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¿Era Lilit un demonio bíblico?

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Conflicto de identidad

Una de las figuras más enigmáticas de la Biblia es, sin duda, Lilit. A partir de su aparición en la Sagrada Escritura fue experimentando, en los siglos posteriores, diversas transformaciones hasta llegar a adquirir una identidad completamente distinta de la que tenía en un primer momento.

Comenzó como una habitante del desierto, compañera de chacales y reptiles. Más tarde, debido a la imaginación popular, se convirtió en un demonio seductor. Fue considerada la primera esposa de Adán, antes de que apareciera Eva. Le crecieron alas y se volvió una asesina de bebés. Se transfiguró en un espíritu con siniestros poderes que se aprovechaba de los hombres desprevenidos. Finalmente, en los tiempos modernos ha sido reivindicada como emblema feminista de quienes luchan por los derechos de la mujer.

Pero ¿quién era realmente este personaje del que tanto se ha hablado y escrito? ¿Cuáles son las fuentes antiguas que lo citan? ¿Cómo se produjeron sus mutaciones?

Un horroroso castigo

La mención más antigua que existe de «Lilit» la encontramos en la Biblia, en un poema del libro de Isaías dedicado a la destrucción del reino de Edom.

Edom era un país vecino de Judá, en la orilla oriental del mar Muerto. A lo largo de su historia, los edomitas y los judaítas siempre tuvieron relaciones conflictivas. Habían estado enfrentados desde la época de Saúl (1 Sam 14,47) y David (2 Sam 8,14). Pero la enemistad se agudizó cuando, siglos más tarde, los edomitas, aprovechándose de la debilidad de Judá, la invadieron y se apoderaron de una parte de su territorio.

Los judíos nunca olvidaron esta afrenta, y los profetas pronunciaron duros vaticinios contra ellos (Jr 49,7-22; Ez 25,12-14; Abd 2-18). Pero sobre todo un autor anónimo –cuyos escritos están hoy incorporados en el libro de Isaías– compuso un terrible poema sobre la futura destrucción de Edom (Is 34). En él describe con detalle la devastación que le aguarda. Dice que sus habitantes serán aniquilados, sus muertos cubrirán las calles, los cadáveres se pudrirán al sol, la tierra quedará empapada de sangre y grasa, las ciudades serán incendiadas, y las casas, arrasadas hasta los cimientos (Is 34,1-12).

El poema termina diciendo: «En sus palacios crecerán espinos, / y en sus fortalezas, ortigas y cardos. / Será guarida de chacales / y refugio de las crías del cernícalo. / Los gatos monteses se juntarán con las hienas, / y la cabra salvaje llamará a su pareja. / También reposará lilit, / y allí encontrará descanso para ella. / En él anidará la lechuza, / pondrá los huevos, incubará y cuidará las crías. / En sus sombras se juntarán los buitres, / cada uno con su pareja» (Is 34,13-15).

De serpientes y burros

Esta lúgubre descripción nos da una idea del desprecio que llegaron a sentir los judíos por su vecino Edom.

Pero ¿quién es lilit, mencionada entre las bestias que ocuparán aquellas ruinas? Lamentablemente, no está claro en el poema. Por eso las Biblias traducen este término con diversas expresiones: «monstruo nocturno», «demonio de la noche», «fantasma que espanta», «criatura noctámbula», «bruja». La Biblia griega –llamada de los Setenta o Septuaginta (LXX)– usa el vocablo «onocentauro», que es el nombre de un animal mitológico, mitad burro y mitad hombre. La Biblia latina –llamada Vulgata– emplea la palabra «Lamia», que era un ser legendario con rostro de mujer y cuerpo de serpiente. Lutero, en su versión alemana, puso «duende». Otras Biblias, ante tanta incertidumbre, optan por dejar la palabra lilit sin traducir.

Algunos incluso piensan que alude a un demonio o espíritu nocturno.

Pero hoy los biblistas rechazan todas estas propuestas y prefieren otra solución. ¿Cuál es?

Buscando en los paralelos

El poema de Isaías donde aparece mencionada anunciaba el desastre de Edom y la devastación de sus ciudades. Decía que en ellas solo habría lugar para las fieras salvajes y las criaturas del desierto.

