Читать книгу La educación ambiental por venir - Ana Patricia Noguera de Echeverri - Страница 4
ОглавлениеIntroducción
Si los desafíos, formados en los bordes de los días, se alimentan de su misma inercia, el presente es un terreno incierto y el futuro, una amenaza.
Así, la urgencia y la esperanza deben amasarse en las manos de los habitantes del siglo XXI, colectivamente. La sociedad, en vinculación con las comunidades no humanas, deberá asumirse como productora de conocimiento, pues —parafraseando a Innerarity (2003)— las disciplinas científicas por sí mismas no serán capaces de dar solución a estos retos en las esquinas de sus laboratorios y con sus creaciones tecnológicas. Será preciso responder a la exigencia de nuestro tiempo produciendo alternativas del vivir en la actualidad misma; en el campo de los procesos donde convergen las realidades humanas (políticas, económicas, culturales, científicas), ecosistémicas, ambientales; en la mixtura de la vida. Precisaremos responder a los desafíos construyendo una identidad comunitaria diversa, de humanos y no humanos reconocidos en un territorio, formando parte de la porosidad de los procesos que nos dan vida.
Ahora bien, generar esta identidad plural o este “contrato natural”1 (como lo llama Latour, 2015) que nos haría más sensibles a construir respuestas integrales con las que enfrentar la degradación planetaria, implica un poderoso cambio educativo ambiental, lo que significa asumir el paradigma de una educación transformadora capaz de cambiar los pivotes de la mirada, de los pensamientos y de las decisiones; al mismo tiempo, deberá aportar una lectura compleja de la urdimbre de la vida y advertir del riesgo de caer en la racionalidad de los problemas, tanto como en la pretensión de vencerlos uno a uno.
De ahí que para algunos autores “lo ambiental” no sea una dimensión sino un rasgo primordial de cualquier acto educativo para asistir al presente y al futuro, dando muestras de una transformación inédita en la forma de habitar o, mejor dicho, de cohabitar a escala local y global.
Ahora bien, mientras se agudiza el cambio climático, que luce como la urgencia más visible para buscar la transformación de paradigmas en todos los quehaceres, la educación ambiental (EA) construye aparatos elaborados a partir de los desafíos vividos, especialmente, en contextos donde la pobreza y la marginación han crecido en dirección contraria a los indicadores del bienestar. En estos sitios, lamentablemente abundantes en América Latina, se viven las catástrofes climáticas, y la degradación ambiental, en general, con mayor vulnerabilidad. Son contextos donde se desempeñan educadores y educadoras ambientales para emprender sus proyectos. Estos escenarios de devastación, de explotación, así como de luchas sociales en resistencia, y también de riqueza bio-cultural son una provocación para que los educadores ambientales se obliguen a revisar sus haberes irrenunciables, valorarlos, problematizarlos y a enfrentar nuevas incertidumbres. De este modo, la práctica de los educadores ambientales en la investigación va dinamizando el campo sociocientífico.
Este camino recorrido durante más de cuatro décadas por la EA latinoamericana también ha detonado críticas a algunas prácticas que, posicionadas desde lógicas seudoambientales, se han convertido en seudoeducativas; algunas otras, asumidas desde posturas poco transformadoras o favorecedoras del statu quo, desarrollan prácticas seudoambientales. En todo caso, la educación ambiental está obligada a hacerse de su propia crítica y marcar sus linderos.
