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INTRODUCCION: EL CONCEPTO CRISTIANO DE LO QUE ES LA FAMILIA

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LA VIDA NO ERA FÁCIL para nosotros en el verano de 1963. Así es como Bárbara lo recuerda:

Kent era un estudiante de tiempo completo y un obrero que trabajaba un turno también completo en una factoría del este de Los Ángeles, y a mí me faltaban dos semanas para dar a luz nuestro primer bebé.

Aunque ahorrábamos mucho y gastábamos poco, los estudios eran tan costosos que según nuestros cálculos tendríamos sólo unos $160 dólares cuando llegara la criaturita, una suma insuficiente para cubrir los $250 dólares de hospitalización y otros $250 de honorarios del médico. No sabíamos qué hacer, excepto orar.

Lo que ocurrió entonces es para nosotros inolvidable.Yo fui al médico para el control de rutina. Cuando el médico -que no era un hombre que asistiera a la iglesia -miró mi historia, notó que Kent mi esposo planeaba asistir al seminario. Hizo un par de preguntas y luego como por casualidad comentó: “No les cobramos a los clérigos”, es decir a los predicadores. De modo que todo lo que ahora necesitábamos eran los $ 250 dólares para el hospital. Cuando llegó la noche en que yo iba a dar a luz a Holly nuestra querida hijita, Kent se puso su mejor vestido dominguero y me acompañó al hospital para el bendito acontecimiento. Tal vez el doctor sólo estaba siendo amable cuando dijo que mi esposo era el padre más emocionado que él había visto, pero a nosotros nos gusta pensar que era verdad.

Sólo había un problema: mi esposo tenía solamente $163 dólares en su billetera. Cuando regresó al hospital a reclamar a sus dos “chicas” y se paró nervioso frente a la cajera a esperar la factura, procuró pensar lo que le iba a decir para convencerla de que él pagaría la cuenta después. Entonces ella le presentó el gran total: $160 dólares. Le explicó que yo había sido admitida en la hora de cambio de fecha, de modo que nos cobraban un día menos. Con los tres dólares restantes en la mano Kent corrió de la caja a la floristería a comprarle a su esposa un hermoso ramo de flores.

Estos acontecimientos que acompañaron el nacimiento de nuestra primera hija, son no sólo un hito en la historia de nuestra familia, sino también una insinuación de los temas que discutiremos en este libro. Estos son algunos de ellos:

• La familia es el objeto del interés especial de Dios. Quizá pudiéramos afirmar que Dios está de lado de la familia en su lucha con las vicisitudes de la vida.

• Hablando con realismo, en un mundo caído como el nuestro, la familia se encuentra siempre en un estado precario (financieramente y en otros aspectos).

• Una familia cristiana depende de la gracia y el cuidado providencial de Dios para enfrentar las dificultades que son parte inevitable de la vida. Ninguna familia es lo suficientemente fuerte para manejar sus asuntos aparte de la provisión de Dios.

• En vista de todo esto, los padres deben acoger los altibajos de la familia como uno de los escenarios principales en los cuales pueden interactuar con Dios y entre sí mismos.

• Los padres deben organizar conscientemente la historia de la familia como una historia de providencia divina; no deben permitir que los acontecimientos de la vida familiar se pierdan o se olviden.

• Podemos confiar en que Dios bendice las familias de los creyentes. Con esto no negamos las terribles tragedias que afligen a algunas familias; solamente afirmamos que es parte de la naturaleza de Dios proveer y bendecir a sus hijos.

El 10 de agosto de 1963 se convirtió en una preciosa fecha de recordación para nosotros dos. Dios suplió milagrosamente nuestras necesidades dándonos a la vez una señal significativa de su sonrisa sobre nuestra familia. Y la durable alegría de esa ocasión se repitió tres veces durante los años siguientes, cada vez de manera más creciente. De hecho el nacimiento de nuestra primera hija fijó el tono de toda la experiencia de criar una familia de cuatro hijos, y de su crecimiento hacia la madurez. Esa experiencia ha sido una celebración continua.

Todos nuestros cuatro hijos nacieron antes de que Kent terminara los estudios de seminario; de modo que esos primeros años fueron de carestía. Aunque el médico que me atendió en el parto de Holly no cobró sus honorarios, ¡otros proveedores de servicios sí lo hicieron! Pero a través de esos tiempos, duros para nosotros mientras otros disponían de dinero, nos sentíamos felices y nuestra alegría era permanente. Hoy en nuestra madurez, con cuarenta años de matrimonio y dieciocho nietos podemos decir que nuestra familia, a pesar de todos sus altibajos, ha sido una fuente permanente de alegría. Sólo tenemos un motivo de frustración: no haber tenido más hijos.

