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LIBRO VIII

Conversación de Ateneo y Timócrates Fertilidad de Lusitania

Queridísimo Timócrates 1 , Polibio [C] de Megalópolis, cuando describe la prosperidad de la zona de Lusitania (se trata de una región de Iberia, la que ahora los romanos llaman Hispania) en el libro trigésimo cuarto de sus Historias [XXXIV 8, [331 A] 410 B.-W.], dice que en dicho lugar, debido a lo templado del clima, tanto los animales como los seres humanos son muy prolíficos, y los frutos de la tierra no perecen jamás. «En efecto, allí rosas, alhelíes blancos, espárragos y las plantas de este tipo no faltan durante más de tres meses, y el pescado de mar, tanto por su cantidad como por su calidad y belleza, guarda gran diferencia con el que se produce en nuestro mar. Además, el medimno siciliano 2 de cebada vale una dracma, mientras que el de trigo, nueve óbolos alejandrinos; [B] la metreta 3 de vino, una dracma, y el cabrito mediano y la liebre, un óbolo. El precio de los corderos es de tres o cuatro óbolos; un cerdo cebado que pese cien minas 4 cuesta cinco dracmas, y una cabeza de ganado menor, dos; un talento 5 de higos, tres óbolos, un ternero, cinco dracmas, y un buey apto para ser uncido, diez. En cuanto a la carne de los animales salvajes, casi no vale dinero, sino que la hacen objeto de intercambio a modo de regalo o recompensa». Pues bien, en lo que a nosotros respecta, el noble Larensio, haciendo de Roma una Lusitania en cada ocasión, nos colma a diario de todo tipo de bienes, mostrándose generoso con [C] nosotros en medio del placer y la liberalidad, aunque nosotros no nos traemos de casa nada más que discursitos 6 .

Conversación de los eruditos. Los «peces excavados» y otros peces extraordinarios

Ahora bien 7 , resultaba evidente que Perrero estaba harto por haber sido tantos los argumentos que se habían esgrimido sobre los peces. Sin embargo, el noble Demócrito se le adelantó, y dijo: “Pero bueno, «Señores peces», como dice Arquipo [PCG II, fr. 30], os habéis dejado (que tenemos también nosotros que aportar alguna pequeña provisión) los denominados «peces excavados» que se dan en Heraclea y en la zona de Tío del Ponto, la colonia de Mileto, de los que habla Teofrasto [fr. 363, 3 Fort.]. Este mismo filósofo [fr. 364, 4 Fort.] se ocupa además de los que se congelan en invierno [D] con el hielo, que no sienten nada ni se mueven hasta que se los echa en las cazuelas y se los cocina. A su lado, no obstante, resulta insólito lo que sucede con los denominados «peces excavados» en Paflagonia. En efecto, se excavan a bastante profundidad los lugares que no tienen ni afluencia de ríos ni corrientes visibles, y se encuentran en ellos peces vivos 8 .

Por otro lado, Mnaseas de Patras, en su Periplo [FHG III, fr. 6, pág. 150], afirma que los peces del río Clítor emiten sonidos, a pesar de que Aristóteles dice [fr. 252 Gigon] que los únicos que lo hacen son la vieja colorada y el cerdo de río 9 . Filostéfano, por su parte, el originario de Cirene y discípulo de Calímaco, en su obra Sobre los ríos extraordinarios [E] [FHG III, fr. 20, pág. 32], asegura que en el río Aorno, que fluye por Feneo 10 , hay unos peces que cantan como tordos, y se llaman «poikilíai » 11 . Ninfodoro de Siracusa, a su vez, en su Periplo [FGrH 572, fr. 8], relata que en el río Heloro 12 hay lubinas y grandes anguilas tan mansas que comen trozos de pan de las manos de quienes se los ofrecen. Yo, por mi parte, en Aretusa, cerca de Calcis, y quizás también la mayoría de vosotros, he visto mújoles domesticados y anguilas con pendientes de plata y oro, que tomaban, unos y otras, de quienes se los daban las entrañas de las víctimas [F] sacrificiales y trozos de queso verde. Por otro lado, Semo, en el libro sexto de su Historia de Delos [FGrH 396, fr. 12], dice: «En cierta ocasión en que los atenienses celebraban un sacrificio en Delos, sumergió el aguamanil el esclavo y lo ofreció, y en la vasija junto con el agua vertió unos peces; pues bien, los adivinos delios les dijeron que serían señores del mar».

[332 A] Polibio, a su vez, en el libro treinta y cuatro de sus Historias [XXXIV 10, 1-4 B-W.], afirma que desde los Pirineos hasta el río Narbona hay una llanura por la que corren los ríos Iléberis y Roscino 13 , junto a las ciudades homónimas habitadas por celtas. Pues bien, en dicha llanura se dan los denominados «peces excavados». Es la llanura de suelo árido y tiene mucha grama nacida de modo natural. Por debajo de ella, al ser el terreno arenoso, a unos dos o tres codos corre [B] el agua que se escapa de los ríos; con ella, unos peces que en las épocas de los desbordamientos se deslizan bajo la tierra en busca de alimento (ya que disfrutan con la raíz de la grama) hacen que toda la llanura quede cuajada de peces subterráneos, que se capturan excavando.

En la India, por otra parte, dice Teofrasto [fr. 363, 1 Fort.] que los peces salen de los ríos a tierra y regresan de nuevo al agua caminando como las ranas 14 , siendo similares en su forma a los peces llamados maxeínoi 15 . Pero tampoco [C] se me escapa cuanto Clearco el peripatético ha dicho así mismo sobre el pez denominado exṓkoitos 16 en el tratado Sobre los animales acuáticos [DSA III, fr. 101]. En efecto, ha dicho (incluso creo recordar que sus palabras exactas son ésas): «El pez exṓkoitos, que algunos llaman «adonis», recibe su nombre del hecho de que a menudo duerme la siesta fuera del agua. Es, por otro lado, rojizo, y desde las branquias hasta la cola, a ambos lados del cuerpo, tiene una raya blanca continua. Es redondeado, pero al no ser ancho resulta [D] de igual tamaño que los pequeños mújoles de las zonas costeras, que son aproximadamente de ocho dedos de longitud; en conjunto, no obstante, se parece al pececito denominado chuela macho 17 , salvo en la mancha negra bajo la garganta, que llaman barba del macho cabrío. Pertenece, por otro lado, el exṓkoitos al grupo de los peces de roca, y pasa su vida en los lugares rocosos. Siempre que hay bonanza se lanza con el oleaje y permanece largo rato sobre los guijarros, sesteando en tierra firme, y se vuelve hacia el Sol; y cuando tiene ya bastante de siesta, rueda hacia el agua, hasta que de [E] nuevo lo recoge el oleaje y lo conduce con el reflujo hacia el mar. En cambio, cuando se da la circunstancia de que permanece despierto al seco, se cuida de los pájaros llamados «del buen tiempo», entre los cuales están el martín pescador, el chorlito egipcio y la garza que se parece al kréx 18 . Éstos, en efecto, como en el buen tiempo se alimentan junto a la orilla, a menudo se lo encuentran; pero cuando es él quien los ve primero, se escapa saltando y coleando, hasta que se sumerge de nuevo en el agua». Aún más, el mismo Clearco dice también lo siguiente [DSA III, fr. 104], con más claridad que Filostéfano de Cirene, al que se mencionó [F] antes 19 : «Pues algunos peces, aunque carecen de tráquea, tienen voz. Tales son los de la zona de Clítor de Arcadia, en el río llamado Ladón; en efecto, emiten sonidos y hacen mucho ruido».

Nicolao de Damasco, por su parte, en el libro centésimo cuarto de sus Historias [FGrH 90, fr. 74], dice: «Cerca de Apamea de Frigia, en la época de las Guerras mitridáticas 20 , a consecuencia de unos terremotos que se produjeron, salieron a la luz en la región lagos que no existían antes, ríos y otras fuentes abiertas por el corrimiento de tierras, aunque muchas desaparecieron igualmente, y brotó en aquella tierra otra agua amarga y clara en tal cantidad que, a pesar de estar [333 A] a tan gran distancia del mar, se llenó la zona colindante de moluscos y de cuantos otros peces nutre el mar».

Lluvias de animales

Sé también, por otro lado, que en muchas partes han llovido peces. Fenias, por ejemplo, en el libro segundo de sus Prítanos de Éreso [DSA IX, fr. 17 a], afirma que en el Quersoneso llovieron peces durante cerca de tres días. Y Filarco, a su vez, en el libro cuarto [FGrH 81, fr. 4 a], dice que hay gente que ha visto llover peces en muchos lugares, y que a menudo sucede lo mismo con renacuajos [y por lo que se refiere a las ranas] 21 . Así Heraclides Lembo, en el libro veintiuno de sus Historias [FHG III, fr. 3, pág. 168], relata: «En la zona de Peonia y Dardania 22 hubo una lluvia de ranas, y llegó a ser tal su cantidad que las casas y las calles estaban llenas de [B] ellas. Pues bien, durante los primeros días iban resistiendo a base de matarlas y de atrancar las casas; pero como no conseguían nada, sino que sus utensilios estaban llenos de ellas, y entre la comida encontraban cocidas o asadas las ranas, y para colmo ni siquiera se podía utilizar el agua, ni poner los pies en el suelo por hallarse éstas amontonadas, fastidiados además por el olor de las que estaban muertas, emigraron de la región».

Sobre una masa de peces

Por otra parte, sé que Posidonio el estoico dice sobre una masa de peces lo siguiente [fr. 101 Theiler]: «Cuando Trifón de Apamea, el que se apoderó [C] del reino de Siria, era atacado por Sarpedón el general de Demetrio 23 cerca de la ciudad de Ptolemaida, Sarpedón, al verse sorprendido, se retiró tierra adentro con su guardia personal. Los de Trifón, a su vez, marchaban siguiendo la costa después de vencer en la batalla, cuando de repente se levantó en el aire a extraordinaria altura una ola marina y se llegó a tierra, y todos ellos se vieron sumergidos y murieron bajo las aguas. Al retirarse el oleaje dejó tras de sí un gran montón de peces junto con los [D] muertos. Y los de Sarpedón, al enterarse de esta desgracia, acudieron y dispararon contra los cuerpos de sus enemigos, y en cuanto al cúmulo de peces, se lo llevaron y lo sacrificaron a Poseidón Dador de victoria en los suburbios de la ciudad».

Adivinación por medio de peces

Pero no voy a dejar de mencionar tampoco a los «ictiomantes» 24 de los que habla Policarmo en el libro segundo de su Historia de Licia [FGrH 770, fr. 1], escribiendo así: «En efecto, cuando cruzan en dirección al mar, junto a la costa, por donde está el bosque sagrado de Apolo en el que se halla el remolino, cerca de la playa, se topan quienes quieren consultar [E] el oráculo con dos espetones de madera, cada uno de ellos con unos trozos de carne asada, en número de diez. Y el sacerdote se sienta junto al recinto sagrado en silencio, mientras que el consultante arroja los espetones al remolino y contempla lo que sucede. Tras el lanzamiento de los espetones, se llena de agua el remolino y aparece una multitud de peces tan grande y de tal clase, que causa asombro lo que se puede ver del fenómeno; por su tamaño hasta producen prevención. Y es cuando refiere las especies de los peces el intérprete cuando el consultante obtiene del sacerdote la [F] respuesta del oráculo a lo que preguntó. Lo que aparecen son meros, glaucos 25 , algunas veces incluso ballenas o peces sierra, pero también muchos peces raros y extraños a la vista». Artemidoro, por su parte, en el décimo libro de sus Escritos geográficos [121 Stiehle], afirma que la gente del lugar cuenta que brota una fuente de agua dulce en la que se producen remolinos, y que en el punto donde giran se crían también grandes peces. Quienes celebran sacrificios les arrojan primicias de las víctimas, clavando en espetones de madera [334 A] carne hervida y asada, así como panes de cebada y de trigo. Reciben el puerto y el lugar en cuestión el nombre de Dino (Remolino).

Advertencias por medio de peces

Sé, por otro lado, que también Filarco dice en alguna parte [FGrH 81, fr. 1], a propósito de unos grandes peces y los higos verdes enviados junto con ellos, que se los mandó a modo de advertencia Patroclo el general de Ptolomeo al rey Antígono 26 , lo mismo que a Darío los escitas cuando cruzaba por su territorio; en efecto, le enviaron éstos, según relata Heródoto [IV 131], un pájaro, una flecha y una rana. En cambio, lo remitido por Patroclo, según cuenta Filarco en el libro tercero de sus Historias [FGrH 81, fr. 1], fueron los mencionados higos y peces. Pues bien, resulta que el rey estaba [B] con unas copas de más y, mientras todo el mundo permanecía perplejo ante dichos regalos, Antígono se echó a reír y les dijo a sus amigos que sabía qué querían decir aquellos dones de hospitalidad: «Lo que nos dice Patroclo es que tenemos o que dominar el mar o que comernos los higos» 27 .

El término «kamasênes»

No se me escapa tampoco, por otra parte, que todos los peces en conjunto son llamados kamasênes por Empédocles el físico, de este modo [31 B, fr. 72 D.-K.]:

Como también grandes árboles y marinos «kamasênes»..., ni que quien compuso los Cantos ciprios [test. 9 Bern.], ya [C] sea Ciprio, o Estasino, o como quiera que se llame, presenta a Némesis perseguida por Zeus y metamorfoseándose en pez en estos versos [fr. 9 Bern.]:

Y juntamente con ellos 28 dio a luz la tercera a Helena, maravilla para los mortales.

A ésta la engendró Némesis de hermosa cabellera, tras unirse en amor en cierta ocasión

con Zeus rey de los dioses, bajo violenta coacción,

pues intentaba huir, y no quería mezclarse en amoroso lazo

[D] con Zeus padre, hijo de Crono; en efecto, se atormentaba en su corazón de vergüenza

e indignación. Y bajo la tierra y la negra agua estéril

escapaba, mas Zeus la perseguía. Y vivamente ansiaba en su corazón apresarla,

ora sobre las olas del resonante mar,

cuando ella se dejaba ver como un pez —hacía él alzarse un gran oleaje— ,

ora a lo largo de la corriente del Océano y el extremo de la tierra,

ora en el continente de fértil terruño. Y una y otra vez se convertía

en cuanta temible fiera engendra la tierra firme, para escapar de él.

El pez «apópyris»

Estoy enterado también, por otro [E] lado, de lo referente al denominado apópyris (asado sobre el fuego) 29 en la zona del lago Bolbe, sobre el que Hegesandro, en sus Comentarios [FHG IV, fr. 40, pág. 420], dice así: «En torno a Apolonia, en la Calcídica, corren dos ríos, el Amites 30 y el Olintíaco. Desembocan ambos en el lago Bolbe. Junto al Olintíaco hay un monumento a Olinto, el hijo de Heracles y Bolbe. Por los meses de antesterión y elafebolión 31 dicen los lugareños que envía Bolbe el «asado sobre el fuego» a Olinto, y que en esa época una ingente cantidad de peces remonta desde el lago [F] hasta el río Olintíaco. Es poco caudaloso, de manera que apenas cubre los tobillos, pero ello no impide que la cantidad de peces que llega sea tal que todos los vecinos reúnen suficiente pescado en salazón como para cubrir sus necesidades. Lo asombroso es que no sobrepasan el monumento a Olinto. Pues bien, cuentan que antaño los habitantes de Apolonia celebraban en el mes de elafebolión los ritos en honor de los difuntos, pero ahora lo hacen en el de antesterión. Por ese motivo es sólo en esos meses, en los que se acostumbra a honrar a los difuntos, cuando los peces realizan su remontada».