En este libro aparecen textos producidos por educadores ambientales comprometidos de gran trayectoria, así como por tesistas doctorales cuyas investigaciones fueron desarrolladas en el fragor de las realidades latinoamericanas. A partir de sus intervenciones pedagógicas y de sus proyectos implementados en México, Brasil, Colombia o Uruguay, los autores tejen un diálogo crítico sobre la actualidad de la EA, no sin generar entre ellos tensiones teóricas, contrastes, cuestionamientos; también ensayan algunas respuestas sobre el presente y el futuro. Se trata, pues, de un libro que contiene entre sus capítulos las inquietudes para que la EA en América Latina salga de su sitio de confort (si es que existe en la concepción de algunos educadores ambientales) y sacuda sus marcos de explicación de la realidad exigiendo una nueva ontología abierta a las experiencias políticas, estéticas y hermenéuticas, para problematizar sus objetos o el sentido de la misma, o bien para replantear nuevos problemas pedagógicos y metodológicos surgidos al integrar la participación derivada de la movilización social en resistencia, y al criticar a una seudoeducación ambiental que favorece la apropiación privada de la naturaleza. Los autores también nos invitan a revisar sus haberes, sus registros inéditos que cargan de esperanza la acción educativo-ambiental en contextos modestos y sencillos, así como aquellos institucionalmente desafiantes.
Se trata de textos que tensan la columna vertebral de la educación ambiental desde su cuerpo teórico y su sentido histórico, reflexionando críticamente en su propuesta conformada en el seno de una sociedad que ha traspasado los límites de la naturaleza; pero también señalan con bisturí las diferencias entre pedagogía y educación, a fin de enriquecer las herramientas conceptuales y al hecho educativo que es, a la vez, planeación y artificio; asimismo, exponen propuestas al hecho investigativo en aras de nuevos abordajes de lo pedagógico y de producción de objetos complejos que se comparten con otras disciplinas científicas y fuerzas sociales que también buscan el cambio paradigmático.
Así, en el primer capítulo, titulado “La perspectiva local y comunitaria en la educación ambiental y su relación con el desarrollo”, los mexicanos Helio García Campos y Joaquín Esteva, educadores ambientales comunitarios de gran trayectoria, fortalecen la perspectiva de la educación popular ambiental para construir el poder local. En el capítulo se comunica que este quehacer integra elementos y discusiones que ahora dan identidad a los procesos educativo-ambientales, no sólo en el ámbito comunitario, sino en las prácticas surgidas de las limitaciones de los sistemas políticos centralistas, la baja responsabilidad ciudadana y la importancia que tiene la localidad como alternativa de construcción ambiental. Los autores analizan la importancia del trabajo transdisciplinar y transectorial que realizan educadores ambientales para elevar las capacidades de autogestión en los pobladores de acuerdo con su visión de sociedad y en función de las características ecosistémicas de su territorio. La fuerza argumentativa del texto proviene de la riqueza epistemológica y metodológica con que realizan una “propuesta de abordaje para el desarrollo local con perspectiva ambiental”. Esta se basa en la educación popular y situada, desde donde analizan los referentes pedagógicos centrales de esta práctica como “comunidad”, “participación”, “localidad”, “territorio” y “desarrollo” de manera crítica. En esta propuesta tienen cabida, además, discusiones temáticas que por sí mismas han sido prolíficas, como el disenso como punto de partida, el reconocimiento de saberes, la apertura de la percepción ambiental y, desde luego, la acción organizada de la ciudadanía, entre otros elementos. Los autores echan a andar estas formulaciones en un estudio de caso que integran al final del capítulo.
