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1. INTRODUCCIÓN

1.1 Introducción

Los combustibles fósiles, base de la economía de los países avanzados a lo largo siglo XX, resultan incapaces de sustentar el desarrollo mundial durante el siglo XXI, al menos no de forma generalizada. Aunque a finales del siglo XX el petróleo experimentó diversas crisis, debido a las cuales surgieron diferentes investigaciones en busca de nuevas formas de energía, dichas crisis no fueron duraderas en el tiempo, lo que motivó el abandono de dichas investigaciones o, la mayoría de las veces, que no tuvieran el auge esperado. Pero la realidad es que, en la actualidad, el precio del petróleo se ha disparado exponencialmente, debido esencialmente al agotamiento de las reservas. Son muchos los que creen que la situación se encuentra cercana al pico de la campana de Hubbert1, que indica que, una vez alcanzado este punto máximo, la producción se reducirá de forma ineludible. Así, estudios actuales estiman que existe petróleo para unos 60 años, aunque es posible que el plazo sea algo mayor, dado que cada vez son más avanzadas las técnicas y las capacidades de extracción del mismo. Ahora bien, dicha complejidad en la extracción repercutirá en un incremento del precio.

El petróleo se emplea fundamentalmente como combustible en transporte, así como en materia prima para la creación de plásticos y fibras sintéticas. Que el petróleo se vea desplazado en el transporte por elementos como el hidrógeno, la electricidad o los biocarburantes, es factible. No así en el campo de la industria petroquímica, que a día de hoy aún es demasiado compleja.

Como se desprende, el petróleo queda más encuadrado en la industria petroquímica que en la industria de producción eléctrica. Así, en lo que a la producción de energía eléctrica se refiere, el petróleo no resulta ser un combustible tan crítico como en las anteriores aplicaciones, no ocurriendo así con el gas natural o el carbón.

El gas natural, pese a ser un combustible fósil, a diferencia del petróleo o del carbón, es bastante limpio. Es el que menos CO2 emite en su combustión, tanto por su bajo contenido en carbono como porque se usa en plantas muy eficientes (plantas de ciclo combinado). Las reservas de este combustible se estiman en unos 70 años y, además, se encuentran en menor concentración que las reservas de petróleo, lo suficiente al menos para impedir situaciones de presión por parte de los países productores. Sin embargo, a pesar de estas ventajas, el precio del gas natural se ha incrementado en los últimos tiempos, comprometiendo la rentabilidad de muchos proyectos de ciclos combinados y cogeneración puestos en marcha. Esta situación ha redundado inevitablemente en un incremento de los precios de la electricidad.

En cuanto al carbón, la situación varía completamente. Su empleo en generación eléctrica está muy extendido, aunque ha experimentado grandes cambios desde principios del siglo XX. El carbón es percibido como un combustible “sucio”. Según su procedencia, puede producir gases ácidos y es el combustible que más CO2 emite. Para el control de las emisiones más contaminantes y peligrosas, NOX y SO2, existen soluciones eficaces, tanto a nivel de tratamiento de gases como del propio proceso de combustión, y en cuanto al CO2, existen tecnologías de captura con notable desarrollo tecnológico. En todo caso, quedan reservas de carbón para unos 200 años, y su uso puede ser destinado a la producción de nuevos vectores energéticos, como el hidrógeno, o hacia la electricidad, con plenas garantías medioambientales a medio plazo.

La energía nuclear está inmersa ahora en una fase muy intensa de investigación. En el entorno europeo, se encuentra en fase de desarrollo y aplicación un nuevo proyecto de generación que, si bien no constituye un salto radical en cuanto a investigación, sí puede fomentar el resurgimiento de la energía nuclear creando diseños más seguros y más competitivos desde el punto de vista económico. Estas investigaciones derivarán en una reducción significativa del riesgo de inversión que estas centrales nucleares llevan consigo. Se pretende fomentar el uso masivo de reactores rápidos con capacidad para reutilizar el combustible gastado actual, aprovechar mejor el combustible que han de consumir y producir menos residuos de larga duración. En definitiva, obtener de dichos reactores un funcionamiento mucho más eficiente.

Con respecto a las energías renovables, estas han experimentado grandes avances tecnológicos en los últimos años. Estos avances han supuesto la implantación masiva de plantas de generación eólica y fotovoltaica. Recientemente, se han desarrollado nuevos proyectos de centrales termosolares, permaneciendo la biomasa para generación eléctrica aún por debajo de su potencial. El panorama actual es de fuerte desarrollo, contribuyendo a ello un marco regulatorio favorable. Su objetivo principal es conseguir que el desarrollo y la innovación sean tales que, a medio plazo, no sea preciso dicho marco protector, que repercute desfavorablemente en los aumentos del precio de la energía eléctrica.

Actualmente, debido a las necesidades de consumo energético, ha surgido una corriente en nuestra sociedad para concienciar a la población sobre el cambio climático, el consumo de combustibles fósiles y el impacto medioambiental derivado. Se busca desarrollar modelos de ciudades sostenibles, que mantengan un consumo de energía más eficiente, y evitar perjuicios a futuras generaciones.

Resumiendo, el mundo se encuentra ahora ante un reto energético que emite señales claras de la necesidad de un cambio en el modelo de consumo. A medio plazo, los expertos recomiendan para España que el consumo en generación tenga un mayor peso centrado en las energías renovables, y no depender de importaciones de combustibles fósiles. Para lograrlo, es preciso incentivar la tecnología que permita asegurar el desarrollo de la sociedad actual sin comprometer el de la futura, es decir, en armonía con el medio ambiente.

Es en este momento donde surge la necesidad de proponer soluciones de futuro. Entre ellas, la mayoría de los países apuesta por el vehículo eléctrico como una de las medidas clave para la mayor sostenibilidad del entorno, tomando como indicador la estructura de producción prevista en la figura 1.1.