[335 A] Rechazo de los placeres. Críticas a Arquéstrato y Filénide

Y esto es todo por esta parte, «Señores peces». Porque vosotros, a base de reunir toda clase de datos, nos habéis arrojado a los peces como alimento, y no al revés, habiendo hablado tanto como ni Ictias el filósofo megárico, ni Ictión 32 . También éste último es un nombre propio, que menciona Teleclides, en Los anfictiones [PCG VII, fr. 9]. Pero es que además por vuestra culpa voy a ordenarle al esclavo, citando Los hombres-hormiga de Ferécrates [PCG VII, fr. 125]:

Jamás, Deucalión, me sirvas pescado, ni aunque te lo pida.

Dice así mismo Semo de Delos, en el libro segundo de su Historia de Delos [FGrH 396, fr. 4]: «En Delos, cuando hacen sacrificios en honor a Brizo —ella es la intérprete de los sueños, y brízein es como decían los antiguos «dormir» [Od. XII 7]:

[B] Allí aguardamos durmiendo (apobríxantes) a la divina Aurora— ;

pues bien, como iba diciendo, cuando celebran sacrificios en su honor las mujeres de Delos, le ofrecen artesas llenas de todo tipo de bienes, excepto peces, porque le piden por encima de todo también por la protección de sus barcos». Y a Crisipo el cabeza de la estoa [SVF III, fr. 5], amigos, aun admirándolo por muchos motivos, lo alabo todavía más por situar siempre a Arquéstrato, famoso por su Tratado culinario, al mismo nivel que Filénide, a la que se atribuye el licencioso [C] Tratado amatorio que Escrión de Samos el yambógrafo afirma que compuso Polícrates el sofista para calumniar a la mujer, que era castísima. Pero dicen así los yambos [Suppl. Hell., fr. 4]:

Yo, Filénide, criticada por los hombres,

yazgo aquí con la dilatada vejez.

Al doblar el promontorio, vano marinero, no me

hagas objeto de burla, risa y escarnio,

que no, ¡por Zeus y los Dioscuros en lo alto!,

no fui una impúdica, ni pública para los hombres. [D]

Polícrates el ateniense de linaje,

cosa fina en palabras y maligna lengua,

escribió cuanto escribió. Que yo no lo sé.

Pero bueno, el admirabilísimo Crisipo, en el libro quinto de su Sobre lo bueno y el placer [SVF III, fr. 5], dice: «Así mismo los libros de Filénide, el Tratado gastronómico de Arquéstrato y los estimulantes del apetito y los deseos sexuales, pero igualmente también las cortesanas expertas en tal género de movimientos y posturas y entregadas a la práctica [E] de los mismos». Y de nuevo: «Se aprenden éstos de memoria ese tipo de cosas y poseen los tratados sobre dichos temas de Filénide, Arquéstrato y los que han escrito obras del mismo estilo». Y en el libro séptimo dice: «Lo mismo que, en efecto, no hay que aprenderse las obras de Filénide y el Tratado gastronómico de Arquéstrato en la idea de que aportan algo al vivir mejor». Vosotros, sin embargo, habéis citado muchas veces al mencionado Arquéstrato y habéis llenado de intemperancia el festín. En efecto, ¿qué elemento capaz de pervertir ha omitido ese noble compositor [F] de versos épicos, y único que imitó el modo de vida de Sardanápalo, el hijo de Anacindaraxes? Éste, de acuerdo con su nombre, era más insensato que su padre 33 , dice Aristóteles [Sobre la justicia, fr. 5 Gigon], y sobre su tumba está escrito, afirma Crisipo [SVF III, fr. 11], lo siguiente 34 :

[336 A] Perfectamente consciente de que naciste mortal, levanta tu ánimo

regocijándote con celebraciones: cuando estés muerto ya no tendrás alegría.

Que hasta yo soy ceniza, pese a que reiné sobre la poderosa Nínive.

Lo que tengo es cuanto comí, las afrentas que infligí y de cuantos placeres

disfruté con pasión. En cambio, mis muchas y ricas posesiones se han disipado todas.

Es éste un sabio consejo de vida, y jamás lo

[B] olvidaré: que posea quien quiera el oro sin fin.

Respecto a los feacios dice así mismo el poeta [Od. VIII 248-49]:

Siempre nos son gratos festín, cítara y coros,

ropa limpia, baños calientes y lechos.

Pero, del mismo modo, otro parecido a Sardanápalo, aconsejando también él a quienes no viven con sobriedad, dice lo siguiente [TrGF II, fr. 95]:

Mas a todos los mortales quiero exhortarlos

a vivir lo efímero placenteramente. Pues el que está muerto

es la nada y una sombra bajo tierra.

En cambio, pues es breve la vida, debe disfrutarla quien la [C] vive.

También Anfis el comediógrafo dice, a su vez, en Lamentación [PCG II, fr. 21].

En cambio, quien, habiendo nacido mortal, no procura añadir

a su vida algo alegre, y deja pasar lo demás,

es un necio, al menos en mi opinión y la de todos

los jueces expertos, y un desdichado por obra de los dioses.

Y en la obra titulada Ginecocracia dice algo semejante [PCG II, fr. 8]:

Bebe, juega. Mortal es la vida y corto el tiempo sobre la tierra;

la muerte, en cambio, es inmortal, una vez que uno muere.

Pero hay así mismo un tal Báquidas que, después de haber [D] llevado la misma vida que Sardanápalo, una vez muerto tiene escrito sobre su tumba:

Beber, comer y concederle todo deseo al alma.

Que también yo estoy erigido en piedra en representación de Báquidas.

Alexis, por su parte, en El maestro de libertinaje, según dice Sotión de Alejandría en su escrito Sobre los Silos 35 de Timón [DSA Suppl. II, fr. 1] (pues yo no he encontrado el citado drama; a pesar de haberme leído más de ochocientas obras de la denominada Comedia media y de haber realizado extractos de las mismas, no me he topado con El maestro de libertinaje; pero es que tampoco sé de nadie que lo haya [E] considerado digno de reseña, ya que ni Calímaco [fr. 439 Pf.] ni Aristófanes [fr. 402 Slater] lo recogieron en sus registros, y tampoco quienes confeccionaron los catálogos en Pérgamo 36 ); como iba diciendo, Sotión afirma que en dicho drama aparecía en escena un sirviente llamado Jantias, que incitaba a la buena vida a sus compañeros de esclavitud y decía [PCG II, fr. 25]:

¿Qué tonterías son ésas que dices, embrollando arriba y abajo

el Liceo, la Academia y las puertas del Odeón,

necedades de sofistas? Nada bueno resulta de eso.

¡Bebamos, emborrachémonos, Sicón, ‹Sicón›!

[F] ¡Divirtámonos mientras podemos conservar el aliento vital!

¡Sacúdete, Manes! Nada más grato que el estómago;

él es tu padre y también tu única madre.

Por el contrario, méritos, embajadas y cargos militares,

vanos motivos de orgullo, resuenan a modo de sueños.

Te helará tu hado en el tiempo establecido,

y retendrás cuanto hayas comido y bebido solamente.

En cambio, es ceniza lo demás: Pericles, Codro, Cimón.

Pero mejor habría sido, dice Crisipo [SVF III, fr. 11], si se hubiera cambiado la inscripción respecto a Sardanápalo en estos términos:

Perfectamente consciente de que naciste mortal, acrecienta [337 A] tu ánimo

regocijándote con discursos: comiendo no obtendrás ningún beneficio.

Que hasta yo soy miserable, pese a que comí y gocé lo más posible.

Lo que tengo es cuanto aprendí, lo que reflexioné y cuanto con ello

disfruté de bueno. En cambio, mis restantes y gratas posesiones se han quedado todas atrás.

Y muy bien decía así mismo Timón [Suppl. Hell., fr. 845]:

A la cabeza de todos los males está el deseo.

Clearco, por su parte, en su tratado Sobre los proverbios [DSA III, fr. 78], afirma que maestro de Arquéstrato fue [B] también Terpsión, el cual, habiendo sido además el primero en escribir un Tratado gastronómico, recomendaba a sus discípulos de qué debían abstenerse; y que había improvisado Terpsión sobre la tortuga lo siguiente:

Carne de tortuga hay o que comerla, o que no comerla 37 .

Otros, no obstante, dicen así:

Hay o que comer carne de tortuga, o que no comerla.

Dorión el gastrónomo

¿Pero por qué se os ha ocurrido, sapientísimos amigos, mencionar igualmente al gastrónomo Dorión, como si se tratase también de un escritor? Yo sé que se lo cita como músico y amante [C] del pescado, pero no como escritor 38 . En efecto, como músico lo menciona Macón el cómico, de este modo [fr. 8 Gow]:

El músico Dorión en cierta ocasión fue

a Milasa 39 , y no pudiendo encontrar en parte alguna

alojamiento en alquiler, se sentó en un santuario

que ante las puertas se hallaba casualmente situado.

Y al ver allí al guardián haciendo sacrificios, le dijo:

«¡Por Atenea y los dioses! ¿De quién, dime,

excelente amigo, es el templo este?».

Aquél le respondió: «De Zeus-Poseidón, extranjero».

Y Dorión le dijo: «¡Claro, cómo [D]

iba uno a poder encontrar albergue en un sitio en el que

hasta los dioses se dice que viven de dos en dos!».

Por su parte, Linceo de Samos, el discípulo de Teofrasto [test. 18, 10 Fort.] y hermano de aquel Duris que compuso las Historias y fue tirano de su patria 40 , cuenta en sus Dichos [fr. 32 Dalby]: «En una ocasión en que a Dorión el tañedor de aulós le aseguraba uno que la raya es un buen pescado, le respondió: ‘Sí, lo mismo que si uno se comiese un capote cocido’. Y cuando otro ensalzaba la ventrisca del [E] atún le dijo: ‘Sin duda; pero hay que comerla como yo la como’. ‘¿Cómo?’, le preguntó. ‘Con gusto’. Decía, por otro lado, que la langosta tiene tres propiedades: entretenimiento, buen sabor y buen aspecto. Otra vez que cenaba en Chipre en casa de Nicocreonte, alabó un vaso. Y Nicocreonte le dijo: ‘Si quieres, el mismo artesano te hará otro a ti’. ‘Y a ti’, le replicó; ‘Dame éste’. No fue ninguna estupidez lo que dijo el tañedor de aulós, aunque hay un antiguo dicho según el cual:

Al tañedor de «aulós» los dioses no le infundieron inteligencia,

sino que con el soplido se le escapa volando». [F]

Hegesandro, en sus Comentarios [FHG IV, fr. 14, pág. 416], dice lo siguiente sobre él: «Dorión el amante de la buena mesa, cierta vez que su esclavo no había comprado pescado, le ordenaba, azotándolo, que le dijese los nombres de los mejores peces. Y cuando el esclavo enumeró el mero, [338 A] el palometón, el congrio y otros de ese tipo, le replicó: ‘Te he ordenado decir nombres de peces, no de dioses’». El mismo Dorión 41 , burlándose de la tempestad descrita en el Nauplio de Timoteo [PMG 785] 42 , aseguraba haber visto una tormenta mayor en una marmita hirviendo. Aristodemo, por su parte, en el libro segundo de sus Anécdotas graciosas [FHG III, fr. 8, pág. 310], dice: «Dorión el músico, que tenía un pie deforme, perdió en un banquete la zapatilla del pie cojo, y comentó: ‘No le desearé mayor mal al ladrón, sino [B] que le quede bien la sandalia’». Por otra parte, que Dorión era famoso por su afición a la buena mesa queda claro a partir de lo que dice Mnesímaco el comediógrafo, en el drama Filipo [PCG VII, fr. 10]:

No, pero también de noche está Dorión

dentro, en nuestra casa, el soplador de escudillas.

Chistes de Laso y Epicarmo

Conozco también, en otro orden de cosas, los chistes que Laso de Hermíone [test. pág. 52 Privitera] hizo sobre peces, que justamente recogió por escrito Cameleonte de Heraclea en su tratado sobre el mismo Laso, diciendo así [DSA IX, fr. 30]: «Se cuenta que Laso afirmaba que el pescado crudo estaba asado (optós ) 43 . Como mostraron muchos su asombro, empezó a decir que lo que se puede oír es audible (akoustón), [C] y lo que se puede comprender, comprensible (noētón); y que, de la misma manera, también lo que se puede ver es visible (optón); así que, como el pescado se puede ver, es optós. Y en otra ocasión, en plan de broma, les sustrajo un pez a unos pescadores, lo cogió y se lo dio a uno que andaba por allí. Y obligado a prestar juramento, juró que ni él mismo tenía el pez ni conocía a otra persona que lo hubiese cogido, porque lo había cogido él, pero lo tenía otro, a quien había dado indicaciones para que jurase, a su vez, que ni lo [D] había cogido él mismo ni sabía que lo tuviera otro. Porque lo había cogido Laso, pero lo tenía él». También hace chistes similares Epicarmo, como en Discurso y Discursina 44 [PCG I, fr. 76 (85 R-N)]:

A— Me invitó Zeus, cuando celebraba un banquete a escote en honor a Pélope.

B— Malísima comida, por cierto, amigo, la garza.

A— Pero es que no te digo «garza», sino «banquete a escote».

Críticas de los cómicos a los muy aficionados al pescado

Alexis, por su parte, en Demetrio [PCG I, fr. 47], se burla de un tal Faulo por ser aficionado al pescado, en estos versos:

Antaño, si soplaba Bóreas o Noto

en el resplandeciente mar, no tenía pescado

nadie para comer. Pero ahora a los vientos [E]

estos se les ha añadido una tercera tempestad: Faulo.

En efecto, cuando acierta a lanzarse como un huracán

sobre el mercado, va comprando el pescado,

llevándose todo lo que pilla. De manera que es

en los puestos de verdura donde en adelante tiene lugar nuestra pelea.

Antífanes, a su vez, en La pescadera, enumerando a algunos que disfrutan con los pescados, dice [PCG II, fr. 27] 45 :

Dame las sepias primero. ¡Heracles soberano!

¡Lo han enturbiado todo! Échalas de nuevo

al mar y haz limpieza, ¿quieres? Que no diga

[F] Doríade que es a ti, y no sepias, lo que ha cogido.

La langosta esta vuelve a ponerla junto a las chuclas.

¡Sí que es gruesa, por Zeus! ¡Oh Zeus! ¿Cuál,

Calimedonte 46 , te devorará hoy, de tus amigos?:

ninguno que no pague la cuenta.

A vosotros, en cambio, os coloqué aquí a la derecha,

salmonetes, golosina del noble Calístenes;

por cierto que está devorando su hacienda por causa de uno solo.

[339 A] Y este congrio de aquí, que tiene unas espinas

más gruesas ya que Sínope 47 , ¿quién será el primero

que vendrá y lo cogerá?; porque Misgolao no es muy

aficionado a comerlos. En cambio, está aquí este pez cítara,

que si lo ve no le apartará las manos de encima;

y es que realmente pasa inadvertido hasta qué punto

se agarra éste a todos los citaredos.

Y a Gobio 48 , excelente entre los hombres, tengo que enviárselo,

mientras salta todavía, a la hermosa Pitionice 49 ,

que está talludito. Pero, con todo, no lo probará, [B]

porque la ha emprendido con el pescado en salazón.

Estas finas morrallas y la pastinaca

las he puesto aquí aparte para Téano 50 , que son de su mismo peso.

De un modo muy conseguido, Antífanes se burla en estos versos también de Misgolao, porque sentía gran entusiasmo por bellos citaredos y citaristas 51 . En efecto, dice igualmente sobre él el orador Esquines, en su discurso Contra Timarco [41], lo siguiente: «Hay un tal Misgolao, hijo de Náucrates, atenienses, del demo de Colito, por lo demás hombre de bien, y al que no se le podría reprochar nada en ningún otro [C] aspecto, salvo esto: frecuenta con asombroso entusiasmo —y suele tener siempre algunos a su alrededor— a citaredos o citaristas. Pero esto no lo digo en plan de ofensa, sino para que lo conozcáis tal como es». También Timocles, en Safo, dice [PCG VII, fr. 32]:

A Misgolao nunca se lo ve acercársete,

pese a que lo excitan los jóvenes en flor.

