Читать книгу El sol de los ciegos - Alfredo Pérez Alencart - Страница 14

Creación

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Ningún

susurro de mujer

acompañó la deseante soledad

de mis días iniciales.

Ninguna costilla salía

de mi barro.

Entonces cayó una hoja

de exquisita fragancia

y en mi pecho

se hizo carne amantísima,

vibrante llama,

vena de transfusión para

siempre.

Luego empezó

la fecundación del hijo.

Te ensalivo,

mujer,

te amaso a mí.

El sol de los ciegos

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