Desde luego no todo el mundo siente lo que nosotros sentimos sobre la paternidad. Los personajes públicos de nuestros tiempos, desde Winston Churchill hasta Gloria Steinem, registran la tragedia de quienes tuvieron padres que, por una u otra razón, descuidaron su papel paternal. No es de sorprenderse por qué el padre de Churchill centrado en sí mismo haya sido tan descuidado con su hijo tan patéticamente necesitado, o porque la repulsión de Gloria Steinem hacia la maternidad estuviera relacionada con la condición necesitada de su madre. Dicho descuido es ahora un lugar común en nuestro mundo.

Lo que sí es sorprendente, sin embargo, es que un mal similar se encuentra a menudo entre los que profesan ser cristianos. Nosotros hemos aconsejado personalmente a hombres y mujeres a quienes sus padres, asistentes a la iglesia y lectores de la Biblia, les dijeron que deseaban no haberlos tenido. Otros han dicho que aunque los padres no se lo dijeron de manera tan directa, hicieron evidente que sus hijos habían frustrado su potencial. Un joven nos dijo una vez que no recordaba un día siquiera en el cual la madre, que había sido misionera, no le hubiera recalcado que ella había sacrificado su potencial misionero por tener una familia. Ella creía que los hijos le impedían volver al campo misionero. Pero lo más frecuente entre padres cristianos es una ambivalencia en el enfoque de lo que es la familia. Externamente elogian el privilegio de ser padres, pero en su interior mantienen la actitud de que la paternidad es una carga que se debe soportar.

1 TRAS LA CONFUSIÓN

¿Cómo es que se anidan en los corazones cristianos tales actitudes? En primer lugar muchas personas están cautivas por una cultura que determina la propia valía y la realización personal por la contribución, el nombre, la educación y el dinero. La sociedad aplaude más a quien diseña un edificio que a quien cuida de la arquitectura del alma de un niño. Nuestra cultura otorga mayor valor a un rostro conocido por el público que al semblante que reflejan los ojos de un niño.

El mundo da mayor prioridad a la consecución de un título que a educar una vida.Valora más la capacidad de dar cosas que darse a sí mismo. La cultura moderna ha enfatizado tanto este enfoque de la valía personal que éste se ha arraigado en muchos corazones cristianos, de tal modo que no queda espacio para otra persona, aún si ese otro es nuestro propio hijo o hija.

Otro factor que contribuye regularmente a la actitud de que la paternidad es una carga es la incomodidad que trae consigo el embarazo y la crianza de los hijos. Eric y Yuly habían estado casados durante tres años libres de preocupaciones cuando ella quedó embarazada. Ambos le dieron la bienvenida al hecho y lo anunciaron con orgullo recibiendo las congratulaciones de la familia, los amigos y la iglesia. Sin embargo, el entusiasmo inicial de Yuly pronto fue apagado por los mareos matutinos que para ella se convirtieron en algo permanente. Las náuseas dieron paso a una propensión a comer y comer, lo que hizo que ganara peso excesivo. Estaba embarazada y gorda, y se sentía fea, a pesar de las demostraciones de cariño de su esposo. Ninguno de los dos se sentía feliz. Su vida sexual se había afectado por sus achaques, y ahora, como era de esperar, no pasaba por su mejor momento.

Eric estaba secretamente resentido y Yuly aburrida y vagamente temerosa. Echaba de menos a sus compañeros de trabajo y cavilaba que también se iba a comportar en el parto. “Esa personita aquí adentro, ¡cómo ha cambiado las cosas!” -pensaba dentro de sí.

El nacimiento de su bebé, a quien llamaron Caleb, salió razonablemente bien, pero sufría de cólicos y era susceptible a infecciones del oído. Yuly y Eric soportaron durante meses las interrupciones de su sueño nocturno y las tediosas tareas y llegaron a resentirse. Desde luego ambos amaban a Caleb intensamente. Eso nunca cambió.

Pero Yuly no se consideraba una buena madre y comenzó a sentirse incompetente. De modo que hizo algo natural: minimizar y aún evitar lo que le causaba el sentimiento de incompetencia. Su infelicidad le hizo difícil mantener la dieta, de modo que el sobrepeso se mantuvo. Una mañana mientras abrazaba a Caleb, Yuly le dijo: “Tú me has costado mucho. Perdí mi figura por ti”. Esto fue algo que Caleb tuvo que seguir escuchando una y otra vez. Entre tanto Eric empezó a sentir un poco de celos de Caleb quien estaba recibiendo la atención que antes Yuly le dispensaba sólo a él.

La incomodidad inevitable que produce el embarazo y las preocupaciones de la crianza de los hijos han envenenado la perspectiva de muchas parejas jóvenes de hoy, aunque son hijos e hijas de la iglesia. No sólo son numerosos los padres que consideran la familia como una carga, sino que muchas parejas jóvenes están retardando el momento de comenzar una familia hasta haber logrado el éxito profesional para minimizar los inconvenientes con su dinero, o limitando la familia a uno o dos hijos.