“Andamiajes entre la educación y la pedagogía ambiental” es el nombre del segundo capítulo, escrito por Esperanza Terrón Amigón y Raúl Calixto Flores. Estos investigadores, de una vasta trayectoria en la formación de docentes en México, hacen un recuento crítico sobre la construcción de la pedagogía ambiental, desde el siglo pasado, cuando surge la conciencia sobre los problemas ambientales y los procesos sociales asociados a ellos, hasta los desafíos de la realidad actual que articula nuevas emergencias. En esta revisión los autores parten de la distinción y la conexión que hay entre la EA y la pedagogía ambiental, tanto como aquellos enfoques educativos o pedagógicos asociados a lo ambiental desde la educación, dejando claros elementos complementarios o, en su caso, contrapuestos a la EA. Los autores generan una articulación que puede considerarse un patrimonio teórico-metodológico con el que la pedagogía ambiental dialoga con otras pedagogías emergentes específicas, en el entendido de que la EA ofrece un marco interpretativo amplio e impulsa la conexión de estas pedagogías para transitar a un pensamiento complejo, transdisciplinario e integrador de saberes sobre la problemática ambiental y su relación con los fenómenos sociales, la cultura y la ética. El capítulo presenta a los lectores elementos que son cimientos para que la pedagogía ambiental camine hacia los objetivos de transformación de la EA, considerando las cegueras de la sociedad, las realidades multiculturales y globales, así como los contextos problemáticos y complejos, junto a demandas que la sociedad se exige. Al finalizar el capítulo, Terrón y Calixto presentan una lectura esquemática de las convergencias en las pedagogías emergentes, como la ambiental, para la paz, la feminista y la de derechos humanos; todas ellas desafían al campo pedagógico en lo general, para dar sentido a esta visión integral educativa en relación con los ejes filosófico, cognitivo, ético y relacional que la conforman.
Raquel Aparicio, investigadora y educadora ambiental mexicana, presenta el tercer capítulo denominado “Educación en clave civilizatoria: el retorno del sentido”. Aparicio revisa críticamente el concepto de educación y su —hasta ahora acotada— forma de operar en un contexto límite como el que presenta el mundo actual. Repasa con detenimiento el significado que el imaginario social le atribuye a la educación y, por tanto, su sentido; hace esta revisión mediante un concepto que de por sí es crítico: el lisologismo, que se considera una “figura patológica de la conceptualización” para conocer la realidad. Esta categoría le permite a Aparicio apreciar cómo se debilita tanto el debate de la educación como el uso de su concepto y se difumina su idea ligada al modelo civilizatorio en crisis. Estos elementos devienen en un campo de batalla para la elaboración política, académica e ideológica en torno al debate de la participación de la educación en el mantenimiento del modelo monocultural occidental o su transformación. Finalmente, la autora plantea lo anterior como una crisis en el sentido de la educación a fin de que se redefina la forma de vida humana, dentro de los límites físicos de la naturaleza, pero con libertad y crecimiento humano; elementos que son piedra angular en el concepto de educación.
El cuarto capítulo, “Hermenéutica y educación ambiental”, está escrito por investigadores docentes reconocidos por su larga trayectoria en la EA de Brasil y en el programa de posgrado Educación Ambiental de la Universidad Federal de Rio Grande (FURG): Vilmar Alves Pereira, Simone Grosh Freire y Marcela Pereira da Silva. Los autores dan sentido a ciertas vanguardias filosóficas, para enriquecer la identidad social de la EA acorde con las resonancias sociales que se han generado recientemente en América Latina. Las ricas reflexiones filosóficas siguen la propuesta de una formación hermenéutica para los educadores ambientales, llamada pedagogía cosmocena. En ella se desvelan elementos epistémicos involucrados tanto en los sujetos (que siempre están en relación y en diálogo asumiendo respetuosamente las pluralidades) como en los procesos de EA que desarrollan (procesos en los que se manifiesta la intersubjetividad, tanto como la interpretación de los nexos con lo ambiental en nuestras sociedades), y que entrañan un horizonte utópico de transformación social. Comprender estos elementos, consideran los autores, reaviva preguntas y búsquedas que enriquecen a la EA en nuestros contextos, especialmente en lo que respecta a generar nuevas racionalidades, valores y saberes sustentados en nuevas prácticas de organización ciudadana. El capítulo contiene un encuentro o diálogo de la EA con la hermenéutica que da vigor a la experiencia educativa y a los actores de estos procesos, desarrollando detalladamente la importancia filosófica de cada uno de los elementos que subyacen a estos procesos pedagógicos en el contexto de crisis planetaria. El capítulo termina con la exposición de ocho postulados de la pedagogía cosmocena que refieren a los sentidos del ser en la formación de educadores/as ambientales, y que la constituyen como una pedagogía de la resistencia y la esperanza.
