Читать книгу Creo que me enamoré - Andres Perez - Страница 9
ОглавлениеCapítulo 3
Cuando Rafa me asignó el reto todos se sentaron con mucha expectativa, de todos mis amigos fui el único que estaba de pie, lo pensé un rato y miré a mi alrededor. Vi todas las mujeres del lugar, una por una.
En medio de esta acción, me enmudecí por un momento, en el tercer piso de uno de los edificios cercanos, se encontraba el rostro de una mujer que me cautivó, vestía con una blusa de color naranja, sus cabellos sueltos al mezclarse con el aire hipnotizaron mi cerebro, salí temporalmente de la realidad, entré a una utopía donde quise habitar por siempre y no regresar nunca a la vida que poseía en esa etapa. Sus ojos, podría asegurar que eran los más bonitos que había visto jamás, el marrón claro se convirtió en ese momento en el mejor color de toda la existencia.
En ese instante, Rafa me codeó levemente, acto que me hizo volver a la realidad de forma brusca. En esa fracción de minutos sentí que el alma volvía a mi cuerpo, por fin reaccioné.
—¡Ya encontré a la chica! —Le dije desesperado por ir a hablarle.
—¿Ya? ¿Tan rápido? —Dijo Rafa muy tranquilo.
—Apresúrate.
—Tranquilo ya vamos, solo es una chica.
—¿Bromeas? Es una diosa.
Halé a Rafa del brazo y corrí en dirección a las gradas, hubiese sido una buena decisión tomar el ascensor pero jamás mi cerebro estuvo tan disfuncional como en ese momento. Traía a Rafa tropezándose por todas las gradas, empujando a todo aquel que se interpusiera en mi camino.
<<Ya casi, ya casi, ya casi>> repetí mientras subía aquellas interminables gradas.
Rafa me gritaba al ascender las escaleras, pero mi mente estaba tan concentrada en acercarse a aquella bella dama que no entendí nada de lo que decía. Por fin llegamos al piso en donde estaba, nos acercamos lentamente a su salón, se había metido, la podía ver dentro de él. No sé si su belleza era solo para mis ojos, pero al ver su cuerpo me pareció perfecto, a pesar de carecer una figura de cine, fue el más hermoso que había visto. No me hubiese importado ir a por ella pero no lo hice, una de sus compañeras se encontraba a fuera y acudí a ella por ayuda.
—Disculpa… ¿puedes decirle a esa chica que la estoy buscando? —Le pregunté señalando a la mujer que me cautivó minutos atrás.
—Claro —me contestó con cierto desconcierto.
Caminó en dirección a ella mientras mi corazón latía cada vez más fuerte. Tocó su hombro, y le dijo cierta frase que no la escuché por razón de la distancia. La esbelta mujer dirigió su mirada hacia mí y gesticulé con mis manos dando a entender que quería que se acercara. Se turbó un poco porque no me conocía, con cierta timidez se acercó poco a poco.
Sus ojos eran aún más bonitos al reducir la distancia cada vez más, me temblaron las manos y los bellos de los brazos se me erizaron. Pero tomé valor, con un poco de vanidad me arreglé el peinado y me decidí a hablarle.
—¿Sí? —Me dijo.
—Sí, disculpa… —me detuve unos segundos y continué—, sé que no me conoces, yo tampoco pero, hace rato estuve jugando con mis amigos y no pude evitar verte. Perdón por el atrevimiento pero eres muy bonita, quería saber si tú… no sé, podrías darme la oportunidad de conocerte.
—Hay —palabra que se mezcló con un suspiro y se sonrojó—. No lo sé… está bien, pero si te soy sincera, me das mucho miedo.
—Te entiendo, a mí también me dio mucho miedo hablarte. Pero aquí me ves, en frente de la mujer más linda de este lugar.
—Mientes —me dijo con timidez, característica hermosa de una buena mujer.
—En serio… —me detuve como queriendo llamarla por su nombre—, me dices tu nombre.
—Claro, me llamo Julissa ¿Y tú?
—Qué bonito nombre. Me llamo Andrés.
Fueron los halagos más difíciles de mi vida, pero sentía que valía la pena, no era fácil que una mujer me cautivara de esa manera, por las circunstancias en que tuvo origen nuestro encuentro, le di créditos al destino, asumí que debía inténtalo con ella, esta vez en serio.
