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Los hombres del vómito y del maligno.

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El aborto, éste es un tema muy candente que suscita muchísimas polémicas y discusiones parlamentarias y también entre nosotros. ¡Cualquiera es un profesional! ¡Cualquiera está en contra! ¡A cualquiera le gustaría apoyarse en el voto! Parece que la mejor solución sería darles a las mujeres la libertad de decidir. Pero pensando lógicamente, nadie debería darnos la libertad de decidir porqu e ya la tenemos, desde nuestro nacimiento. Creo que ninguno de nosotros tiene dudas sobre nuestro libre albedrío, eso no depende de que alguien nos permita hacer algo o no, porque la libertad de decidir está tallada en nuestra naturaleza humana. Según esta ley natural, podemos actuar de acuerdo con eso que consideramos que es adecuado para nosotros.

Ahora, sin embargo, me gustaría detenerme un poco en estas personas que desean apoyarse en el voto, que están en el medio entre el sí y el no, que dicen “Síno” o “Nosí” al mismo tiempo. ¡Atención! Tal comportamiento simplemente significa la prueba de cómo lavarse las manos ante cualquier responsabilidad. Como de costumbre, el pensamiento bíblico nos ayuda a comprender mejor éste problema. En el Evangelio según San Mateo está escrito: “[37] Sea, pues, vuestra palabra: Sí, sí; no, no; pues lo que se añade de más, procede del maligno.” (Mateo 5:37). El mismo discurso se repite en el Apocalipsis: “[15] Yo conozco tus obras, que ni eres frío ni caliente. ¡Ojalá fueses frío o caliente! [16] Pero por cuanto eres tibio, y no frío ni caliente, te vomitaré de mi boca.” (Apocalipsis 3:15-16).

La comparación entre las personas que quieren apoyarse de sus responsabilidades según el Evangelio y el Apocalipsis es un poco fea. Según el Evangelio, esa actitud proviene del maligno y, según el Apocalipsis, se compara con el vómito.

Conocemos en la historia a un personaje que quiso apoyarse en el voto y por esto se lavó las manos. Con éste gesto quería lavar su propia conciencia de toda responsabilidad. ¡Él se llama Poncio Pilatos! ¡ El hombre del maligno y del vómito!

¿Qué consiguió siendo tibio? ¿Salvó a Jesús de la muerte? ¡No! ¡Lo condenó él mismo a morir sobre la cruz y por esto es culpable de la muerte de un inocente Jesús! ¡Lo mismo aplica al aborto! No podemos apoyarnos en los votos lavándonos las manos, porque de éste modo somos igual de culpables, los hombres del maligno y del vómito, que dicen SÍ al aborto, quiero decir, al homicidio de los inocentes. ¡Somos cómplices! En Europa y en Italia estamos orgullosos porque hemos conseguido eliminar la pena de muerte. Una hermosa victoria porque ningún hombre tiene derecho a condenar a muerte al otro. Nos escandalizamos al escuchar que en Turquía quieren legalizar la pena de muerte [4] . ¡Piénsenlo bien! ¿Están seguros de que en Europa no existe la pena de muerte? ¿Están seguros? ¿El aborto, por casualidad, no es la pena de muerte? ¡La ley que permite que se pueda abortar libremente no es más que la pena de muerte de los inocentes! Repito: ¡De los inocentes e indefensos!

El Aborto Es Un Homicidio

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