El capítulo siguiente se denomina “Saberes y prácticas ambientales en la perspectiva sistémica”, de las autoras brasileñas Narjara Mendes Garcia y Eliane Lima Piske. Las expertas echan mano de su experiencia como investigadoras en el Grupo de Ecoinfancias del posgrado en Educación Ambiental de la furg para dar cuenta de un repertorio teórico-metodológico que ellas han generado en los contextos ecológico-educativos con el fin de evidenciar y comprender los saberes y prácticas ambientales de los niños y adolescentes, producidos junto con sus familias y comunidades, en entornos sociambientalmente difíciles. Estos saberes constituyen un conocimiento integral sobre la realidad, construido culturalmente en espacios de convivencia y en red, no sólo entre las personas sino en íntima relación con los ecosistemas, por lo que la noción de contexto resulta en un carácter complejo y holístico. Para dar cuenta de los mismos, las autoras construyen la noción de “experiencia como proceso de construcción de saberes y prácticas ambientales”. En esta línea, ambas tejen una propuesta sumamente interesante, pues se proponen “descentralizar la producción científica y generar transformaciones que beneficien a las realidades estudiadas”. De ahí que problematicen y enriquezcan el concepto de “experiencia” y de su “inserción ecológica” en los contextos para investigar formando parte del tejido comunitario y, con ello, dan cuenta de los desafíos epistémicos que operan en la relación personal e integral que deben incorporar en su trabajo. La “mirada sistémica y la escucha sensible para la comprensión de saberes ambientales” forma parte de esta producción que es educativa-investigativa, en tanto que se explica en un proceso de la teoría “ecológica del desarrollo humano” con impacto en las personas, en las comunidades, en los y las investigadoras, y en los ecosistemas, formando un todo sistémico e integrado. En la última parte del capítulo, las autoras ilustran el aparato teórico propuesto en el capítulo mediante la exposición de siete investigaciones de muy diversos objetos que descansa en esta perspectiva de la inserción ecológica y la mirada sistémica para comprender a las personas y sus contextos, que potencian el saber ambiental y que se han desarrollado en el Grupo de Ecoinfancias de la FURG.
El capítulo sexto se titula “Reflexiones para la educación ambiental crítica. Aportes desde las luchas de justicia ambiental”, y está firmado por Carlos RS Machado, investigador que forma parte el Coletivo do Observatório, situado en el extremo sur de Brasil, colindante con Uruguay. El autor hace una revisión crítica del papel que juega la EA en las luchas ambientales, especialmente desde la perspectiva de quienes forman la resistencia o bien son afectados por los grandes proyectos, especialmente los extractivistas, que son paradigmáticos tanto por el nivel de explotación de la naturaleza como por la apropiación desigual de la riqueza que desencadenan. El capítulo no desestima la oportunidad para impulsar reflexiones sobre el quehacer político de la EA en contextos y comunidades donde se enfrentan situaciones de justicia ambiental. Esta tarea no es menor, toda vez que el autor da cuenta de la crisis política presente en el continente por el consenso del mercado de materias primas o commodities y la ascensión de los gobiernos de derecha neoliberal. La propuesta se desarrolla en la primera parte dando sustento al concepto de EA para la justicia ambiental, bajo una mirada crítica; en la segunda parte, Machado analiza cinco prácticas (y concepciones) de EA, estudiadas en el observatorio de conflictos, y que tuvieron lugar en Colombia, en Uruguay y en Brasil. Con estos ejemplos el autor confronta la producción de seudoprácticas de EA que se encaminan a justificar fines convencionales de explotación de la naturaleza y que expanden los procesos de degradación de la naturaleza por medio de emprendimientos ambientales, con otras prácticas que contrastan altamente con las citadas, al construir una pedagogía que busca la justicia ambiental, apoyados en la defensa de los territorios y sus tradiciones, así como del combate a las situaciones de injusticia y desigualdad ambiental. El análisis presenta actores sociales y proyectos que, vistos desde la educación tradicional, dan paso a prácticas de seudoeducación ambiental que niegan la presencia y la riqueza que el conflicto tiene en la transformación de una realidad; pero también presenta los elementos que la educación crítica en marcos de conflicto deriva en prácticas y concepciones de EA emancipatoria, cuya riqueza, enfatiza el autor, está en el reconocimiento y la internalización de los conflictos de justicia y equidad ambiental.