—No sé si puedas —le dije—, pero me harías sentir muy bien si me das tu número telefónico. Prometo no ser muy intenso en el chat.
Lo pensó un momento hasta que asintió con la cabeza.
—Está bien anota.
Mientras extraía el celular de su cartera sonreía, y mientras más lo hacía, más me enamoraba, tanto que en tan poco tiempo quise rosar sus labios, hacerla mi mujer y no dejarla ir nunca de mi lado. Pero, debía esperar, luchar por tan anhelada meta, hacer lo que un caballero hace por una bella dama, ganarme su amor.
Desbloqueó su teléfono, miré de reojo su fondo de pantalla, relucía la foto de unos libros, esto hizo que tenga aún más puntos a favor. Encontró su número, regresó su mirada a la mía, tuve la suerte de reflejarme en sus ojos una vez más, fingí que su mirada no me causaba nervios y saqué también mi teléfono. Lo desbloqueé, nuevamente se dirigió hacia mí, anoté su número, al guardarlo coloqué su nombre y junto a él, un corazón, sentí el primer paso completado.
—Muchas gracias —le dije y al mismo tiempo Rafa gesticuló con su cabeza, indicando que el receso concedido por el docente había terminado.
—De nada, creo que tu amigo tiene prisa.
—Un poco, lo que pasa es que se nos terminó el receso y debemos volver al salón.
—Está bien, entonces, hasta pronto —se inclinó ofreciéndome su mejilla como acto de despedida.
Nos despedimos, sentí que su “hasta pronto” conmovió mi alma, dio a entender que en sus planes cotidianos, sí se podía agregar una cita entre los dos.
Rafa se adelantó, regresé hacia ella mi mirada por última vez, indicando que desde ese instante me causó encanto y un sentimiento pequeño pero muy bonito que suelen llamarle “me gustas”. Seguí a Rafa, mis demás amigos me esperaban en el patio, descendí las gradas pensando en lo que había pasado. Seguí a mi grupo hasta estar de nuevo dentro del salón.
Tomé asiento en mi pupitre, inmediatamente revisé WhatsApp para cerciorarme que el número que me entregó no haya sido erróneo, la aplicación tardó un poco en iniciarse, como si supiera que me encontraba en apuros, pero se inició por fin, presioné el ícono de contactos, la busqué, ahí estaba, mi corazón latió fuerte de nuevo al ver su nombre dentro de mis posibles chats. Mi deseo era ver su foto, pero para mi mala suerte se encontraba oculta, no sabría si en verdad era ella hasta emitirle mi primer mensaje.
En toda la mañana escuchaba a los profesores hablar sin parar, dentro de mi mente solo existía ella, sus ojos no abandonaban mi imaginación y por más que quise no pude dejar de recordar su imagen en aquel tercer piso. Quise concentrarme pero, todo fue inútil, me di por vencido, me entregué a su cálida estancia en todos los sentidos de mi cuerpo.
Sí, hubiese querido comunicarme con ella de inmediato pero no quería parecer un desesperado (cosa que ya parecía pero no quise que lo comprobara), decidí que dejar pasar un día antes de enviarle un mensaje sería prudente, seguí mi rutina diaria y al terminar mis clases me dirigí hacia Segovia. Al llegar a casa no hice más que ver su contacto una y otra vez, a pesar de no hablar con ella, con esto ya me hizo feliz.
Lo más difícil del día, aunque estuviera tan cansado como siempre, fue intentar dormir, no paraba de recordar todo lo que pasó horas atrás, me imaginaba escribiéndole por primera vez. No encontraba una posición exacta para conciliar el sueño, después de mucho rato sin poder dormir, el sueño pudo vencerme.
Desperté por un ruido, era el celular que sonaba sin parar, la alarma se había activado y mi día empezó.
Cuando terminé de ducharme y desayunar salí corriendo rumbo a la Universidad, con la esperanza de hablarle a la causante del insomnio de anoche, a pesar que el medio fuese el celular, para eso había que esperar unas horas puesto que aún no amanecía.
Salí de Segovia, el viaje se tornó eterno, las ventanas del bus aún estaban oscuras pero mi mente destellaba luces porque dentro estaba ella. Cuando llegué a la terminal de buses de Madrid tomé un taxi, llegué justo a tiempo a la primera hora de clases, vi mi reloj, mostraba las 7:05am, puse en mi agenda el propósito de iniciar la conversación vía celular a las ocho en punto, pensé que esa hora sería prudente. Sé perfectamente que todos estos detalles ella no los iba a notar, pero soy un hombre cauteloso.
