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CAPÍTULO 2

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Blake Fox, cuarto conde de Edgemore, guio a su caballo de nombre Cruzado y a su enfadada carga por la carretera hasta Fox Grove Hall. El tenía la intención de llevar a la batalladora, si no guapa mujer hasta la puerta de la sirviente, y después retirarse a su salón de billar para tomarse un bien merecido brandy.

Estaba calado hasta los huesos. Sin duda la mujer también estaba sufriendo. Blake no pudo evitar preguntarse si a ella también le gustaría el brandi. Si dejaba de estar tan enfadada con el, la invitaría a tomar una copa.

El se atrevió a lanzar una mirada a la jinete de Cruzado. Ella se sentaba en lo más alto de la montura, con los brazos cruzados sobre sus amplios pechos y la cabeza recta. Según su apariencia, ella soportaba el aire helado mejor que lo hacía el. ¿Quizás era su enfado lo que la mantenía caliente?

El había oído que la escocesas estaban hechas de otra pasta, aunque nunca se había creído los chismes. No cuando los escoceses que el había conocido no se diferenciaban tanto de sus compatriotas ingleses, pero esta mujer…

Ella era todo fuego y azufre bajo una bonita figura y ojos cautivadores.

La corona de pelo castaño oscuro creaba el efecto de una aureola en lo alto de su cabeza del diablo, mientras su cara con forma de corazón era igualmente engañosa.

El quería que fuese suya.

El descubrió le dejó boquiabierto y volvió de nuevo su atención hacia la carretera. Pero entonces ¿Por qué no tendría el querer a la muchacha? Era sorprendente y una autentica fiera. Sin duda, la mocosa debía de ser muy buena en la cama.

Siempre, por supuesto que la pudiera hacer cambiar su opinión sobre el.

Quitarle el deseo de colgarle y también sus faldas.

Blake se giró para mirarla. “¿Cómo se llama?”

Ella sonrió maliciosamente como si guardara un secreto, y entonces dijo. “Señorita Carstine Greer”.

“Oh, que bonito nombre para mujer igualmente bonita”.

Ella levantó la barbilla un poco más, sus brillantes ojos verdes estaban llenos de indignación.

A pesar de su aparente disgusto por sus halagos, una pequeña sonrisa dio curvó sus labios.

Blake no puedo evitar tomarle el pelo. “Parece que no esta usted acostumbrada a los halagos. Ciertamente es una lastima.”

“Todo lo contrario, milord. He tenido que sufrir de más floridas alabanzas de las que cualquier dama debería soportar.” Carstine le aguantó la mirada, fijamente, pero no totalmente de manera hostil.

En ese momento, el se decidió. La insolente Carstine estaría en su cama para navidad. Ella le suplicaría por sus halagos y se moriría de deseo por sus besos. Ella sería suya, y ciertamente, esta sería una feliz navidad.

Por lo menos una ampliamente placentera.

“¡Dios mío!” ¿Qué ha pasado Carstine?”

Blake se quedó parado al oír el agudo sonido de su la voz de su hermana Minerva. El se giró ligeramente para verla correr hacia ellos.

“¿Por qué vas montada en el caballo de Blake? ¿estas herida?” Gritaba Minerva mientras corría hacia ellos, con sus rizos castaños agitándose con cada zancada.

“Resbalé sobre el hielo y me he torcido el tobillo. Un esguince. “No es nada Dinna tranquila.” Contestó Carstine.

Blake se giró hacia un criado que había seguido a Minerva desde la casa y dijo, “Ayude a la mujer a bajar. Llévela al piso de abajo y cuide de que este bien atendida.”

“¡Al piso de abajo! Gritó Minerva de indignación. ¿Por qué la has mandado ahí? Minerva miró al criado. “El señor se ha equivocado. Por favor, lleva a Minerva a la habitación de invitados y asegúrese de que Madre este informada.”

“¿Habitación de invitados?, Blake levantó una ceja pidiendo explicaciones.”

“Si, su habitación de invitados. Carstine es la invitada de Madre. Su pupila, de hecho.” Minerva entrecerró los ojos al mirarle. ¿Quién creías que era ella?

“Piensa que soy su sirvienta, milady”

“¿Mi sirvienta? Minerva le pegó un manotazo en el brazo. “Serás idiota. ¿No se pensaste en preguntarle quien era?”

La mirada de Blake cambiaba entre Minerva y Carstine. ¿La pupila de Madre? ¿Por qué diantres ella no me lo ha dicho? ¿Y por que iba vestida como la mujer de un pescadero?

El calor le empezó a subirle por la barbilla. Una mezcla de rabia al ser engañado y vergüenza por su error recorrieron su cuerpo. El dio un suspiro mientras volvía su atención hacia Minerva. “Estaba más preocupado por su herida que por su identidad”, confesó Blake.