Es necesaria una renovación de los principios fundamentales de la familia cristiana; principios sobre los cuales se puedan edificar las disciplinas que le son características. Sin un fundamento sólido estas últimas no florecerán. Y el fundamento correcto está cimentado en la Palabra de Dios.

LO QUE DICE LA BIBLIA ACERCA DE LA FAMILIA

Cuando nació nuestro primer hijo lo anunciamos con una alegre cita tomada de los Salmos: “Los hijos son una herencia del Señor” (Salmo 127:3). Esta declaración es una concisa expresión del antiguo valor que para el pueblo de Dios tenían los hijos. Ciertamente el primer capítulo de las Santas Escrituras registran la divina comisión de “sean fructíferos y multiplíquense” (Génesis 1:28), y los últimos capítulos del Génesis relatan la ansiedad de las estériles y la alabanza a quienes daban a luz. Sara, la vieja princesa de Israel, y su esposo Abraham llamaron a su primer hijo “Isaac” que significa “risa” porque grande fue su alegría por ese regalo de Dios.

Las Escrituras no sólo elogian a los hijos sino que consideran bendecido a aquel a quien se le dieron muchos. El Salmo 127:3-5 exclama:

Los hijos son una herencia del Señor,

los frutos del vientre son una recompensa.

Como flechas en las manos del guerrero

son los hijos de la juventud.

Dichosos los que llenan su aljaba

con esta clase de flechas.

El propósito de la familia: Glorificar a Dios

La declaración escritural de que los hijos son una bendición enfatiza su importancia para el pueblo de Dios aquí sobre la tierra, y resume lo que debe ser la actitud cristiana hacia la paternidad. Pero los hijos también tienen una importancia vertical, la cual a menudo se pasa por alto en las discusiones del día de hoy sobre la familia: esto es su objetivo de glorificar a Dios.

Después de una prolongada y equilibrada mirada a las Escrituras, los firmantes del credo de Westminster declararon en consenso que “el fin principal del hombre es glorificar a Dios y disfrutar de él para siempre”. Este principio gobierna todas las relaciones humanas, pero comienza en la sagrada estructura de la familia, en donde se modelan más profundamente las personas. Desde luego Dios es glorificado cuando sus hijos reflejan su carácter, cosa que sólo el Hijo pudo hacer a la perfección porque “él es el resplandor de la gloria de Dios, la fiel imagen de lo que él es”. (Hebreos 1:3). Por cuanto Cristo representó perfectamente a Dios, también nuestros hijos pueden por la gracia divina irradiar más y más del carácter de Dios, si de veras se acercan a él con fe. Nuestra comisión celestial y gozosa es llevarlos a tener una relación con Cristo y luego influenciar su vida de tal modo que puedan andar y crecer en el camino de la gracia.

Esta es nuestra gran responsabilidad, tal como Robert Dabney escribió al respecto hace tiempo:

La educación de los hijos de Dios es la tarea más importante sobre la faz de la tierra. Es el propósito por el cual ella existe. A ese propósito se debe subordinar todo: la política, la guerra, la literatura, la consecución del dinero, todo se debe subordinar a él. Pero específicamente cada madre y cada padre debe sentir cada momento del día que junto con el cumplimiento de su propio llamado y elección, este es el fin por el cual Dios lo tiene vivo, que ésta es su tarea sobre la tierra.1

Qué inspirador es darse cuenta que su familia es el medio divino primario y básico ordenado por Dios para glorificarse a sí mismo.

Cómo influenciar realmente a la sociedad

Al respecto es, pues, la paternidad -y no la política, ni las aulas, ni los laboratorios, ni siquiera el púlpitoel medio de mayor influencia. Suponer algo diferente es dejarse llevar por el engaño del secularismo. Debemos entender que es a través de la familia cristiana que se comunica con mayor poder la gracia de Dios, la visión de él, la responsabilidad por el mundo y el carácter cristiano.

La Biblia indica repetidamente que cuando Dios quiso guiar a su pueblo en el Antiguo Testamento, buscó a una persona (ver Isaías 50:2, 10; 59:16; 63:5; Jeremías 5:1; Ezequiel 22:30). Un solo individuo puede ser la diferencia decisiva en este mundo. No debemos sucumbir antes las engañosas matemáticas de la forma mundana de pensamiento que considera la dedicación de nuestra vida a unos pocos en un lugar anónimo como un escandaloso desperdicio de nuestro potencial.

Padres, no abandonen su lugar de influencia. Todavía sigue siendo cierto que “la mano que mece la cuna gobierna al mundo”. ¡Créanlo!

