Читать книгу La espiritualidad del subdesarrollo - Andrés Felipe Manosalva Correa - Страница 9

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INTRODUCCIÓN

En 1956, un boletín de Acción Cultural Popular (ACPO) indicaba que millones de trabajadores del campo en Colombia eran analfabetos, tenían una alimentación deficiente, dormían en habitaciones antihigiénicas, usaban sistemas de cultivos rudimentarios, estaban sin medios para educar a sus hijos, trabajaban en tierras estériles, carecían de agua potable, sufrían enfermedades y eran víctimas de acaparadores, prestamistas y usureros.1 Sin embargo, a pesar de este difícil panorama, para el sacerdote fundador de ACPO, José Joaquín Salcedo, la pobreza de esta población se explicaba por su falta de conocimiento y su “carencia de actitudes orientadas hacia el éxito de la vida”.2 Este tipo de diagnóstico fue una constante en el semanario El Campesino, periódico católico que hacía parte del proyecto de ACPO y que pretendía estar al servicio de los hombres y mujeres del campo. Como veremos, otros órganos de prensa católica, entre ellos El Catolicismo y la Revista Javeriana, también abrieron espacio en sus páginas para expresar sus análisis respecto a la situación no solo de los trabajadores del campo, sino de los trabajadores en general.

Este libro se ocupa de las representaciones de los trabajadores en la prensa católica colombiana entre 1958 y 1981. Con base en el semanario El Campesino, el periódico El Catolicismo y la Revista Javeriana, me concentro en los discursos acerca de los trabajadores rurales y urbanos con el fin de dar cuenta del ideal de trabajador de la institución eclesiástica del catolicismo, no solamente en el tiempo de trabajo, sino también en su tiempo de ocio.3 De este modo, me propongo dilucidar el tipo o tipos de colombiano rural y urbano promovidos por la Iglesia a comienzos de los años sesenta, un momento histórico crucial, pues a la vez que el Concilio Vaticano II (1962-1965) redefinió la doctrina católica, nos encontrábamos en la Guerra Fría, y en el país surgieron y se profundizaron diferentes problemáticas que se mantienen hasta el presente.

La importancia de la Iglesia católica a lo largo de la historia de Colombia es evidente, no solamente en cuanto a su papel religioso, sino por su intervención en asuntos sociales, políticos y económicos de distinta índole.4 Para nadie es un secreto que miembros de la jerarquía eclesiástica han hecho parte de familias influyentes a nivel político y económico, que la institución ha tenido y aún tiene universidades y colegios propios, que la población católica ha sido la mayoritaria a lo largo de la historia del país y que la legislación colombiana ha sido a menudo favorable al catolicismo. Además, su liderazgo ha aparecido en coyunturas clave de los siglos XIX y XX, como las guerras civiles, la Regeneración, el Concordato (que legaliza su intervención), las reformas impulsadas por la Revolución en Marcha de Alfonso López Pumarejo, el periodo de La Violencia, el gobierno de Gustavo Rojas Pinilla y la instauración del Frente Nacional, entre otros escenarios.5 Un sector tan importante de la población como el de los trabajadores no fue ignorado por la Iglesia, sus problemas fueron considerados y discutidos públicamente de diferentes maneras, incluyendo, por supuesto, herramientas como las revistas y periódicos.

La prensa tuvo un papel muy importante en la formación de la opinión pública, pues fue ventana de debate entre las diferentes corrientes políticas del país.6 Por lo general, los jefes de los periódicos tuvieron una fuerte cercanía o hicieron parte de algún partido político. Casos típicos fueron el periódico El Tiempo y El Siglo, el primero de filiación liberal y de propiedad de la familia Santos, y el segundo de filiación conservadora y de propiedad de los Gómez.7 De manera que tener un órgano de difusión fue una prioridad para instituciones como los partidos políticos, los movimientos sociales o para la misma Iglesia católica, la cual estaba enfrentando un proceso de mutación religiosa propio de América Latina en la segunda mitad del siglo XX.8 La Iglesia buscó un apostolado más cercano a la población y la prensa fue una de sus estrategias para lograrlo.

El Catolicismo y El Campesino fueron los dos órganos de prensa de la Iglesia con mayor circulación en el país. Su contenido no se limitaba a la instrucción religiosa, sino que tenía un alto contenido acerca de la vida política, económica y social del momento. El Catolicismo pertenecía a la Arquidiócesis de Bogotá y El Campesino, al proyecto de educación rural que tuvo la Iglesia con ACPO. Por su parte, la Revista Javeriana era editada por la Compañía de Jesús. Esta revista fue considerada el órgano intelectual más importante de la Iglesia, ya que contenía un amplio material analítico sobre aspectos sociales, económicos y políticos, sus artículos eran rigurosos y extensos y cada edición contenía comentarios sobre asuntos nacionales e internacionales de actualidad.9 Si bien su difusión no fue tan amplia, puesto que estaba más dirigida al sector religioso y académico, tuvo también repercusión sobre el movimiento social.10

Vistos en conjunto, estos tres órganos de prensa brindan una perspectiva amplia de las operaciones de la Iglesia dentro de diversos grupos de población: un periódico rural —El Campesino—, que pertenecía a un proyecto de educación para el campesinado;11 un periódico perteneciente a uno de los distritos eclesiásticos más importantes del país, como la Arquidiócesis de Bogotá —El Catolicismo—;12 y una revista de una orden religiosa del prestigio de la Compañía de Jesús —la Revista Javeriana—.13

