Читать книгу La Ale... - Alejandra Leonor Rodríguez - Страница 5
ОглавлениеPRIMERA PARTE
Hola, Río Cuarto:
¿Te acordás cuando me recibiste, por primera vez, allá por 1964? Yo tenía tan solo diez meses de vida. ¡Qué mal que estaba! Y sí llegué casi moribunda desde Adelia María, mi pueblo natal.
Fue aquí donde me diagnosticaron la enfermedad que padecía: poliomielitis (parálisis infantil) trasladándome entonces, con suma urgencia, al Hospital de niños de la ciudad de Córdoba (en donde me atendieron durante mi infancia y parte de mi adolescencia).
Vos fuiste siempre nuestra ciudad “de paso”, ya que nosotras, mi tía “Negra” (Nellebe) y yo, debíamos ir periódicamente al control médico a la ciudad Córdoba.
Hasta que finalmente, a los tres años de edad, me colocaron (en la ortopedia de la familia Guerra) el “equipo”, es decir: prótesis en las piernas y muletas. Estaba entonces así lista para comenzar a transitar por ¡¡¡los caminos de la vida!!!
A pesar de mi discapacidad física pude cursar la primaria y el secundario en mi pueblo, junto a un grupo de amigos excepcionales, de la mano de un cuerpo de excelentes profesionales (directivos, docentes y no docentes).
¿Cómo no agradecer pues eternamente a tanta buena gente que me permitiera educarme y querer seguir aprendiendo?
Mi mamá siempre me decía: las cosas y las acciones son buenas si se hacen de la nuez (prominencia laríngea ubicada en la parte anterior del cuello, comúnmente llamada “nuez de Adán”) para abajo (o sea de corazón) y no para arriba.
A mí me gusta eso, ya que considero que tiene mucha razón porque, pongámonos a pensar, ¿cuánta gente se jacta de ser tu amiga y en los momentos complicados de tu existencia nunca están presentes?
En mi caso gracias a Dios no me tocó, en general, padecerlo, pero debe ser sin dudas una situación muy fea. Por eso me permito compartir con ustedes una estrofa de esta bonita canción: “Entre a mi pago sin golpear” (escrita por nuestros renombrados santiagueños: el poeta y letrista Pablo Raúl Trullenque y el cantautor Carlos Carabajal) que creo que es muy reconfortante:
“Es oro la amistad
Que no se compra ni vende,
Solo se da
Cuando en el pecho se siente.
No es algo que se ha de usar y nada más”.
Vaya pues mi eterno y sincero agradecimiento a Dios por haberme topado, la mayoría de las veces, con gente muy solidaria dispuesta a dar una mano y a acompañarme en los momentos oportunos.
Podría entonces concluir diciendo que mi discapacidad no impidió que, en líneas generales, pase una infancia y parte de mi adolescencia muy linda en compañía de familiares y gente amiga.
Es que para que una persona logre ser libre, responsable y abierta debe (según mi modesto entender) tener una educación activa, progresiva y complementaria entre, por un lado, la familia y, por el otro, la escuela.
Así pues con la interacción de varios elementos se puede llegar a un “buen entendimiento” entre uno mismo y su entorno.
Concluí entonces con mis estudios secundarios y después de un año de estar sin una actividad precisa tomé una decisión muy importante ¡seguir estudiando!
Y fue entonces cuando emprendimos (mi tía y yo) el viaje hacia la “gran ciudad”, volviendo esporádicamente a Adelia María a veces los fines de semana y para las correspondientes vacaciones (dos semanas en invierno y un mes en verano).