Читать книгу Las Extraordinarias Aventuras De Joshua Russell Y De Su Amigo Robot - Antonio Tomarchio - Страница 4
ОглавлениеCapítulo I
Raptor
El muchacho había acabado de conectar la última tarjeta, aquella más importante, sin ella el Robot no podía ser controlado, luego se había puesto, sobre los antebrazos y las pantorrillas, los controles que servían para moverlo.
Le dijo que se levantase del banco de trabajo, le hizo trasladar algunos carritos llenos de herramientas para liberar un poco de espacio, luego intentó unos movimientos para verificar que todo funcionase a la perfección. Dio unas patadas, primero hacia abajo, luego hacia arriba, se puso en posición defensiva y comenzó a dar puñetazos como si tuviese delante un saco de boxeo. El robot repetía cada uno de sus movimientos en los más mínimos detalles.
« ¡Bien, funciona!» exclamó.
« ¡Este año espero estar entre los diez primeros!»
Decidió llamarlo Scorpion para distinguirlo de las versiones anteriores. El robot tenía una altura de cerca de dos metros, tenía forma humana y estaba fabricado con una aleación especial, ligera pero muy resistente, lo había construido él cuando tenía diez años, pero lo había perfeccionado sólo con el tiempo.
El muchacho se llamaba Joshua Russell y tenía quince años. Había conseguido alcanzar un buen nivel de calidad constructiva, había mejorado la estética del Robot pero, sobre todo, el funcionamiento, también porque estaba cansado de verlo destrozado todos los años en el torneo de lucha de robots que se desarrollaba en New York en el mes de mayo.
Por suerte su padre tenía un taller y había podido ayudarlo en el ensamblaje de las partes mecánicas, pero lo que tenía que ver con la electrónica y el software era todo cosa suya. La parte principal y más importante del robot era la batería especial que él había inventado con nueve años y que le había valido el título de “Super genio del año 2065”.
El mayor problema para hacer funcionar a los autómatas antropomórficos que ahora ya, con funciones y precios distintos, ayudaban al hombre en muchas actividades, era la energía. Necesitaban mucha y las baterías capaces de suministrarla eran demasiado pesadas y grandes para poder meterlas dentro de los robots. Este había sido el motivo de su escasa difusión y por esto su invento había sido revolucionario y había puesto en marcha su elaboración.
Había conseguido inventar una batería tan grande como un paquete de cigarrillos pero capaz de suministrar la energía necesaria para que el robot pudiese realizar acrobacias durante unas horas.
Este invento había traído mucho dinero al magro presupuesto familiar, permitiendo a su familia, que tanto había invertido en pagarle las mejores escuelas, vivir cómodamente y a él participar en las clases de artes marciales y en el famoso torneo de lucha entre robots.
Una ley prohibía dotar de inteligencia a los robots que, por lo tanto, no debían ser capaces de moverse por sí solos, sino que debían ser dirigidos a través de diversos tipos de telecomandos, dependiendo del uso que se le pretendía dar.
Los robots para el combate permitían que los muchachos descendiesen al ring sin riesgo de hacerse daño. En los edificios construidos para los combates existían tres rings: uno más grande donde se enfrentaban los robots y otros dos más pequeños, colocados a los lados, donde los propietarios, con los controles puestos, transmitían las órdenes para hacerles luchar sin estar en contacto con ellos.
Joshua había participado ya tres veces en el torneo pero con pésimos resultados, algunos robots adversarios era lo mejor que la robótica podía suministrar, más veloces, más ligeros y con una mecánica realmente superior a la del suyo. Su excelente conocimiento de las artes marciales lo había ayudado a llegar, como mucho, al décimo puesto que, de todas formas, dado el gran número de participantes, era una posición muy respetable.
« ¿Para qué me sirve ser cinturón negro si luego ese estúpido robot, para hacer el mismo movimiento, necesita un siglo?» se había preguntado a menudo.
La última versión de su juguete prometía avances evidentes, pero no podía saber cuánto habían mejorado los adversarios.
Decidió probarlo fuera del cobertizo para las herramientas que el padre había construido en el terreno cercano a su espléndida villa y que servía incluso de cobertura al refugio subterráneo contra los huracanes. El muchacho se puso unos metros detrás del robot, lo encendió por medio de un botón en el controlador del brazo izquierdo y comenzó a caminar, a cada paso suyo correspondía uno del robot.
«Hasta aquí todo bien, veamos cómo te las apañas ahora», pensó todo contento.
Así que comenzó a correr detrás del robot y, dado que no conseguía alcanzarlo, dedujo que iba más rápido que él. Se paró para tomar aliento, luego probó algunos movimientos que había aprendido en la escuela de artes marciales, unas tijeras1, unas patadas arriba, unos saltos y para reírse un poco comenzó a hacerle adoptar movimientos divertidos, gestos de burla y algún paso de danza, en el fondo era un chavalito aunque dotado de una inteligencia superior.
Quedó satisfecho por cómo respondía su creación a sus movimientos, decidió, por lo tanto, poner a prueba la fuerza y le hizo levantar una gran piedra. El robot realizó con éxito todas las órdenes, a continuación, aunque un poco reticente, Joshua intentó que golpease un árbol para comprender la potencia de los golpes que era capaz de asestar. Dio una patada al tronco que crujió ruidosamente, luego lo golpeó con un puño separando una gran porción de corteza. No quiso ensañarse más con el pobre árbol, aunque quedó un poco desilusionado por no haber obtenido mejores resultados.
Se dio cuenta de que se había alejado demasiado, había llegado hasta el confín del bosque que rodeaba un pequeño lago. No tenía nada que temer, nadie le habría hecho daño siempre que pudiese usar su Scorpion para defenderse, pero, de todos modos, decidió volver a casa.
De repente oyó un ruido que provenía del bosque, parecían unos pasos muy pesados, como los de una criatura metálica, pensó que algún otro competidor del torneo había venido al bosque para hacer algunas pruebas. Era curioso y quería ver a dónde habían llegado sus adversarios; se adentró entre los árboles permaneciendo atento a no golpear su costoso juguetito para no hacer ruido y arriesgarse a ser descubierto. En ese momento Joshua se dio cuenta de que tendría que haberle puesto una micro cámara para tener también el punto de vista de su autómata.
Vio un robot a lo lejos que se parecía a un hombre muy robusto. Era de color gris oscuro como el cañón de un fusil y brillaba bajo la luz del sol que pasaba a través del denso bosque.
El robot tenía un aspecto muy amenazador, no como ciertos autómatas ridículos que había visto en el torneo. En la cara tenía dos ojos luminosos y también una mascarilla semejante a la de los cirujanos, pero transparente y angulosa como un diamante, que cubría su boca. No tenía un aire muy tranquilizador y se movía lentamente entre los árboles.
Joshua se dio cuenta de que el robot podía ver porque continuaba moviendo la cabeza en todas las direcciones como si buscase algo, pero quedó estupefacto sobre todo al notar que no lo guiaba nadie.
De repente lo vio correr a una velocidad impresionante y se percató de que con un con un golpe del hombro había sacado de sus raíces un árbol, se quedó estupefacto, pero lo que vio después, en cambio, lo aterrorizó. El robot había golpeado algo que había perseguido entre la vegetación durante unos momentos. Pero lo que había hecho temblar las piernas del chaval había sido un potente haz de luz, parecido a un láser, que había salido desde un pequeño agujero en el centro del pecho del robot, que impactó violentamente contra el suelo.
« ¡Está prohibido! ¡Maldición, está prohibido insertar armas en los robots! ¡Si son estos mis adversarios no tengo ninguna posibilidad de vencer!», pensó enfadado y frustrado.
Hizo que su autómata se escondiese detrás de un gran árbol y apagó el controlador para poder moverse con libertad sin llevarlo detrás. Se acercó para poder ver mejor, mientras tanto el robot se había inclinado para recoger el objetivo que acababa de golpear. Un gran conejo pendía, ahora ya sin vida, de sus grandes manos metálicas.
« ¡Qué cabrón, utiliza el robot para cazar conejos!» exclamó.
Luego se quedó asombrado cuando se dio cuenta de que no sólo aquel extraño robot veía fantásticamente sino que también era capaz de escuchar y ahora lo miraba con aire amenazador. Sintió que la sangre se le helaba en las venas y un escalofrío comenzó a recorrer su joven espalda.
« ¡Maldición! Ahora sí que estoy en problemas» pensó mientras intentaba alejarse.
El extraño robot comenzó a correr hacia él, que, mientras tanto, había comenzado a huir.
« ¡Estoy acabado! ¡Madre mía, estoy perdido!»
« ¡Ayuda! ¡Ayuda!» gritó.
