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INTRODUCCIÓN

Jorge Bergoglio y Alberto Methol Ferré: afinidades electivas de un Papa y un filósofo del Río de la Plata

Alver Metalli

Alberto Methol Ferré auspició y previó la elección de Benedicto XVI y vislumbró en el horizonte la del papa Francisco. En 2005, trece días antes de la fumata blanca del martes 19 que llevó a Joseph Ratzinger a la cátedra de Pedro, el 6 de abril para ser más exactos, desde Montevideo, donde vivía, Methol Ferré rompió una lanza a favor suyo. Durante la entrevista concedida a una periodista del diario argentino La Nación que viajó expresamente para verlo, declaró que era “un gran partidario de Joseph Ratzinger”. Es más: “Pienso que es el hombre más indicado para ser Papa en estos momentos de la historia”, y agregó fundamentando su convicción: “Porque es una de las últimas grandes expresiones de esa generación que alcanzó un esplendor intelectual equiparable a los siglos XII y XIII de la Edad Media, y que se puede comparar también con la mejor época de la patrística griega y latina, cuando tuvo su inicio la gigantesca epopeya de la evangelización de los pueblos”. Pero, en el momento en que hizo estas declaraciones, Methol Ferré, que había augurado el pontificado de Benedicto XVI, consideraba que todavía no había llegado el tiempo de un Papa latinoamericano: “La Iglesia está saliendo de Europa, pero es un proceso reciente que todavía necesita madurar. Europa fue el centro del mundo hasta hace cincuenta años. A partir de la descolonización surge todo un mundo de iglesias nuevas, en la India, en Asia, pero son procesos muy incipientes”. Estaba convencido de que la Iglesia latinoamericana era la más madura porque era la más antigua de las no europeas: “Tiene cinco siglos, contra un siglo de las de África; por eso no me parece que las iglesias de la periferia europea estén en condiciones de una conducción mundial todavía”. Consideraba que hacía falta más tiempo. No mucho, se apresuraba a aclarar:

Dentro de pocos años, seguramente sí [estarán en condiciones de asumir la conducción de la cristiandad], porque la intensidad de la globalización y de la coparticipación interna de la Iglesia es cada vez más fuerte.1

Ese tiempo ya ha llegado. El papa Francisco es la prueba y la confirmación.

En la primera edición de La América Latina del siglo XXI, verdadero “testamento intelectual de Methol Ferré”,2 en el capítulo final dedicado a Ratzinger Methol Ferré decía estar convencido de que el diálogo del pontífice alemán con la Iglesia del continente serviría para que se desarrollara lo mejor de la tradición teológica latinoamericana que surgió del Concilio en adelante, y para unirlo estrechamente con lo mejor del magisterio pontificio. “Cuando una tradición de pensamiento, como la latinoamericana, se convierte en un espacio de apropiación de los aportes de otras Iglesias, es cuando comienza a ser Iglesia fuente.”3 Para el filósofo uruguayo, en efecto, “se pueden recoger con provecho pensamientos que nacen en otras circunstancias solamente cuando se es autoconsciente”. En una Iglesia-reflejo, afirmaba con convicción, “pesa más la debilidad de la mera imitación repetitiva que la fuerza del descubrimiento”.4

Iglesia reflejo, Iglesia fuente. O bien “iglesias protagonistas” e “iglesias receptoras” de protagonismos externos a ellas, como prefería decir Methol Ferré. La distinción entre unas y otras la trazó por primera vez el teólogo brasileño Henrique Claudio de Lima Vaz, jesuita y deudor, a su vez, de otro jesuita, Henri de Lubac, definiendo con la primera expresión, “iglesia reflejo”, las iglesias más determinadas por otras iglesias que por sí mismas, y con la segunda, “iglesia fuente”, aquellas que tienen en su interior las fuentes de su propia renovación. “Hay muchos grados intermedios entre estas dos categorías: de alguna manera todas las iglesias son al mismo tiempo «fuente» y «reflejo»”, comentaba Methol Ferré, “pero, históricamente, se puede observar cuándo un término prevalece más o menos sobre el otro”. En este punto la reflexión del filósofo uruguayo pasa a ser histórica:

En la historia del catolicismo se ha visto que algunas iglesias se volvían áridas y se convertían en reflejos de otras y viceversa, iglesias que relumbran e iluminan otras iglesias antes florecientes. Es así desde siempre y siempre será así. El movimiento de la Iglesia no es uniforme ni homogéneo. Siempre hubo y siempre habrá iglesias que en un determinado momento histórico son un foco de irradiación para otras. Durante mil quinientos años estos cambios se produjeron en el Mediterráneo y en Europa. En el siglo XVI España e Italia fueron iglesias fuente. El Concilio Vaticano II fue en gran medida una empresa franco-alemana y al mismo tiempo es el último Concilio europeo. La Iglesia católica, que ahora sí es mundial, siente la presencia de otras iglesias locales que antes eran un puro reflejo de la europea.5

Cuando hizo estas afirmaciones, Methol Ferré estaba convencido de que la catolicidad latinoamericana se encontraba en un momento de transición de “reflejo” a “fuente”. Desde entonces han pasado diez años, tiempo suficiente para completar el tránsito de una etapa a otra. Y eso fue lo que ocurrió. El paso del Mar Rojo que llevó a cabo la Iglesia latinoamericana ha terminado y ahora se ha convertido en fuente, llevando a la cátedra de Pedro a un hijo ilustre. Un Papa argentino, además, que Methol Ferré conoció muy bien durante su vida y con el cual se encontraba con frecuencia cuando decía las cosas que hemos referido; un Papa que apreció y con quien colaboró estrechamente.

* * *

La relación entre Bergoglio y Methol Ferré viene de lejos. Elbio López, un amigo uruguayo, afirma que ambos se conocieron “intelectualmente” en la década del 70, “cuando, entre otras cosas, la ofensiva antirromana sacudía los cimientos de la autoridad petrina y ponía en tela de juicio las bases eclesiológicas del Concilio Vaticano II”.6 Cara a cara, en cambio, se encontraron por primera vez en 1978, en la onda del impulso que ambos intentaban imprimir, también en la Argentina, al debate preparatorio para la Tercera Conferencia General del Episcopado Latinoamericano a realizarse en Puebla de los Ángeles, México.

Francisco Piñón, rector de la Universidad del Salvador de Buenos Aires entre 1975 y 1980, recuerda con claridad esa época. “Con Methol Ferré, Lucio Gera, Luis Meyer, Hernán Alessandri, Joaquín Allende, Juan Lumermaz, Carlos Bruno y otros nos reuníamos para discutir el documento de consulta de Puebla. Circulaba en ambientes bastante restringidos”, recuerda Piñón, “y nosotros tratamos de ampliar el perímetro proponiendo la reflexión en otros ambientes como la Universidad del Salvador. Bergoglio en aquella época era provincial de los jesuitas”.7 Un joven provincial de treinta y siete años, elegido superior en 1973, que hacía todo lo posible para transferir la Universidad del Salvador a la comunidad de laicos, manteniendo en manos de la Compañía de Jesús la Universidad Católica de Córdoba. Piñón evoca el momento del primer encuentro entre Bergoglio y Methol Ferré: “Fue un almuerzo de tres, que se llevó a cabo en el Colegio Máximo de San Miguel, sede pontificia en aquel momento de la Facultad de Filosofía y Teología de los jesuitas, de la Universidad del Salvador”. Poco tiempo antes Bergoglio había concretado un objetivo que para él era importante: transferir la Curia provincial del centro de la ciudad de Buenos Aires a la localidad periférica de San Miguel, a unos cuarenta kilómetros de la Capital. “Quería estar con los sacerdotes, lo mismo que ahora, como Papa, en el Vaticano”, observa Piñón, y a continuación recuerda los dos puntos fundamentales de la conversación que tuvo lugar durante aquel almuerzo:

Se habló del momento histórico de América Latina y de la responsabilidad de la Iglesia en esa coyuntura. Desde una óptica católica se observaba la situación del continente en la vigilia del encuentro de Puebla. El tema de la cultura, tal como se estaba perfilando en la fase preparatoria de la Conferencia en la que Methol tenía una participación activa, el de la religiosidad popular, el mismo tema de la Teología de la Liberación, se plantearon en profundidad durante la conversación.