Alexis, a su vez, en Agónide o El caballito [PCG II, fr. 3]:

Madre, te lo suplico, no me amenaces

con Misgolao, que yo no soy citarista.

[D] Por otra parte, 〈Antífanes〉 dice que a Pitionice le encanta el pescado en salazón, porque tenía como amantes a los hijos de Queréfilo el vendedor de salazones, según cuenta Timocles en Los icarios 52 [PCG VII, fr. 15]: «El gordo Ánito, cada vez que va a casa de Pitionice, come algo; pues lo invita, según cuentan, con agrado, siempre que tiene en su casa a los hijos de Queréfilo, esas dos grandes caballas». Y de nuevo [PCG VII, fr. 16]:

Pitionice te acogerá con placer,

y quizás se te coma los regalos que posees ahora

por haberlos recibido de nosotros, ya que es insaciable.

[E] No obstante, pídele que te dé algunos cestos,

que resulta que tiene pescado en salazón

en abundancia, y está acompañada por dos tilapias,

y eso que son golosos y hociquianchos.

Y antes que ellos había sido su amante uno llamado Gobio.

Calimedonte «el Langosta»

Por otro lado, de Calimedonte el [F] Langosta dice que era aficionado al pescado y que tenía los ojos estrábicos Timocles, en El atareado [PCG VII, fr. 29]:

Luego se acercó de pronto

Calimedonte el Langosta. Y pese a que me miraba a mí,

según creía yo al menos, le hablaba

a otra persona. Y aunque, lógicamente, yo no entendía nada

de lo que decía, asentía inútilmente. Y es que, en efecto,

sus pupilas miran a un sitio distinto del que parece. [340 A]

Alexis, por su parte, en Cratías o El farmacéutico [PCG II, fr. 117]:

A— Pues a Calimedonte el Langosta le estoy curando las niñas

desde hace ya cuatro días. B—¿Son las niñas

hijas suyas? A—Digo las de los ojos,

que ni Melampo, el único que consiguió curar de su locura

a las hijas de Preto, se las podría dejar quietas. [B]

De igual modo se burla de él en la obra titulada Los que corren juntos [PCG II, fr. 218]. Pero sobre su afición a la buena mesa dice así en Fedón o Fedrias [PCG II, fr. 249]:

A— Serás inspector del mercado, si los dioses quieren, tú,

para hacer que Calimedonte deje, si me aprecias,

de lanzarse como un huracán sobre el pescado todo el santo día.

B— Esa que dices es tarea de tiranos, no de inspectores,

que el hombre es belicoso, pero un ciudadano de bien para la ciudad.

Los mismos yambos se transmiten así mismo en la obra titulada [C] La que va al pozo [PCG II, fr. 87]. Y en La bebedora de mandrágora [PCG II, fr. 149]:

Si quiero más a otros

extranjeros que a vosotros, que me convierta en anguila

para que Calimedonte el Langosta me compre.

y en Cratías [PCG II, fr. 118]:

Y Calimedonte el Langosta, con Orfeo 53 .

Antífanes, por su parte, en Gorgito [PCG II, fr. 77]:

Antes ofrecería Calimedonte una cabeza de glauco 54

que desistir yo de mis propósitos

[D] A su vez, Eubulo, en Los supervivientes [PCG IV, fr. 8]:

Unos compañeros liados con los dioses

están con el Langosta, que es el único de los mortales

capaz de devorar sin pausa, de escudillas hirviendo,

filetes de pescado salado de modo que no queda ni uno.

Y Teófilo, en El médico, dice, al tiempo que se burla de la frialdad de sus discursos [PCG VII, fr. 4]:

Todo jovencito 〈está〉 ansioso por destacar ante él

*** le ha servido anguila. Para su padre

[E] había un buen calamar. «Papaíto, ¿qué tal una langosta?».

«Está fría, llévatela», le dice. «No gusto de comer oradores».

Filemón, en El perseguidor, dice [PCG VII, fr. 43]:

Y cuando a Agirrio le sirvieron langosta,

en cuanto la vio, dijo: «¡Salud, papá querido!».

Y¿qué hizo? ¡Se comió a su padre!

Heródico el discípulo de Crates, en sus Noticias misceláneas [fr. 4 Düring], hace ver que Agirrio era hijo de Calimedonte.

Aficionados a la buena mesa

Pero han sido así mismo aficionados a la buena mesa los personajes mencionados a continuación. El poeta Antágoras 55 no permitía a su esclavo [F] aceitar el pescado, sino sólo lavarlo, según dice Hegesandro [FHG IV, fr. 15, pág. 416]: «Cierta vez que en el campamento estaba cocinando una cazuela de congrio con el mandil ceñido, el rey Antígono se puso a su lado y le preguntó: ‘¿Crees, Antágoras, que Homero habría compuesto las gestas de Agamenón cocinando un congrio?’ Y el otro le contestó, no sin ingenio: ‘Y tú, ¿crees que Agamenón habría realizado aquellas gestas, si se hubiese estado preocupado de quién cocinaba el congrio en su campamento?’. En otra ocasión en que cocía una gallina, Antágoras dijo que no iba a tomar su baño por miedo a que los esclavos se tragaran el caldo. Y cuando Filócides le sugirió que su [341 A] madre se lo podría cuidar, le replicó: ‘¿Que voy yo a confiarle a mi madre un caldo de gallina?’». También Andrócides de Cícico, el pintor, que era aficionado al pescado, según cuenta Polemón [fr. 66 Preller], llegó a tener tanto vicio de él, que hasta pintaba con esmero los peces de los alrededores de Escila. Respecto a Filóxeno de Citera [test. 4 Stutton], el autor de ditirambos, escribe lo siguiente Macón el cómico [fr. 9 Gow]:

Con exageración, dicen, era Filóxeno

el autor de ditirambos [B]

aficionado a la buena mesa. Por eso un pulpo de dos codos

compró en Siracusa en cierta ocasión,

y, tras prepararlo, se lo comió casi todo,

menos la cabeza. Presa de una indigestión,

se encontró muy mal. Luego, habiendo acudido

a su lado un médico, éste, al verlo

en tan mal estado, le dijo: «Si tienes

algún asunto pendiente, haz testamento rápido,

Filóxeno, porque te vas a morir en siete horas».

[C] Y él le respondió: «Todos mis asuntos están resueltos,

doctor, y arreglados tiempo ha.

Dejo tras de mí, gracias a los dioses, mis ditirambos,

todos crecidos y coronados,

que confío a mis hermanas de leche,

las Musas *** a Afrodita y Dioniso como tutores.

Esto lo deja claro mi testamento. Pero puesto que

el Caronte de Timoteo 56 no me deja reposo

—el de su «Níobe»— , sino que me grita que realice la travesía,

[D] y me llama un sombrío destino, al que es preciso prestar oídos,

para que pueda apresurarme hacia abajo con todas mis posesiones,

dadme los restos del pulpo».

Y en otro pasaje dice [fr. 10 Gow]:

Filóxeno, en cierta ocasión, según cuentan, el de Citera,

rezó para tener una garganta de tres codos,

«Para beber —decía— durante el mayor tiempo posible,

y que todos los alimentos me proporcionen placer al mismo tiempo».

[E] También Diógenes 57 el cínico murió cuando, después de haberse devorado un pulpo crudo, sufrió un ataque estomacal. Pero hablando de Filóxeno dice así mismo Sópatro el parodista [PCG I, fr. 23]:

Pues está sentado entre dos cargas de pescado,

observando al vigía que está en mitad del Etna.

También el orador Hiperides era aficionado a la buena mesa, según dice Timocles el cómico, en El hombre de Delos, cuando habla de los que se dejaron sobornar por Harpalo 58 . [F] Escribe así [PCG VII, fr. 4]:

A— Demóstenes tiene cincuenta talentos.

B— Bienaventurado, si no los comparte con nadie.

A— También Merocles se ha llevado mucho oro.

B— Insensato quien se lo dio, pero afortunado quien lo recibió.

A— Se han hecho así mismo con él un tal Demón y Calístenes.

B— Eran pobres, de manera que les concedo perdón.

A— E Hiperides, formidable en sus discursos, tiene algo.

B— Ése va a hacer ricos a nuestros pescaderos, pues es [342 A] amante de la buena mesa,hasta el punto de que las gaviotas son como siriosa su lado59 †.

Y en Los icarios el mismo poeta dice [PCG VIII, fr. 17]:

Estás atravesando el río Hiperides de corriente abundante en peces,

que bulle con dulces voces, rumores

de prudente discurso, suaves trémolos,

hacia *** tiene,

mercenario riega los campos de quien le ha pagado.

Por su parte, Filetero, en Asclepio [PCG VII, fr. 2], [B] cuenta que Hiperides, además de ser amante de la buena mesa, era también jugador de dados, lo mismo que el orador Calias, según Axionico, en El amante de Eurípides [PCG IV, fr. 4]:

Mas, trayendo otro pez

que confiaba en su gran tamaño,

llega a estos pagos

un tal Glauco, que lo pescó en alta mar,

alimento de gastrónomos,

llevándolo sobre los hombros, objeto de afecto de los glotones.

¿Qué preparación ordenaré para él?

¿Se lo entregaré al fuego abrasador

tras remojarlo en una salsa verde,

o después de untar su cuerpo con un emplasto de salmuera punzante?

Dijo alguien que en salsa de salmuera

caliente se lo comería cocido un hombre

[C] aficionado al «aulós», Mosquión.

Pero a ti te grita un insulto personal, Calias.

En efecto, tú te contentas con higos y con salazoncitas,

pero no pruebas el grato pescado

que se encuentra en salmuera.

〈Menciona〉 los higos, porque lo está llamando sicofanta a modo de injuria 60 , y el pescado en salazón, sin duda igualmente en la idea de que realiza acciones vergonzosas 61 . Pero también Hermipo, en el libro tercero de su Sobre los discípulos de lsócrates [DSA Suppl. I, fr. 68 a 2], dice que, por las mañanas, Hiperides se daba entonces sus paseos «entre los peces» 62 .

Timeo de Tauromenio, por otro lado, afirma [FGrH 566, fr. 156] que el filósofo Aristóteles era igualmente amante de la buena mesa. También lo era Matón el sofista; lo pone de [D] manifiesto Antífanes, en El citaredo [PCG II, fr. 116], cuyo comienzo es: «No dice ninguna mentira» [PCG II, fr. 117]:

Uno vino y se puso a sacarle un ojo, como

Matón a un pez.

Y Anáxilas, en El solitario 63 [PCG II, fr. 20]:

Del mújol ha devorado la cabeza,

tras arramblar con ella, Matón. Y yo me muero.

Es exceso de gula el arrebatarle algo a quien lo está comiendo, y más si se trata de una cabeza de mújol, a no ser [E] que efectivamente los expertos en estas cuestiones sepan de algo aprovechable en una cabeza de mújol, lo que requeriría de la glotonería de Arquéstrato para sernos explicado.

Antífanes, por su parte, en Los ricos [PCG II, fr. 188], elabora un catálogo de amantes de la buena mesa, en estos términos:

Eutino, con

sandalias y sello, y cubierto de perfumes,

echaba cuentas de no sé qué asuntos.

[F] Por su parte, Fenícides y el queridísimo Táureas,

unos individuos estos gastrónomos de antiguo,

capaces de devorarse en la plaza los filetes del pescado,

se morían al ver el espectáculo,

y llevaban fatal la falta de peces.

Y reunidos en círculo decían cosas como

que la vida no es soportable siquiera,

que se consideran los amos del mar algunos

[343 A] de vosotros, y se gastan cantidad de dinero,

y que no 〈se puede〉 importar nada de pescado, ni un ápice:

«¿Cuál es entonces la utilidad de los gobernadores de las islas? Es posible, sí,

obligar por ley a que se disponga un convoy

de pescado, pero hoy por hoy Matón saquea

a los pescadores, y Diogitón, ¡por Zeus!,

los tiene convencidos a todos de que se lo lleven a él,

y, desde luego, no es democrático lo que hace devorándolo.

¡Aquéllas eran bodas y fiestas

juveniles!».

[B] Éufanes 64 , a su vez, en Musas [PCG V, fr. 1]:

Y Fenícides, cuando vio entre una muchedumbre de jóvenes

una hirviente cazuela llena de los vástagos de Nereo,

contuvo, aun excitado por la cólera, sus manos:

«¿Quién afirma ser experto en comer a expensas públicas?

¿Quién, experto en arramblar de en medio con la comida caliente?

¿Dónde está el Alondra, o Firómaco, o la fuerza de Nilo? 65

¡Que venga a nosotros, y quizás no podría conseguir nada!».

Del mismo estilo era también Melantio 66 el autor de tragedias [C] (aunque escribió así mismo elegías). Se burlan de él por su afición a la buena mesa Leucón, en Los miembros de la fratría [PCG V, fr. 3], Aristófanes, en La paz [v. 804], y Ferécrates, en Petale 67 [PCG VII, fr. 148]. En el drama Los peces [PCG II, fr. 28], Arquipo, tras encadenarlo por glotón, se lo entrega a los peces para que lo devoren en venganza. Pero también Aristipo 68 el discípulo de Sócrates era amante del buen comer. Éste, censurado así mismo por Platón por su glotonería, según cuentan Sotión [DSA Suppl. II, fr. 4] y Hegesandro [FHG IV, fr. 17, pág. 416]... Pero he aquí lo [D] que escribe el de Delfos 69 : «Aristipo, en cierta ocasión en que Platón lo censuró porque mercaba mucho pescado, contestó que se lo había comprado por dos óbolos. Y cuando Platón le dijo que por ese dinero lo habría comprado hasta él, le replicó: ‘Ves, pues, Platón, que no es que yo sea un glotón, sino tú un tacaño’». Antífanes, por su parte, en La tañedora de «aulós» o Las gemelas [PCG II, fr. 50], burlándose de un tal Fenícides por su afición al buen yantar dice:

Menelao hizo la guerra durante diez años

a los troyanos por una mujer de hermoso aspecto,

y Fenícides, a Táureas, por una anguila.

[E] El orador Demóstenes, por su parte [Sobre la embajada fraudulenta 229], vitupera a Filócrates por su lujuria y glotonería, porque con el dinero de sus traiciones se compraba putas y pescado. Y Diocles el amante de la buena mesa, según cuenta Hegesandro [FHG IV, fr. 16, pág. 416], cierta vez que alguien le preguntó qué pescado era más beneficioso, el congrio o la lubina, respondió: «El uno, cocido, y el otro, asado». Aficionado al buen yantar era también Leonteo de Argos el trágico [TrGF I 242], discípulo de Atenión 70 , [F] que fue sirviente del rey Juba de Mauritania, según dice Amaranto en sus libros Sobre la escena teatral, afirmando que Juba compuso para él el siguiente epigrama [FGrH 275, fr. 104 = FGE, fr. 1], en ocasión de una mala interpretación de su Hipsipila 71 :

No me mires a mí, un eco de Leonteo el trágico, devorador de cardos 72 ,

cuando dirijas la mirada al maligno corazón de Hipsipila.

Que antaño fui yo amigo de Baco, y él no admiraba tanto

con sus orejas de lóbulos de oro ninguna otra voz.

En cambio ahora, trébedes, cacharros y sartenes secas

[344 A] me han privado de voz por complacer a mi estómago.

Dice Hegesandro [FHG IV, fr. 19, pág. 417], por otro lado, que Forisco el gran comedor de pescado, cierta vez que no podía separar la parte del pez que quería, sino que una porción muy grande se le quedaba pegada, recitó 73 :

Lo que opone resistencia es extirpado de cuajo,

y se comió el pez entero. Y Bión [fr. 81 Kind.], en una ocasión en que alguien había arramblado con la parte de encima del pescado, lo giró hacia sí, y después que él también hubo comido en abundancia, terminó diciendo 74 :

Pero Ino lo completaba por el otro lado.

