profundización de la contradicción más sintomática del capital, que según el mismo filósofo esloveno es: el antagonismo entre los incluidos y lo excluidos o expulsados de la globalización. “Una proporción importante de la clase obrera mundial queda desempleada y pasa a constituir una “población excedente absoluta” que seguramente no se volverá a incorporar al proceso productivo” (Sierra, 2009, p. 41).

El antagonismo expuesto muestra, a su vez: la creciente desigualdad económica y social a nivel planetario -más concentración de riqueza y más expansión de miseria-; la progresiva diferenciación tecnológica – eliminan empleos semicalificados bajo la presión de la automatización y la competencia laboral extranjera; degradación y dispersión laboral y salarial; degradación y eliminación de los mundo de vida rurales y la consecuente masiva expulsión de campesinos; en los países desarrollados lo trabajadores son expulsados del mercado de trabajo formal y sustituidos por una combinación de máquinas o mano de obra extranjera barata, o simplemente se quedan sin empleo porque las empresas migran a los países periféricos gracias a la nueva tecnología. De hecho, la situación de la clase trabajadora norteamericana explica en gran medida el triunfo de Trump en las últimas elecciones de EEUU y el triunfo del Brexit en la consulta popular en Reino Unido en el 2015.

Todas estas poblaciones expulsadas de los beneficios de la globalización informatizada forman enclaves de desempleo prolongado, pobreza y miseria en ciertas zonas de los países centrales y en la mayor parte de los países de la periferia, que van en crecimiento. Es importante aclarar que este fenómeno social no es casual ni fortuito, responde a la contradicción estructuradora de la curva civilizatoria capitalista. Como sostiene Aníbal Quijano (1998) “la ‘marginalidad’ se origina en los cambios en la estructura de relaciones entre capital y trabajo y en primer lugar entre capital y trabajo asalariado” (p.416). El capitalismo en su expansión global expulsa una creciente mano de obra individual que se vuelve sobrante por efecto del desarrollo tecnológico (composición orgánica de capital) Una parte de esta mano de obra sobrante va a ser absorbida por la economía criminal, ligada al tráfico de drogas, armas, personas órganos, etc., y la mayoría de ella quedan en condición de pauperismo social. “Esa población excedentaria de trabajadores atrapada dentro de la tendencia al predominio del trabajo acumulado respecto del trabajo vivo, es la que se denomina ‘marginalizada’” (Quijano,1998, p. 416).

El deterioro de las condiciones de vida para la mayor parte de la población mundial conlleva serios problemas en sus procesos de producción y reproducción social, cuya situación bien podrían ser leída desde la tesis de José Nun (2000), según la cual

…era posible que existiera, en última instancia, una parte de la superpoblación relativa que fuera ‘marginal al cuadrado’, es decir a funcional y prescindente también para el sector informal. En este caso se volvería disfuncional y peligrosa para el conjunto de la sociedad. (p.5)

Toda la masa de personas que a nivel planetario terminan expulsadas de la globalización constituyen un nuevo régimen de miseria que se caracteriza por ser permanente e irreversible. En este sentido la desvinculación de estas personas de la sociedad formal y de su norma se vuelve altamente peligrosa para sostener los procesos de integración y diferenciación creciente.

Los signos reveladores de la nueva marginalidad son inmediatamente reconocibles incluso para el observador casual de las metrópolis occidentales: hombres y familias sin hogar que bregan vanamente en busca de refugio; mendigos en los transportes públicos que narran extensos y desconsoladores relatos de desgracias y desamparo; comedores de beneficencia rebosantes no solo de vagabundos, sino de desocupados y sub ocupados. (Wacquant, 2002, p.170)

Estas personas que son expulsadas de la sociedad globalizada dejan de ser funcionales al sistema y llegan a ser una amenaza para la vida social. El alejamiento de la sociedad formal provoca en el ser humano el retorno incontrolable de los instintos reprimidos en los procesos de simbolización que les constituye en sujetos. Las manifestaciones instintivas, sobre todo las agresivas que no son posibles de ser separadas de las sexuales y de las del hambre, retornan transgrediendo la norma y agravando la disolución de relaciones sociales.

Este proceso, entre otros, explica que gran parte de esta población expulsada termine alimentando la economía criminal que crece en el planeta y que atraviesa a la sociedad formal carcomiendo sus fundamentos y debilitando el grado de desarrollo de la configuración emotiva que permite el encuentro con los otros.