Debía hacer algo, su mente de joven genio debía encontrar una solución, pero tenía mucho miedo, no conseguía pensar, hasta que, de repente, se acordó de Scorpion. Se dirigió corriendo a lo loco hacia su robot que había quedado inmóvil detrás de un árbol, le sobrepasó algunos metros, se escondió también él detrás de un gran árbol y encendió el controlador. En cuanto vio llegar al otro robot a toda velocidad hacia la izquierda de su criatura, asestó, con toda la fuerza de que era capaz, una patada hacia arriba con la pierna derecha hacia su izquierda, lo mismo hizo Scorpion, golpeando en plena cara al extraño autómata que voló unos metros cayendo sobre la espalda y quedando inmóvil.
Joshua se había quedado paralizado por el miedo debido al riesgo que había corrido, a duras penas conseguía contener las lágrimas. El muchacho estaba convencido que si no hubiese tenido éxito su tentativa, lo habría matado.
Salió de detrás del tronco para ver si aquel maldito robot todavía estaba en el suelo, se puso contento al constatar que no se había movido ni un centímetro, lo había dejado KO.
«En cuanto descubra al propietario de esta cosa haré que tenga un montón de problemas» susurró para sí mismo.
Apagó el controlador y se acercó con cuidado, todavía le temblaban las piernas. El gran golpe inflingido por Scorpion había hecho pedazos la mascarilla que, hecha de un material parecido al vidrio, cubría la zona de la boca.
Abrió los ojos como platos y quedó sin palabras al ver la cabeza y los brazos de una especie de hombre, de una altura de más o menos 15 centímetros, que salían de la fisura detrás de la mascarilla rota. Aquel ser yacía inmóvil, tendido sobre la cara del robot, vestido con un uniforme y con unas botas semejantes a aquellas de los pilotos de aviones militares. Joshua tuvo que sentarse en el suelo porque las piernas no le sostenían y quedó observando aquella criatura, ya sin vida, durante unos minutos, mientras intentaba comprender lo que había sucedido y acerca de lo que se había presentado ante sus ojos incrédulos.
Decidió armarse de valor, aferró aquel pequeño ser delicadamente por debajo de los brazos y le dio la vuelta para verle el rostro. Tenía la cara más parecida a la de una lagartija que a la de un hombre, incluso el color de la piel era bastante verdoso, no tenía cola, sin embargo, y las manos parecían más las de un ser humano que las patas de un reptil.
Comprendió que aquella cosa no podía pertenecer a la tierra, es más, estaba seguro que era una forma de vida alienígena. Ese extraterrestre tan pequeño por sí solo no representaba un peligro para la Tierra pero, guiando unos robots tan fuertes y eficientes, si fuesen muchos, representarían una amenaza para todo el género humano.
No sabía qué hacer, estaba lleno de ideas y dudas, su cerebro de joven genio estaba valorando todas las posibles soluciones, examinando todos los aspectos y sopesando cada elección. Ir a las autoridades era la única solución plausible pero no podía dejar escapar esta oportunidad. Quería estudiar aquel robot, descubrir sus secretos, comprender de dónde venía toda aquella fuerza y aquella velocidad y cómo hacía para escuchar y ver. No podía dejar que las autoridades lo privasen de una ocasión tan golosa y que se llevasen aquel autómata tan avanzado tecnológicamente; decidió, por lo tanto, que lo entregaría sólo después de haberlo estudiado con todo detalle.
Volvió a encender el controlador e hizo que su Scorpion levantase del suelo al autómata, él recogió al pequeño alienígena y juntos se dirigieron hacia el cobertizo. En cuanto llegaron hizo que lo posara sobre la mesa de trabajo, puso al pequeño en un tarro de vidrio y lo colocó encima de un estante, luego comenzó a mirar con atención el robot mientras intentaba comprender cómo abrirlo, pero no veía ni tornillos ni remaches. Miró dentro de la fisura de donde había salido el alienígena y se dio cuenta que sólo había un cómodo asiento negro dentro de una especie de habitación blanca, pero no había controles ni instrumentos, no conseguía explicarse cómo hacía para pilotarlo.
Observó que delante del asiento había un pequeño cuadrado verde que resaltaba porque era de un color distinto del interior del habitáculo. Se acercó para mirar mejor y vio la forma de la mano del alienígena impresa sobre el cuadrado, pensó, por lo tanto, en un dispositivo de reconocimientos por huellas digitales. Se preguntaba para qué podía servir pero no conseguía explicárselo, quizás servía para pilotar el robot o para identificarse. Intentó tocarlo con el índice de la mano derecha pero fue golpeado por una violenta descarga eléctrica que lo hizo salir disparado algunos metros del banco de trabajo haciendo que perdiese el sentido.
Comenzó a volver en sí después de unos minutos pero la fuerte descarga lo había dejado sin fuerzas. Joshua estaba tirado en el suelo con los ojos cerrados y la cara apoyada en el pavimento, pero en su mente continuaba viendo el techo del cobertizo. A pesar de tener los ojos cerrados, esa imagen era muy nítida y el muchacho no conseguía entender de dónde venía.
Abrió los ojos y vio el pavimento, volvió a cerrar los párpados y se encontró de nuevo observando el techo. Continuó a cerrar y a abrir los ojos durante unos minutos, buscando una explicación, luego se levantó de golpe atemorizado por las conclusiones a las que había llegado. Veía con los ojos del robot alienígena, no lo podía creer, tocar el pequeño panel había creado una conexión mental entre ellos.
« ¡He aquí la forma en que pilotaba la lagartija!» exclamó satisfecho.
Joshua se acercó al robot, le posó la mano sobre el pecho y el metal que lo recubría se abrió. Vio una especie de caja torácica que contenía un material que se movía, seguro que no era biológico, con pequeños tubos dentro de los cuales un líquido verdoso discurría velozmente. En el centro había una esfera metálica, nunca había visto nada semejante, tendría que desmontarlo pieza a pieza para comprender bien el funcionamiento. El muchacho acercó un dedo a aquel objeto metálico y lo acarició y vio que había comenzado a girar, primero en el sentido horario, luego al revés, repitiendo los mismos movimientos muchas veces pero siempre a más velocidad. De repente la esfera se abrió y una luz cegadora emanó de ella, iluminando, como si fuese de día, todo el cobertizo.
Ya no veía nada, la luz era demasiado fuerte, intentó cubrirse los ojos con las manos, pero estaba deslumbrado como si tuviese el sol delante del rostro. Cogió la máscara de soldador de la estantería y se sirvió de ella para cubrirse la cara, consiguiendo de esta manera, después de unos segundos, reabrir los ojos.
Volvió a acercarse al robot para mirar de dónde había salido toda aquella luz y vio un objeto luminoso, tan grande como una pelota de tenis, amarilla y cegadora como el sol, que fluctuaba en el interior de la esfera metálica. Tocó de nuevo la envoltura y ésta se cerró de nuevo volviendo la penumbra al cobertizo.
« ¡Ésta sí que es una batería!» gritó, cada vez más alucinado por la tecnología de los extraterrestres.
«Estos alienígenas están centenares de años más evolucionados que nosotros» pensó volviendo a cerrar con un sencillo toque el pecho del robot.
«Debo conseguir controlarlo» dijo mientras se sentaba en el taburete al lado del banco de trabajo.
Cerró los párpados y de nuevo vio aquello que los ojos del robot seguían mirando.
« ¡Levántate!» ordenó.
Delante de la imagen del techo comenzaron a aparecer unos signos, parecidos a los jeroglíficos, que pasaban en rápida sucesión, luego, a la derecha de los jeroglíficos aparecieron unas palabras, como si todo el diccionario de la lengua inglesa estuviese siendo hojeado. Pasaron unos minutos, luego, de repente, aparecieron unas frases y una voz de tono bajo, tanto que daba miedo, comenzó a resonar en la cabeza del muchacho.
«Conversión lingüística efectuada.»
«Análisis de los circuitos completado.»
«Setup actualizaciones nuevo comandante, efectuado con éxito.»
«INMX1 listo y a la espera de órdenes. Definir modalidad.»
« ¿INMX1 es tu nombre?» preguntó Joshua indeciso.
«Sí, comandante» respondió el robot.
A continuación, repitió: «Definir modalidad.»
El chaval quedó un momento en silencio, perplejo, luego ordenó: «Enumera modalidades.»
«Modo reposo, modo lento, modo veloz, modo combate. Definir modo.»
«Modo lento» dijo Joshua, intentando adivinar,
«A partir de hoy tu nombre será Raptor» ordenó el muchacho después de haber reflexionado durante unos segundos.
«Sí, comandante» respondió el robot.