Por otra parte, cuando se le murió la mujer a Diocles el [B] amante de la buena mesa, mientras celebraba el festín funerario en su honor seguía éste comiendo más de la cuenta, mientras lloraba; así que Teócrito de Quíos 75 le dijo: «Deja de llorar, desdichado, que no vas a conseguir nada hartándote de comer». Y cuando Diocles devoró hasta su heredad, en su afición a la buena mesa, cierta vez que, habiéndose tragado un pescado caliente, afirmó que tenía abrasado el cielo del paladar, le dijo Teócrito 76 : «Sólo te queda tragarte el mar, y habrás hecho desaparecer los tres elementos más importantes: tierra, mar y cielo». Clearco, a su vez, hablando [C] en sus Vidas sobre uno aficionado al pescado, dice así [DSA III, fr. 58]: «Tecnón el tañedor de aulós de tiempos pasados, cuando murió su colega Carmo (que era amante del pescado), sacrificaba en honor suyo sobre su tumba pescados a la parrilla 77 ». También el poeta Alexis 78 era amante del buen yantar, según dice Linceo de Samos [fr. 33 Dalby]. Y cierta vez que unos chismosos se andaban burlando de él por su afición a la buena mesa, cuando aquéllos le preguntaron qué le gustaría más comer, Alexis respondió: «Unas grajas asadas» 79 . Y sobre el poeta trágico Notipo 80 dice Hermipo, en Las Moiras [PCG V, fr. 46]:

[D] Pero si tuviera la actual generación de hombres que ir a la guerra,

y los comandaran una gran raya hembra asada y un costillar de cerdo,

entonces los demás tendrían que quedarse en casa y enviar a Notipo como voluntario,

que él solito se comería el Peloponeso entero.

Que se refiere a dicho poeta lo muestra claramente Teleclides, en Los compañeros de Hesíodo [PCG VII, fr. 17]. El actor trágico Minisco es ridiculizado como amante del buen comer por Platón, en La chusma, de este modo [PCG VII, fr. 175] 81 :

A— Aquí tienes a Mero de Anagira. [E]

B— Lo conozco; Minisco de Calcis es amigo suyo.

A— Dices bien.

Se burlan así mismo del adivino Lampón por motivos semejantes Calias, en Los encadenados [PCG IV, fr. 20], y Lisipo, en Bacantes [PCG V, fr. 6]. Cratino, por su parte, dice refiriéndose a él, en Los fugitivos [PCG IV, fr. 62]:

Lampón, a quien ningún inflamado decreto

de los mortales puede alejar del banquete de los amigos,

y añade:

Pero ahora vuelve a vomitar,

porque muerde todo lo que hay a mano, y hasta se pelearía [F] por un salmonete.

Hédilo, por su parte, en sus Epigramas, cuando hace un listado de amantes de la buena mesa, menciona a un tal Fedón, en estos versos [HE 7]:

En cuanto a Fedón el arpista *** llevaría morcillitas

y salchichas, que es un glotón.

Y a Agis, en estos otros [HE 8]:

Está cocido el «hermosopez» 82 . Ahora echa el cierre,

no sea que venga Agis, el Proteo de las cazuelas 83 ; [345 A]

que se convierta en agua, en fuego y en lo que quiera, pero cierra con llave...,

que quizás se metamorfosee en tales elementos y venga, como Zeus,

convertido en lluvia de oro 84 , sobre esta cazuela de Acrisio.

Y mofándose de una tal Clío en términos semejantes, dice [HE 9]:

Come hasta hartarte, Clío: cerramos los ojos. Y, si quieres,

[B] come sola. El congrio entero cuesta una dracma.

Únicamente, deja o un cinturón o un pendiente o alguna señal

de este tipo.Pero de mirarte, no hablamos siquiera.

Eres nuestra Medusa. Nos quedamos de piedra todos, no debido a la horrible

Gorgona 85 , sino, desdichados, a una cazuela de congrio.

Aristodemo, por su parte, en sus Anécdotas graciosas [FHG III, fr. 10, pág. 310], cuenta que Eufranor el aficionado a la [C] buena mesa, cuando oyó decir que otro devorador de peces había muerto al comer un filete de pescado caliente, exclamó: «La muerte es una ladrona sacrílega». A Cindón el aficionado al buen yantar y Démilo (que también lo era) una vez les sirvieron un glauco 86 sin más. Entonces Cindón se apoderó de un ojo 〈del pez〉, y Démilo se echó sobre el ojo de Cindón, y se lo apretaba diciendo: «Suéltalo y te suelto». Y otra vez que en un banquete se sirvió una hermosa cazuela de pescado, Démilo, como no tenía manera de devorarlaél solo, escupió dentro. Por su parte, Zenón de Citio [SVF I, [D] fr. 290] el fundador de la estoa reprendió en una ocasión al glotón con el que vivía desde hacía mucho tiempo, según cuenta Antígono de Caristo en la Vida de Zenón [pág. 119 Wil.]. En efecto, un día que por casualidad se sirvió un pescado de gran tamaño, sin que se hubiese dispuesto ninguna otra vianda, Zenón lo cogió entero de la fuente, e hizo como que iba a comérselo él solo. Y cuando el otro le dirigió una mirada de reproche, le replicó: «¿Entonces, qué te crees que padecen los que viven contigo, si tú ni por un solo día eres capaz de soportar la glotonería ajena?». Istro, por su parte, cuenta [FGrH 334, fr. 61] que el poeta Quérilo 87 recibía de Arquelao 88 cuatro minas diarias, y las gastaba en delicias gastronómicas, pues se había vuelto amante de la buena mesa. Mas tampoco desconozco la existencia de los esclavos comedores de pescado que menciona Clearco en Sobre las [E] dunas [DSA III, fr. 98], cuando afirma que el faraón Psamético de Egipto criaba esclavos comedores de pescado porque quería encontrar las fuentes del Nilo 89 ; también entrenaba a otros para que no padecieran sed, a fin de que exploraran los desiertos de Libia, unos pocos de los cuales lograron sobrevivir. Pero sé igualmente que los bueyes de la zona de Mosino de Tracia comen pescado que se les echa en los pesebres. Por otra parte, Fenícides [PCG VII, fr. 5], cuando servía el pescado a quienes habían pagado el escote de la cena, solía decir que el mar es común a todos, pero que los peces que hay en él son de quienes los han comprado 90 .

[F] Se dice tanto opsophágos (amante de la buena mesa), compañeros, como opsophageîn (ser amante de la buena mesa). Aristófanes en la segunda versión de Las nubes [v. 983]:

Niser amante de la buena mesa ni comer tordos 91 .

Cefisodoro, en El cerdo [PCG IV, fr. 9]:

Ni amante de la buena mesa ni charlatán.

Macón, en La carta [PCG V, fr. 2]:

Soy un amante de la buena mesa. Y éstos son los cimientos

[346 A] de nuestro arte. Debe consagrarse a él en cierto modo

quien no quiere estropear lo que le ha sido concedido;

en efecto, el que está atento a lo que hace no será malo.

Luego, si son claros tus sentidos,

no podrías equivocarte. Cocina y prueba a menudo;

no tiene sal: échasela. 〈Todavía〉 le falta alguna

otra cosa: tú vuelve a probarlo hasta que esté sabroso.

Ténsalo como una lira, hasta que quede afinado.

Luego, cuando ya todo te parezca estar en armonía,

llévalo a escena a través de todos 92 ***† [B]

*** Nicolaidas el miconio 93 .

Junto a estos amantes de la buena mesa, compañeros, conozco también al Apolo Opsófago (Amante de la buena mesa) al que rinden culto los eleos. Lo menciona Polemón en la Carta a Átalo [fr. 70 Preller]. Pero conozco así mismo el cuadro depositado como ofrenda en la Pisátide, en el templo [C] de Ártemis Alfiosa 94 (es de Cleantes de Corinto), en el que Poseidón aparece representado entregándole un atún a Zeus en trance de parto 95 , según cuenta Demetrio en el libro octavo de su Orden de batalla troyano [fr. 5 Gaede].

El pescado entre los sirios

Y aunque yo mismo haya aportado todas estas provisiones adicionales —continuó Demócrito 96 — no he venido para comportarme como un tragón, ya que el excelente Ulpiano, debido a las costumbres ancestrales de los sirios 97 , nos ha privado también a nosotros de pescado, y anda importando otros usos de Siria para abrogar los nuestros. Sin embargo, el estoico Antípatro de Tarso, en el libro cuarto de Sobre la [D] superstición [SVF III, fr. 64], dice que algunos afirman que la reina Gatis de Siria era tan aficionada a comer pescado que publicó un edicto para que nadie lo comiera «aparte de Gatis» (áter Gátidos ), y que por un problema de comprensión el vulgo la llamó Atárgatis 98 , aunque sí se abstuvo del pescado. Mnáseas, por su parte, en el libro segundo de Sobre Asia [FHG III, fr. 32, pág. 155] dice así: «A mí me parece que Atárgatis se había convertido en una reina cruel, y que tenía a su pueblo duramente dominado, hasta el punto incluso de prohibirles por ley comer pescado; en cambio, le llevaban a ella el manjar porque le encantaba. Y por eso aún [E] sigue siendo costumbre, cuando realizan súplicas a su diosa, depositar como ofrenda peces de plata u oro; los sacerdotes, por su parte, preparan y sirven cada día a la mesa en honor a la diosa auténtico pescado, cocido e igualmente también asado, que por supuesto consumen ellos mismos, los sacerdotes de la diosa». Y un poco más adelante dice otra vez: «Por lo que a Atárgatis se refiere, según cuenta Janto de Lidia [FGrH 765, fr. 17], habiendo sido hecha prisionera por Mopso de Lidia, fue arrojada junto con su hijo Ictis 99 al lago de Ascalón, en castigo por su soberbia, y devorada por los [F] peces».

El pescado de Geriones

Pero quizás también vosotros, amigos, habéis dejado a un lado por voluntad propia, como si de uno sagrado se tratara, el pez mencionado por Efipo el comediógrafo, y del que afirma que se preparaba para Geriones en el drama homónimo, diciendo así [PCG V, fr. 5]:

Para él, en cambio, cada vez que los habitantes de la región

capturan un pez, no de los corrientes,

sino mayor en tamaño que la marítima Creta

bañada por ambos lados, para él,digo, hay una cazuela

capaz de contener cien de éstos.

Y en sus bordes están [347 A]

sindos, licios, migdoniotas,

descendientes de Cránao, pafios 100 . Ellos, su vez, cortan

la leña cuando el rey cocina

el gran pez, y le traen

tanta como para rodear el perímetro de la ciudad,

mientras otros le prenden fuego por debajo. Y le llevan un lago

llego de agua para la salsa de salmuera,

y la sal tardan en traérsela ocho meses

sin parar cien yuntas de bueyes.

[B] Y en la superficie, en torno a sus bordes, navegan

cinco esquifes de cinco bancos de remeros a cada lado,

y van diciendo a gritos: «¿No vas a encender el fuego,

jefe de los licios? ¡Aquí hace frío!

¡Deja de soplar, comandante macedonio!

¡Apaga, celta, si no quieres quemarte también!».

Mas no ignoro que esos mismos versos los había empleado [C] también Efipo en el drama El soldado de infantería, en el que tras ellos se sitúan además los siguientes [PCG V, fr. 19]:

Diciendo tales tonterías cena y vive

admirado entre muchachitos,

pese a que no sabe ni hacer cuentas con el ábaco,

pomposo, estirando pomposamente el manto.

Pero ya va siendo hora de que preguntes, noble Ulpiano, a quién se refiere Efipo cuando se extiende en esta descripción, y que nos lo expliques, así como de estas palabras,

Si algo te resulta ininteligible y difícil de captar,

vuelve a preguntármelo de nuevo y entérate con claridad.

Tengo más tiempo libre del que quiero,

[D] como dice el Prometeo de Esquilo 101 ”.

Ataque de Perrero a Ulpiano

Y Perrero dijo a voces: “ ¿Y de qué gran pregunta, que no pez, podría ocuparse ése 102 , que siempre anda separando las espinas de los pescaditos de cocer y los chucletos 103 , y de cuanto otro pececillo hay aún más desdichado que éstos, mientras descarta los filetes grandes? Y es que, lo mismo que

en los festines generosos,

dice Eubulo en Ixión [PCG V, fr. 35],

aunque hay pasteles de harina de flor, comen siempre

eneldo, perejil y fruslerías,

y berros aderezados,

así me parece que también Ulpiano «el que disfruta de las marmitas», como dice mi compatriota Cercidas de Megalópolis [E] [Coll. Alex., fr. 11], no come ningún alimento de los que le cuadran a un hombre, pero en cambio vigila a los que sí los comen, por si pasan por alto una espina o un nervio o cartílago entre lo que se les ha servido, y no tiene en cuenta lo que dice el noble e ilustre Esquilo 104 , quien afirmaba que sus comedias eran tajadas de los grandes banquetes homéricos 105 . Pero era un filósofo de los grandes Esquilo 106 , el cual, derrotado injustamente en cierta ocasión, según asevera Teofrasto [fr. 553 Fort.] —o Cameleonte [DSA IX, fr. 7]— [F] en Sobre el placer, dijo que dedicaba sus tragedias al Tiempo, sabedor de que acabaría por obtener el honor merecido. Aún más, ¿cómo podría 〈Ulpiano〉 entender lo que le dijo Estratonico el citarista al citaredo 107 Propis de Rodas? En efecto, Clearco, en Sobre los proverbios [DSA III, fr. 80], cuenta que Estratonico vio actuar cierta vez a Propis, que era grande de estatura, pero mediocre en su arte y de menor talla artística que corporal. Y cuando le preguntaron qué tal [348 A] era, respondió: «ningún mal pez es grande», con lo que quería dar a entender, primero, que era insignificante, segundo, que era malo, y además que era grande, sí, pero un pez por su falta de voz 108 . Teofrasto, por su parte, en Sobre lo ridículo [fr. 710 Fort.], afirma que la frase fue pronunciada por Estratonico, pero referida a Símicas el actor, aunque distorsionó el proverbio: «ningún gran pez está podrido». A su vez, Aristóteles, en la Constitución de Naxos [fr. 566 Gigon] [B], escribe así a propósito de dicha sentencia: «La mayoría de las personas ricas de Naxos vivían en la ciudad, mientras que el resto lo hacía dispersos por aldeas. Pues bien, en una de estas aldeas, cuyo nombre era Leístadas, vivía Telestágoras, un hombre muy rico, bien considerado y honrado por el pueblo de todas las demás maneras posibles, pero especialmente por los regalos que le enviaban cada día. Y cuando alguien bajaba de la ciudad y regateaba el precio de alguna de las mercancías, los vendedores acostumbraban a decir que antes preferirían regalársela a Telestágoras que venderla [C] a ese precio. Ahora bien, unos jovenzuelos que querían comprar un gran pez, como el pescador les dijo eso mismo, hartos de oírlo tantas veces, y bastante borrachos, se precipitaron en tropel hacia la casa de aquél. Y pese a que Telestágoras los acogió amistosamente, los jóvenes lo ultrajaron a él y a sus dos hijas casaderas. Indignados por ello, los naxios tomaron las armas y fueron contra los muchachos, y se produjo entonces una gran revuelta, habiéndose puesto a la cabeza de los naxios Lígdamis, que gracias a esta maniobra se proclamó tirano de su patria *** 109 ».

Estratonico el citarista

En otro orden de cosas, no me parece [D] inoportuno, puesto que se ha mencionado al citarista Estratonico 110 , contar yo también algo sobre la agudeza de sus réplicas. Pues bien, daba lecciones a citaristas, y como en la escuela tenía nueve estatuas de las Musas y una de Apolo, y dos alumnos, en una ocasión en que alguien le preguntó cuántos discípulos tenía, respondió: «Gracias a los dioses, doce». Y otra vez que fue de viaje a Milasa y vio numerosos templos, pero poca gente, de pie en medio de la plaza exclamó: «¡Escuchad, templos!» 111 . [E] Macón, por su parte, recoge estas anécdotas suyas [fr. 11 Gow]:

Estratonico se fue de viaje a Pela cierta vez,

habiendo oído de muchas fuentes con anterioridad

que la ciudad solía ponerlo a uno enfermo del bazo.