Un número creciente de grupos, sectores, proceso, países, espacios y circuitos son incorporados a la órbita del tráfico y sus organizaciones. Son especializados en la producción de la materia prima y en la elaboración industrial de las drogas, el transporte y las comunicaciones, la distribución, la comercialización, la violencia de autoprotección y agresión, la prestación de servicios conexos, el lavado de dólares, las reinversiones ilícitas, las nuevas inversiones en la economía formal. (Kaplan, 1996, p.218)

En las actuales circunstancias del mundo la agresividad humana se libera del conjunto de reglas y de convicciones sociales que la coaccionan. La agresividad cada vez es más abierta y se manifiesta en el choque frontal entre los seres humanos (guerras políticas, guerras económicas, guerras de carteles, guerras de pandillas, violencia callejera, violencia intrafamiliar, violencia de género, etc.). Al mismo tiempo la descarga emotiva en las confrontaciones es más expandida e ilimitada que en otros momentos de la actual curva civilizatoria. Este hecho muestra una debilidad del “…control social, anclado en la organización estatal, sobre las manifestaciones de la crueldad, la alegría producida por la destrucción y los sufrimientos ajenos, así como la afinación de la superioridad física” (Elías, 1998, p.231). Entre otros muchos casos, lo dicho es visible en la violencia desatada en México.

Esta expansión de la violencia, entre otros fenómenos, ha llevado a algunos autores como Umberto Eco a plantear el retorno de una nueva edad media.

La vida en la sociedad medieval se orientaba en la dirección opuesta. La rapiña, la lucha, la caza al hombre y a la bestia, pertenecían de modo inmediato a las necesidades vitales que, a menudo, se manifestaban en consonancia con la estructura de la propia sociedad. Para los poderosos y los fuertes se trataba de manifestaciones que podían contarse entre las alegrías de la vida. (Elías, 1998, p.231)

El placer en todas sus formas parece liberarse de los sentimientos de desagrado que lo limitan, lo cual muestra que se vive en una época de trastorno social, “…en las cuales el control social es más limitado y se manifiestan estos instintos de forma más directa, menos apagada y sin sufrir represión ninguna por las pautas de vergüenza y de pudor” (Elías, 1998, p.231).

Los medios de comunicación muestran a diario noticias sobre guerras, conflictos y violencia de todo tipo, que se han convertido en algo cotidiano para la población mundial y que tiende a normalizarse por su exposición habitual.

Elías (1988) en su libro El Proceso Civilizatorio cita lo siguiente:

«Os aseguro», se dice en un himno de guerra atribuido al trovador Vertrán de Born 95, «que no tengo ganas de comer, de beber o de dormir, mientras no oigo gritar: ¡A ellos! desde los dos lados y mientras no oigo relinchar a los caballos sin caballeros bajo los árboles, y mientras no oigo gritar: ¡Auxilio! ¡Auxilio!; mientras no veo caer a los fosos a los grandes y a los pequeños rodando sobre la hierba, y mientras no veo a los muertos atravesados por la madera de las lanzas adornadas con banderolas. (p.231)

La economía criminal articulada al narco tráfico genera una cultura en la que los narcocorridos mexicanos son ya un producto extendido e incluso comercializado. Las letras de estas canciones que hablan sobre la vida de los narcos son una apología de la violencia y se parecen mucho a las letras de los trovadores de la guerra en la Edad Media.

...el perro ni quemándole el hocico se le quita lo webero es chueco del pie izquierdo así no nací ni lo heredo más le metí 3 balazos le han pegado en el cuerpo sigo la orden del jefe secuestro, mato y entierro! (…)

…Con cuernos de chivo y basuca en la nuca, volando cabezas al que se atraviesa, somos sanguinarios, locos bien ondeados, nos gusta matar. Para dar levantones somos los mejores, siempre en caravana toda mi plebada bien empecherados blindados y listos para ejecutar.

En las dos manifestaciones culturales se explicita el salvajismo de los sentimientos, pues la guerra significa prevalecer sobre el enemigo con las formas más violentas posibles donde se incluyen mutilaciones y torturas. El debilitamiento de los códigos sociales, que limitan el instinto agresivo, normaliza lo que en el momento de mayor integración y diferenciación creciente es considerado anormal o enfermizo. Las fuerzas sociales de carácter penalizador pierden vigencia ante la amenaza de poder ser exterminado por el otro, con el cual ya no hay fuerte integración e interdependencia, por lo tanto se lo considera el enemigo. “La única amenaza, el único peligro que pudiera suscitar temor era el de verse vencido en la lucha por un contrincante más fuerte” (Elías, 1988, p.232). Este proceso de desintegración social no se encuentra solo en el campo del crimen organizado, sino que se extiende en menor intensidad por toda la sociedad. De hecho las manifestaciones de violencia e incluso crueldad están incorporadas cada vez más al trato social (un ejemplo es el llamado bullyng).

En el momento actual de la curva civilizatoria se puede observar que la agresividad deja paulatinamente de ser restringida y sujeta a reglas, pues éstas no son observadas por los individuos. La autocoacción lograda, que permite a los sujetos reprimir sus emociones sobre todo las agresivas, se debilita y hace posible la descarga generalizada de emociones.

