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Capítulo 4

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Angelica atravesó la puerta de su dormitorio y rápidamente la cerró detrás de ella. Deslizó el pasador de la cerradura y apoyó su frente contra la gruesa madera deseando que estuviera hecha de algo mucho más fuerte, de titanio, por ejemplo.

Soltando un pesado suspiro, se alejó enfadada de la puerta, mirando la cerradura como si fuera su única esperanza. En cierto modo lo era. Esa pequeña cerradura era lo único que se interponía entre ella y el ansia que tenía de ver a Syn ahora que no estaba aquí observándola, acechándola.

Levantando la mano, se frotó en círculos la sien derecha tratando de entender el hecho de que acababa de escapar del hombre, o lo que fuera, sólo para ahora echarlo de menos de tal manera que le dolía el pecho.

–No necesito a nadie —se recordó a sí misma Angelica, pero sus dedos se detuvieron a la mitad. Retiró la mano de su sien sabiendo que sus palabras estaban vacías. Considerando que lo que sentía era un auténtico síndrome de abstinencia, podría etiquetarlo como lo que era, una adicción.

Lentamente se alejó de la puerta y cerró los ojos dejándose caer en sus propios pensamientos. No hacía falta ser muy listo para ver que Syn estaba jugando con su mente y que Dios la ayudara si no empezaba a dudar de sí misma. Era una peligrosa línea la que tenía que cruzar, porque si lo hacía, no habría vuelta atrás.

No deberían ser compañeros, ¿por qué Storm no había previsto que ocurriera esto? Todo lo que Syn había hecho en ese túnel era ponerla en ridículo. No le parecía que necesitara un compañero cuando todo lo que tenía que hacer era poner una maldita valla alrededor de las salidas y el trabajo estaría hecho.

El recuerdo volvió para atormentarla como una intensa pesadilla. Allí abajo en los túneles bajo el museo, había sentido una intensa sensación de claustrofobia, que la invadió cuando el techo del túnel retumbaba y se rompió de repente. Fue una terrible sensación el darse cuenta de que estaba en su propia tumba.

Justo cuando las grandes rocas comenzaron a romperse y a caer a su alrededor, vio como unos cuantos demonios bajaban corriendo por la escalera oculta tratando de escapar a los túneles, y ella estaba justo en el medio. Y hubo una avalancha de escombros detrás de sus talones tragándose a algunos de los demonios que no fueron lo suficientemente rápidos para poder escapar.

Se había quedado paralizado en el sitio, completamente aterrorizada, y de repente unos brazos la rodearon y la escalera se desvaneció en la distancia antes de desaparecer por completo. Angelica tembló de nuevo y se abrazó a sí misma recordando la sensación de como el túnel se derrumbaba a su alrededor, pero fue lo que pasó después lo que fue su verdadera perdición.

Cuando su mundo se estabilizó de nuevo, se encontró con que estaban en el tejado de un edificio en lugar de estar debajo de uno. Aun sintiendo la ligera vibración bajo sus pies, giró la cabeza justo a tiempo para ver como el museo se colapsaba dentro de los túneles en los que había estado hace sólo unos segundos.

Lentamente, miró el cálido pecho contra el que estaba apoyada, notó que sus manos estaban metidas en su camisa, delatando el hecho de que estaba asustada y lo necesitaba. En ese mismo momento, no deseaba nada más que quedarse entre sus fuertes brazos, donde nada pudiera hacerle daño.

Entonces cometió el error de mirar al magnífico hombre al que se aferraba. Las puntas de su oscuro pelo se alzaron movidas por el aire ascendente del edificio al derrumbarse, pero él seguía impasible, o al menos así lo pensaba ella, hasta que su mirada se cruzó con esos ojos de amatista que la miraban fijamente, llenos de calor y poder indómito.

La visión le había hecho recordar la primera vez que había visto su cautivadora imagen, dentro de la cueva esa misma noche en que el símbolo se la había aparecido en la palma de su mano.

Su respiración se aceleró mientras bajaba la mirada hacia sus sensuales labios. Al darse cuenta de que lo deseaba, dio rápidamente un paso hacia atrás en un momento de negación. Syn dejó caer los brazos y ella se separó de su cuerpo, en ese instante sus ojos se volvieron oscuros y melancólicos, una sensación de peligro y ella tuvo que reprimir un escalofrío.