Pues bien, al observar en los baños que muchos

jóvenes se ejercitaban junto al fuego,

espléndido en color y forma su cuerpo,

afirmó que estaban equivocados quienes se lo

habían dicho. Pero cuando vio, al salir de nuevo,

a uno que tenía el bazo el doble de grande que la tripa

*** 〈comentó :〉

[F] «Está claro que éste que está aquí sentado,

recogiendo los mantos de los que entran,

se hace cargo también a la vez de sus bazos, para que a continuación

los de dentro no sufran aglomeración alguna».

Un mal arpista que agasajaba a Estratonico cierta vez

se puso a hacerle una demostración de su arte a la hora de las copas.

Y aunque el festín era brillante y pretencioso,

Estratonico, viéndose destinatario de la interpretación, y no teniendo

a nadie más con quien hablar, hizo añicos su vaso.

[349 A] Pidió uno más grande, se tomó muchas copas,

y tras brindarle al Sol el cáliz, se lo bebió

en un pispás y se echó a dormir, entregándose al destino.

Mas por casualidad llegaron en tropel algunos

otros conocidos del arpista, según parece,

y Estratonico se emborrachó rápidamente.

Y cuando luego le preguntaron por qué había bebido tanto vino

sin parar, y se había emborrachado tan pronto, respondió:

«Es que ese arpista insidioso y maldito,

después de darme de cenar, me mató como a un buey en el pesebre ». 112

Estratonico, cierta vez que había ido a Abdera [B]

al concurso que se celebraba en dicho lugar,

al ver que todo ciudadano tenía

a título personal un heraldo que, cuando quería cada uno,

le anunciaba la Luna nueva,

y que los heraldos en aquella tierra casi eran

en proporción muchos más que los simples particulares,

se puso a caminar por la ciudad sobre las puntas de los pies,

lentamente, con la mirada fija abajo en el suelo.

Y cuando un extranjero le preguntó

por el accidente que le había sucedido de improviso en los [C] pies,

le respondió: «Los tengo perfectamente bien, extranjero,

y puedo correr mucho más deprisa que los aduladores a un banquete.

Pero me angustia y temo sobremanera

pisar a un heraldo y atravesarme un pie con él» 113 .

Otra vez que se disponía a tocar durante unos sacrificios

un mal tañedor de «aulós», dijo Estratonico: «Guarda religioso silencio 114 , hasta que,

una vez hechas las libaciones, hayamos alzado las súplicas a los dioses».

Había un tal Cleón, citaredo al que apodaban «Buey»,

que desafinaba atrozmente y no sabía usar la lira.

[D] Después de escucharlo hasta el final, Estratonico comentó:

«Antes se decía ‘el burro tocando la lira’ 115 , mas ahora, ‘el buey tocando la lira’».

Estratonico el citaredo hizo un viaje por mar

al Ponto, a visitar a Berisades, su rey.

Habiendo transcurrido ya bastante tiempo, quería

Estratonico regresar a la Hélade;

pero como al parecer no se le permitía,

cuentan que le replicó a Berisades:

«¿Es que tú tienes pensado quedarte aquí?».

En cierta ocasión pasó una noche en Corinto

[E] Estratonico el citaredo. Allí una viejecita

no le quitaba ojo, ni lo dejaba ni a sol ni a sombra.

Entonces Estratonico le preguntó: «Por los dioses, madre, dime,

¿qué es lo que quieres, y por qué me miras continuamente?».

«No entiendo —respondió— que tu madre

te tuviera dentro diez meses 116 y te portase en su vientre,

si nuestra ciudad sufre por tenerte en su seno un solo día».

Biotea, la mujer de Nicocreonte 117 , cuando entraba

acompañada por una joven sirvienta en un banquete,

se tiró un pedo y entonces pisó con su sandalia

sicionia una almendra y la rompió en pedazos 118 . [F]

Estratonico, que se dio cuenta, comentó: «No es igual el sonido» .

Pero por la noche, a resultas de ese comentario,

pagó en el mar por la excesiva libertad de su lenguaje.

Pretendía cierta vez, al parecer, en Éfeso,

un citaredo inepto exhibir a su discípulo ante sus amigos,

y Estratonico, que se hallaba casualmente presente le dijo:

«Quien no se ***

a otros *** 119 ».

Por otra parte, Clearco, en el libro segundo de Sobre la amistad [DSA III, fr. 18], dice: «Estratonico el citarista, cuando se disponía a acostarse, ordenaba siempre a su esclavo que le sirviera de beber, ‘No porque esté sediento —afirmaba—, sino para no tener sed’». Y en Bizancio cierta [350 A] vez que un citaredo cantó bien el proemio, pero falló en las restantes piezas, se puso de pie y proclamó: «Quien revele el paradero del citaredo que cantó el proemio recibirá mil dracmas». En una ocasión en que alguien le preguntó qué gentes eran las más miserables, respondió que de los habitantes de Panfilia, los de Fasélide, pero del mundo, los de Side 120 . Y en otra, cuando se pidió su parecer, según cuenta Hegesandro [FHG IV, fr. 11, pág. 415], sobre quiénes eran más bárbaros, los beocios o los tesalios, contestó que los [B] eleos. Una vez erigió un monumento en su escuela, y le puso como inscripción: «Contra los que tocan mal la cítara». Un día que uno le preguntó qué tipo de barco es más seguro, el largo o el de casco redondeado 121 , replicó: «El que está varado». En cierta ocasión en que daba en Rodas un recital, como nadie aplaudió, abandonó el teatro, y se marchó diciendo: «¿Cómo voy yo a esperar obtener de vosotros una contribución, cuando lo que es gratis no lo hacéis?». También dijo: «Que organicen competiciones atléticas los eleos, [C] los corintios, musicales, y los atenienses, teatrales. Mas si alguno de ellos comete un error, que sean azotados los lacedemonios», burlándose de los ritos de flagelación que tenían lugar entre ellos 122 , según dice Caricles en el libro primero de Sobre la competición urbana [FGrH 367, fr. 1]. Otra vez que el rey Ptolomeo discutía con él, con un espíritu bastante pendenciero, sobre el arte de tocar la cítara, le dijo: «Una cosa, majestad, es el cetro, 〈y otra, el plectro〉», según cuenta el poeta épico Capitón, en el libro cuarto de sus Notas a Filopapo. [D] En una ocasión en que fue invitado a escuchar a un citaredo, recitó tras la audición [Il . XVI 250]:

«Lo uno se lo concedió su padre, mas lo otro se lo denegó ».

Y cuando alguien le preguntó «¿El qué?», le respondió: «Le concedió tocar mal la cítara, mas le denegó cantar bien». Un día cayó una viga y mató a un malvado. «Señores —comentó— hay, creo, dioses. Y si no los hay, hay vigas 123 ».

Pero *** recoge 124 también tras los mencionados dichos memorables de Estratonico los siguientes: A Estratonico le [E] dijo un día el padre de Crisógono 125 que lo tenía todo en casa, pues él mismo era empresario y, de sus hijos, el uno iba a ser productor, y el otro, a tocar el aulós. «Pues te falta —replicó Estratonico— todavía una cosa». «¿Qué?» —le preguntó—. «Un auditorio casero». Otra vez que alguien le preguntó por qué andaba recorriendo toda la Hélade, en lugar de permanecer en una única ciudad, le respondió que las Musas le habían otorgado derechos sobre todos los helenos, de los que sacaba una renta por su falta de sentido musical. De Faón decía que lo que producía con el aulós no era armonía, [F] sino «Cadmo» 126 . Faón se jactaba de ser buen tañedor de aulós , y afirmaba que tenía un coro en Mégara, a lo que 〈Estratonico〉 replicó: «Desvarías, que allí no tienes nada, sino que a quien te han pillado es a ti» 127 . También decía que le asombraba sobremanera la madre de Sátiro el sofista, porque ninguna ciudad era capaz de soportarlo diez días, y ella lo había llevado en el vientre diez meses 128 . Y cuando [351 A] se enteró de que aquél estaba en Ilión en los juegos ilíacos, exclamó: «¡Siempre tiene Ilión desgracias!» 129 . De Mínaco, que discutía con él de música, decía que no lo tenía en cuenta, porque hablaba de cosas que le quedaban por encima del tobillo 130 . Del médico malo afirmaba que consigue que sus pacientes recorran el trayecto al Hades en un día. Cierta vez se encontró con un conocido y, al ver que sus zapatos estaban resplandecientes, se compadeció de lo mal que le iba, considerando que no estarían tan limpios si no se hubiera ocupado de ellos personalmente. En Tiquiunte de Mileto 131 , [B] donde vivía una población mixta, al ver que todas las tumbas eran de extranjeros 132 , exclamó: «Vámonos, muchacho, que aquí parece que se mueren los forasteros, pero en cambio ciudadanos, ni uno». Un día que Zeto el citarista disertaba sobre música, le dijo que era el único al que no le correspondía hablar del tema: «Sí, tú, que has elegido el menos musical de los nombres, puesto que te llamas Zeto en lugar de Anfión 133 ». Otra vez que intentaba enseñar a tocar la cítara a un macedonio, exasperado porque aquél no hacía nada a derechas, le dijo: «Vete a... Macedonia 134 ». En una [C] ocasión vio ricamente ornamentado, junto a unos baños que sólo tenían agua fría y estaban deficientemente dotados, el santuario de un héroe. Y cuando salió, después de darse un baño poco placentero, comentó: «No me extraña que haya dedicados tantos cuadros votivos» —ya que los ofrendaban todos los que acudían a bañarse, por haber salido con vida—. Decía que en Eno 135 durante ocho meses hace frío, y los otros cuatro es invierno. De los habitantes del Ponto 136 afirmaba que habían llegado «del ponto profundo», queriendo decir «de un mar de perdición». A los rodios los llamaba «cireneos de piel blanca» y «ciudad de pretendientes» 137 ; a Heraclea, «Androcorinto» 138 , y a Bizancio, «Sobaco de la [D] Hélade» 139 ; a los de Léucade, «corintios trasnochados» 140 , y a los de Ambracia, «membraciotas» 141 . Un día que salía por las puertas de Heraclea y andaba mirando en torno, alguien le preguntó que por qué lo hacía; le respondió que le daba vergüenza ser visto, como si saliese de un burdel. Y al ver a dos atados en el cepo, exclamó: «Qué propio de una ciudad tacaña, que no sea capaz de liquidarlos 142 ». Y a un experto en música que anteriormente había sido jardinero, cierta vez que discutía con él sobre armonía, le dijo:

Cultivar debería cada cual el arte que cada uno conoce 143 .

[E] Bebiendo en Maronea en otra ocasión en compañía de algunas personas, les dijo que estaba dispuesto a reconocer en qué parte estaba de la ciudad, si le tapaban los ojos y lo llevaban. Luego, cuando lo llevaron y le preguntaron, contestó: «Frente a la taberna», porque daba la impresión de que toda Maronea era una taberna. Y un día que Teléfanes 144 se puso a soplar su instrumento cuando él estaba reclinado a su lado, exclamó: «¡Arriba, como los que vomitan!». Otra vez que en Cardia el encargado de los baños le proporcionó como jabón tierra vulgar 145 , así como agua salada, afirmó estar sitiado por tierra y por mar. Cuando venció en Sición a sus contrincantes, dedicó en el templo de Asclepio un monumento, [F] en el que había escrito: «Estratonico, de los despojos de quienes tocan mal la cítara». Cierta vez, cuando uno terminó de cantar, le preguntó 〈de quién〉 era la melodía; al responderle el otro que de Carcino 146 , comentó: «Mucho más propio que de un ser humano». En Maronea decía que no había primavera, sino calor 147 . Y en Fasélide, cuando su esclavo se puso a discutir con el encargado de los baños por el dinero (pues era costumbre que pagaran más por bañarse los extranjeros), le dijo: «Maldito esclavo, por una moneda [352 A] de cobre casi me conviertes en faselita». A uno que lo andaba alabando para conseguir algo le dijo que él, 〈Estratonico〉, era un miserable mayor. Y otra vez que daba lecciones en una ciudad pequeña, afirmó: «Esto no es una ciudad, sino un apenas 148 ». En Pela un día se acercó a un pozo y preguntó si era potable; pero cuando le contestaron los que estaban sacando agua: «Nosotros por lo menos la bebemos», replicó: «Entonces no es potable», pues resulta que los individuos tenían un color verdoso. Y tras escuchar Los dolores de parto de Timoteo 149 , comentó: «Si hubiera parido un contratista [B] y no un dios, ¡qué gritos habría dado!». Cuando Poliido [TrGF I 78, test. 4] andaba vanagloriándose porque había vencido a Timoteo su discípulo Filotas, le dijo: «Me asombra que no te des cuenta de que lo que tú haces son decretos, mientras que lo que hace Timoteo son leyes 150 ». A Areo el arpista, una vez que lo estaba importunando, le espetó: «Vete a tocar a los cuervos 151 ». En Sición se volvió contra un zurrador que lo había insultado, y le dijo: «Desdichado, zurrado» 152 . De los rodios el mismo Estratonico, al observar que eran libertinos y bebedores de vino caliente, decía que [C] eran cireneos de piel blanca, y a la propia Rodas la llamaba «ciudad de pretendientes 153 », pues consideraba que diferían †en color, pero no en libertinaje† 154 , los rodios de los cireneos, y comparaba la ciudad con los pretendientes por su coincidencia en la propensión al placer.

Fue émulo Estratonico del poeta Simónides con esos jocosos dichos, según dice Éforo, en el libro segundo de su Sobre los inventos [FGrH 70, fr. 2], afirmando que también Filóxeno de Citera se había aplicado al mismo propósito. Por su parte, Fenias el peripatético, en el libro segundo de Sobre los poetas [DSA IX, fr. 32], dice: «Estratonico de Atenas parece que fue el primero que introdujo la multiplicidad de cuerdas 155 en el solo de cítara, así como el primero que tuvo discípulos en el campo de la armonía, y elaboró un [D] diagrama 156 ; pero tampoco careció de éxito en lo humorístico». Cuentan así mismo que murió por culpa de su lengua demasiado afilada en las bromas, tras beber veneno por orden del rey Nicocles de Chipre, porque se burló de sus hijos.

Ataque de Perrero contra la zoología aristotélica

Pero me pregunto con asombro 157 con respecto a Aristóteles 158 , de quien tanto han hablado los sabios aquí presentes, mi buen Demócrito (también tú reproduces pormenorizadamente sus palabras, como las de los restantes filósofos y oradores), cuándo aprendió, o de qué Proteo o Nereo salido de las profundidades, [E] lo que hacen los peces, o cómo duermen, o cómo viven. En efecto, las cosas que ha descrito son, como dice el poeta cómico 159 , «maravillas para idiotas». Afirma, efectivamente, que las caracolas y todos los ostracodermos son de un género que no se reproduce por apareamiento, y que la cañadilla y la caracola son longevas. Y que la cañadilla vive seis años, ¿cómo lo sabe? 160 También dice 161 que [F] permanece durante muchísimo tiempo unida en la cópula la víbora, y que la más grande 162 es la paloma torcaz, la segunda la paloma bravía, y la más pequeña, la tórtola común 163 . ¿Y cómo sabe que el caballo vive treinta y cinco años, y la yegua, en cambio, más de cuarenta, afirmando 164 que algún ejemplar llegó incluso hasta los setenta y cinco? Cuenta 165 , por otra parte, que de la cópula de los piojos nacen las liendres, que de la transformación de la larva surge una oruga, de ella, un capullo, y de éste, la denominada crisálida.