Es oportuno recordar que en la Argentina se había formado un núcleo, una línea teológica que ponía el acento en lo existencial, en la religiosidad y en la cultura popular. Vale decir, más en la historia y el pueblo que en la sociología y las clases sociales. Formaban parte de ese núcleo, entre otros, los argentinos Lucio Gera, Gerardo Farrell y Juan Carlos Scannone, nombres conocidos y frecuentados tanto por Bergoglio como por Methol Ferré. Gera, amigo personal de Bergoglio, no aceptaba el enfoque sociológico de Gutiérrez y Boff. Trataba en cambio de incorporar el tema de la liberación en la tradición social de la Iglesia. Por su parte, el objetivo de Scannone era conjugar la línea de Gera con la de Gutiérrez; Farrell, otro argentino, especialista en doctrina social de la Iglesia, avanzaba entre tanto en el terreno de modernidad y liberación. “Todos tenían en común el acento en el tema de la religiosidad popular, de los pobres, de la cultura, de la historia latinoamericana y de la Patria Grande”,8 resume el intelectual argentino Miguel Ángel Barrios, y desarrollaban un enfoque mucho más comprensivo de las realidades nacionales que, en consecuencia, entraba en conflicto con esa parte de la teología de la liberación subordinada a la hermenéutica marxista. Methol Ferré sintetizaba en pocas palabras la crítica de fondo que se le hacía a la teología de la liberación: “Muchos de nosotros, y durante los años en que ese enfoque no puede despertar sospechas, hemos reprochado a la Teología de la liberación su fundamental dependencia de la lógica marxista. En muchos exponentes de esta corriente –no en todos, si se fija bien– el cristianismo se subordinaba a una concepción totalizante de origen diferente y contrario al cristianismo, y no al revés. Esa amalgama se mantenía de manera forzada y precaria. Los hechos sucesivos demostraron el acierto de esta crítica. La deslegitimación histórica del comunismo evaporó la teología de la liberación como presencia en América Latina”. Y agrega al final una aclaración que pone de manifiesto la gran independencia intelectual de Methol Ferré:

Comparto la intencionalidad profunda de la teología de la liberación aún cuando difiera con mi posición. Esta teología prestó un inestimable servicio al resituar la política en función del bien común y en estrecha relación con la opción preferencial por los pobres y por la justicia. En cierto sentido es un pecado que se haya “evaporado”. La comunidad perdió el estímulo de una reflexión muy involucrada con las circunstancias de los inmensos sectores pobres del continente.9

Con esta línea teológica y de pensamiento se identificaba Bergoglio, una corriente mucho más fuerte en la Argentina que en otros países de América Latina y que se fue articulando en jornadas, publicaciones y revistas, entre las cuales merece ser recordada Nexo.

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Muchas de las reflexiones de estos autores confluyeron en la revista Nexo, fundada y dirigida por Methol Ferré en etapas sucesivas. La fundó en 1955 con la finalidad, precisamente, de crear nexos, vínculos entre nación y nación, y estrechar lazos e historias entre pensadores de diferentes países de Sudamérica. El puente, sobre todo, debía tenderse, cruzando el Río de la Plata, desde Uruguay hacia la Argentina, para extenderse luego con miles de brazos por todo el continente. Desde el principio el horizonte de la reflexión de Nexo debía ser América Latina en su totalidad, esa América Latina fragmentada por el nacimiento de repúblicas independientes y embrionariamente repensada como unitaria por Rodó, Vasconcelos, Ugarte, Fombona, Pereira y Calderón. Toda una generación –el 900 latinoamericano– a la que Methol Ferré se remitía sistemáticamente.

Nexo, el primer Nexo, bajó las persianas en 1958. En 1967 Methol Ferré integró la redacción de otra revista, Víspera. También en este caso el nombre debía sintetizar el impulso inspirador de la publicación y los objetivos programáticos: recapitular los aportes del Concilio Vaticano II en vistas de la II Conferencia General del Episcopado Latinoamericano de Medellín en 1968. En 1983 se produce un paso de la posta cargado de consecuencias para el futuro: de la revista italiana Incontri (Encuentros) dedicada a América Latina, de la que Methol Ferré formó parte desde el comienzo, a Nexo, que de esa manera iniciaba una nueva etapa en y por América Latina. Significativamente la resucitada publicación se reconocía en Latinoamérica, una gloriosa revista fundada por los jesuitas en 1949.