Los asuntos estudiados en este libro comienzan en 1958 y finalizan en 1981. Tomé 1958 como punto de partida porque en ese año se fundó el semanario El Campesino, el cual contiene abundante información acerca del tema. Además, dicho año ofrece un momento de cambio político en el país, con la finalización de la dictadura militar (1953-1958) y el inicio del denominado Frente Nacional (1958-1974).14 Así mismo, en este periodo de más de dos décadas, el contexto internacional hace que confluyan el discurso desarrollista y el anticomunismo propio de la Guerra Fría, el cual se agudizó con la Revolución cubana (1959). A estos dos últimos episodios la prensa católica se refirió de manera constante. Adicionalmente, se presentó el hecho católico más importante del siglo XX: el Concilio Vaticano II (1962-1965); este evento trajo transformaciones importantes en la doctrina social de la Iglesia y permitió un cambio en el lenguaje y en el relacionamiento con otras religiones y cosmovisiones a nivel general.15 Respecto a este acontecimiento, fue importante observar cómo cambió el discurso, en algunos casos, de la prensa católica abordada durante y después del concilio. Por otro lado, estos años tuvieron gran importancia tanto para el campesinado como para las organizaciones de trabajadores en general, ya que se presentan, entre otras, una nueva ley de reforma agraria (1961), grandes desplazamientos de mano de obra del campo a la ciudad, fuertes movilizaciones, huelgas y paros que tienen su punto álgido en el año 1977, lo que llevó a la prensa a pronunciarse respecto a estos hechos. Se puso como límite temporal el año de 1981 pues aparecen nuevos lineamientos de la doctrina social de la Iglesia con la encíclica Laborem exercens, del papa Juan Pablo II. Así mismo, la jerarquía eclesiástica colombiana comienza a alertar sobre la existencia de nuevos y graves problemas en el país que hacen virar la atención de la prensa hacia estos.

En el presente libro respondemos a la pregunta de cuáles eran las representaciones que hizo la prensa católica de los trabajadores rurales y urbanos en Colombia, con el ánimo de entender los proyectos de trabajador que se estaban planteando desde la oficialidad de la Iglesia católica. Se hace referencia a la oficialidad y a proyectos de trabajador (en plural) porque, como veremos más adelante, la Iglesia no ha tenido solamente una postura, sino que dentro de su estructura hay diferentes voces, debates e incluso contradicciones.16 Por ello fue necesario abordar más de un órgano de prensa. Lo anterior requirió del análisis de lo que se consideró como trabajo y ocio, porque las representaciones también hicieron referencia al uso del tiempo libre. Por otra parte, fue necesario analizar el discurso de la prensa, observando en este su contenido social, económico y político, pues en los artículos de opinión, noticias, imágenes, relatos, entre otros, se evidenció una aglomeración de voces, entre las que se encontraban poderes políticos y económicos tanto nacionales como internacionales.

En lo relativo a los asuntos teóricos, el principal referente para esta investigación fue Antonio Gramsci, quien proporciona una base teórica adecuada para el abordaje de la prensa, la religión y sus instituciones.17 A partir del concepto de hegemonía se observó cómo desde una institución religiosa se aplicaron, sobre los trabajadores, ideas particulares articuladas con otros sectores hegemónicos de la sociedad.18

La hegemonía es el liderazgo de una clase social o grupo de clases sobre otra en términos ideológicos y culturales. Esta se compone tanto de la coerción, que es el uso de la fuerza para lograr fines determinados, como del consenso, que es la aceptación e interiorización de la ideología y la cultura dominantes por medio de la persuasión a un grupo o grupos sociales dominados. La hegemonía no es posible solo con la coerción (lo cual sería dominación) o solo con el consenso: requiere ambas.19 Este proceso es liderado por una clase social o bloque de clases que, con la ayuda de diferentes instituciones, adscritas o no al Estado, llevan a cabo un proceso constante de construcción de hegemonía. Son típicas instituciones de coerción las fuerzas militares y de policía, junto con los órganos judiciales, mientras que más amplias y diversas son las encargadas del consenso: la escuela, la universidad, los partidos políticos, los centros culturales y, por supuesto, los medios de comunicación y la Iglesia.

La hegemonía requiere una conexión entre la clase dirigente y los dirigidos, es decir, debe existir cierta afinidad cultural, cierta identificación que haga posible el consenso. Para Gramsci, el tema de la lengua y el lenguaje era muy importante, pues de este modo se podía acceder a las masas. Los periódicos eran herramientas útiles para dichos propósitos. Frente a esto, Gramsci señalaba:

El hecho de la hegemonía presupone indudablemente que se tomen en cuenta los intereses y las tendencias de los grupos sobre los cuales la hegemonía será ejercida, que se forme un cierto equilibrio de compromiso, esto es, que el grupo dirigente haga sacrificios de orden económico-corporativo; pero también es indudable que tales sacrificios y tal compromiso no pueden afectar a lo esencial, porque si la hegemonía es ético política, no puede dejar de tener su fundamento en la función decisiva que el grupo dirigente ejerce en el núcleo decisivo de la actividad económica.20

En el caso de El Campesino, por ejemplo, es evidente que el uso de las palabras fue poco complejo, hubo aportes periodísticos desarrollados por el propio campesinado y afirmaciones repetidas sobre el papel del semanario en la defensa de los intereses de los habitantes del campo, lo que podía llevar a una mayor identificación del lector con la dirección del periódico católico.21

Vale agregar que la hegemonía es la compleja interacción entre la base económica y la superestructura en manos de una clase o grupo de clases para favorecer sus intereses. Los elementos que intervienen en ella son denominados por Gramsci bloque histórico.22 De este bloque hacen parten los medios de comunicación, como la prensa, e instituciones, como la Iglesia, los cuales desempeñan un papel fundamental en la reproducción de la base económica. Pero hay que señalar que estas instituciones no son homogéneas, pues se pueden evidenciar en estas resistencias de agentes subalternos.23

Para Ernesto Laclau y Chantal Mouffe es importante observar cómo las luchas por la hegemonía traen consigo articulaciones diversas entre diferentes grupos para enfrentar otros grupos antagónicos.24 Las instituciones no necesariamente hacen parte de una articulación particular, sino que dentro de ellas puede haber grupos con diferentes intereses que se articulan con otros. En la Iglesia católica, por lo tanto, pueden haber diferentes articulaciones, por un lado, de quienes ejercen la hegemonía a favor de sectores políticos y económicos particulares y, por otro, del lado del sector antagónico, de quienes se oponen a los primeros.25

Abordar dicho proceso desde el punto de vista de la hegemonía permite analizar no solo el aspecto sociocultural, sino también su relación constante con la base económica. Es crucial prestar atención a la concepción dialéctica, en la que se entiende que, aunque un discurso sea en apariencia estrictamente económico, contiene aspectos políticos, sociales o culturales, de la misma manera que un discurso político comprende otras dimensiones. Cuando se representa al trabajador o se apuesta por una idea de ocio o de trabajo, se está poniendo en consideración no solo lo social o económico, sino también lo político y cultural.26 Para el objetivo de esta investigación se puede observar que la promoción de un determinado tipo de individuo rural y urbano requiere una constante campaña, que tiene efectos en lo político y económico. Así, las representaciones que tienen los lectores se buscan transformar y moldear, pero este proceso no es automático: hay resistencias, los lectores no son actores pasivos y únicamente receptores, sino que interactúan con el medio impreso y pueden influir en él.