El joven estaba cada vez más incrédulo pero, al mismo tiempo, sentía una fuerza y una seguridad que no había probado antes. Podía impartir órdenes sólo con el pensamiento sin tener que mover, como una marioneta, un inútil robot con el cual no podía interaccionar de ninguna manera.
Cogió de la cajonera un folio de un material azul parecido al plexiglás pero mucho más maleable, cortó dos rectángulos y los pegó sobre el rostro del autómata para recrear la mascarilla que se había roto en el bosque y cubrir la fisura de la cabina del piloto.
A continuación volvió a poner a prueba sus capacidades, pensó un momento y ordenó:
«Se ha hecho de noche, enciende las luces Raptor.»
El robot se dirigió hacia el interruptor y encendió las luces. Joshua estaba asombrado, no era necesario explicarle qué hacer u ordenar cada movimiento, bastaba con impartirle una orden y él la seguía sin dudar.
«Coge mi bebida preferida» dijo, intentando impartir una orden más compleja.
El robot se dirigió hacia el pequeño frigorífico, lo abrió y cogió una lata de Coca Cola, volvió con el chaval y se la dio con delicadeza. La conexión mental era tan profunda que Raptor podía acceder a todas las informaciones necesarias para completar la orden recibida, sin tener necesidad de recibir aclaraciones o explicaciones. Lo conocía mejor que su madre y tenía un poder inmenso. El joven hinchó el pecho y sonrió satisfecho. ¿Qué más podía desear?
Joshua comenzó a fantasear sobre lo que podría hacer con su nuevo amigo, pensó en el torneo y en cómo podría ganarlo con facilidad. No quería usarlo, porque creía que no sería leal con respecto a los otros adversarios, luego, pensándolo mejor, llegó a la conclusión de que, hasta ese momento, luchar contra las multinacionales de la Robótica, con los inmensos fondos de que disponían y con los innumerables científicos que cada día trabajaban para crear robots cada vez más evolucionados y potentes, no había sido para nada leal y le había producido numerosas y humillantes derrotas. Ahora tenía la posibilidad de limpiar su nombre y pagarles con la misma moneda.
Mientras pensaba en lo que podría hacer con su nuevo juguete, se dio cuenta de que su padre y su madre le harían algunas preguntas y querrían una explicación, debía inventarse algo para justificar la existencia del nuevo robot y debía hacerlo con rapidez antes de que sus padres volviesen a casa.
Siguió pensando en algunas posibles soluciones, pero todas le parecían poco plausibles, hasta que tuvo una corazonada. Cogió el teléfono móvil, llamó a su amigo Lucas Martin y le dijo que viniese rápidamente porque habían sucedido algunas cosas increíbles y no podía explicarlas por teléfono.
Lucas llegó corriendo unos minutos después, afortunadamente vivía cerca. Joshua le explicó con pelos y señales todo lo sucedido en el bosque, le mostró al alienígena en el tarro y le hizo una demostración de las capacidades del nuevo robot. Le explicó el motivo por el cual no había ido a las autoridades, luego le pidió que le ayudase para dar una explicación a sus padres.
Estudiaron un plan perfecto. Dirían que el robot pertenecía a Lucas, que no había conseguido inscribirlo en las eliminatorias del torneo a tiempo y que, por lo tanto, al ser mejor que el robot de Joshua, se lo había prestado encantado. Su versión de los hechos parecía bastante creíble ya que el padre de Lucas, que era un millonario al mando de una multinacional y senador, compensaba su continua ausencia y el escaso interés por su hijo y la familia con costosos regalos. El padre del pequeño inventor nunca habría pedido una confirmación al padre de Lucas porque no tenían buenas relaciones debido a una vieja cuestión de confines de las propiedades.
Esperaron juntos la llegada de los padres de Joshua, definiendo, mientras tanto, algunos detalles y enterrando el cuerpo del pequeño alienígena en el terreno cercano al cobertizo para evitar que pudiese ser encontrado por alguien. Lucas había conseguido sacarle la promesa de que, si se le presentaba otra oportunidad, le procuraría también a él otro robot alienígena.
Cuando el padre del pequeño genio llegó al cobertizo para buscar a su hijo, los muchachos le contaron la historia que habían inventado. El padre no tuvo ningún problema en creerles, es más agradeció a Lucas su amabilidad y le pidió que también le diese las gracias a su padre que había dado su consentimiento. Parecía contento por su hijo que, después de tantas humillaciones tenía, por fin, un buen robot para el torneo.
Joshua ordenó mentalmente a Raptor ponerse en modo reposo y salió del cobertizo junto con su padre y su amigo, se despidieron y cada uno se dirigió hacia su propia casa. En cuanto llegó a casa contó también a su madre la historia del préstamo. La mujer, que era menos ingenua que su marido, estaba perpleja y comenzó a hacer un montón de preguntas. Quería saber por qué motivos la familia de Lucas había accedido al préstamo, considerando que la posibilidad de la destrucción del robot no era tan remota. El chaval explicó que el juguete de su amigo era muy fuerte y que no sería destruido y si, desafortunadamente, esto ocurriese, lo pagaría él con su dinero.
Los padres, que habían sido unos pobres obreros y que debían a su hijo la repentina riqueza, ante aquellas palabras se callaron reconociendo que Joshua no era un imprudente, sino que había demostrado siempre tener la cabeza bien plantada sobre los hombros a pesar de su juventud.
Cenaron y se fueron a la cama. Joshua no conseguía conciliar el sueño, continuaba pensando en lo que había sucedido, en la responsabilidad que había asumido al no advertir a las autoridades. Pensaba en las consecuencias, incluso penales, que su gesto comportaba y qué podría suceder si fuese descubierto, pero era demasiado tarde para dar marcha atrás y, sobre todo, no quería renunciar a la sensación de poder que su nuevo robot le transmitía.
Intentó ponerse en contacto con él, sentía que la conexión estaba todavía activa a pesar de la distancia.
«Raptor, ¿estás durmiendo?» preguntó.
Enseguida, la voz cavernosa del robot, resonó dentro de su cabeza.
«No, comandante, yo no duermo jamás.»
« ¿Cuántos hay como tú en la tierra?»
«Yo soy el primero, pero muy pronto habrá otros.»
« ¿De dónde venís?»
«Yo he sido construido en la tierra.»
« ¿Quiénes son esos seres parecidos a lagartijas que te han construido?»
«No lo sé, Comandante, toda la información sobre ellos ha sido borrada en el momento de la desconexión.»
« ¿Cómo os desconectáis?»
«Sólo la muerte del comandante puede permitir la desconexión, o también una excesiva distancia entre nuestras mentes.»
« ¿Cuál es la distancia máxima?»
«Con el comandante anterior la conexión no era buena, su mente no le permitía alejarse más allá de los veinte centímetros.»
« ¡Por esto el alienígena estaba obligado a permanecer dentro del robot, no podía manejarlo desde más lejos a causa de la poca potencia de sus ondas cerebrales!» pensó el chaval.
« ¿Ente nosotros cuál es la distancia máxima?» preguntó, cada vez más curioso.
«Tu capacidad telepática es enorme, tus ondas cerebrales son muy fuertes, la conexión es excelente, puedo estimarla en más de unos cientos de kilómetros, aproximadamente.»
« ¿Me eres fiel o todavía estás conectado a tus constructores?»
«Mi mente es una extensión de la tuya, yo no existo sin conexión, tú eres el comandante, tus enemigos son también los míos.»
«Gracias Raptor, ahora intentaré dormir. Buenas noches»
Le hubiera gustado continuar haciendo preguntas, pero se dio cuenta que tenía todo el tiempo del mundo para aclarar cualquier duda, mientras que la necesidad de procesar la información recibida era más urgente.
Continuó reflexionando sobre las respuestas recibidas del robot. Él era el primero pero habría otros, así que dedujo que todavía los estaban construyendo. Había sido fabricado en la tierra, por lo tanto los alienígenas debían tener una base en nuestro planeta en la que poder construir los robots.
Pensó que, en efecto, para transportar unos autómatas tan grandes necesitarían unas astronaves enormes, muy fáciles de identificar por los radares militares, mientras que, dadas sus pequeñas dimensiones, los alienígenas podrían descender sobre la Tierra en pequeñísimas naves espaciales sin ser observados. Podían haber llegado a nuestro planeta hace muchos años sin ser vistos por nadie. Había lugares inexplorados en los que podían refugiarse y vivir sin entrar jamás en contacto con un ser humano.
«Entonces, ¿por qué construir unos robots? ¿Cuáles son sus intenciones? Seguramente no son buenas» pensó.