Bergoglio era un lector asiduo de Nexo. Otro compatriota de Methol Ferré, Guzmán Carriquiry, lo destaca en una carta escrita recientemente a su hijo Marcos Methol Sastre.10 “Sé muy bien cuánto [Bergoglio] apreciaba y admiraba a Methol Ferré. Seguía con mucho interés y provecho todos sus escritos, especialmente los de la revista Nexo”. En la carta, Carriquiry pone de manifiesto los múltiples lazos de Methol Ferré con la realidad argentina, “tanto en el aspecto «político» (peronismo, nacionalismo popular y tradición cristiana, corrientes de pensamiento que ponían el acento en la Nación Latinoamericana) como en el eclesial (el «grupo Gera» y sus reflexiones sobre el pueblo de Dios, la evangelización de la cultura y de la religiosidad popular) siempre dentro de la orientación fundamental del documento de Puebla”. En especial, Carriquiry recuerda la amistad y la colaboración con Quarracino, presidente del Consejo Episcopal Latinoamericano (CELAM) y arzobispo de Buenos Aires, que propuso a Bergoglio como obispo auxiliar de su diócesis. El mismo Bergoglio, además, permitió que Lucio Gera fuera sepultado en una capilla de la catedral metropolitana. “Bergoglio, padre, obispo y cardenal”, escribe Carriquiry al hijo de Methol Ferré, “advertía en tu padre un profundo amor a la Iglesia y una sorprendente inteligencia católica sobre los últimos pontificados”.

La segunda etapa de Nexo concluyó en 1989. Methol Ferré continuó su relación con el CELAM en calidad de asesor personal de monseñor Antonio Quarracino, reelegido presidente del organismo colegiado del Episcopado Latinoamericano para un segundo mandato. Una vez más Elbio López refiere que los lazos personales entre Bergoglio y Methol Ferré “se intensificaron con la mediación del entonces arzobispo de Buenos Aires”, descendiente de italianos como Bergoglio. Entre los dos, Methol Ferré y Bergoglio, “comenzaron a ponerse de manifiesto afinidades explícitas, siempre dentro de una relación cordial y muy respetuosa”. En 1998 Bergoglio pasa a ser arzobispo de Buenos Aires. “En esa época”, afirma Elbio López, que dice haber sido testigo, “la relación entre ellos tampoco se interrumpió en ningún momento”.11

En 1992, con la IV Conferencia general de la Iglesia Latinoamericana en Santo Domingo, Methol Ferré pone término a dos décadas de colaboración con el CELAM. Vuelve a radicarse en Uruguay, donde reanuda la actividad académica y los cursos para diplomáticos en el Instituto Artigas del Ministerio de Relaciones Exteriores. En sus frecuentes visitas a Buenos Aires cruza asiduamente el portón de Rivadavia 415 y sube hasta el segundo piso. Eran visitas que apreciaba, que se prolongaban mucho más allá de los horarios protocolares, muy poco respetados, por otra parte, por su mismo interlocutor. El que escribe ha sido testigo más de una vez de la seriedad de aquellas visitas, del beneficio que obtenía de ellas y de la satisfacción con la que Methol Ferré salía de la casa del cardenal.

Satisfacción recíproca.

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El 16 de mayo de 2009 Bergoglio aceptó presentar el libro-entrevista a Methol Ferré La América Latina del siglo XXI en un auditorio de la avenida Santa Fe, en Buenos Aires. El salón estaba colmado, con el vicepresidente de la República, Daniel Scioli, en el palco, y la presencia de políticos, representantes del poder judicial y del sindicalismo argentino, empresarios, hombres de la cultura, profesores universitarios, alumnos y discípulos de Methol Ferré. Bergoglio fue el primero en tomar la palabra y habló del libro como de un texto “de honda metafísica”.12 Siguió diciendo que “Methol Ferré es consciente de la oscuridad de la antropología moderna y por eso recupera lo más genuino de la tradición de la antropología cristiana”. Bergoglio destacó en su intervención que “el sujeto de la metafísica de Methol Ferré es el ser real como tal –determinado y limitado– que abre las puertas a lo universal concreto”. Afirmó que, por el contrario, “las ideología importadas generan universalidades abstractas” y enumeró dos problemas que pone de manifiesto el libro que estaba presentando: el de Dios y la Iglesia, y el de la globalización. Methol Ferré, dijo Bergoglio, “hace notar que el problema de Dios no puede plantearse fuera de un pueblo”.

