Читать книгу La rebelión de José Gabriel Tupac-Amaru en las provincias del Peru, el año de 1780 - Anonymous - Страница 3

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Las extorsiones de los corregidores, y la impunidad de que disfrutaban en las Audiencias, produgeron en 1780 una fuerte conmocion entre los indios del Perú, capitaneados por José Gabriel Tupac-Amaru [1], cacique de Tungasusa en la provincia de Tinta; [2] que, altivo por carácter é irascible por génio, miraba con rencor la degradacion de los indígenas. Ultimo vástago de los Incas, y reducido ahora á prosternarse ante el mas vil empleado de la metrópoli, no pudo su ánimo sobrellevar en paz estos ultrages.

[Nota 1: Se le dá comunmente el nombre de Tupamaro, corrupcion de dos voces de la lengua quicchuá, que significan literalmente, "resplandeciente" (thupac) y "culebra" (amaru). Los antiguos Peruanos comparaban los hombres grandes y poderosos á las serpientes, porque, como ellas infunden miedo con su presencia. Uno de los barrios del Cuzco, donde los Incas mantenian por magnificencia algunos de estos animales, llevaba el nombre de Amanucancha, "corral de las serpientes."]

[Nota 2: O mas bien Ttintti, que en el mismo idioma quiere decir "langosta."]

Habia frecuentado las universidades de Lima y del Cuzco, donde aprendió lo bastante para descollar entre sus iguales. No contento con el cacicazgo, que era hereditario en su familia, solicitó ser reconocido como descendiente legítimo de los antiguos dinastas del Perú, y habia ya conseguido reasumir el título de Marques de Oropesa que habian llevado sus antecesores.[3]

[Nota 3: D. Martin Garcia Loyola, sobrino de San Ignacio, y gobernador de Chile en 1583, casó con Clara Beatriz, Coya, hija única y heredera del Inca Sayrí Tupac. De este matrimonio nació una hija, que pasó á España, donde se enlazó con un caballero, llamado D. Juan Henriquez de Borga, y á quien el Rey concedió el título de Marquesa de Oropesa. De esta rama procedia tambien Tupac-Amaru.]

Preocupado con sus ideas de venganza, sintió la necesidad de adquirir renombre, y derramó sus caudales para hacerse de clientes. Se puso tambien en contacto con las personas mas influyentes del clero, á quienes pintaba con los mas vivos colores los vejámenes que sufrian los indios. Movidos por sus quejas, los obispos de la Paz, del Cuzco, y otros prelados del Perú, las habian transmitido al Rey por medio de Santelices, Gobernador de Potosí, muy inclinado á favor de los naturales, y cuyos sufragios eran de un gran peso por el crédito que disfrutaba en la corte. Carlos III, principe justo y magnánimo, habia acogido con interés estas súplicas, y para atenderlas con acierto habia llamado al mismo Santelices á ocupar un puesto en su Consejo de Indias.

Con tan prósperos auspicios, D. Blas Tupac-Amaru, deudo inmediato de José Gabriel, fué á Madrid á solicitar la supresion de la mita y los repartos. Todo anunciaba un feliz desenlace, cuando la Parca truncó la vida de estos filántropos, no sin sospecha de haber sido envenenados.

Solo, y expuesto al resentimiento de los que habian sido denunciados, se resolvió Tupac-Amaru á echar mano de un arbitrio violento. Hallábase de corregidor en la provincia de Tinta un tal Arriaga, hombre ávido é inhumano, que abusaba del poder para saciar su inextinguible sed de riquezas. Hecho odioso al pueblo á quien tiranizaba, fué esta la primer víctima que le fué inmolada. Bajo el pretexto de celebrar con pompa el dia del Monarca, el cacique lo atrajo á Tungasuca, donde en vez de las diversiones que esperaba, fué condenado á expiar sus crímenes en un cadalso. Igual suerte estaba reservada al corregidor de Quespicancha [4], que salvó la vida, abandonando sus ricos almacenes, y mas de 25,000 pesos que tenia acopiados en las arcas del fisco.