«Construyen robots para enfrentarse a los humanos, en caso contrario la lucha sería desigual. Quizás no se contentan con ser unos huéspedes, quieren dominar el planeta, eliminar a los principales competidores por la comida. Yo represento, por lo tanto, una amenaza para ellos, soy el único que conoce su existencia y sólo con mi muerte podrían recuperar el robot.»
A pesar de todos aquellos pensamientos y un poco de miedo por la incertidumbre sobre su destino, finalmente cayó agotado en un profundo sueño.
Al día siguiente se despertó temprano y corrió enseguida a ver a su nuevo amigo para jugar con él. Sabían hacer las mismas cosas, lo retó a jugar al baloncesto, al fútbol, pero, por desgracia, no tenía ninguna posibilidad de poder vencerlo, conocía los deportes igual que su comandante pero tenía unas dotes físicas inmensamente superiores. Lo retó, por lo tanto, a una partida de ajedrez y después de unos cuantos empates consiguió vencerle.
Pasaron así algunos días, la amistad entre los dos crecía y se reforzaba. El muchacho estaba cada vez más encariñado con el robot y Raptor le correspondía sintiéndose cada vez más unido a su nuevo comandante. Joshua se olvidó de los alienígenas, dejó de preocuparse por si su vida estaba en peligro y, sobre todo, dejó de preguntarse cómo no habían aparecido todavía.
Llegó el día del torneo. Joshua se puso los controladores para fingir que el robot era controlado con el telemando y con la mente le ordenó que subiese al auto de su padre. Lucas no había podido venir porque todavía estaba ocupado con la escuela pero prometió que en cuanto le fuese posible le haría compañía.
Fueron acompañados hasta delante de la puerta de entrada. Joshua entregó al personal encargado la inscripción a los juegos y un documento de reconocimiento, le dieron entonces la credencial para poder moverse libremente. El muchacho observó enseguida algunos robots adversarios, algunos eran realmente impresentables, otros, en cambio, eran muy hermosos.
En los años anteriores el éxito en las competiciones había sido siempre privilegio de unos cuantos robots. El japonés había vencido más ediciones que los otros, pero también los chinos, los alemanes, los italianos, los canadienses, los rusos y los ingleses había hecho un buen trabajo, quedando siempre entre los diez primeros.
El robot italiano había sido fabricado por la famosa marca automovilística Ferrari, era un prodigio de la técnica, con soluciones siempre a la vanguardia. También habían vencido la mayoría de las veces el premio por el mejor diseño.
El alemán estaba en el límite del reglamento, de hecho, las reglas establecían una altura máxima de 2,10 metros y un peso máximo de 190 kilos y estas eran exactamente las medidas del autómata alemán.
El robot chino no estaba a la altura del alemán y del italiano, pero lo mandaba un muchacho campeón mundial de kick boxing, por lo tanto era un adversario muy temible.
No estaban representados todos los países, algún Estado, en cambio, hasta llevaba dos, dependía del éxito obtenido en los años anteriores. Joshua había disfrutado los años precedentes de una wild car2 porque había sido el inventor de la batería que movía todos los robots, pero en la edición anterior había conquistado el derecho a ser “cabeza de serie” al ponerse entre los diez mejores luchadores del torneo.
El torneo incluía 100 participantes, las primeras diez cabezas de serie se enfrentarían a nueve adversarios cada uno, sorteados entre aquellos menos fuertes. Cada vencedor de estas rondas de clasificación participaría en la ronda final que establecía el enfrentamiento directo entre los primeros diez clasificados. Por regla general los cabezas de serie vencían siempre su ronda, por lo que, habitualmente, eran los mismos diez robots luchando por el título.
Sobre el panel se veían discurrir los nombres de los cabezas de serie y, en las columnas de abajo, aparecían los nombres de los robots adversarios a medida que tenía lugar el sorteo. El primer adversario de Raptor sería el robot tailandés.
Joshua esperaba a que la voz de los altavoces lo llamase para comenzar el combate, pero antes debían exhibirse los cabezas de serie, desde el primero hasta el nueve, él era el décimo.
Asistió con paciencia a los combates de los otros que, como era previsible, no tuvieron ninguna dificultad para desembarazarse de su primer adversario.
Había llegado su turno. Cuando la voz dijo su nombre sintió un sobresalto en el corazón, era consciente de la fuerza de su robot, pero la emoción hacía que le temblasen las manos. Ordenó a Raptor subir al ring grande y él entró en uno de los dos pequeños.
« ¡Raptor, modo combate!» pensó.
Su amigo se puso en la posición inicial que el muchacho había aprendido haciendo artes marciales.
«Destruye a tu adversario» ordenó mentalmente cuando sonó la campana.
Mientras tanto, el robot tailandés se había acercado, asestándole un puñetazo a la altura del rostro. Raptor lo había esquivado con un movimiento fulmíneo y con una velocidad parecida había respondido con un rodillazo al estómago del adversario, separando de cuajo la parte inferior. El público, que había asistido en silencio, no pudo contener una exclamación de asombro por la potencia y la velocidad de aquel golpe.
El muchacho, que había mirado fijamente a su robot para intentar repetir los golpes y no dar a entender que los controladores en realidad no controlaban nada, quedó estupefacto de cómo Raptor había seguido el movimiento que él tenía en mente a la misma velocidad con que lo había pensado.
El primer combate había terminado, le habían bastado unos pocos segundos para destruir al adversario y para conquistar esa confianza y seguridad que no tenía un momento antes de comenzar la pelea.
Llegó de nuevo el turno de los otros cabezas de serie, el robot japonés se había desembarazado del brasileño con técnicas de Jujitsu muy espectaculares y el flamante robot italiano había arrancado la cabeza al adversario suizo con un gancho de derecha al mentón. Los combates se sucedían velozmente, aunque en la segunda ronda los cabezas de serie habían superado a los respectivos adversarios. Le tocaba de nuevo a Raptor.
Las reglas del torneo eran pocas y sencillas, además de establecer la altura y el peso de los contendientes, establecían que no podían ser usados objetos contundentes de ninguna clase ni, por supuesto, armas; además se decretaba el KO en el momento en que uno de los participantes no era capaz de luchar debido a los daños sufridos.
El adversario esta vez era más peligroso, pero el joven luchador ya no tenía miedo. En cuanto sonó la campana Raptor se lanzó sobre el desafortunado adversario asestándole una patada en plena cara con unas tijeras mortíferas. Lo había hecho volar hasta las cuerdas que luego lo habían hecho rebotar, provocando que acabase en la lona. Un hilo de humo negro salía de la cabeza del pobrecillo que había quedado inmóvil.
Los jóvenes propietarios de los otros robots cabezas de serie, se habían quedado a ver el encuentro de Joshua y ahora se miraban preocupados intuyendo que aquel era, sin ninguna duda, el adversario más peligroso. El chaval japonés se había acercado al pequeño genio que ahora ya había bajado de su ring y con aire amenazante le dijo:
« ¿Dónde crees que llegarás con esta chatarra?»
«Seguramente llegaré antes que tú» respondió Joshua con aire seguro y arrogante.
El japonés se quedó al principio sin palabras por la seca y decidida respuesta, luego dio un empujón al muchacho haciendo que cayese al suelo.
«Aplastaré a tu robotito como una hormiga» exclamó el joven nipón, escondiendo, detrás de aquella arrogancia, todo el miedo y la inseguridad que sentía en su interior; luego, se dio la vuelta y se alejó velozmente al ver que los árbitros se acercaban para comprobar lo ocurrido y temiendo una descalificación.
« ¿Todo bien, chaval?» preguntó un árbitro al pequeño luchador.
«Sí, me he caído. No ha pasado nada» respondió Joshua.
Comenzó la tercera ronda, una vez más los cabezas de serie habían pasado a la sucesiva, pero esta vez con más dificultad: los adversarios eran cada vez más fuertes. El robot alemán había dado un espectáculo aferrando al adversario y levantándole con los brazos tiesos sobre la cabeza, luego lo había tirado dejándolo caer sobre su rodilla y partiéndolo en dos. También el segundo robot americano, cabeza de serie número cinco, propiedad de la Robotech, famosa empresa productora de robots para el trabajo, había pasado la ronda desembarazándose del robot iraní entre el estruendo y los gritos de alegría de los espectadores.
El tercer adversario de Joshua estaba ya en su esquina listo para combatir, el muchacho había aferrado las cuerdas y con un salto había entrado en el ring, los mismos movimientos fueron imitados por su amigo. Los dos robots, al sonido de la campana, comenzaron a saltar a la espera del movimiento del adversario. De repente Raptor hizo un falso movimiento de golpear con un puño a la cara del luchador enemigo, el cual, enseguida se protegió la cara con el antebrazo, en ese momento, como un rayo, le dio una patada baja en la parte posterior de la espinilla derecha mandándolo al suelo, luego se dejó caer sobre su adversario golpeándolo en pleno pecho con un codazo y rompiéndolo.
