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1. Parque de Málaga: glorieta de la Ninfa del Cántaro o la Muñeca


La construcción del Parque de Málaga vino determinada por las obras de ampliación del puerto de la ciudad, necesaria para cubrir el incesante intercambio comercial y el crecimiento industrial de esta durante el siglo XIX. El ministro malagueño Antonio Cánovas del Castillo fue el artífice de este proyecto, acordándose que una parte del terreno ganado al mar para la ampliación portuaria fuese destinada a uso público. En concreto, se realizaría una zona de paseo ajardinada, entendida como una prolongación de la Alameda Principal. En el proyecto preliminar del diseño del Parque participó el marqués de Larios, asesorado por arquitectos como Fernando Guerrero Strachan, Adolfo Crooke y Miguel de Rivera, aunque el más implicado en el proyecto fue, sin duda, Joaquín de Rucoba, que se encargó también del diseño de edificaciones tan emblemáticas de Málaga como el Mercado de Atarazanas y la plaza de toros de la Malagueta. El Parque de Málaga se empezó a construir en 1897 y no finalizaron las obras hasta 1927.

Los filósofos presocráticos: la invención filosófica

La Muñeca y los mitos

Esta glorieta tiene en su centro una fuente con una escultura que representa a una ninfa. Se la llama la Muñeca. Aquí tenemos la representación de un ser mitológico, la ninfa, una divinidad representada como una jovencita ligera de ropa o desnuda, a la que se le atribuía la protección de algunos lugares de la naturaleza, tales como manantiales, arboledas, montes, etc. El ser humano desde siempre se ha preguntado el porqué de todas las cosas. Las narraciones mitológicas fueron las primeras explicaciones de todo aquello que sucedía. Los pioneros de estas narraciones que intentaban explicar el origen de todas las cosas fueron los poetas griegos de la Antigüedad, principalmente Homero y Hesíodo. Si se producía una tempestad en el mar, el mito explicaba que esto ocurría porque el dios de los océanos, Poseidón, se encontraba enfadado y para que la tormenta cesara había que realizarle ofrendas para aplacar su ira. Los dioses eran los responsables de todo lo que ocurría. Y estas divinidades hacían lo que les daba la gana, se movían por caprichos. Desde esta perspectiva, era imposible encontrar una regularidad en la manera en que sucedían las cosas y mucho menos intentar predecir qué ocurriría. Por esta razón, la explicación mitológica no podía proporcionar ciencia, entendida en la Antigüedad como el saber que nos proporciona las pautas universales de comportamiento de la realidad.

Sin embargo, en el marco de explicación mitológica encontramos un elemento muy importante para que pudiese iniciarse la Filosofía. Este elemento es el destino, aquello que nos depara la existencia a cada uno y que no se puede variar. Además, a esta fatalidad del destino estaba sometido todo lo que existía, incluidos los poderosos dioses. La Filosofía va a tomar del mito esta característica de la necesidad que implicaba el destino, dejando de lado el aspecto fantasioso de la narración o, al menos, colocándolo en un segundo plano.

En el ámbito filosófico, la necesidad es entendida como lo contrario a que las cosas sucedan al azar, caprichosamente. Que las cosas se comporten necesariamente es que hay una razón para que se comporten así y que lo hagan siempre de tal modo y no de otro. Además, esta necesidad es posible captarla si empleamos el razonamiento lógico. Naturalmente, este cambio en el marco intelectual que va desde la explicación mítica a la filosófica no fue cosa de un día, ni tampoco se separaron tajantemente ambas explicaciones. Aunque sí es cierto que fue algo inédito lo que inició Tales de Mileto a partir del siglo VI a. C.

¿Casualidad o causalidad?

Pero ¿por qué comienza la Filosofía en las colonias griegas y no en cualquier otro lugar? ¿Por qué lo hace en el siglo VI a. C. precisamente? ¿Qué era lo que estaba ocurriendo por aquel entonces en aquellas tierras? Durante el siglo VI a. C. se van consolidando una serie de cambios en la sociedad griega, motivados precisamente por un cambio en la importancia de la actividad económica, que deja de ser la agricultura, en manos de la aristocracia terrateniente, y pasa a ser el comercio de la artesanía. La actividad comercial necesitaba expandirse a otros lugares y para ello se fundaron colonias en el Mediterráneo. Las primeras colonias se establecieron en Oriente, como Mileto. Después se fundarían en Occidente, en el sur de Italia. La Filosofía empezó en las colonias griegas, para establecerse finalmente en Atenas. En las colonias, estos nuevos ricos pedían insistentemente participar en la política y acabar con el monopolio de la aristocracia en este ámbito, propiciando el establecimiento de la democracia como nueva forma de gobierno. Asimismo, alejadas de los centros de poder tradicionales, en estas colonias se podía encontrar más libertad intelectual. Todas estas novedades en la sociedad griega hicieron posible que se iniciase esta nueva forma de explicación: la Filosofía.

