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IV

Aprendí así una segunda cosa de gran importancia. ¡Su planeta de origen era apenas mayor que una casa!

Esto no podía asombrarme demasiado. Sabía bien que además de los grandes planetas como la Tierra, Júpiter, Marte, Venus, a los que se ha dado un nombre, existen centenares de otros planetas, a veces tan pequeños, que resulta difícil percibirlos con el telescopio. Cuando algún astrónomo descubre uno de ellos, le da por nombre un número. Lo llama, por ejemplo: “asteroide 3251”.


Tengo razones de peso para creer que el planeta de donde venía el principito era el asteroide B 612. Este asteroide solo ha sido visto una vez por el telescopio, en 1909, por un astrónomo turco.

Este científico hizo una gran demostración sobre su descubri­miento en un congreso internacional de astronomía. Pero nadie le creyó a causa de su indumentaria. Las personas mayores son así.


Felizmente, para la reputación del asteroide B 612, un dicta­dor turco impuso a su pueblo, so pena de muerte, vestirse a la euro­pea. El astrónomo volvió a hacer su demostración en 1920 elegantemente vestido. Y aquella vez todo el mundo compartió su opinión.


Si les he contado estos detalles sobre el asteroide B 612, si les he confiado su número, ha sido a causa de las personas mayores. Las personas mayores aman las cifras. Cuando les hablas de un nuevo amigo, jamás te preguntan sobre lo esencial. Jamás te preguntan: “¿Cuál es el sonido de su voz? ¿Qué juegos prefiere? ¿Colecciona mariposas?”. En cambio, indagan: “¿Qué edad tiene? ¿Cuántos hermanos son? ¿Cuánto pesa? ¿Cuánto gana su padre?”. Solamente entonces creen conocerlo. Si les dices a las personas mayores: “He visto una casa hermosa, de ladrillos rosados, con geranios en las ventanas y palomas en el techo…”, no lograrán imaginarse casa semejante. Será necesario comentarles: “He visto una casa de cien millones de francos”. Entonces exclamarán admirados: “¡Qué hermosura!”.

Así, si uno les dice: “La prueba de que el principito existió es que era encantador, que reía y que quería una oveja. Cuando alguien quiere una oveja, es esto una prueba de que existe”, se encogerán de hombros y te tratarán de niño. Pero si les informas: “El planeta de donde vino el principito es el asteroide B 612”, quedarán convencidas y no molestarán con preguntas. Las personas mayores son así. Es mejor no irritarlas. Los niños deben ser muy indulgentes con las personas mayores.

Sin embargo, nosotros, que comprendemos bien la vida, nos burlamos, gustosos, de los números. Yo hubiera querido comenzar esta historia como si fuera un cuento de hadas. Hubiera preferido decir:

“Había una vez un principito que habitaba un planeta apenas más grande que él mismo y que necesitaba un amigo…”. Para quienes saben comprender la vida, esto hubiera tenido un aire mayor de certidumbre.

En realidad, no quisiera que se leyera mi libro a la ligera. ¡Siento tanto pesar relatando estos recuerdos! Hace ya seis años que mi amigo se marchó con su oveja. Si intento describirlo aquí, es para nunca olvidarlo. Es triste olvidar a un amigo. No todo el mundo ha tenido un amigo. Y podría convertirme en una de esas personas mayores que no se interesan más que por las cifras. Por esto también he comprado lápices y una caja de colores. Resulta muy duro recomenzar a pintar, a mi edad, cuando no se hicieron más tentativas que aquella, a los seis años, de pintar una boa abierta y una boa cerrada. Trataré de hacer los retratos con la mayor fidelidad posible; pero no sé si podré conseguirlo. Un dibujo sale bien, pero el otro ya ni se parece. Así es. Me confundo además un poco en la estatura. Unas veces mi amigo resulta demasiado alto y, otras, demasiado pequeño. Tengo dudas, también, sobre el color de su vestido. Titubeo, ensayo de una forma y de otra. Pruebo y vuelvo a probar. Sin embargo, no podré evitar equivocarme hasta en detalles de gran importancia. Pero tendrán que perdonarme estos errores. El principito jamás daba explicaciones. Tal vez me creía como él. Quizá pensaba que éramos semejantes. Pero yo, desgraciadamente, no sé ver ovejas dentro de las cajas. Bien puede ser que yo sea un poco como las personas mayores. Debo haber envejecido.


El Principito

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