La América Latina del siglo XXI, respaldado por tan autorizada presentación, apareció simultáneamente en español, italiano y portugués, esta última edición en Brasil, a la cual muy pronto se sumó otra mexicana.13 El cardenal Bergoglio adquirió una cierta cantidad de ejemplares y durante un tiempo obsequió el libro a los sacerdotes que iban a visitarlo.

Hay afinidades de pensamiento, concordancias espontáneas entre Bergoglio y Methol Ferré, “un común olor a pueblo” lo llama el obispo uruguayo Pablo Galimberti,14 y otras que Bergoglio ha compartido y hecho propias y que son peculiares de la visión del filósofo uruguayo. Gustavo Béliz, ex ministro del Interior durante el primer gobierno de Carlos Saúl Menem (1989-1995) y posteriormente ministro de Justicia, Seguridad y Derechos Humanos durante la presidencia de Néstor Kirchner (2003-2007), trazó una semblanza de Bergoglio como “pastor sensible, líder audaz y estadista consciente de los nuevos tiempos en el tablero mundial. Un admirador del gran pensador uruguayo Alberto Methol Ferré, que predicó la necesaria interdependencia e integración de los Estados continentales en una época de mundialización que no pocas veces muestra su rostro imperialista”.15 Motivo éste que Bergoglio repropone con convicción y que hace decir a Marcelo Gullo, doctor en Ciencias Políticas de la Universidad del Salvador y deudor del pensamiento de Methol Ferré, que Bergoglio debe ser considerado “dentro de la corriente del nacionalismo popular latinoamericano que hunde sus raíces más profundas en la visión de Manuel Ugarte, José Vasconcelos, Juan Domingo Perón y Alberto Methol Ferré”.16

En 2005, en el prólogo de la edición española de Una apuesta por América Latina de Guzmán Carriquiry, Bergoglio afirma la necesidad de “recorrer los caminos de la integración hacia la configuración de la Unión Sudamericana y la Patria Grande Latinoamericana”.17

Solos, separados –argumenta– “contamos muy poco y no iremos a ninguna parte”. El aislamiento, el concebirse separados, lleva a un “callejón sin salida que nos condenaría como segmentos marginales, empobrecidos y dependientes de los grandes poderes mundiales”. Opinión que repite, casi palabra por palabra, la de Methol Ferré, convencido de que “el que no forme parte de un Estado-continente acabará, en un mundo global, al margen de la historia, donde sólo es posible expresarse en términos de lamentación, de furia o de silencio”. Es el coro de la historia, otra expresión metholiana con referencia al teatro griego, en el que la función del coro es comentar la gesta de los primeros actores. “En los siglos XX y XXI sólo los Estados-continente pueden ser protagonistas”,18 afirma perentoriamente Methol Ferré.

Como lector voraz y profesor de literatura en los años 70, Bergoglio utilizó una imagen tomada de un libro que amaba, comentaba y aconsejaba, El Señor del Mundo, del escritor y presbítero inglés Robert Hugh Benson. La imagen de un mundo unificado a escala planetaria, donde la filantropía ha reemplazado la moral y la tolerancia, ha uniformado toda identidad humana. “Una concepción imperial de la globalización”, según Bergoglio, que absorbe a los pueblos dentro de una uniformidad homologadora, un verdadero totalitarismo posmoderno.19