Los denominados presocráticos, estos primerizos filósofos, interpretaban la realidad como naturaleza (physis), término que tenía un doble significado. En primer lugar, naturaleza como totalidad de las cosas que existen, pero una totalidad ordenada, con sentido, un cosmos. En segundo lugar, naturaleza como una forma de ser constante de las cosas que constituyen la realidad, la esencia. Como vemos, ambos aspectos de la naturaleza o physis se implican mutuamente. Es posible un cosmos porque cada realidad que lo forma tiene una esencia, una forma de ser constante. En resumen, la realidad es la naturaleza o physis, un sistema ordenado porque sus piezas también se comportan según unas pautas regulares. Ahora bien, para estos precursores de la Filosofía, excepto para Parménides, la naturaleza también es dinámica, un proceso constante de mutación.

El primerísimo de los primeros: Tales de Mileto

Se le considera el pionero de la invención filosófica, pero los conocimientos de Tales eran muy amplios, propios de un sabio. En cuanto a matemáticas, creó el teorema que lleva su nombre y en astronomía predijo un eclipse de sol. Tales observó con atención a su alrededor y se percató de que todos los seres vivos necesitaban el agua para sobrevivir. Esta, además, se encontraba presente en la composición de todos ellos. Por otra parte, el elemento líquido permanecía en todos los cambios físicos naturales, en el ciclo sólido-líquido-gaseoso. El sabio de Mileto razonó que el agua era el principio del que surgían todas las cosas, aquello de lo que estaban hechas todas ellas y, más aún, la causa de todo lo que les ocurría. Tales encontró, a través de su razonamiento, un principio (arché) que podía explicar todo lo que existe, alejándose de las explicaciones tradicionales mitológicas. Con Tales nace la primera explicación basada en el razonamiento, en el logos, la Filosofía. Es admirable cómo se anticipó el filósofo de Mileto a enunciar una de las tesis científicas actuales más aceptadas del origen de la vida, aquella que afirma, a grandes rasgos, que esta se originó en primer lugar a partir del agua.

Es posible resfriarse si te bañas dos veces en un río, aunque no sea el mismo: Heráclito

Apodado el Oscuro porque escribía en forma de sentencias breves y enrevesadas de forma deliberada. Heráclito quería fastidiar de este modo a todos aquellos listillos que pretendían conocer de forma fácil algo que él consideraba difícil de comprender. Y ese algo es la ley universal o lógos. ¿En qué consiste ese lógos? Heráclito es conocido por subrayar que la realidad es incesante cambio. Ese incesante cambio lo percibimos y no se puede negar en modo alguno. El símbolo de esta incesante transformación lo encuentra en el fuego. El principio de todas las cosas es el fuego, ya que la combustión simboliza de forma óptima esa transformación continua de la naturaleza. Ahora bien, este conocimiento lo alcanzamos todos los seres humanos, pero hay un sentido menos obvio, que implica un esfuerzo de la razón, un ir más allá de las percepciones. Esa comprensión profunda de la realidad es asequible únicamente para unos pocos elegidos. Entre ellos, por supuesto, él mismo, el gran Heráclito. Si bien toda la realidad está sometida a un incesante cambio, este proceso no es desordenado, sino que sigue un orden, que consiste en el tránsito de un contrario a otro. Lo que está caliente pasa a enfriarse; lo que está húmedo se secará, etc. Existe, pues, algo que da unidad al incesante cambio del universo. Y esa unidad consiste en que cada par de opuestos se aportan sentido mutuamente. ¿Apreciaríamos la diferencia de lo dulce si no existiese lo amargo? ¿Distinguiríamos la oscuridad sin la luz, al idiota del inteligente? La respuesta es que no para el pensador de sobrenombre el Oscuro. Esa unidad de opuestos muestra y garantiza la ley universal que organiza todo lo que existe, una ley universal que se alcanza exclusivamente mediante el razonamiento, ya que los sentidos nos muestran únicamente la incesante mutación de todas las cosas, la cara más superficial de la realidad. Pero, aunque tachada de superficial por el pensamiento de Heráclito, no se puede negar que existe, como hizo Parménides.