La mercantilización de toda la vida, y particularmente de la sexualidad, quiebra los controles sobre todas las formas de placer. El desagrado, el pudor, la vergüenza, que establecían los límites a las pulsiones humanas, se retiran y dejan abierta la posibilidad de vivir el placer de manera total, lo cual es muy funcional a la industria y al mercado legal e ilegal del sexo, por ejemplo. Los seres humanos dan rienda suelta a sus impulsos y esto conlleva el aumento de la violencia horizontal, es decir aquella que acontece entre las personas de manera cotidiana.

Los medios de comunicación de masas y las redes sociales exponen, muchas veces de forma obscena, todo tipo de noticias donde se muestra la violencia y crueldad entre los seres humanos y de éstos en contra de las otras especies de animales y de la naturaleza en general (guerras entre Estados, naciones, grupos, mafias, violencia de género extendida hasta el femicidio brutal, tortura y crueldad en contra de los animales, depredación de la naturaleza, etc.) Este tipo de exposición abrumadora de signos inconexos de la violencia humana, al contrario de generar rechazo hacia la misma, forja una aceptación que expresa un claro proceso de desensibilización. Si a esta exposición de la violencia se suma la industria cultural de la violencia de ficción (películas, series, video juegos, etc.), que no solo la normaliza sino que la promueve, el resultado es la progresiva liquidación de las restricciones a los impulsos agresivo y por lo tanto la desintegración del lazo social.

En la Edad media:

Las manifestaciones de la crueldad no quedaban excluidas del trato social. No eran socialmente condenables. La alegría producida por la tortura y el asesinato de los otros era muy grande; era una alegría socialmente permitida. Hasta cierto punto la estructura social operaba en ese sentido y hacía que este tipo de comportamiento fuera necesario y razonable. (Elías, 1988, p.233)

De algún modo, se puede decir que la violencia hacia el otro(s) empieza a provocar cierto agrado en los sujetos modernos, lo cual expone el debilitamiento de la máxima de la actual civilización “ama a tu prójimo como a ti mismo”. Esa ley fundamental de origen religioso es la que puso los cimientos para todo el desarrollo de los códigos, regla y leyes jurídicas que reprimían las pulsiones humanas para dar paso a la socialización moderna.

Es de la interdependencia de los seres humanos de donde se desprende un orden social concreto que al estar sobre la voluntad y la razón de los individuos aislados que lo constituyen, les otorga fundamento existencial. “Este orden de interdependencia es el que determina la marcha del cambio histórico, es el que se encuentra en el fundamento del cambio histórico” (Elías, 1988, p. 450). En atención a la tesis citada, otro fenómeno que muestra la crisis civilizatoria es la extrema individualización y atomización de la vida social, en gran medida por efecto de la mercantilización extendida y la incursión de la tecnología en la organización de la cotidianidad.

La secularización mercantil, operada en la constitución y desarrollo del mundo moderno sobre todo en la era de la globalización, ha puesto fin a todo tipo de autoridad simbólica (religiones, utopías, ideologías, valores, etc.) La retirada de la autoridad simbólica provoca la destrucción del sujeto como sujeto de deseo, así como la de los objetos sustitutos con los cuales éste construye el relato imaginario que da sentido a su existencia. A su vez, sin sujeto no es posible el reconocimiento intersubjetivo que establece relaciones de interdependencia simbólico-social. En atención a lo dicho, el fin de la autoridad simbólica significa orfandad de mundo, lo que determina el aislamiento de los individuos en un proceso que algunos autores denominan narcisismo cultural o social, entendido como el fracaso del ser frente al devastado “mundo exterior” (Mires, 2005).

Sin autoridad simbólica, los seres humanos deambulan en territorios sin mundo en busca de sustituciones excrementales (drogas, sectas, lujo, dinero) o simplemente se adaptan al medio ambiente, simbólicamente devastado, hasta el punto de alcanzar una despersonalización casi total (Mires, 2005). Se trata de individuos apáticos, conformistas, indiferentes y temerosos que tienden a encerrarse en sí mismos como forma de sobrevivencia.

El aislamiento y atomización social se facilita y promueve por la economía libidinal del consumo capitalista. Se trata de la producción masiva de objetos mercancías que vienen a remplazar a los objetos simbólicos (objetos de deseo) y que producen en el consumidor la sensación de satisfacción total. Esta sensación de estar completos o sin falta es posible en la medida en que los objetos-mercancía crean la necesidad que van a satisfacer, lo que muestra la subordinación del deseo al mercado. Por su parte, la experiencia de estar completo es la experiencia de los adictos, que surge de su dependencia total al objeto excremental mercancía y no en la interdependencia con otros seres humanos. Se puede afirmar que los objeto mercancía son objetos de satisfacción (recarga libidinosa) y no de deseo.

Cuando se señala que las mercancías son objetos de satisfacción, no es debido a que permiten la realización de una necesidad concreta humana, es decir por la realización del valor de uso. Todo lo contrario, la experiencia de la satisfacción se da por el dominio del valor de cambio sobre el de uso, por el fetichismo del objeto-mercancía, es decir, por la pura devoción al objeto, por el objeto mismo en lo que su valor mercantil representa. La sensación de satisfacción total experimentada por el individuo hace que éste quede adherido al objeto mercancía, sin posibilidad de recuperar el deseo.