Los ecos de Methol Ferré son fuertes, con su análisis del nuevo ateísmo en el que ha degenerado el fracaso de la síntesis marxista. En un mundo sin valores –afirma–, uniformado y homogeneizado, “el único valor que permanece es el del más fuerte; donde todo tiene idéntico valor, prevalece un solo valor: el poder. El agnosticismo libertino se transforma en el principal cómplice del poder establecido; de hecho, la forma más característica de difundirse es la propaganda, que a su vez están en función de un mayor lucro para quien detenta más poder”.20

Julián Domínguez, joven presidente de la Cámara de Diputados del Congreso argentino, que conoce a ambos, destacó a su vez cuán fuerte ha sido “la incidencia del filósofo uruguayo Alberto Methol Ferré en el pensamiento de Francisco”.21

En 2011, durante las celebraciones por los doscientos años del ciclo de independencias de los países latinoamericanos de España, Bergoglio escribió la introducción de la edición española de otro libro de Carriquiry, El bicentenario de la independencia de los países latinoamericanos. Ayer y hoy. Afirma en el prólogo que considera muy “acertada la cita que hace de Methol Ferré en la página 125, en la que el genial pensador rioplatense menciona el desfonde histórico de las ideologías desde las que se construyó la variada serie de hermenéuticas sobre la independencia de los países latinoamericanos: después de las notorias carencias de los tópicos liberales, abundaron interpretaciones inspiradas en los ateísmos mesiánicos y sus utopías «salvacionistas» (que habían tenido en el marxismo su vértice ideológico y en el socialismo real los primeros Estados confesionalmente ateos de la historia) y ahora en esa corriente de hedonismo nihilista en la que desembocan las crisis de los credos ideológicos”. Bergoglio hace notar que en nuestros días “el ateísmo hedonista, junto a sus «complementos del alma» neognósticos, se ha transformado en vigencia cultural dominante, con proyección y difusión globales, convertido en atmósfera del tiempo que vivimos”. El nuevo “opio del pueblo”, afirma el cardenal, es un “«pensamiento único» montado sobre el divorcio entre intelligentia y ratio. La inteligencia es fundamentalmente histórica. La ratio es instrumental a la inteligencia pero, cuando se independiza, busca sustento en la ideología o en las ciencias sociales como pilares autónomos. El «pensamiento único», además de ser social y políticamente totalitario, tiene estructura gnóstica: no es humano; reedita las variadas formas de racionalismo absolutista con que culturalmente se expresa el hedonismo nihilista al que se refiere Methol Ferré. Campea el «teísmo spray», un teísmo difuso, sin encarnación histórica; a lo más creador del ecumenismo masónico”.22

Aquí también resuenan con fuerza los ecos metholianos. Como lo hace notar otro uruguayo, el ya mencionado Pablo Jaime Galimberti, Bergoglio señala que “una de las corrientes que amenazan la cultura de los pueblos americanos es el «progresismo adolescente», una especie de entusiasmo por el progreso que se agota en las mediaciones, abortando la posibilidad de un progreso sensato y fundante relacionado con las raíces de los pueblos”.23 “La expresión «progresismo adolescente»”, observa Galimberti, “está en la línea de lo que Methol llama «ateísmo libertino», que vive y se difunde en perfecta simbiosis, a través de la televisión y las nuevas tecnologías [...] El ateísmo libertino es la exaltación de la corporeidad, la apoteosis del cuerpo sin un tú, puesto al servicio ansioso del eros”.24

En efecto, para Methol Ferré el ateísmo libertino “es una de las formas que asume el ateísmo contemporáneo desde un cierto momento en adelante, como sustituto del ateísmo mesiánico que se había suicidado [...] El viejo ateísmo aristocrático se convirtió en un hedonismo agnóstico cuya lógica última es un ateísmo libertino de masas”. Así como para Bergoglio en la condición del hombre subyace una exigencia de belleza y de misericordia, también para Methol Ferré “la verdad del ateísmo libertino es la percepción de que el existir tiene un íntimo destino de gozo, que la vida misma está hecha para una satisfacción”.25 “Es significativo”, comenta Bárbara Díaz Kayel, “que el Papa haya escogido el nombre de Francisco como nombre y símbolo de su misión al frente de la Iglesia [...] es un canto a la belleza de la creación y un llamado a desprenderse de los bienes por la pobreza”. La docente uruguaya cita más adelante, considerándola “casi profética”, una afirmación de Methol Ferré de 2006 sobre el santo de Asís: “San Francisco es uno de los ejemplos más extraordinarios de la belleza captada y reflejada en una figura humana histórica”.26 “En San Francisco”, sigue diciendo Methol Ferré, “la potencia de la belleza del ser es esplendorosa. Calvino no supera el ateísmo libertino, simplemente porque lo niega, lo rechaza, elude lo que lo mueve en profundidad. El ascetismo protestante, aun siendo generoso, no puede responder. El catolicismo, en cambio, sí puede hacerlo”.27