La hegemonía no es posible sin la labor de los intelectuales, pues tanto en las instituciones de tipo religioso como en la prensa se desarrolla una constante elaboración intelectual. Desde la perspectiva gramsciana, en las clases o grupos de clases se generan los agentes encargados de esta labor, quienes son los que teorizan y buscan organizar los procesos productivos, sociales o culturales: “El empresario capitalista crea junto con él al técnico de la industria, al científico de la economía política, al organizador de una nueva cultura, de un nuevo derecho, etcétera, etcétera”.27 Los intelectuales entonces son agentes necesarios para la reproducción de determinado sistema económico, pues no se requiere solamente a los que piensan la organización económico-social, sino también a quienes legitimen dicha organización, de otro modo no podría ejercerse la hegemonía.28

Gramsci indicaba que uno de los grupos típicos de intelectuales eran los eclesiásticos, quienes, por un largo periodo (el feudalismo e incluso después) habían desarrollado la ideología religiosa, la filosofía, la ciencia y, así mismo, monopolizaron y organizaron la escuela, la justicia, la asistencia, entre otros.29 Como es bien sabido, la Iglesia en Colombia ha intervenido en el sector educativo, ha sido un agente cultural y ha tenido influencia en la generación de opinión, por tanto, se considera que su papel intelectual fue clave en el periodo de estudio de esta investigación.

Vale recalcar que los intelectuales no son monopolio de una clase social específica, sino que surgen en cualquiera de ellas. Los intelectuales entonces no tienen una labor pasiva y neutral frente a los procesos sociales, sino que ellos desarrollan la ideología y organización de la clase que representan. Para el caso de este libro se observó el papel de los intelectuales dentro de la prensa, lo que nos sirve para mostrar el rol que cumplió la institución en este proceso.

Adicionalmente, con base en las ideas de Émile Durkheim y Serge Moscovici, se desarrolló el concepto de representación para el conjunto de ideas que se tenían desde la prensa católica acerca de los trabajadores. La prensa representó a los trabajadores de determinadas maneras, caracterizándolos a partir de su género o su espacio de trabajo (rural o urbano).

Durkheim desarrolló el concepto a finales del siglo XIX en su obra Las reglas del método sociológico, donde expuso qué era y qué no era lo social, generando una frontera con lo biológico y lo psicológico.30 En primer lugar, desarrolló la idea del hecho social, que tiene que ver con las ataduras que vienen de afuera del individuo, formas de sentir y de pensar que son externas, generadas desde lo social e independientes de manifestaciones individuales. Los hechos sociales son anteriores a un individuo particular y por tanto se imponen más allá de sus resistencias individuales. A partir de lo anterior, y en segundo lugar, Durkheim desarrolló el concepto de representación social, el cual proviene de las condiciones en las que se encuentra el cuerpo social y por tanto son de carácter colectivo: emociones y tendencias colectivas. Las representaciones sociales, por tanto, se generan a partir de hechos sociales, cosas que están en lo social y que se les otorga un sentido o significado social. La representación es, entonces, la idea colectiva que hay sobre determinado hecho social, sin que necesariamente se haya adquirido a través de un método científico o un acercamiento riguroso, y es diferente de una representación individual. El sociólogo francés enfatiza en la diferencia entre lo colectivo respecto a lo individual, pues este último no es una simple sumatoria. Dice Durkheim: “Para comprender la manera en que la sociedad se representa a sí misma y al mundo que la rodea, es la naturaleza de la sociedad y no la de los particulares lo que hay que considerar”.31 Siguiendo esta idea, ¿podríamos hablar de una representación individual de la Iglesia? No, esta no es una persona, es un grupo de ellas que responde a un sector o a diferentes sectores de la sociedad, por consiguiente, tiene y exhibe representaciones de lo social.

Por otro lado, Moscovici recoge en parte las ideas de Durkheim, pero las dota de un mayor diálogo entre lo colectivo y lo individual, relacionando lo psicológico con lo social.32 El autor cuestiona que la concepción de Durkheim es muy amplia, pues pretende abarcar todo lo que se considera social, por lo que Moscovici aduce que es difícil determinar representaciones colectivas de lo religioso, científico, mítico, entre otros elementos, pues estas son heterogéneas y no pueden definirse con solo algunas características generales. Más bien señala que se deben entender como formas específicas de comprender y comunicar lo que sabemos.

Para Moscovici las representaciones son fenómenos que necesitan ser descritos y explicados, pues están relacionados con formas particulares de entender y comunicar la realidad.33 Por eso los cataloga como producciones sociales, pero se diferencia de Durkheim en que estas se configuraban a partir de una construcción social donde los individuos son en conjunto productores de ideas acerca de objetos, comportamientos, realidades, entre otros.34

Por su parte, Wolfang Wagner, Nicky Hayes y Fátima Flores,35 inspirados en Moscovici, le dan al aspecto social y cultural una fuerte relevancia. En primer lugar, situados en la teoría de las representaciones sociales, estos autores afirman que detrás de las representaciones individuales existe un trasfondo social amplio que tiene una trayectoria histórica de larga duración. Las concepciones del mundo, del trabajo, del ocio, son cosas que vienen construyéndose socialmente y que se sitúan en lo individual de una manera constante y también cambiante.