Cada vez que el individuo consume una mercancía, al contrario de permitirle tejer un mundo con el cual cubrir su falta estructural, lo que hace es que ésta se agrande hasta vaciar totalmente se existencia. Esta imposibilidad hace que el sujeto consuma más y más hasta quedar atrapado alrededor de la mercancía, que se ha convertido en un objeto resto (objeto a minúscula), que no le posibilita realizar la energía libidinal en la construcción de mundo. En otras palabras, la mercancía destruye al sujeto en tanto que sujeto de deseo y lo convierte en resto presimbólico, un individuo cosificado incapaz de interactuar con los otros y establecer relaciones sociales por medio del lenguaje.

Adherido de un objeto-mercancía cualquiera, que encapsula la energía libidinal, el individuo se aísla cada vez más y desarrolla el más alto grado de narcisismo patológico, la esquizofrenia “…que surge de la imposibilidad del ser para acceder a la ‘realidad exterior’” (Mires, 2005, p.253). Todo lo dicho lleva a concluir que la sociedad actual asiste a un acelerado proceso de desocialización o entrada fallida en la sociedad, que muestra claramente la tendencia decreciente de la integración y por lo mismo crisis civilizatoria.

Decadencia Política

La globalización económica, dominada por las corporaciones transnacionales, tiende a comprimir el poder de las economías nacionales y con ello el poder del estado nacional, en lo que tienen que ver con el control económico -monopolio de las finanzas-. Según Wallerstein (2005):

…los estados imponen las reglas sobre el intercambio de las mercancías, el capital y el trabajo, y en qué condiciones pueden cruzar sus fronteras. (…) Un estado soberano tiene en teoría el derecho a decidir qué puede cruzar por sus fronteras y en qué condiciones. A más fuerte el estado, mayor es la maquinaria burocrática y por lo tanto mayor es la capacidad de imponer las decisiones referida a transacciones que atraviesan sus fronteras. (p.68-69)

En la era de la globalización, el poder del estado nacional, como centro de administración del poder, basado en el monopolio de las finanzas, se comprime.

Los medios financieros que afluyen así a este poder central, sostienen el monopolio de la violencia; y el monopolio de la violencia sostiene el monopolio fiscal. Ambos son simultáneos; el monopolio financiero no es previo al militar y el militar no es previo al financiero, sino que se trata de dos caras de la misma organización monopolista. (Elías, 1988, p.345)

Así, la pérdida del control financiero a nivel nacional es al mismo tiempo o en tiempo mediato la pérdida del control de la violencia, que provoca que el Estado deje poco a poco de ser un aparato administrativo permanente y especializado en la gestión de los recursos militares y financieros y, en esa medida, pierde su capacidad de restringir la violencia a través instituir códigos y reglas de control social. La precariedad del Estado nacional, sea por estrechamiento y fragilidad de sus funciones (monopolio de las finanzas y monopolio de la violencia física) o por la contaminación de sus instituciones por la infiltración de estructuras criminales o paraestatales, es una muestra clara de la crisis civilizatoria.

Las luchas económicas, política y culturales que tienen lugar dentro de los estados nacionales, sobre todo aquellas que lleva adelante el crimen organizado, fragmentan el territorio nacional en una especie de “pequeños señoríos” controlados por los cárteles y que en cierta medida están por fuera del control estatal, o protegidas por el narco estado. México, Colombia e incluso en Estados Unidos viven de alguna manera esta realidad. La güetificación de zonas marginales de la población también tiende a desintegrar el control del Estado en los territorios que ocupan las poblaciones expulsadas. Brasil es un claro ejemplo de lo dicho. Estos procesos, entre otros, generan pequeños centros de dominación política paralelos al Estado, que pone en riesgo el control político de este monopolio de poder y dominación centrado e integrador. La organización monopolista de la violencia se debilita y grupos pequeños hasta individuos aislados tienen cada vez más libre disposición sobre los medios militares, que estaban reservados al poder central del Estado. Esta liberación del uso de recursos bélicos tiene que ver mucho con el negocio de las corporaciones armamentistas, por ejemplo. Lo mismo sucede con la facultad de recabar impuestos sobre la propiedad o sobre los ingresos de los individuos, el Estado como poder central pierde paulatinamente esta competencia, por la presencia más fuerte de organizaciones paraestatales. Se refiere lo dicho a las grandes corporaciones empresariales sean de carácter legal o ilegal (cárteles y mafias).

Es conocido el poder que tienen las corporaciones transnacionales sobre los estados nacionales, incluso los más poderosos. La influencia que ejercen las corporaciones capitalistas sobre los estados, por ejemplo, para volverlos compradores a gran escala de sus productos con precios excesivos, es manifiesta. A su vez, es conocido también como las estructuras de la economía ilegal atraviesan las instituciones del Estado, ante todo las militares y financieras.