Jaqueline Carrilho Eichenberg es la autora del capítulo siete, denominado “Renovación filosófica de la EA. Propuesta frente al Antropoceno y al cambio climático”. La autora plantea un análisis filosófico al abordar la concepción del Antropoceno, causante de gran agobio, pero cuyo conocimiento no ha detonado la transformación de la relación de las sociedades con los entramados naturales; en la segunda parte retoma la llamada ecología cosmocena, recientemente elaborada por el brasileño Vilmar Alves, para convertir la emergencia del cambio climático en una posibilidad para ensanchar las bases y reflexiones filosóficas de la educación, la comunicación y la pedagogía ambientales. Para ello, la autora discute la construcción de sentidos vinculada al cambio climático, especialmente con información que surge de la comunicación de la ciencia y la percepción de las poblaciones. Frente a ello, destaca el abordaje social que hace la EA crítica para exigir un cambio de valores civilizatorios, proponiendo la resiliencia de la sociedad, especialmente para visualizar a los más afectados, pero sobre todo la resistencia contra la hegemonía del capital que se coloca como impulsor de los desastres ambientales y sociales. De esa manera, la autora plantea renovar los fundamentos filosóficos de la EA, basada en la ecología cosmocena, y en la confrontación de la pedagogía de la adaptación y la pedagogía cosmocena, desarrollada por Ferreira y Sató; desde este enfoque, la educación ambiental es “rizomática” y se convierte en una táctica para cambiar el sistema, más que el clima.
En el penúltimo capítulo, elaborado por Josineide Ribeiro da Silva y Luciana Netto Dolci, que se titula “Literatura de cordel”, se muestra cómo una propuesta de creatividad estética, especialmente a partir de un género popular como lo es la literatura de cordel en contextos de diversidad lingüística, genera una experiencia compleja de EA intercultural y de concientización social, al producir diálogos de los niños con sus familias en contextos de pobreza y marginación étnica. La experiencia también alcanza para enriquecer los símbolos, la capacidad hermenéutica y la sensibilidad estética de una cultura que busca trazar horizontes más amplios de esperanza concomitante de las más variadas formas de vida, pensados por los infantes provenientes de distintos grupos culturales. El armado teórico requerido para generar este diseño tiene de base al diálogo freiriano y al postulado central de esta teoría para permitir que, por medio del desarrollo de las capacidades de lectoescritura, los niños construyan una conciencia socioambiental bajo la perspectiva interdisciplinaria e integral que propone la EA. Las autoras comienzan por reconocer la importancia cultural y la lectura política que contiene este género literario y su compatibilidad con la pedagogía ambiental. Se presentan estos elementos bajo el diseño del proyecto de investigación que se desarrolló, pero después de las expectativas que deja el marco teórico quizá lo más rico sea que se presentan los cordeles testimoniales con la interpretación contextual de producción, el análisis de contenido de estos mensajes, así como la interpretación de los resultados desde la perspectiva educativo-ambiental y con ello, la riqueza que se generó para todos los participantes, estudiantes y profesoras.