Hasta que por fin llegó “la hora cero”, vi mi reloj y marcaba las 7:56am, así que sigilosamente extraje mi celular de la mochila, fui muy cuidadoso debido a que en el salón de clases es prohibido utilizar aparatos móviles. Lo desbloqueé e inmediatamente ingresé a WhatsApp, abrí su ventana de chat y escribí mi primer mensaje.
Traté de ser lo más atento posible, miré dos veces el mensaje y presioné el botón de enviar. Guardé rápidamente el teléfono, el corazón nuevamente se me aceleró, no era para menos, acabé de enviar el codiciado mensaje que tanto había planeado, esperé un tiempo sensato antes de revisarlo nuevamente y traté de entender de lo que se trataba la clase. Veinte minutos después hice el mismo proceso para adquirir el móvil, lo revisé, y sí, se encontraba una notificación por explorar. Me emocioné nuevamente y comprobé que el mensaje si era de ella.
Esperé un poco y respondí:
Esta conversación me alegró el día, salí de su ventana de chat, me percaté que esta vez su foto de perfil sí se podía ver, no permanecía oculta lo que significa que me agregó a su lista de contactos, me pregunté si también colocó un corazón al costado de mi nombre como lo hice yo, es poco probable pero, nada cuesta soñar. Amplié su fotografía y al verla le dediqué dos o tres suspiros, era muy bonita, era como si la cámara captara la belleza mejor que mis ojos.
Sé que es un poco apresurado pero quise que nuestro próximo encuentro fuese lo más rápido posible, así que sin temor a un rechazo, mencioné que me apetecía mucho verla otra vez.
Tardó un poco, pero respondió.
Al ocurrir esto no me lo podía creer, pasé en escasos minutos de ser un cero a la izquierda, a una cita en su agenda mental diaria. No me atreví a responderle, el hecho es que no hubo nada más que decir, en virtud de nuestra diminuta confianza, no intenté a emitir mensaje alguno al conseguir mi tan anhelada cita.
En el salón de clases hice todo menos concentrarme, ¿quién puede prestar atención al mundo cuando una primera cita lo espera? La mañana empezó recientemente así que la espera sería eterna hasta que la hora del almuerzo llegara, así que tuve que fingir atención por largo rato. Siempre he tenido la impresión de que si miro el reloj a cada instante, las horas pasan más lento, por esto, creé compromisos internos de no mirar el aparato mecánico por largos periodos de tiempo para de esta manera percibir que el tiempo transcurre con mayor rapidez.
Posterior a numerosos métodos para sentir que tiempo vuela, llegó el momento, el reloj marcaba las 12:48am, me preparé mentalmente para lo que se avecinaba, hasta que por fin el docente nos permitió salir.
Rafa preguntó si deseaba acompañarlo al almuerzo, pero me negué poniendo mi viaje a Segovia como excusa, en el fondo tenía planes más importantes a los cuales acudir. Caminé con mucha lentitud para que todos mis compañeros se adelantaran, para esto simulé que utilizaba el celular con toda mi atención, cuando vi a todos marcharse me dirigí hacia la puerta principal de la Universidad.
En la distancia, pude notar a dos chicas sentadas en una banca cercana a mi destino, el intransigente pero inevitable nerviosismo se apoderó de mí, las posibilidades de que una de ellas fuera la chica que tanto he pensado las últimas horas fueron muy elevadas.
Intenté caminar con lentitud y relajación. Me vi desde los zapatos para asegurar que me veía acorde a la situación, vestía una camisa de cuadros de color rojo vino, y un pantalón llano color café oscuro, combinaban perfectamente con mis converse, me arreglé el cabello y levanté la mirada. Divisé con mayor claridad, efectivamente, una de las chicas era ella, vestía unos jeans y una blusa de un celeste muy claro, le quedaba perfecto, tan bella, tan esbelta como la primera vez, quizá más.
Percató que mi llegada era inminente, se puso de pie al mismo tiempo que su acompañante, la que asumí era una amiga de confianza. Se despidieron con un beso en la mejilla, su amiga se marchó en dirección contraria a la mía, a escasos metros la vi completamente sola. El lugar se encontraba lleno de personas alrededor, pero en ese corto espacio de tiempo tan solo éramos ella y yo, no sé si en su mente pasaba lo mismo, pero en la mía solo existíamos los dos. Me acercaba cada vez más, no le quitaba la mirada de encima, cuando llegué me recibió con un beso de amigos, su mejilla era tan cálida que si un día roso sus labios conoceré el cielo sin abandonar la vida.