Pero es que además asegura 166 que las abejas viven hasta seis años, algunas incluso siete. Por otro lado, afirma 167 [353 A] que no se han visto ni abejas ni zánganos copulando, por lo que no es posible determinar cuál de ellos es macho o hembra. ¿Y de dónde saca que los hombres son inferiores a las abejas? Dice, en efecto que éstas siempre mantienen una vida equilibrada, sin alterarse, sino dedicándose a recolectar, y lo hacen sin haberlo aprendido; los hombres, en cambio, son peores que las abejas y están llenos de presunción, como aquéllas de miel. Pero, ¿cómo lo ha observado? 168 . Por otro lado, en su tratado Sobre la longevidad [fr. 253 Gigon], afirma que se ha visto una mosca que vivió seis o siete años. Pues ¿cuál es la prueba de eso? ¿Dónde ha visto crecer hiedra de la cornamenta de un ciervo 169 ? Y los mochuelos, asegura, y los cuervos, de día son incapaces de ver; por eso es de noche [B] cuando cazan su alimento, y no toda la noche, sino al anochecer 170 , y las formas de sus ojos no son semejantes, sino que unos los tienen glaucos, otros, negros, y otros, gris azulado 171 .

Dice 172 también que en los seres humanos hay ojos de muchos tipos, y que es posible reconocer diferencias de carácter asociadas con ellos. Por ejemplo, las personas con ojos como de cabra están bien dotados por naturaleza de agudeza visual, y son excelentes de carácter. En cuanto a los demás, unos tienen los ojos saltones, otros, hundidos, y otros, en posición intermedia. Los que los tienen hundidos son de vista muy aguda; a su vez, quienes los tienen saltones [C] son perversos, mientras que los que los tienen intermedios son buenas personas. También los hay que parpadean sin cesar, otros, que mantienen la vista fija, y otros, que ni lo uno ni lo otro. Son inconstantes los primeros, desvergonzados, los segundos, y los intermedios son los que tienen el mejor carácter.

El hombre es el único animal que tiene el corazón a la izquierda, mientras que los restantes animales lo tienen en medio 173 . Los machos tienen más dientes que las hembras; [D] afirma 174 que esto se ha observado en oveja, cerdo y cabra. Ningún pez nace con testículos 175 . Mamas no las tienen ni los peces ni los pájaros 176 , y el delfín es el único que carece de vesícula biliar 177 . Y algunos, asegura 178 , no tienen la vesícula biliar junto al hígado, sino cerca de los intestinos, como el esturión, el cachucho, la morena, el pez espada y el pez volador. El bonito, por su parte, tiene la vesícula biliar extendida a lo largo de todo el intestino 179 , mientras que el halcón y el milano la tienen cerca del hígado y las entrañas 180 ; el búho chico 181 , junto al hígado y el estómago; la [E] paloma, la codorniz y la golondrina, unos junto a los intestinos, y otros, junto al estómago 182 . También dice 183 que los cefalópodos, los moluscos, los del tipo de los cartilaginosos y los insectos copulan durante bastante tiempo. Los delfines y algunos peces, a su vez, lo hacen recostados uno junto al otro, y es más lenta la cópula de los delfines, y más rápida la de los peces 184 . Aún más, el león, asegura 185 , tiene los huesos sólidos, y cuando se los golpea brotan chispas, como de las piedras. El delfín, por otro lado, tiene huesos y no espinas, mientras que los peces cartilaginosos tienen tanto cartílagos como espinas 186 . Algunos peces ***.

Algunos 〈animales〉 son terrestres, otros, acuáticos y otros [F] nacen del fuego 187 . Hay algunos así mismo llamados efímeros, que viven un solo y único día 188 . Otros son anfibios, como el hipopótamo, el cocodrilo y la nutria 189 . Todos los animales tienen dos patas dominantes, aunque el cangrejo, cuatro 190 . Los animales dotados de sangre, asegura 191 , o carecen de patas, o tienen dos 〈o cuatro〉, mientras que los que tienen más de cuatro patas carecen de sangre. Por ese motivo, todos los animales que se mueven lo hacen mediante los cuatro miembros indicados: el hombre, mediante dos pies y manos; los pájaros, mediante dos patas y dos alas 192 ; la anguila y el congrio, mediante dos [354 A] aletas y una doble torsión 193 . Aún más, unos animales, como el hombre, tienen manos, mientras que otros, como el mono, aparentan tenerlas; en efecto, ningún animal irracional da y coge, que es justamente para lo que se nos han otorgado las manos como instrumento 194 . De nuevo, entre los animales algunos tienen articulaciones, como el hombre, el asno, la vaca, mientras que otros carecen de ellas, como serpientes, ostras y pulmones de mar 195 . Muchos animales no son visibles en todas las estaciones, por ejemplo, los que viven en madrigueras, pero incluso los que no lo hacen no siempre se dejan ver, como golondrinas y cigüeñas. 196

Críticas de Epicuro contra Aristóteles

Pero aunque es mucho lo que puedo decir todavía sobre los desvarios [B] proferidos por ese boticario 197 , lo dejo, pese a que sé que también Epicuro, el mayor de los amantes de la verdad, dice de él lo siguiente en su carta Sobre las profesiones [fr. 102 Arr.]: que, tras haber dilapidado su herencia, se alistó en el ejército, y que, como le fue mal en él, se dedicó a la venta de medicamentos. Más tarde, cuando abrió Platón el Perípato 198 , asegura, se hizo alumno suyo, y asistió a sus lecciones, pues no era ningún incapaz, y gradualmente se pasó a la ciencia especulativa. Sé así mismo, [C] no obstante, que Epicuro es el único que dice esas cosas contra él; que no lo hace, en cambio Eubúlides [II B, test. 10 Gian.], y que tampoco Cefisodoro se ha atrevido a decir una cosa tal sobre el Estagirita 199 , pese a haber publicado escritos contra dicho personaje. En la misma carta, Epicuro asegura que también el sofista Protágoras fue primero mozo de cuerda y proveedor de leña, y luego se hizo secretario de Demócrito 200 . Habiéndose mostrado admirado éste por una manera particular que tenía de disponer la leña, desde aquel momento lo acogió y le enseñó en cierta aldea las letras, después de lo cual comenzó Protágoras a dedicarse a la sofística.

Continuación del parlamento de Perrero

[D] Mas también yo, compañeros de mesa, tras estos largos discursos ardo en deseos de llenarme de una vez el vientre 201 ”. A todo esto, se les dijo a los cocineros que, en vista del largo festín de palabras, tomaran medidas para no servir fríos los alimentos (pues nadie querría comérselos así), y Perrero continuó diciendo: “Como se dice en el Imilcón 202 de Alexis el comediógrafo [PCG II, fr. 98]:

***yo

aunque no sirvan platos calientes. Lo bueno Platón

afirma que es bueno en todas partes, ¿entiendes?,

y lo grato, enteramente grato acá y acullá.

[E] Tampoco careció de gracia lo que dijo Esfero [SVF I, fr. 624] el que fue discípulo de Crisipo junto con Cleantes. Habiendo sido llamado a Alejandría por el rey Ptolomeo 203 , cierto día que se sirvieron en la cena unas aves de cera, alargaba hacia ellas las manos, cuando lo detuvo el rey, quien alegó que estaba dando su asentimiento a una mentira. Y él replicó certeramente diciendo que no daba su asentimiento al hecho de que fueran pájaros, sino al de que era razonable [F] que lo fuesen, pues es diferente la «representación perceptiva» 204 y lo razonable; en efecto, aquélla es infalible, mientras que lo razonable puede resultar ser de otro modo.

Pues bien, en nuestro caso, en lo que a la representación perceptiva se refiere, que se nos sirva una ronda, aunque sea de comida de cera, para que, aunque podamos equivocarnos en cuanto a la vista, al menos no se nos vaya todo en charlar”.

Consideraciones médicas sobre el pescado

Y ya nos disponíamos a comer, [355 A] cuando nos ordenó detenernos Dafno, citando el yambo de El zangolotino o Las Brisas de Metágenes [PCG VII, fr. 3]:

“Dado que cuando cenamos en alguna parte es cuando más charlamos todos,

yo afirmo así mismo que se ha hablado poco sobre el tema del pescado, puesto que son muchas las cosas que han dicho también al respecto los hijos de los Asclepíadas 205 , me refiero a Filótimo en sus libros Sobre la alimentación [fr. 14 Steck.], Mnesiteo de Atenas [fr. 35 Bert.], e igualmente Dífilo de Sifnos. Éste último, en efecto, en su tratado Sobre los [B] alimentos servidos a enfermos y sanos, asegura que, de los peces de mar, los de roca son de fácil asimilación, de buen jugo, purgantes, ligeros y poco alimenticios; los de aguas profundas, en cambio, son de asimilación más difícil, nutritivos e indigestos. De los de roca, el gallano macho y hembra, al ser pececillos muy tiernos, son poco alimenticios y fáciles de asimilar, mientras que el serrano, aunque se parece mucho a ellos, varía ligeramente según zonas. Los gobios, a su vez, son semejantes al serrano; los pequeños y los [C] de color blanco son tiernos, poco alimenticios, de buen jugo, digestivos; los de color amarillento, en cambio (que se llaman también kaulínai 206 ), son secos y magros. Las cabrillas, por su parte, son de carne tierna, pero más duras que el serrano. En cuanto a la vieja colorada, es de carne tierna, de poca consistencia, sabrosa, ligera, digestiva, fácilmente asimilable, laxante, estomacal; no obstante, la que está recién muerta exige precaución, ya que se alimentan cazando las liebres marinas, por lo que sus entrañas pueden incluso causar [D] el cólera. Por otra parte, la denominada kērís 207 es de carne tierna, laxante, estomacal; su jugo espesa y limpia. El mero, orphós o bien orphṓs, es de buen jugo, muy jugoso, viscoso, de asimilación difícil, nutritivo, diurético. La parte próxima a la cabeza es viscosa y digestiva, mientras que las partes carnosas son indigestas y pesadas; es más tierna la zona de la cola. Por otro lado, es productor de flema el pez, e indigesto. Los espetones, a su vez, son más nutritivos que los congrios. La anguila de agua dulce, por su parte, es más sabrosa y alimenticia que la de mar. Y a la oblada se le asemeja la dorada. De los cabrachos, los de aguas profundas y color amarillo son más alimenticios que los de gran tamaño [E] de las zonas poco profundas de las playas. El raspallón, por otra parte, es acre, de carne tierna, carente de mal olor, estomacal, diurético y no difícil de digerir, aunque frito resulta indigesto. El salmonete es estomacal, ligeramente astringente, de carne dura, difícil de digerir, y causa estreñimiento a los intestinos, sobre todo el asado sobre carbones; a su vez, el frito en sartén es pesado e indigesto. En general, todos ellos contribuyen a la producción de sangre. El dentón y el sargo son de la misma familia, si bien es superior el sargo. [F] El pagro es también de río, pero es mejor el de mar. El kaprískos 208 se llama así mismo ratón de mar 209 , y es maloliente y duro, además de más indigesto que el pez-cítara; sin embargo, tiene una piel sabrosa. El pez aguja o belónē (recibe también el nombre de ablennḗs) es indigesto, acuoso, laxante. La alosa y los miembros de la misma familia, la sardina y el sábalo 210 , son de fácil digestión. Hay mújoles de mar, de lago y de río. Éste último, dicen, se llama también [356 A] oxýrhinchos (hocico-agudo), y korakînos, el del Nilo 211 . Es inferior el negro al blanco, y el cocido, al asado, ya que el primero es estomacal y laxante. La salpa es dura y de gusto desagradable, aunque resulta mejor la que se cría en Alejandría y la que se captura en otoño, ya que segrega cierta sustancia húmeda y blanca, que hasta no tiene mal olor. El congrio es semejante a la anguila, pero de gusto desagradable. La chicharra de mar 212 es de carne más dura que el cuco 213 , pero similar en lo demás. También el pez cuervo es más duro que el cuco. La rata marina 214 , por su parte, y el [B] denominado «sagrado» o también «hermoso nombre» 215 , son pesados. En cuanto a la boga 216 , cocida es digestiva, fácil de asimilar, segrega una sustancia húmeda y es laxante; pero la hecha sobre carbones es más sabrosa y tierna. El «baco» 217 tiene buen jugo, es jugoso y nutritivo. La chuela macho carece de buen jugo, es indigesta y hedionda. Solla y lenguados son alimenticios y sabrosos; se les parece también el rodaballo. Mújoles, pardetes, capitanes, galúas y corcones son semejantes en valor nutritivo, pero es inferior al pardete el capitán, peor la galúa, y el último es el corcón. El atún hembra y el macho, a su vez, son pesados y muy alimenticios. Por su parte, la denominada lubina es sabrosa y ligeramente [C] astringente, pero alimenticia y fácil de evacuar. La morralla 218 es pesada e indigesta; la que es blanca se denomina «de gobio». También el pescadito de cocer, ese pececito, es de la misma familia.

Por lo que se refiere a los cartilaginosos, la raya cornuda es carnosa, y la misola lisa, mejor que el denominado alitán. El pez zorro es similar en sabor al animal terrestre, por lo que recibió también su nombre. La raya hembra 219 es así mismo de sabor agradable, pero la raya estrellada es más tierna y de mejor jugo. A su vez, el pez guitarra es peor para el intestino, y de mal olor. En cuanto a la tembladera 220 , a pesar de ser indigesta, tiene la zona de la cabeza tierna y fácil [D] de digerir, e incluso es estomacal, aunque no así lo demás; son mejores las pequeñas y sobre todo las cocidas sin más. La lija, pues también ella es un pez selacio, es estomacal y de digestión ligera; la de mayor tamaño es también más alimenticia. Y, en conjunto, todos los selacios son flatulentos, carnosos, de difícil digestión y, si se abusa de ellos, provocan debilidad en la vista. La sepia, por su parte, cocida es tierna, sabrosa y digestiva, e incluso laxante. El jugo que se obtiene de ella hace la sangre más fluida y favorece su flujo a través de las hemorroides. El calamar es más digestivo [E] y alimenticio, especialmente el pequeño; pero el cocido es más duro y no resulta sabroso. El pulpo, a su vez, estimula los deseos sexuales, pero es duro e indigesto; el de mayor tamaño resulta más alimenticio. Además, humidifica ligeramente el intestino si se cocina durante bastante tiempo, y asienta el estómago. Pone de manifiesto también Alexis, en Pánfila, las buenas cualidades del pulpo, diciendo así [PCG II, fr. 175]:

Mas para un amante, Ctesón ¿qué hay más conveniente

que lo que ahora traigo conmigo? Caracolas, vieiras,

[F] nazarenos, un gran pulpo y pescado de buen grosor 221 .

El bonito, por otro lado, es muy alimenticio y pesado, diurético e indigesto. En salazón, a semejanza del «dado» 222 , es beneficioso para el intestino y adelgazante. El de mayor tamaño se denomina synodontís. El chelidonías 223 , aunque similar al bonito, es más duro. En cuanto al pez volador, lo mismo que el pulpo, el líquido que emana de su interior da [357 A] buen color a la piel y favorece la circulación de la sangre. El atún grande 224 , a su vez, es fangoso. También el de mayor tamaño se parece al chelidonías por su dureza, aunque sus ventriscas y la clavícula son sabrosas y tiernas. En cuanto a los denominados kostaí 225 , en salazón son de mediano valor culinario. El bonito rubio 226 es en cierta medida maloliente, y más tierno que el atún grande. Pues bien, esto es lo que Dífilo ha dejado dicho.

