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Capítulo 1
ОглавлениеYorkshire Inglaterra, 1818
El sol caluroso del verano golpeó a la Señorita Tabetha Barkely mientras recorría el camino pedregoso hacia la casa del Duque de Devon. El sol acababa de cruzar el horizonte cuando ella se había puesto en marcha. Ahora brillaba en lo alto. Usó un extremo de su delgado chal para secar el sudor de su frente. La combinación de calor y nervios, era sofocante.
Aminoró la marcha a medida que se acercaba a una pequeña rotonda en el camino que rodeaba una fuente tan grande que parecía un estanque. Su mirada se dirigió hacia la fachada de la casa. Ante ella se alzaban cuatro pisos de piedra y torres decoradas. Grandes ventanales adornados con piedras esculpidas colgaban orgullosamente en el frente de la casa.
Tabby inhaló lentamente. Todo era tan elegante… tan distinguido. Pero, qué era lo que esperaba? La Abadía Hartland era el hogar de un duque, después de todo. Por supuesto, todo sería majestuoso e imponente. Mas aun a los ojos de una señorita de una pequeña villa, de donde era Tabby.
Ella no pertenecía allí. Y si la duquesa veía su atrevimiento como un insulto y se negaba a recibirla? Y si el mayordomo ni siquiera la dejaba pasar por la puerta principal? Tabby podría morir de hambre, o algo peor. Sacudió la cabeza. Ahora no era momento de pensar en lo peor. Ella necesitaba ser positiva y presentarse de la mejor manera.
Si Dios así lo quería, sería suficiente.
Tabetha se detuvo en el ingreso, su corazón latía con prisa. Dos escaleras de piedra conducían al rellano, cada una en dirección opuesta para llegar al lugar. Grandes urnas de piedra decoradas con flores en las balaustradas. El lugar era digno de la realeza, seguramente. Tabby suspiró.
El cielo sabía que ella no pertenecía a ese lugar. Quizás debía regresar en ese momento, antes de que fuera demasiado tarde. Antes de que se volviera un completo lío.
Cuando quitas el dinero y los títulos, todos somos iguales. Recuerda tu lugar, pero nunca te consideres menos. Las palabras de su madre daban vueltas en su cabeza, y Tabby levantó su barbilla. Ella podía hacer eso.
Ella debía, ella no tenía otra opción.
Tabby dio un paso dubitativo, luego otro, y otro hasta que llegó a la puerta de ingreso. Inspiró otra vez, alcanzó el llamador ornamentado. Cuando la puerta de roble se abrió, ella exhaló.
Un lacayo vestido con pantalones de color dorado y un frac azul marino la analizó, permitiéndole luego ingresar.
Tabby hizo una reverencia y luego desvió la atención del lacayo hacia el mayordomo de aspecto severo. Un hombre mayor con cálidos ojos color avellana que resaltaban su expresión seria.
Tabby volvió a tragar a pesar del nudo que sentía en su garganta. “He venido a visitar a la Duquesa de Devon”. Desvió la mirada hacia las puertas dobles en el extremo más alejado del vestíbulo de entrada. Una equivocación que la puso aún más nerviosa.
“Su nombre, por favor”. El mayordomo entrecerró sus ojos, estudiando a Tabby.
“Miss Tabetha Barkley.” Su corazón se aceleró a medida que pasaban los segundos. Si la rechazaba, ella no tendría adónde acudir.
Finalmente, el mayordomo se dirigió hacia el lacayo. “Lleve a Miss Barkley al salón mientras veo si la duquesa está en la casa para recibir a las personas.”
El lacayo asintió, luego se dirigieron a Tabby. “Por aquí, Miss.”
Su corazón se aceleró de la manera más extraña cuando sus miradas se encontraron. El hombre era sorprendentemente guapo, de cabello castaño claro y ojos verde oscuro. No pudo evitar notar su estatura y complexión musculosa mientras lo seguía por el piso de mármol del vestíbulo de entrada.
Seguramente causaba un gran revuelo entre las mujeres de la casa. Cómo no iba a hacerlo siendo tan guapo como era?
Las puertas se abrieron, y ella lo siguió hacia la casa principal. La sorprendió la opulencia a medida que atravesaban el salón principal. Las paredes eran del mismo color azul oscuro del frac del lacayo, los adornos en blanco y oro, y las molduras le daban un toque elegante.
Echó un vistazo por una de las enormes ventanas que daban hacia la extensión de césped verde que rodeaba la mansión. Tabby no pudo evitar pensar en lo maravilloso que debía ser vivir en una casa tan grande.
La cabaña que había compartido con su madre era más pequeña que la entrada del hall, y los muebles en mal estado no se hubieran podido comparar jamás con las sillas acolchadas de terciopelo dorado y azul con respaldo alto por las que pasó.
El lacayo se detuvo delante a una puerta, la abrió, y se paró al lado. “Siéntase cómoda, Miss Barkley”.
Tabby pasó junto a él, ingresando a la habitación, luego miró hacia atrás. “Gracias.”
“Ha sido un placer”. Él le sonrió.
Ella le sonrió también, su corazón latía con fuerza. El hombre era demasiado guapo. Antes de que ella pudiera decir algo más, él cerró la puerta, dejándola sola. Tabby se dio vuelta, tuvo que contener la respiración al ver la opulencia que la rodeaba.