La representación social se caracteriza por ser una especie de imagen en la que operan lo estructural, lo cognitivo, lo afectivo, lo metafórico, entre otros. Cuando se habla de lo estructural, los autores se refieren a una descripción que contiene una red de afirmaciones sobre determinado tema, problema, objeto u otro asunto de relevancia social que forma un “constructo parecido a una teoría”.36 Lo afectivo también está presente, pues desde lo metafórico e icónico, que en muchas ocasiones remplazan el lenguaje, hay relaciones que afectan a los individuos en su cotidianidad.

Siguiendo con lo anterior, la representación no es una proposición, sino más bien un intricado más complejo donde lo simbólico también se incluye en las representaciones que median entre el individuo y el grupo social. La representación, por tanto, no surge de la observación directa de objetos o fenómenos, sino que se produce gracias a la relación que hay entre el individuo, la sociedad y lo que es representado. Al representar una forma de comportamiento, no se tiene en cuenta solo lo que determinada persona observa, sino cómo lo observa y por qué lo observa de esa manera, por lo que se tiene en cuenta que el pensamiento está mediado por un contexto. Dicen Wolfang, Hayes y Flores: “Existen gatos y gatos sagrados, bloques de apartamentos y edificios majestuosos”.37

Estas representaciones tienen efectos pragmáticos, pues no solo se trata de la existencia de la representación, sino que esta puede tener consecuencias sobre las interacciones sociales entre grupos, sobre formas de comportamiento individuales y colectivas, o en el acercamiento o alejamiento de otros grupos o instituciones sociales, así como afirma la identidad y justifica la discriminación. Concluyendo con una mirada amplia sobre el asunto, dice Dan Sperber:

El término “representación social” identifica el proceso del origen, cambio y elaboración de la descripción icónica […] de las cosas en el discurso de los grupos sociales. […]. Utilizando la analogía de la expansión de una enfermedad, podemos hablar de un proceso epidemiológico, en el curso del cual, nuevas o cambiadas representaciones sociales llegan a establecerse en el sistema de conocimiento de los miembros de un grupo.38

Al hablar de las representaciones, se puede observar cómo desde la materialidad de la prensa católica se exhiben ideas específicas sobre el trabajador rural y urbano, y sobre el uso de su tiempo libre. Como ya indiqué, no es mi objetivo analizar las representaciones generadas por los habitantes urbanos o rurales, ni cómo estas se desarrollan, sino específicamente las que la prensa católica emite en sus páginas: el interés está en la prensa y su mensaje. Es importante señalar que estas representaciones fueron elaboradas en la prensa usando dos vías: una primera, para evidenciar la situación de los trabajadores o sus características reales, fueran estas positivas o negativas; y la segunda, para promover un modelo ideal o un deber ser de ellos. No pretendo señalar que había una sola realidad de la situación en concreto, sino que se presenta lo que para la prensa era la situación real.

Por otro lado, para la prensa católica, la idea de desarrollo y subdesarrollo fue clave en las representaciones que se hicieron sobre sobre los trabajadores, por tal razón, fue necesario considerar estos conceptos desde la mirada crítica de Arturo Escobar y Theotônio dos Santos.39

Surgido después de la Segunda Guerra Mundial en Estados Unidos y en Europa, el concepto desarrollo se instaló en las agendas públicas internacionales. Se partía de la idea de que “producir más era la clave para la paz y la prosperidad”.40 Desde los países industrializados e instituciones internacionales, como la ONU o el Banco Mundial, se establecieron los lineamientos de acción.41

Del desarrollo se desprendía el concepto de subdesarrollo, el cual se planteó como una fase previa del primero. La idea en concreto era que los países denominados subdesarrollados siguieran las acciones que llevaron a los países desarrollados a industrializarse. Estas eran: modernizarse a nivel tecnológico, educar a su población y promover el conocimiento. El antropólogo Arturo Escobar indicó que dicho propósito resultaba altamente ambicioso, pues consistía en “crear las condiciones necesarias para reproducir en todo el mundo los rasgos característicos de las sociedades avanzadas de la época”.42 Se trataba de “trasplantar el árbol de la ciencia y la investigación de los países desarrollados a los subdesarrollados”.43 Por su parte, Theotônio dos Santos afirmaba que “era imposible esconder la evidencia de que se consideraba la sociedad moderna, que naciera en Europa y se afirmara en los Estados Unidos de América, como un ideal a alcanzar y una meta sociopolítica a conquistar”.44

Esta idea, al convertirse en hegemónica en los círculos de poder mundiales, permitió la puesta en marcha a nivel internacional de diferentes programas económicos que tenían como fin buscar la manera de que las naciones subdesarrolladas transitaran al desarrollo,45 pues este se había convertido “en una certeza en el imaginario social”.46 Había que adoptar los valores y actitudes propios de una racionalidad económica moderna que permitiera la productividad, el ahorro y la inversión.47 Lo anterior se evidenció en la prensa católica, pues en El Campesino, como veremos más adelante, se llamaba la atención en aumentar la producción y educar a la población para lograr el tan anhelado desarrollo. De forma similar se expresaron la Revista Javeriana y El Catolicismo. Este último tuvo como eslogan, entre 1966 y 1970, la frase “Un semanario moderno para una Colombia en desarrollo”.

Esta idea de desarrollo contó con detractores que buscaron explicar las razones por las cuales no era posible llevar a cabo el transito tal como lo explicaban sus exponentes. La teoría de la dependencia, desarrollada en contra del eurocentrismo del desarrollismo, argumentaba que el subdesarrollo era parte inherente a la expansión de los países industrializados, que tal subdesarrollo no era una fase previa o primera condición para alcanzar el desarrollo y que existe una dependencia que imposibilita la transformación de las economías periféricas.48 Por tanto, las relaciones entre los países industrializados con los periféricos eran asimétricas, dejando en desventaja a los segundos.49

No me interesa, sin embargo, ahondar en las teorías que refutaron las ideas desarrollistas del periodo. En cambio, hay que anotar que la respuesta que dio la prensa frente a la frustración del poco avance a nivel económico y social no tuvo en cuenta las críticas al desarrollismo, más bien, en las representaciones expuestas en la prensa católica surgió la idea de una espiritualidad del subdesarrollo, en la que señalaba la falta de voluntad de la población trabajadora colombiana para que, bajo su propio esfuerzo, se superara, pues no adoptaba las actitudes necesarias para ello. Se puso en hombros de la población el fracaso, bajo argumentos como la pereza, el excesivo descanso y la falta de iniciativa o emprendimiento.50 La lógica desarrollista impulsada en el periodo permitió la conformación de estas representaciones sobre los trabajadores y el ocio. En términos gramscianos, la batalla cultural desde las clases hegemónicas tuvo éxito en promover la idea de la infalibilidad a nivel teórico del desarrollo; los que fallaron, bajo esta idea, fueron los propios trabajadores.