Angelica levantó la palma de su mano cuando le volvió a su memoria que nada había cambiado desde su primer encuentro, el símbolo seguía ahí con un detalle impecable. Llevaba ahí un buen tiempo. Se estremeció cuando se dio cuenta de que nunca había hecho esfuerzo alguno para quitárselo.

Syn le había dicho que se lo había dado para su propia protección y por alguna extraña razón ella le había creído. ¿Cuándo había empezado a confiar tan plenamente en él?

En el pasado hubiera cuestionado cada movimiento, cada motivo de una criatura tan poderosa como Syn. Pero en las últimas semanas, su natural carácter suspicaz había pasado a un segundo plano ante la curiosidad y el calor que Syn le hacía sentir.

Los miembros del EIP normalmente la describían como una persona solitaria que no estaba interesada en hacer amigos. Así es como ella quería que todos la vieran, para que así se mantuvieran a distancia. Desde que Syn apareció en su vida, sus sentimientos estaban a flor de piel. Ella estaba empezando a obsesionarse con él, tanto como él parecía obsesionarse con ella y quería pararlo, ¿o quizás no? El dolor en su pecho parecía extenderse cuando pensaba en ello.

–Bienvenidos a la tierra de la confusión, número de habitantes uno —dijo ella como si fuera una guía turística, y el silencio de la sala hizo patente lo patético que sonó. Pero ella era más fuerte que todo eso.

Angelica miró hacia la marca de su palma preguntándose si era la causa de los extraños sentimientos que tenía por él, de la misma manera que el hechizo de un vampiro. Después de todo, Syn era el progenitor de la raza vampírica, ¿no era así? Necesitaba dejar de no pasar por alto ese pequeño y peligroso hecho. Ya había admitido que no le importaba la guerra contra los demonios, así que, ¿por qué estaba aquí distrayéndola? ¿Por qué sólo la estaba ayudando a ella?

–Todo esto empezó gracias a ti —acusó al símbolo.

Levantó su otra mano y la puso contra el intrincado diseño de su palma, con la intención de tratarla de la misma manera que trataría cualquier otra marca demoníaca que hubiera quitado a sus víctimas en el pasado.

La punta de su dedo índice se puso transparente, buscando el más mínimo indicio de maldad que se atara a él. Una ligera mueca apareció en su cara al no encontrar ninguna intención maliciosa. Concentrándose en el complejo símbolo, se mordió el labio inferior mientras seguía profundamente las líneas, hasta que finalmente pudo superar su poderosa barrera.

Los labios de Angelica se separaron y tomó aire con fuerza ante las sensaciones que repentinamente la inundaron. Sintió un breve mareo seguido de un duro tirón del sello, en ese mismo instante sus poderes se activaron. La acción la sorprendió tanto que entró en pánico y se sacudió para recuperar su poder, sintiendo que la magia del símbolo la fustigaba y lamía su piel antes de desaparecer por donde había venido.

No podía decirlo con seguridad, pero juraría que la maldita marca acababa de saborearla.

Syn apareció silenciosamente detrás de Angelica, sintiendo que había manipulado el enlace que le permitía acceder a su poder para su propia protección. Él había pensado dejarla sola por unas horas, para poder recuperar la calma después de ver que ella lo rechazaba una vez más. Sin embargo, al entrar dentro del sello de su palma, ella lo había convocado sin saberlo para presenciar su inútil intento de romper el vínculo mutuo.

Esto hizo que su ira resurgiera, ¿estaba tan ansiosa de librarse de él para poder dejar de mentirse a sí misma? Después de buscar durante tantos milenios y finalmente encontrarla, no iba a dejar que rompiera ningún vínculo que había conseguido reestablecer con ella, por pequeño que fuera.

–Cobarde —se sermoneó Angelica a sí misma por su reacción, y abrió el puño para intentarlo de nuevo. Inspiró con fuerza cuando el sello comenzó a brillar de nuevo con un poder aún mayor.

–¿Por qué no intentas descargar tu frustración en el que la causó? —preguntó Syn, desde detrás.

Angelica se estremeció ante su proximidad y se giró para fijar su mirada en su hostigador. Era difícil mantener la mirada cuando él estaba mucho más enfadado que ella.