Los grandes capitales, sean legales o ilegales, tienden a ejercer todas las funciones de dominación, que, administradas con su propia maquinaria, se convierten en poderes paralelos al Estado. En la expansión y defensa de sus intereses y propiedad corporativa el capital, por ejemplo, utilizan seguridad privada; verdaderos ejércitos paraestatales forman parte de estos poderes alternos. La demanda sobre territorios, mercados y conocimiento para la producción, reproducción y acumulación de capital provoca una competencia a muerte que se libra con los medios de la violencia bélica y financiera por fuera del control estatal. En esta lucha abierta, algunos grupos e individuos triunfan y otros sucumben, unos quedan excluidos de la competencia y otros están obligados a depender de los triunfadores para sobrevivir.

En cualquier ámbito social existe una cantidad determinada de personas y una cantidad determinada de recursos o posibilidades que son escasas, o al menos insuficientes en relación a las necesidades de las personas, y más aún en relación a las demandas de acumulación capitalista. Ante la debilidad de un poder central, los individuos y los grupos económicos que luchan por conseguir los recursos disponibles, difícilmente pueden mantener una situación de equilibrio y evitar que uno de ellos triunfe sobre los otros, más si se encuentran en una situación de competencia libre (libre mercado) no influida por algún poder de control. Los competidores que triunfan ven aumentar sus oportunidades y ganancias al tiempo que se disminuyen la de los vencidos, en la medida en que se apropian de las oportunidades de los derrotados o al menos de una parte de ellas. Es una lucha por la supremacía que va concentrando oportunidades en manos de una cantidad menor de grupos o individuos por fuera del poder del estado, o a su vez con anuencia del mismo.

La política neoliberal del libre mercado o la subordinación del Estado a los negocios del capital (caso de la China actual) en la era de la globalización, explica la desintegración del Estado moderno. Así, cada vez más, la lucha social transita desde la disputa por determinar quiénes administrarán el aparato Estatal hacia la destrucción misma del monopolio estatal de la dominación. Para Negri.T.Hardt.M (2001) “El nuevo paradigma está definido por la declinación definitiva de los Estados-nación soberanos, por la desregulación de los mercados internacionales, por el fin de los conflictos antagónicos entres sujetos Estado, y así en más” (p.58).

Para finalizar esta parte es importante recordar que: “En torno a estos dos monopolios mencionados van cristalizando otros posteriormente, pero estos dos siguen siendo los monopolios clave. Si estos monopolios desaparecen, desaparecen todos los otros, desaparece el «Estado» (Elías, 1988,p.345).

Decadencia Cultural

Un número creciente de procesos productivos incorporan como insumo decisivo la información digital, la misma que producen mercancías digitales. Lo particular de este tipo de mercancías es que en su producción “…los costos de materias y de energía son despreciables frente a los conocimientos involucrados” (Zukerfeld, 2008, p.3). La materia y energía pierden su centralidad en el costo del proceso productivo y son reemplazadas por la información digital, variación que desestabiliza la propiedad sobre los medios de producción. La apropiación privada del nuevo insumo, que puede multiplicarse y difundirse a velocidades nunca antes vistas, no puede ser protegida como la propiedad física e incluso energética de los medios de producción de la época industrial. La inmaterialidad de la información digital la hace susceptible de apropiación y redistribución colectiva.

El desarrollo de esta nueva tecnología de la información pone en debate la vieja tesis marxista sobre la contradicción entre las relaciones sociales de producción y el nivel de desarrollo de las fuerzas productivas.

Llamamos Capitalismo Cognitivo (CC) a la etapa del modo de producción capitalista signada por la contradicción entre relaciones sociales de producción orientadas a los tres tipos de bienes informacionales como mercancías, y el grado de desarrollo de las fuerzas productiva asociado a la ontología de replicable de la información digital, que amenaza el status mercantil de esos bienes (Zukerfeld, 2008, p.4).

Ante el peligro de la vigencia de la propiedad privada sobre el primer insumo de la producción del capitalismo actual, la también nueva burguesía de la era digital tuvo que asegurar su poder a través de un nuevo sistema jurídico, específicamente referido a la propiedad intelectual.

Esta transformación, en el marco de la lógica de acumulación de capital, provoca la acelerada apropiación privada del conocimiento social, más aún cuando la dinámica de esta tecnología tiende a democratizar las invenciones científico-tecnológicas. Lo expuesto encuentra su explicación en razón de que los usuarios de esta tecnología pueden transformarse en creadores y tomar el control, lo que produce una alteración en el circuito producción-consumo. Dicho de otra manera, la oferta de muchos de los servicios que se consumen pueden ser asumidos directamente por el consumidor, el consumidor puede convertirse en el propio productor de sus productos e incluso empezar a venderlos.