Finalmente, Patricia Noguera, Sergio Echeverri y Jaime Pineda, educadores ambientales del Grupo de Pensamiento Ambiental Latinoamericano, comparten la autoría de este capítulo denominado “Pensamiento ambiental y educación en clave estética-compleja”. Como equipo de autores, comparten una gran trayectoria en el enfoque novedoso de la EA generando por medio de ella intersticios entre los modos de saber y conocer, con formas de apreciar ética y estéticamente al mundo. Así, los autores deciden desarrollar una propuesta filosófica hermenéutica aplicada a la lectura de arte. Echan mano de referencias a la poesía y la lectura de la transición de la modernidad a un horizonte renovado, no sin producir una crítica a la educación que ha acompañado al modelo civilizatorio de la modernidad. En el camino, los autores lanzan la propuesta para dislocarse de las “geografías de la infamia” que han colocado a la naturaleza en la funcionalidad de la economía. Por ello, plantean ambientalizar la educación, proceso que pasa por andar los caminos del asombro, de la diversidad, de la complejidad y de lo sagrado. De esa manera, proponen construir una EA óntica, epistémica, ética y estética que despliegue distintas maneras de habitar en el mundo, especialmente por medio del cuidado de la tierra como imperativo ambiental. El centro del texto consiste en presentar la estesis, el sentir-pensar, dicen ellos, en la vida cotidiana y en la formación de experiencias intercorporales (cuerpos-entre cuerpos) que forman lo ambiental y las nuevas racionalidades. En este sentido, al final del capítulo se desarrolla un ejercicio de hermenéutica basado en la riqueza interpretativa que se desprende de contemplar la variedad de girasoles que inspiraron a Van Gogh. Así se muestra la fuerza filosófica de la propuesta para ambientalizar la educación: la “metodoestesis”, el diseño de otros mundos posibles.
Como se observa en los textos, la EA se pulsa y se revisa a sí misma. Lo hace cimbrando sus haberes frente a objetos y realidades emergentes y complejas, propias de un mundo en crisis. Las aportaciones que se presentan aquí hibridan los procesos educativos con la investigación, exigiendo problematizar el conocimiento del mundo y enriquecer los modos de habitarlo. Con ello se plantea la inquietud de renovar una ontología educativo-ambiental, como práctica de construcción de conocimiento y como proceso pedagógico reposicionado.
Lo anterior reafirma que la identidad de la educación ambiental está lejos de ser un capítulo cerrado, pues cada propuesta suma esfuerzos tanto para renovarla política, filosófica, pedagógica y didácticamente como para reconocer su riqueza diversa. En este sentido, vale la pena admitir que los posgrados, a través de las investigaciones y del ejercicio comprometido de la docencia, avanzan en América Latina explorando nuevos retos, y asumiendo sus propias críticas. Por lo tanto, las investigaciones son el espejo donde el educador se autodesafía. Esa doble exigencia de los procesos educativos de investigación enclavada en los contextos modestos pero pertinentes es, ahora mismo, motor de un conocimiento complejo que a su vez nos permite explorar nuevas formas de habitar mejor la Tierra, haciendo tejido cuerpo a cuerpo.
Finalmente, una de las cualidades más importantes de este libro es que a pesar de que los autores mantienen una postura crítica de la realidad, así como una permanente autocrítica de los actos educativo-ambientales, son capaces de dar un vuelco creativo, como hace un poeta para reinventar la belleza que surge de la tragedia, y nos muestran las playas renovadas de sus propuestas. Así, esta obra camina hacia el futuro, no sólo porque prefigura el cambio humano sino porque alienta a la construcción de nuevas preguntas de la educación ambiental en los propios educadores ambientales y en los contextos, especialmente latinoamericanos, donde se encarnan con la vida.
1 Aludiendo a la noción de contrato social de Durkheim, entendida como la conciencia global de la sociedad hacia un un interés común, mediante el cual se generan y se comparten significados. En el caso de Latour, esa colectividad implica ampliarla a las comunidades no humanas y considerarlas políticamente en el bienestar demandado para que funcione la vida.