[Nota 4: Escriben comunmente Quispicanchi, que nada significa. El otro nombre se compone de quespi, que en el idioma aymará corresponde "á cosa que brilla", como cristal, piedra preciosa, &c., y de cancha, "corral."]

Estos despojos, repartidos generosamente entre las tropas, dilataron la esfera de accion de estos tumultos. Los funcionarios públicos, siguiendo el ejemplo de los corregidores, que eran el blanco principal de la animadversion de los pueblos, desamparaban sus puestos, y dejaban libre el campo á los amotinados. Sus filas, que se engrosaban diariamente, presentaron pronto una masa imponente para emprender mayores hazañas. Al sentimiento de venganza, que brotaba expontaneamente de todos los corazones, quiso Tupac-Amaru hermanar otro que lo afirmase y ennobleciese. Dos siglos y medio, pasados en la servidumbre, no habian podido borrar de la memoria de los indígenas los recuerdos del gobierno paternal de los Incas: grabados en las ruinas del Cuzco, donde moraban sus dioses, y descansaban sus héroes, hacian de esta ciudad el objeto de una supersticiosa veneracion; y aquí fué donde se dirigió Tupac-Amaru para inflamar el ardor de sus soldados. Trabado en su marcha por una fuerza de milicianos que se habia organizado de Sangarara, los atacó, y obligó á asilarse del templo, donde se defendieron hasta sepultarse bajo los escombros del edificio, que se desplomó sobre sus cabezas.

Esta ventaja, poco considerable en sí misma, dió alas á la anarquia, que se propagó hasta la provincia de Chichas. El foco principal de esta nueva insurreccion era Chayanta, donde dominaban los Catari, hombres populares y atrevidos, que estaban quejosos por la indiferencia con que el virey Vertiz y la Audiencia de Charcas habian oido sus reclamos contra la escandalosa administracion de Alós, corregidor de aquel partido entonces, y promovido despues al gobierno del Paraguay. Tomas, el mayor de sus hermanos, desairado por el Virey, cuya justicia habia venido á implorar personalmente á Buenos Aires, regresó á su provincia, esparciendo la voz de haber conseguido mas de lo que habia solicitado: y este ardid sublevó contra Alós á todos los indios, que se resistian á pagar los tributos y á admitir sus repartos.

El corregidor se vengó por una perfidia, que hizo mas arriesgada su posicion. Imputó á Catari la muerte de un recaudador de rentas, y le envió preso á la Audiencia de Charcas. Desde este momento la sangre corrió á torrentes, y la pluma del historiador se retrae de trazar el cuadro espantoso de tantos excesos. En Oruro, en Sicasica, en Arques, en Hayopaya, fueron innumerables las víctimas. En la iglesia de Caracoto la sangre de los españoles llegó á cubrir los tobillos de los asesinos. En Tapacari, pequeño pueblo de la provincia de Cochabamba, se quiso obligar á un padre á desgarrar el corazon de sus hijos á la vista de la madre: y la repulsa á tan inicuo mandato, fué la señal de su comun exterminio. Nada fué respetado: ni la edad, ni el sexo, ni las súplicas, ni los lamentos libraban de la muerte, y una parte de la poblacion sucumbia al furor de la otra.

