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Benito Pérez Galdós
EPISODIOS NACIONALES: 7 DE JULIO
VI

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Oíase la voz de Naranjo que era áspera y chillona. Oíase otra voz bronca y hueca que tenía las sonoras y retumbantes inflexiones de la elocuencia.

– Como lo cortés no quita a lo valiente – decía Naranjo, – bien venido a mi casa sea el Sr. D. Patricio. Dígame en qué puedo servirle.

– Todo Madrid, Sr. Naranjo, todo Madrid – decía Sarmiento, – sabe que no somos amigos. Cada cual tiene sus ideas, y como en las ideas no se transige… Pero una cosa es la política y otra la cortesía.

– Siéntese el buen Sarmiento.

– Gracias, Sr. de Naranjo.

En la habitación que a este servía de sala de recibo estaba Sarmiento vestido con uniforme de miliciano nacional, gran casaca azul de botón de plata, con las iniciales M. N. en el cuello; descomunal morrión en forma muy semejante a la boca de una pieza de artillería y adornado de flamantes cordones; correaje blanco cruzado en el pecho, sable y cartuchera. Con tales arreos la enhiesta figura del maestro de escuela parecía agrandarse, extenderse, crecer, tocar las nubes, y en el profundo abismo hundir la planta.

¡Tanta era su arrogancia y tiesura, y el marcial continente severo con que los llevaba!

– No sabía – dijo Naranjo con sorna, – que el señor D. Patricio había ingresado en la Milicia Nacional. Ya tenemos a Periquito hecho fraile.

– Los pillos crecen, el absolutismo trabaja, el Sistema peligra; malos vientos soplan… Es preciso luchar… Con su permiso, Sr. Naranjo.

Ambos se sentaron.

Cuando Sarmiento se desplomó sobre la silla, emitió la siguiente copla, que siempre traía pronta para soltarla en todos los actos de la vida:

Digamos Ave María

para que tiemble el infierno:

digamos para que tiemblen

los pícaros: ¡Viva Riego!


– Amén – contestó Naranjo sonriendo. – ¿Me dirá usted por fin a qué debo el gusto…?

– Poco a poco – repuso Sarmiento. – ¡Cuánto se habrá sorprendido usted al verme entrar en su casa! ¡Ya se ve!… ¡Enemigos encarnizados, enemigos a muerte!… ¡usted absolutista, yo liberal; usted servil, yo gorro!

– En efecto, me sorprende mucho.

– Y no sólo somos enemigos políticamente hablando, sino escolásticamente – dijo Sarmiento, recalcando bien los adverbios. – Usted enseña por un sistema, yo por otro. Usted se inspira en el misticismo, yo en los grandes cuadros históricos; usted hace leer a sus alumnos el Antiguo Testamento, yo les lleno la cabeza de Historia romana; usted enseña la escritura por Torío, yo por Iturzaeta… ¡Enemigos a muerte!… y ahora ha de saber usted que hoy estreno mi uniforme y que me lo he puesto expresamente para venir a esta casa.

Episodios Nacionales: 7 de Julio

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