Читать книгу Matacaballos - Ana Carolina Quiñonez Salpietro - Страница 3

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Mi papá creyó que yo era hombre...


Mi papá creyó que yo era hombre hasta el momento en que el doctor se acercó a decirle que su esposa y su hija estaban bien.


Me iba a llamar Jorge Luis. Íbamos a compartir su nombre y, también, la locura por las películas de guerra, la caja de herramientas, y largas cabalgatas por el haras. En la cancha sería defensa, como él: un chico no grueso, pero recio, de piernas fuertes y espalda ancha, uno que aguante golpes y que sepa repartirlos. Yo me interpuse entre el sueño de mi papá y su hijo. Mi papá no era de la raza de padres tolerantes y coherentes.


Nunca pudo educar con el ejemplo. Seis años después de que me interpuse en su sueño, mi papá consiguió tener un hijo y ponerle su nombre. Lo irónico es que yo me parezco más a él. Y estuve esquivando reconocer que mis palpitaciones se parecen más al trote de los caballos enloquecidos que a los de un corazón saludable.


Pero ya me cansé.

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