Antes de que se diera cuenta de sus intenciones, la había enganchado alrededor de la cintura con uno de sus brazos y la había acercado contra su duro cuerpo. Ella presionó rápidamente con la palma de su mano contra su pecho para intentar mantener cierta la distancia entre ellos. En serio, si él estaba tratando de volverla loca, solo era cuestión de tiempo.

–Tienes razón. Debería desquitarme contigo —dijo ella con fuerza, y se alejó de él, sorprendida de como se había liberado tan fácilmente, que casi perdió el equilibrio. Apretó los dientes, tratando de ocultar la pequeña decepción que sentía porque él la había soltado tan deprisa.

Cerrando su mano para ocultar la marca de su palma, dijo lo primero que se le vino a la cabeza: —¿Qué demonios me has hecho?

–¿Te doy miedo? —preguntó Syn, apoyándose en su cama y cruzándose de brazos.

A Angelica le sorprendió la pregunta, y frunció el ceño mientras se cruzaba de brazos también, luego levantó la vista para encontrarse con sus brillantes ojos amatista. Ella podría jurar que brillaban de ira, pero él parecía tan tranquilo y sereno.

–No te tengo miedo —le dijo ella con valentía, y luego dio rápidamente un paso hacia atrás, cuando él se apartó del poste de la cama y se dirigió hacia ella.

–No he hecho nada para hacerte daño —se defendió Syn emitiendo un gruñido reprimido, sabiendo que ya había hecho esto antes. Ella había luchado con él en el pasado hasta el punto de la locura antes de admitir finalmente la derrota y no le interesaba que la misma historia se repitiera. Sintió un estremecimiento mental al recordar cómo había terminado esa historia. —Tú eres la única razón por la que yo estoy aquí.

Angelica negó con la cabeza sin querer tener la responsabilidad de ser la razón de nadie para nada. Ella había levantado muchas barreras a su alrededor, y el único que estuvo a punto de atravesarlas había sido Zachary. O para ser honesto, fue su alter ego Zach quien se abrió camino sin piedad a través de ellas. Sintió un momento de tristeza por ese hecho porque echaba de menos su amistad y sus consejos que nadie pedía.

Los ojos de Syn se entrecerraron al oírla llorar por la cercanía que había tenido con el fénix. Era lamentable que ella hubiera olvidado el hecho de que él, Syn, era un hombre muy posesivo y nunca le había sido fácil el compartirla con otros. Había matado antes para poder tenerla y lo haría de nuevo sin dudarlo.

Tiró de su poder hacia su interior cuando intentó deshacerse de ese recuerdo, y Syn se dio cuenta de que estaba tambaleándose al borde de su límite. ¿Cómo había podido ella ponerle en ese estado de impaciencia tan rápidamente?

–No has venido aquí por mí. Angelica puso mala cara, mostrando claramente que lo que pensaba era obvio.

–Viniste porque tus muchachos están aquí, y debo añadir que parece que tienen la misma edad que tú, más bien como tus hermanos, no tus hijos. Y ahora te quedas para ayudar a Storm a luchar contra los demonios. Su voz vaciló cuando su espalda se paró contra la pared al mismo tiempo que él la sujetaba con las manos en sus costados, atrapándola contra la roca pintada del castillo.

–Mi compañera es el que está ayudando a Storm, no yo —gruñó con fuerza Syn—. ¡Sólo estoy aquí para protegerla para que no se mate otra vez!

–Nunca me han matado —respondió Angelica y luego se estremeció cuando la pared se agrietó bajo sus palmas creando grietas que subían por encima de su cabeza.

–Detente —susurró, con un hilo de voz.

Definitivamente algo estaba mal con él porque en vez de asustarla, estaba rompiéndola el corazón. Ella disminuyó el ritmo de su respiración, queriendo ser cuidadosa, porque sentía que si no lo era, este poderoso hombre que estaba frente a ella se haría añicos y ese sería el comienzo de su gran miedo.

–Voy a abrazarte hasta que me calme —advirtió Syn, y se inclinó sobre ella y la acercó contra él.

Cuando Angelica no opuso resistencia, Syn sintió que parte del dolor abrumador se marchaba de sus hombros tensos. Puede que no ella no recordara su muerte, pero era un recuerdo que él luchaba por tenerlo enterrado en lo más profundo, por su propio bien. Sin soltarla, se puso lentamente de rodillas, y tiró de ella bajándola de contra la pared. Dejó que una mano temblorosa subiera por debajo de su pelo oscuro y sedoso para empujar su mejilla contra su cuello, poniendo los labios contra la sien.