“Todo lo contrario”, dijo Carstine mientras el sirviente la llevaba hacia las escaleras. “Fue demasiado prepotente para preocuparse. Intenté contárselo, pero no me hacía caso.”

“¡Blake!” Minerva le miró con el ceño fruncido.

Ella miró con expresión dubitativa. Ella le había ganado eso estaba claro. Le había hecho quedar como un idiota y parecía bastante satisfecha por ello. El estaba seguro de que esa mirada petulante desaparecería cuando la tuviera en su cama.

“¡Esto era la guerra!”

Minerva le pegó un codazo devolviéndole a la realidad.

“Discúlpate”, le pidió Minerva.

“Muy bien” Blake se giró hacia Carstine y en tres grandes zancadas, llegó hasta donde ella se encontraba. Más que hablar, el cogió de brazos del criado. Ella inmediatamente puso rígida en sus brazos, pero no quiso hacer un escandalo. “Le pido disculpas por mi error. Déjeme compensarla llevándole a sus aposentos.”. Dijo el en un tono frío y plano.

“Eso no es correcto en absoluto”, gritó Minerva desde detrás suya, pero Blake la ignoró mientras llevaba su carga hacia dentro de la casa solariega.

El sabía que estaba siendo incivilizado, pero en ese momento no le importaba. El arreglaría las cosas después con Minerva. Ahora mismo el tenía una teoría que probar.

Carstine tenía que reconocer que el no era un hombre que ella debiera menospreciar. El era el señor de la casa.

Blake subía las escaleras de dos en dos, manteniendo firme su agarre en Carstine. El exuberante tacto de su cuerpo entre sus brazos creaba el caos en sus sentidos. Su pulso se incrementaba mientras el deseo le poseía amenazando con vencer su buen sentido.

Por su parte de ella su descaro seguía inalterado. Su mirada fría y cuerpo inerte excepto por el zarandeo causado por el movimiento. Esto solo servía para ponerle más de los nervios. El caminaba por el rellano, su mirada volaba entra las puertas que se alineaban a ambos lados del pasillo. ¿Qué habitación? El preguntó entre dientes.

“La tercera por la derecha”, contestó Carstine como si no hubiese nada extraño en la situación. Blake se dirigió precipitadamente hacia la habitación que ella le había indicado, entonces la empujó con la cintura antes de entrar. El se dirigió a la gran cama de doseles. Una vez allí. Una vez allí, el se tomó un momento para acercar la boca a su oreja y susurrar, “Esto no se ha acabado aún, preciosa”.

Antes de que ella pudiera reaccionar la depositó en la cama si fuera un bulto y se dio la vuelta para marcharse.

Como una pequeña y enfadada sombra, Minerva esta detrás suya le cogió por el brazo con la mano y tiró de el. “Tenemos que hablar”.

Blake permitió a su hermana sacarle de la habitación, pero una vez que ellos salieron al rellano el retomó el control, llevándola hacia la habitación de jugar al billar.

El la dejaría hablar todo lo que ella quisiera. El nunca le negaba nada a Minerva- nunca había podido. Pero mientras ella le llenaba la cabeza con su cháchara, le se llenaría el gaznate de buen brandi.

Cuando llegaron a la habitación de billar, Blake sujetó la puerta para que Minerva pudiera entrar. “Se buena y sírveme una copa de Brandi, antes de que me marees la cabeza.” Dijo el mientras se dejaba caer al sofá mas cercano al hogar.

Minerva agitó la mano. “No tengo ninguna intención de marearte la cabeza hoy”. Minerva caminaba hacia el aparador de madera macizo. “No a mi hermano favorito”.

“Soy tu único hermano”. Contestó Blake arrastrando las palabras.

“Por eso no es extraño que seas mi favorito”. Ella cogió un decantador de cristal y echó una cantidad del licor ámbar en un vaso de cristal.

Blake no puedo evitar sonreír. Minerva sabía como hacerle reír, aunque fuera la ultima cosa en el mundo que a el le apeteciera hacer.

Ella cruzó la habitación y le entregó el vaso de cristal antes de sentarse a su lado.

El tomó un largo trago disfrutando de la manera en la que el brandi le quemaba por dentro, entonces volvió su atención hacia ella. “Si no quieres chillarme, ¿entonces de que quieres hablar conmigo?

“Carstine, por supuesto.” Minerva sonrió con dulzura.

Blake suspiró. “En efecto”. Dijo el antes de levantar el vaso de cristal hasta sus labios. El se temía que un vaso no sería suficiente para satisfacerle.

“Parece que vosotros dos habéis empezado con mal pie”. Dijo ella.