El público de casa estaba entusiasmado por la buena actuación de los robots americanos, nunca como este año estaban tan esperanzados en vencer el torneo.
Tampoco la cuarta ronda había reservado sorpresas, solo la duración de los encuentros había aumentado con el aumento de la fuerza de los adversarios. El robot chino había acabado en la lona sugiriendo la primera eliminación de un cabeza de serie, sin embargo se había levantado desfogando la rabia por el golpe sufrido con una patada frontal al estómago que había dañado los circuitos del adversario y ensuciado la lona de aceite.
Raptor se había desembarazado en pocos minutos de su fuerte adversario con una patada circular, asestada con una fuerza y una velocidad tal que no le dio escapatoria al contendiente. El público estaba cada vez más entusiasmado, la calidad de los golpes era de un nivel altísimo y el espectáculo ofrecido era apasionante, coros de incitamiento se levantaban desde las gradas llenas y cada vez más el nombre del robot de casa se repetía como si fueran hinchas de un partido de fútbol.
Después de la quinta ronda, también ésta sin sorpresas, fue declarada la pausa de dos horas de manera que los jóvenes atletas y el público pudiesen reposar y comer en los numerosos restaurantes y locales de comida rápida del edificio.
La final del torneo con los 100 mejores robots del mundo duraba sólo un día. Durante el año se desarrollaban las clasificaciones, donde se veían a millares de robots empeñados en torneos di eliminación directa que decretarían los participantes en la jornada final de la estación. Las mayores empresas di Network mundiales se peleaban por un evento que superaba por número de espectadores a los mejores eventos deportivos del mundo, desde el fútbol americano al fútbol clásico, del automovilismo al motociclismo.
Joshua había encontrado una tienda de bocadillos bastante aislada para huir del asalto del público y de los periodistas, disfrutaba de su bocadillo y charlaba con su amigo metálico.
«Somos muy fuertes, ¿verdad Raptor?» preguntó.
«Sí, comandante, para mí los robots adversarios son como unas marionetas, he evitado empeñarme al máximo porque he leído en tu mente el temor a ser descubierto»
El muchacho al escuchar esas palabras pensó en el peligro que los pequeños alienígenas representaban, con sus máquinas tan evolucionadas y cómo había sido irresponsable al esconder al mundo su existencia. Habían pasado muchos días desde el descubrimiento del robot y no podía saber cuántos de ellos habían construido mientras tanto.
Bebió su Coca Cola para bajar el bocadillo que le había quedado atascado en el estómago mientras pensaba que, quizás, habría debido revaluar su decisión. Si hubiese dicho la verdad, habría sido descalificado de por vida del torneo y quedaría señalado por siempre como el que había ganado haciendo trampas; no podía destruir su vida por un estúpido escrúpulo de conciencia, ahora la decisión había sido tomada, debía sólo esperar a que los alienígenas no lo desenmascarasen, atacando el mundo con unos robots idénticos al suyo.
Raptor, que conocía las preocupaciones de su joven comandante y que sentía por el algo inexplicable, intentó tranquilizarlo
«No te preocupes, me ocuparé de ellos lo antes posible, nadie comprenderá de dónde vengo ni quién soy. Yo sé dónde se encuentra su base, se cuántos son y dónde está escondida la nave nodriza.»
« ¿No habías dicho que toda la información acerca de ellos se había borrado con la desconexión?» respondió contrariado el muchacho.
«Sí, es verdad, pero tú sabes perfectamente que lo que ha sido borrado siempre se puede recuperar, basta con buscar en el lugar justo, y yo he descubierto que tengo una copia de seguridad en un sitio escondido de mi mente, ahora se todo sobre ellos y estoy preparado para responder a cualquier pregunta.»
El muchacho aprovechó la invitación y comenzó a presionarlo con una serie de preguntas.
« ¿Por qué están aquí? ¿Qué quieren? ¿Cuáles son sus intenciones?»
«Están aquí desde hace muchos años, son los supervivientes de una larga y sangrienta guerra en su planeta, han venido en son de paz en busca de hospitalidad y comida. Han comprendido que, sobre la Tierra, hay un lugar para ellos y que pueden sobrevivir sin entrar jamás en contacto con el ser humano, y ni siquiera competir con los terrestres por los recursos que necesitan.»
« ¿Cómo han llegado hasta nosotros?»
«Poseen una astronave muy grande, la han escondido, convirtiéndola en invisible, en el lado oculto de la Luna. Han bajado a la Tierra en unas pequeñas naves espaciales que vuestros radares no pueden identificar.»
«Tú dices que han venido en son de paz, entonces ¿por qué te han construido y han intentado matarme en el bosque?»
«Ellos viven en paz en la selva amazónica y no tienen ni armas ni robots, se han adaptado a las condiciones de vida de las especies animales y como ellos viven renunciando a la tecnología e incluso a sus vestimentas para confundirse con la naturaleza y no ser descubiertos. Viven de los frutos que vuestro espléndido planeta les ofrece generosamente.»
«No lo entiendo. Explícate mejor.»
«Hace algunos años unos seres humanos, desforestando parte de la selva, han destruido con sus excavadoras una colonia alienígena, matando a cientos de ellos, entre los cuales había huevos que estaban a punto de abrirse. Desde ese momento, los supervivientes, en contra de la opinión de las otras colonias que han votado por mantener la paz, han creado una facción hostil a los seres humanos, jurando venganza. Se trasladaron a los Estados Unidos, formando una colonia y comenzando a planear la conquista del planeta y la destrucción de los humanos. Construyeron una base ultra moderna, sirviéndose de la tecnología de la nave nodriza y han comenzado a fabricar los robots.»
« ¿Cuánto tiempo necesitan para construir un robot como tú? ¿Cuántos pueden construir al mismo tiempo?»
«Quizás un mes, yo soy el primero y el único. Ellos sólo pueden construir uno de cada vez.»
«Han pasado poco más de veinte días desde que te encontré, todavía tenemos tiempo para pensar en un contraataque, ahora, ocupémonos del torneo.»
«Es más, quiero saber algo más de ti» dijo el chaval antes de que su amigo se levantase de la silla en la que estaba sentado.
«Pregunta, venga.»
«Tú estás vivo, eres capaz de pensar, de razonar, eres inteligente, ¿qué opinión tienes de ti mismo y de tu vida de robot?»
«Yo sólo soy un esclavo, yo no existo sin una conexión, la mía no es una vida.»
«Te equivocas, tú existes porque tienes conciencia de ti mismo, eres capaz de pensar, por lo tanto, estás vivo, no eres sólo una máquina. Te prometo que, cuando acabe el torneo, intentaré estudiarte y comprender cómo liberarte de la conexión.»
El robot se quedó callado durante unos minutos, cogió la pequeña mano de su comandante entre las suyas mientras la acariciaba con suavidad, luego exclamó:
«Eres demasiado bueno, te estaré siempre agradecido por haberme liberado de la conexión de ese ser malvado. Aunque tú no consigas liberarme completamente, debes saber que, para mí, estar ligado a ti es el regalo más hermoso que pudiese recibir.»
A Josué le hubiera gustado abrazarlo pero no podía, las personas que estaban sentadas en las mesas del bar de bocadillos y que podían verlo no lo habrían entendido, pero sabía que su amigo había leído en su mente sus intenciones y sabía cuán fuertes eran los sentimientos que los unían.
El descanso había terminado y la voz de los altavoces reclamaba a los competidores para el comienzo de los combates, así que se levantaron y se dirigieron hacia la enorme sala donde se desarrollaban los encuentros.
Había comenzado la segunda ronda y los robots habían iniciado a enfrentarse en el ring. El espectáculo mejoraba por momentos y el público lo recalcaba con clamorosos aplausos, sobre todo cuando llegó la hora de Raptor, se pusieron todos en pie mientras cantaban a coro por su favorito.
El robot, para no desilusionar al público, intentó que el enfrentamiento durase un poco más, evitando los golpes del adversario pero esperando golpearlo, hasta que un giro y una patada alta a la cara del desafortunado lo mandó a la lona.
Los enfrentamientos siguientes habían terminado, el cabeza de serie Nueve, representado por el robot canadiense, había sido vencido por el español que, de esta manera, se aseguraba la participación en la edición del próximo año sin pasar por la clasificación. Quedaban sólo diez robots que se enfrentarían entre ellos para determinar el vencedor del torneo. Se actualizó el marcador. Todos los contrincantes estaban esperando los sorteos para saber cuál sería el puesto provisional del próximo adversario.