Angelica parpadeó cuando sintió que su cuerpo temblaba contra el de él y sintió su aliento en su oído. Era como si él estuviera luchando contra algo que ella no podía ver. Usando esta idea como la razón para dejar de luchar por el momento, se relajó lentamente contra él y dejó que la abrazara. Estaba aturdida por lo cálida y protegida que se sintió de repente, al ser abrazada por él. Él era tan grande y fuerte, y aun así ella podía sentir su autocontrol mientras la abrazaba.

Armándose de valor para apaciguar su propia curiosidad, intentó mantener una voz suave y tranquila mientras hablaba: —No entiendo lo que hice para llamar tu atención.

–No, no lo entenderías —asintió Syn, y besó suavemente su pelo oscuro y luego apoyó su mejilla contra ella.

Una parte de él no quería recordarle su pasado contaminado, no quería ver el destello de odio en sus ojos por lo que había hecho. No cuando no tenía intención de pedirle perdón. Ellos habían merecido morir, todos ellos.

–No eres de mucha ayuda —añadió Angelica sintiéndose ligeramente agotada por todos los subidones de adrenalina que había experimentado en las últimas horas.

No había mentido, no le tenía miedo, de verdad que no. Había visto como casi se mataba para devolver a la vida una habitación llena de niños asesinados. ¿Cómo podía temerle realmente si era lo único que podía hacer para evitar llegar a él? Ella iba a tener que encontrar una manera de distanciarse de él de manera más permanente.

–Eres cruel conmigo Angelica —susurró Syn después de haber escuchado sus pensamientos más profundos—. Si mantienes tu alma cerrada, verás lo cruel que me has hecho.

Su miedo aumentó con sus palabras y Angelica intentó sin éxito alejarse de él. ¿Quería tomar su alma como lo había hecho con tantos otros humanos? ¿Era esa la verdadera razón por la que la estaba acosándola?

–No tienes ningún derecho sobre mi alma y nunca lo tendrás —insistió mientras el mecanismo de defensa se activaba, haciendo que su lucha se intensificara.

–¿No lo tengo? —gruñó Syn sintiendo que su cordura se desvanecía—. ¿Debo destruir otro mundo sólo para demostrártelo?

Los ojos de Angelica se abrieron de par en par y se quedó quieta. ¿Qué quiso decir con destruir otro mundo? Ella decidió rápidamente no preguntar, porque en serio, quién demonios querría saberlo. Sintió que un miedo no deseado se apoderaba de ella, incluso después de haber enterrado las preguntas más perturbadoras al rincón más lejano de su mente.

Él podía sentir como se aceleraba su respiración, rodeándole el cuello en suaves soplidos y aunque la sensación era tranquilizadora, estaba calentándole la sangre, lo que no era bueno para su autocontrol en ese momento. Este mundo lo había mantenido a distancia por mucho tiempo. Syn apretó su abrazo y curvó su cuerpo alrededor de ella de forma protectora cuando las pequeñas bombillas de la hermosa araña del centro de la habitación estallaron, enviando lluvias de chispas que descendían antes de apagarse.

Angelica intentó a mirar hacia arriba, pero Syn no le permitió levantar la cabeza, así que la mantuvo presionada contra él preguntándose qué hacer. Ahora estaba amaneciendo y la luz provocaba que en la habitación se vieran suaves sombras, alejando la oscuridad.

–¿Estamos peleando? —preguntó ella en un susurro. Porque si lo estuvieran, ella ya sabía que perdería.

–No —gruñó con fuerza y luego miró el espejo ovalado del tocador que saltó en pedazos tras un fuerte ruido.

–Entonces, ¿qué tal si me dices qué está pasando antes de que destroces mi dormitorio, otra vez? —preguntó Angelica sin poder contenerse.

Syn se paralizó cuando ella dijo otra vez. ¿Realmente estaba recordando cosas que no la habían sucedido en esta vida, o en el mundo? ¿Su alma era lo suficientemente fuerte para finalmente sacudir la jaula en la que estaba prisionera de por vida? Enredó sus dedos suavemente entre el oscuro pelo, para poder inclinarse hacia atrás y buscar la verdad en sus ojos.