Si es así, ¿qué hace un demonio como Lilit conviviendo con los animales salvajes? ¿Por qué el autor nombraría a un ser diabólico junto a las hienas, los chacales y los buitres? La figura de un espíritu no encaja en este contexto. Por eso los estudiosos hoy sostienen que el escritor bíblico se refería también aquí a un animal salvaje que, al igual que las otras criaturas mencionadas, moraba entre las ruinas y los lugares inhóspitos. El poema enumera ocho tipos de animales. Cuatro son fieras: 1) el chacal; 2) el gato montés; 3) la hiena, y 4) la cabra salvaje. De los otros cuatro, tres son aves: 1) el cernícalo; 2) la lechuza, y 3) el buitre. El cuarto es la enigmática lilit.

Ahora bien, uno de los rasgos de la poesía hebrea es el llamado «paralelismo», que consiste en repetir en la frase siguiente lo mismo que se dijo en la anterior, pero empleando palabras y términos distintos. De esta manera, cuando alguna palabra del poema resulta ambigua, es posible clarificarla por sus términos paralelos.

Si ahora volvemos al poema, vemos que en él aparecen mencionadas cuatro fieras y tres aves. Podemos, pues, suponer que el término que falta alude también a un ave. Tendríamos así cuatro fieras y cuatro aves silvestres.

¿De qué ave se trata? El término lilit está relacionado con la palabra hebrea laila, «noche». Parece, pues, tratarse de un ave nocturna. También se vincula, según los estudiosos, con la raíz hebrea lol, que significa «girar rápidamente, volverse», lo que describiría la rapidez para girarse y el ondular de su vuelo. Estas dos precisiones señalan a un pájaro de hábitos nocturnos y vuelo ágil. No podemos concretar más. Por tanto, una traducción bastante aproximada sería «ave rapaz nocturna». A ella posiblemente aludía Isaías cuando hablaba de lilit en su poema sobre Edom.

Esta es la única vez que el nombre lilit aparece en la Biblia.

Ladrona de poluciones

A mediados del siglo VI a. C., los judíos fueron llevados cautivos a Babilonia, y allí conocieron el mito sumerio de Lilitu, un demonio femenino perverso que atacaba por las noches a los desprevenidos. Cuando regresaron años más tarde a su patria, trajeron esa leyenda. Entonces, con el tiempo, y debido a la semejanza de ambas voces, el término lilit, que en la Biblia designaba a un ave, fue identificado con el nombre de aquel espíritu femenino nocturno, adquiriendo así una segunda fisonomía.

¿Cómo sabemos esto? Porque esta nueva creencia se conservó durante siglos entre los judíos, y quedó registrada en el Talmud (una colección de escritos rabínicos de en torno al año 500 d. C.). Hoy podemos encontrar cinco referencias a Lilit en el Talmud. Aunque son muy breves e incidentales, vemos que aparece con estos nuevos rasgos.

¿Cómo retrata el Talmud a Lilit? Como un demonio femenino con cabello largo, rostro de mujer y dotado de alas que le permitían trasladarse y volar. Vagaba por las noches y se aparecía en sueños a los hombres que dormían solos, para robarles el semen y poder procrear demonios. Por eso los rabinos aconsejaban: «Uno no debe dormir solo en una casa, porque quien lo hace es atrapado por Lilit» (Shabbath 151,b).

Las vasijas protectoras

Alrededor del siglo III d. C., la figura de Lilit adquirió un tercer perfil, esta vez entre los judíos de Mesopotamia. Por estar vinculada al semen y la procreación, se convirtió en un ser que mataba a las parturientas en el momento de dar a luz, así como a los bebés recién nacidos. Se pensaba que aparecía en el momento del alumbramiento para acabar con la vida de la madre y del niño, y, en caso de no lograrlo, seguía intentándolo en los días posteriores. En esta nueva etapa, Lilit no era sino un modo supersticioso de explicar las infecciones y enfermedades a las que estaban expuestas las embarazadas y los bebés neonatos en aquel tiempo. Por ello, y ante el temor que sentían las embarazadas, surgieron una serie de conjuros y encantamientos que debían ser recitados para mantenerla alejada del hogar y protegerse de ella.

