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INTRODUCCIÓN

Para qué escribir este libro

Son muchas las personas que me ha sugerido que escriba sobre mi dolor. Escribir es una forma de liberación, no hay duda. Duele recordar, duele dejar ir, duele dejar que otros sepan de tu dolor, duele desprenderse porque primero hace falta mirarlo a la cara y verlo, darte cuenta de que está ahí, que es cierto, real y para siempre, que no es una pesadilla que un día acabará, que ahora forma parte de tu vida. Duele porque es dolor en carne viva y no tiene cura, lo único que puede hacer el dolor es doler, dolerse, sentirse. Pero llega un punto, en el que sientes que es solo tuyo y como tuyo, lo quieres, porque eres tú, está en ti, sientes que lo abrazas, lo acaricias, lo acompañas con tu alma y entonces empieza a ser un poco más pequeñito, un poco más soportable. Es un proceso con subidas y bajadas, muchas preguntas sin respuesta, tu propia vida es un interrogante. Todo lo que te gustaba ya no te gusta. Todo lo que antes tenía valor ahora ya no lo tiene, todo ha cambiado, ¿o soy yo la que he cambiado? Soy yo la que he cambiado la forma de ver las cosas. El dolor me hace cambiar mi perspectiva, encontrarle un nuevo sentido, un nuevo valor, un nuevo rumbo. ¿Es ese el significado de la experiencia? ¿Quizás?

Escribir es una manera de ponerle palabras al dolor, darle forma, darle nombre, identificarlo y elaborarlo, quizás digerirlo. Lo que no se nombra no existe y si no existe no lo puedo soltar. Si lo nombro lo veo, lo reconozco, si lo permito salir es una forma de aceptar, no negar, y después compartirlo, soltarlo, liberarse, desprenderse, transformarlo.

Le pido al universo que me dé fuerzas para este trabajo.

Le pido al universo que me dé luz para poder ser fiel a lo real, a lo auténtico, al sentimiento puro, sin disfraz.

Le pido al universo que sea mi guía en este propósito de compartir mi experiencia.

He pensado en escribir, sobre mi vida y sobre la tuya, por eso, nada más empezar he encendido una vela lila, tu color favorito y te he pedido permiso para contar tus cosas. Tú me has contestado:

—Claro, mamá.

Y has sonreído inclinando la cabeza. Te he visto a mi lado en un plano superior. Es como si me hubieras dicho sin decir: «Aquí donde estoy ahora todo es diferente, lo vivido es insignificante y forma parte de un plan mayor. Es evidente que debes contarlo para seguir con el plan, aquí las cosas tienen otra perspectiva».

Te imagino un ser de luz, volando por todo el universo, libre y feliz, jugando a esconderse y hacer travesuras de esas que hacen saltar una sonrisa al que las descubre. Como cuando encontré la chaqueta negra, aquella que es como un poncho. Hace meses que la busco, ya la daba por perdida y el otro día apareció, detrás de unos cajones. Estoy segura de haberla buscado ahí hace meses y no estaba. El día que apareció fue una señal de que todo está bien. Yo acabada de darme cuenta de que tenía que dejarme sentir y hacer lo que el corazón me pide y me di permiso y justo para confirmarlo aparece esa chaqueta perdida. Fue un regalo, como los muchos que me haces.

Nov. 2013

Después de una experiencia tan difícil y con tanto dolor, como es la enfermedad y la muerte de una hija, surge la gran pregunta: ¿Cómo darle sentido al dolor vivido?

Mi deseo es que nuestra experiencia sirva para algo. Darle un sentido es transformarla en positiva. Si con mis palabras, alguna persona que sufre por la enfermedad o la muerte de un ser querido encuentra consuelo, estas páginas habrán valido la pena.

Para mí fue tan grande, profunda y transformadora la vivencia que deseo compartirla desde el corazón para que otros corazones dolientes puedan sentirse acompañados y encuentren luz en su propio camino.

Los nombres de los Dr@s. no han sido incluidos, así como los de otras personas que aparecen han sido cambiados, para respetar el derecho a la intimidad personal y al anonimato, salvo los que sí han dado su consentimiento. Solo un Dr. aparece con su nombre, porque falleció.

Amor infinito

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