Los aportes de Teun van Dijk, con el análisis crítico del discurso (ACD), fueron útiles para los aspectos metodológicos que guiaron esta investigación. Esta herramienta propone observar el modo en que el abuso de poder, la desigualdad o el dominio son practicados y promovidos en los discursos, así provengan del Estado, los medios de comunicación, la escuela, la universidad o las instituciones religiosas. Para el ACD, el discurso está relacionado con el poder, pues permite que mediante su uso se promuevan comportamientos, pensamientos y se legitime la conservación de órdenes sociales, jerarquías y la hegemonía de grupos particulares. Aunque el discurso puede dirigirse por parte de grupos subalternos, son los grupos hegemónicos quienes tienen acceso a los lugares más influyentes para su realización.51

Vale señalar que la prensa contiene textos y contenidos que son de diferentes características. Hay noticias informativas, columnas de opinión, crónicas, extractos literarios, caricaturas políticas, tiras cómicas, publicidad, fotografías, entre otros. Al hablar de discurso periodístico nos centramos, en su mayoría, pero no únicamente, en la noticia y la columna. La primera de ellas es aquella definida como un informe periodístico que ofrece nuevas informaciones sobre sucesos recientes. La segunda es donde se expresan opiniones sobre determinado tema o suceso, por parte de los directores del periódico o invitados, aunque las noticias pueden también incluir opiniones. Así mismo, los demás contenidos de la prensa son susceptibles de ser analizados y fueron tenidos en cuenta, como, por ejemplo, relatos literarios o informes de estilo académico.

El análisis de la prensa se hizo teniendo en cuenta dos aspectos claves: primero, el contexto del emisor para determinar los intereses y las diferentes voces dentro del discurso; y, segundo, el interés pragmático, es decir, lo que buscaba lograr en términos concretos la prensa.52

El uso de determinadas palabras combinadas con otras y la relevancia de unos hechos sobre otros en la prensa son asuntos cruciales. Esto permitió acercarse, como lo señala Van Dijk, a “las suposiciones tácitas y las creencias del hablante escritor”.53 Se tiene en cuenta el uso de adjetivos sobre determinados sujetos, el uso de comillas para distanciarse de la voz de algún personaje, así como el uso de metáforas. Sobre la materia dice el pensador neerlandés: “La elección de palabras específicas puede señalar el grado de formalidad, la relación entre los participantes en el habla, la inserción institucional o grupal del discurso, y en especial las actitudes y, en consecuencia, las ideologías del hablante”.54

Por último, Van Dijk es vehemente al señalar que, “desde el punto de vista ideológico, la noticia promueve implícitamente las creencias y opiniones dominantes de grupos de la élite en la sociedad”.55 A esto se le agrega que también hubo interés en las omisiones de la prensa, pues temas álgidos del periodo histórico, como ciertas huelgas de trabajadores o asuntos como la teología de la liberación, son casi completamente ignorados por El Campesino y El Catolicismo. Es decir, lo que no se dice también permite entender al medio y a su dirección.56

Vale indicar que las noticias, artículos de opinión, crónicas, relatos u otros textos utilizados como fuente principal para esta investigación se seleccionaron con base en la consulta de la totalidad de ediciones de los tres órganos entre junio de 1958 hasta finalizar 1981.

Este libro está compuesto por tres capítulos, titulados, respectivamente, “Trabajo”, “Trabajadores” y “Ocio”. En el primero se reflexiona acerca del trabajo a nivel teórico, posteriormente, se indaga por este mismo concepto en la doctrina social de la Iglesia y, de este modo, se entra de lleno en el análisis de la posición de los órganos de prensa frente a este concepto. El segundo capítulo le ofrece al lector un acercamiento teórico y desde la doctrina social de la Iglesia acerca del concepto de trabajador, y, ya en el análisis de la prensa, se aborda, en un primer lugar, a los trabajadores rurales y, en segundo lugar, a los trabajadores urbanos. El tercer y último capítulo tiene la misma estructura que el primero: se hace un abordaje del concepto del ocio desde lo teórico, desde la doctrina social de la Iglesia y desde la prensa católica.

Para cerrar, es preciso señalar que en todos los capítulos se citaron algunos textos completos de noticias, relatos, columnas de opinión, entre otros, con el fin de que el lector acceda de primera mano a algunos ejemplos de cómo la prensa estaba abordando el trabajo, los trabajadores y el ocio.57 También se ofrecen fotografías, caricaturas y otras imágenes para que el lector entre en contacto con la materialidad.


Este libro no hubiera sido posible sin los importantes aportes de Amada Carolina Pérez y Álvaro Oviedo Hernández, quienes dirigieron esta investigación cuando cursaba el Doctorado en Ciencias Sociales y Humanas en la Pontificia Universidad Javeriana, a ellos mis mayores agradecimientos. Muchas gracias también a Miranda Linda, Gregorio Alonso, Jefferson Jaramillo, Gloria Marciales, Vladimir Núñez y sobre todo al padre Jorge Enrique Salcedo, grandes académicos que aportaron a mi formación y a este trabajo. Agradecimientos especiales a mis colegas y amigos Cristian Acosta Olaya y Sergio Ospina Romero, que se tomaron el trabajo de hacerme valiosos comentarios y sugerencias. A mi madre, Nohra Correa Aristizábal, le agradezco su incondicional apoyo, pues además de haber sido, en su momento, lectora de El Campesino y El Catolicismo, también se tomó el trabajo de leer y comentar el contenido de este libro.