Mnesiteo de Atenas, por su parte, en su tratado Sobre los alimentos [fr. 38 Bert.], afirma que entre los peces de mayor tamaño hay un tipo que algunos llaman «cortado», y otros, «pelágico», al que pertenecen dorada, glaucos y pagros. Son [B] de digestión difícil, pero, una vez que se han digerido, proporcionan un alimento mucho mayor. En cuanto al género de los privados de escamas, tales como el atún, la caballa, el atún hembra, el congrio y los de ese tipo, sucede que son al mismo tiempo gregarios. Pues bien, los que ni se muestran en solitario ni se dejan arrastrar en los cardúmenes son más digestibles, tal como el congrio, el jaquetón y los del mismo tipo. En cambio, los peces de esta clase que son de género gregario proporcionan un alimento sabroso (pues son gruesos), aunque pesado y difícil de digerir. Por eso también son los que más se prestan a ser conservados en salazón, y ése es el mejor tipo de salazón. No obstante, son aprovechables [C] asados, pues (de este modo) se disuelve su parte grasa. Las especies denominadas «desollables» son, en general, todas las que tienen la capa externa de la piel áspera, no con escamas, sino del estilo de la de las rayas hembra y las lijas. Todas ellas, por otra parte, se desmenuzan con facilidad, pero no tienen buen olor. Además, proporcionan al cuerpo alimento húmedo y purgan los intestinos mejor que cualquier otro pescado cocido; los asados, sin embargo, son peores.

En cuanto a la familia de los moluscos, como pulpos, sepias y los de ese tipo, tienen la carne indigesta; es por eso por lo que también predisponen a las relaciones sexuales. [D] Son, en efecto, flatulentos, y el momento del acto sexual requiere acopio de aire. Resultan mejor hervidos, pues los humores que contienen son malos; por ejemplo, pueden observarse los que sueltan cuando se limpian. Pues bien, la cocción los elimina de la carne, dado que el fuego lento, aplicado además junto con agua, supone un modo de limpiarlos. Los asados, en cambio, ven resecados sus humores [E] y, como su carne es dura por naturaleza, es lógico que de este modo lo resulten todavía más.

Por su parte, morralla, espadines 227 , alachas y los restantes peces cuyas espinas se comen con lo demás producen todos ellos una digestión flatulenta, pero proporcionan alimento húmedo. Pues bien, como su proceso digestivo no es homogéneo, sino que la carne se digiere muy deprisa, mientras que las espinas se disuelven con dificultad (pues también la morralla de por sí está llena de espinas), cada uno de estos componentes se convierte en una traba para la digestión del otro; en consecuencia, se producen gases de resultas del proceso digestivo, mientras que la abundancia de humores [F] proviene del alimento. Son mejores cocidos, pese a que vuelven poco regular el intestino. En cambio, los llamados pescados de roca: gobios, cabrachos, sollas y los de ese tipo, proporcionan a nuestros organismos un alimento seco (son de buen tamaño, alimenticios, se digieren con rapidez y no dejan demasiados residuos), y no producen gases. Todo pescado resulta más digestivo en su preparación si se dispone de un modo sencillo, pero los de roca también se preparan con sencillez por su buen sabor. Parecido a ellos es el género denominado «de carne blanda»: tordos, merlos y los de esa clase 228 . Son más húmedos éstos que aquéllos pero, por lo que a su asimilación se refiere, proporcionan más provecho. [358 A] Son más laxantes y diuréticos los segundos que los primeros, debido a que también su carne es más húmeda y abundante que la de los anteriormente citados. Pero es necesario, si se quiere aflojar la tripa, ofrecerlos cocidos; si, no obstante, se tiene bien el intestino, resultan alimenticios asados. De cara a la producción de orina son útiles preparados de ambas maneras.

En otro orden de cosas, en las zonas del mar donde desembocan ríos y lagunas, incluso donde hay aguas profundas y golfos de mar, ahí todos los peces son más húmedos y resultan [B] más gruesos; también son más sabrosos para comer, aunque de cara a la digestión y nutrición resultan inferiores. En cambio, en las zonas costeras situadas frente a alta mar y demasiado abiertas, la mayoría son duros, pequeños y están maltratados por el oleaje. A su vez, en torno a las zonas que caen a pico en las que no hay vientos demasiado fuertes, y especialmente si además hay ciudades próximas, en estos lugares la mayoría de las especies de peces son uniformemente excelentes, tanto por buen sabor como por facilidad de digestión y por el alimento que proporcionan al organismo. [C] En cambio, son indigestos y más pesados que los de mar los que emigran del mar a ríos y lagunas, como el mújol y, en general, todos los peces que pueden vivir en ambos tipos de aguas. De los que viven siempre en los ríos y lagunas son mejores los de río, pues la pantanosa es agua putrefacta. También, de los peces de río propiamente dichos, son mejores los de los ríos más batidos y las truchas, ya que éstas no se crían si el río no es rápido y frío, y superan a los demás peces fluviales en dieestibilidad.

La compra moderada de pescado en los cómicos

Ésta es la contribución que recibís [D] también de nuestra parte, amigos, de la que nos hemos aprovisionado de un modo saludable, en la medida de nuestras posibilidades. Pues, como se dice en el Parásito de Antífanes [PCG II, fr. 182]:

Yo, en lo que a la compra de provisiones se refiere,

no me he esforzado mucho, ni, por el contrario, las he troceado demasiado 229 ,

de manera que, si alguien se viese arrastrado ciegamente por la bebida,

podría acusar al aquí presente de una borrachera al modo griego 230 .

Claro es que tampoco soy tan aficionado al pescado como el personaje del mismo poeta en Butalión, drama que es justamente una revisión de uno de sus Campesinos 231 . Dice, en efecto [PCG II, fr. 69]:

[E] A— Y, efectivamente, hoy os voy a agasajar

yo a vosotros. Pero la compra la harás tú, en cuanto cojas,

Pisto, el dinero que te demos. PISTO — Sí, que de otro modo no sé

comprar como es debido. A—Di, Filúmeno,

¿qué comida te gusta? FILÚMENO — Todas. A—Contesta en concreto:

¿qué pescado te agradaría comer? FIL.— Una vez vino

al campo un pescadero trayendo chuclas

y salmonetes y, ¡por Zeus!, nos complació mucho

a todos nosotros. A— Y ahora, dime,

¿qué más que eso te comerías? FIL .—Algún otro que sea pequeño,

[F] pues considero que todos esos peces grandes

son unos «comehombres». A—¿Qué dices, queridísimo amigo?

¿Cómo «comehombres»? PI .— Quiere decir que un hombre se los comería,

está claro. En cambio, los que menciona él

son «manjares de Helena», chuelas y salmonetes.

En cambio, en El campesino 232 [PCG II, fr. 69] dice que las chuelas y los salmonetes son «manjares de Hécate». Desdeñando también Efipo los peces pequeños, dice en Filira [PCG V,fr. 21]:

A— Papaíto ¿quieres ir corriendo

al mercado y luego comprarme una cosa? B—Dime qué. [359 A]

A—Unos pescados con uso de razón, padre. No me traigas bebés.

B—¿No sabes que el dinero vale dinero?

Pero es muy divertido también el jovenzuelo de Los portadores de «obelíai» 233 del mismo autor, que menosprecia todo lo que tiene que ver con la compra de pescado, y dice así [PCG V,fr. 15]:

A— Pero compra con frugalidad,

que cualquier cosa es suficiente. B— Explícate, amo.

A— No con refinamiento, sino con sencillez. Lo que sea necesario

por salvar las apariencias: bastan unos calamarcitos, unas [B] sepiítas,

y, si fuese posible conseguir alguna langosta, una sola será suficiente,

o dos sobre la mesa. Anguilitas

de Tebas llegan de vez en cuando: coge alguna.

Gallinitas, palomitas, perdicitas,

esas cosas. Liebre, si se presenta alguna, tráela.

B—¡Qué tacaño eres! A— En cambio, lo que es tú, demasiado derrochador.

Carne tenemos de fijo. B—¿Es que la ha enviado alguien?

A—No, pero ha celebrado un sacrificio la señora. Mañana cenamos la ternera de la corneja 234 .

[C] El misántropo de Mnesímaco, a su vez, como es muy avaro, le dice al joven libertino, en el drama homónimo [PCG VII, fr. 3]:

A— Pero, por favor te lo pido, no me exijas demasiado,

ni cosas crueles en exceso, ni que valgan su peso en plata,

sino moderadas, a mí, tu propio tío. B—¿ Cómo más

moderadas todavía, demontre de hombre? A—¿Cómo? Trocéalo en pedacitos y

engáñame. Llámame a los peces

[D] «pescaditos» y, si tienes que mencionar algún otro plato, llámalo

«platito», que moriré mucho más a gusto.

La ternera de la corneja. Canciones rodias de colecta

Pero, puesto que por obra de un dios en las citas aducidas *** queridísimo Ulpiano, o vosotros, hijos de gramáticos, decidme en qué sentido ha dicho Efipo en los citados versos [PCG V, fr. 15, 12-13]:

Mañana

cenamos la ternera de la corneja,

pues yo creo que se trata de una historia, y estoy ansioso por conocerla”.

Entonces, Plutarco dijo que se trataba de una historia denominada «rodia», que en ese momento no conseguía recordar de memoria, porque hacía muchísimo tiempo que [E] había leído el libro que la recogía. “Sé, no obstante, que Fénix de Colofón el poeta yámbico menciona a algunos hombres que recogen donativos para la corneja 235 , diciendo así [Coll. Alex., fr. 2]:

Distinguidos señores, dad como contribución a la corneja un puñado de cebada,

a la hija de Apolo, o una escudilla de trigo,

o un pan, o medio óbolo, o lo que se quiera.

Dad, nobles amigos, algo de lo que cada cual tiene

en la mano a la corneja. Incluso aceptará un grano de sal,

que le gusta a ella mucho festejarse con ello.

Quien ahora da sal, dará luego un panal. [F]

¡Muchacho, abre la puerta! Riqueza nos ha escuchado,

y a la corneja una doncella le trae higos.

¡Dioses, que resulte enteramente irreprochable la joven,

y encuentre un marido rico y renombrado;

y que a su anciano padre le ponga un niñito en los brazos,

y a su madre, una niñita sobre las rodillas,

renuevo para ser criado como esposa para sus parientes [360A] consanguíneos 236 !

En cuanto a mí, donde me guían mis pies, †ante sus ojos

me presento alternativamente†, cantando en nombre de las Musas ante la puerta,

para quien me da y para quien no me da más de lo que pido.

Y al final del yambo dice:

Pero, nobles amigos, tendedme algo de lo que tiene en abundancia la despensa.

Da, pues, señor; dame también tú, dueña recién casada.

Es costumbre dar a la corneja un puñado cuando lo pide.

Esto es lo que canto. Dame alguna cosa y bastará.

[B] Por otro lado, recibían el nombre de korōnistaí los que pedían para la corneja (korṓnē), según dice Pánfilo de Alejandría en su Sobre los nombres [fr. 15 Schm.]. Y las canciones entonadas por ellos se denominan korōnísmata, de acuerdo con lo que cuenta Agnocles de Rodas en Los de la corneja. Y chelidonízein («rondar como la golondrina») se llamatambién en Rodas otro tipo de colecta, de la que habla Teognis en el libro segundo de Sobre los festivales en Rodas [FGrH 526, fr. 1], escribiendo así: «Hay un tipo de colecta [C] que los rodios denominan «rondar como la golondrina», que tiene lugar en el mes de boedromión 237 . Se llama de este modo por la costumbre de responder con el estribillo [PMG 848]:

Llegó, llegó la golondrina,

trayendo buen tiempo,

hermosas estaciones,

sobre su blanco vientre,

sobre su negro dorso.

Saca tú rodando un pan de higos

de tu rica casa,

un vaso de vino,

y un cesto de queso.

Tampoco los panes bastos de trigo

rechaza la golondrina

ni el de gachas 238 . ¿Nos marcharemos o recibiremos?

Si nos das algo, que si no, no te dejamos en paz:

o nos llevaremos la puerta, o el dintel,

o a la mujer que está sentada dentro;

es pequeña, fácilmente la acarrearemos. [D]

Así que, si nos traes algo,

tráelo grande.

Abre, abre la puerta a la golondrina,

que nos somos viejos, sino chiquillos.

Este tipo de colecta fue introducida por primera vez por Cleobulo de Lindo, en cierta ocasión en que en Lindo hubo necesidad de recaudar dinero».

Vaticinios con referencias a peces

Pero ya que hemos hablado de historias rodias, voy a disertar también yo sobre peces, comenzando por la hermosa Rodas, que afirma que es rica en peces el gratísimo Linceo [fr. 11 Dalby]. Pues bien, Ergías de Rodas, en los libros dedicados [E] a su patria, tras ofrecer a modo de prefacio algunas noticias sobre los fenicios que habían colonizado la isla, dice [FGrH 513, fr. 1]: «Los seguidores de Falanto, como ocupaban en Yaliso una ciudad muy bien fortificada, llamada Aquea, y estaban bien provistos de víveres, llevaban largo tiempo resistiendo el sitio de Ificlo. Además, les había sido comunicado en una profecía el vaticinio de que conservarían el territorio hasta que los cuervos se tornaran blancos y en sus crateras aparecieran peces. Pues bien, como esperaban que tal cosa no iba a suceder jamás, también se tomaban el [F] asunto de la guerra bastante a la ligera. Pero Ificlo, enterado por algún conducto de los oráculos de los fenicios, le tendió una emboscada, cuando iba a aprovisionarse de agua, a uno que gozaba de la confianza de Falanto, cuyo nombre era Larcas, e hizo un pacto con él: pescó un pececillo de la fuente y, tras echarlo en un cántaro, se lo dio a Larcas y le ordenó que llevara aquella agua y la vertiera en la cratera de la que se escanciaba el vino para Falanto. Y aquél así lo [361 A] hizo. Ificlo, por su parte, atrapó unos cuervos, los untó con yeso y los soltó. En cuanto a Falanto, al ver los cuervos encaminaba también sus pasos hacia la cratera; y cuando vio así mismo los peces, comprendió que el territorio ya no era suyo y envió heraldos a Ificlo, solicitando marcharse subrepticiamente bajo tregua en compañía de los de su séquito. Mas una vez que Ificlo dio su conformidad, tramó Falanto el siguiente plan: abatió unas víctimas sacrificiales, les limpió las entrañas, y se disponía a sacar en su interior oro y plata. Pero Ificlo, enterado de ello, se lo impidió. Y al esgrimir [B] Falanto el juramento que aquél le había prestado, en el sentido de que les permitiría llevarse ‘lo que tuviesen en el estómago’, Ificlo respondió a la intriga entregándoles barcos para que se fuesen, pero después de quitarles los timones, los remos y los mástiles, alegando que había jurado proporcionarles naves, pero nada más. Al verse apurados, los fenicios procuraban enterrar buena parte del dinero, marcando los lugares para poder recobrarlo algún día en el futuro si regresaban, pero la mayor parte lo dejaron en manos de Ificlo. Pues bien, una vez que se retiraron de esta manera del [C] territorio los fenicios, pasaron a dominar la situación los helenos». Y lo mismo relata también Policelo en su Historia de Rodas [FGrH 521, fr. 6]. Dice: «La historia de los peces y los cuervos sólo la conocían Facas y su hija Dorcia. Ésta, enamorada de Ificlo y prometida a él en matrimonio, convenció por medio de su nodriza al que portaba el agua de que llevase los peces y los echara en la cratera, y fue ella la que tiñó de blanco los cuervos y los soltó».

En otro orden de cosas, Creófilo, en sus Anales de Éfeso [FGrH 417, fr. 1], dice: «Los fundadores de Éfeso 239 , que [D] sufrían muchas penalidades debido a la rudeza del territorio, finalmente enviaron mensajeros a preguntarle al dios dónde establecer la urbe. Él les comunicó mediante su oráculo que construyesen una ciudad donde se lo mostrase un pez y se lo indicase un jabalí. Pues bien, se dice que, donde en la actualidad se encuentran la fuente llamada Hipeleo y el puerto sagrado, había unos pescadores almorzando, y que uno de los peces saltó con un trozo de carbón sobre unas barreduras, y se incendió por su culpa un monte bajo en el que acertaba a hallarse un jabalí. Éste, fuera de sí por el fuego, recorrió corriendo un gran trecho de la montaña que ahora se [E] denomina Trequía y cayó atravesado por un dardo en el lugar donde actualmente se encuentra el templo de Atenea. Entonces los efesios cruzaron desde la isla, tras haberla habitado durante veinte años, y por segunda vez colonizaron Trequía y la región del Coreso, y construyeron un templo a Ártemis en el ágora, y a Apolo Pitio, en el puerto»”.