No había dudas en la idea de Tabby de que ella no pertenecía allí. Sin embargo, no tenía opción más que continuar. Inhaló profundamente, luego exhaló lentamente intentando calmar sus nervios.
Conseguir ingresar había sido su primer obstáculo. Había dudado de su capacidad para hacerlo y, sin embargo, ahí estaba. La duquesa la recibiría. Su Gracia la ayudaría. Tabby tenía que confiar en que la duquesa lo haría. Su madre le había asegurado que los Devon eran personas bondadosas.
Miró a su alrededor por toda la habitación, buscando un lugar para esperar. Un sofá color verde pálido cerca de una ventana enmarcada de blanco y con cortinas de terciopelo verde llamó su atención. Tabby caminó por la lujosa alfombra blanca y luego se sentó en el sofá de brocado.
Mientras esperaba a la duquesa, miró el resto de la habitación desde la maravillosa chimenea hasta los jarrones sobre las mesas de caoba y las columnas blancas. Si no fuera por su posición en la vida, Tabby se sentiría cómoda en una habitación así.
Quizás ahora se sentía demasiado cómoda. Quizás no debería estar sentada en el hermoso mobiliario de la duquesa. Su caminata había llenado de polvo su vestido, y Tabby hubiera odiado ofender a la duquesa o darles más trabajo a sus sirvientas.
Ella se paró y sacudió sus polleras, luego miró el sofá para sacudir los almohadones en los que había estado sentada. No había polvo en ellos, pero Tabby sentía la necesidad de pasar la mano por la tela color crema y verde pálido.
Satisfecha con los resultados, se enderezó, luego se volvió hacia la puerta justo cuando se abría. Los latidos de su corazón se aceleraban mientras se inclinaba haciendo una profunda reverencia. La duquesa era majestuosa más allá de la imaginación de Tabby.
Pareció deslizarse hacia el salón, sus pisadas silenciosas y la falda de seda amarilla que llevaba colgaba detrás de ella. Su brillante cabello negro estaba elegantemente peinado y sus ojos azules llamaron la atención de Tabby.
La duquesa podía ser confundida con alguien de la realeza, y allí Tabby parecía una niña de la villa. Era maravilloso que la duquesa no la hubiera echado de inmediato. Por el contrario, aceptó encontrar a Tabby.
“Siéntese”. La duquesa se sentó en un sillón de brocado dorado y luego señaló la silla frente a ella.
Tabby sonrió. “Gracias”. Ella se dirigió hacia la silla, pero dentro de ella dudaba qué debía hacer.
“Estoy en lo correcto si digo que usted es Miss Barkley, la hija de la partera?”. Le preguntó la duquesa, con una ceja arqueada por la curiosidad.
“Sí.” Tabby se retorció bajo el escrutinio de la regia mujer. “Mi madre me dijo que usted es una mujer amable.”
“Le estoy muy agradecida”. Su Gracia sonrió. “Pero debo confesar que estoy sorprendida por su visita”. Inclinó su cabeza, estudiándola con cautela. “Por qué ha venido?”
Tabby tragó saliva. “Disculpe mi insolencia en haberla llamado. Soy muy consciente de nuestra diferencia de posición.”
Su Gracia hizo un gesto con la mano desdeñosa. “Tonterías.”
Tabby le devolvió una sonrisa, su ansiedad desaparecía poco a poco. “Nunca hubiera venido sino fuera de suma importancia.”
La duquesa hizo un gesto con sus labios.
Tabby continuó. “Mi madre falleció hace seis meses.”
“Oh, querida”. Su Gracia extendió su mano a Tabby y le dio una caricia. “Lamento mucho su pérdida.”
“Gracias”, dijo Tabby. Se mordió el labio inferior pensando como proseguir. La última cosa que quería era causar más problemas, pero no veía otra salida. “Hay más.”
La mirada azul de la duquesa mantuvo su calidez mientras asentía. “Dime entonces”, le dijo, dándole coraje.
“No puedo continuar con la labor de mi madre. Ella intentó enseñarme su oficio, pero al final, me rendí. No tengo estómago para ser partera. Mi madre tampoco pudo dejarme nada en herencia”. Tabby cerró sus ojos para volver a tomar coraje. “Necesito un empleo.”
“Entonces has venido a pedir un puesto?”. Preguntó la duquesa.
Tabby asintió. “Sí. No tengo habilidades formales para presentarle ni una actividad laboral previa. Pero le aseguro que soy muy hábil en las tareas domésticas y la lavandería.”
La duquesa le sonrió. “Estoy segura de que lo eres.”
“Discúlpeme”. Dijo Tabby. “No sabía adónde más podía ir. Me he dirigido a todas las casas nobles que tenían avisos, pero todas me rechazaron por mi falta de experiencia. Estoy a días de morir de inanición y quedarme sin carbón.”
“No digas más”. La duquesa extendió su mano a través del espacio que las separaba, terminando la conversación. Se puso de pie y caminó hacia la puerta del salón.
El corazón de Tabby se hundió cuando vio a la duquesa atravesar la habitación. Ella no la ayudaría.
Su corazón entró en pánico. Qué haría ahora?