Entretanto los Vireyes de Buenos Aires y de Lima trabajaban de consuno para sofocar la insurreccion del Perú. Varias tentativas de los rebeldes se habian malogrado por la impericia de los gefes en quienes Tupac-Amaru habia depositado su confianza. Su muger le habia obligado á volver á Tungasuco, para calmar los terrores que le habia causado la noticia de la salida de la tropas de Lima. ¡Triste y singular presentimiento! Con el Mariscal Valle, que mandaba esta expedicion, venia el Visitador Areche—ese hombre feroz, que, conculcando los derechos de la humanidad, y ultrajando al siglo en que vivia, debia renovar las escenas de los tiempos bárbaros, en la época en que aun vivian Becaria y Filangeri! La ausencia de Tupac-Amaru, aunque momentanea, fué señalada por grandes reveses. Sus tropas, que no habian podido penetrar al Cuzco, fueron rechazadas de Puno y de Paucartambo. Estos contrastes, y la expedicion de Lima que se avanzaba á marchas redobladas, le hicieron advertir todo el peligro de la inaccion en que estaba, y de la que le importaba salir cuanto antes.

Su reaparicion excitó el mas vivo entusiasmo, y las poblaciones se agolpaban en el tránsito para aclamarle. Esta vez ciñió las infulas, (llantu) que, segun Garcilaso, eran las insignias de la dignidad real entre los Incas. Inexperto en el arte de mandar los ejércitos, se enredó nuevamente en el sitio del Cuzco, del que tuvo que desistir segunda vez, no por la resistencia que le oponia la ciudad, sino por el miedo de ser atacado por la fuerza de Valle. En este estado no le quedaba mas alternativa que salir al encuentro de la columna auxiliadora, ó retirarse: prefirió este último arbitrio, teniendo á su disposicion un ejército de 17,000 hombres!

Se replegó hácia la provincia de Tinta, donde no tardó en alcanzarlo Valle al frente de 16,000 hombres. Le aguardó Tupac-Amaru con 10,000, que fueron arrollados en las inmediaciones de Tungasuca. Hecho prisionero con toda su familia, fué llevado al Cuzco, donde expió de un modo atroz el deseo de restablecer la dominacion de los Incas, ó mas bien de sustraer á los indios de la baja é intolerable tirania de los corregidores.

No por esto cesaron los males del Perú. Diego, y Andres, el uno hermano, y el otro sobrino de Tupac-Amaru, segundados por Julian Apasa, sucesor de Tomas Catari, continuaron hostilizando á las tropas y á los pueblos. Los sitios que pusieron á Puno, á Sorata y á la Paz, forman los episodios mas interesantes de este drama. La última de estas ciudades sostuvo dos cercos, que duraron 109 dias, á pesar de hallarse la ciudad embestida por 12,000 indios, dueños de las avenidas, y de todas las alturas que la dominan. En este teatro de desolacion brilló el génio activo de D. Sebastian Segurola, sobre el cual gravitaba la responsabilidad de conservar un numeroso vecindario, reducido á perecer de hambre, ó á entregarse al cuchillo de una horda feroz. Solo la firmeza de este gefe pudo librarlo de tan grande infortunio.

Ni fué menos honrosa la conducta de Valle, Flores, y del mas esforzado de todos, Reseguin. Cuando pasó la frontera de Salta, se halló este oficial en el centro de una gran insurreccion que devoraba la provincia de Chichas. Suipacha, Cotagaita, Tupiza, estaban en manos de los insurgentes, que en esta última ciudad habian imitado el ejemplo de Tupac-Amaru, ahorcando á su corregidor. Reseguin, con un puñado de bravos, restablece el órden, escarmienta á los indios, y los pone en la imposibilidad de volverse á lanzar contra la autoridad pública. Su marcha hasta el Cuzco fué una série continuada de combates y triunfos. Llegó en circunstancias que el sitio de Sorata habia tenido un horrible desenlace. Irritado Andres Tupac-Amaru de la obstinada resistencia que le hacian sus habitantes, á quienes amagaba con un ejército de 14,000 hombres, recoge las aguas del cerro nevado de Tipuani, y cuando las vió crecer en el estanque que habia formado en un nivel superior á la ciudad, rompe los diques, é inunda la poblacion, destruyendo de un modo irresistible todos sus medios de defensa.

