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Proceso de elaboración de una fórmula

1.Datos básicos del receptor:

•Sexo, edad.

•Ocupación.

•Estado actual; vive solo o en compañía.

2.Datos básicos del estado de salud:

•Problemas crónicos: en qué sistema se dan.

•Tratamiento en curso: medicamentos, suplementación, terapias suplementarias. Tiempo del tratamiento.

3.Conocer perfectamente qué desea obtener el usuario:

•¿Beneficios físicos?

•¿Beneficios emocionales?

•¿Ambos?

Esto nos indicará cuántas fórmulas hemos de elaborar, a través de qué interfaces aplicarlas y si las combinamos o las pautamos una tras otra.

4.Preguntas generales para determinar lo que realmente necesita según nuestro criterio como terapeutas:

•Cómo se relaciona con la sociedad: determinar si además necesita tratamiento mental/emocional, aunque no se haya solicitado.

•El problema que esté llevando en ese momento: ¿le impide realizar alguna otra actividad?, ¿le limita?

En este caso, los preparados deben ser cómodos y fáciles de aplicar.

•¿Duerme bien?

•¿Realiza alguna actividad fuera de casa?

•Algún tratamiento complementario que realice, ¿puede ser compatible con la aromaterapia?

5.Evaluar las disfunciones que presenta:

•Inflamación.

•Dolor.

•Picor.

•Congestión: respiratoria, linfática, circulatoria, mental…

Esto nos irá dirigiendo a los aceites esenciales y aceites vegetales más adecuados.

6.Determinar, teniendo en cuenta todo lo anterior, la/s vía/as de uso más adecuada/s: tópica, olfativa u oral.

7.Escoger los aceites esenciales más eficaces para tratar todas sus disfunciones.

8.Según la interfaz de uso, evaluar los riesgos personales y determinar el tiempo seguro del tratamiento.

9.Decidido lo anterior, revisar los aceites esenciales:

•Comprobar sus posibles riesgos como sustancia en sí.

•Comprobar los factores de riesgo y personales del salutante y eliminar los aceites esenciales no adecuados.

•Sustituir los aceites esenciales no adecuados por otros que sean más seguros y que cumplan con lo necesario para el tratamiento. A veces es necesario sacrificar la «potencia terapéutica» por la seguridad.

10.Crear la fórmula:

•Según la vía de uso y el envase o herramienta, decidir la concentración de aceites esenciales.

•Su edad, el problema a tratar, el tiempo de tratamiento y las características de los aceites esenciales —sobre todo sus riesgos— nos indican la concentración.

•Fijarse en la disfunción primaria a tratar. Nos dará respuesta al aceite esencial principal y sus «ayudantes».

•Formular sobre papel.

•Elaborar la fórmula.

11.Tratamiento:

Pautar el uso de las fórmulas por escrito: cuántos días, cuántas veces al día, intervalos de descanso.

12.Seguir la evolución del tratamiento:

Cuando trabajamos con la aromaterapia y la aconsejamos, el seguimiento de la evolución del receptor es básica, ya que dependiendo de muchas variables se puede dar la necesidad de ir modificando la dosis y la regularidad de uso. Daos cuenta de que no estamos trabajando con un medicamento que viene estrictamente dosificado en una píldora o en un vial. Estamos ofreciendo una sustancia volátil.

Si trabajamos a través de la vía aérea y la zona de difusión es mayor o menor, la concentración molecular en el aire también varía —y su resultado final en el individuo—.

Si en cambio hemos preparado una fórmula vía tópica, hemos de saber dónde echarla y las zonas corporales no tienen la misma composición a nivel celular. El grosor de las diversas capas influye en la velocidad de absorción, así como en el peso molecular de las sustancias que estamos mezclando.

Y si hablamos de la vía oral —no contemplada en este libro— la metabolización de cada molécula y su recorrido por nuestro organismo es diferente.

Por tanto, hemos de ir ajustando el tratamiento y para ello es imprescindible conocer la evolución de la salud del sujeto.

El arte y la ciencia de la formulación aromática

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