1 Acción Cultural Popular fue un proyecto de industria cultural afiliado a la Iglesia católica colombiana que se implementó en las zonas rurales del país. Su principal modo de acción era la educación por medio de la radio, con la emisora Radio Sutatenza. Este proyecto nació en el contexto de una Iglesia preocupada a nivel mundial por los asuntos sociales, producto del impulso producido por la encíclica Rerum novarum (1891). Para profundizar en este tema, véase Acción Cultural Popular, Acción Cultural Popular: principios y fundamentos teóricos. Guía introductoria al conocimiento de ACPO (Bogotá: Andes, 1978); Hernando Bernal Alarcón, “Radio Sutatenza: un modelo colombiano de industria rural y educativa”, Boletín Cultural y Bibliográfico 46, n.º 82 (2012): 5-42.

2 Acción Cultural Popular-Escuelas Radiofónicas, Boletín de orientación, información para el representante parroquial, n.º 8 (Bogotá: 1956) (s. n.), citado en Sarmiento Moreno y José Rubens Lima Jardilino, “Acción Cultural Popular en los albores: la filosofía del movimiento pedagógico y la educación popular en Colombia”, Eccos Revista Científica 9, n.º 2 (diciembre de 2007): 411.

3 La institución eclesiástica del catolicismo hace referencia a los miembros del clero, es decir, quienes recibieron el sacramento del orden; mientras que cuando se habla de Iglesia católica se incluye a sus fieles, así no sean diáconos, presbíteros u obispos. Sin embargo, para efectos de este libro, cuando utilicemos la denominación Iglesia católica nos referiremos específicamente a la institución eclesiástica, salvo que se exprese lo contrario.

4 Frances Hagopian recopiló diferentes cifras que permiten observar la importancia e influencia de la Iglesia católica en Colombia, en comparación con otros países latinoamericanos. Centrándose en la segunda mitad del siglo XX e inicios del nuevo siglo, muestra que, por ejemplo, el número de sacerdotes en relación con la cantidad de población católica en Colombia ha sido uno de los más altos en todos los años que se referencian. Entre 20 países, en 1950 la proporción de sacerdotes solo fue superada por Ecuador y Chile; en 1984, solamente por Chile y Uruguay; en 1999 y 2001, Colombia subió al segundo lugar, superado solamente por Costa Rica. En cuanto a la relación entre el número de parroquias y feligreses, con datos de 2003, Colombia, entre los mismos 20 países, obtuvo el segundo lugar, pues por cada parroquia se calculan 10 438 feligreses. El primer lugar lo tuvo Ecuador, con 10 098. Véase Frances Hagopian, “Introduction: The new landscape”, en Religious Pluralism, Democracy, and the Catholic Church in Latin America (Notre Dame: University of Notre Dame Press, 2009), 1-66.

5 Al respecto, Ricardo Arias señala: “El protagonismo de la institución eclesiástica se explica no solo por las pretensiones de sus representantes que, desde muy temprano, han intentado organizar la sociedad colombiana a partir de un orden cristiano, sino también por una serie de circunstancias históricas. Entre ellas cabe resaltar la debilidad permanente del Estado, la cual, de una u otra manera, facilitó y —hasta cierto punto— legitimó las crecientes intervenciones del clero en las actividades más variadas de la sociedad colombiana. En este contexto, el catolicismo adquirió una importancia fundamental en la historia del país”. Ricardo Arias Trujillo, El episcopado colombiano: intransigencia y laicidad (1850-2000) (Bogotá: Ediciones Uniandes, 2003), 17.

6 Véase Darío Acevedo Carmona, Política y caudillos colombianos en la caricatura editorial, 1920-1950: estudio de los imaginarios políticos partidistas (Medellín: La Carreta, 2009); Carlos Mario Perea Restrepo, Cultura política y violencia en Colombia: porque la sangre es espíritu (Bogotá: La Carreta, 2009).

7 Eduardo Santos fue presidente de la república entre 1938 y 1942; mientras que Laureano Gómez lo fue entre 1950 y 1951. Este último fue elegido para el periodo 1950-1954, pero no lo pudo culminar.

8 Jean-Pierre Bastian se refiere al proceso por el cual nuevas iglesias de la vertiente protestante del cristianismo, sobre todo las pentecostales, comenzaron a ganar creyentes, en detrimento de la Iglesia católica apostólica y romana. Véase Jean-Pierre Bastian, La mutación religiosa de América Latina: para una sociología del cambio social en la modernidad periférica (México, D. F.: Fondo de Cultura Económica, 1997). En este proceso de mutación religiosa a nivel latinoamericano, Colombia se destacó por mantener una población católica significativamente alta, a pesar de la pérdida de feligreses. La población pentecostal o evangélica para el año 1993 era la tercera más baja de 20 países latinoamericanos, con un 5,4 %. Uruguay y Ecuador, con 3,8 % y 4,8 %, respectivamente, eran los únicos que lo superaban. Países como Chile y Brasil, para el mismo año, contaban con más de 30 % de practicantes evangélicos y pentecostales. Véase Hagopian, “Introduction: The new landscape”.

9 Dentro de la institución eclesiástica, han sido los miembros de la Compañía de Jesús quienes han hecho los mayores aportes académicos acerca de la historia de la Iglesia católica en Colombia. Véase José David Cortés Guerrero, “Balance bibliográfico sobre la historia de la Iglesia católica en Colombia, 1945-1995”, Historia Crítica 12 (junio de 1996): 17-28.

10 En 1944, la jerarquía eclesiástica creó la Coordinación Nacional de Acción Social Católica, y los jesuitas, responsables de la Revista Javeriana, fueron designados para dirigirla. Se establece allí la gran importancia de estas acciones para la lucha anticomunista. Álvaro Oviedo Hernández, Sindicalismo colombiano: Iglesia e ideario católico 1945-1957 (Quito: Universidad Andina Simón Bolívar-Corporación Editora Nacional, 2009).