Quedaba la Paz, cercada por segunda vez por la famosa Bartolina, muger, ó concubina de Catari. Valiéndose del arbitrio empleado contra Sorata, los sitiadores hacen represas en el rio que pasa por la ciudad, y forman una inundacion que rompe sus puentes, y causa los mayores estragos. Tal vez hubiera tenido que ceder su intrépido defensor Segurola, sino hubiese aparecido Reseguin, que venia á socorrerle con 5,000 hombres, llenos de entusiasmo por un triunfo que acababan de reportar en Yaco.

Tantos trabajos habian postrado á este incansable oficial, que por primera vez desde su salida de Montevideo, se veia forzado á interrumpir sus tareas. Aun no habia convalecido de una grave enfermedad que le habia asaltado, cuando llega á la Paz la noticia de una fuerza que Tupac-Catari organizaba en las Peñas. Débil, y extenuado por sus padecimientos, Reseguin halla en su alma vigor bastante para reanimar sus fuerzas abatidas. Empuña su espada, alcanza á los rebeldes, los derrota, y cual otro Mariscal de Sajonia en la batalla de Fontenoi, entra al pueblo de las Peñas, cargado en hombros de sus soldados.

Tan leal como valiente, respetaba las personas de los que se habian amparado del perdon ofrecido por el Virey de Lima. Pero un oidor de Chile, que le acompañaba en calidad de consultor, complicando á los indultados en el proceso que seguia de oficio contra Tupac-Catari, mandó prender á todos, é hizo destrozar vivo en la Paz á este caudillo.

De todas las cabezas principales de esta revolucion no quedaba mas que Diego Cristóval Tupac-Amaru, á quien estos rasgos de perfidia hacian desconfiar de las promesas de los españoles. Pero, arrastrado de su destino, se dejó persuadir á entregarse voluntariamente al General Valle en su campamento de Sicuani; y no tardó en arrepentirse de esta confianza. Vivia retirado y tranquilo en el seno de su familia, cuando se le asechó y prendió para someterle á un juicio, en que, por crímenes imaginarios, se le condenó á perecer barbaramente en un cadalso.

Areche, Medina y Mata-Linares, autores de tantas atrocidades, recibieron honores y aplausos: pero el aspecto de las víctimas, sus últimos lamentos, sus miembros palpitantes, sus cuerpos destrozados por la fuerza de los tormentos, son recuerdos que no se borran tan facilmente de la memoria de los hombres;[5] y debe perpetuarlos la historia para entregar estos nombres á la execracion de los siglos.

[Nota 5: Areche, que miraba la egecucion de Tupac-Amaru desde una ventana del Colegio de los ex-Jesuitas del Cuzco, cuando vió que los caballos no podian despedazar el cuerpo de este desgraciado, mandó que le cortasen la cabeza: y á la muger de Tupac-Amaru la acabaron de matar "dándole patadas en el estómago." ¡Horrcaco referens!]

Pocos ejemplos ofrecen los anales de las naciones de una carniceria tan espantosa. No solo se atormentó, y sacrificó á Tupac-Amaru, su muger, su hijo, sus hermanos, tios, cuñados, y confidentes, sino que se proscribió en masa á todo su parentezco, por mas remotos que fuesen los grados de consanguineidad que los unian. Solo se perdonó la vida á un niño de once años, hijo de Tupac-Amaru, que despues de haber presenciado el suplicio de sus padres y deudos, fué remitido á España, donde falleció poco despues. Así es que debe tenerse por apócrifo el título de Quinto nieto del último Emperador del Perú, que asumió Juan Bautista Tupamaru, para conseguir del Gobierno de Buenos Aires una pension vitalicia.[6]

[Nota 6: El título del folleto que este impostor publicó en Buenos

Aires, es: El dilatado cautiverio bajo el gobierno español de Juan Bautista Tupamaru, quinto nieto del último Emperador del Perú.

Buenos-Aires, 2 de Setiembre de 1837.

La rebelión de José Gabriel Tupac-Amaru en las provincias del Peru, el año de 1780

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