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MARIUCHA
ОглавлениеACTO PRIMERO
Sala en el palacio de Alto-Rey. El soberbio artesonado es el único vestigio de la antigua magnificencia. Las paredes desnudas; el mueblaje moderno, poco elegante; algunas piezas, ordinarias. Puerta al fondo y a la derecha. A la izquierda, ventana o balcón. Cerca de éste una mesa de escribir. A la derecha, sillón de respeto, sillas. Es de día.
Escena Primera
Cirila, arreglando y limpiando los muebles; Corral, El Pocho, que entran por el fondo. Corral viste con afectación y mal gusto, ostentando brillantes gordos en la pechera, cadena de reloj muy llamativa y sortijas con piedras de valor.
Pocho. ¿Dan su permiso?
Cirila. Adelante.
Corral. ¿No han vuelto de misa los señores?
Cirila. No tardarán. (Displicente.) ¡Vaya, otra vez aquí estos moscones!
Pocho. Otra vez, y cien más, hasta que…
Corral. Perdone la señora Cirila, yo no vengo a cobrar.
Cirila. Viene a fisgonear, que es peor, y a meter sus narices en las interioridades de la casa…10
Corral. Ea, no despotrique, señora.
Cirila. (Aparte.) ¡Farsante!
Pocho. Yo no hago papeles. Vengo por el aquél de mi propio derecho. (Saca un papel y lo muestra.) El Sr. D. Pedro de Guzmán, Marqués de Alto-Rey y de San Esteban de Gormaz, es en deber a Francisco Muela, apodado El Pocho, la cantidad de…
Cirila. Basta.
Pocho. Por cuatro servicios de coche…
Cirila. ¡Agobiar al señor por tal porquería!…
Corral. Ya cobrarás, Pocho. (Dando largas.) Ten paciencia…
Pocho. ¡Paciencia!… que es como decir hambre.
Cirila. (Incomodada, señalándoles la puerta.) Hagan el favor… Tengo que hacer…
Pocho. Yo espero al señor.
Corral. Dos preguntas no más, señora Cirila, y perdone. Aún no hace un mes que estos señores Marqueses vinieron acá de Madrid huyendo de la quema. ¿Es cierto que se encuentran ya en situación tan precaria que…?
Cirila. Para nadie es un secreto que los que ayer fueron poderosos hoy no lo son.
Corral. Sí: ya saben hasta los perros de la calle que la casa de Alto-Rey es casa concluida. Hace más de veinte años que viene cayendo, cayendo, y por fin… (Con afectada pena.) ¡Las volteretas que de este mundo loco!… En la villa se dice que los señores Marqueses han llegado a carecer hasta de lo más preciso para la manutención.
Pocho. Y que se ven y se desean para poner un puchero.
Cirila. ¡Eh… habladurías!
Corral. (Queriendo internarse por la derecha.) Déjeme, déjeme ir a la cocina a ver qué es lo que guisan…
Cirila. (Deteniéndole.) Alto ahí… ¡Qué desvergüenza!
Pocho. ¡Si ni tan siquiera tendrán lumbre!
Corral. Hay que ver…
Pocho. (Por Cirila.) ¡Cómo les tapa la miseria! Ésta no les abandona en la desgracia.
Corral. Eso es nobleza.
Cirila. Gratitud. Les quiero…
Corral. Particularmente a la señorita María.
Cirila. ¡Mi niña del alma! Yo la crié; la he servido desde que vino al mundo. Más que cariño, por ella tengo adoración.
Pocho. Y qué re-bonita, y qué re-maja, y qué re-salerosa es la niña, ¡Cristo con ella! No le faltará un ricacho que la saque de pobre. Anímese, don Faustino… Usted rico, usted el más elegante caballero de nuestra villa… ¡Qué mejor proporción…!
Corral. (Pavoneándose.) Verdaderamente, no es uno saco de paja… De menos nos hizo Dios.
Pocho. Pues si yo fuera don Faustino del Corral, cualquiera me quitaba a mí esa niña, ¡Cristo con todos! Si tuviera yo esos diamantes en la pechera, esa cadena de reloj y esos anillos refulgentes, y lo que hay en casa, ¡Cristo conmigo! los dinerales que diz que tenemos en el Banco, ¿eh?… aguardando colocación…
Corral. No es tanto, Pocho. Algo se ha trabajado y no falta para unas sopas. (A Cirila.) Ahora, la última pregunta si usted no se incomoda.
Cirila. Diga.
Corral. ¿Es cierto que el propietario de este palaciote de Alto-Rey lo cede gratuitamente a los señores Marqueses?
Cirila. Así lo entiendo.
Pocho. ¡Y luego dicen…! ¡Vaya, que estos nobles tronados siempre caen de pie! Vendió el Marqués este caserón hace diez años por un pedazo de pan…
Corral. ¿Hase visto mayor locura? Si hubiera estado yo en Agramante, no se me escapa esa ganguita… Compró la casa el sastre Diego López, que ha sacado ya triple del coste con el producto de las estancias bajas y altas que tiene alquiladas. Y ahora, el hombre puede permitirse un rasgo: cede al Marqués las habitaciones mejores…
Cirila. (Que ha mirado por el fondo.) Los señores vienen.