El segundo robot americano había sido emparejado con el japonés, el público no había ocultado su desilusión por el resultado poco afortunado del sorteo. También se enfrentarían: el italiano con el alemán, el chino con el inglés, el español con el segundo robot japonés y, en fin, Raptor se enfrentaría al ruso.
Tuvo lugar el primer encuentro entre Estados Unidos y Japón. La excelente técnica del nipón contrastada hábilmente por el americano que había respondido a cada golpe pero que, finalmente, había cedido ante el adversario más fuerte, quedando destrozado encima de la lona. El alemán, después de haber ilusionado a sus hinchas, mostrando toda su fuerza, había debido sucumbir ante la mayor velocidad del italiano que, con un hábil movimiento, primero había pasado por debajo de sus piernas y luego lo había destruido con un golpe mortal en la nuca.
El español había perdido contra el otro robot japonés y el chino había superado su turno con mucha dificultad. Quedaba sólo el encuentro entre Raptor y el ruso. De todos estos quedarían sólo cinco, cuatro se enfrentarían entre ellos, confiando otra vez en el sorteo, el quinto sería el primer finalista y podría descansar un poco con respecto a los otros adversarios, pero para llegar a la final, saltando dos encuentros, debería ser aquel que empleaba menos tiempo en desembarazarse del adversario.
Joshua quería ser el primer finalista, no porque no quisiese disputar otros encuentros, sino porque comportaría una ventaja física, pero sobre todo psicológica, sobre el contrincante. Así que ordenó a su robot que venciese en el menor tiempo posible.
Raptor obedeció y en cuanto sonó la campana se tiró sobre el adversario que, antes de que comprendiese lo que estaba pasando, se encontró hecho pedazos sobre la lona del ring. El público estaba delirante, los Estados Unidos estaban en la final.
Los últimos encuentros vieron enfrentarse a un japonés contra el italiano y el otro contra el chino. El italiano venció al segundo robot nipón después de una larga y frenética lucha, mientras que el chino, que había peleado como un león, finalmente había debido sucumbir a los golpes del primer autómata del sol naciente que tenía sus mejores armas en la calidad de su mecánica y en el Jujitsu.
Del encuentro entre el italiano y el japonés saldría el segundo finalista, era un encuentro entre titanes, las dos mejores industrias de robots del mundo se retaban para enfrentarse a lo que todos creían era el juguete construido por un chavalito. Esto, de todas formas, no asombraba a nadie, todos sabían que aquel muchachito había puesto en marcha el desarrollo de los robots con sus inventos, todos sabían que era un genio reconocido a nivel mundial y, por lo tanto, que hubiese construido un robot superior a todos los otros, era bastante probable.
El reto entre dos robots con habilidades parecidas no podía sino volcarse de la parte del más experto en las artes marciales y, de esta forma, el japonés venció al italiano, aunque con grandes dificultades.
Joshua estaba a punto de enfrentarse con aquel chaval que lo había empujado, haciéndole caer y que le había dicho: «Aplastaré a tu robotito como una hormiga». Volvía a pensar en aquellas palabras mientras saboreaba la venganza.
Estaba ya listo en el ring, a la espera del japonés que llegó con aire presuntuoso, seguro como estaba de poder vencer con facilidad al joven y menos experto americano. El encuentro comenzó con el robot nipón atacando enseguida, Raptor había esquivado, con su excepcional rapidez todos los golpes del adversario, pero sabía que con el Jujitsu la fuerza de sus golpes podía volverse contra él si se hubiese equivocado al golpearlo, probó a hacer unas fintas y a abrir un hueco en la defensa del adversario.
El público, en la sala, estaba totalmente de su parte, y él no quería desilusionarlos. De repente el adversario intentó golpearlo con una patada circular alta, él se bajó y lo golpeó con una impresionante velocidad en el pie de apoyo haciéndolo caer estrepitosamente.
El campeón japonés, que mientras tanto se había levantado, comenzaba a perder seguridad, intentó todavía golpear al adversario sin conseguirlo y sufriendo los golpes asestados por Raptor. Cuando el robot alienígena se dio cuenta de la indecisión del contendiente, se lanzó con ímpetu al ataque final, dio un salto y con una patada descendiente en plena cara lo volvió a tirar a la lona, rematándolo, antes de que se pudiese levantar de nuevo, con una serie de puñetazos que aplastaron la cabeza del autómata nipón como una lata vacía.
La gente había enloquecido de alegría y, mientras la música resonaba desde los altavoces y el locutor anunciaba al nuevo campeón del mundo, algunos hinchas habían levantado a Joshua llevándolo en los hombros hasta el palco sobre el cual tendría lugar la entrega de premios. Al lado de él, en los escalones más bajos, el chaval japonés y el italiano no conseguían esconder la desilusión en sus rostros. Joshua estrechó la mano al italiano, alegrándose con él, luego, mientras estrechaba la del japonés, le dijo sonriendo todo satisfecho:
«Ya lo destrozarás la próxima vez, a mi robotito.»
El muchacho se fue de celebración con su padre y su amigo Lucas que, mientras tanto, lo había alcanzado, incrédulo, en el edificio. Hubiera querido llevar también a su amigo Raptor, pero por razones obvias debió dejarlo en el coche. Regresó a casa feliz, su sueño se habría hecho realidad, había conseguido su objetivo, ahora, después de una merecida noche de descanso, podía concentrarse en el problema de los alienígenas.
A la mañana siguiente, muchos periodistas fueron a buscarle para pedirle una entrevista, él respondió encantado a las preguntas que le hacían, quería disfrutar de su momento de gloria antes de que algo pudiese arruinarlo todo. Su juventud lo salvó de las preguntas más maliciosas y no debió dar explicaciones sobre la fuerza de su criatura, en el fondo, aunque había vencido a los mejores autómatas del mundo, lo había hecho sin levantar sospechas y sin mostrar una superioridad abrumadora.
Por la tarde, finalmente, lo dejaron en paz, así que se fue al cobertizo junto a su amigo robot para charlar un poco. Raptor conocía todo de su joven amigo ya que podía leer su mente y, por lo tanto, Joshua no tenía ningún problema para confiarse a él ni se avergonzaba al pedirle consejos a los cuales el nuevo campeón del mundo no se sustraía, aprovechando la sabiduría que la enorme cantidad de datos de su memoria le confería.
Se dio cuenta de que en su vida le había siempre faltado una figura como su amigo metálico, no tenía hermanos y el padre y la madre se ausentaban a menudo, ocupados en actividades mundanas. Lucas era un muchacho inteligente y un óptimo amigo pero no había querido nunca confiar en él y no conseguía explicarse el motivo.
Ya se había hecho de noche y Joshua, mientras estaba entrando en casa, notó sobre la mesa, sobre la que la madre le había dejado una cena rápida, una nota. Los padres le decían que habían salido a cenar con unos amigos y que volverían tarde, le pedían que cenase él y que no se fuese tarde a la cama.
« ¿Para qué se habrán inventado los teléfonos móviles?» se preguntó ya que sus padres no los utilizaban jamás.
Cenó con rapidez, miró un poco la televisión y se fue a la cama todavía cansado por los acontecimientos y las emociones del día anterior. Continuaba pensando en lo sucedido aquel mes, qué hacer para resolver el problema de los alienígenas pero, sobre todo, cómo liberar a su amigo de la conexión sin arriesgarse a dañarlo.
Había cerrado los ojos y estaba a punto de dormirse cuando un ruido le asustó, oía unos pasos caminar despacio que hacían crujir la madera de las escaleras que conducían a su cuarto. Al principio creyó que habían vuelto sus padres, luego, vista la hora, pensó que era demasiado temprano. Un pensamiento hizo que se le helase la sangre en las venas, se levantó de repente de la cama, puso la almohada debajo de las sábanas para hacer creer que todavía estaba acostado, abrió la ventana y se escondió al lado del escritorio. La puerta se abrió lentamente, vio los ojos luminosos del robot mirar fijamente la cama, estaba a punto de salir de su escondite para correr hacia su amigo Raptor cuando un rayo láser hizo explotar la cama levantando una nube de plumas de oca, salidas desde la almohada escondida debajo de las sábanas.
Joshua se precipitó, aterrorizado, fuera de la ventana, sobre el techo de tejas y madera inferior, corrió hacia el tubo del canalón, se aferró a él, se dejó deslizar hasta la planta baja y comenzó a correr. Vio al robot saltar desde la ventana para perseguirlo pero las tejas, bajo su peso y la impetuosidad del salto, se rompieron haciéndolo resbalar y caer desde el primer piso. El golpe produjo un ruido ensordecedor, el robot se quedó quieto y sus ojos luminosos se apagaron. Joshua se paró para esperar, vio que el robot no se movía y decidió, por lo tanto, volver sobre sus pasos.