* * *

Poco antes de que se cumpliera un año de la muerte de Methol Ferré organizamos un simposio para recordar su figura, comenzar una primera sistematización de su pensamiento e iniciar un relevamiento de su vasta producción intelectual dispersa a lo largo y a lo ancho de toda América Latina. El encuentro se llevó a cabo en junio de 2010 en el Centro Cultural Borges, organizado por la Universidad Nacional Tres de Febrero de Buenos Aires. Bergoglio, arzobispo en aquel momento, envió una carta de su puño y letra. Invitaba a recordar a Methol Ferré como “ese gran hombre que tanto bien hizo a la conciencia latinoamericana y a la Iglesia”.28 Trazó en pocas palabras un elogio que bien puede figurar en un libro de historia de América Latina:

Su pensamiento agudo y creativo sabía mirar con perspectiva tanto las raíces como hacia las utopías, y esto lo convertía en un hombre fiel a la realidad de los pueblos.

Lo recordó nuevamente en octubre de 2010, en un texto de amplia perspectiva que escribió en preparación de las celebraciones por los doscientos años de la independencia de los países de América Latina, Hacia un bicentenario en justicia y solidaridad (2010-2016). Nosotros como ciudadanos, nosotros como pueblo. Mirando hoy el continente, Bergoglio ponía de manifiesto desde las primeras páginas una tendencia cada vez más marcada a exaltar al individuo, a afirmar su supremacía y la de sus derechos por sobre la dimensión relacional del hombre. “Es el reinado del yo pienso, yo opino, yo creo por encima de la realidad misma, de los parámetros morales, de las referencias normativas, para no hablar de preceptos de orden religioso”.29 Y aquí, en esta apertura analítica sobre la América Latina contemporánea, remitía a un concepto análogo propuesto por “un amigo querido ya fallecido, Alberto Methol Ferré”. Amigo que describía la misma tendencia como “un individualismo libertino, hedonista, amoral, consumista, que no tenía horizonte ético ni moral. Se trataba, para él, del nuevo reto para la sociedad y para la Iglesia en América Latina”. Es el único pensador laico, junto con Leopoldo Marechal, citado en un documento oficial, una especie de encíclica histórica sobre América Latina escrita por Bergoglio, que rezuma en cada página la misma visión que Methol Ferré.

Bergoglio siguió solícitamente los últimos meses de la enfermedad de Methol Ferré. Varias veces quiso que lo informáramos sobre su estado de salud. Sé que deseaba conferirle una distinción, probablemente el doctorado honoris causa de la Universidad Católica de la que era gran canciller. Me había comprometido a hacerle saber si las condiciones de Alberto mejoraban para poder cumplir sus propósitos. Lamentablemente las cosas fueron de otra manera y Methol Ferré murió el 15 de noviembre de 2009.

Pero Bergoglio no permitió que cayera en el olvido.

Siendo ya Papa, en más de una oportunidad se refirió a su amigo uruguayo. La última que podemos constatar, porque se trató de una circunstancia oficial que tuvo amplia resonancia en los medios, fue el sábado 1 de junio de 2013 durante la audiencia privada que concedió al presidente de la República Oriental del Uruguay, José Alberto Mujica, “un hombre sabio”, como lo llamó el Papa. En esa oportunidad recordó a un amigo en común “que ya no está”. Un hombre que “nos abrió la mente”, comentó Mujica; que “nos ayudó a pensar”, le respondió el Papa.

En septiembre de 2011 se constituyó la Asociación Civil Alberto Methol Ferré, de la que Bergoglio es socio honorario.