–¿Otra vez? —su voz sonó embrujada incluso para sus propios oídos.

–¿Qué? —preguntó Angelica confundida. Caramba, él estaba realmente al tanto de todo y le era difícil seguirle. Era realmente agotador.

–Me dijiste que te dijera lo que estaba mal antes de que destrozara tu dormitorio, otra vez —repitió, poniendo énfasis en «otra vez».

–¿Yo dije eso? —susurró Angelica, sintiendo escalofríos en sus brazos. Sus labios se separaron para negarlo, pero había dicho «otra vez» y no podía retractarse ahora, porque de repente sintió que era la verdad.

Syn dejó que la frustración se fuera y una lenta y falsa sonrisa apareció en sus labios. Había destruido su dormitorio en más de una ocasión, y aunque no tenía forma de saber qué recuerdo luchaba por abrirse paso, ya no le importaba. Bueno o malo, él había esperado esto con impaciencia, al igual que la batalla que probablemente tendrían por ello.

Su alma era su interior más íntimo y ya le había perdonado, era el resto de ella lo que tendría que esforzarse para rendirse.

Al verlo sonreír por su confusión, Angelica se alejó de él, agradecida de que le soltara el pelo antes de que pudiera hacerle daño en las cervicales.

–Bueno, te gusta redecorar los dormitorios en tu tiempo libre, de acuerdo. Si no te vas y me dejas descansar, yo sí que te voy a redecorar —dijo ella poniendo mala cara cuando él rápidamente desapareció, dejando el eco de su risa resonando en la habitación al marcharse.

Angelica escuchó la cálida risa hasta que se desvaneció en la distancia. No podía recordar haberle oído reír así, o incluso sonreír de verdad. Entonces, ¿por qué ese sonido hizo que le doliera el pecho como si hubiera recuperado y perdido algo querido para ella?

Agotada, se arrastró hasta la cama y se puso sobre el colchón tratando de ignorar la sensación de que estaba cayendo hacia atrás todo el tiempo. Captó el vago destello de su cálida sonrisa, la misma sonrisa que acababa de decir que nunca había visto antes. La fugaz visión la hizo desear ver más. Cerrando los ojos de cansancio, y ya no pudo más, se abandonó a seguir a aquello que estaba tirando de ella sin descanso.

Syn reapareció en el tejado del castillo. Había notado el breve destello de color amatista brillando en sus oscuros ojos y decidió no distraerla mientras buscaba entre sus pensamientos. Ya había visto cambiar el color de sus iris antes, pero sólo cuando ella usaba sus poderes. Parecía ser la única vez que ella se había permitido a sí misma el sentir de su poderosa alma que tenía encerrado en lo más profundo.

Comprendió por qué inconscientemente había protegido su alma de un mundo donde la muerte ocurría en un abrir y cerrar de ojos. Era un instinto básico pero ese miedo ya no era válido. En el momento en que ella lo llamó desde esa oscura cueva, él le envió su poder en forma de marca en la palma de su mano. Más tarde reforzó ese poder al insuflarle su fuerza vital en ella, aunque ella no era consciente de la importancia de ese intercambio.

Ahora ella tenía habilidades de las que ni siquiera era consciente y él no la había ayudado a descubrirlo por razones puramente egoístas. Ella ya era demasiado independiente para su gusto. Aunque el tiempo ya no era su enemigo y la mayoría de las heridas se curarían instantáneamente, todavía seguía en peligro por los poderosos inmortales que habían declarado la guerra a esta ciudad.

Había una cosa más que podía hacer por ella que la ayudaría a igualar las probabilidades, pero intentaba ser paciente, sabiendo que ella aún no estaba preparada para los efectos secundarios de mezclar su sangre. Ya había cometido ese error antes. No es lo mismo que cuando los hijos compartían su sangre con sus almas gemelas.

Miró a sus pies, desde el tejado escuchaba solo el silencio que venía de la habitación de abajo. Además, si la mordía ahora, ella lo tomaría como prueba de lo que pensaba que era, un monstruo.

Ser amable con ella la estaba poniendo en peligro y no se necesitaría mucho más para tentarle a convertirse en el monstruo que ella necesitaba. Después de todo, él ya había interpretado ese papel antes.

Lluvia De Sangre

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