Figura 1.1. Evolución de la estructura de producción en España prevista para 2020 conforme a PANER2

A nivel mundial, se han tomado medidas tales como el desarrollo de un nuevo conjunto de leyes y directivas, incluyendo acuerdos como el protocolo de Kyoto, la cumbre de Copenhague o el objetivo 20-20-20 para 2020, entre otros.

En Europa existen diversas actuaciones, entre ellas: la subida de impuestos a los vehículos más contaminantes, restricciones de emisión de CO2 en los vehículos de nueva producción, subvenciones e incentivos económicos para vehículos que tomen medidas para proteger el medio ambiente, y planes para lograr la integración del vehículo eléctrico en nuestro mercado.

En España, también se puede citar la «Estrategia integral para el impulso del vehículo eléctrico en España 2010-2014», que tiene como objetivo que, para el año 2014, existan al menos 250.000 vehículos eléctricos en el mercado (un millón si se cuentan los híbridos). En nuestro país, que a finales de 2009 contaba con un parque automovilístico que alcanzaba los 30.855.969 vehículos de los cuales 21.983.485 eran turismos, queda más que justificada esta necesidad. Esta estrategia se verá con mayor detenimiento en el Capítulo 3.

1.2 Objetivo y estructura del libro El vehículo eléctrico y su infraestructura de carga

La presente obra, titulada El vehículo eléctrico y su infraestructura de carga, tiene como principal objetivo recoger toda aquella información que se considere necesaria para definir el Estado del Arte actual del Vehículo Eléctrico y de aquellos elementos pertenecientes a su infraestructura de carga. Varios son los motivos que permiten considerar necesaria una implantación del vehículo eléctrico a largo plazo, y se pueden resumir en tres sostenibilidades:

• Sostenibilidad ambiental, pues es una alternativa adecuada para el medio ambiente local.

• Sostenibilidad económica, ya que el sector de automoción precisa innovarse hacia una movilidad más en comunión con el medio ambiente.

• Sostenibilidad energética, pues el vehículo eléctrico representa una alternativa importante al petróleo y un camino adecuado para integrar las energías renovables en el transporte, además de mejorar la eficiencia energética del sector eléctrico para la carga en horas valle.

Puede así afirmarse que la movilidad eléctrica presenta concordancias positivas entre el sector industrial y el sector energético. Tampoco puede obviarse la evolución de la capacidad de almacenamiento de la energía eléctrica en baterías, que desde el principio de la década de los noventa ha aumentado notablemente.

La mayoría de países y fabricantes están apostando por la movilidad eléctrica y por la divulgación de esta tecnología. Para ello, se ha de convencer a los potenciales usuarios de su utilidad, ya que será particularmente importante en la vida cotidiana de los ciudadanos. En la «Estrategia europea sobre vehículos limpios y energéticamente eficientes», del 28/04/2010, se afirma que para que los vehículos ecológicos sean aceptados como alternativa real a los vehículos convencionales, debe informarse bien a los consumidores sobre las oportunidades, las ventajas y los aspectos prácticos de la movilidad sostenible. Y es precisamente en el marco de este objetivo en el que se desarrolla este trabajo, para que pueda servir de base a futuros estudios sobre el desarrollo de elementos relacionados con el vehículo eléctrico, partiendo de una base estudiada y concisa.

En este libro se han dedicado capítulos autocontenidos para abordar los siguientes temas: vehículos eléctricos, tecnologías de conexión, baterías y Smart grids.

Así, en el capítulo de los vehículos eléctricos se va a tratar su historia y evolución, cuándo surgen por primera vez los vehículos eléctricos en el mercado como posible alternativa en el desplazamiento de pasajeros y cómo evoluciona y se reinventa hasta llegar a la actualidad. Se distinguirán las diferentes opciones que se pueden encontrar, desde los híbridos hasta los completamente eléctricos ofertados actualmente en el mercado y se reflexionará sobre cuáles son las previsiones futuras para este sector.

En el capítulo de tecnologías de conexión se describirán los temas relacionados con las diferentes formas en las que puede recargarse un vehículo eléctrico, y cuáles son los estándares de conexión propuestos actualmente en el mercado, sin olvidar que aún es una tecnología en desarrollo y que Europa se encuentra elaborando en estos momentos la normativa de fabricación y estandarización. También se comentará qué normativa es la que empieza a aplicarse en España.

En el capítulo de baterías se definirán las baterías actuales que existen en el mercado, cuáles son las principales barreras tecnológicas a las que se enfrentan en este momento y los sistemas de gestión que se están desarrollando para la carga y almacenamiento de energía. Se hará especial énfasis en los recursos materiales utilizados y su producción actual en el mercado, y cómo se destacan como la principal dificultad para lograr una implantación definitiva.

En el capítulo de Smart grids, se describirá cómo ha empezado la red a retroalimentar la información de los consumidores, cómo va a tratarse dicha información y la utilidad de la misma a las distribuidoras, qué beneficios aporta y cómo afecta esto a la sostenibilidad del entorno.


1 La teoría del pico de Hubbert, también conocida como cenit del petróleo, es una teoría que se basa en la tasa de agotamiento a largo plazo del petróleo, así como de otros combustibles fósiles. Esta teoría predice que la producción de petróleo alcanzará cierto máximo y, a partir de este momento, caerá tan rápido como había crecido inicialmente. Se debe señalar que el factor limitante de extracción de petróleo es la energía requerida para ello y no el coste económico que conlleva.

2 Plan de Acción Nacional de Energías Renovables (PANER) 2011 – 2020.

El vehículo eléctrico y su infraestructura de carga

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