Santificación

Pablo escribió en 1 Tesalonicenses 4:3 (RVR) que “...la voluntad de Dios es vuestra santificación...”. La paternidad es profundamente satisfactoria. Cuando nosotros nos casamos, la nueva relación descubrió espacios de egoísmo en nuestras vidas, y dentro de ellos puertas a otros compartimentos que a su vez contenían algo así como cubículos de escondido egoísmo. Esta revelación fue el comienzo de un proceso de limpieza interior que duraría toda la vida.Y la llegada de los hijos en realidad profundizó ese proceso. Las dificultades de la paternidad -el darnos a nosotros mismos, la oración, la dependencia de Dios, el crecimientopueden ser una experiencia sin par de santificación.

C. S. Lewis lo expresó de esta manera al explicar el amor en la familia: “Los perros y los gatos se deben criar juntos... ello amplía sus mentes”. 2 La disciplina de la paternidad puede ser el camino al engrandecimiento del alma, y la senda a alturas no imaginadas de desarrollo espiritual. Esa es la forma como Dios la planeó.

Las satisfacciones de una familia cristiana

Aquí podemos decir categóricamente que ningún otro logro profesional, ningún honor ni “éxito” se asemeja a la satisfacción de tener una familia. Desde luego nuestros hijos adultos no son perfectos. Después de todo tuvieron padres imperfectos: ¡nosotros! Ni miramos todas las cosas de la misma manera. Pero nuestros hijos han decidido navegar con Cristo en el mar de la vida, resistiendo los vientos contrarios de la cultura, y siguiéndolo a donde quiera que él los guíe. En ese aspecto son buenos marineros. ¿Qué si nos han dado satisfacción? Definitivamente sí.

Somos optimistas acerca de nuestra familia porque ella continúa siendo una fuente creciente de bendición, gloria, poder, santificación y satisfacción.

DISCIPLINE SU ACTITUD

Si usted ha sido presa de las actitudes mundanas acerca de los hijos, ¿cómo puede recuperar un sentido de cristiana alegría en el pequeño núcleo que Dios le ha dado para que lo críe? Los pasos siguientes quizá le ayuden a adoptar una perspectiva bíblica:

1. Personalización. En los espacios en blanco escriba los nombres apropiados para completar esta declaración:

__________ (nombre de su hijo, hija, o hijos) es/son una herencia del Señor. Los frutos del vientre de __________ son una recompensa. Como flechas en las manos del guerrero son __________ (aquí el nombre de sus hijos), hijos habidos en la juventud. Dichoso __________ (aquí el nombre del padre) que llenó su aljaba de ellos (Salmo 127:3-5)

2. Resolución. Decido ver siempre el cuadro completo –el fin principal de mi vidaque es la gloria de Dios. Conscientemente dedico mis oraciones, mi ambición y mis energías domésticas a la gloria de Dios.

__________

Nombre y fecha

3 Arrepentimiento y oración: Querido Padre: Confieso ante ti que hoy mi corazón ha sido cautivo del pensamiento erróneo que dice que lo que estoy haciendo como padre no es importante, que es un desperdicio de mis talentos. Me arrepiento de ello y te pido que me ayudes a pensar tus pensamientos en relación con el valor de mi tarea de cuidar y proveer para este hijo (o hijos). En el nombre de Jesús, amén.

Ó Señor, yo he permitido que las dificultades e incomodidades de la paternidad me hagan adoptar una actitud agria y me roben el placer de consentir a mis hijos como debo. Por favor líbrame de ella y lléname de satisfacción y alegría. En el nombre de Jesús, amén.

4. Gratitud. Dé gracias a Dios por sus hijos y pídale que le enseñe como usar el poder que él le ha dado para influenciar espiritualmente la vida de sus descendientes, de modo que cuando Dios busque a un hombre o una mujer para alguna tarea específica, pueda utilizar a uno de sus hijos.

A través de los años Kent ha tenido en sus brazos a centenares de bebés que sus padres han presentado al Señor ante la familia de la iglesia. Cuando presenta a un niño, a veces hace comentarios acerca de sus hermosas manitas creadas tan maravillosamente; de su asombrosa complejidad interior; del conjunto multicolor de venas y nervios; del pequeño y palpitante músculo cardíaco. Habla de que cada cuerpo es una creación nueva de Dios, dotado de inteligencia, de un alma, único en el mundo como sus huellas dactilares, con una capacidad igualmente singular para comunicarse y vivir en relación con Dios y para Dios.

En tal ceremonia oramos por los padres. Le pedimos a Dios que ellos puedan tener un vislumbre de la gloria y el privilegio de la paternidad, porque su actitud ante ella va a hacer toda la diferencia.

1 (aquí el nombre del padre) que llenó su aljaba de ellos (Salmo 127:3-5)

2 Resolución. Decido ver siempre el cuadro completo -el fin princi-

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