—Hola —me dijo—. He llevado rato esperándote.
—Lo siento, lo que pasa es que mi clase aún no terminaba —lo que no era cierto pero con algo tenía que defenderme.
—Bueno, lo que importa es que llegaste, te apetece ir a comer o quieres hacer algo más.
—Vamos a comer, además no soy de esta ciudad y no conozco lugares bonitos a los cuales ir.
—Bueno vamos, te cuento que tampoco soy de acá.
Cuando terminó esa corta charla pensé, si ella no es de esta ciudad ¿De dónde es? No me atreví a preguntarle en ese instante, preferí dejar esa conversación para cuando estuviéramos almorzando. Pregunté sobre su día y demás preguntas de cortesía.
Mientras caminamos hacia el restaurante que solía frecuentar, Julissa iba platicando sobre el odio que le tiene a su docente de inglés, entre tanto una parte de mi mente se hallaba ocupada intentando deducir a que ciudad pertenecía, me fijé en su manera de hablar, su físico, su vestimenta, lo que me llevó a concluir que venía de ciudad “Perfección”, la misma que no existe, así que me di por vencido. Llegamos a la puerta del local de comidas. En la puerta de cristal ubicaba al exterior colocaron el menú, lo empezó a analizar con la vista, no hice nada más que mirarla, para mí me resultaba un peligro quedarme viéndola, porque enamorarse tan repentinamente no estaba bien, sacudí levemente la cabeza e intenté mirar el menú junto con ella.
—Quiero este combo de aquí —me dijo señalando una imagen del menú.
—Se ve muy bueno —mencioné sin mirar bien de qué se trataba.— También quiero ese.
—Bien.
—Bien.
Subimos el escalón del restaurante al mismo tiempo, y nos dirigimos a la mesa más bonita del lugar, mientras ella colocaba su saco en la parte de atrás de la silla el mesero acudió a nuestra mesa.
—Buenas tardes —expresó el mesero con una voz muy educada—. ¿Qué van a ordenar?
—Bueno… —dije destinando mi mirada hacia él—. Nos ayuda con dos combos uno por favor.
—Dos combos uno, —repitió el mesero en voz baja mientras anotaba en su libreta— perfecto, ¿algo más?
Regresé mi mirada a Julissa que también hizo lo mismo.
—No, nada por el momento, gracias.
—Muy bien, les pediré que aguarden un momento —se marchó y nos quedamos solos.
Julissa empezó a mirar la decoración ambigua del restaurante, en él se situaban copias de pinturas de grandes artistas, entonces señaló una en específico y me dirigió la mirada.
—¿Ves esa pintura de ahí? —Preguntó, señalándola con su dedo índice.
—Claro, ¿qué tiene?
—Una vez, cuando era niña, mi madre compró una copia de esas, la colocó en la sala, era su más grande adoración, durante años recorrió más de mil tiendas sin encontrarla, cuando lo hizo, convocó una reunión a la cual asistimos solo mi hermano y yo, donde ella inauguró oficialmente el lugar de su nueva adquisición en la sala. Tiempo después, con mi hermano jugábamos fútbol en la sala, una mala jugada nos hizo romper aquel cuadro —suspiró—. Nunca vi a mi mamá tan enojada, no nos cocinó un día y medio, sí que nos portamos mal. Han pasado como siete años y creo que aún me guarda resentimiento —colocó sus brazos en la mesa y reposó su quijada en estos.
Vi que ese recuerdo la doblegó levemente, lo único que se me ocurrió fue acariciar su cabello en actitud protectora, iba a darle palabras de aliento, pero fui interrumpido por el mesero que llegó con nuestra orden. Situó los dos platillos en la mesa y se marchó.
—Se ve muy rico —dije con intención de levantarle los ánimos.
—La verdad es que sí —indicó mientras agarraba los cubiertos.
La preparación de la comida estuvo excelente de modo que no hubo mucho tiempo para charlar, por ende los silencios tampoco eran del todo incómodos. Hasta que me pidió algo que no me esperaba.
—Andrés, me explicas cómo fue que tuviste el valor para hablarme por primera vez, lo siento, es que fue muy raro.