11 El semanario El Campesino fue fundado en 1958, en el seno del proyecto de ACPO, convirtiéndose, después de la radio, en el segundo medio de comunicación más importante del proyecto de Educación Fundamental Integral, que se implementó en diferentes regiones del país, buscando mejorar las condiciones de la población rural por medio de la alfabetización y la capacitación. Como su nombre lo indica, El Campesino fue dirigido principalmente al campesinado, aunque también circuló en las grandes ciudades del país. Este fue el periódico católico más exitoso a nivel de tiraje en la historia de Colombia. Dejó de circular en 1990. Véase Andrés Manosalva-Correa, “Historia del semanario El Campesino: un periódico católico para el campesinado colombiano”, HiSTOReLo. Revista de Historia Regional y Local 12, n.º 25 (2020): 54-89, doi: https://doi.org/10.15446/historelo.v12n25.85003; José Arturo Rojas M., “El Campesino ‘un semanario al servicio y en defensa de los campesinos de Colombia’”, Boletín Cultural y Bibliográfico 46, n.º 82 (2012): 129-156.

12 El Catolicismo es uno de los periódicos vigentes más antiguos del país. Fue fundado en el año 1849 por el arzobispo de Bogotá, Manuel José Mosquera, con el subtítulo “Periódico relijioso, filosófico y literario”. Para profundizar en la historia del periódico, véase Antonio Cacua Prada, “150 años : ‘El Catolicismo’ decano de la prensa colombiana”, Boletín de Historia y Antigüedades 87, n.º 1 (2000): 55-64; Elvia María Novoa Martín, “Historia del periódico El Catolicismo en sus primeros 100 años” (tesis de pregrado, Bogotá, Universidad de La Sabana, 1985).

13 La Revista Javeriana tuvo su aparición en febrero de 1933, como órgano de la Facultad de Ciencias Económicas y Jurídicas de la Pontificia Universidad Javeriana, institución educativa de la Compañía de Jesús. Su fundador y primer director fue el sacerdote jesuita Félix Restrepo. Al año siguiente fue refundada, dándosele el carácter de “publicación católica de interés general”, con el objeto de fomentar la cultura católica. Hasta el día de hoy la revista se mantiene en circulación.

14 El Frente Nacional fue un acuerdo entre los partidos Liberal y Conservador para dividirse el Ejecutivo durante un periodo que se extendió por 16 años. En primer lugar, la presidencia la ocupó el liberal Alberto Lleras Camargo (1958-1962), seguido del conservador Guillermo León Valencia (1962-1966); posteriormente, tomaría posesión Carlos Lleras Restrepo (1966-1970) y, por último, estuvo Misael Pastrana Borrero (1970-1974). También las curules del Congreso de la República eran divididas en partes iguales. Para profundizar en este tema, véase Jonathan Hartlyn, La política del régimen de coalición: la experiencia del Frente Nacional en Colombia (Bogotá: CEI, 1993).

15 Vale señalar que en la doctrina social de la Iglesia el asunto del trabajo y los trabajadores se venía tratando desde el siglo XIX, con la encíclica Rerum novarum (1891), del papa León XIII. En el periodo de estudio de esta investigación hay redefiniciones con algunas encíclicas de Juan XXIII y Pablo VI, así como textos surgidos del Concilio Vaticano II, como la Gaudium et spes (1965). Esto se abordará con profundidad en los capítulos 1, 2 y 3.

16 Se cataloga como oficial en esta investigación al sector hegemónico de la Iglesia católica en Colombia, el cual era el más influyente y cercano a las élites políticas y económicas.

17 Antonio Gramsci (1891-1937) fue un filósofo y político italiano marxista que escribió sobre teoría política, social y cultural. Su producción más importante está contenida en los llamados Cuadernos de la cárcel, los cuales fueron escritos mientras estuvo preso, entre 1927 y 1937. Véase Antonio Gramsci, “Cronología de la vida de Antonio Gramsci”, en Cuadernos de la cárcel, 2.ª ed., vol. 1, 6 vols. (México, D. F.: Era-Benemérita Universidad Autónoma de Puebla, 1999), 37-67.

18 Para el análisis de cómo la prensa o una institución como la Iglesia católica influyen en la población también serían muy ricos los aportes de la constitución de sujetos desde la perspectiva de Michel Foucault. Sin embargo, el enfoque de esta investigación sugiere que la Iglesia y la prensa tienen un rol de clase social, concepto que, para el pensador francés, había entrado en desuso. Véase Michel Foucault, “Préface”, en Anti-Oedipus: Capitalism and schizophrenia, de Gilles Deleuze y Félix Guattari (Londres: Continuum, 2004).

19 Antonio Gramsci, “Cuaderno 13 (XXX) 1932-1934: notas breves sobre la política de Maquiavelo”, en Cuadernos de la cárcel, 2.ª ed., vol. 5, 6 vols. (México, D. F.: Era-Benemérita Universidad Autónoma de Puebla, 1999), 11-92.

20 Gramsci, 42.

21 Según José Arturo Rojas, El Campesino contaba con corresponsales en 19 ciudades y 722 poblaciones, y una de sus secciones, Variedades, era elaborada en un 80 % con contenido enviado por campesinos. Rojas M., “El Campesino ‘un semanario al servicio y en defensa de los campesinos de Colombia’”.

22 Antonio Gramsci, “Cuaderno 10 (XXXIII): la filosofía de Benedetto Croce”, en Cuadernos de la cárcel, 2.ª ed., vol. 4, 6 vols. (México, D. F.: Era-Benemérita Universidad Autónoma de Puebla, 1986), 111-234.

23 Denis de Moraes, “Hegemonía cultural y comunicación en el imaginario social contemporáneo”, Espéculo. Revista de Estudios Literarios, n.º 35 (2007), http://pendientedemigracion.ucm.es/info/especulo/numero35/hegecult.html

24 Ernesto Laclau y Chantal Mouffe, Hegemonía y estrategia socialista: hacia una radicalización de la democracia (Buenos Aires: Fondo de Cultura Económica, 2010).

25 Solo para dar un ejemplo, esto es evidente sobre todo en el periodo de estudio de este libro con los miembros de la institución que se adscribieron a la teología de la liberación.