Hoy conocemos estos conjuros gracias a los cuencos de cerámica descubiertos en la ciudad de Nippur –en Babilonia– que pertenecieron a familias judías radicadas allí entre los siglos IV y VII d. C. De estos cuencos, dieciocho contienen inscripciones en arameo con hechizos y oraciones mágicas que se guardaban en las casas de las mujeres embarazadas como protección contra el malvado demonio femenino.

Luchar por un lugar digno

Pero la imaginación judía no se detuvo aquí. Siguió moldeando la imagen de Lilit, de manera que hacia el siglo VIII esta recibió una cuarta personalidad: se convirtió nada menos que... ¡en la primera esposa de Adán! Esta referencia aparece más tarde en una obra anónima titulada El alfabeto de Ben Sirá, del año 900 d. C. Es una colección de veintidós cuentos, en uno de los cuales, el quinto, encontramos a Lilit.

Para entender este relato debemos tener en cuenta que el libro del Génesis contiene dos narraciones distintas sobre la creación del hombre y la mujer. En la primera, Dios crea a Adán y Eva simultáneamente (Gn 1,27). En cambio, en la segunda, Dios crea a la pareja de manera sucesiva: primero a Adán, de barro, y luego a Eva, de la costilla de Adán (Gn 2,7.21-22).

Para resolver esta contradicción, el autor del Alfabeto de Ben Sirá escribe su historia. Dice que, cuando Dios creó al hombre y a la mujer (Gn 1,27), esta primera mujer no era Eva, sino Lilit. La pareja se llevaba mal desde el comienzo y discutían permanentemente. ¿El motivo? Lilit se negaba a yacer debajo de su marido durante las relaciones sexuales. Adán insistía en que ese era el lugar de ella, pero Lilit respondía: «Los dos fuimos creados al mismo tiempo. ¿Por qué yo voy a estar debajo?». Las peleas eran reiteradas, y ninguno quería ceder la posición dominante. En un cierto momento, cansada de lidiar, Lilit pronunció el sagrado nombre de Dios y escapó del paraíso volando por los aires para no volver jamás.

Para no morir ahogada

Al verse solo, Adán acudió a Dios: «Señor, la mujer que me diste por compañera huyó lejos de mí». Entonces Dios lo hizo dormir, le extrajo una costilla y le creó una segunda esposa, Eva, una mujer sumisa y obediente, que no volvió a tener discusiones con él. Por eso el Génesis afirma que esta sí fue «su ayuda adecuada» (Gn 2,18).

¿Y Lilit? Según el Alfabeto, se convirtió en un espíritu alado y se instaló en el mar Rojo, guarida de demonios y criaturas siniestras. Dios envió tres ángeles para que la buscaran y llevaran de vuelta al paraíso, pero ella se negó. Resentida por el maltrato sufrido, se comprometió a matar a los niños durante los primeros ocho días desde el nacimiento si se trataba de un varón; en caso de ser mujer, la atacaría durante doce días. Los ángeles amenazaron con ahogarla en el mar Rojo; entonces ella debió jurar, por el nombre de Dios, que en los hogares donde hubiera amuletos con conjuros mágicos no haría daño a los bebés.

Por esa razón se creía que, cuando Lilit veía su nombre escrito en algún cuenco o amuleto, escapaba rápidamente del lugar. Esto sirvió para tranquilizar a las mujeres en los momentos críticos de su vida sexual (como la pérdida de la virginidad, el embarazo, el parto o el puerperio, en los que se pensaba que irrumpían fuerzas sobrenaturales) y ayudó a generaciones de madres a lidiar con sus miedos.

Una vida interminable

La quinta y última fuente sobre la evolución de la figura de Lilit la tenemos en el Zohar, una colección de veintidós libros escritos en España alrededor del año 1250 por el rabino Moisés de León. Es la obra más importante de la Cábala (una corriente mística judía que busca y rastrea interpretaciones escondidas en la Biblia). El Zohar –término hebreo que significa «esplendor»– menciona 56 veces a Lilit.