La privatización del conocimiento social permite que éste se coinvierta de manera directa en la mercancía privilegiada para la ganancia y acumulación de capital, en el marco del surgimiento de las multinacionales del conocimiento y el dominio del capital financiero. En rigor, no es que el conocimiento se acumule, sino que al ser atrapado por el capital financiero, que a través de los procesos de calificación de calidad produce su valorización, lo convierte en valor de cambio. En este proceso el conocimiento no solo que se privatiza, sino que abre paso a la privatización de todos los espacios donde éste se produce: Sistema Universitario, Centros de investigación, Culturas diversas, Centros de innovación y creación científica, artística y cultural. De esta manera la economía y la cultura quedan articuladas por efecto de la nueva tecnología de la información digital, más aún, la cultura queda subsumida al capital.

Con el signifícate propiedad intelectual y todo el campo simbólico-jurídico que él articula, los capitalistas cognitivos acaban con la escisión entre la industria y la tecnología, de un lado, y las obras artísticas y espirituales, de otro. La información digital mezcla la economía y la cultura. “En Internet se ensamblan partes de un programa de software (similar como generador de ganancias de productividad a los bienes de capital fordistas) y se descargan libros, en ambos casos intercambiando bits” (Zukerfeld, 2008, p.7).

Es común en los tiempos de la propiedad intelectual hablar de Economía del Conocimiento e Industrias Culturales, concepto último que ya se trabajó en los textos de la primera Escuela de Frankfurt, y que muestra la colonización de la cultura por la economía, así como el paso del capitalismo industrial al cognitivo. Esta transformación indica que el régimen de propiedad privada se extiende a todo el ámbito de la vida social, todo, incluidas las creaciones culturales (artísticas, espirituales, religiosas) se vuelven mercancías. “Sin dudas, la cantidad de bienes sujetos a las distintas formas de Propiedad Intelectual se ha incrementado drásticamente con el advenimiento del capitalismo cognitivo” (Zukerfeld, 2008, p.12).

Cada civilización de masas en un sistema de economía concentrada es idéntica a su esqueleto –la armadura conceptual fabricada por el sistema- comienza a delinearse. Film y radio no tienen más necesidad de hacerse pasar por arte. La verdad de que no son más que negocios les sirve de ideología, que debería legitimar los rechazos que practican deliberadamente. Se autodefinen como industrias y las cifras publicadas de las rentas de sus directores generales quitan toda duda respecto a la necesidad social de sus productos. (Horkheimer y Adorno, 1969, p.147)

La idea expuesta en la cita aplica también para el conocimiento y la investigación académica. Con la última reforma universitaria de Bolonia, la Universidad no tienen más que hacerse pasar por centro de pensamiento autónomo, cada vez más se muestra en su verdad de empresa movida por la tecnología. Como toda industria, la Industria Cultural y la Industria del Conocimiento suponen un método de reproducción que conduce a que en innumerables lugares necesidades iguales sean satisfechas por productos standard (Horkheimer y Adorno, 1969). Esta técnica de reproducción opera con un círculo de manipulación y necesidad (la producción produce el consumo) que afianza el sistema.

Al final, se trata del poder de la técnica y de sus dueños sobre la sociedad misma, el poder de los económicamente más fuertes. “La racionalidad técnica es hoy la racionalidad del dominio mismo. Es el carácter forzado de la sociedad alienada de sí misma” (Horkheimer y Adorno, 1969, p.147).

La lógica “democrática” de la Industria Cultural y del Conocimiento, forma una masa de receptores de los mensajes del poder, sin ninguna capacidad de interactuar y menos de discrepar. El espacio del diálogo (intercambio racional de opiniones argumentadas) es invadido por una epidemia de ideas empobrecidas como datos (productos informativos, productos culturales, productos académicos, etc.) que son lanzadas al mercado cultural, en busca de un consumidor que realice su valor como ganancia mercantil. Por su parte, las redes sociales están saturadas de opiniones tiradas al espacio virtual, que son recibidas epidérmicamente por destinatarios eventuales y transitorios que no logran establecer espacios de comunicación real. Las pocas conversaciones quedan en la oscuridad, ante la ausencia de entendimiento racional.

La Industria cultural clasifica y organiza a los consumidores en la perspectiva de adueñarse de ellos sin desperdicio “Para todos hay algo previsto a fin de que nadie pueda escapar; las diferencias son acuñadas y difundidas artificialmente”. El hecho de ofrecer al público una jerarquía de cualidades en serie sirve solo para la cuantificación más completa” (Horkheimer y Adorno, 1969, p.149). En este sentido, el comportamiento de los consumidores es determinado previamente a partir de estudios estadísticos que aseguran la venta de productos y la realización de su valor. Así, las personas son reducidas a una masa de consumidores distribuidos en grupos según su volumen de capital al interior del mapa del mercado cultural.

La lógica de las industrias culturales, hoy radicalizadas gracias a la tecnología de la informatización, produce industrialmente masa de consumidores automatizados, que son la evidencia de una sociedad irracional tomada por la racionalidad técnica.

