Читать книгу Torquemada en la hoguera - Benito Pérez Galdós - Страница 8
TORQUEMADA EN LA HOGUERA
VII
ОглавлениеNo tardó en llegar á la casa del cliente, la cual era un principal muy bueno, amueblado con mucho lujo y elegancia, con vistas á San Bernardino. Mientras aguardaba á ser introducido, el Peor contempló el hermoso perchero y los soberbios cortinajes de la sala, que por la entornada puerta se alcanzaban á ver, y tanta magnificencia le sugirió estas reflexiones: «En lo tocante á los muebles, como buenos lo son … vaya si lo son.» Recibióle el amigo en su despacho; y apenas Torquemada le preguntó por la familia, dejóse caer en una silla con muestras de gran consternación. «¿Pero qué le pasa?—le dijo el otro.
–No me hable usted, no me hable usted, señor D. Juan. Estoy con el alma en un hilo.... ¡Mi hijo…!
–¡Pobrecito! Sé que está muy malo.... ¿Pero no tiene usted esperanzas?
–No, señor.... Digo, esperanzas, lo que se llama esperanzas.... No sé; estoy loco; mi cabeza es un volcán....
–¡Sé lo que es eso!—observó el otro con tristeza.—He perdido dos hijos que eran mi encanto: el uno de cuatro años, el otro de once.
–Pero su dolor de usted no puede ser como el mío. Yo padre, no me parezco á los demás padres, porque mi hijo no es como los demás hijos: es un milagro de sabiduría.... ¡Ay, D. Juan, Don Juan de mi alma, tenga usted compasión de mí! Pues verá usted.... Al recibir su carta primera, no pude ocuparme.... La aflicción no me dejaba pensar … Pero me acordaba de usted y decía: «Aquel pobre D. Juan, ¡qué amarguras estará pasando!…» Recibo la segunda esquela y entonces digo: «Ea, pues lo que es yo no le dejo en ese pantano. Debemos ayudarnos los unos á los otros en nuestras desgracias.» Así pensé; sólo que con la batahola que hay en casa, no tuve tiempo de venir ni de contestar.... Pero hoy, aunque estaba medio muerto de pena, dije: «Voy, voy al momento á sacar del purgatorio á ese buen amigo D. Juan …» y aquí estoy para decirle que aunque me debe usted setenta y tantos mil reales, que hacen más de noventa con los intereses no percibidos, y aunque he tenido que darle varias prórrogas, y … francamente … me temo tener que darle alguna más, estoy decidido á hacerle á usted ese préstamo sobre los muebles para que evite la peripecia que se le viene encima.
–Ya está evitada—replicó D. Juan, mirando al prestamista con la mayor frialdad.—Ya no necesito el préstamo.