Читать книгу A flor de piel - Antonio de Hoyos y Vinent - Страница 3
PRÓLOGO
ОглавлениеLa decadencia tiene mil rostros y todos y cada uno de ellos nos restan vida. Ver cómo nos marchitamos por la vejez o cómo nuestros sueños se van quedando en el camino hasta avocarnos al mayor de los fracasos, una vida de éxito arruinada de la noche a la mañana o la mayor de las corduras llevada hasta el abismo de la locura. El amor, la ambición, la obsesión, el vicio, la noche… son tantas las notas de esa melodía que siempre se podría escribir una buena ópera a su alrededor, y todas con el plus de teatralidad de un buen melodrama aristocrático o burgués. No me malinterpreten, desgraciados podemos ser todos, pero en aquellos hay cierto halo de mitológico, de ocaso de los dioses. El brutal descenso al Averno.
Hay tantos temas que abordar en esta obra que a veces resulta complicado encontrar una secuencia de prioridades. Una buena forma de empezar podría ser como lo hace la novela, con la noche madrileña que reunía en teatros, tablaos y cafés a lo más variopinto de la sociedad de la época. Las celebridades se unían a los aristócratas y la cultura bohemia con el más rancio abolengo. Una gitana, un torero, una dama y un dandi… por soltar a vuelapluma. ¿Qué podría unir a tan dispares personajes sino la noche? Cada uno allí por sus talentos, unos sin pesar su pobre educación sobre el éxito y otros pesando demasiado su raigambre sobre su condición real. Son buenos mimbres estos para una historia, de eso no cabe duda.
Y en ese popurrí nos encontramos la avaricia, el descaro, la sexualidad, el erotismo, la indecencia, la candidez, el amor tóxico o la falta de conciencia. El erotismo de una gitana de pobre educación y mucho bagaje para su edad frente al puritanismo casi monacal de la educación de una dama de alta alcurnia. Y en medio un escultor, un dandi sin escrúpulos capaz de enamorar hasta las trancas a la incauta (y casada) y dejarla en la estacada por la analfabeta sensualidad febril de una talentosa joven bailaora de belleza casi irreal y una capacidad innata para volver locos a los hombres. Sin decoro ni vergüenza, y mucho menos empatía, por la mujer a quien pisa su dignidad y altivez en público. Una suerte de femme fatale a la española, sin el glamour de las de allá, pero, como diría la gran Lola Flores, con poderío.
Hay toques de esa chulería canalla cañí que se desplegaría en el Madrid de mediados del siglo XX en los diálogos de copa y vino, del machismo estructural de alta cuna, de la sensación de libertad de los más humildes y de cómo esa libertad –mal vista por la parte «decente» de la sociedad– puede engatusar cuando el talento hace que la figura crezca en la sociedad y gane notoriedad.
El interés, la ambición, la seducción, el deseo y la desgracia caminan de la mano por el primero de los libros de los tres en que se divide la obra. Centrada la escena en el triángulo amoroso que forman Lina Monreal, la gitana Lucerito y Willy, pero dejando pinceladas de varios personajes que en esta parte son comparsa, pero que se convertirán en principales en el segundo acto. Y es que el segundo de los libros se adentra en las miserias de la aristocracia, tan cargada de materialismo y tan falta de alma. Un alma que solo parece entreverse cuando asoma la desgracia, capaz de igualar a todo ser humano, y que demuestra la falsedad y la crueldad de una rama de la sociedad absolutamente clasista y elitista, que no tiene ningún tipo de vergüenza en echar a los perros a cualquiera de sus miembros que presente alguna debilidad manifiesta o que se hayan visto salpicados por el escándalo. Las mujeres aristócratas vivían del escándalo. Cuanto abrían disfrutado de las redes sociales de hoy. Habrían hecho verdaderas sangrías a golpe de Twitter y Tik Tok.
Pero no quiero darles demasiados detalles que puedan ensombrecer la maravillosa experiencia que nos ofrece un autor que le hace el amor al verbo en cada descripción. Un amante entregado al detalle y al exceso, barroco en ocasiones, que le proporciona tener un dominio del lenguaje tan amplio. Dedicando guiños continuos a la cultura francesa, no es casual que el Decadentismo procediera del país vecino, y un conocimiento del medio que solo se puede obtener por experiencia propia. Y la experiencia la tenía toda, por cuna, educación y estilo de vida, como podrá comprobar en las líneas que dedicamos a su biografía.
No quiero extenderme más, querido lector, y paso a dejarles abrir las puertas de esta maravillosa obra, un caramelo delicioso que estoy seguro que devorarán y disfrutarán como yo lo he hecho.
Carlos Venegas
El editor