Decadencia Ambiental

Se comprende por lo dicho hasta aquí, que la incorporación permanente de nueva tecnología en los procesos productivos conlleva: por un lado, la expulsión ampliada de mano de obra no calificada para la última tecnología y, por otro lado, el incremento en la demanda de materia prima, es decir de recursos naturales. Este segundo aspecto explica el inmenso deterioro ambiental que se vive en este punto de la curva civilizatoria, que ha llevado a algunos autores a definir a las fuerzas productivas capitalistas como fuerzas destructivas de la naturaleza.

Las fuerzas productivas escasas, y particularmente las capitalistas, son enajenadas y su desarrollo descompuesto, pero con fases, así que, además de enajenado y descompuesto, puede llegar a ser también decadente como forma redoblada de enajenación cuyos efectos nocivos predominan sobre los benéficos. Así recién ha concluido de modo preliminar la subsunción real del trabajo bajo el capital en los principales países europeos comienza ahí la decadencia de las fuerzas productivas capitalistas. (Veraza, 2012, p.170)

Cuando se habla de decadencia de las fuerzas productivas se hace referencia a que dejaron de ser emancipadoras y devinieron en alienantes y destructoras, tanto del ser humano como de la naturaleza. Se estaría viviendo la fase declinante de las fuerzas productivas que coincide con la fase de integración y diferenciación decreciente de la curva civilizatoria. Marx en muchas de sus obras trata la destrucción del medio natural por efecto de la estructura capitalista de explotación excesiva. Desde aproximadamente los años 50 del siglo pasado, se puso en marcha la profundización del modelo extractivo –ampliación y profundización de la extracción de recursos naturales para alimentar la aceleración del proceso productivo- gracias a la informatización de la producción. Este modelo productivo se encuentra atado a las exigencias del capital corporativo transnacional que demanda cada vez mayor volumen de recursos naturales no renovables (petróleo, minerales, productos agrícolas) para lo cual busca el control de los territorios, la biodiversidad, las fuentes de agua y energía. Los efectos del extractivismo son extremadamente negativos para la calidad de vida de las poblaciones sobre todo campesinas y ancestrales, así como para los ecosistemas que las soportan.

El daño en el medio ambiente que provocan las fuerzas productivas capitalistas en su época de declinación es innegable.

Los cambios más notorios y preocupantes son los asociados con el cambio del clima, el aumento de los fenómenos climáticos extremos, el aumento de la temperatura, la disminución de la precipitación media y las consecuentes sequías, el aumento del nivel del mar, la pérdida de diversidad biológica y extinción de especies que incide sobre la pérdida de los servicios ecosistémicos y de especies usadas con fines medicinales o el colapso de las actividades pesqueras. (Cabrera y Fierro, 2013, p.89)

El crecimiento incesante y exponencial de la población mundial y del consumo capitalista, que se extiende en todo el planeta, es inviable con el carácter limitado de los bienes naturales. La lógica inexorable del crecimiento de la economía capitalista (producción consumo y desecho) contamina la tierra, el agua, el aire, degrada ecosistemas, se deteriora el medio ambiente natural y entra en serio riego la permanencia de la vida humana y de otra especies animales y vegetales.

La crisis ambiental en los actuales momentos de la curva civilizatoria se manifiesta en: el cambio climático (calentamiento global), que altera la relación entre el mundo físico y el mundo biológico; agotamiento acelerado de los recursos naturales necesarios para la reproducción de la vida humana; la pérdida reciente de biodiversidad que deja a los humanos sin un seguro de vida para su permanencia en el planeta. Estos procesos generan muchas variabilidades naturales que ponen en serio peligro la existencia en el planeta, sobre todo la humana.

El desequilibrio ecológico produce desequilibrios sociales que alimentan la crisis civilizatoria. Miseria, hambruna, enfermedades, desplazamientos ambientales, violencia por recursos, etc., asolan el planeta El paradigma del progreso con su modelo de desarrollo, basado en el crecimiento económico sin fin, ha tocado límite en el borde de la catástrofe ecológica.

A modo de conclusión se propone estas ideas para el debate. Cabe decir que la curva civilizatoria moderna está en su fase de diferenciación e integración decreciente, en otras palabras en su fase de declinación hacia otro periodo de barbarie. El comportamiento de los seres humanos, por efecto sobre todo de la colonización mercantil de la industria cultural, se desajusta progresivamente. Las acciones individuales e incluso grupales no llegan a cumplir la función social en atención al orden civilizatorio moderno. Los individuos organizan su comportamiento de manera indiferenciada, irregular y poco estable; las funciones sociales se confunden, la frontera entre lo público y lo privado tiende a desaparecer y las cadenas de interdependencias, en las que están imbricados todos los movimientos de los individuos aislados, se estrechan. No es un imperativo adecuar el comportamiento individual a las necesidades del entramado.