Lo que es es y sanseacabó: Parménides

Fundador de la escuela eleática, Parménides inició una nueva forma de pensar, estableciendo que el orden de todo lo que existe es único, inmutable, inmejorable y solo se alcanza mediante el ejercicio racional. El primer fervoroso creyente de la razón en la historia de la Filosofía es Parménides. Es el que llamará a ese orden racional de toda la realidad el ser. Con ello quiere diferenciarse de los anteriores filósofos. Por eso ya no habla de la realidad como naturaleza o physis, que, si recordamos, era entendida como un proceso dinámico. Por idéntica razón prescinde de elementos materiales para explicarla, como en el caso del agua en Tales.

Parménides escribió en forma de poema sus revolucionarias ideas, reveladas supuestamente por una diosa a nuestro radical pensador, conservando así el elemento mítico en su filosofía. En este poema afirma con contundencia que no existe la nada, solo el ser es. Además, ese ser, como se ha dicho antes, lo interpreta como único, inmutable, inmejorable y eterno. El ser es una «cartera de perfecciones» que alcanzamos a captar exclusivamente gracias a nuestra capacidad de razonar.

El pensador de Elea es el primero que reflexiona sobre la razón misma, descubriendo los tres principios básicos que la hacen funcionar. Los resultados serán sorprendentes, pues esos principios de la razón extienden su uso al ámbito del conocimiento en general y no únicamente en el filosófico. Esos tres principios básicos de la razón son el principio de identidad, el principio de no contradicción y el principio del tercero excluido. En cuanto al principio de identidad, afirma que lo que es no puede dejar de ser. Por otra parte, el principio de no contradicción establece que el ser no puede no ser, al mismo tiempo y en el mismo sentido. Por último, el principio del tercero excluido sostiene que no existe una posible tercera opción: el ser es o no es. Pongamos un ejemplo de cada uno de estos tres principios racionales tomándolos de la mitología, haciendo justicia a la escultura de la bella ninfa aquí presente. Esta escultura de la ninfa es idéntica a ella misma. No hay otra igual. De ahí que se la llame «la Muñeca» para diferenciarla de otras similares (principio de identidad); ante el juicio «esta escultura es una ninfa» no podemos admitir como juicio verdadero «esta escultura no es una ninfa», si hablamos de esta misma escultura y en este momento preciso (principio de no contradicción); por último, o esta escultura es una ninfa o no lo es, pero no es una sirena, ni una arpía, ni ningún otro ser mitológico (principio del tercero excluido).

Pero Parménides da un paso más, afirmando que la información que obtenemos a partir de las percepciones sensibles nos muestra una realidad que no es la verdadera. Las apariencias engañan: el movimiento y el cambio que percibimos sensorialmente son ilusiones. Por esta tesis, Aristóteles lo calificó como un «negador de la naturaleza». La consecuencia más importante que se deduce de su negación de que la naturaleza sea un proceso dinámico es que la única vía de acceso a la verdad es la que nos aporta la razón. Lo verdadero es lo que no contradice a la razón y a sus principios básicos: la verdad lógica.

No existen para la filosofía de Parménides las medias tintas. Los pensadores presocráticos posteriores aceptaron sus ideas, quizás convencidos por la fuerza de su argumentación. Pero el filósofo de Elea les había dejado como herencia un problema filosófico enorme: la papeleta de explicar, si el ser es único e inmutable debido a su perfección, ¿cómo es posible que existan tantos seres distintos en la naturaleza, se transformen y desaparezcan? Los llamados filósofos pluralistas, como Anaxágoras, Empédocles y Demócrito, intentarán conciliar la afirmación de Parménides de un ser único e inmutable con la pluralidad y mutabilidad de los seres en la naturaleza.

A pesar de los problemas que plantea el pensamiento de Parménides, su gran logro es que nos invita a no dejarnos llevar por lo que se nos presenta como obvio y a revisarlo desde la razón. Una de las notas fundamentales que definen la actitud filosófica es poner en suspenso lo cotidiano, aquello que aceptamos como «natural». En esto Parménides está a la altura. Platón será uno de los que siga su consejo, realizando uno de los descubrimientos que marcarán para siempre el pensamiento occidental, afirmando la existencia del mundo de esencias universales llamadas ideas, suprasensibles y superiores al mundo físico, planteado como el único existente y verdadero. Platón es nuestro protagonista siguiente. Pero ¿es todo lo que existe reducible a pura lógica como afirmó Parménides? ¿Por qué es más valiosa la perspectiva formal de la realidad que la empírica?

Ruta Málaga con ojos de filósofo

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