Celebración de las Parilias

Pues bien, justo cuando se estaban comentando muchas cosas de este estilo, se dejó oír por toda la ciudad unestruendo de auloí, sonido de timbales [F] y estrépito de tambores, surgidos junto con un canto. Resultó que se celebraba el festival de las antaño llamadas Parilias 240 , y actualmente Romalias, desde que fue erigido un templo en honor a la Fortuna de la ciudad por obra del óptimo y cultísimo emperador Adriano. Ese día lo celebran cada año como una fecha señalada todos los habitantes de Roma, así como los extranjeros establecidos en la ciudad. Pues bien, Ulpiano preguntó: “¿Qué es eso, señores [Od. I 226],

[362 A] un convite o una boda? Pues lo que es esto no es un banquete a escote.”

«Ballismós» y otros términos relacionados

Y cuando alguien le contestó que bailaban (ballízousin) todos los de la ciudad en honor a la diosa, se echó a reír y apostilló: “Excelente amigo, ¿y qué griego ha llamado a esto ballismós, cuando debía haber empleado el verbo kōmázein (andar de juerga) o choreúein (bailar) o alguna otra expresión corriente? Tú, sin embargo, nos has comprado un nombre en la Suburra 241 , y

has echado a perder el vino al echarle agua 242 ”.

Y Mírtilo replicó: “Sin embargo, te demostraré que el término [B] es genuinamente griego, querido «Criticón». Que, aunque intentas cerrarnos la boca a todos, no has demostrado la incultura de ninguno, «mientras que tú mismo te muestras más vacío que la muda de una serpiente» 243 . Epicarmo, asombrosísimo amigo, en Los emisarios enviados al templo [PCG I, fr. 68, 2-4 (78, 2-4 R-N)] menciona el término ballismós, e Italia no está lejos de Sicilia 244 . En el drama, como decía, los emisarios, cuando contemplan las ofrendas dedicadas en el templo de Apolo Pitio, hablando sobre cada una de ellas dicen, entre otras cosas, lo siguiente:

Calderos broncíneos,

crateras, espetones. En los soportes de los espetones, a su vez,

[...] bailando (ballízontes)... [...] 245

[C] Y Sofrón, a su vez, en la obra titulada La camarera de la novia [PCG I, fr. 11, 1], dice: «Y tras cogerlo se lo ha llevado fuera, y ellos bailaban (ebállizon)». Y de nuevo [PCG I, fr. 11, 2]: «Bailando (ballízontes) llenaron el tálamo de excrementos». Pero es que también Alexis, en La peluquera, dice [PCG I, fr. 112]:

Que además veo acercarse *** una muchedumbre

de juerguistas, como si todos los hombres de bien

estuviesen ahí reunidos. ¡Que no me toque encontraros

solo de noche cuando estáis ocupados bonitamente

en el baile (ballismós), porque jamás

[D] volvería a casa con el manto, salvo que criase alas!

Sé, por otra parte, que la palabra aparece así mismo en otros pasajes, y os los daré a conocer en cuanto haga un poco de memoria.

Diversos términos para «banquete»

Pero tú eres la persona indicada para decirnos (tú que incluso has recordado estos versos homéricos [Od. I 225-26]

¿Qué festín, qué asamblea es ésta que tiene lugar, y por qué tienes que celebrarlo?

¿Un convite o una boda? Pues lo que es esto no es un banquete a escote),

en qué se diferencian entre sí dichos términos 246 . Pero ya que te callas, lo diré yo. Pues, como dice el poeta siracusano 247 :

Lo que antes de esto decían dos hombres, yo me basto solo.

A los sacrificios y los preparativos más suntuosos los llamaban [E] los antiguos eilápinai, y a quienes participaban en ellos, eilapinastḗs. Éranoi, en cambio, son las reuniones basadas en contribuciones, y la palabra viene de reunir (synerân) y aportar cada cual. Se llama el mismo tipo de fiesta tanto éranos como thíasos, y los asistentes a ella, eranistaí y thiasôtai. No obstante, se da también el nombre de thíasos a la turbamulta que sigue a Dioniso, como dice Eurípides [Bacantes 680]:

Pero veo tres «thíasoi» de coros femeninos.

Pues bien, la palabra thíasoi procede de theós (dios), ya que, [F] en efecto, a los dioses los lacedemonios los llaman sioí 248 . En cuanto a eilapínai, el término deriva de los preparativos y el gasto que se producen durante estas celebraciones, ya que laphyttein y lapázein significan «vaciar» y «gastar»; por eso también los poetas dicen alapázein por «saquear», y láphyra, en vez de «botín», de láphyxis (voracidad). Y tales [363 A] banquetes Esquilo y Eurípides 249 los llamaban eilápinai, porque uno se queda con la despensa vacía (lelapáchthaí). Por otro lado, láptein significa digerir la comida y enflaquecer por consunción; por tanto, lagṓn (flanco) viene de lagarós (flaco), al igual que láganon (oblea); y de lapáttein (vaciar), lapára (costado). A su vez laphýttein es vaciar y consumir abundantemente y en gran medida. Y dapanân (consumir) procede de dáptein (devorar), y esta palabra está relacionada con dapsilḗs (abundante). Por eso, de quienes comen insaciablemente y como fieras se dicen los verbos dápsai (devorar) y dardápsai (consumir). Homero [Od. III 259]:

Sino que, en efecto, a él, a su vez, perros y aves de rapiña lo devoraron (katédapsan).

[B] En cuanto a los banquetes (euōchíai), reciben este nombre no de ochê, es decir, «alimento», sino porque se está bien (eû échein) gracias a ellos. En efecto, quienes acudían juntos a los mismos y honraban a la divinidad lanzándose a la alegría y el desenfreno, daban a la bebida el nombre de méthy 250 , y al dios que se la había otorgado como presente, los de Metimneo, Lieo, Evio, e leyo, del mismo modo que también a quien no tenía aspecto sombrío ni estaba preocupado lo llamaban hilarós (alegre). Por eso pensaban, además, que la divinidad se ponía contenta (híleōn) cuando pronunciaban [C] el grito iḗ, iḗ. De ahí que al lugar en el que llevaban a cabo este ritual lo denominaran igualmente hierón (santuario). Pero que empleaban los adjetivos híleōn y hilarós 251 como sinónimos lo demuestra Efipo, en el drama titulado Mercancía. Dice sobre una prostituta [PCG V, fr. 6] 252 :

Además, cuando viene, si por casualidad

está triste alguno de nosotros, lo lisonjea con dulzura:

lo besa, no apretando la boca,

como un enemigo, sino abriéndola de par en par,

como los gorriones. Ella lo consuela,

lo pone alegre (hilarós), y en un periquete le quita toda

la tristeza y lo deja contento (híleōn).

Disposiciones antiguas sobre las celebraciones festivas

Los antiguos, por otra parte, como [D] concebían a los dioses a imagen de los hombres, tomaron disposiciones consecuentes en lo referente a sus festividades. Viendo, en efecto, que los hombres no eran capaces de resistirse al impulso de los placeres y que, en cambio, era útil y conveniente acostumbrarlos a disfrutar de ellos de un modo regular y ordenado, les acotaron un período de tiempo concreto y, así, después de realizar el sacrificio en honor a los dioses, se lanzaban a la diversión; el propósito era que cada cual, pensando que los dioses habían acudido en busca de las primicias y las libaciones, [E] participase con el debido respeto en la reunión. Homero, por ejemplo, dice [Od. III 435]:

Y llegó Atenea

a participar de los sacrificios.

También Poseidón [Od. I 22.25]

se había ido a visitar a los etíopes que habitan lejos,

yendo al encuentro de una hecatombe de toros y corderos.

Y Zeus [Il. I 424],

se fue ayer a un festín, y los dioses lo seguían todos a una.

Y si acaso se hallaba presente algún hombre anciano y grave en su manera de obrar, se guardaban respetuosamente dedecir nada indecente, o de hacerlo, como dice así mismo Epicarmo en alguna parte [PCG I, fr. 163 (235 R-N)]:

[F] Pero también es bueno guardar silencio cuando están presentes quienes son mejores.

Pues bien, como consideraban que los dioses se hallaban cerca de ellos, celebraban las fiestas de una manera ordenada y sobria. De ahí que ni fuese costumbre reclinarse entre los antiguos, sino que «se banqueteaban sentados » [Od. III 471], ni beber hasta la embriaguez, sino que «tras hacer las libaciones y beber cuanto deseaba su ánimo, se iba a casa cada cual » [Od. III 395-96]. Hoy en día, en cambio, quienes fingen hacer sacrificios en honor a los dioses e invitan a la [364 A] celebración a sus amigos y personas más allegadas, resulta que maldicen a sus hijos, insultan a sus mujeres, hacen llorar a sus sirvientes, amenazan a la mayoría, y sólo les falta decir lo de Homero [Il. II 381] 253 :

Mas ahora id a cenar, para que podamos unirnos a Ares,

sin tener en cuenta 254 las palabras del autor del Quirón, ya se trate de Ferécrates, ya de Nicómaco el experto en ritmo, o de quien quiera que sea [PCG VII, fr. 162]:

Ni tú, a tu vez, si has invitado a un amigo a un floreciente festín,

te irrites al verlo allí, que es un malvado quien eso hace. [B]

Al contrario, alégrate muy sereno en tu ánimo, y alégralo a él.

Falla de decoro en los banquetes contemporáneos

En la actualidad, sin embargo, no se acuerdan de estas máximas en absoluto y, en cambio, se saben de memoria los versos que siguen, todos los cuales constituyen una parodia de las Grandes Eeas y los Grandes trabajos atribuidos a Hesíodo 255 :

Mas si alguno de nosotros invita a alguien a cenar cuando realiza un sacrificio,

nos irritamos si acude, le dirigimos torvas miradas en su cara,

y queremos que se vaya cuanto antes por la puerta.

Luego, se percata de ello, de algún modo, y se calza, y entonces [C] le dice alguno

de los comensales: «¿Ya te vas? ¿Por qué no bebes algo?

¿No vas a descalzarlo?». Entonces, el que celebra el sacrificio se enoja

con el que quiere detenerlo, y al punto recita la elegía 256

«No retengas a nuestro lado a nadie contra su voluntad,

ni despiertes al que está durmiendo, Simónides». ¿No son este tipo de cosas

las que le decimos cenando ante las copas de vino al amigo?

Y aún añadimos lo siguiente [Hesíodo, Trabajos y días 722-23]:

[D] Ni estar malhumorado por un festín multitudinario

al que se contribuye en común. Enorme es la alegría, y el gasto, mínimo.

Además, cuando sacrificamos en honor a los dioses, gastamos poquísimo en los sacrificios, y compramos cualquier cosa, como pone de manifiesto el noble Menandro, en La borrachera 257 [PCG VI 2, fr. 224]:

¿De manera que no obramos y sacrificamos de un modo equivalente,

porque a los dioses les llevo un amable

corderillo adquirido por diez dracmas,

y en cambiocomproflautistas, perfume, arpistas,

vino de Mende, de Tasos, anguilas, queso, miel

[E] por casi un talento? Lo que sucede es que, de un modo proporcional,

nosotros obtenemos un beneficio equivalente a diez dracmas,

si también resulta propicio el sacrificio a los dioses,

y es con ello con lo que nos resarcimos del gasto en lo otro.

¿Es que no es doble el perjuicio que resulta de los sacrificios? 258

Pues bien, lo que es yo, de ser un dios, no habría consentido

jamás que se depositase el lomo sobre el altar

si no se consagraba al mismo tiempo la anguila,

para que se muriese Calimedonte 259 , que es uno de la misma familia.

Banquetes a escote

Por otra parte, denominaban los [F] antiguos también epidósima (de aportación voluntaria) un tipo de cenas, que son justamente las que los alejandrinos llaman «a escote» (ex epido mátōn). Por ejemplo, Alexis, en La que va al pozo, dice [PCG II, fr. 85]:

A—Y ahora mismo me

ha enviado el amo a traer

una jarra de vino de los de ahí dentro. B—¿De aquí? Comprendo.

Eso va a ser una aportación voluntaria añadida al resto. A—Me gusta

esta vieja que las capta al vuelo.

y Cróbilo, en El falso supuesto [PCG IV, fr. 5]:

[365 A] A—Laques, y yo te buscaba a ti. Ve delante. LAQUES .—¿A dónde?

A—¿Que a dónde, me preguntas? A ver a Filomena, en cuya casa

tenemos nuestras aportaciones voluntarias. Por culpa suya ayer

obligaste tú a todo el mundo a beber doce ciatos.

Por otro lado, los antiguos conocían también las cenas ahora llamadas apò spyrídos (de cesta) 260 . Nos da una explicación al respecto Ferécrates, en El olvidadizo o Mar, en estos términos [PCG VII, fr. 57]:

Tras preparar comida para meter en la cesta,

se encaminaba, al parecer, a casa de Ofelias.

Este pasaje demuestra claramente lo que es una cena «de cesta», [B] cuando uno, tras prepararse comida y colocarla en una cesta, se va a casa de otro a cenar.

Más términos para «banquete»

La palabra sýndeipnon 261 (convite) la emplea por sympósion (banquete) Lisias, en el discurso Contra Micino por homicidio; dice, en efecto [fr. 66 Thalh.]: «Estando aquél invitado a un convite». También Platón dice, a su vez: «Con los que celebraron el convite» 262 . Y Aristófanes, en Gerítades [PCG III 2, fr. 161]:

Alabando en los convites a Esquilo 263 .

Precisamente por ello algunos consideran que el drama de Sófocles llevaba así mismo el título en género neutro «El convite» 264 . Dan además el nombre de synagṓgimon (por colecta) a un tipo de cena, como Alexis, en El amante de la belleza o Ninfas [PCG II, fr. 253]:

Recuéstate y llama a aquéllas; [C]

celebremos un banquete por colecta, aunque sé bien que

tu conducta es desde hace tiempo la de alguien capaz de serrar un grano de comino 265 .

Y Efipo, en Geriones [PCG V, fr. 4]:

Y atestaban de gente

un banquete por colecta.

Llamaban también synágein (reunirse) a beber juntos, y synagṓgion, al banquete. Menandro, en La chamuscada [PCG VI 2, fr. 123,1]:

Y ahora por culpa de ésos se reúnen solas.

Inmediatamente después dice [PCG VI 2, fr. 123, 2]:

[D] Y atestó de gente la reunión.

Quizás es éste el denominado apò symbolôn (por contribución). Mas en qué consisten las contribuciones lo indica el propio Alexis, en La bebedora de mandrágora, mediante estos versos [PCG II, fr. 147]:

A—Iré, pues, llevando a la vez mis contribuciones.

B—¿ Cómo «contribuciones»? A—A las cintas y los frascos de perfume

los llaman «contribuciones» los calcidios, anciana.

No así los argivos, según dice en sus Comentarios Hegesandro [FHG IV, fr. 31, pág. 419]: «A la contribución aportada [E] en los banquetes por los bebedores los argivos la llaman chôs (congio), y a la ración, aîsa (porción)»” 266 .

Despedida de Ateneo y Timócrates

Pero puesto que también este libro ha alcanzado una conclusión adecuada, camarada Timócrates 267 , voy a poner fin a su relato, no vaya a ser que alguno se piense que también nosotros, como dijo Empédocles, hemos sido peces en otro tiempo. Dice, en efecto, el físico [31 B, fr. 117 D.-K.]:

Que ya yo en otro tiempo fui muchacha y muchacho

y arbusto y ave de rapiña y pez viajero del mar.

Banquete de los eruditos. Libros VIII-X

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