Durante un momento había creído que aquel robot era su amigo, pero ahora que lo observaba con atención a la luz de las farolas de su villa, se dio cuenta de que la mascarilla no era la de plexiglás que él había pegado sobre la cara de Raptor, sino como aquella que se había roto en el bosque.
« ¡Mierda! Han construido otro robot,» pensó contrariado.
Mientras levantaba la mascarilla para abrir el habitáculo del piloto, vio a otro alienígena, también vestido como el anterior, pero se quedó sin aliento al descubrir que esta vez habían aprendido la lección y habían dotado al piloto con un casco y un cinturón de seguridad. Intentó, lo más rápido que pudo, de desatarlo, pero no lo conseguía y el corazón batía en su pecho como un tambor, haciendo que le latiesen las venas de la frente y enrojeciendo su rostro. Habría debido escapar pero era demasiado tarde, los ojos del robot se habían encendido otra vez y se sintió perdido.
Finalmente lo consiguió, el cinturón se había abierto, él había cogido al alienígena y había intentado de levantarse para irse rápidamente pero el robot lo había cogido por el pijama y no parecía querer soltarlo, las palabras de su amigo resonaban en su cerebro:
«Con el comandante anterior la conexión no era buena, su mente no le permitía alejarse más allá de los veinte centímetros.»
Se retorció y alejó la mano que tenía al alienígena llevándola lo más lejos posible del robot. Vio los ojos del autómata apagarse y su brazo metálico soltar el agarre de su pijama. Joshua dio un suspiro de alivio y quedó jadeante en tierra para recuperarse del miedo.
El alienígena se agitaba, daba patadas y puñetazos sobre su mano, decidió, por lo tanto, ponerlo en un sitio seguro. El muchacho corrió al cobertizo para buscar un lugar en el que poder encerrar a la pequeña y recalcitrante lagartija. Se acordó del terrario en el que había tenido unas serpientes que sus padres le habían regalado cuando era niño y que él había cuidado con celo. Quitó el casco y los vestidos al pequeño para evitar que alguien comprendiese su verdadera naturaleza y lo metió en el contenedor que había encontrado encima de un estante. Aquel ser verdoso saltaba como si estuviese endemoniado, daba patadas y puñetazos contra el vidrio, pero no podría jamás salir del sólido terrario.
Miró a su alrededor, raptor había desaparecido, intentó llamarlo mentalmente y vio, a través de sus ojos, el cielo lleno de estrellas en aquella espléndida noche de primavera. Entendió que lo estaban robando, hizo que mirase a su alrededor para ver en qué situación se encontraba y observó otros dos robots que lo transportaban manteniéndolo cogido por los pies y por los hombros.
«Raptor, amigo mío, ¿qué está pasando?» preguntó angustiado.
«Me han inmovilizado y me están llevando a la base, no consigo moverme.»
«No conseguirán desconectarte de mí mientras esté vivo. Intentaré ir lo antes posible a salvarte.»
« ¡No! Es demasiado peligroso, ¿qué puede hacer un chaval contra dos robots?» dijo casi llorando.
« ¿Dónde está la base? ¿Dónde se encuentra?» preguntó Joshua.
«Está dentro del lago, en el centro del bosque, donde nos hemos encontrado.»
« ¡Malditos! ¿Cómo habrán conseguido construir tres robots en tan poco tiempo?» pensó el muchacho mientras corría hacia su casa.
Habría querido conectarse con el nuevo autómata para ir a salvar a su amigo pero tenía que una nueva conexión pudiese desconectar la anterior.
En cuanto llegó al interior de la casa subió corriendo las escaleras, cogió el teléfono móvil y llamó a Lucas.
«Tengo un robot alienígena para ti. Lucas, ven corriendo.»
«Estoy en la cama, estaba durmiendo, ¿no podemos dejarlo para mañana?»
«»
«No, ven corriendo o no lo tendrás jamás.»
«Vale, ya voy» dijo Lucas saltando de la cama y comenzando a vestirse.
Pasaron unos pocos minutos y el amigo llegó despeinado y con las señales de la almohada sobre la cara.
« ¿A qué viene tanta prisa? ¿Quieres decirme qué ha sucedido?» preguntó Lucas bostezando.
«Dos robots alienígenas han atado y raptado a mi amigo Raptor, lo están llevando al lago, me debes ayudar»
« ¿Cómo?»
«Ven conmigo» dijo Joshua invitando al amigo a seguirle al otro lado de la casa donde se encontraba todavía tumbado el robot que había irrumpido en su habitación.
Se acercó al autómata e, indicando un punto en el habitáculo, exclamó:
«Debes tocar ese cuadrado verde delante del asiento»
Lucas obedeció y, después de acercarse al robot, metió el dedo índice a través de la fisura para tocar el cuadrado del interior del habitáculo. Una corriente como la que había golpeado a Joshua le hizo perder el sentido. El pequeño genio intentó de todo para que recobrase la consciencia en el menor tiempo posible.
« ¡Despierta, Lucas! ¡Despierta!» gritó ahora ya preso de la desesperación.
El amigo se recobró lentamente y parecía un poco confuso, los ojos del robot se habían encendido, por lo tanto la conexión había tenido éxito.
« ¿Consigues controlarlo?» le preguntó al, cada vez más confuso, amigo.
«Espera, está haciendo una conversión. OK, ahora sí, está listo.»
«Rápido, tenemos que irnos» gritó Joshua.
Lucas hizo que el robot se levantase y junto con el amigo comenzó a correr hacia el bosque. El autómata corría muy rápido y enseguida desapareció de su vista.
«No han debido de ir lejos, ellos no pueden correr mientras transportan a Raptor y no tienen ningún motivo para pensar que son perseguidos» dijo el joven genio.
Vio con los ojos de su amigo metálico las ramas de los árboles y entendió que habían llegado al bosque. De repente oyó unos ruidos y vio explotar, golpeado por un rayo láser en la espalda, al robot alienígena que mantenía a Raptor por los pies. El otro, en cambio, lo había soltado y se había enzarzado en un combate con el nuevo juguete de Lucas.
Los árboles del bosque eran maltratados por los golpes que los dos robots se intercambiaban y el láser iluminaba la oscuridad entre la espesa maleza. Después de algunos minutos de encuentros estrepitosos uno de los dos contendientes cayó, irremediablemente dañado, al suelo. El otro había quedado en pie y miraba sin moverse a los muchachos que, mientras tanto, habían llegado al bosque y liberado a Raptor de las ligaduras que lo inmovilizaban.
Los dos autómatas se miraban fijamente preparados para luchar pero, de repente, la voz aguda de Lucas gritó:
« ¡No, no lo ataques, es el mío, es Buby!»
Antes esas palabras Joshua, a pesar de que estaba conmocionado, cansado y asustado, rompió en una sonora carcajada, incluso los robots, los árboles y los grillos del bosque, parecía que reían con él. Al momento entendió porqué, a pesar de querer bien a su amigo, no conseguía abrirse con él, era realmente un niño.
« ¿De qué te ríes? Buby era el nombre de mi chihuahua, pobrecito, se murió el año pasado» exclamó Lucas, realmente asombrado.
El joven genio había acabado por el suelo, con las manos se apretaba el estómago, reía y lloraba al mismo tiempo.
« ¡Basta! ¡Basta, no lo llames más Buby o voy a morir de risa!»
« ¡Ya vale!» dijo el joven amigo que mientras tanto se había cruzado de brazos y puesto mala cara.
Joshua había parado de reír y se sentía un poco culpable con respecto al amigo que lo había salvado.
«Perdón, gracias por haber salvado a Raptor, has luchado como un tigre hace nada destruyendo tus dos primeros robots enemigos.»
«Yo no he hecho nada, solamente he dicho a Bu… a mi robot que salvase al que estaba atado y que destruyese a los otros dos.»
«Esta historia debe acabar. Ordena también al tuyo… que ataque la base» exclamó Joshua mientras impartía la misma orden a Raptor.
Los dos robots, sin dudar un segundo, corrieron hacia el lago y se zambulleron desapareciendo en la oscuridad. Unos relámpagos de luz y unas explosiones provenientes del fondo del lago comenzaron a iluminar las aguas oscuras mientras la superficie bullía a causa de los muchos hombrecitos verdes que saltaban afuera hacia el bosque para encontrar un escondite. Después de unos minutos de relámpagos y de ruido regresó el silencio y la oscuridad. Dos figuras negras que brillaban a la luz de la luna emergieron del lago dirigiéndose hacia los jóvenes que estaban esperando ansiosos.