Según estos místicos, la creación de Lilit aparece en el libro del Génesis. En efecto, la Biblia afirma: «Dios creó al hombre a su imagen; lo creó varón y mujer» (Gn 1,27). Ahora bien, los cabalistas interpretaban esta frase de manera curiosa. Como, según este texto, el hombre fue creado «varón y mujer», sostenían que el primer ser humano era una criatura andrógina, mitad hombre y mitad mujer, y que así vivió durante un tiempo hasta que Dios, debido a la dificultad de caminar que tenía el ser humano, lo hizo caer en un profundo sueño y le extrajo la mitad. La parte femenina pasó a ser Lilit.

Este extraño mito del origen andrógino del hombre ya se encuentra en Platón (en su libro El banquete, del siglo IV a. C.). Pero el Zohar le atribuye a la mitad femenina características propias, tales como que era una compañía inapropiada para Adán, que huyó de su lado, que se convirtió en la serpiente que tentó a Eva en el paraíso, que su poder de matar niños aumentaba cuando menguaba la luna, que con el demonio Samael engendró numerosos descendientes y que llegó a ser uno de los pocos espíritus inmortales, por lo que permanecerá viva hasta el fin del mundo.

Mil rostros en uno solo

Con la llegada de la modernidad, la figura de Lilit despertó cierta fascinación entre algunos autores, que la evocaron como una mujer seductora, cautivadora y sensual, arquetipo de la lujuria y el desenfreno. Más tarde, los movimientos feministas la rehabilitaron, convirtiéndola en una intrépida luchadora por la igualdad de la mujer. La leyenda de su discusión con Adán por no yacer debajo fue leída de manera simbólica, como una reacción contra la autoridad patriarcal y la búsqueda de la reivindicación de su dignidad, a diferencia de Eva, la segunda compañera de Adán, dócil y complaciente, que terminó sometiéndose a sus deseos.

Sin embargo, Lilit nunca pudo quitarse de encima su fama de cruel y perversa. El poeta alemán J. Goethe (1749-1832) la presentó en el Fausto como malvada. El escritor francés Victor Hugo (1802-1885) la identificó como madre de los espíritus malignos. El investigador británico Stephen Langdon, como una licenciosa prostituta. Y C. S. Lewis (1898-1963), en Las crónicas de Narnia, la evoca como uno de los personajes más nefastos de su saga. Desde entonces, el nombre de Lilit ha aparecido en películas, novelas, series de televisión, bandas de rock, cómics, discografías y hasta en personajes de videojuego, siempre en su rol de criatura siniestra y encarnación del mal. La imagen de la mujer emancipada e independiente, paradigma de la igualdad entre hombres y mujeres, no pudo con el peso de la diabólica tradición.

Decir lo que quiso decir

Lilit era simplemente un ave cazadora nocturna. Así aparece en la Biblia, en un fantástico poema incluido en el libro de Isaías. El profeta quería simplemente enseñar que Dios rechaza a los malvados, como el reino de Edom, y que está siempre del lado del que sufre, como el pequeño pueblo de Israel. Pero, debido a influencias extrabíblicas y a la fantasía popular, su identidad fue sufriendo mutaciones y convirtiéndose sucesivamente en demonio de la noche, seductora de hombres, enemiga de las parturientas, pareja rebelde de Adán y hasta serpiente del paraíso. Incluso hoy su figura sigue asustando a algunos cristianos.

Lamentablemente, esto ha ocurrido con numerosos personajes y episodios de la Biblia, cuyo correcto sentido se ha desfigurado y han terminado asumiendo rasgos tenebrosos. Muchos lectores encuentran en la Biblia figuras demoníacas, fuerzas satánicas, anuncios catastróficos, profecías aterradoras y condenas inhumanas donde no las hay. Esto ha terminado convirtiendo a la Sagrada Escritura en una obra perturbadora y brutal, cuando en realidad se trata de un texto pleno de vitalidad y de aprecio por lo humano.

Hoy los estudios bíblicos han avanzado enormemente, y, gracias a ellos, hemos podido conocer mejor lo que la Biblia enseña y lo que Dios nos revela en ella. Por eso es importante asomarse a estas investigaciones y tenerlas en cuenta a la hora de su lectura. Porque, como decía Louis Pasteur: «La poca ciencia nos aleja de Dios; mucha ciencia nos acerca a Dios».

PARA CONTINUAR LA LECTURA

DULITZKY, J., Mujeres de Egipto y de la Biblia. Buenos Aires, Biblos, 2000.

Nuevos enigmas de la Biblia 1

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