1. Carmen María Ramos, “No es tiempo de un Papa latinoamericano” (entrevista), La Nación, Buenos Aires, 6 de abril de 2005.

2. Bárbara Díaz Kayel, Un referente intelectual del papa Francisco, DF, 7 de junio de 2013. Disponible en http://m.df.cl/un-referenhttp://m.df.cl/un-referente-intelectual-del-papa-francisco/prontus_df/2013-06-06/212506.htmlte-intelectual-del-papa-francisco/prontus_df/2013-06-06/212506.html.

3. Alberto Methol Ferré y Alver Metalli, La América Latina del siglo XXI, Buenos Aires, Edhasa, 2006, p. 153.

4. “El papa Ratzinger y América Latina”, en Alberto Methol Ferré y Alver Metalli, La América Latina del siglo XXI, p. 154.

5. “Apogeo y crisis de la modernidad”, en Alberto Methol Ferré y Alver Metalli, La América Latina del siglo XXI, p. 60.

6. Testimonio de Elbio López, 27 de marzo de 2013.

7. Testimonio de Francisco José Piñón, 11 de abril de 2013.

8. Miguel Ángel Barrios, “La Iglesia, el Papa y la nación latinoamericana”, Agencia Latinoamericana de Información, 18 de marzo de 2013. Disponible en http://alainet.org/active/62518.

9. “Apogeo y crisis de la modernidad”, en Alberto Methol Ferré y Alver Metalli, La América Latina del siglo XXI, p. 78.

10. Carta de marzo de 2013.

11. Testimonio de Elbio López, 27 de marzo de 2013.

12. “Methol Ferré: América latina debe reintegrarse”, La Nación, Buenos Aires, 16 de mayo de 2006.

13. A América Latina do Século XXI, Petrópolis, Vozes, 2006; América Latina del siglo XXI, México, IMSODOC, 2007, L’America Latina del XXI secolo, Roma, Marietti, 2006.

14. Pablo Galimberti, “Amigos del mismo barrio”, Cambio, Salto (Uruguay), 9 de junio de 2013.

15. Gustavo Béliz, “Algo más que un cambio de timón en la Iglesia”, La Nación, Buenos Aires, 16 de marzo de 2013.

16. Marcelo Gullo, “El pensamiento geopolítico del papa Francisco”, Mundorama, Universidad de Brasilia, 18 de marzo de 2013.

17. Guzmán Carriquiry Lecour, Una apuesta por América Latina, Buenos Aires, Sudamericana, 2005; edición italiana Una scommessa per l’America Latina, Florencia, Le Lettere, 2003.

18. “La aventura de la globalización”, en La América Latina del siglo XXI, p. 15.

19. Jorge Bergoglio, Prólogo a Guzmán Carriquiry Lecour, Una apuesta por América Latina.

20. “Viejos y nuevos enemigos”, en La América Latina del siglo XXI, p. 30.

21. Inforegión.com.ar, Buenos Aires, 18 de marzo de 2013.

22. Jorge Bergoglio, prólogo a Guzmán Carriquiry Lecour, El bicentenario de la independencia de los países latinoamericanos. Ayer y hoy, Madrid, Encuentro, 2011; edición italiana: Il bicenenario dell’indipendenza dei Paesi latinoamericani, Cosenza, Rubettino, 2011.

23. Pablo Galimberti en el sitio web que reúne la producción intelectual de Alberto Methol Ferré: http://www.metholferre.com/.

24. “Del ateísmo mesiánico al ateísmo libertino”, en La América Latina del siglo XXI, p. 104.

25. Ídem, pp. 118, 131.

26. Bárbara Díaz Kayel, Un referente intelectual...

27. “Del ateísmo mesiánico al ateísmo libertino”, en La América Latina del siglo XXI, p. 117.

28. Carta del 14 de junio de 2010, leída en el simposio “Methol Ferré: un pensamiento por la unidad”.

29. Jorge Mario Bergoglio, Nosotros como ciudadanos, nosotros como pueblo. Hacia un Bicentenario en justicia y solidaridad (2010-2016), publicación de la arquidiócesis de Buenos Aires, XIII Jornada de Pastoral Social, Buenos Aires, Claretiana, 2011.

El Papa y el filósofo

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