“Por decirlo de manera suave”. Blake agitó el licor en su vaso.

“Quiero que le des una oportunidad. Demuéstrale que lo sientes de verdad y se amable con ella. ME complacería que os llevarais bien.” Dijo Minerva con ojos implorantes.

“¿Y como piensas que voy a conseguir eso? Le preguntó Blake antes de tomar otro largo trago.

Minerva inclinó la cabeza hacia un lado pensativa.

Blake se preparó para lo que pudiera venir. Si el conocía a su hermana, y el estaba seguro de hacerlo, ella idearía un plan de rechupete.

Uno que le no tendría más hacer que seguir si es que deseaba escapar a su ira. Ella sonrió y le rodeó el brazo con las manos. “Ya lo tengo”.

“Oh ¿Sí?, Blake fingió un falso entusiasmo, entonces se llevó el vaso de brandi de nuevo a los labios. Sin duda sería algún tipo de embuste.

“La vas a invitar a salir”

“¿Lo haré?” Blake arqueó una ceja.

Minerva sonrió de oreja a oreja. “Lo harás. ¿Un paseo en trineo quizás? Su mirada se volvió especulativa durante unos instantes, y entonces sonrió. “Si. Un paseo en trineo será una manera perfecta de que os conozcáis el uno al otro”.

Blake tamborileó los dedos en el brazo del sofá. “¿Perfecto?” Eso es algo totalmente disparatado, es lo que el quería decir, pero no quiso llegar tan lejos para no enfadar a su hermana.

“Si, perfecto”, repitió Minerva. “Es una manera respetable de que estéis a solas. Eso te permitirá volver a disculparte de nuevo y mostrarle el caballero tan delicioso que puedes ser.”

Minerva sonrió. Esta vez el jubilo alcanzó a sus ojos azules color cielo. “Ella es una muchacha esplendida. Si le das una oportunidad, lo veras. Carstine es imposible no gustarle a alguien.”

Blake se terminó el vaso antes de volver sui atención hacia Minerva. “Me temo que la suerte esta echada en este caso.”

“Tonterías hermano”, ella se deslizó en el sofá para acercarse más a el. “Hazlo por mi. Por mamá también. Ella no desea que no te guste su invitada. A ella le encanta Carstine, ya sabes.”

“Vaya, si que debe de gustarle. No tenía ni idea.” El respondió arrastrando las palabras.

“Bueno pues si. Resulta que Carstine es la hija de su querida amiga, la señora Leticia Greer. Seguramente recordaras a Madre hablar sobre ella.”

Blake se quedó pensando, pero no pudo acordarse de ese nombre. “Me temo que no”.

Minerva cogió su vaso y fue hacia el armario. “Eran amigas de la escuela. Leticia es inglesa, pero se casó con un terrateniente escocés. Ella y Madre han estado en seguido en contacto todos estos años a pesar de las millas y millas que las separan.” Minerva rotó su muñeca apretándose la mano. “Cuando Leticia escribió a Madre compartiendo su deseo que Carstine pasara una temporada en Londres, Madre apenas pudo evitar a ofrecerse a encargarse de la chica.”

“Típico de Madre”. Blake aceptó el vaso, entonces recorrió con su dedo el filo del vaso de cristal mientras pensaba en lo que Minerva le había dicho. Carstine era una muchacha escocesa de sangre inglesa y la hija de la mejor amiga de su madre. El suspiró. Por mucho que le fastidiara, el tendría que intentar arreglar su relación con ella.

“De hecho a Madre siempre le ha gustado este tipo de cosas, ¿ves por que os deberíais de llevar bien?”

Blake aguanto la mano en el aire con resignación. “Has ganado, querida. No hay necesidad de continuar con esto”.

“¿Entonces la invitaras a dar un paseo en trineo?”

“Tan pronto como se haya curado”, acordó Blake, entonces tomó otro largo trago de su brandi.

Llevarse a la cama a la fiera muchacha esta totalmente fuera de todo cuestión. El tendría que encontrar una manera más civilizada de arreglar cuentas con ella. El se llevó el vaso a los labios.

No, el tendría que olvidarse de su venganza.

Tomando otro largo trago, no pudo evitar si no pensar que su anterior predicción había sido errónea. Estas no serían unas felices navidades, ni de lejos. Serían sin duda, unas irritantes, de hecho. Las mujeres de la casa se encargarían de ello tan cierto como que caería nieve.

“¿Blake?”

“¿Te encuentras bien?”

“Por supuesto”, el agitó la mano mientras se recostaba en el sofá. “Se bueno y ves a anunciarle la invitación.”

Minerva resplandecía de alegría. “Y con placer”.

El Conde De Earlmore

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