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AL LECTOR

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AL TERMINAR DE LEER ESTE LIBRO, o cada cuento por separado, te preguntarás si es verdad o no todo lo que he narrado. Es natural. Algunos de estos cuentos los he relatado como cuentacuentos, que es mi oficio junto con el de escribir. Al finalizar las funciones siempre me preguntan si es verdad o no todo lo que he dicho. Ya estoy medio acostumbrado. Pero si te digo la verdad, no me gusta esa pregunta.

No me gusta porque es como creer que existe todo lo verdadero, por un lado, y todo lo falso, por otro. ¿Y quién dice que eso es así? Los chilotes están convencidos de que hay un barco fantasma que recorre sus mares. Yo nunca lo he visto, pero ¿basta eso para decir que no es verdad? Otros dicen que es producto de su imaginación. ¿Y no es acaso la imaginación lo que construye la realidad?

Si aun así te lo preguntas, te responderé lo mismo que a todos: que los cuentos son verdad por el hecho de ser cuentos, por el hecho de estar escritos. ¡Qué verdad más grande!

Y si quisieras que fuera más específico, te confesaré que sí: desde chico quise viajar y cuando crecí me obligué a hacerlo. Chile es un país maravilloso, sobre todo hacia adentro. He recorrido todas las regiones de nuestro país, casi siempre mochileando solo o con amigos, haciendo dedo, durmiendo en carpa o en casas de gente que gentilmente me ha permitido pasar la noche.

Y estas personas me han contado historias. Me las han contado los camioneros que me han llevado a dedo, la señora que me ha ofrecido alojamiento, el taxista que me ha llevado a algún aeropuerto. Me las han contado los payadores, los adivinanceros, los mentirosos, los cuenteros de los campos. También las he escuchado de mis amigos o de conocidos. Cientos y cientos de historias en las que lo increíble aparece.

Creo que desde niño he buscado que la realidad sea más entretenida, y quizás por eso viví —estoy seguro de eso, no fue mi imaginación— aquel encuentro con el alicanto en Copiapó, y escuché el relato de don Jacinto en Leida. Más grande, tuve un encuentro cercano con un pájaro maldito en el sur y visité inocentemente el puente de las ánimas en Chiloé. Son cosas que han pasado en mi vida, sucesos reales que hoy te quiero compartir porque aunque a veces me llenaron de dudas, preguntas y miedos, las considero parte de mi vida y, por qué no decirlo, de la vida de nuestro Chile.

Si todavía te quedaran dudas, no te preocupes, no me enojo. Solo quisiera que me creas una cosa: cada vez que me senté en el patio de mi casa a escribir alguna de estas seis historias, llegaron pájaros a pararse frente a mí, aleteando, como diciéndome “sabemos lo que estás escribiendo”.

¿Y qué hacer frente a eso? Seguir escribiendo, nomás.

Alguien toca la puerta

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