26 Siguiendo a Antonio Gramsci, se considera la dialéctica como una constante relación de ida y vuelta entre lo que se ha denominado base y superestructura, lejos de determinismos economicistas.

27 Antonio Gramsci, “Cuaderno 12 (XXIX) 1932: apuntes y notas dispersas para un grupo de ensayos sobre la historia de los intelectuales”, en Cuadernos de la cárcel, vol. 4 (México, D. F.: Era-Benemérita Universidad Autónoma de Puebla, 1986), 353.

28 Se podría pensar que la labor de los intelectuales es una labor para el consenso, la persuasión y la legitimación, mas no para la coerción, sin embargo, dentro de instituciones que se pueden catalogar como represivas (ej.: la Policía) también hay una constante elaboración intelectual, pues la coerción también requiere un cómo, un método.

29 Gramsci, “Cuaderno 12 (XXIX) 1932: apuntes y notas dispersas para un grupo de ensayos sobre la historia de los intelectuales”.

30 Publicado originalmente en 1895.

31 Émile Durkheim, Las reglas del método sociológico (Madrid: Biblioteca Nueva, 2005), 124.

32 Serge Moscovici, Social representations: Exploration in social psychology (Nueva York: New York University Press, 2001).

33 Ibíd.

34 Sandra Araya Umaña, Las representaciones sociales: ejes teóricos para su discusión (San José: Flacso, 2002).

35 Wolfang Wagner, Nicky Hayes y Fátima Flores Palacios, El discurso de lo cotidiano y el sentido común: la teoría de las representaciones sociales (México: Anthropos, 2011).

36 Ibíd., 69.

37 Ibíd., 71.

38 Citado en ibíd., 73.

39 Vale hacer la salvedad de que también se desarrollaron los conceptos de trabajo, trabajadores y ocio, pero estos se presentan en los capítulos 1, 2 y 3, respectivamente, con el objetivo de que el lector tenga la referencia cercana de estos conceptos en el momento de abordar los capítulos.

40 Arturo Escobar, La invención del Tercer Mundo: construcción y deconstrucción del desarrollo (Bogotá: Norma, 1996), 19.

41 En un documento elaborado por la ONU y pionero en la materia participaron Alberto Baltra, D. R. Gadgil, George Hakim, Arthur Lewis y Theodore W. Schultz. Véase United Nations, Measures for the Economic Development of Underdeveloped Countries (Nueva York: United Nations Publications, 1951).

42 Escobar, La invención del Tercer Mundo: construcción y deconstrucción del desarrollo, 20.

43 Arturo Escobar, “La invención del desarrollo en Colombia”, Lecturas de Economía 20 (agosto de 1986): 21.

44 Theotônio dos Santos, Teoría de la dependencia: balance y perspectivas (México: Plaza y Janés, 2002), 8.

45 Para Arturo Escobar, de esto se trató la invención del llamado Tercer Mundo, cosa que tuvo efectos nocivos sobre los países catalogados como subdesarrollados. En vez de un sueño, según él, terminó siendo una pesadilla. Véase Escobar, La invención del Tercer Mundo: construcción y deconstrucción del desarrollo.

46 Ibíd., 22.

47 Véase Dos Santos, Teoría de la dependencia: balance y perspectivas, 7.

48 La teoría de la dependencia tuvo diferentes exponentes, por lo cual no se puede afirmar la existencia de una total cohesión en los postulados. Véase Dos Santos.

49 Véase F. H. Cardoso y Enzo Faletto, Dependencia y desarrollo en América Latina (Buenos Aires: Siglo XXI, 1977).

50 En palabras de Arturo Escobar: “La pobreza, explica Procacci, se asociaba […] con rasgos como movilidad, vagancia, independencia, frugalidad, promiscuidad, ignorancia, y la negativa a aceptar los deberes sociales, a trabajar y a someterse a la lógica de la expansión de las ‘necesidades’”. Escobar, La invención del Tercer Mundo: construcción y deconstrucción del desarrollo, 54.

51 El ACD no se interesa por estar en la vanguardia de las novedades académico-científicas, sino por poder ofrecer conocimiento para enfrentar problemas sociales y políticos. Esto requiere una mirada que no se detenga en una sola disciplina, sino que se aboga por una cooperación multidisciplinar o transdisciplinar, pues el lenguaje y los discursos contienen dimensiones cognitivas, emocionales, económicas, políticas, entre otras, que se deben tener en cuenta en los fenómenos sociales. Véase Teun A. Van Dijk, “El análisis crítico del discurso”, Anthropos 186 (octubre de 1999): 23-36.

52 Vale hacer la salvedad de que no se observaron, no por falta de importancia, los receptores y los resultados de la emisión. Esto, en primer lugar, debido a que escapa a los objetivos del libro, los cuales se centran en el discurso de la prensa, y, en segundo lugar, por razones prácticas: los archivos de correspondencia entre lectores y los órganos de prensa no están disponibles para consulta, en el caso de El Catolicismo y la Revista Javeriana, y, en el caso de El Campesino, se encuentran mezclados con la correspondencia de todo el proyecto de ACPO (más de un millón de cartas), por lo cual su consulta fue descartada debido a la magnitud de la información.

53 Teun A. van Dijk, La noticia como discurso: comprensión, estructura y producción de la información (Barcelona: Paidós Ibérica, 1990), 99.

54 Ibíd., 122.

55 Ibíd., 124.

56 En algunas investigaciones que utilizan el ACD suele hacerse conteo de palabras. En esta investigación se tuvo en cuenta la reiteración de temas, pero no se hace conteo de palabras, pues se considera que no es de suma importancia para el análisis.

57 Esto inspirado en la obra Gente muy rebelde, de Renán Vega Cantor, el cual ofrece a los lectores transcripciones de fuentes primarias, como fragmentos de prensa o informes que permiten recrear mejor el periodo histórico y las posturas de los involucrados. Véase Renán Vega Cantor, Gente muy rebelde, 4 vols. (Bogotá: Pensamiento Crítico, 2002).

La espiritualidad del subdesarrollo

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