Corral. (Aparte al Pocho.) Ten comedimiento, Pocho. Hazte cargo de la pobreza…
Pocho. ¿Pues y la mía? ¡Cristo con…! (Corral le manda callar. Se apartan a la izquierda.)
Escena II
Los mismos; Don Pedro, cabizbajo: detiénese en la puerta como esperando a alguien. Conserva en su miseria la nobleza de la figura. El traje, aunque revelando bastante uso, es de corte y telas elegantes. Acude Cirila a recogerle el abrigo y sombrero.
Cirila. ¿Y la señora Marquesa?
Don Pedro. Detrás viene con María y el señor Cura. (Entra despacio, abstraído.) ¿Qué… hay visitas?
Corral. (Oficioso.) Señor Marqués, ¿cómo va ese valor?
Don Pedro. Tirando, amigo, tirando… (Sobresaltado,al ver al Pocho.) ¡Otra vez este maldito Pocho!
Cirila. ¡Desdichado señor!… ¡A lo que ha llegado! (Vase por la derecha.)
Pocho. Vuecencia me dijo que hoy…
Don Pedro. (Con arrebato de cólera, bastón en mano.) Dije a usted que le avisaría…
Pocho. Perdone vuecencia… pero…
Don Pedro. Es mucho molestar… ¡Es grande impertinencia…!
Pocho. Necesidad, señor. Soy un pobre.
Corral. Paciencia, Pocho. Puedes volver…
Don Pedro. Cuando se le avise… Espere… (Se sienta en el sillón.)
Pocho. (Con entereza.) Podré alimentarme de tronchos de berza, de cortezas de chopo; pero no de las buenas palabras de vuecencia. Págueme, o de aquí me voy al Juzgado municipal…
Corral. ¡Pocho…!
Don Pedro. (Variando de tono ante la amenaza.) ¡Qué injusta desconfianza!… Pocho, venga usted aquí. (Llamándole, cariñoso.) Mi buen amigo… (Le toma la mano.) ¿Cómo puede dudar…?
Pocho. No es duda, es pobreza.
Don Pedro. (Dolorido, con afectada mansedumbre.) Vaya, vaya, sosiéguese el buen Pocho. (Dándole palmaditasen la mano.) Y no dude que, con el pago, tendrá una buena gratificación… Es muy justo. (Entran por el fondo Filomena y don Rafael.)
Pocho. Yo cedo a vuecencia la propina si hoy mismo…
Don Rafael. ¡Pocho…! (Con un castañeteo de lengua como el que se usa para echar a los perros, le despide señalándole la puerta.)
Pocho. Ya, ya… (Por D. Pedro.) ¡Cristo con él, con su madre y con toda su casta! (Vase rápidamente.)
Escena III
Don Pedro, Corral, Filomena, Don Rafael. La Marquesa de Alto-Rey revela menos que el Marqués, en su traza y vestimenta, la decadencia social. Viste traje negro elegante; mantilla.
Don Pedro. (Inquieto.) ¿Y María?
Don Rafael. En la plaza quedó con las de González.
Filomena. Entretenidita, viendo esos tipos de los pueblos, los pintorescos trajes, la animación del mercado…
Corral. (Saludándola.) Señora Marquesa, tengo el honor…
Filomena. Señor de Corral, mucho gusto… (Se quita la mantilla.)
Don Pedro. (Afectuoso, cogiéndole la mano.) Querido Corral, sea usted indulgente con mi desgracia, la cual no sólo me aflige a mí, sino a los amigos que vienen a verme, pues poco grato ha de serles oír mis lamentos, y ver espectáculos como estas embestidas del Pocho…
Corral. No se hable más de eso.
Don Rafael. Y sobre todo, no se exaspere, Marqués… Tómelo con calma… Ya vendrán días mejores…
Don Pedro. Yo confío en que el Gobierno…
Filomena. Por la Virgen, no me hables de Gobiernos…
Don Pedro. En la Providencia, sí: a eso voy. Quiero decir que Dios inspirará al Gobierno para que…
Don Rafael. (Aprobando.) ¡Mucho!
Don Pedro. También espero auxilio de las personas de nuestra clase. Imposible que permanezcan indiferentes…
Filomena. Bien podrán ser nuestros iguales o el Gobierno instrumentos de que Dios se valga para salvarnos. Pero en Dios está toda mi esperanza.
Don Rafael. Sí, sí: Dios…
Don Pedro. (Muy nervioso se levanta y se pasea por la escena.) ¿Pero a qué espera?
Filomena. Paciencia, Pedro. Para mirar por nosotros, allá quedó nuestro hijo Cesáreo…
Don Pedro. (Exasperado.) ¿Pero qué hace en Madrid Cesáreo, pregunto yo, si no revuelve el mundo por sacarnos de este pantano?
Corral. (Recordando.) Tengo el gusto de anunciar a los señores Marqueses que su hijo D. Cesáreo llegará hoy.