La vida en el mundo global exige estar permanentemente dispuesto a luchar y a dar rienda suelta a las pasiones en defensa de la propia vida o de los recursos para su reproducción. Las vías de circulación del capital legal e ilegal, que se extienden por todo el planeta, se están convirtiendo en zonas de alto riesgo para la vida, sobre todo porque el Estado como aparato del monopolio de la fuerza deja muchas zonas desprotegidas en manos de los grupos paramilitares de cualquier índole. Incluso el mismo Estado con sus aparatos represivos empieza a ser una amenaza para la seguridad de las personas. El hombre moderno está abocado al peligro que supone que sus congéneres pierdan en cualquier momento de su actividad el autocontrol que garantiza la vida en sociedad.

Los códigos sociales que establecen límites, diferenciaciones y funciones claras para el desenvolvimiento de la vida social están por una parte confundida en un mar de signos inconexos y, por otro, debilitados en su función de autoacción. La fragilidad en la diferenciación del entramado social, producto de la viscosidad mercantil, debilita y desestabiliza el aparto sociogenético de autocontrol psíquico, que coincide con el debilitamiento del monopolio de la violencia física y con la inestabilidad creciente de los órganos sociales centrales (familia, escuela, etc.) En ausencia de estas instancias sociales formativas es difícil que el individuo incorpore los códigos de socialización y menos aún que éstos devengan una costumbre permanente de autocontrol. “Cuando hay una baja división de funciones, los órganos centrales de sociedades de cierta magnitud son relativamente inestables y carecen de seguridad” (Elías, 1988, p.453).

El debilitamiento del monopolio de la violencia física (Estado) destruye los espacios pacificados y da lugar al avance de la violencia generalizada y horizontal. La violencia física retorna lentamente a la escena de la vida social cotidiana y funciona de forma inmediata en la resolución de conflictos. Los seres humanos del llamado capitalismo tardío no están protegidos frente al ataque repentino de intromisión de la violencia física en su vida (asalto, robos, asesinatos, extorsión, chantaje, violencia de género, violencia intrafamiliar, violencia deportiva, etc.) Ante esta situación de inseguridad creciente, los seres humanos toman la seguridad en sus propias manos y dejan libre sus impulsos para atacar a otros. Basta observar el nivel extendido de uso de armas que tiene la sociedad norteamericana, donde la libre exposición de las emociones y los instintos cuenta con herramientas para que esto se vuelva mortal.

Resulta que en las actuales circunstancias de violencia extendida, mayor ventaja social no tiene aquel que es capaz de dominar sus impulsos, sino todo lo contrario, quien cede a sus emociones e instintos. Ya no se educa a los individuos para que reflexiones sobre los resultados y consecuencias de sus propios actos y de los ajenos, en una proyección a futuro. La total automatización mercantil del mundo genera autómatas que siguen a sus impulsos básicos sin ninguna reflexión más allá del instante presente del consumo (del goce inmediato y fugaz). La humanidad asiste a una desestructuración del comportamiento en el sentido de la “barbarie”. La vida está permanentemente amenazada por los actos de violencia y al mismo tiempo éstos devienen acontecimientos inevitables y cotidianos, pues la supervivencia no está garantizada por la red de interdependencias, que son relativas y breves, sino las fuerzas impulsivas individuales. El individuo narcisista y consumista es la subjetividad dominante en este proceso de diferenciación e integración decrecientes.

La modernidad occidental con su paradigma humanista ideal y objetivado pierde vigencia en su centro de origen, la Europa de la Ilustración. La desintegración social ya no es cosa de las zonas periféricas de la Modernidad, está en su corazón: en las ciudades globales. “Los grandes ideales, las así llamadas ‘razones superiores’, vale decir, la instalación de un Superyó colectivo que da sentido a los actos, no constituye más el fundamento de la cultura” (Mires, 2005, p.291). Los actos humanos dejan de ser actos trascendentales y devienen en contingencia mercantiles, sometidas a una competencia salvaje por conquistar el valor económico o el valor sígnico, ambos otorgadores del gozo inmediato y perverso.

La desintegración de los valores modernos, fundamentados en la ley cristiana ama a tu prójimo como a ti mismo, da paso a que el único valor del individuo narcisista, autorrealización y autocumplimiento, se extienda como destrucción de los otros. El hombre es nuevamente lobo de sí mismo, la civilización se descompone en la barbarie donde el sujeto desaparece en la identidad presimbólica del ego-ista.

En palabras de Martín Buber se diría que el ser humano, en el tercer milenio, ha vuelto a quedarse sin mundo, se encuentra solo y a la intemperie de lo infinito natural astral. El ser humano una vez más, a lo largo de su historia, es un solitario extranjero en el universo sin mundo. La imagen de mundo se ha quebrado y deja al humano sin hogar, y sin hogar éste experimenta con hondura el problema del mal y siente en torno a ella un mundo escindido, un mundo devastado.

Conversaciones con la naturaleza.  Ensayos Cognitivos desde los Andes

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