El muchacho oyó la voz de su amigo Raptor resonar en su cabeza.
«Se ha acabado, hemos destruido la base y las naves espaciales, ahora no pueden hacer más daño a nadie. Hemos intentado no matarlos, sin su tecnología son inofensivos y sin sus naves espaciales no podrán conseguir más, excepto que consigan llegar a pie hasta la Amazonia. Por desgracia no he conseguido encontrar a su jefe, él sí que se merece una lección.»
Tiraron en el lago los trozos de los dos robots destruidos y se dirigieron hacia casa.
« ¿Qué le dirás a tu padre para justificar la presencia de Buby?» preguntó Joshua.
«No lo sé, algo inventaré. Podría decirle que tú me habías construido uno también para mí esperando que participase en el torneo. Tú, en cambio, deberías devolverme el tuyo para que no sospechen tus padres.»
«Diré a mi padre que el robot se ha dañado un poco en los combates del torneo y que por lo tanto he decidido pagártelo y quedar con él, total tu padre te ha comprado ya otro.»
« ¡Somos unos genios!» exclamaron casi al mismo tiempo mientras chocaban las cinco.
« ¡Mierda! ¿Las tejas rotas y la cama destrozada cómo las justifico? Démonos prisa en llegar a casa antes de que vuelvan mis padres» exclamó preocupado Joshua.
En cuanto llegaron a la casa pusieron en orden la habitación, esperarían al día siguiente a que sus padres saliesen para comprar un colchón y una almohada. Para justificar las tejas rotas decidieron que contarían que habían hecho subir al robot sobre el tejado para recuperar un gatito. Estaban muy satisfechos de su capacidad de contar mentiras.
Se despidieron con un abrazo y luego Lucas se alejó dirigiéndose hacia su casa junto con su nuevo amigo Buby.
Joshua se fue a la cama cansado y muy agitado por la enésima aventura. Esta vez hubiera querido dormir tranquilo ya que el problema de los alienígenas había sido resuelto, pero el colchón semi destruido no le dejaba dormir. Se puso en contacto con Raptor que, mientras tanto, se había refugiado en el cobertizo.
«La próxima vez no dejes que te aten y te lleven» dijo un poco enfadado al amigo.
«No puedo hacer nada, no consigo moverme si no recibo una orden» respondió él.
«Entonces te ordeno que deberás reaccionar contra cualquier acto que comporte tu alejamiento forzoso de mí.»
«Perfecto» respondió el robot.
El muchacho se quedó durante un momento reflexionando sobre la orden que le acababa de dar, luego preguntó al amigo:
« ¿Tú obedecerás todas mis órdenes, no importa de qué tipo sea?»
«Claro, comandante, estoy programado para obedecer, no vuelvas a dudar de mí jamás.»
«Te ordeno que actúes según tu voluntad, haz lo que quieras sin necesidad de la conexión.»
«Lo siento, comandante, aprecio tu tentativa, pero mi hardware no me permite moverme sin conexión.»
«Permanece conectado, entonces, pero actúa según tu conciencia y tu voluntad.»
El robot intentó moverse, salió del cobertizo y se puso a mirar las estrellas, luego se puso a correr y saltar.
« ¡Puedo hacerlo! ¡Puedo moverme!» su voz tenebrosa resonaba en la cabeza del chaval que sentía la felicidad del robot.
« ¿Te irás ahora? ¿Me dejarás solo?» preguntó el joven.
« ¿Dónde iría? No tengo a nadie, aparte de ti, en este mundo y además un robot que va de paseo solo no pasaría desapercibido. No, me quedaré contigo si quieres, pero por lo menos ahora podré actuar sin tener que esperar una orden. Siempre te estaré agradecido, aunque todavía necesito la conexión, me siento libre y es una sensación muy hermosa.»
«Haz lo que quieras, yo intentaré dormir, estoy cansado y me siento todavía peor con este maldito colchón.»
Raptor no tenía ninguna gana de ponerse en modo reposo, la sensación de poderse mover libremente era demasiado hermosa para que se estuviese quieto. Comenzó a dar vueltas por el cobertizo observando las herramientas del chaval, pensó que podría modificar el robot construido por su amigo y convertirlo en más eficiente.
De repente vio al alienígena dentro del terrario. Era él, el jefe, lo había reconocido, su memoria fotográfica no podía equivocarse. Había sido él quien había formado las facciones rebeldes, quien convenció a los otros de que era necesario matar a los humanos e intentar matar a su amigo Joshua.
Estaba a punto de golpearlo con un puño cuando se dio cuenta de que su comandante no lo habría consentido, se quedó, por lo tanto, con el brazo levantado mientras el alienígena lo miraba asustado y resignado.
«Será mi comandante quien decida qué hacer con tu vida» pensó mientras intentaba comprender si estaba todavía despierto.
«Joshua, ¿estás durmiendo?»
«No, todavía no, ¿qué sucede Raptor?»
«El alienígena, el que has puesto en el terrario, él es el Jefe, es el que se ha rebelado a la comunidad, que ha formado la facción enemiga y el que ha decidido destruir a los humanos.»
« ¿Y?»
«Si tú quieres puedo aplastarlo con un dedo.»
« ¡No, Raptor! Es inofensivo ahí dentro, no podrá volver a hacer mal a nadie jamás.»
« ¡Él ha intentado matarte!»
«Nosotros no somos como él, yo no mato por venganza o si no me veo obligado para salvar mi vida.»
«Como quieras, desde mi punto de vista, no merecería vivir.»
El alienígena había comprendido que se había arriesgado mucho y que esta vez había salido con bien, se quedó sentado reflexionando mientras proyectaba su fuga y su venganza.
A la mañana siguiente Joshua, aprovechando la habitual ausencia de sus padres, hizo que trajesen, por medio de un revendedor del vecindario, un colchón y una almohada nueva, imaginando una noche de merecido reposo. Hizo reparar el tejado por unos obreros y volvió a poner en orden el cobertizo, intentando ponerlo lo más cómodo posible para su amigo. Dio un poco de comida al pequeño alienígena y pidió a Raptor que no se dejase ver por ahí solo, luego juntos se fueron a buscar a Lucas y a su nuevo juguete.
Los padres de Joshua, mientras tanto, habían vuelto a casa para la comida, la madre había ido a la cocina a preparar algo de comer mientras que el padre había ido al cobertizo para llamar a su hijo. Vio que había puesto todo en orden, repuesto todas las herramientas y liberado un montón de espacio, vio a Scorpion en pie en una esquina cubierto ya por el polvo, había comprendido que el hijo no estaba y decidió llamarlo al teléfono.
Joshua le explicó que había tenido que comprar el robot de Lucas porque había sufrido unos daños y que, con él y con el nuevo robot que le habían regalado los padres, lo estaban reparando, por lo que volvería casi de noche.
El padre, que no sospechaba nada, le pidió que volviese para la cena porque le habían preparado una sorpresa y querían celebrar el cumpleaños, luego comenzó a revolver en los estantes, cogió el terrario y fue hacia su casa.
«Dana, cariño. He encontrado el terrario pero dentro hay una extraña lagartija» dijo a la mujer.
« ¡Qué asco!» exclamó la mujer al ver a aquel ser verdoso.
« ¿Qué hago, la suelto o los pongo juntos?» preguntó el hombre.
«No lo sé, no creo que nuestro hijo se ponga contento si la liberamos. No te preocupes, los reptiles se llevan bien todos, verás que nuestro Joshua se pondrá contentísimo al ver que le hemos comprado esas serpientes a las que apreciaba tanto.»
«Si tú lo dices, yo de reptiles no entiendo un pimiento, es más no entiendo cómo a nuestro hijo le gustan tanto.»
El alienígena se había quedado mirando a los humanos sin entender cuáles eran sus intenciones, parecían pacíficos, lo miraban sin maldad, pensó, incluso, que estuviesen a punto de liberarlo cuando vio abrir la cubierta de aquella prisión, pero cuando vio que, en cambio, estaban a punto de meter dentro dos grandísimos huéspedes, se dio cuenta que para él había llegado el fin.
« ¿Estos idiotas de humanos no se dan cuenta que las serpientes son los peores enemigos de las lagartijas?» pensó aterrorizado.
Había soñado con la venganza, el dominio de la Tierra y la destrucción de los humanos y, en cambio, estaba a punto de convertirse en comida de dos estúpidas serpientes.
« ¡Malditos! ¡Malditos robots!» gritó el alienígena en su incomprensible lengua mientras una de las serpientes se lo comía vivo.